jueves, 29 de marzo de 2012

Benedicto y Fidel: encuentro entre dos coetáneos

 

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Por Andrea Gagliarducci


Llegó apenas concluido el almuerzo, en torno al mediodía, sólo con su escolta personal. Entró en la nunciatura con gran respeto, y se sentó a la mesa con Benedicto XVI. Veinte minutos de encuentro privadísimo, bebiendo café. Por una parte, el líder máximo, no ya el líder su nación, cuyas riendas están en manos de su hermano Raúl. Por otra, Benedicto XVI, que en cambio tiene en sus manos las riendas de la Iglesia y la está llevando hacia el Año de la Fe, según un programa bien preciso: hablar de Dios, confiar las naciones a la Virgen (lo hizo en Cuba, lo hizo antes en México, también durante este viaje), sostener la libertad para todos de vivir la propia religión. “Un encuentro intenso y cordial”, lo ha definido el padre Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede. Habiendo llegado casi en silencio, Fidel Castro habló unos diez minutos con el cardenal Bertone, Secretario de Estado Vaticano, que lo acogió y saludó: ya lo conocía del viaje que el Secretario de Estado había realizado en el 2008 a Cuba. Luego, Fidel Castro estuvo unos veinte minutos con el Papa. Por un lado, el hombre en búsqueda Fidel, que planteaba preguntas. Por el otro, Benedicto XVI, que daba respuestas. “¿Qué hace un Papa?”, pregunta Fidel. “Sirve a la Iglesia universal”, responde Benedicto XVI: el cual pasó luego personalmente al Padre Lombardi - en una hoja escrita por él – las informaciones para dar en el briefing.


Fidel agradeció al Papa por las beatificaciones de la Madre Teresa, benefactora de Cuba, por la cual él tenía veneración y gratitud, y la de Juan Pablo II, el primer Papa en visitar Cuba, en 1998 (Castro ya se había encontrado con él, en el Vaticano, en 1996). Benedicto XVI llegó en torno a las 12.30 y – refiere el Padre Lombardi – “el encuentro se inició con mucha cordialidad. El Papa habló de su alegría de estar en Cuba y de la cordialidad con la cual fue acogido. Fidel dijo que había seguido todo el viaje por la televisión”. Y luego otra pregunta, sobre los cambios de la liturgia en la Iglesia, que Castro ve distinta de cuando él era joven.


Fidel Castro no quiso encontrarse con el Papa en el marco de la visita al Palacio de la Revolución. Allí el dueño de casa era el hermano Raúl y ser presentado como un simple familiar no aprovecharía a la retórica de una revolución que parece desvanecerse, si no todavía evaporarse completamente. En Cuba hay libertad de culto, no libertad de religión. Benedicto XVI lo sabe muy bien, y ayer ha puesto en manos de Raúl una lista de prisioneros políticos. Como diciendo: lo sabemos, y esperamos que todo se resuelva.


Ciertamente no ha puesto una lista en manos de Fidel, dada la naturaleza informal del encuentro. Una taza de café, entre dos personas casi coetáneas (Fidel es del ’26, el Papa del ’27). “Soy anciano pero todavía puedo hacer mi deber”, ha bromeado el Papa con Fidel Castro. Fidel y el Papa tienen mucho que los diferencia. Se hablaba de una auténtica conversión de Fidel al catolicismo. Esto ha irritado al Partido en Cuba, que ha difundido un artículo muy punzante contra Repubblica, que había dado la noticia. En realidad, Fidel, libre de los asuntos de gobierno, pasa el tiempo leyendo, buscando un sentido a la vida. Tal vez los jesuitas con los que ha estudiado – de los cuales, sin embargo, no ha tomado nunca la religión – han dejado signos profundos sobre sus preguntas acerca de la vida. “Fidel es cristiano en cuanto bautizado – ha comentado padre Lombardi – pero sobre su fe personal y pública no tengo nada para decir”. Sobre la mesita de noche están todavía en exposición el manifiesto del Partido Comunista de Marx y Engels, y el “Origen de las especies” de Darwin. Pero están vivas, en Fidel, también las reflexiones que ha hecho con Frei Betto, el teólogo de la liberación que le ha enseñado cómo pueden conciliarse catolicismo y marxismo. Algo no precisamente ortodoxo. Pero, al menos, alguno pregunta de sentido le da.


