viernes, 31 de julio de 2009

Monseñor Fellay responde

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FEllay

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Ofrecemos el texto en español de una larga e interesante entrevista que Monseñor Bernard Fellay, Superior de la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X, ha concedido a la agencia APcom.

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El Papa se encuentra en el Valle de Aosta para transcurrir un período de vacaciones. Se encuentran a dos pasos de él. ¿Han tenido algún contacto o ha habido algún tipo de comunicación entre su entorno y ustedes?


No, absolutamente no. No ha habido ningún contacto. Durante las vacaciones, debemos dejar al Papa en paz. Las cosas prosiguen con el Vaticano, con las personas encargadas de los diálogos. Pero no hemos molestado al Papa. Son sus vacaciones.

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Monseñor Fellay, ¿tiene previsto un viaje a Roma próximamente? ¿Ha sido fijada la fecha de inicio de los diálogos? Y vuestra comisión, ¿ya han pensado por quién estará compuesta? ¿Cuántas personas la forman?


No hay aún una fecha fijada para el inicio del diálogo pero podemos suponer que será en otoño. Iré a Roma para ese período pero no hay nada de preciso. La Comisión está ya formada por 3-4 personas pero todavía no podemos dar los nombres, también para evitar cualquier presión

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¿Considera que en el Vaticano hay una sensibilidad excesiva respecto a las expectativas del mundo judío, sobre el “caso Williamson” así como sobre la oración del Viernes Santo?


Sí, lo pienso. Yo mismo estoy incómodo – salvo en lo ocurrido sobre el caso de monseñor Williamson – cuando veo judíos que se ocupan de los asuntos de la Iglesia Católica. No es su religión. Que nos dejen en paz. Son cuestiones que conciernen a la Iglesia Católica. Si nosotros queremos rezar por los judíos, rezaremos por los judíos de la manera que queramos. No sé si ellos rezan por nosotros, pero diría que es un problema de ellos.

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Entonces, ¿el Papa y el Vaticano sufren presiones del mundo hebreo?


Ciertamente. Es una cuestión extremadamente delicada y candente, y pienso que debemos salir de este clima que no es bueno. Ha habido una desafortunada concomitancia de eventos que no debería ocurrir nunca. En este contexto, se puede entender el enojo de los judíos. Yo lo entiendo y deploro lo que ha ocurrido.

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En el motu proprio “Ecclesiae Unitatem”, el Papa considera que “las cuestiones doctrinales, obviamente, permanecen y, hasta que no sean aclaradas, la Fraternidad no tiene un estatuto canónico en la Iglesia y sus ministros no pueden ejercer en modo legítimo ningún ministerio”. ¿Qué piensa?


Pienso que no hay mucho que haya cambiado. Lo que ha cambiado es que esta nueva disposición concentrará nuestras relaciones en las cuestiones doctrinales. Pero no es un cambio, es un proceso que va adelante y que habíamos pedido ya en el 2000; el camino sigue adelante. Lo que escribe el Papa está en la línea del discurso habitual de Roma, desde el `76, por lo tanto no es nuevo.


Nosotros tenemos una posición clara que llevamos adelante desde hace tiempo y que mantenemos aún si estamos en contraste con esta ley. Existen razones serias que justifican el hecho de ejercitar legítimamente este ministerio. Son las circunstancias en las cuales se encuentra la Iglesia, que nosotros llamamos “estado de necesidad”. Por ejemplo, cuando una gran catástrofe golpea a un país, queda fuera de uso la estructura ordinaria, el sistema entra en crisis, y entonces todos aquellos que pueden ayudar, ayudan. Y, por lo tanto, no es nuestra voluntad personal sino la necesidad de los fieles la que exige la ayuda de todos aquellos que pueden ayudar. Y este estado de necesidad está muy extendido en la Iglesia – hay ciertamente algunas excepciones – para poder asegurar, conscientemente, el ejercicio legítimo del apostolado.

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¿Qué status jurídico desean para la Fraternidad de San Pío X? ¿Una prelatura, una sociedad de vida apostólica, o qué cosa?

Dependerá de Roma, obviamente, que es la autoridad que decide esta estructura. Su perspectiva es la voluntad de respetar al máximo la realidad concreta que nosotros representamos. Mi esperanza es que estemos suficientemente protegidos en el ejercicio del apostolado para poder hacer el bien, sin estar siempre impedidos en la acción por razones jurídicas. Aún si no tengo preferencias, el deseo es una prelatura. Sobre los tiempos, no puedo expresarme, depende todo de Roma.

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Para Williamson, el Concilio Vaticano II es una “torta envenenada” que debe ser tirada en el basurero; para Tissier de Malleraris, el Concilio debe ser “borrado”; y para Alfonso de Galarreta, no hay “mucho que salvar” del Concilio: ¿hay una grieta en el interior de la Fraternidad de San Pío X? ¿Cómo piensa resolverla? El Vaticano sostiene que, en el interior de la Fraternidad, hay divisiones.

Me atrevo a decir que no veo unión ni siquiera en el Vaticano. El problema en la Iglesia de hoy no somos nosotros. Nosotros nos convertimos en un problema sólo porque decimos que hay un problema. Además, aún si podemos tener la impresión de declaraciones opuestas o incluso contradictorias, no hay fracturas internas. Por ejemplo, sobre el Concilio, podemos decir que casi todo ha de ser rechazado. Pero, por otra parte, se puede también decir que hay que intentar salvar lo que sea posible. Pero no podremos nunca decir todos lo mismo. El Concilio es una mezcla: hay de lo bueno y de lo malo. También cuando el Papa sostiene que quiere una hermenéutica de la continuidad, que no quiere una ruptura, rechaza el Concilio interpretado como ruptura.

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¿Monseñor Williamson es un problema?


Es un problema totalmente marginal. Lo que él ha dicho no tiene nada que ver con la crisis de la Iglesia, con el problema de fondo que nosotros tratamos por 30 años después del Concilio; es una cuestión histórica. La cuestión de saber cuántos y cómo los judíos murieron no es una cuestión de fe, ni siquiera una cuestión religiosa: es una cuestión histórica. Obviamente, estoy convencido de que él no ha tratado este tema cómo habría debido y tomamos distancias. Pero sobre las posiciones religiosas de la Fraternidad respecto al Concilio, no veo ningún problema con Williamson.

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Williamson dice que el Concilio es una “torta envenenada” que debe ser tirada en el basurero. ¿No le parece una frase un poco fuerte? ¿Usted está de acuerdo?


Es una frase polémica pero no la condeno. Muchas declaraciones hoy son hechas en clave polémica, es una provocación para intentar hacer reflexionar a la gente. Diría el concepto de otro modo pero no sé si no estoy de acuerdo. Diría el concepto de otro modo, diría que debemos superar el Concilio para retornar a lo que la Iglesia ha enseñado siempre y de lo que la Iglesia no puede separarse y, en un determinado momento, debemos superar al Concilio que se ha querido pastoral pero no doctrinal. Que ha querido ocuparse de la situación contingente de la Iglesia. Pero las cosas cambian y muchas en el Concilio están ya superadas.


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El obispo Williamson había prometido permanecer en silencio y continúa hablando: ¿será sancionado? Si continúa sosteniendo que no es posible un compromiso con Roma sobre el Concilio, ¿será expulsado?


No es cierto que Williamson hable a menudo. Es rarísimo… una vez ha dicho una cosa y luego no le hemos pedido callar sobre todas las cosas. El campo sobre el que le hemos pedido silencio era muy limitado. La suya ha sido una salida momentánea. La minimizo al máximo… no hay que exagerar… por el momento, no veo ninguna razón de expulsión. Depende de él, de las situaciones en las que cuales se ha metido. Por el momento, hay un proceso en curso, ha dañado seriamente la reputación; no imagino ahora nada más que la situación en la que ya está. Dependerá de lo que él diga. Está ya suficientemente castigado, puesto al margen, sin ningún cargo.

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Y sobre el Concilio, ¿aceptarán el compromiso con Roma?


No debemos hacer ningún compromiso sobre el Concilio. No tengo ninguna intención de hacer un compromiso. La verdad no soporta el compromiso. No queremos un compromiso, pedimos claridad sobre el Concilio.

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Las recientes ordenaciones de los sacerdotes han sido vistas como una provocación, ¿no era mejor evitarlas en este momento delicado?


No ha sido una provocación. Algunos obispos han aprovechado la ocasión para hablar de provocación. Pero ni para Roma ni para nosotros ha sido una provocación. Es como quitar la respiración a una persona. Nosotros somos una sociedad sacerdotal cuyo objetivo es formar sacerdotes. Y, por lo tanto, impedir el acto último de de formación, que es la ordenación, es como impedir a alguien respirar. Por otra parte, ha estado siempre previsto y hemos sabido siempre que, levantando la excomunión, se ha formado una situación nueva que es mejor que la precedente pero no perfecta. Para nosotros es normal seguir adelante con nuestras actividades y, por lo tanto, también con las ordenaciones.

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L’Osservatore Romano ha hablado de Calvino, Michael Jackson, Harry Potter, Oscar Wilde. ¿Qué piensa de esto?


Me pregunto: ¿es verdaderamente el rol de L’Osservatore Romano ocuparse de estas cosas? Ésta es una primera pregunta. Y la segunda pregunta es: lo que dicen sobre estas personas, ¿es realmente lo correcto? Tengo una mirada más bien crítica sobre estas presentaciones.

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¿Piensa que, con este Papa, se podrá llegar finalmente a una conclusión en la larga cuestión de los lefebvristas?


