miércoles, 31 de diciembre de 2008

Ecumenismo: balance anual y perspectivas

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BenedictoXVI_BartolomeI

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L’Osservatore Romano ha realizado ayer una entrevista al Cardenal Walter Kasper, Presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, acerca de la situación actual del ecumenismo. Ofrecemos nuestra traducción.

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Nuevo clima con Moscú. Perspectivas impensables de diálogo teológico con los ortodoxos sobre el rol del obispo de Roma. Métodos innovadores para confrontarse con el fragmentado mundo protestante, también sobre temas difíciles. Contraofensiva a la invasión de las sectas. Convicción de que el deseado viaje del Papa a Tierra Santa quitará prejuicios e incomprensiones con los judíos sobre la oración del Viernes Santo y sobre Pío XII.


En palabras del cardenal Walter Kasper, “hay optimismo porque hay realismo”. Y si el balance del 2008 para el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos es “ampliamente positivo”, para el 2009 se abren “perspectivas inesperadas, impensables hasta hace pocos años atrás”, tanto con los ortodoxos como con los protestantes. El cardenal no esconde las dificultades, “algunas inéditas”, del camino ecuménico. “No debemos olvidar nunca –dice- que la unidad de los cristianos no la organizamos nosotros sino que es un don del Espíritu Santo. Hoy estamos en un punto tan avanzado que, años atrás, quizá ni siquiera los más optimistas habrían previsto”…


Con L’Osservatore Romano, en esta entrevista, el cardenal presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos hace el balance del estado de salud del ecumenismo y de las relaciones con el judaísmo.

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La asamblea plenaria de fin de año del Pontificio Consejo ha trazado el cuadro de las relaciones ecuménicas. ¿Positivo o negativo?


Es un momento de cambios rápidos de la situación ecuménica pero, en una valoración global, el balance es ampliamente positivo. “Recepción y futuro del compromiso ecuménico” ha sido el tema de la plenaria que nos ha permitido mirar al pasado, al camino recorrido, pero especialmente encontrar nuevas ideas, nuevo impulso, nuevo entusiasmo para proseguir el diálogo en toda dirección.

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¿Cuáles han sido los eventos ecuménicos más importantes del 2008?


En un año, el Patriarca de Constantinopla Bartolomé I ha venido tres veces a Roma: con el Papa ha abierto el Año Paulino y ha hablado, por primera vez en la historia, en el Sínodo de los obispos, en el espléndido escenario de la Capilla Sixtina. Siempre este año, el Papa ha acogido a los Catholicós armenios apostólicos, Karekin II de Etchmiadzin y Aram I de Cilicia. Se ha hecho normal lo que hasta hace pocos años atrás era inimaginable o, por lo menos, extraordinario. Estas visitas son eventos profundos, pasos hacia adelante de excepcional significado. En el 2008 hemos celebrado también los cien años de la Semana de oración por la unidad de los cristianos.


Hay todo un movimiento irreversible, cuyo crecimiento está a la vista, y que involucra personas, parroquias, diócesis, asociaciones, movimientos. Estos diálogos tienen siempre implicaciones mayores de carácter social y cultural.

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Tal vez es por esto que hoy se ponen en agenda cuestiones delicadas que antes ni siquiera eran mencionadas.


Ahora se habla fraternalmente acerca de todo con todos. En este diálogo franco es positivo que no se escondan más las diferencias que aún permanecen, o que no se eludan los problemas. Es normal que nazcan nuevas cuestiones pero es decisiva la voluntad de afrontarlas.

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Discusión ecuménica, ecumenismo espiritual y amistad parecen ser los ingredientes de este momento del diálogo.


¡Y no deben ser separados! Están creciendo cada vez más las relaciones de amistad que contribuyen a hacer caer tantas barreras producidas por el poco conocimiento recíproco. La red de relaciones fraternas auténticas que se está ampliando es, evidentemente, un elemento decisivo.


Somos conscientes de que el ecumenismo no es sólo un intercambio de ideas. El diálogo teológico sobre la verdad es fundamental; sin embargo, sólo funciona junto al diálogo de la caridad. El corazón del diálogo sigue siendo el ecumenismo espiritual: no se va a ninguna parte sin la oración, sin la conversión personal y comunitaria. El diálogo no es un desafío con los otros sino, sobre todo, con nosotros mismos.

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Con los ortodoxos, el diálogo teológico se dirige al “rol del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia del primer milenio”. Éste es, de hecho, el tema de la próxima sesión de la comisión mixta internacional.


El documento de Rávena ha abierto una perspectiva de reflexión sobre la relación existente entre primado y sinodalidad en la Iglesia. Tanto Benedicto XVI como Bartolomé I han hablado recientemente en términos positivos: esto es signo del nivel de recepción que ha tenido ese documento.


En Rávena, las Iglesias ortodoxas han hablado de Iglesia universal y también de un primado universal que puede ser sólo del Obispo de Roma. Precisamente en la línea de Rávena estamos preparando el boceto de un documento para presentarlo a la próxima sesión de la comisión mixta que será hospedada por los ortodoxos en otoño. Ya hemos encontrado una lectura común del primer milenio. Ahora no debemos detenernos.

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En Rávena, el patriarcado de Moscú no participó en los trabajos por un problema con el patriarcado de Constantinopla. ¿ Está prevista su presencia en el próximo encuentro?


En la medida de nuestras posibilidades; hemos hecho presente insistentemente tanto en Moscú como en Constantinopla la necesidad de recomponer la fractura que se produjo, como se sabe, por la cuestión de Estonia. Hemos hablado con delicadeza pero también con franqueza. Por lo que sabemos, se han dado pasos importantes para encontrar una solución. Hemos lamentado que Moscú haya abandonado la reunión en Rávena, estaríamos felices de reencontrarnos todos juntos en la próxima sesión de la comisión. Dependerá mucho del nuevo Patriarca de Moscú.

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¿Cómo están en Moscú las relaciones con los católicos?


Las relaciones han mejorado mucho. Puedo afirmar que, en la situación actual, no tenemos problemas particulares. Hay una nueva situación, un clima amigable. En mayo, he encontrado al Patriarca Alejo II en Moscú. He sido recibido con particular hospitalidad y he reconocido la voluntad de avanzar en el diálogo y en las relaciones, tanto en las palabras del Patriarca como en las de los numerosos metropolitas con los que he tenido diálogos.


He encontrado la misma muy buena acogida también recientemente cuando fui a Moscú para los funerales del Patriarca.

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¿Qué recuerdo tiene de Alejo II?


Se sabe que el Patriarca Alejo II ha tenido desencuentros con la Iglesia Católica. Pero hemos superado juntos esta situación. Es un hombre que tiene grandes méritos. Basta pensar que ha comenzado su servicio en 1990, recogiendo la triste herencia del tiempo del comunismo. Ha sabido dar un fuerte impulso al renacimiento de la Iglesia ortodoxa rusa haciéndola reflorecer, partiendo casi de cero. Es también gracias a Alejo II que hoy tenemos un diálogo cada vez mejor con el patriarcado de Moscú.

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Ahora hay expectativa por la elección del nuevo Patriarca.


Esperamos que sea verdaderamente un pastor para su Iglesia. Un hombre que quiera avanzar junto a nosotros en el diálogo y en la profundización de nuestras relaciones.

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¿Cuáles son las novedades con las otras Iglesias ortodoxas?


Tenemos buenas relaciones con todas las Iglesias ortodoxas y queremos mejorarlas cada vez más. En Rumania, por ejemplo, el Patriarca Daniel ha iniciado hace poco más de un año su servicio como sucesor de Teoctist: es un hombre que conoce bien la Iglesia Católica, muy abierto al diálogo. Lo mismo podemos decir para las Iglesias orientales ortodoxas: al inicio del 2009 hospedaremos aquí, en Roma, un nuevo encuentro de la comisión mixta. Esperamos llegar a un acuerdo para un documento sobre la naturaleza, estructura y misión de la Iglesia.

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También en Atenas, desde hace casi un año, está el nuevo
Arzobispo ortodoxo, Ieronimos, que ha sucedido a Christodoulos.


No conozco personalmente al nuevo arzobispo Ieronimos. Tengo en programa un viaje a Atenas a comienzo del año precisamente para comenzar con él un diálogo abierto, nuevo, positivo. Sé que es un hombre humilde, de fuerte espiritualidad. Tenemos grandes esperanzas.

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¿En qué punto está el diálogo con las comunidades surgidas de la Reforma?


Los notables progresos en esta dirección los debemos también a la nueva metodología adoptada: la hemos llamado Harvest Project, proyecto de recolección. Consiste en reasumir los diálogos con los partner con los que hemos establecido relaciones después del Concilio Vaticano II para individuar los nuevos pasos a realizar juntos.


La definición oficial es “consenso/convergencia ecuménica sobre algunos aspectos fundamentales de la fe cristiana identificados en los reportes de los primeros cuatro diálogos bilaterales internacionales en los que ha participado la Iglesia Católica desde el Concilio Vaticano II”.