De frente, siempre con la taza de café en mano, Benedicto XVI tiene en cambio ya todas las respuestas, que le surgen de una fe que se hace camino con argumentos de razón. La palabra se convierte en Palabra. Y es una palabra cortante como la espada. “Cuba ha dado pasos adelante”, concedió Benedicto XVI durante la Misa de la mañana. Pero no basta, agregó luego.


En el diálogo entre los dos – primero estaba presente la mujer Dalia, los dos hijos fueron presentados al Papa sólo al final del encuentro -, Fidel Castro también preguntó sobre las dificultades de los tiempos actuales para la humanidad (últimamente se ha apasionado de modo particular con la cuestión ecológica, ¿y a quién preguntar sino al que ha sido definido “el Papa verde”?), ha hablado de las “dificultades de la ciencia para responder a las preguntas de hoy”. Son los temas del Papa. Que explica el problema de la ausencia de Dios, de las consecuencias de la ausencia de Dios, de la importancia fundamental de la relación entre fe y razón. Fidel está cada vez más curioso. “Santidad, ¿me puede enviar libros para profundizar lo que me ha dicho?”, pidió al final del encuentro. Y el Papa: “Debo pensar cuáles enviarle”.


Fidel es hoy un hombre en busca de sentido. Y, sin embargo, es el hombre que más que ninguno ha intentado extirpar el cristianismo de su nación. Porque, después de la Revolución, no sólo las actividades religiosas y el proselitismo fueron limitados sino que también – a partir de 1961 – los bienes de los eclesiásticos fueron confiscados sin compensación, y centenares de miembros del clero extranjero fueron expulsados de la isla. Para siempre. Y la nación vivió el ateísmo de Estado hasta 1992. Luego, un giro: la Constitución del `92 garantiza la libertad de religión en el artículo 55. Más que libertad religiosa, es libertad de culto. Y se requiere la visita de Juan Pablo II en 1998 para que quien va a la Iglesia no sea ya visto con sospecha, para que Navidad sea considerada festividad, para que algunos grupos religiosos obtengan el permiso de importar materiales religiosos y recibir a líderes de la propia religión. Es también el signo de la importancia diplomática de la Iglesia Católica. Porque la llegada de Juan Pablo II abre también – por ejemplo – a la concesión a la comunidad judía de la isla de celebrar los ritos en público e importar material religioso y comida kosher para la Pesach.


Toda esta historia está pesando sobre las espaldas de Fidel Castro. Pero está también frente a un Papa que habla de la fe, que sabe reprender pero también hacer comprender qué significa la religión. Es el encuentro entre dos coetáneos, y la única nota de oficialidad tal vez está al final, cuando el Papa regala a Fidel las medallas del Pontificado. Es un encuentro que escapa a la retórica de la Revolución. Pero entra en la historia de este Pontificado.


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Fuente: Korazym


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 26 de marzo de 2012

Desde la FSSPX: “No está en primer lugar el bien de nuestra Fraternidad sino el de la Iglesia”

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Presentamos un breve artículo de Andrea Tornielli en el cual hace referencia a una carta del Padre Schmidberger, superior del distrito de Alemania de la FSSPX, en el cual, al mismo tiempo que pide reforzar las oraciones, afirma que “hay fundadas esperanzas para una solución satisfactoria”.

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El Padre Franz Schmidberger, el primer sucesor del arzobispo Marcel Lefebvre a la cabeza de la Fraternidad San Pío X, actualmente superior del distrito alemán, ha hecho leer en todas las misas celebradas ayer en Alemania por los lefebvristas un comunicado.