Creo que hay ciertamente una buena esperanza. Pienso que debemos rezar mucho, son cuestiones muy delicadas. Son 40 años que estamos en estas condiciones y no por cuestiones personales sino verdaderamente por cosas serias que afectan la fe y el futuro de la Iglesia. Vemos ciertamente en el Papa una voluntad auténtica de ir hasta el fondo del problema y esto lo acogemos con satisfacción. Rezamos y esperamos que, con la gracia del buen Dios, llegaremos a algo bueno para la Iglesia y para nosotros.

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¿Qué piensa de Benedicto XVI?


Es una persona íntegra, que toma muy seriamente la situación y la vida de la Iglesia.

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Fuente: Papa Ratzinger Blog


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 30 de julio de 2009

Se muere bajo su propio peso

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episcopal church

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La Iglesia Episcopaliana – nombre del anglicanismo en los Estados Unidos – se reunió en Convención General entre el 8 y el 17 de julio. En la misma, se aprobaron dos resoluciones que con toda probabilidad desembocarán en un nuevo éxodo de miembros. Presentamos el análisis de Virtue Online, uno de los portales más reconocidos del mundo anglicano.

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Las acciones de la Convención General 2009 están comenzando a tener repercusiones en la nación. Dos resoluciones que afirmaron el derecho de todos los bautizados, incluyendo especialmente a los homosexuales, bisexuales y transexuales, a acceder a todos los grados del ministerio ordenado en la Iglesia Episcopaliana [USA]; y el permiso de llevar a cabo bendiciones de uniones del mismo sexo han puesto en movimiento a las parroquias ortodoxas.


“La gente está enfadada”, dijo un activista laico ante una congregación de 1000 miembros cerca de Memphis, en la diócesis de West Tennessee. “Esta semana en la Iglesia uno podría matar a tiros a un canónigo. Estuve en algunas iglesias episcopalianas, de moderadas a liberales, y nadie está conforme. Apuesto que perdemos entre un 25% y un 30% de nuestra diócesis”.


Para el obispo liberal Don E. Johnson, la pesadilla recién está comenzando. Su predecesor, el evangélico Alex Dickson, probablemente habría guiado a su diócesis fuera de la Iglesia Episcopaliana. Johnson no tiene intenciones de hacer esto.


A la fecha, han ocurrido dos grandes éxodos de la Iglesia Episcopaliana. El primero fue el de parroquias ortodoxas de diócesis liberales y revisionistas. Fueron alrededor de 700. Algunas han entrado en litigio para conservar sus propiedades. La mayoría se han llevado a los parroquianos, dejando edificios vacíos o casi vacíos a los obispos revisionistas quienes, con el tiempo, se verán forzados a venderlos. La segunda ola fue la de las cuatro diócesis que abandonaron la Iglesia Episcopaliana, con la posibilidad que se sumen algunas más. Ahora, parece generarse una nueva ola – la de parroquias ortodoxas de diócesis no sólo liberales, sino mayormente ortodoxas.


“West Tennessee ya está en mal estado. Es la segunda diócesis más pequeña en la Iglesia Episcopaliana, sólo detrás de la que fuera la diócesis de Jeffert Schori [quien actualmente cumple el oficio de primada de los anglicanos de USA], Nevada, diócesis que entraría entera en el templo de la iglesia de Christ Church, en Plano. Aquí la gente está lívida. He hablado con personas en otras parroquias”, dijo el mismo laico.


“Hemos tenido a sacerdotes liberales que llegaron a la ciudad y prácticamente vaciaron las congregaciones y las desgarraron predicando todo el asunto de la ‘inclusión’. Ahora que todos los sacerdotes liberales han sido corridos debido al daño, el obispo va y vota la misma cosa que hizo que tanta gente se fuera. ¿Entiende?”.


El anglicano P. Tim Fountain, blogger de Northern Plains, escribió esto en su blog: “Gracias a la Convención General estoy perdiendo miembros en la iglesia. Los primeros son de Good Shepherd, en Sioux Falls, debido a las acciones de la conducción de la Iglesia Episcopaliana. Perdí un buen miembro de la junta parroquial. Le he pedido y ha aceptado escribir una carta detallando su decisión para compartirla en la junta, y enviarla a la diócesis. Ahora se han ido, al menos, tres familias jóvenes y un grupo de niños. Un par de estas pérdidas son familias que habían sido los primeros frutos de la evangelización asumida por miembros de la parroquia– esto va a doler muy malamente aquí”.


Uno de ellos dijo: “No creo que pudiera invitar a otras personas, sabiendo lo que la denominación está realmente haciendo. Entonces, ¿cómo podría quedarme?”.


Dos obispos ortodoxos presentes en la Convención General fueron cautos cuando se les preguntó si considerarían llevar sus diócesis fuera de la Iglesia Episcopaliana. “Esto nos empuja fuera”, dijo Peter Beckwith, obispo de Springfield. “Si las cosas no cambian, no habrá ya expresión ortodoxa alguna dentro de la Iglesia Episcopaliana”.


“No tengo ni el poder, ni la autoridad, ni el interés de llevar la diócesis fuera de la Iglesia Episcopaliana”, dijo Beckwith. “He estado asistiendo a las personas, y no tengo el dinero para las demandas legales”.


Cuando “Virtue on line” le preguntó a William Love, obispo de Albany, si después de la Convención General 2009 ocurrirá un tercer gran éxodo, en este caso de parroquias ortodoxas de diócesis ortodoxas, Love dijo que la aprobación del pasaje D025 [que, entre otras cosas, permite la ordenación de homosexuales, bisexuales y transexuales] hace todo más difícil. “Debemos centrarnos siempre en el mandato misionero”.


El obispo de South Carolina, Mark J. Lawrence, escribió a su diócesis diciendo: “Dentro de la Iglesia existe un cada vez más agresivo desplazamiento del Evangelio del poder trasformador de Jesucristo por el ‘nuevo’ evangelio de la inclusión indiscriminada, que busca subsumirlo todo en su estela. Esto reclama una respuesta valiente. Es de la mayor importancia que encontremos algo más que un lugar donde pararnos. De hecho, es imperativo que encontremos un lugar para crecer, un lugar que sea fiel, en las relaciones y en las estructuras, y lo encontraremos”.


¿Qué es exactamente lo que está diciendo con “Esto reclama una respuesta valiente”? ¿Qué es lo que tiene en mente? ¿Está preparando a la diócesis para partir?


Un obispo de la recientemente formada Iglesia Anglicana en Norteamérica [grupo que se separó de la Iglesia Episcopaliana] le dijo a “Virtue on line” que la media docena de diócesis ortodoxas que permanecen dentro de la Iglesia Episcopaliana estáran ahora bajo una enorme presión y tendrán que hacer algo. “Cuando comiencen a ver que los parroquianos se van, no podrán permanecer inactivos. Les doy un año antes de que se hayan ido”. Será cuestión de esperar.


La Iglesia Episcopaliana se muere bajo su propio peso. “Estamos perdiendo miembros, iglesias y diócesis. Es un desastre, y necesitamos llamarlo como lo que es. Estamos siendo juzgados por Dios”, concluyó el obispo Beckwith.

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Fuente: Virtue Online


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 28 de julio de 2009

Liturgia y rutina

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Misal Romano Tertio Editio Typica

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Comprender las partes de la Misa


A alguna gente, románticos de corazón, le gusta pensar que el culto de los primeros cristianos era puramente espontáneo e improvisado. Les gusta imaginar a los primeros creyentes con un entusiasmo tan desbordante que la alabanza y la acción de gracias se traducía en una profunda plegaria en cuanto la Iglesia se reunía para partir el pan. A fin de cuentas, ¿quién necesita un misal para gritar “te quiero”?


En tiempos, yo también creía eso. Si embargo, el estudio de las Sagradas Escrituras y la Tradición me llevó a ver el buen sentido de la ordenación del culto.


Desde los tiempos de San Pablo, vemos a la Iglesia interesarse por la precisión ritual y la etiqueta litúrgica. Creo que hay una buena razón para esto. Suplico paciencia a mis amigos románticos cuando digo que el orden y la rutina no son necesariamente cosas malas. De hecho, son indispensables para una vida buena, piadosa y pacífica. Sin programaciones y rutinas, pocas cosas podríamos llevar a cabo en nuestra labor diaria. Sin frases hechas, ¿cómo serían nuestras relaciones humanas? Todavía no he encontrados padres que se cansen de escuchar a sus hijos repetir la vieja frase “gracias”. Aún no he encontrado una esposa que esté harta de escuchar “te quiero”.


La fidelidad a nuestras rutinas es una forma de mostrar el amor. No trabajamos, o agradecemos, o mostramos afecto sólo cuando realmente nos apetece. El amor verdadero es el amor que vivimos con constancia, y esa constancia se manifiesta en rutinas.


La liturgia es formadora de hábitos


Las rutinas no son una buena teoría. Funcionan en la práctica. El orden hace que la vida sea más pacífica, más eficiente y más eficaz. De hecho, cuantas más rutinas desarrollamos, más eficaces somos. Las rutinas nos libran de la necesidad de ponderar pequeños detalles una vez y otra; las rutinas permiten adquirir buenos hábitos, liberando la mente y el corazón para que puedan expandirse.


Los ritos de la liturgia cristiana son las frases hechas que han pasado la prueba del tiempo: el “gracias” de los hijos de Dios, el “te quiero” de la Iglesia, Esposa de Cristo. La liturgia es el hábito que nos hace altamente eficientes, no sólo en la “vida espiritual”, sino en la vida general, puesto que la vida hay que vivirla en un mundo que ha sido hecho y redimido por Dios.