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¿Con quiénes aplican el nuevo método y qué resultados se han obtenido hasta ahora?


Los cuatro diálogos bilaterales internacionales son con la Federación Luterana Mundial, el Consejo Mundial Metodista, la Comunión Anglicana, y la Alianza Reformada Mundial. Con franqueza reconocemos estar en una situación intermedia. Mucho se ha logrado, mucho queda aún por hacer. Más allá de las cuestiones históricas, hay sobre todo problemas abiertos en la hermenéutica, en la antropología y en la eclesiología. Ahora, con el Harvest Project, afrontamos también las cuestiones más complejas que tienen nuevas implicaciones y contenidos.

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¿Cuáles son los problemas más serios para el diálogo?


La fragmentación interna de estas comunidades. Pienso en los anglicanos. He participado en la Conferencia de Lambeth en verano. He sido recibido con amistad pero he constatado sus problemas internos sobre cuestiones éticas y sobre la ordenación de las mujeres. Esto hace mucho más difícil el diálogo. El mismo obstáculo se registra también en otras direcciones del mundo protestante.

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¿Cuáles serán los próximos pasos?


Miramos con confianza los acontecimientos del 2009: la celebración, en Augsburgo, del décimo aniversario de la histórica Declaración conjunta con los luteranos sobre la doctrina de la justificación y la conmemoración de Calvino a quinientos años de su nacimiento. En el 2010, está ya previsto un encuentro ecuménico en Munich de Baviera. Y celebraremos también ecuménicamente los cien años de la famosa Conferencia de Edimburgo que, en 1910, ha dado comienzo al movimiento ecuménico del siglo veinte.

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El reciente Sínodo ha dicho que la Palabra de Dios es un punto de encuentro para todos los cristianos.


El Sínodo ha sido importantísimo, desde el punto de vista ecuménico. La Palabra de Dios es central sobre todo para los protestantes: sé que los delegados fraternos han quedado positivamente impresionados por la discusión. Sobre la Biblia nos hemos separado y sobre la Biblia debemos reunirnos. La lectura común, el estudio, la meditación, la lectio divina se presentan como métodos apropiados para acercarnos especialmente a los protestantes.

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Luego está el desafío de las sectas.


Es una oleada que constituye un desafío. No hay un diálogo directo, ni siquiera con las distintas denominaciones pentecostales, independientes. Hemos abierto un diálogo con nuestros obispos y teólogos en Asia, en África y en América Latina. La contraofensiva a la invasión de las sectas debe nacer primariamente de nuestra reflexión interna. Es lo que ha reconocido también el Celam en la Conferencia de Aparecida. Nos debemos preguntar: ¿por qué tanta gente deja nuestra Iglesia? ¿Qué cosa busca en otras partes y por qué se refugia en las sectas?

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A su dicasterio se le ha confiado el diálogo con el judaísmo. ¿Cómo ha ido en el 2008?


El hecho de que con los judíos haya un diálogo ya arraigado es casi un milagro, si se piensa en la complejidad de la historia. También en esta dirección hemos hecho progresos y ha sido valiosa la intervención de un rabino en el Sínodo.


No faltan los problemas. Dos en particular. El primero ha surgido por la oración por los judíos en la liturgia del Viernes Santo. Debe decirse que, después de mi declaración, confirmada por el cardenal Secretario de Estado, la cuestión se ha aclarado. Tal vez en Italia ha habido un poco más de alboroto que en el resto del mundo. Razonablemente, de esta oración no puede venir un obstáculo al diálogo.

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La otra cuestión se refiere a la beatificación de Pío XII.


Que la beatificación del Papa Pacelli sea un proceso interno de la Iglesia Católica ha sido comprendido y aceptado en el mundo judío. Confiamos ahora que las investigaciones históricas den cada vez más claridad sobre la obra de Pío XII a favor de los judíos en esos años. Estoy convencido de que el esperado viaje del Papa a Tierra Santa sería decisivo para superar prejuicios e incomprensiones que marcan nuestras relaciones con el judaísmo. Debo también señalar, me refiero en particular al último encuentro común desarrollado en Budapest, que con los judíos hablamos cada vez menos del pasado y siempre más de los desafíos concretos de hoy sobre el rol de la religión en la civilización moderna.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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lunes, 29 de diciembre de 2008

La formación para el servicio presbiteral

A nadie es ajena la realidad de crisis que atraviesa el clero en muchos lugares. Tampoco es novedad que una de las principales causas de tales crisis se halla en las fallas de la formación que muchos sacerdotes recibieron en sus respectivos seminarios.

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Hace sólo unos meses, Luis Fernando Pérez publicaba una entrada en su blog en referencia a esta problemática. Allí decía: “algunos seminarios son más un destroza-vocaciones, una fábrica de malos sacerdotes, que una herramienta de formación de buenos curas”.

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El Cardenal Ratzinger escribió hace unos años un texto valiosísimo sobre este asunto. Trata, justamente, sobre la naturaleza del seminario y la correcta formación de los futuros sacerdotes. Este texto podría ser de mucha ayuda para aquellos que tienen la responsabilidad de educar a los seminaristas, y a nosotros puede darnos una profunda y adecuada visión sobre el tema. Recomendamos enfáticamente su lectura.

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Descargue desde aquí el documento.

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domingo, 28 de diciembre de 2008

Mons. Guido Marini y la liturgia papal

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Santo Padre y Monseñor Marini

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Ofrecemos nuestra traducción de una valiosa entrevista que el diario italiano Il Tempo ha realizado hoy a Monseñor Guido Marini, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

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El Papa, desde la logia central de la Basílica Vaticana, el día de Navidad, con muceta y estola. Nada de capa pluvial, mitra o báculo, tratándose de una bendición solemne que no comporta un particular rito litúrgico. Muceta y estola solamente.


Así lo han seguido cientos de millones de personas de todas partes del mundo. ¿Una elección de sobriedad y sencillez? No, simplemente una búsqueda de orden, de limpieza, también en los ornamentos, en la era de la globalización mediática. Benedicto XVI presta atención también a estos particulares, atento a no generar confusiones, sobre todo a no diluir el misterio o la celebración de los sacramentos en la trituradora de imágenes. Pero es sobre la liturgia donde la atención papal es del todo particular. Bastaba seguir, apenas unas horas antes, el solemne rito de la Misa de la noche de Navidad para darse cuenta. La “Kalenda” al final de la vigilia y antes de la liturgia; los largos silencios; los fieles recibiendo la Comunión de rodillas; el crucifijo en el centro del altar y de los candeleros, bellos pero tal vez molestos para las tomas televisivas, el homenaje floral de los niños puesto al final de la Misa.


Y los cambios no terminan aquí. En esta delicada partida, tiene a su lado un monseñor joven (43 años) y “sutil” como Guido Marini, licenciado en derecho canónico. Desde hace catorce meses es el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias. Ha sustituido al obispo Piero Marini, quien ha estado por años al lado de Juan Pablo II. Sacerdote genovés modesto, un poco tímido, pero con las ideas claras y lúcidas. Un hombre piadoso, dulce y con una sonrisa desarmante que lo hace inmediatamente simpático. Ésta es una de sus primeras e inusuales entrevistas.

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Monseñor Guido Marini, ¿quiénes han sido sus maestros?


Cuando ingresé al seminario, era arzobispo el cardenal Giuseppe Siri. He sido ordenado sacerdote por el cardenal Canestri. Siete años como secretario de Canestri y siete con el cardenal Dionigi Tettamanzi. El cardenal Tarcisio Bertone me ha nombrado responsable de la oficina de las escuelas de la arquidiócesis, director espiritual en el seminario donde enseñaba derecho canónico. Luego canciller de la curia y prefecto responsable de la catedral. Con el cardenal Tettamanzi he dado mis primeros pasos como ceremoniero.

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“Liturgia, culmen de la vida de la Iglesia, tiempo y lugar de relación profunda con Dios”, como dice Benedicto XVI. ¿De dónde le ha venido este amor por la Liturgia?


Ha sido un amor juvenil en el sentido de que mi vocación tiene sus raíces en la liturgia; el amor por el Señor ha sido también amor por la liturgia como lugar de encuentro con el Señor. En Génova siempre ha habido un importante movimiento litúrgico.

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Supongo que ha sido el cardenal Tarcisio Bertone, convertido en Secretario de Estado de la Santa Sede, quien propuso su nombre a Benedicto XVI.


Sí, la propuesta me ha llegado por medio del cardenal Bertone. “El Papa – me dijo – está pensando en tu nombre”.

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Con el Papa bávaro, ¿estamos presenciando una operación de restyling litúrgico o algo más profundo?


Es algo más profundo en la línea de la continuidad, no de la ruptura. Hay un desarrollo en el respeto de la tradición.

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Desde que usted ha llegado, ha habido cambios o correcciones. Algunos imperceptibles, otros más notorios.