Schmidberger recuerda que el pasado 16 de marzo, en Roma, el cardenal William Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, entregó al superior general de la Fratenidad, el obispo Bernard Fellay, “una carta con explicaciones en las que se pide de modo final expresarse en un modo más positivo de lo que se ha hecho hasta ahora sobre el preámbulo doctrinal del 14 de septiembre de 2011”. El plazo último para la respuesta está fijado para el 15 de abril de 2012. “Si bien la carta se expresa también en un tono desagradable – comenta Schmidberger respecto a la respuesta de Roma -, hay fundadas esperanzas para una solución satisfactoria”.


“En caso de que llegara a realizarse – concluye la nota -, todas las fuerzas de la tradición de la Iglesia se verían notablemente reforzadas; en caso contrario, ellas se verían debilitadas y desanimadas. Por lo tanto, no está en primer lugar el bien de nuestra Fraternidad sino el bien de la Iglesia”.


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Fuente: Sacri Palazzi


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 20 de marzo de 2012

Don Bux escribe a Mons. Fellay: “¡Venid con seguridad a Roma!”

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Don Nicola Bux, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de otros dicasterios de la Curia Romana, ha escrito en el día de ayer una carta a Mons. Bernard Fellay y a toda la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, cuya traducción ahora ofrecemos, luego del Comunicado publicado en los pasados días por la Oficina de Prensa de la Santa Sede.

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A Su Excelencia Mons. Bernard Fellay

y a la Fraternidad sacerdotal San Pío X


Excelencia Reverendísima,

Queridos hermanos,


La fraternidad cristiana es más poderosa que la carne y la sangre, porque en ella se anticipa, gracias a la Divina Eucaristía, la vida del Paraíso.


Jesucristo nos ha llamado a hacer la experiencia de la comunión: en esto consiste nuestro yo. Comunión es estima a priori por el otro, porque tenemos en común al único Señor. Por eso la comunión está disponible a todo sacrificio por la unidad: una unidad que debe ser visible, según la voluntad final de nuestro Señor en la plegaria al Padre: “ut unum sint, ut credat mundos”; visible, porque es el testimonio decisivo de los amigos de Cristo.


Es indudable que no pocos hechos del Concilio Ecuménico Vaticano II y del período sucesivo, vinculados al elemento humano de este acontecimiento, han representado verdaderas calamidades y causado dolor a grandes hombres de Iglesia. Pero Dios nunca permite que Su Iglesia llegue a la auto-destrucción.


No podemos considerar la dureza del elemento humano sin tener confianza en el divino, es decir, en la Providencia que, aún en el respeto de la libertad humana, guía la historia, y en particular la historia de la Iglesia.


La Iglesia es de institución divina, divinamente garantizada, y es también un hecho humano. El aspecto divino no perjudica al elemento humano – personalidad y libertad – y no lo inhibe necesariamente; el aspecto humano, permaneciendo íntegro, y también comprometedor, no perjudica al aspecto divino.


Por razones de Fe, pero también por las confirmaciones que, si bien lentamente, se manifiestan en el plano de la historia, creemos que Dios, en estos años, ha preparado y prepara hombres dignos para remedir tantos errores y tantos abandonos que todos deploramos, creemos que ya despuntan y cada vez más despuntarán obras santas, según una estrategia divina que vincula la obra de almas lejanas que ni siquiera se conocen, pero cuyo actuar constituye un plan, como ha ocurrido maravillosamente en el siglo en que tuvo lugar la dolorosa rebelión de Lutero.


Se trata de intervenciones divinas que parecen multiplicarse cuanto más se enturbian los hechos. De esto hablará, sobre todo, el futuro. Pero nosotros estamos ya seguros de ello y se vislumbra el amanecer.


Por algún tiempo la incertidumbre del alba combate con las tinieblas, lentas en retirarse, pero, cuando se ve el alba, se sabe que el sol está y que sigue su curso en los Cielos.