La liturgia compromete a la persona entera: cuerpo, alma y espíritu. Recuerdo la primera vez que asistí a un acto litúrgico católico, una celebración de las Vísperas en un seminario bizantino. Mi pasado y formación calvinistas no me habían preparado para la experiencia: el incienso y los iconos, las postraciones e inclinaciones, el canto y las campanas. Todos mis sentidos estaban elevados. Después, un seminarista me preguntó: “¿qué te parece?”. Todo lo que pude decir fue: “Ahora sé por qué Dios me dio un cuerpo: para dar culto al Señor con Su pueblo en la liturgia”. Los católicos no sólo oyen el Evangelio. En la liturgia, lo escuchamos, lo vemos, lo olemos y lo gustamos.

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Texto tomado de “La Cena del Cordero”, de Scott Hahn.


Otros textos del mismo autor pueden verse en entradas anteriores aquí y aquí.

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jueves, 23 de julio de 2009

La mística de Suecia

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Brigida

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Hoy, 23 de julio, se celebra la memoria de Santa Brígida de Suecia (1303-1373), quien durante su vida recibió distintas revelaciones particulares de Nuestro Señor Jesucristo y de la Santísima Virgen María. Presentamos aquí dos breves textos tomados de sus escritos. Muchos de los mismos pueden ser descargados en español en este sitio.

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Revelación muy provechosa sobre la Pasión del Señor, y modo de imitarle en ella.


Dijo el Hijo de Dios a Su esposa: Yo soy Creador del cielo y de la tierra, y es mi verdadero Cuerpo el que se consagra en el altar. Ámame de todo corazón, pues yo te he amado a ti tanto, que de muy buena gana me entregué por ti a mis enemigos, y mi Madre y amigos quedaron en amarguísimo dolor y llanto. Y aunque vi la lanza, los clavos, los azotes y demás instrumentos de mi Pasión, no por eso me acobardé, sino que alegre me entregué a padecer, y a pesar de que mi cabeza estuviese toda atormentada con las espinas de la corona, y la sangre corriese por todas partes; y aunque mis enemigos hiriesen y despedazasen mi Corazón, todavía padecería más que todo esto antes que carecer de ti.


Por tanto, eres muy ingrata, si después de tanta caridad no me pagares con gran amor; y para hacerlo advierte que como ves mi cabeza llena de espinas e inclinada por ti en la cruz, así has de humillar la tuya; y como ves mis ojos llenos de sangre y lágrimas, así has de apartar los tuyos de todo cuanto te pueda deleitar; y como mis oídos llenos de sangre oían palabras injuriosas, así has de apartar los tuyos de oír truhanerías ni vanidades; y porque mi boca fue ahelada y avinagrada, la tuya estará cerrada para el mal y abierta para el bien; y porque mis manos fueron extendidas y atravesadas con los clavos, por eso tus obras, que se representan por las manos, deben extenderse a los pobres y a cumplir mis preceptos. Tus pies, esto es, los afectos con que debes venir a Mí, deben ser crucificados, absteniéndose de todo deleite, para que así como Yo padecí en todos mis miembros, de igual suerte todos los tuyos se empleen en mi servicio; porque dándote Yo más gracias que a los otros, quiero que me sirvas más que ellos.

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María exhorta a Santa Brígida a que una siempre las alabanzas de la Señora a las de su divino Hijo.


Yo soy la Reina del cielo, y véote angustiada y solícita de cómo me has de alabar. Ten por muy cierto, que las alabanzas de mi Hijo son mías propias, y el que a Él no lo venera, tampoco me venera a mí; porque de tal manera Él me ama a mí y yo a Él, como si tuviéramos un mismo corazón. Y aun siendo yo un vaso de tierra me honró tanto, que me ensalzó sobre todos los ángeles.


Por tanto, me has de honrar y alabar con las siguientes palabras que se refieren también a mí: Bendito seáis, Señor Dios, Creador de todas las cosas, que os dignasteis y tuvisteis por bien bajar a las entrañas de María Virgen. Bendito seáis, Señor Dios, que sin serle molesto ni penoso quisisteis habitar en el vientre virginal de María, y tomar en él carne limpia, pura y sin pecado. Bendito seáis, Dios mío, que vinisteis a las entrañas de María con gran gozo de su alma y de todos sus miembros, y con el mismo goza nacisteis de ella, sin rastro de pecado ni corrupción. Bendito seáis, Dios mío, por las continuas consolaciones con que visitasteis a vuestra Madre, la Virgen María, después de vuestra Ascensión a los cielos, y con vuestra vista la alegrasteis. Bendito seáis, Señor y Dios mío, pues subisteis al cielo en cuerpo y alma a vuestra Madre la Virgen María, y la honrasteis y pusisteis junto a vuestra divinidad, sobre todos los coros de los ángeles. Tened misericordia de mí, Dios mío, por sus ruegos e intercesión.

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miércoles, 22 de julio de 2009

“No existe ningún texto de la Tradición que la sustente”

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Comunion

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Entrevista de Bruno Volpe, para Pontifex, a Don Nicola Bux sobre la recepción de la Sagrada Comunión.

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¿Cómo administrar dignamente el sacramento de la Comunión? Hemos hablado con Monseñor Nicola Bux, teólogo y apreciado liturgista. Podrá ser casualidad pero el modernismo y el descuido de ciertas interpretaciones post-conciliares han llevado a un menosprecio de este sacramento al cual ahora la gente se acerca de todos los modos posibles, hasta en estilo militar.

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Don Bux, ¿cuál es la forma más correcta de comulgar?


Diría que son dos. Está la posición de pie, recibiendo la partícula en la boca, o bien de rodillas. No veo una tercera vía.

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Hablemos de la posición vertical...


Está bien, no tengo nada en contra de ella. Lo importante es que el fiel esté íntimamente consciente de lo que va a recibir, es decir, que no se acerque a la Comunión con una despreocupación que demuestra inmadurez y absoluta lejanía de Dios.

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Comunión de pie... pero ¿qué es lo mejor?


Mire, incluso la Comunión de pie, si se hace con devoción, compunción y sentido de lo sagrado, no está mal. Sería bello y conveniente, sin duda, que la Comunión (incluso cuando es de pie) vaya precedida por un signo formal de reverencia, es decir, la cabeza cubierta para las mujeres, el signo de la cruz o una inclinación de amor.

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Pero, ¿ por qué motivo con frecuencia la gente se acerca a la Comunión como si fuese un buffet?


Me gusta esta expresión y en parte es también cierta. Muchos se levantan mecánicamente y no saben, y ni siquiera imaginan, qué es lo que reciben. Se piensa que la participación en la Misa incluye automáticamente la Comunión, a la cual deben acercarse solamente aquellos que están realmente en gracia de Dios.

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En los últimos meses, el Papa Benedicto XVI ha administrado la Comunión de rodillas...


Ha hecho muy bien. Considero que el arrodillarse para recibir la Comunión ayuda a recoger el espíritu y a comprender más el misterio. Arrodillarse delante del Cuerpo de Cristo es un acto de amor y de humildad agradable a Dios, que nos hace revalorar ese sentido de lo sagrado actualmente a la deriva y perdido o, al menos, disminuido.

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En resumen, la Comunión de rodillas ayuda al espíritu...


Ciertamente, favorece el recogimiento y la espiritualidad. Considero que la posición de rodillas para recibir la Comunión es la que más responde al sentido del misterio y de lo sagrado.

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¿Y la Comunión en la mano?


Lo lamento pero no existe ningún texto de la Tradición que la sustente. Ni siquiera el tomad y comed todos: no hay ninguna mención de la mano y, si se quiere, los apóstoles eran sacerdotes y tenían el derecho a la Comunión en la mano. Los orientales no la permiten.

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En una iglesia de Roma, la del Caravita, generalmente muy concurrida en especial por la comunidad católica mexicana, un sacerdote jesuita[...]hace tomar personalmente la partícula a los fieles que la mojan en el cáliz. ¿Es correcto?


Se trata de un abuso gravísimo e intolerable del cual hace bien en avisarme y del cual el Obispo debe tomar conciencia y conocimiento. Los parágrafos 88 y 94 [de Redemptionis Sacramentum]afirman que no está permitido a los fieles tomar por sí mismos la hostia o pasarse el cáliz de mano en mano. Creo que la Comunión no es válida. Analizaré el problema pero estamos frente a un abuso inadmisible que debe ser reprimido cuanto antes.

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Fuente: Pontifex

Visto en: Rorate Caeli

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 20 de julio de 2009

América: ¿«lenguas cortadas»?

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america

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Como ejemplo clamoroso y actual del olvido (o ma­nipulación) de la historia, como señal de una verdad cada vez más en peligro, pensemos en lo que ha ocu­rrido a la vista de 1992, el año del Quinto Centenario del desembarco de Cristóbal Colón en las Américas. Ya hemos hablado ampliamente de ello. Aquí nos limitamos a examinar un aspecto concreto de ese acontecimiento.