El cambio es diversificado. Uno ha sido la colocación del crucifijo en el centro del altar para indicar que el celebrante y la asamblea de los fieles no se miran sino que miran juntos al Señor que es el centro de su oración. El otro aspecto es la Comunión distribuida por el Santo Padre a los fieles en la boca y de rodillas. Esto es para poner en evidencia la dimensión del misterio, la presencia viva de Jesús en la Santísima Eucaristía. También la actitud y la postura son importantes porque ayudan a la adoración y a la devoción de los fieles.

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El Papa Benedicto es el primer Papa que no tiene la tiara en su escudo. Ha cambiado el palio de su inicio de ministerio apostólico y ha abandonado el característico báculo, del artista Scorzelli, donado por los milaneses a Pablo VI. Ese báculo en forma de cruz había sido usado también por el Papa Luciani y por Juan Pablo II. Papa Ratzinger ha elegido una férula. Una simple cruz.


Como usted dice, el báculo papal es la férula, la cruz sin el Crucificado, dándole un uso regular y habitual, y no sólo extraordinario. Junto a estas consideraciones, se ha impuesto una cuestión práctica, un báculo más ligero, y lo hemos encontrado en la sacristía papal.

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Ya hemos mencionado la introducción del silencio en la Misa. En Roma, en el centro de la cristiandad, las liturgias se muestran en su espléndida solemnidad. Y la lengua de Cicerón, el latín, despunta sobre todas. Se piensa en anticipar el signo de la paz y en un saludo final distinto por parte del celebrante. La intención es recuperar plenamente el carácter no arbitrario del culto. La creatividad y espontaneidad como una amenaza...


No sería tan drástico y ni siquiera me gusta la expresión, usada por algunos, de “saneamiento litúrgico”. Es un desarrollo que valoriza ulteriormente lo que ha hecho ilustremente y por tantos años, como maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, mi predecesor, el obispo Piero Marini. Las cuestiones que usted menciona acerca del cambio del signo de la paz y otros asuntos no le competen a mi oficio sino a la Congregación para el Culto Divino y al nuevo prefecto, el cardenal Antonio Cañizares. Yo tengo el deber de esforzarme para que se realice, de un modo ejemplar, la unidad y la catolicidad de todos aquellos que participan en las celebraciones de la Santa Misa papal.

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¿Cuándo veremos al Papa Benedicto celebrar la Misa en latín, según el rito romano extraordinario, el de San Pío V? El motu proprio, personalmente, lo he interpretado como un acto de liberalidad, de apertura, y no de cierre.


No lo sé. Muchos fieles se han servido de esta posibilidad. Decidirá el Papa, si lo cree oportuno.

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En la Exhortación Apostólica Post-sinodal sobre la Liturgia, Joseph Ratzinger se ha detenido en muchos aspectos. Incluso ha propuesto que las iglesias estén dirigidas hacia Oriente, hacia la ciudad santa de Jerusalén. El Papa, un año atrás, ha celebrado la Misa en la Capilla Sixtina, de espaldas al pueblo. ¿Quién lo ha propuesto?


Lo he propuesto yo. La Capilla Sixtina es un cofre de tesoros. Parecía forzado alterar la belleza, construyendo un palco artificial, postizo. En el rito ordinario, éste celebrar “de espaldas al pueblo” es una modalidad prevista. Pero lo subrayo: no se da las espaldas a los fieles sino que celebrante y fieles se dirigen juntos hacia el único punto que importa que es el crucifijo.

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“El Papa viste Cristo, no Prada” se ha leído en L’Osservatore Romano. El look de Benedicto XVI impresiona e intriga. Ornamentos, mitras, cruces pectorales, cátedras en las que se sienta, mucetas y estolas. Estamos frente a un Papa elegante. ¿Es una invención periodística?


Decir “elegante”, en el lenguaje de hoy, parecería significar un Papa que ama los aspectos exteriores y mundanos. Un ojo atento advierte que hay una búsqueda que une tradición y modernidad. No es la lógica de un inaceptable retorno al pasado sino un reequilibrio entre pasado y presente. Es la búsqueda, si se quiere, de la belleza y la armonía que son revelación del misterio de Dios.

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¿Qué cosas veremos en Camerún y Angola? Las liturgias africanas son pintorescas, populares, hay allí una totalidad que se expresa incluso con la danza, los tambores. Usted será puesto a prueba...


(Ríe). Recién ahora estamos preparando el viaje. Buscaremos poner juntamente lo que vale para todos con las tradiciones locales. Con su sola presencia, el Papa refiere a la Iglesia una, santa, católica. Encontraremos la síntesis entre lo que une a la Iglesia en el rito romano y los aspectos típicos, las sensibilidades culturales. Inculturación de la fe y de la liturgia, y dimensión universal.

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La liturgia es un sedimento, un patrimonio milenario. El Misal está entretejido de citas de la Biblia y de los Padres de la Iglesia de Oriente y de Occidente. Salmos responsoriales, oraciones o colectas, el sacramentario que es la parte central de la Misa. Es un patrimonio inviolable. ¿Usted consulta al Papa cada vez que hay una celebración? ¿Qué tipo de comunicación hay?


Muy sencillo. El Papa es consultado en las cosas relevantes y antes de una celebración tiene todos los textos. Por lo general, le enviamos notas escritas y él responde por escrito, de su puño.

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Usted está haciendo una experiencia fuerte y extraordinaria. ¿Hay episodios que lo han tocado?


Sí, es una experiencia fuerte. Me ha impresionado el viaje del Papa a Estados Unidos. Siendo mi primer viaje internacional con el Santo Padre, estaba el sabor de la novedad. Un viaje emocionante por el afecto y la calidez, por el clima espiritual. Y me ha impresionado la entrega del palio a los metropolitanos, en junio. Un arzobispo metropolitano, de rodillas, se ha dirigido así al Papa: “Padre Santo, vengo de una diócesis en la que mi predecesor ha sufrido el martirio por la fe. Rece por mí para que también yo pueda ser un mártir”. He comprendido aún más qué significa ser Iglesia.

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¿Hay gran sintonía, feeling, entre usted y el Papa?


De mi parte es absoluta.

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Usted que tiene la suerte de estar cerca de él, ¿cómo definiría al Papa Benedicto XVI?


Combina una excepcional altura intelectual con una grandísima sencillez y dulzura. Es un trato característico de su figura espiritual y humana. Es una realidad que compruebo y toco con la mano. El hecho de estar cerca del Papa, de este Papa, es una gran gracia para mi sacerdocio.


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Fuente: Il Tempo


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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miércoles, 24 de diciembre de 2008

Gloria a Dios en el Cielo, y en la Tierra Paz…

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belen
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Que Dios hecho Niño en Belén nos bendiga a todos.
Le pedimos esa bendición en especial para todos vosotros:
para quienes visitan día a día esta Buhardilla,
para todos los bloggers amigos,
para todos los que trabajan por el Reino de Dios en Internet.

Queremos saludar de manera particular a algunas personas
que nos han motivado y ayudado con nuestro blog, incluso sin saberlo:

Don Cruz y Fierro

Sacristán Serrano

Ermitaño Urbano

El Embajador en el Infierno

Luis Fernando Pérez Bustamante

Juanjo Romero

Asociación Una Voce

Bruno Volpe

New Catholic (de Rorate Caeli)

Rodolfo Vargas Rubio

Don Nicola Bux

P. John Zuhlsdorf


A todos vosotros, y a todos los hombres de buena voluntad,
desde esta Buhardilla les deseamos



¡Feliz Navidad!

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martes, 23 de diciembre de 2008

“Ellos no aman a Jesús…”

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NamrataNayak

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La niña que están observando es Namrata Nayak. Su rostro fue desfigurado cuando extremistas hindúes pusieron una bomba en su casa el pasado agosto, buscando matar cristianos.


Me golpea su fuerza y su belleza, transmitidas a través de sus ojos. Uno no ve las cicatrices, debido a la firmeza y plenitud de los ojos de Namrata Nayak.


Sus ojos no temen. Ella no se ve intimidada. Te mira directamente, con una serenidad y seguridad que sólo pueden brotar de una profunda convicción interior. Namrata Nayak sabe quién es. Con 10 años de edad, comprende el mundo en una forma en que muchos de nosotros jamás lo comprenderemos, sin importar qué tanto tiempo andemos por estos ásperos senderos.


Miro su imagen, y veo la misma belleza trascendente, la misma enseñanza, el mismo mensaje dirigido hacia el Cielo, que deduzco de los Íconos de la ortodoxia.


Pero la dejaré hablar a ella misma, porque Namrata Nayak no necesita que nadie hable por ella. Observen su asombroso y heroico testimonio.


“El mundo ha visto mi rostro destrozado por el fuego, ahora ha de conocer mi sonrisa llena de amor y de paz… quiero dedicar mi vida a anunciar el Evangelio”.


“Perdonamos a los hindúes radicales que nos atacaron y quemaron nuestros hogares… No sabían lo que hacían, no conocen el amor de Jesús. Por esta razón, quiero estudiar para que cuando sea más grande, pueda decirles a todos cuánto Jesús nos ama. Ese es mi futuro”.