Con las palabras de Santa Catalina de Siena, podemos por lo tanto deciros: “Venid con seguridad a Roma”, a la casa del Padre común, que nos has sido dado como perpetuo y visible principio y fundamento de la unidad católica.


Venid a participar de este bendito futuro, del cual, aún en medio de persistentes tinieblas, ya se ve el amanecer.


Vuestro rechazo aumentaría el espacio de las tinieblas, no el de la luz. Son múltiples los destellos de luz que ya admiramos, y el primero entre ellos es el delinearse de la gran restauración litúrgica, realizado por el Motu Proprio Summorum Pontificum, que está suscitando en todo el mundo un amplio movimiento, del que forman parte sobre todo jóvenes, que quieren ser celosos en el culto del Señor.


¿Cómo olvidar, sin embargo, otros gestos concretos y significativos del Santo Padre, como la remisión de las excomuniones a los Obispos ordenados por Mons. Lefebvre, la apertura de un diálogo abierto sobre la interpretación del Concilio Vaticano II a la luz de la Tradición, y por esto también la renovación de la Comisión Ecclesia Dei?


Ciertamente pueden quedar todavía perplejidades, puntos a profundizar, a aclarar mejor, como el argumento sobre el ecumenismo y sobre el diálogo interreligioso (que, de todos modos, ha recibido una precisión importante por la Declaración Dominus Iesus de la Congregación para la Doctrina de la Fe, del 6 de agosto de 2000), y el de la manera en que se debe entender la libertad religiosa.


También sobre estos puntos, vuestra presencia en la Iglesia, canónicamente garantizada, ayudará a traer mayor luz.


¿Cómo no valorar el aporte que podréis dar, gracias a vuestros recursos pastorales y doctrinales, a vuestras capacidades y sensibilidades, para el bien de toda la Iglesia?


Éste es el momento oportuno, esta es la hora favorable para retornar. Timete Dominum transeuntem: no dejéis escapar la ocasión de gracia que el Señor os ofrece, no dejéis que pase junto a vosotros y no la reconozcáis.


¿Podrá el Señor concederos otra?


¿No deberemos todos, un día, presentarnos frente a Su Tribunal, y responder no sólo sobre el mal realizado sino también sobre todo el bien que habríamos podido hacer y que no hemos hecho?


El corazón del Santo Padre palpita: Él os espera con ansias, porque os ama, porque la Iglesia tiene necesidad de vosotros para un testimonio común de fe en un mundo cada vez más secularizado y que parece dar la espalda a Su Creador y Salvador.


En la plena comunión eclesial con la gran familia, que es la Iglesia católica, vuestra voz no será despreciada, vuestro empeño no será ni desdeñable ni descuidado, sino que podrá traer, con el de muchos otros, frutos abundantes; estando fuera, en cambio, se vería disperso.


La Inmaculada nos enseña que demasiadas gracias se pierden porque no son pedidas: estamos convencidos de que con una respuesta favorable a la propuesta del Santo Padre, la Fraternidad Sacerdotal San Pío X se convertirá en un instrumento para encender nuevos rayos en los dedos de nuestra Madre celestial.


En este día a él dedicado, quiera San José, esposo de la Santísima Virgen María, Patrono de la Iglesia Universal, inspirar y sostener vuestros buenos propósitos: “Venid con seguridad a Roma”.


Roma, 19 de marzo de 2012

Solemnidad de San José


Don Nicola Bux


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Fuente: Scuola Ecclesia Mater


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 19 de marzo de 2012

Los consejos del nuevo cardenal chino al Papa y al Sacro Colegio

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La revista 30Giorni, en su último número, ha publicado una interesante entrevista al nuevo cardenal John Tong Hon, obispo de Hong Kong, cuya traducción ofrecemos. Se trata del séptimo cardenal chino en la historia de la Iglesia y está ahora llamado a ofrecer con más intensidad y autoridad su contribución de consejos y valoraciones respecto a la crucial cuestión de las relaciones entre la Santa Sede, la Iglesia de China y el gobierno comunista de esa gran nación. En la reunión de los cardenales celebrada el día anterior al Consistorio, Mons. Tong Hon pronunció ante Benedicto XVI y el Sacro Colegio Cardenalicio una intervención sobre la realidad de la Iglesia Católica en China. 