Anticipemos ya que el descubrimiento, la con­quista y la colonización de América latina —central y meridional— vieron el trono y el altar, el Estado y la Iglesia estrechamente unidos. En efecto, ya desde el principio (con Alejandro VI), la Santa Sede reco­noció a los reyes de España y de Portugal los de­rechos sobre las nuevas tierras, descubiertas y por descubrir, a cambio del «Patronato»: es decir, la mo­narquía reconocía como una de sus tareas principales la evangelización de los indígenas, y se encargaba de la organización y los gastos de la misión. Un sistema que también presentaba sus inconvenientes, limi­tando por ejemplo, en muchas ocasiones, la libertad de Roma; pero que sin embargo resultó muy eficaz —por lo menos hasta el siglo XVIII, cuando en las cortes de Madrid y Lisboa empezaron a ejercer influen­cia los «filósofos» ilustrados, los ministros masones— porque la monarquía se tomó muy en serio la tarea de difusión del Evangelio.


Por lo tanto, las polémicas que ya han nacido so­bre este pasado implican también a la Iglesia, por su estrecho vínculo con el Estado, en la acusación de «genocidio cultural». Que, ya se sabe, siempre em­pieza por el «corte de la lengua»: o sea la imposición a los más débiles del idioma del conquistador.


Pero tal acusación sorprenderá a quien tenga co­nocimiento de lo que realmente pasó. A propósito de esto escribió cosas importantes el gran historiador (y filósofo de la historia) Arnold Toynbee, no católico y por lo tanto fuera de toda sospecha. Este célebre es­tudioso observaba que, atendiendo su fin sincero y desinteresado de convertir a los indígenas al Evan­gelio (objetivo por el cual miles de ellos dieron la vida, muchas veces en el martirio), los misioneros en todo el imperio español (no sólo en Centro y Sudamérica, sino también en Filipinas), en lugar de pre­tender y esperar que los nativos aprendieran el cas­tellano, empezaron a estudiar las lenguas indígenas.


Y lo hicieron con tanto vigor y decisión (es Toyn­bee quien lo recuerda) que dieron gramática, sintaxis y transcripción a idiomas que, en muchos casos, no habían tenido hasta entonces ni siquiera forma es­crita. En el virreinato más importante, el de Perú, en 1596 en la Universidad de Lima se creó una cátedra de quechua, la «lengua franca» de los Andes, hablada por los incas. Más o menos a partir de esta época, nadie podía ser ordenado sacerdote católico en el vi­rreinato si no demostraba que conocía bien el quechua, al que los religiosos habían dado forma escrita. Y lo mismo pasó con otras lenguas: el náhuatl, el guaraní, el tarasco...


Esto era acorde con lo que se practicaba no sólo en América, sino en el mundo entero, allá donde llegaba la misión católica: es suyo el mérito indiscutible de haber convertido innumerables y oscuros dialectos exóticos en lenguas escritas, dotadas de gramática, diccionario y literatura (al contrario de lo que pasó, por ejemplo, con la misión anglicana, dura difusora solamente del inglés). Último ejemplo, el somalí, que era lengua sólo hablada y adquirió forma escrita (ofi­cial para el nuevo Estado después de la descoloni­zación) gracias a los franciscanos italianos.


Pero, como decíamos, son cosas que ya debería saber cualquiera que tenga un poco de conocimiento de la historia de esos países (aunque parecían igno­rarlo los polemistas que empezaron a gritar a la vista de 1992).


Pero en estos años un profesor universitario es­pañol, miembro de la Real Academia de la Lengua, Gregorio Salvador, ha vertido más luz sobre el asunto. Ha demostrado que en 1596 el Consejo de In­dias (una especie de ministerio español de las colo­nias), frente a la actitud respetuosa de los misioneros hacia las lenguas locales, solicitó al emperador una orden para la castellanización de los indígenas, o sea una política adecuada para la imposición del caste­llano. El Consejo de Indias tenía sus razones a nivel administrativo, vistas las dificultades de gobernar un territorio tan extenso fragmentado en una serie de idiomas sin relación el uno con el otro. Pero el em­perador, que era Felipe II, contestó textualmente: «No parece conveniente forzarlos a abandonar su len­gua natural: sólo habrá que disponer de unos maes­tros para los que quisieran aprender, voluntaria­mente, nuestro idioma.» El profesor Salvador ha observado que detrás de esta respuesta imperial es­taban, precisamente, las presiones de los religiosos, contrarios a la uniformidad solicitada por los políti­cos.


Tanto es así que, precisamente a causa de este freno eclesiástico, a principios del siglo XIX, cuando empezó el proceso de separación de la América es­pañola de su madre patria, sólo tres millones de per­sonas en todo el continente hablaban habitualmente el castellano.


Y aquí viene la sorpresa del profesor Salvador. «Sorpresa», evidentemente, sólo para los que no co­nocen la política de esa Revolución francesa que tanta influencia ejerció (sobre todo a través de las sectas masónicas) en América latina: es suficiente ob­servar las banderas y los timbres estatales de este continente, llenos de estrellas de cinco puntas, trián­gulos, escuadras y compases.


Fue, en efecto, la Revolución francesa la que estruc­turó un plan sistemático de extirpación de los dialec­tos y lenguas locales, considerados incompatibles con la unidad estatal y la uniformidad administrativa. Se oponía, en esto también, al Ancien Régime, que era, en cambio, el reino de las autonomías también cultu­rales y no imponía una «cultura de Estado» que despo­jara a la gente de sus raíces para obligarla a la perspectiva de los políticos e intelectuales de la capital.


Fueron pues los representantes de las nuevas repúblicas —cuyos gobernantes eran casi todos hom­bres de las logias— los que en América latina, ins­pirándose en los revolucionarios franceses, se dedi­caron a la lucha sistemática contra las lenguas de los indios. Fue desmontado todo el sistema de protección de los idiomas precolombinos, construido por la Igle­sia. Los indios que no hablaban castellano quedaron fuera de cualquier relación civil; en las escuelas y en el ejército se impuso la lengua de la Península.


La conclusión paradójica, observa irónicamente Salvador, es ésta: el verdadero «imperialismo cultu­ral» fue practicado por la «cultura nueva», que sus­tituyó la de la antigua España imperial y católica. Y por lo tanto, las acusaciones actuales de «genocidio cultural» que apuntan a la Iglesia hay que dirigirlas a los «ilustrados».


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Fuente: “Leyendas negras de la Iglesia” de Vittorio Messori

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martes, 14 de julio de 2009

Conociendo al nuevo Secretario de Ecclesia Dei

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Monseñor Pozzo

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Hace algunos días, el Santo Padre ha puesto en manos de Monseñor Guido Pozzo la secretaría de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei. Es de esperar que, de este modo, Mons. Pozzo se convierta en el principal protagonista de los diálogos doctrinales con la FSSPX, incluso más que el mismo Cardenal Levada que, aún siendo Presidente de la Comisión, deberá conjugar esa responsabilidad con los múltiples e importantes compromisos que le exige el ser Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe así como, en menor medida, la presidencia de la Comisión Teológica Internacional y de la Pontificia Comisión Bíblica. Para conocer un poco más al hombre que el Papa ha elegido para una cuestión tan importante, ofrecemos una entrevista que Mons. Pozzo concedió al semanario católico italiano Vita Nuova en noviembre de 2007.

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En su opinión, ¿sobre qué frente debería trabajar hoy la Iglesia para permanecer fiel a su misión, es decir, a la evangelización?


Yo diría que la Iglesia actualmente se encuentra, de hecho, afrontando los problemas de la realidad en muchos frentes: no creo que se pueda hablar de privilegio de un frente sobre otro, porque el frente ecuménico es importante pero también lo es el de la discusión con las culturas no cristianas, es importante también el frente ético, la defensa de la ley moral y natural, el frente de la justicia, es todavía más importante el frente religioso: por lo tanto, los frentes son muchos y creo que es justo que la Iglesia, en la medida de lo posible, esté presente, y esto es lo que ha ocurrido también después del Concilio Vaticano II, lo que está ocurriendo, y lo que pienso que seguirá ocurriendo.


La cuestión central, que es preliminar, es el orden prioritario de las verdades, de los contenidos que la Iglesia está llamada a testimoniar en la realidad peregrina de esta vida: si no existe este orden prioritario claro, se corre el riesgo de la dispersión, la ruptura, o peor aún, la unilateralidad, es decir, el privilegiar uno o dos frentes en perjuicio de los otros, perdiendo así la integridad del testimonio cristiano. Éste es un problema que hoy se impone de manera urgente y pienso que la enseñanza del Santo Padre quiere traer un poco de orden en este testimonio tan diversificado, ramificado, que corre el riesgo de la dispersión. Y es claro que el punto prioritario es llevar a Jesucristo, que es el Camino, la Verdad y la Vida, llevar la revelación de Dios y la salvación del pecado, y la apertura del hombre a la vida eterna y, por lo tanto, a una realidad que sobrepasa también todas las contingencias y las coyunturas de este mundo. La Iglesia tiene, por lo tanto, esta misión fundamental que debe estar presente siempre en el interior de los otros frentes. Cuando existe este orden prioritario, todo va bien.

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Se discute mucho sobre la relación Iglesia-mundo. En su opinión, ¿por qué debería caracterizarse esta relación? Diálogo, identidad…


Diálogo o identidad es un falso problema. Es necesario ser conscientes de la propia identidad, que en cuanto tal está abierta y destinada a todos los hombres, y por lo tanto está pronta a entrar en diálogo con todos los hombres, acogiendo cuánto hay de bueno y positivo incluso fuera de la Iglesia Católica, porque esto es ciertamente fruto del Espíritu, pero rechazando todo lo que también hay de negativo, de reduccionista, de engañoso, en estas culturas y en estas religiones.