“La Navidad es un tiempo para agradecer al bebé Jesús que me salvó del fuego, y que salvó mi rostro desfigurado y lastimado… Hay tanto dolor y sufrimiento, y no sé hasta cuándo nos protegerán las fuerzas especiales”, le dijo a Asia News. “Pero la Navidad es un tiempo de gratitud. Temo que mi gente seguirá siendo atacada, pero así es nuestra vida. Si Dios me ha salvado, Él puede salvar también a otros cristianos”.


Namrata… le dijo a UCA News que quería convertirse en misionera para anunciar a Jesús no sólo a sus amigos sino también a sus enemigos. “Fueron nuestros enemigos los que me hicieron valiente y comprometida”.


Interrogada respecto a si tenía miedo de ser cristiana, la niña dijo que no sólo se mantendría cristiana, sino que quería convertirse en pracharak (predicadora). “Quiero cantar y danzar durante la Navidad, distribuir tortas y dulces a todos, y desear un feliz cumpleaños a mi Jesús”.


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Fuente: The Anchorees


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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Las celebraciones navideñas del Santo Padre

Entrevista de L’Osservatore Romano a Monseñor Guido Marini, Maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias.

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pesebre

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Estamos a las puertas de la Navidad. ¿Qué significa esto para la vida litúrgica de la Iglesia?


Las celebraciones litúrgicas del tiempo de Navidad, comenzando por la Misa de la noche, conducen a los fieles a la contemplación del misterio de la Encarnación, el misterio de nuestra salvación. La Iglesia se detiene a contemplar, una vez más, el rostro de Aquel que es el único Salvador del mundo. Frente al misterio de la Encarnación, todo debe llevar a suscitar estupor: las palabras, los gestos, los silencios, los signos, la música, el canto, el rito en su totalidad. No puede no despertar asombro, de hecho, el acontecimiento del Hijo de Dios que se hace niño por nosotros y por nuestra salvación. Allí se hace presente la extraordinaria belleza del misterio del Señor y de su Amor rico de infinita misericordia. Él es el Dios con nosotros.

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Para muchos, tal vez, el nacimiento de Jesús es sólo un hecho que pertenece al pasado.


No se trata sólo de un hecho del pasado sino de un hecho que hoy se hace presente y vivo en la celebración litúrgica. Precisamente por esto, la Navidad se caracteriza por la alegría.

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De la Liturgia a la vida: ¿cómo vivir esta necesaria relación?


Con el bagaje de la propia vida se entra en la liturgia y de la liturgia se vuelve a la vida profundamente renovados. El encuentro con el misterio de Dios, cuando es auténtico, no puede más que llevar a un cambio de la existencia. Es importante, desde este punto de vista, que el rito resplandezca luminoso y, por tanto, capaz de implicar a todos en el misterio celebrado. No se trata de hacer cosas nuevas sino de hacer de un modo nuevo lo que la Iglesia nos invita a realizar en el gesto ritual. Aquí está la gran tarea de cada liturgia ejemplarmente celebrada y realmente vivida. Si esto ocurre, se realiza verdaderamente la participación activa de todos porque no sólo todos toman parte en la celebración sino que también permanecen activa y espiritualmente implicados a fin de entrar en la acción de Cristo y de la Iglesia y crecer en santidad.

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¿Hay algo particular para subrayar en las celebraciones navideñas presididas por Benedicto XVI?


Este año, la bella escultura de madera policromada, que representa a la Virgen en el trono con el Niño bendiciendo, será colocada junto al altar de la confesión a partir de la noche de Navidad y hasta el día de la Epifanía, y no sólo en la solemnidad de la Santísima Madre de Dios. Se ha querido subrayar así que el tiempo de Navidad es también un tiempo mariano. La Santa Virgen no distrae del misterio del Hijo de Dios que se hace hombre sino que, por el contrario, ayuda a comprenderlo en el significado más autentico.


Es quizá oportuno destacar el tiempo de preparación a la celebración: el alternarse de lecturas, oraciones y música ayuda a disponer el ánimo de todos los presentes al clima de adecuado recogimiento. En el mismo sentido deben entenderse las indicaciones, señaladas en los libros litúrgicos, de un breve tiempo de silencio previsto después de la homilía del Santo Padre y después de la distribución de la Santa Comunión. Se trata de breves pausas que ayudan al recogimiento y la oración, especialmente para asimilar el don de la Palabra de Dios escuchada y el don de la Eucaristía del cual nos alimentamos.

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Vayamos a la noche de Navidad y a la bendición Urbi et Orbi


Como ya se hizo en los años pasados, está prevista una breve vigilia de preparación a la Santa Misa de la noche. Este año, sin embargo, la vigilia será enriquecida con el canto de la Kalenda, que ya no está prevista dentro de la celebración eucarística. El antiguo texto de la Kalenda que anuncia el nacimiento histórico del Salvador, en consecuencia, será el último acto de la vigilia antes que se comience la procesión de entrada.


El martirologio romano prevé el canto de la Kalenda en el día de la vigilia de Navidad en la conclusión de las Laudes o de una hora menor de la Liturgia de las Horas. En este sentido, la colocación de la Kalenda al final de la vigilia de oración parece más acorde a su naturaleza.


En el canto del Gloria, en cambio, después de la entonación del Santo Padre, sonarán las campanas con el acompañamiento del órgano pero no se hará el habitual rito de homenaje floral de los niños, en representación de varios continentes. Este homenaje ha sido trasladado al final de la celebración eucarística, cuando el Pontífice se dirija al pesebre para colocar la imagen del Niño Jesús.


En cuanto a la bendición Urbi et Orbi, el Santo Padre no usará capa pluvial. Se ha preferido optar por la muceta con la estola tratándose de una bendición solemne que no comporta un rito particular.

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El año pasado, en la Capilla Sixtina, para la fiesta del Bautismo del Señor, el Papa ha celebrado en el altar antiguo. ¿También este año se prevé lo mismo?


Sí, también este año será utilizado el altar propio de la Capilla Sixtina. Se celebrará nuevamente en el altar antiguo para no alterar la belleza y la armonía de esta joya arquitectónica, preservando su estructura desde el punto de vista celebrativo y usando una posibilidad contemplada por la normativa litúrgica. Esto significa que, en algunos momentos, el Papa se volverá junto con los fieles hacia el Crucifijo, subrayando así también la correcta orientación de la celebración eucarística: la orientación al Señor. Por lo demás, la celebración tendrá el desarrollo habitual y el Santo Padre administrará el sacramento del Bautismo a trece niños.

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Y para terminar, ¿algún otro detalle?


Tal vez sea útil recordar que las lenguas elegidas para las lecturas y para las intenciones de la oración de los fieles quieren reflejar la participación de personas provenientes de diversos países del mundo. Al mismo tiempo, el latín usado en la celebración expresa la unidad y la catolicidad, aún en la diversidad lingüística de los participantes.


Además, al canto de las Vísperas del último día del año seguirá, también esta vez, la exposición del Santísimo Sacramento con el canto del Te Deum de acción de gracias y la Bendición Eucarística, significando la centralidad de la adoración en la vida de la Iglesia.


Por otro lado, en la Misa del primero de enero tomarán parte, en la presentación de los dones y en la lectura de las intenciones de la oración de los fieles, algunos niños y adultos provenientes del Líbano.


Por último, para la solemnidad de la Epifanía, el Santo Padre usará una casulla romana de Pablo VI, como ya ha hecho en alguna otra celebración, para acentuar una vez más el necesario equilibrio en el uso litúrgico de cosas nuevas y cosas antiguas.


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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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lunes, 22 de diciembre de 2008

Una cuestión de integridad

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Patrick O'Donoghue

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El ya conocido por nosotros obispo de Lancaster (Inglaterra), Monseñor Patrick O’Donoghue ha escrito en estos días una carta dirigida a los católicos de la diócesis, en la que explica los motivos que le han llevado a renunciar a su puesto de miembro del consejo de administración de la agencia de adopción – hasta no hace mucho tiempo católica – de Lancaster.

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17 de diciembre de 2008

Mis queridos Sacerdotes y pueblo,


El jueves 11 de diciembre del 2008 quedará por siempre grabado en mi memoria, porque fue en ese día que las relaciones entre la diócesis de Lancaster y Catholic Caring Services [agencia de beneficencia] sufrieron un quiebre irreparable. Esta relación – que había sido forjada por miles de laicos y clérigos por más de 100 años – terminó cuando los miembros del consejo de administración votaron 9-1 a favor de quitar la palabra “Católica” de su título, significando con esto su capitulación a la legislación del gobierno acerca de la adopción por parte de parejas del mismo sexo, sin ningún intento de resistencia.


El consejo de administración rechazó mis pedidos hechos por escrito y los realizados en las reuniones de la junta directiva y con el CEO (Catholic Enquiry Office), para que buscáramos una exención según la Legislación de Derechos Humanos y Libertad Religiosa, o, si esto fallaba, intentáramos un pleito legal.