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Usted ahora es obispo y cardenal. Pero si se mira su biografía, se ve que sus padres no provenían de familias cristianas. Ninguno de sus abuelos estaba bautizado.


Es así. Fue mi madre la primera que tuvo la ocasión de entrar en contacto con la fe católica. Ella, siendo joven, asistía a la escuela secundaria de las hermanas canosianas, donde había muchas religiosas italianas. Una vez se encontró también con el nuncio en China, que visitaba su escuela: las hermanas la habían elegido precisamente a ella para ofrecer un homenaje de flores al representante del Papa. Y ella estaba muy orgullosa de esto. Había comenzado a estudiar el catecismo, pero sin recibir de inmediato el bautismo, porque en su familia no había ningún católico. Se hizo bautizar sólo después de la segunda guerra mundial, cuando yo ya había nacido y tenía seis años.

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Los años de su infancia eran años tremendos…


Cuando los japoneses conquistaron Hong Kong, huimos a Macao. Luego yo fui confiado al cuidado de mi abuela paterna, que vivía en un pueblo de Guangdong. Sólo al final de la guerra pude reunirme nuevamente con mis padres en Cantón. Eran los años de la guerra civil. Comunistas y nacionalistas combatían en el norte. Mientras a las provincias del sur llegaban los refugiados y los soldados heridos. Los misioneros americanos que estaban en Cantón acogían y ayudaban a todos aquellos que tenían necesidad, independientemente de la parte a la que pertenecían. También mi madre y yo colaborábamos en la distribución de ayudas para los sobrevivientes y refugiados. Mirando el testimonio de mi párroco Bernard Meyer y de sus hermanos misioneros de Maryknoll, comencé a pensar que también yo, de grande, podría convertirme en sacerdote.

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Usted pudo estudiar en Roma precisamente durante los años del Concilio Vaticano II.


El Concilio me ayudó mucho a ampliar la mirada. Fui ordenado sacerdote pocas semanas después de la clausura del Concilio. La clase de diáconos de la Pontificia Universidad Urbaniana a la que yo pertenecía fue seleccionado para recibir la ordenación sacerdotal de manos del Papa Pablo VI, el día de la Epifanía de 1966.

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Casi medio siglo después, en el último Consistorio, usted ha realizado una intervención frente al Sacro Colegio para explicar la condición de la Iglesia en China. ¿Qué ha dicho a sus hermanos cardenales?


Para describir la situación en China he usado tres palabras. La primera es wonderful, sorprendente. Es un hecho sorprendente que en las últimas décadas la Iglesia en China haya crecido y continúe creciendo, aún si es sometida a tantas presiones y restricciones. Esto es un dato objetivo, se puede constatar también con los números. En 1949 los católicos en China eran 3 millones; ahora son, al menos, 12 millones. En 1980, después de iniciada la reapertura querida por Den Xiaoping, los sacerdotes eran 1.300. Ahora son 3500. Y luego hay 50000 religiosas, dos tercios de las cuales pertenecen a las comunidades registradas ante el gobierno. Y también 1400 seminaristas, de los cuales 1000 se están formando en los seminarios financiados por el gobierno. Hay diez seminarios mayores reconocidos por el gobierno y seis estructuras similares vinculadas a las comunidades clandestinas. Desde 1980 hasta hoy han sido ordenados 3000 nuevos sacerdotes, y han emitido sus votos 4500 religiosas. El 90 por ciento de los sacerdotes tiene una edad comprendida entre los veinticinco y los cincuenta años.

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Por lo tanto, ¿todo está bien?