Éste es el punto esencial: es necesario tener presente esta identidad. Yo creo que precisamente éste es el punto débil, el nudo de la cuestión actual: con frecuencia en el mundo católico esta identidad no es clara porque existe esta confusión, porque no existe este orden prioritario o se corre el riesgo de ser atraídos por algunas instancias olvidando otras. La conciencia de la propia identidad, que es una identidad religiosa, sobrenatural, no ligada a una ideología: creo que esto es también lo que piensa el Papa y el contenido prioritario de su misión y de su estilo. Es un pontificado que quiere reconducir a los cristianos a la profundidad de lo esencial de la fe y, por lo tanto, a poner en su lugar en orden jerárquico los compromisos y las características de la vida cristiana también en la sociedad y en el compromiso civil. Esta profundidad esencial es muy comprometida porque el Papa pide también una atención intelectual, un pensamiento que esté conforme a esta búsqueda de profundidad. No puede ocurrir todo esto con un simple devocionalismo o sentimentalismo superficial y mucho menos fideísmo.


Todo lo que el Papa dice sobre fe y razón, incluso el discurso de Ratisbona que es muy válido y no debe ser cambiado ni siquiera en una coma (esto debe decirse claramente y el que en aquel entonces no lo entendió, que lo relea), es precisamente esto: una religión que prescinde del logos es una religión que termina en violencia, en superstición. Por eso, cuando alguien teme (como ciertos filósofos) que insistir en la verdad significa violentar la libertad del hombre o bien cerrarse frente a otras perspectivas, esto es fruto de un prejuicio de la filosofía moderna: que la verdad como tal sea una ideología o una expresión de la voluntad de poder del hombre. Pero la verdad que Cristo lleva, la verdad que os hará libres, es la verdad que es Amor y se crucifica y da la propia vida por la salvación del hombre, liberándolo del pecado. Es la verdad del cristianismo que es Jesucristo, no es una verdad de poder por definición. Y es logos, es razón, es sabiduría: aquí debe darse el encuentro de la religión con la razón. La religión debe entender que la razón es intrínseca de algún modo a la fe porque el logos de la creación es el mismo Logos que luego se ha revelado, se ha encarnado. La religión, en este sentido, tiene necesidad de la razón. Por otra parte, ¿de qué razón se habla cuándo se habla de razón? No de una razón que está cerrada en sí misma, que hace del arbitrio o del subjetivismo su principio intrínseco: esa no es la razón, esa es una razón ya perjudicialmente pre-constituida. Y por eso la religión debe criticar con justicia este modelo cerrado de razón que es propio de la filosofía moderna y postmoderna, en sus resultados del pensamiento débil. El camino está bien precisado pero es laborioso porque el mundo de hoy no puede tolerar un testimonio cristiano simplemente basado en la autoridad, ya que la verdadera autoridad es la que hace crecer, está al servicio de la verdad y no al servicio de sí misma.


En este contexto, también la relación Iglesia-mundo podría ser precisada ya que el Vaticano II, en la Gaudium et Spes, ha dado algunas indicaciones de principios que obviamente son aún válidas. Diría que se ha pasado de una situación en que la Iglesia era como una ciudadela sitiada respecto a un mundo que la asediaba y la amenazaba, a una Iglesia que es una ciudad abierta y se confronta con la realidad de este mundo; pero tal vez hace falta precisar que es necesario dar un juicio sobre la modernidad y sobre la postmodernidad. Precisamente aquí hay una diferencia también en el interior del mundo católico: está quien piensa que la modernidad es fundamentalmente un hecho positivo y que, si la modernidad no se ha abierto a la Iglesia, la culpa es de la Iglesia. Pero no es así. Esta es la ilusión del post-Concilio que se choca contra una realidad que tenemos todos ante los ojos. Creo que hay que dar un juicio crítico sobre la modernidad y la postmodernidad porque el fenómeno es ciertamente complejo: no es que, renunciando a la propia identidad, la Iglesia está preparada o está en las mejores condiciones para dialogar con el mundo. Es exactamente lo contrario: precisamente al profundizar la propia identidad, la Iglesia encuentra los instrumentos para comprender y juzgar la realidad del mundo, sabiendo discernir los aspectos positivos y los negativos. Es necesario salir de esta ilusión optimística, casi irenista, que ha caracterizado al post-Concilio.

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¿No le parece que actualmente en la Iglesia existe esta psicosis de ciudadela asediada, este miedo a la confrontación, que tal vez se debe a una debilidad de la identidad? ¿Cómo podemos ayudar a las personas a crecer en esta dimensión?


Entre las urgencias, hoy la prioridad es precisamente la necesidad de cuidar la formación, que ha sido muy descuidada o mal enfocada en estos últimos veinte, treinta años. Es cierto que después del Concilio tal vez faltaban los instrumentos concretos, adecuados; hoy, sin embargo, esto instrumentos están: el Catecismo de la Iglesia Católica, sea en su forma integral o en la forma del Compendio, que debe constituir la base de la formación para todos porque propone la verdad cristiana. Apreciamos las mediaciones siempre y cuando no oscurezcan el Catecismo.


En cuanto al primer problema, el riesgo está. Está siempre el riesgo de cerrarse en el propio intimismo, en el propio oasis donde se está bien. Un riesgo de siempre, no sólo de hoy. Como, por otro parte, está el riesgo de la así llamada mediación, de pensar que nosotros debemos aprender mucho de los otros, que si los otros no aceptan el cristianismo es porque nosotros no somos auténticos testigos de Cristo.


Si alguien me preguntara si actualmente existen fuerzas contrarias a la Iglesia Católica, fuerzas que buscan impedirle continuar su misión, diría absolutamente que sí. No son las grandes dictaduras o los grandes esquemas totalitarios de los siglos XVIII o XIX, pero son fuerzas mucho más disimuladas, principalmente en los medios de comunicación social donde nosotros no estamos muy preparados. Nosotros debemos convivir con estas fuerzas y el punto está precisamente en lograr identificarlas. Hoy se combate a la Iglesia Católica no tanto en las afirmaciones dogmáticas, no hay herejías que niegan la divinidad de Cristo o la virginidad de María Santísima, o que niegan el infierno (mientras el infierno existe, es un dogma de fe, pero no se quiere hablar de ello). El verdadero peligro hoy es el debilitamiento de la fe cristiana, su relativización, su lenta secularización: se toma como en un supermercado lo que gusta de la fe cristiana y se rechazan muchísimas otras cosas. Y luego está la ética. Hoy todas estas fuerzas están combatiendo la ética fundamental, no la preceptiva. La Iglesia debe combatir estas fuerzas y dialogar con los hombres de buena voluntad, no con aquellos que quieren destruirla. Y aquí hay fuerzas políticas bien determinadas que están del lado contrario a la ética cristiana y a la ética racional: cuando la política toca la ética es un deber de la Iglesia, más que un derecho, intervenir y allí no hay pluralismo que valga. Nosotros no queremos obligar a los otros a pensar como nosotros, pero los otros no pueden obligarnos a callar. Por lo tanto, es una época de confrontación: debemos prepararnos para esta confrontación con mucha seriedad pero también con mucha serenidad. Como decía Pedro: “Estad siempre dispuestos a dar razón de vuestra esperanza a todo el que os lo pida, con dulzura y con respeto”

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Fuente: Vita Nuova


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 10 de julio de 2009

Falta fe en la Presencia Real

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Por Deborah Morlani

La Sagrada Liturgia es uno de los lugares más importantes donde debiéramos comenzar nuestras consideraciones cada vez que dirigimos nuestra atención hacia los problemas en la fe, o al deseo de volver a poner énfasis o reafirmar alguna verdad de fe. Esto se desprende naturalmente como una extensión del antiguo principio de lex orandi, lex credendi (reafirmado en el Catecismo de la Iglesia Católica, que señala que “la Iglesia cree como ora”) y también se ajusta a la experiencia y a la razón, que comprenden la importancia de las acciones y la práctica en relación con los principios y las creencias.


En algunas instancias esta relación es más indirecta, pero en otras es mucho más directa. Un ejemplo de esto último es una crisis de fe que es bien conocida hoy en muchos lugares, a saber: la falta de fe en la Presencia Real de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. Abundan las historias de irreverencias y abusos contra el Santísimo. Los católicos culpables de tales cosas no son, muy probablemente, ni maliciosos ni malintencionados. En lugar de esto, lo que sucede es que tienen poco o ningún sentido de lo que hacen y de a Quien se lo están haciendo. A menudo, ni siquiera es culpa de ellos, ya que la culpa debe adjudicarse en gran parte al pobre estado de la Sagrada Liturgia durante años en muchas parroquias, unido con una catequesis ausente o distorsionada.


La Sagrada Liturgia es el corazón y el torrente sanguíneo de la Iglesia. Nuestro acercamiento a la misma, por tanto, es capaz de transmitir claramente las creencias de la fe católica, pero también es capaz de oscurecerlas o distorsionarlas, lo que tiene claramente un efecto adverso. Si los textos y las ceremonias aprobadas de la Liturgia se siguen con fidelidad, belleza y reverencia, los fieles serán llevados, más probablemente, al sentido y a la fe en la Presencia Real. En contraste con esto, si la Misa se propone como un concierto de culto y alabanza, como una conferencia o una reunión comunitaria, entonces es mucho más probable que los fieles no vayan a tener ningún sentido o comprensión de la Eucaristía.


Por supuesto que podemos leer y hablar sobre la Presencia Real, pero es especialmente mediante la experiencia del encuentro con Cristo en la Liturgia que el corazón es movido a la fe y al amor. No considerar a la Liturgia como una parte de la solución es ignorar tanto esta realidad como la enseñanza de la Iglesia que sostiene que la Liturgia es fuente y cumbre de la fe cristiana: “es el lugar privilegiado de la catequesis [de los fieles]”, dado que “la catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental” (CATIC 1074).