¿Dónde nos deja esto como diócesis de Lancaster?


Como Obispo, me he visto forzado a renunciar al consejo de administración de Catholic Caring Services, porque considero que ser miembro del mismo es incompatible con mi deber de obispo católico, con mi responsabilidad en salvaguardar la doctrina y la moral, y con el cuidado por el bienestar de los niños y padres católicos de esta gran diócesis nuestra.


Una de las responsabilidades fundamentales del obispo católico en nuestro tiempo es la de proteger y defender el Sacramento del matrimonio. Mi insistencia en que Catholic Caring Services no puede tener una “política abierta” que incluya parejas del mismo sexo, descansa en el hecho de que los niños se desarrollan y crecen mejor en el contexto del matrimonio.


La enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio se apoya en la reiteración que Jesús hizo de la revelación de Su Padre en el Génesis: "¿No han leído ustedes que el Creador, desde el principio, los hizo varón y mujer; y que dijo: Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su mujer, y los dos no serán sino una sola carne?” (Mt 19, 4-5; cf. Gn 2, 24).


Es la intención de Dios que los niños sean cuidados y criados por un padre y una madre amorosos que sean modelos para niños y niñas de lo que significa ser un esposo y una esposa, una madre y un padre. Que esto sea visto como un ideal no realista por algunos en la política y en los medios, muestra en qué medida nuestra sociedad ha distorsionado la moralidad. Si Catholic Caring Services verdaderamente sostuviera que la primacía la tienen las necesidades de los niños, haría todo lo posible para asegurar que cada niño fuera dado a un padre y a una madre.


Cualquier cosa que quite valor al matrimonio y a la importancia fundamental de que los niños tengan una madre y un padre, debe ser resistida por todos los católicos y las personas de buena voluntad, porque lo que está en riesgo no es sólo el bien de los niños sino de toda la sociedad.


Esto no significa que les quite valor al amor, devoción y abnegación de los padres que crían solos a sus hijos, pero es también mi deber el salvaguardar el ideal del matrimonio, particularmente cuando está bajo un ataque tan sostenido.


Consecuencias de la decisión de los miembros del consejo de administración


Querría aclarar que esta nueva obra de beneficencia no es más una obra católica, y que no puede ya operar como una agencia en nombre de la Iglesia Católica de esta diócesis (cf. CIC 300; 216). Como consecuencia directa de la decisión del consejo de administración, es con gran tristeza que la diócesis comenzará el proceso de implementación de las acciones que había delineado en mi carta del 5 de octubre del 2008:


a) La diócesis informará a la Comisión de Beneficencia [Charity Commission, ente regulador de las organizaciones benéficas en Inglaterra y Gales] que Catholic Caring Services no está más preparada para actuar en conformidad con la enseñanza moral católica, y que por esa razón Catholic Caring Services no es más considerada por la Iglesia como una obra de beneficencia que actúa en nombre de la Iglesia Católica.


b) Los miembros del consejo de administración deben entonces pedir a la Comisión de Beneficencia la aprobación del cambio de nombre de Catholic Caring Services a Caritas Care. Deben también cambiar los “Objetivos” de Catholic Caring Services, quitando la referencia a “la Iglesia Católica Romana tanto en esta diócesis de Lancaster como en todo el Reino Unido”. Será la Comisión de Beneficencia quien decida si el consejo de administración de Catholic Caring Services tiene potestad legal para hacer esos cambios.


c) Con profunda tristeza, debo declarar que ninguna iglesia, parroquia, escuela, organización o sociedad católica ha de tener asociación formal con Catholic Caring Services, y que la nueva obra de beneficencia no tiene ya derecho a acceder a las colectas diocesanas, a la colecta del “Buen Pastor” (fondo del obispo) o a la colecta del Pesebre de Navidad.


d) En cuanto a las propiedades a cargo del consejo de administración diocesano, pero actualmente ocupadas por Catholic Caring Services – incluidas Tulketh Rd en Wellington y la Casa Mariana en Beech Grove (todas en Preston) – será necesario que el consejo de administración diocesano lleve a cabo una revisión de los términos de los contratos, para determinar:


1) si hay alguna potencial infracción de los términos del contrato.


2) si las responsabilidades de la nueva obra de beneficencia caben dentro del Memorandum y de los Artículos de Asociación.


e) La diócesis, por supuesto, necesitará revisar la recepción y uso de antiguas o futuras herencias y/o legados hechos a favor de Catholic Caring Services, y determinar si corresponde que algunas de estas herencias y/o legados sean retornados a la diócesis, o si las futuras herencias/legados deben ser retenidos por la diócesis.


Me causa un dolor sobre medida el tomar estas decisiones, y ciertamente he hecho todo lo que estuvo a mi alcance para prevenir este trágico rechazo de la enseñanza moral católica.


Los católicos deben seguir la enseñanza de la Iglesia


La Congregación para la Doctrina de la Fe ha declarado que permitir que los niños sean adoptados por personas en uniones homosexuales es gravemente inmoral (CDF, Consideraciones acerca de los proyectos de reconocimiento legal de las uniones entre personas homosexuales, 2003).


Todos los católicos tienen una clara obligación de regirse por la enseñanza moral de la Iglesia. Los que, en conciencia, deciden que no pueden seguir la enseñanza de la Iglesia, deben renunciar – es una cuestión de integridad – a cualquier posición de autoridad que tengan en la Iglesia o en una agencia de la Iglesia.


A mi juicio, el gobierno está imponiendo una gran injusticia sobre los católicos de este país, al forzar a las agencias sociales católicas a elegir entre cooperar o no cooperar con actos que son gravemente inmorales. Es una violación de nuestras conciencias y de nuestra libertad religiosa.


Aunque acepto que los miembros del consejo de administración de Catholic Caring Services se han enfrentado a una decisión difícil, no puedo aceptar su falta de disposición para desafiar a esta ley injusta. Es esta falta de disposición la que no me ha dejado sino la opción de tomar esta dolorosa decisión.


Aunque Catholic Caring Services está involucrada en un amplio espectro de actividades encomiables con los minusválidos, los desprotegidos y los marginados, ¿cómo puedo permitir que la Iglesia Católica esté asociada con un cuerpo que ha elegido un camino que coopera con acciones que van contra la enseñanza moral explícita de la Iglesia?


Renovar nuestro compromiso social


La diócesis se enfrenta ahora con un desafío y una oportunidad, ya que la decisión de Catholic Caring Services de romper con la enseñanza de la Iglesia no significa que la diócesis de Lancaster abandone su trabajo con los minusválidos, los desprotegidos y los marginados. Incluso más, estoy determinado a que continuemos apoyando el maravilloso compromiso de los padres que adoptan niños.


Si miramos con confianza hacia el futuro, vemos que hay tres pasos positivos y prácticos que tenemos que dar. Los recomendaría para una acción inmediata:


1. La formación de un nuevo servicio de apoyo a la adopción y la acogida, con la tarea de animar positivamente y reclutar parejas casadas que quieran adoptar o acoger a menores. Tendrá también competencia para ofrecer ayuda pre y post adopción. La fundación de este servicio brotará de la colecta del Pesebre de Navidad, del “Buen Pastor” y de otras colectas.


2. La diócesis dará los pasos necesarios para aumentar su compromiso con individuos, grupos y organizaciones en vistas a establecer un programa sistemático de acción social en todas nuestras parroquias y decanatos. Sé, de hecho, que en este campo hay mucho que ya se está realizando.


3. La diócesis establecerá una Comisión de Acción Social para desarrollar y favorecer un mayor apoyo a nivel parroquial para todas las personas involucradas en el cuidado de los más vulnerables, especialmente de los niños. ¡Estas personas son realmente el rostro compasivo de la Iglesia!


La prioridad inmediata de esta nueva Comisión de Acción Social será el establecimiento y supervisión del nuevo servicio diocesano de apoyo a la adopción y la acogida.


Pedimos por favor que todos apoyen fuertemente a la colecta del Pesebre de Navidad en sus parroquias […]


El dinero recaudado en esta colecta será usado para mejorar las vidas de niños vulnerables, y será también un signo de apoyo a la diócesis y a su obispo en sus decisiones.


Me gustaría agradecer a aquellos miembros del clero y a los laicos que me han apoyado y aconsejado durante estos meses difíciles de mi episcopado, incluidos los profesionales de asistencia social, y los expertos en teología moral y derecho.


También querría agradecer a todos los que han ofrecido sus oraciones por la resolución de esta crisis. Por favor, continúen rezando por el buen término del trabajo que tenemos por delante.


Todos mis buenos deseos y oraciones para esta Navidad.

Como siempre, en Cristo,


 

Patrick O’Donoghue

Obispo de Lancaster.