A muchos preocupa, y con razón, la poca fe en la Presencia Real en sus parroquias, pero lo que a menudo queda fuera de las discusiones sobre este asunto es una demasiado común exclusión, e incluso una negación, no sólo de la importancia primordial de la Sagrada Liturgia a la hora de buscar una solución; directamente se niega que la Liturgia tenga importancia alguna. Las soluciones que a menudo se enumeran son tener más catequesis, más adoración eucarística, y dar la Comunión de rodillas y en la lengua. Todas estas cosas ayudarán sin duda, son todas buenas e incluso necesarias. Pero si no tratamos de la necesidad de unas celebraciones apropiadas, reverentes y bellas de la Sagrada Liturgia, probablemente continuaremos viendo una ausencia de fe o una fe distorsionada en la Presencia Real.


Como el Santo Padre Benedicto XVI nos ha enseñado tan profundamente en Sacramentum Caritatis, “la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía misma bien celebrada” (SC 64), y “es necesario que en todo lo que concierne a la Eucaristía haya gusto por la belleza. También hay que respetar y cuidar los ornamentos, la decoración, los vasos sagrados, para que, dispuestos de modo orgánico y ordenado entre sí, fomenten el asombro ante el misterio de Dios, manifiesten la unidad de la fe y refuercen la devoción” (SC 41).

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Fuente: The New Liturgical Movement


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 8 de julio de 2009

Motu Proprio ECCLESIAE UNITATEM (actualizado)

CARTA APOSTÓLICA "MOTU PROPRIO"


ECCLESIAE UNITATEM


DEL SUMO PONTÍFICE BENEDICTO XVI
SOBRE LA COMISIÓN ECCLESIA DEI


1. La tarea de custodiar la unidad de la Iglesia, con la solicitud de ofrecer todos las ayudas para responder en modos oportunos a esta vocación y gracia divina, corresponde de modo particular al Sucesor del Apóstol Pedro, el cual es el perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad tanto de los obispos como de los fieles [1]. La prioridad suprema y fundamental de la Iglesia, en todo tiempo, de conducir a los hombres hacia el encuentro con Dios debe ser favorecida mediante el compromiso de llegar al común testimonio de fe de todos los cristianos.


2. En la fidelidad a tal mandato, al día siguiente del acto con que el Arzobispo Marcel Lefebvre, el 30 de junio de 1988, confirió ilícitamente la ordenación episcopal a cuatro sacerdotes, el Papa Juan Pablo II, de venerada memoria, instituyó, el 2 de julio de 1988, la Pontificia Comisión Ecclesia Dei “con la tarea de colaborar con los obispos, con los dicasterios de la Curia Romana y con los ambientes interesados, para facilitar la plena comunión eclesial de los sacerdotes, seminaristas, comunidades, religiosos o religiosas, que hasta ahora estaban ligados de distintas formas a la Fraternidad fundada por le arzobispo Lefebvre y que deseen permanecer unidos al Sucesor de Pedro en la Iglesia católica, conservando sus tradiciones espirituales y litúrgicas, según el protocolo firmado el pasado 5 de mayo por el cardenal Ratzinger y por el arzobispo Lefebvre” [2].


3. En esta línea, adhiriendo fielmente a la misma tarea de servir a la comunión universal de la Iglesia en su manifestación también visible y realizando todo esfuerzo para que a todos aquellos que tienen verdaderamente el deseo de la unidad se les haga posible permanecer en esta unidad o reencontrarla de nuevo, he querido ampliar y actualizar, con el Motu Proprio Summorum Pontificum, la indicación ya general contenida en el Motu Proprio Ecclesia Dei acerca de la posibilidad de usar el Missale Romanum de 1962, por medio de normas más precisas y detalladas [3].


4. En el mismo espíritu y con el mismo empeño de favorecer la superación de toda fractura y división en la Iglesia y de sanar una herida sentida de modo cada vez más doloroso en el tejido eclesial, he querido levantar la excomunión a los cuatro Obispos ordenados ilícitamente por Mons. Lefebvre. Con tal decisión, he querido quitar un impedimento que podía perjudicar la apertura de una puerta al diálogo e invitar de este modo a los Obispos y la “Fraternidad San Pío X” a reencontrar el camino hacia la plena comunión con la Iglesia. Como he explicado en la Carta a los Obispos católicos del 10 de marzo pasado, el levantamiento de la excomunión ha sido un procedimiento en el ámbito de la disciplina eclesiástica para liberar a las personas del peso de conciencia provocado por la censura eclesiástica más grave. Pero las cuestiones doctrinales, obviamente, permanecen y, hasta que no sean aclaradas, la Fraternidad no tiene un estatuto canónico en la Iglesia y sus ministros no pueden ejercer en modo legítimo ningún ministerio.


5. Precisamente porque los problemas que deben ser tratados ahora con la Fraternidad son de naturaleza esencialmente doctrinal, he decidido – a veintiún años del Motu Proprio Ecclesia Dei y en conformidad con cuanto me había reservado hacer [4] – repensar la estructura de la Comisión Ecclesia Dei, relacionándola de modo estrecho con la Congregación para la Doctrina de la Fe.


6. La Pontificia Comisión Ecclesia Dei tendrá, por lo tanto, la siguiente configuración:


1) El Presidente de la Comisión es el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe.

2) La Comisión tiene su propio diagrama orgánico compuesto por el Secretario y por los Oficiales.

3) Será tarea del Presidente, ayudado por el Secretario, someter los principales casos y las cuestiones de carácter doctrinal al estudio y al discernimiento de las instancias ordinarias de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y también someter los resultados a las superiores disposiciones del Sumo Pontífice.


7. Con esta decisión he querido, en particular, mostrar paternal solicitud hacia la “Fraternidad San Pío X” con el fin de reencontrar la plena comunión con la Iglesia.


Dirijo a todos una apremiante invitación a orar incesamente al Señor, por la intercesión de la Santísima Virgen María, “ut unum sint”.


Dado en Roma, junto a San Pedro, el 2 de julio de 2009, quinto año de Nuestro Pontificado.


BENEDICTUS PP. XVI


[1] Cfr Conc. Oecum. Vat. II, Const. dogm. de Ecclesia, Lumen gentium, 23; Conc. Oecum. Vat. I, Const. dogm. de Ecclesia Christi Pastor aeternus, c. 3: DS 3060.

[2] Ioannes Paulus II, Litt. ap. motu proprio datae Ecclesia Dei (2 Iulii 1988), n. 6: AAS 80 (1988), 1498.

[3] Cfr Benedictus XVI, Litt. ap. motu proprio datae Summorum Pontificum (7 Iulii 2007): AAS 99 (2007), 777-781.

[4] Cfr ibid. art. 11, 781.

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Texto latino: Santa Sede

Texto italiano: Santa Sede

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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ACTUALIZACIÓN:

Junto a nuestra traducción del Motu Proprio, ofrecemos también el comunicado del Cardenal Levada publicado por la Oficina de Prensa de la Santa Sede. Además, informamos que el Santo Padre ha nombrado a Mons. Guido Pozzo como nuevo Secretario de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei.

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Comunicado del Cardenal William Joseph Levada con ocasión de la publicación del Motu Proprio “Ecclesiae unitatem” del Santo Padre Benedicto XVI


Según lo anticipado en la Carta del Santo Padre a los Obispos de la Iglesia Católica sobre el levantamiento de la excomunión de los cuatro obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre (10 de marzo de 2009), es publicada hoy la Carta Motu Proprio “Ecclesiae unitatem”, con la cual es repensada y actualizada la estructura de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, instituida por el Papa Juan Pablo II en 1988.


Con el Motu Proprio “Ecclesiae unitatem” se explica sobre todo el motivo principal de tal reestructuración. El levantamiento de la excomunión a los cuatro obispos lefebvristas ha sido un procedimiento en el ámbito de la disciplina canónica para liberar a las personas del peso de la más grave censura eclesiástica, aún en la conciencia de que las cuestiones doctrinales permanecen y, hasta que no estén aclaradas, la “Fraternidad sacerdotal San Pío X” no puede gozar de un estatuto canónico en la Iglesia y sus ministros no ejercen de modo legítimo ningún ministerio en la Iglesia. Dado que los problemas son de naturaleza esencialmente doctrinal, el Santo Padre ha decidido repensar la estructura de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei, relacionándola de modo estrecho con la Congregación para la Doctrina de la Fe.


La Pontificia Comisión Ecclesia Dei mantiene la configuración actual, con algunas modificaciones en su estructura, que aquí se resumen:


1) El Presidente de la Comisión es el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe.

2) La Comisión, con un diagrama orgánico propio, está compuesta por el Secretario y por los Oficiales.

3) Es tarea del Presidente, ayudado por el Secretario, referir los principales casos y las cuestiones de carácter doctrinal al examen y al juicio de las instancias ordinarias de la Congregación para la Doctrina de la Fe (Consulta y Miembros de la Sesión Ordinaria/Plenaria), y someter los resultados a las disposiciones supremas del Sumo Pontífice.


El Cardenal William Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y ahora electo Presidente de la Comisión Ecclesia Dei, ha expresado su gratitud al Santo Padre por la confianza demostrada con esta decisión, asegurando al Santo Padre, también en nombre de los Oficiales de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el empeño por el diálogo doctrinal con la Fraternidad Sacerdotal de San Pío X.