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Texto original en inglés


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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viernes, 19 de diciembre de 2008

La liturgia entre innovación y Tradición

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 vmessori

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Hace poco tiempo presentábamos en esta Buhardilla la conclusión del libro de Don Nicola Bux, “La Reforma de Benedicto XVI”. Una obra pequeña en volumen pero grande en contenido, cuya lectura recomendamos con la esperanza de que pronto sea editada en español. En esta ocasión ofrecemos nuestra traducción del prefacio completo del libro de Bux, genialmente escrito por Vittorio Messori.

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La crisis litúrgica que ha seguido al Concilio Vaticano II ha causado un cisma, con excomuniones latae sententiae, ha provocado incomodidades, polémicas, sospechas, acusaciones recíprocas. Y, tal vez, ha sido uno de los factores – uno, digo, no el único – que ha determinado la hemorragia de practicantes, incluso los de Misa festiva únicamente. Y bien, podrá parecer singular pero, en lo que a mí respecta, una tempestad así no ha disminuido sino más bien aumentado mi confianza en la Iglesia.

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Trato de explicarme usando la primera persona singular, refiriéndome, por lo tanto, a una experiencia personal: una falta de modestia, según algunos; según otros, en cambio, el modo más simple para ser claros y directos. Ocurre, de hecho, que a pesar de la edad, no tengo más que un brevísimo recuerdo del culto “antiguo” de la Iglesia. Habiendo crecido en una familia agnóstica, educado en escuelas laicistas, descubrí el Evangelio – y, furtivamente, comencé a entrar en las iglesias como creyente y ya no sólo como turista – precisamente muy poco tiempo antes de la entrada en vigor de la reforma litúrgica que, en lo que a mí respecta, significaba solamente la “Misa en italiano”.

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En definitiva, prendí la historia por el final. Sólo algunos meses después hube encontrado los altares dados vuelta, con el nuevo kitsch de pacotilla en compensación, aluminio, plástico, para sustituir el “triunfalismo” de los altares antiguos, a menudo realizados por maestros, con oro y mármoles preciosos. Pero ya desde hacía algún tiempo veía – sorprendido en mi inocencia de neófito – las guitarras en el lugar de los órganos, los jeans del vicario asomándose por debajo de los ornamentos que se querían “pobres”, las prédicas “sociales” con debate, la abolición de lo que llamaban “incrustaciones devocionalísticas” como la señal de la cruz con agua bendita, los reclinatorios, las velas, el incienso. Además constataba la desaparición de las estatuas de los santos populares,incluso de los confesionarios que, descubrí luego, se habían puesto de moda -en las casas “lujosas”- transformados en barras de bar.

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Todo esto era realizado por clérigos que sólo hablaban de “democracia en la Iglesia” afirmando que ésta era reclamada por un “pueblo de Dios” al cual, sin embargo, no se preocupaban de consultar. El pueblo, se sabe, es “soberano”, debe ser respetado, más aún venerado, pero sólo si acepta los esquemas de la Nomenklatura, sea política, social o también religiosa. Si no está de acuerdo con quien tiene el poder de bajar línea debe ser reeducado según el esquema de la ideología triunfante en aquel momento. Para mí, que había apenas llamado a las puertas de la Iglesia muy contento de aceptar la stabilitas – tan atrayente y consoladora para quien no había conocido más que la precariedad del mundo –, esa devastación de un patrimonio milenario me tomaba de sorpresa y me parecía, más que moderna, anacrónica. Me parecía, sobre todo, vislumbrar un abuso de los sacerdotes contra la propia gente. La cual, por cuanto yo sabía, nada había pedido, no se había organizado en comités para la reforma, no había firmado cartas o cortado calles y caminos para terminar con el latín (“lengua clasista”, pero sólo según los intelectuales demagogos), o para tener de frente la cara del sacerdote durante toda la Misa, o para hacer lecciones políticas durante la liturgia, o para condenar como alienantes las prácticas de piedad que, por el contrario, les eran queridas como vínculo con los propios ancestros. La revuelta, en cambio, fue de algunos grupos de fieles - enseguida silenciados y tratados por los medios católicos como incorregibles nostálgicos, quizás un poco fascistas – reunidos bajo el lema, venido de Francia, “on nous change la réligion”, nos cambian la religión. En resumen, a pesar de ser querida por los paladines de la “democracia”, la reforma litúrgica (dejando de lado los contenidos, hablo ahora del método) fue la menos “democrática”, no consultó a los fieles del presente y rechazó lejos a los del pasado. ¿No es, tal vez, la Tradición, como ha sido dicho, la “democracia de los muertos”? ¿No es el “dar la palabra” a los hermanos que nos han precedido?

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Antes aún, lo repito, del juicio de valor, se trató de una operación clerical de vértice, que fue bajada desde lo alto sobre el “pueblo de Dios”, habiendo sido pensada, realizada, impuesta a quien no la había pedido o, incluso, la aceptó con resistencia. Entre los fieles desorientados estuvo quien, no pudiendo hacer de otra manera, “votó con los pies”, en el sentido de emplearlos, los domingos, para alcanzar otras metas y no para ir a un culto que no sentía más suyo.

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Pero, para aquel novicio que yo era respecto a las cosas católicas, había otro motivo de estupor. No habiendo tenido, antes, particulares intereses religiosos y siendo extraño a la vida de la Iglesia, sabía que estaba en curso el Vaticano II por algunos títulos de periódico, sin introducirme en la lectura de los artículos. Nada sabía, por lo tanto, de los trabajos y de los largos debates, con desencuentros entre escuelas contrapuestas, que habían conducido a la Sacrosanctum Concilium, la Constitución sobre la liturgia que fue el primer documento producido por aquella Asamblea conciliar. Junto a las otras actas conciliares, el texto lo leí “después”, cuando la fe irrumpió de improviso en mi vida. Leí, y como decía, quedé sorprendido: la revolución que veía en la práctica eclesial no parecía tener mucho que ver con el prudente reformismo recomendado por los Padres. Leía cosas como: “Se conservará el uso de la lengua latina en los ritos latinos, salvo derecho particular”; no encontraba ninguna recomendación de modificar la orientación del altar; no había nada que justificase la iconoclastia de cierto clero que provocaba la alegría de los anticuarios malvendiendo todo cuanto no hiciese la Iglesia desnuda y desadornada como un garaje. Lugar de asamblea participada, decían, de confrontación y de debate, no de culto alienante ni - ¡horror supremo! – insulto a la miseria del proletariado con el fulgor de los oros y la exhibición del arte.

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En fin, no comprendía: los ultras de la democracia eclesial la desmentían, imponiendo los propios esquemas teóricos al “pueblo de Dios” sin ocuparse de lo que pensarían y aislando, ridiculizando a los disidentes. Y los ultras de la “fidelidad al Concilio” – y eran casi siempre las mismas personas – hacían lo que el Concilio no había dicho que se hiciera o incluso lo que recomendaba no hacer.

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Desde entonces, han pasado décadas y ocurrió lo que bien sabe quien sigue la vida religiosa. Pues bien: lo que ha turbado a muchos, con frecuencia me ha afligido pero no ha afectado, lo decía al inicio, mi confianza en la Iglesia. No la ha afectado porque los abusos, las equivocaciones, las exageraciones, los errores pastorales han venido de hijos de la Iglesia y no de la Iglesia misma. Ésta, si se observa el Magisterio auténtico, aún en los sombríos “años de plomo”, no ha estado alejada de su et-et de siempre: renovación y tradición, innovación y continuidad, atención a la historia y conciencia del Eterno, comprensión del rito y misterio de lo sagrado, sentido comunitario y atención a cada uno, inculturación y catolicidad. Y, en lo que respecta al culmen, la Eucaristía: banquete fraterno, ciertamente; pero, al mismo tiempo, renovación real del Sacrificio de Cristo.

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El documento conciliar sobre la liturgia – me refiero al verdadero, no al del mito – es una exhortación a la reforma (Ecclesia semper reformanda) pero no tiene ningún acento revolucionario. De hecho, encuentra buena parte de su inspiración en la meditada, y al mismo tiempo abierta, enseñanza de aquel gran papa que fue Pío XII. El cual, obviamente después de la Escritura, es la fuente más citada (más de doscientas referencias) por aquel Vaticano II que, según la leyenda negra, habría querido contraponerse precisamente a la Iglesia que él representaba. En muchos documentos oficiales que han seguido al Concilio hay, a veces, un poco de imprudencia pastoral, sobre todo en el exceso de confianza hacia un clero que se ha aprovechado, pero no hay relajación en los principios: los abusos han sido a menudo tolerados en la práctica pero condenados – y esto es lo que finalmente cuenta – a nivel magisterial. Lo peor que se ha hecho no se debe a variaciones de doctrina sino a “indultos” que han sido instrumentalizados. Por eso, ni yo ni muchos otros nos hemos desmoralizado incluso en los momentos y en los años más turbulentos: ha prevalecido la confianza de que las imprudencias pastorales serían corregidas, de que los anticuerpos eclesiales habrían de reaccionar como siempre, de que el “principio petrino” prevalecería finalmente.

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La confianza, en fin, de que llegarían tiempos como los que describe en este libro don Nicola Bux, también él con el debido realismo y, a pesar de todo, con gran esperanza: el pasado reciente ha sido el que ha sido, los daños han sido muy grandes, alguna retaguardia de viejos ideólogos del progresismo aún se obstina con sus slogans, pero nada se ha perdido porque los principios están bien claros, no han sido afectados. El problema no es, ciertamente, el Concilio sino, más bien, su deformación: la salida de la crisis está en el retornar a la letra, y al espíritu, de sus documentos. Es necesario trabajar, nos recuerda también el autor de estas páginas, para descontaminar muchas mentalidades que – quizá sin siquiera darse cuenta – han sido desviadas, ayudándoles a recuperar lo que los alemanes llaman die katholische Weltanschauung, la perspectiva católica. Y uso el alemán no por casualidad, sabiendo todos de donde nos llega aquel Pastor que no ha esperado la elevación al papado para tejer sus pacientes tramas, como “humilde trabajador en la viña del Señor”. Si he puesto de relieve, con la cursiva, la referencia a la paciencia es porque es una de las claves interpretativas del magisterio de Benedicto XVI, como bien subraya también este libro.

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Éstas son páginas que don Nicola Bux estaba bien preparado para escribir y por las cuales debemos estarle agradecidos: docente de teología y de liturgia en cátedras importantes, tiene una especial preparación en el culto divino del Oriente cristiano. Y precisamente esto, entre otras cosas, le permite advertir una enésima contradicción de los innovadores extremistas: “Los estudios comparativos demuestran que la Liturgia romana era mucho más cercana a la oriental en la forma preconciliar que en la actual”. Ciertos apóstoles del ecumenismo a ultranza han, en realidad, agravado los problemas del encuentro y del diálogo, alejándose de aquellas antiguas y gloriosas iglesias griegas, eslavas, armenias, coptas y así sucesivamente, para buscar complacer a los profesores de la tradición protestante oficial. La cual, a cinco siglos de la Reforma, parece ya agotada y está a menudo representada sólo por algún teólogo, casi sin séquito de pueblo, transportado a las playas del agnosticismo y del ateísmo o a aquellas de pentecostales y carismáticos de infinitos grupos y sectas donde cada uno se inventa sus ritos según el gusto del momento, en un caos que sería del todo impropio definir litúrgico.

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El proyecto del autor de estas páginas ha partido del deseo de explicar – refutando equívocos y errores – las motivaciones y los contenidos del motu proprio Summorum Pontificum con el que el Papa Ratzinger, conservando un solo rito para la celebración de la Misa, ha permitido dos formas: la ordinaria, surgida de la reforma litúrgica, y la extraordinaria, según el misal de 1962 del beato Juan XXIII. Para dar cuerpo a su proyecto, don Bux podía basarse no sólo en su preparación de estudioso sino también en su experiencia de trabajo en comisiones y oficinas de la Curia Romana. Un “experto”, entonces, no sólo un especialista y un docente. Se ha dado cuenta, sin embargo, que no era posible afrontar la cuestión controvertida del “retorno de la Misa en latín” (nos expresamos así para simplificar) sin referirse antes a la perspectiva teológica, y por lo tanto también litúrgica, de Joseph Ratzinger y, luego, a la cuestión del culto cristiano y católico en general. Ha nacido así este libro – pequeño y denso – que une historia y actualidad, teología y crónica, y que puede servir a quien “ya sabe” de estas cosas para profundizar y reflexionar, y al laico que “no sabe” para darse cuenta de la importancia, del desarrollo, de la belleza de aquel objeto misterioso que es para él la liturgia que, aún no siendo practicante, se cruza en momentos fundamentales para él o para aquellos que están cerca.

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Como declara él mismo, con solidaridad respetuosa y afectuosa, la perspectiva teológica y pastoral de don Nicola Bux es la misma de Joseph Ratzinger, a quien mira como maestro no sólo desde ahora. Maestro, también, en la práctica de dos virtudes indispensables: la paciencia, como decía, y la prudencia. Una prudencia donde hay lugar para la renovación pero sin olvidar nunca la Tradición, y para la cual el cambio no interrumpe la continuidad. Ecclesia non facit saltus: el Vaticano II es aquí escuchado y aplicado como merece, pero en su verdadera intención, la de la actualización y profundización, sin discontinuidad con la entera historia de la doctrina católica. Estas páginas nos ayudan también a reencontrar aquel sentido de lo Sagrado que el culto expresa: en la acción litúrgica no basta entender, en el sentido iluminista, por lo tanto no bastan las traducciones en “lengua vulgar”, sino que es necesario redescubrir que ella es principalmente el lugar de encuentro con el Dios vivo.

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Hay que rehacer una mentalidad, nos recuerda este especialista que bien conoce el “mundo”. Pero las condiciones, según parece, están: hoy son frecuentemente los jóvenes quienes redescubren, con una admiración que se convierte en pasión, los tesoros de los que se enriquece el cofre de la Iglesia. Son aquellos jóvenes que se amontonaban en torno al papa polaco, el gran carismático, y que ahora se amontonan en torno a este papa bávaro del que – bajo los modos amables y sencillos – intuyen el sabio proyecto de “restauración”. Palabra que suena inquietante para algunos pero que, desde siempre, Joseph Ratzinger entiende en su sentido noble y necesario: la restauración de la Domus Dei después de una de las tantas tempestades de su historia. Un proyecto largamente meditado y que ahora Benedicto XVI está realizando con valor y, al mismo tiempo, con prudencia porque en él, como dice don Bux, obra “la paciencia del amor”. Amor por Dios y por Su Iglesia, ciertamente; pero también por el hombre post-moderno, para ayudarlo a redescubrir en el culto litúrgico el encuentro con Aquel que se ha definido “Camino, Verdad y Vida”.

Vittorio Messori.

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Fuente: “La riforma di Benedetto XVI”; Nicola Bux.

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 18 de diciembre de 2008

El pequeño libro que producirá una gran tormenta

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POPE-KNEEL

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Dom Alcuin Reid OSB ha escrito un interesante artículo sobre el libro "Dominus est" de Monseñor Athanasius Schneider para el The Catholic Herald de Inglaterra. Ofrecemos nuestra traducción.


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Era 1969. Pablo VI era el Papa. La Congregación para el Culto Divino publicaba una Instrucción, “Memoriale Domini”, sobre el modo de recibir la Santa Comunión. Es una lectura muy interesante.

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Después de referirse a la evolución de la recepción de la Comunión en la lengua como fruto de “una profundización en la comprensión de la verdad del Misterio Eucarístico, de su poder y de la Presencia de Cristo en el mismo”, la Instrucción declara que “este modo de distribuir la Santa Comunión debe ser conservado… no sólo porque tiene detrás siglos de tradición, sino especialmente porque expresa la reverencia de los fieles a la Eucaristía”.

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“La costumbre no quita nada de la dignidad personal de aquellos que se acercan a este gran Sacramento: es parte de aquella preparación que se necesita para la recepción más fructuosa del Cuerpo del Señor”, decía la Instrucción.

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También advertía: “Un cambio en un asunto de tanta trascendencia, que tiene sus bases en una tradición antiquísima y venerable, no afecta solamente a la disciplina. Conlleva ciertos peligros que pueden surgir del nuevo modo de administrar la Santa Comunión: el peligro de una pérdida de reverencia por el augusto Sacramento del Altar, el peligro de la profanación, el peligro de adulterar la doctrina verdadera”.

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Y publicaba un sondeo de los obispos del mundo, que llevaba a concluir: “La gran mayoría de los obispos cree que la actual disciplina no debe ser cambiada, y que si lo fuera, el cambio sería ofensivo a los sentimientos y a la cultura espiritual de los mismos obispos y de muchos de los fieles”.

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Por esta razón, agregaba: “El Santo Padre ha decidido no cambiar el modo existente de administrar la Santa Comunión a los fieles”. Pero entonces, y dado que la Comunión en la mano es prácticamente universal, y que las jóvenes generaciones prácticamente no conocen otra cosa, ¿qué es lo que sucedió?

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Hubo una “laguna”. La Instrucción contenía la provisión para que las conferencias episcopales tomaran la decisión de permitir la Comunión en la mano en los lugares donde “prevaleciera el uso contrario”. En la década siguiente, esta “laguna” fue explotada.

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Hoy, las advertencias de la Instrucción acerca de la pérdida de reverencia, de fe, e incluso la existencia de profanaciones del Santísimo Sacramento han sido – tristemente – confirmadas. Es tiempo de revisar la cuestión de la Comunión en la mano. Y esto es precisamente lo que un joven obispo de Asia Central ha hecho en “Dominus Est”.

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El Obispo Athanasius Schneider, un especialista en los Padres de la Iglesia nombrado por el Papa Benedicto en el 2006, ha levantado su voz y ha realizado un llamado profético a la Iglesia occidental, para recordar la importancia, si no la necesidad, de retornar a la disciplina de la recepción de la Santa Comunión de rodillas y en la lengua.