El Santo Padre, con Carta autógrafa, ha agradecido vivamente al Cardenal Darío Castrillón Hoyos, hasta ahora Presidente, por su gran dedicación al trabajo de la Comisión Ecclesia Dei. Igualmente, el Santo Padre, a través del Cardenal Secretario de Estado, ha agradecido a Mons. Camille Perl por tantos años de servicio en la misma Comisión. A estos agradecimientos se ha unido también el Cardenal Levada, extendiéndolos a los Miembros y Expertos de la Comisión cuyo trabajo será ahora retomado por los Miembros de la Congregación para la Doctrina de la Fe y también por expertos elegidos según las necesidades para estudiar cuestiones particulares.


Dando la bienvenida al nombramiento de Mons. Guido Pozzo como Secretario de la Comisión, el Cardenal Levada ha puesto de relieve la preparación de Mons. Pozzo y su particular interés por las cuestiones de competencia de la Comisión Ecclesia Dei. Hasta ahora, Mons. Pozzo ha sido Ayudante de estudio de la Oficina Doctrinal de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Secretario Adjunto de la Comisión Teológica Internacional.


Con el Motu Proprio publicado hoy, el Santo Padre ha querido mostrar particular y paternal solicitud hacia la Fraternidad de San Pío X, con el fin de superar las dificultades que aún permanecen para alcanzar la plena comunión con la Iglesia.

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Fuente: Oficina de Prensa de la Santa Sede


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 6 de julio de 2009

El arte sagrado, si es auténtico, remite a Dios

Hace algunos meses, Don Nicola Bux afirmaba en una entrevista que la sagrada y divina Liturgia, que incluye el arte sagrado, "es el atractivo de la Belleza que, a su vez, es el camino razonable de la Verdad". La espléndida homilía que a continuación ofrecemos (acompañada de dos de las imágenes a las que en ella se hace referencia), pronunciada por el Santo Padre al abrir nuevamente al culto la Capilla Paulina del Palacio Apostólico, es un magnífico ejemplo de cómo el auténtico arte sagrado remite necesariamente a la gloria de Dios.

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Se realiza hoy, a pocos días de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo y de la clausura del Año Paulino, mi deseo de poder reabrir al culto la Capilla Paulina. En las Basílicas Papales de San Pablo y de San Pedro hemos vivido las solemnes celebraciones en honor de los dos Apóstoles; esta tarde, casi como complemento, nos recogemos en el corazón del Palacio Apostólico, en la Capilla que ha sido querida por el Papa Pablo III y realizada por Antonio da Sangallo el Joven, precisamente como lugar reservado de oración para el Papa y para la Familia pontificia. Ayudan a meditar y a rezar de manera muy eficaz las pinturas y las decoraciones que la embellecen, en particular los dos grandes frescos de Miguel Ángel Buonarroti, que son los últimos de su larga existencia. Representan la conversión de Pablo y la crucifixión de Pedro.


La mirada es atraída sobre todo por el rostro de los dos Apóstoles. Es evidente, ya desde su posición, que estos dos rostros juegan un rol central en el mensaje iconográfico de la Capilla. Pero, más allá de la posición, nos llevan enseguida más allá de la imagen: nos interrogan y nos inducen a reflexionar.

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Pablo

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Principalmente, detengámonos sobre Pablo: ¿por qué está representado con un rostro tan anciano? Es el rostro de un hombre anciano, mientras que sabemos – y lo sabía bien también Miguel Ángel – que la llamada de Saulo en el camino de Damasco ocurrió cuando tenía cerca de treinta años. La elección del artista nos lleva fuera del puro realismo, nos hace ir más allá de la simple narración de los eventos para introducirnos en un nivel más profundo. El rostro de Saulo-Pablo – que es el del mismo artista ya anciano, inquieto y en busca de la luz de la verdad - representa el ser humano necesitado de una luz superior. Es la luz de la gracia divina, indispensable para adquirir una nueva vista con la cual percibir la realidad orientada a la “esperanza que os espera en los cielos” – como escribe el Apóstol en el saludo inicial de la Carta a los Colosenses, que hemos escuchado recién (1,5).


El rostro de Saulo caído en tierra es iluminado desde lo alto, por la luz del Resucitado y, a pesar de su dramatismo, la representación inspira paz e infunde seguridad. Expresa la madurez del hombre interiormente iluminado por Cristo Señor, mientras alrededor gira una serie de eventos en el que todas las figuras se encuentran como en un remolino. La gracia y la paz de Dios han envuelto a Saulo, lo han conquistado y transformado interiormente. Esa misma “gracia” y esa misma “paz” anunciará él a todas sus comunidades en sus viajes apostólicos, con una madurez de anciano, no anagráfica sino espiritual, donada por el Señor mismo. Aquí, por lo tanto, en el rostro de Pablo, ya podemos percibir el corazón del mensaje espiritual de esta Capilla: el prodigio de la gracia de Cristo que transforma y renueva al hombre mediante la luz de su verdad y de su amor. En esto consiste la novedad de la conversión, de la llamada a la fe, que encuentra su realización en el misterio de la Cruz.

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Pedro

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Del rostro de Pablo pasamos así al de Pedro, representado en el momento en que la cruz dada vuelta es levantada y él se vuelve a ver quien lo está observando. También este rostro nos sorprende. La edad representada aquí es la correcta, pero es la expresión la que nos maravilla e interroga. ¿Por qué esta expresión? No es una imagen de dolor, y la figura de Pedro comunica un sorprendente vigor físico. La cara, especialmente la frente y los ojos, parecen expresar el estado de ánimo del hombre frente a la muerte y el mal: hay como un desconcierto, una mirada aguda, tendida, casi buscando algo o a alguien, en la hora final. Y también en los rostros de las personas que están alrededor resaltan los ojos: reflejan miradas inquietas, algunos incluso asustados o extraviados.


¿Qué significa todo esto? Es lo que Jesús había dicho a su Apóstol: “Cuando seas viejo, otro te llevará donde tú no quieras”; y el Señor había añadido: “Sígueme” (Jn. 21, 18.19). Precisamente ahora se realiza la culminación del seguimiento: el discípulo no es más que el Maestro, y ahora experimenta toda la amargura de la cruz, de las consecuencias del pecado que separa de Dios, toda lo absurdo de la violencia y de la mentira. Si a esta Capilla se viene a meditar, no se puede escapar de la radicalidad de la cuestión planteada por la cruz: la cruz de Cristo, Cabeza de la Iglesia, y la cruz de Pedro, su Vicario sobre la tierra.


Los dos rostros, sobre los que se detiene nuestra mirada, están uno frente al otro. Más aún, se podría pensar que el de Pedro está dirigido precisamente al rostro de Pablo, el cual, a su vez, no ve pero lleva en sí la luz de Cristo resucitado. Es como si Pedro, en la hora de la prueba suprema, buscase aquella luz que ha dado la verdadera fe a Pablo. En este sentido, entonces, los dos íconos pueden convertirse en dos actos de un único drama: el drama del Misterio pascual: Cruz y Resurrección, muerte y vida, pecado y gracia.


El orden cronológico entre los acontecimientos representados está tal vez invertido pero emerge el plan de la salvación, aquel plan que el mismo Cristo ha realizado en sí mismo llevándolo a cumplimiento, como hemos cantado poco antes en el himno de la Carta a los Filipenses. Para quien viene a rezar en esta Capilla, y principalmente para el Papa, Pedro y Pablo se convierten en maestros de fe. Con su testimonio invitan a avanzar en profundidad, a meditar en silencio el misterio de la Cruz que acompaña a la Iglesia hasta el fin de los tiempos, y a acoger la luz de la fe, gracias a la cual la Comunidad apostólica puede extender hasta los confines de la tierra la acción misionera y evangelizadora que le ha confiado Cristo resucitado. Aquí no se hacen solemnes celebraciones con el pueblo. Aquí el Sucesor de Pedro y sus colaboradores meditan en silencio y adoran al Cristo viviente, presente especialmente en el santísimo Sacramento de la Eucaristía.


La Eucaristía es el sacramento en el que se concentra toda la obra de la Redención: en Jesús Eucaristía podemos contemplar la transformación de la muerte en vida, de la violencia en amor. Escondida bajo los velos del pan y del vino, reconocemos con los ojos de la fe la misma gloria que se manifestó a los Apóstoles después de la Resurrección, y que Pedro, Santiago y Juan contemplaron anticipadamente en el monte, cuando Jesús se transfiguró delante de ellos: evento misterioso, la Transfiguración, que el gran cuadro de Simón Cantarini vuelve a proponer en esta Capilla con fuerza singular.


En realidad, sin embargo, toda la Capilla – los frescos de Lorenzo Sabatini y Federico Zuccari, las decoraciones de otros numerosos artistas convocados aquí en un segundo momento por el Papa Gregorio XIII -, todo, podríamos decir, confluye aquí en un mismo y único himno a la victoria de la vida y de la gracia sobre la muerte y el pecado, en una sinfonía de alabanza y de amor a Cristo redentor que resulta altamente sugestiva.