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Por supuesto, no hay dudas que – como atestigua la misma Memoriale Domini – es “verdad que el antiguo uso permitió en un momento a los fieles tomar el Divino Alimento con las manos y ponerlo ellos mismos en la boca”.

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De este hecho se hizo gran ostentación en toda la década del ’70, al mismo tiempo que se hablaba de recibir la Santa Comunión como personas adultas, y no como niños. Se nos animaba a regresar a la pureza original de la práctica de la primera Iglesia; emergíamos de siglos de adiciones supuestamente corruptas en la forma en que practicábamos nuestro culto.

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Sin embargo, en nuestro entusiasmo ignorábamos los datos que, como atestigua el Obispo Schneider, enseñan que el “desarrollo orgánico” de la práctica de recibir la Comunión en la lengua no es otra cosa que “el fruto de la espiritualidad y la devoción eucarística proveniente del tiempo de los Padres de la Iglesia”, y que la eliminación de la postura de rodillas para recibir la Santa Comunión fue un rasgo de la revuelta teológica protestante, tanto de Calvino como de Zwinglio.

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De hecho, un experto de la altura de Klaus Gamber señala que la recepción de la Comunión en la mano “fue abandonada… del siglo quinto o sexto en adelante”.

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La Iglesia, con el tiempo, acumula sabiduría. Su Sagrada Liturgia, desarrollada en la tradición, es un lugar privilegiado de esta misma sabiduría. Todos los liturgistas, salvo los más partidistas, reconocen hoy que muchas de las apresuradas decisiones tomadas con respecto a la reforma y práctica litúrgicas en los ’60 y ’70, estaban inficionadas de un “anticuarianismo” que fue ingenuo y hasta desequilibrado. Es tiempo de reconsiderar algunas – si no muchas – de aquellas decisiones, y de dar pasos decisivos para corregirlas donde sea necesario. La Comunión en la mano es uno de esos casos.

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Para que no pensemos que este joven obispo – cuyo relato, en el primer capítulo del libro, sobre su formación en la piedad eucarística bajo la persecución comunista es un verdadero tesoro espiritual – eleva su voz en soledad, aclaremos que el libro lleva la aprobación de los superiores de la Congregación para el Culto Divino. El Cardenal Arinze, quien se retiró en este mes, afirma: “He leído con placer el libro completo. Es excelente”.

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Y el Arzobispo Malcolm Ranjith, un verdadero profeta de la reforma litúrgica de Benedicto XVI, escribe en el prefacio: “Creo que es tiempo de evaluar cuidadosamente la práctica de la Comunión en la mano, y, si se ve necesario, abandonar lo que nunca fue pedido ni por la Sacrosanctum Concilium del Vaticano II, ni por los Padres Conciliares, sino que fue… ‘aceptado’ después de su introducción, como un abuso, en algunos países”.

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Este pequeño libro, un breve pero intuitivo estudio de los Padres, la Iglesia primitiva, el Magisterio y los ritos litúrgicos de oriente y occidente, es capaz de crear una tormenta – no “dentro de una taza de té”, sino dentro de las mentes de aquellos excesivamente apegados a los fallidos cambios hechos a la liturgia en lo que sólo puede ser descripto como un período peculiar de la historia de la Iglesia.

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Que llegue a provocar una tormenta es desafortunado, dado que la práctica por la que aboga es una práctica de amor y humildad, de la que no debiera rehuir ninguno de los que verdaderamente adoran a Cristo presente en el Santísimo Sacramento.

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Pero quizá hoy sea necesario algo de controversia. Es probable que las generaciones futuras, sin embargo, se pregunten por qué tardamos tanto en darnos cuenta que es, realmente, el Señor, y por qué tardamos tanto en volver a comportarnos como corresponde.

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Estamos en el 2008. El Papa es Benedicto XVI. El mismo Santo Padre ya reformó el modo de la recepción de la Santa Comunión en las Misas que él celebra. Sigamos su ejemplo. Está de acuerdo con la enseñanza del Papa Pablo VI.

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Texto original: The Catholic Herald

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 17 de diciembre de 2008

Las Grandes Antífonas de Adviento

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Comienza hoy la recta final del Adviento, y la súplica de la Iglesia se hace aún más intensa.

Recordamos aquí una bella práctica de la Liturgia Católica, hoy bastante olvidada.

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Entre las Antífonas que, del 17 al 24 de diciembre, resuenan en los Oficios de Adviento, las más solemnes [se rezan con el Magnificat, en las Vísperas] son las llamadas “Grandes Antífonas”, o “Antífonas O” [Oh], por empezar todas con esa aclamación. Son como las últimas explosiones de las fervientes plegarias del Adviento, y los últimos y más apremiantes llamamientos de la Iglesia al suspirado Mesías.

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Según Amalario de Metz, estas Antífonas son de origen romano, y probablemente datan del siglo VII. Fueron, en un principio, siete, ocho, nueve y a veces hasta diez y más; pero desde San Pío V se fijó en siete su número. En cada una llámase al Mesías con un nombre distinto. Han sido vaciadas todas en un mismo molde literario y traducidas a una misma melodía musical, siendo, bajo ambos aspectos, composiciones clásicas.

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Antiguamente, al menos en las abadías, después del Abad y del prior, las entonaban por su orden: el monje jardinero, el mayordomo, el tesorero, el preboste y el bibliotecario, en atención a la afinidad que creían hallar entre cada uno de esos títulos y sus respectivos cargos. Servíanse de viejos cantorales, iluminados con miniaturas y perfiles simbólicos. Todo este aparato y el significado mismo de las Antífonas, llevaban al rezo de las Vísperas de estos días a numerosos fieles, que mezclaban sus voces con las del clero y así disponían progresivamente sus corazones para las alegrías de la Navidad.

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Las letras iniciales de estas Antífonas (Sapientia, Adonai, Radix, Clavis, Oriens, Rex, Emmanuel), invertidas, forman un ingenioso acróstico de dos palabras: ERO CRAS (estaré mañana), que es como la respuesta atenta del Divino Emmanuel a esos siete llamamientos de la Iglesia.

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Tomado de “La Flor de la Liturgia” del P. Andrés Azcárate.

Ver también el artículo al respecto de Sandro Magister.

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lunes, 15 de diciembre de 2008

Summorum Pontificum: perspectiva canónica

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luedecke

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Norbert Lüdecke, profesor de Derecho Canónico en la Universidad de Bonn, ha escrito unas notas sobre algunas implicaciones de Summorum Pontificum desde una perspectiva canónica. Un sumario de las mismas fue publicado por kath-info.de, y traducido al inglés por The New Liturgical Movement, de donde tomamos la información.


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1. Los obispos pueden publicar “anotaciones e instrucciones para la implementación” del Motu Proprio Summorum Pontificum, pero no pueden agregar “nuevos contenidos obligatorios”.

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2. Las “directrices” de la Conferencia Episcopal alemana del 27 de septiembre del 2007 no obligan a los obispos diocesanos.

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3. La celebración de la Missa sine populo ha de ser permitida, exceptuando el caso de obstáculos insalvables, en “cualquier lugar legítimo”. “Las restricciones del usus antiquior a ciertos lugares o tiempos, por parte de la ley particular, son (…) inadmisibles”

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4. En una Missa sine populo (traducido literalmente: “Misa sin pueblo”), los fieles pueden participar sua sponte (es decir, sin coacción). Ellos pueden también advertir a otros fieles sobre esta Santa Misa.

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5. En el caso de un grupo, que según el Motu proprio es un prerrequisito para la celebración de la Santa Misa con pueblo, es suficiente el número de tres personas. El obispo diocesano no puede establecer un número mínimo más alto.

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6. El párroco no debe hacer discriminación en contra de las Misas celebradas según el uso antiguo “manteniéndolas en secreto, o programándolas en tiempos difícilmente accesibles”.

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7. “El Papa no ha establecido que los párrocos pueden acceder al pedido de los fieles interesados. Ha ordenado que así lo hagan”.

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8. Los fieles a los que el párroco niega el derecho a la Santa Misa en el uso antiguo no tienen sólo la posibilidad, sino el deber de informar de esto al obispo diocesano.

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9. Las “solicitudes” para la liturgia tradicional no son “peticiones de gracia o de favor”. “Los párrocos, y también los obispos diocesanos, están obligados por ley para acceder a este pedido”.

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10. No se requiere el consentimiento del obispo para la celebración de la Santa Misa según el uso antiguo establecida por el párroco según el deseo de los fieles.

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11. No se permiten en la liturgia tradicional ni los laicos como ministros extraordinarios de la Santa Comunión, ni las mujeres en el servicio del altar.

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The New Liturgical Movement opina, respecto al punto nº 5, que el pedido por parte de un grupo de fieles es un prerrequisito para que los fieles tengan el “derecho” a la celebración de la Santa Misa, pero no es requisito para la pública celebración de la misma. Es decir, el sacerdote puede celebrar la Misa con pueblo aunque nadie se lo haya solicitado.


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Fuente: The New Liturgical Movement


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo


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