Queridos amigos, al final de esta breve meditación, quisiera agradecer a cuantos han cooperado para que nosotros pudiésemos gozar nuevamente de este lugar sagrado completamente restaurado: al Profesor Antonio Paolucci y su predecesor el Doctor Francesco Buranelli que, como Directores de los Museos Vaticanos, se han ocupado de esta importantísima restauración; los diversos operadores especialistas que, bajo la dirección artística del Profesor Arnold Nesselrath, han trabajado sobre los frescos y sobre la decoración de la Capilla y, en particular, el Maestro Inspector Maurizio De Luca y su asistente Maria Pustka, que han dirigido los trabajos y han intervenido sobre los dos murales de Miguel Ángel, sirviéndose de la consulta de una comisión internacional formada por estudiosos de reconocida fama. Mi reconocimiento va también al Cardenal Giovanni Lajolo y a sus colaboradores del Governatorato, que han prestado especial atención a la obra. Y naturalmente un caluroso y debido agradecimiento dirijo a los beneméritos bienhechores católicos, americanos y no, es decir a los Patrons of the Arts, generosamente comprometidos en la salvaguardia y valorización del patrimonio cultural en el Vaticano, los cuales han hecho posible el resultado que hoy admiramos. A todos y a cada uno llegue la expresión de mi reconocimiento más cordial.


Dentro de poco, cantaremos el Magníficat. María Santísima, Maestra de oración y de adoración, junto con los santos Pedro y Pablo, obtenga abundantes gracias a cuantos vengan con fe a esta Capilla. Y nosotros esta tarde, agradecidos a Dios por sus maravillas y especialmente por la muerte y resurrección de su Hijo, elevamos a Él nuestra alabanza también por esta obra que hoy se completa. "A Aquel es que capaz de hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar, por el poder que obra en nosotros, a Él sea la gloria en la Iglesia  y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y para siempre! Amén" (Ef. 3, 20-21).

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Fuente: Sitio de la Santa Sede


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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sábado, 4 de julio de 2009

Un nombramiento anunciado

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En la mitad de la década del ’60, el Padre Oswald Gomis [arzobispo emérito de Colombo, predecesor inmediato de Ranjith] era editor del periódico Gnanartha Pradeepaya. En ese tiempo, yo era un columnista en ese semanario católico cingalés. Recuerdo que un joven visitaba con bastante frecuencia la oficina del editor. El Padre Gomis me presentó una vez al joven como su “hijo espiritual”, agregando que el muchacho tenía un gran futuro en la Iglesia.


Es tradicional que un sacerdote que acepta el rol de gurú o guía espiritual de un laico lo llame “niño espiritual”. Muchos de mi generación incluso recuerdan cómo el Cardenal Thomas Cooray se dirigía a los laicos como “niños”, de una manera encantadora, aunque no condescendiente como algunos inferían.


De cualquier forma, poco pensé en ese momento que, décadas después, el hijo espiritual iba a suceder a su padre espiritual como Arzobispo de Colombo, titular metropolitano de la Iglesia Católica en Sri Lanka. Incluso cuando los católicos no creen en el destino o en el camino de las estrellas, tal y como las Escrituras han iluminado algunos eventos próximos, el futuro del joven Patabendige Don Malcolm Ranjith parecía estar escrito en su rostro. Mis notas dicen que así lo parecía, de acuerdo a las predicciones de, al menos, dos santos misioneros.


Así es como sigue la historia. Un fuerte ciclón golpeó la costa oeste del país en 1964. El gobierno le encargó al esposo de la tía materna del joven Ranjith, un oficial del Departamento de Censos y Estadísticas, que hiciera un informe sobre los daños del ciclón en el distrito de Mannar. Deseando combinar la visita a Mannar con una peregrinación al Santuario de Madhu, en diciembre de aquel año, la pareja alquiló una casa en los locales del santuario. Bien consciente de la devoción de su sobrino a la Santísima Virgen, y deseoso de animar sus crecientes sueños sacerdotales, la piadosa tía invitó al joven Ranjith a que se una a ellos en la peregrinación. Y mientras durante las tres semanas el tío estuvo yendo y viniendo de Madhu a Mannar para realizar su informe, la tía y su amado sobrino pasaron el tiempo en oración en el Santuario. Además de asistir como acólito a la Misa diaria en el Santuario, el joven Ranjith halló tiempo para la profunda oración personal.


Aunque no sabía del rol del Santuario de Madhu en el crecimiento de la vocación sacerdotal del joven, el administrador del Santuario, un oblato francés, estaba muy impresionado por su piedad. El Padre Alfred Mouille le pidió ayuda con la correspondencia cingalesa de los peregrinos del sur, lo que el muchacho hizo con gran fervor. Al fin de las tres semanas, mientras el tío estaba ocupado ordenando sus informes, siguiendo la típica tradición de Sri Lanka la tía y el sobrino llamaron al administrador para agradecerle por la hospitalidad recibida en el santuario. También deseaban pedirle su bendición para el viaje de regreso al hogar. En contra de los deseos de Ranjith, la ansiosa tía le contó al Padre Mouille acerca de las aspiraciones del joven al sacerdocio. Mirando profundamente los ojos del joven, el misionero dijo que estaba lleno de gozo. Se abalanzó hacia su habitación y trajo consigo una pequeña imagen de Nuestra Señora de Madhu. Mientras le regalaba la imagen a Ranjith, el sacerdote le dijo a la radiante tía: “Un día, el vendrá como Arzobispo de Colombo para celebrar la fiesta de Nuestra Señora de Madhu”. La tía, que falleció el año pasado, solía recordar este incidente desde que su sobrino fue ordenado sacerdote. Y la profecía le dará una nueva perspectiva al Santuario de Madhu, cuando el Arzobispo Ranjith celebre allí la fiesta como Arzobispo de Colombo.


La segunda predicción llegó pocos años después de la visita al Santuario de Madhu. Por entonces, el hermano Malcolm Ranjith había ingresado al Seminario nacional de Nuestra Señora de Lanka, en Kandy. Como el ex-secretario del Cardenal Cooray, el oblato Padre Clinton Anandappa, recordó varias veces en público, la predicción fue hecha por el Padre Claude Lawrence. Alrededor de 1966, el hermano Ranjith tuvo que ir a Colombo para consultar con un médico especialista, y pasó la noche en la casa arzobispal. En aquellos días, las comidas e incluso las recreaciones posteriores a la cena solían ser un evento comunitario en la casa arzobispal. También aquella noche, después de la cena, el Cardenal Cooray se dirigió a la sala de recreación para jugar al billar. Estaba acompañado por algunos sacerdotes oblatos, incluyendo al Padre Claude, al Padre Riou, al Padre Margesz y al Padre Clinton. No queriendo que el joven seminarista se sintiera excluido, el cardenal los invitó a unirse a ellos, aunque el hermano Ranjith mantuvo una distancia reverencial de los venerables misioneros.


No sorprende que, en algunas ocasiones, el tiempo de recreación de una comunidad religiosa se vea transformado en una discusión sobre asuntos pastorales y esto sucedió aquella noche. De acuerdo con lo que el Padre Clinton me contó, en medio de una seria discusión sobre un problema relacionado con la Iglesia, al Padre Claude se le encendió el semblante. Casi dando por terminada la tranquila discusión, el Padre Claude levantó su voz para dirigirse al seminarista, que estaba a cierta distancia: “Hermano Malcolm, tú podrás arreglar este asunto cuando seas Arzobispo de Colombo, dentro de 25 años”.


No obstante mi curiosidad periodística, nunca logré que el Padre Clinton me revelara el asunto que se discutió aquella noche. Pero sí me dijo que el Cardenal Cooray, que permaneció tranquilo allí por un tiempo antes de finalizar el momento de recreación, parecía avergonzado. Veinticinco años después de este fragmento de la historia futura de la Iglesia, el joven Ranjith fue ordenado obispo auxiliar del sucesor del Arzobispo Nicholas Marcus Fernando, sucesor del Cardenal Cooray.


Después de la muerte del cardenal, el Padre Clinton se convirtió en párroco de la Iglesia de Todos los Santos en Borella, muy cerca de la casa arzobispal donde residía el obispo auxiliar Malcolm Ranijth. El Padre Claude estaba en la Casa “Darley Rod” para sacerdotes retirados. Cierto día, el Padre Clinton los sorprendió invitándolos concelebrar la Misa dominical en su parroquia. Mi hijo estuvo entre los asistentes, y así es como describe la interrumpida liturgia: “En su estilo inimitablemente optimista, el Padre Clinton contó a los asistentes sobre la profecía del santo Padre Claude. El Padre Claude estaba tan encorvado que no se podía ver la expresión de su rostro, al tiempo que el obispo Malcolm Ranjith reprimía una avergonzada sonrisa”. Pasaron otros cinco años hasta que Ranjith fue nombrado arzobispo, aunque no de Colombo. Pasó algunos años más en el servicio a la Santa Sede y ahora regresa a Colombo, dando cumplimiento a las profecías de los videntes.


Cuando pienso sobre otra declaración profética del Padre Claude, me pregunto si las palabras de tales videntes pueden quedar, en ocasiones, atrapadas en la trama del tiempo, o continuar avergonzando a los líderes de la Iglesia, como sucedió en 1966. En los años ’80, este santo historiador y analista de la Iglesia pidió al concejo presbiteral arquidiocesano hacer que Colombo fuera declarada la sede primada de Sri Lanka. En un tiempo en que el país tenía sólo una arquidiócesis y un arzobispo, algunos pensaron equivocadamente que se trataba de un pomposo movimiento para elevar la categoría jurídica. La profética comprensión del místico misionero puede haber anticipado una transición pastoral que coincide con las exigencias locales, tanto nacionales como eclesiales.


Por Hector Welgampola

Ex editor en jefe del Gnanartha Pradeepaya y El Mensajero

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Fuente: Arquidiócesis de Colombo


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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