La segunda palabra con la que he descrito la situación de la Iglesia en China ha sido la palabra difficult, difícil. Y la prueba mas difícil que la Iglesia debe afrontar es el control impuesto sobre la vida eclesial por el gobierno a través de la Asociación patriótica de los católicos chinos (AP). He citado una carta que me envió un obispo muy respetado de China continental, que escribió: “En todo país socialista, el gobierno recurre al mismo método, usando algunos cristianos en palabras para dar vida a organizaciones ajenas a las estructuras propias de la Iglesia, a la confía el control de la Iglesia misma”. La Asociación Patriótica es un ejemplo de este modus operandi. Y en la Carta del Papa a los católicos chinos, publicada en junio de 2007, está escrito que estos organismos son incompatibles con la doctrina católica. Lo hemos visto de nuevo en las ordenaciones episcopales ilegítimas impuestas a la Iglesia entre el 2010 y el 2011.

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¿Pero por qué la superpotencia china siente todavía la necesidad de tener la vida de la Iglesia bajo un control tan estricto?


Según los análisis de Kwun Ping-hung – el conocido estudioso de Hong Kong que ha sido también consejero del último gobernador británico Chris Patten -, hay diversas razones. Los regímenes comunistas temen la competición de la religión en el influenciar las mentes de las personas, sus ideas, y eventualmente sus acciones. Se dan cuenta de que las religiosas no están desapareciendo del horizonte de las sociedades humanas, y que más bien el número de los seguidores de las religiones va en aumento. Y después del 11 de septiembre la inquietud ha crecido, ya que se ha visto de nuevo que las ideas religiosas pueden incluso empujar a hacer la guerra. Finalmente, los nuevos líderes que se preparan para entrar en los cargos en el 2012 en este momento deben demostrar que son leales comunistas.

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Como claramente ha escrito el Papa en su Carta a los católicos chinos, “la Iglesia católica que está en China no tiene la misión de cambiar la estructura o la administración del Estado sino, más bien, la de anunciar a Cristo los hombres”. ¿Cómo es posible que el gobierno de una nación poderosa como China tenga miedo de las interferencias políticas del Vaticano?


Vivimos en sociedad y nuestra vida real tiene que ver que necesariamente con la dimensión política. Pero sin duda la Iglesia no es una entidad política. No es precisamente problema nuestro el cambio de los sistemas políticos. Y, por otro lado, en nuestro caso, sería algo totalmente imposible.

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Volvamos a su intervención en el Consistorio. ¿Cuál ha sido su tercera palabra?


La tercera palabra que he utilizado para describir la condición de la Iglesia en China es possible, posible. Para hacer comprender el motivo de tal opción, he leído otros pasajes de la carta del obispo ya citada. Aquel obispo se decía sereno y confiado respecto al presente, también porque miraba los problemas actuales a partir de las experiencias por él vividas en las tempestuosas décadas de la persecución, entre 1951 y 1979. Él, en aquellas duras pruebas pasadas, había podido experimentar que todo está en las manos de Dios. Y Dios puede disponer las cosas de modo que también las dificultades puedan finalmente concurrir al bien de la Iglesia. De este modo vemos que, de por sí, el aumento de los controles no provoca que se apague la fe. Más bien puede ocurrir que el efecto sea el de hacer crecer la unidad en la Iglesia. Así el futuro puede aparecer también luminoso. Y nosotros podemos esperar con confianza la gracia de Dios. Tal vez la solución de ciertos problemas no ocurrirá mañana. Pero tampoco habrá que esperar un tiempo demasiado lejano.

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Algunos dicen que en el tratamiento de los problemas hay que elegir entre dos caminos alternativos: o el camino del diálogo, o el camino de la defensa de los principios. Pero, en su opinión, ¿las dos cosas son realmente incompatibles?


Yo, por mi parte, estoy tratando de ser moderado. Es preferible ser pacientes y abiertos al diálogo con todos, también con los comunistas. Estoy convencido de que, sin diálogo, ningún problema puede ser realmente resuelto. Pero mientras nosotros dialogamos con todos, debemos al mismo tiempo mantener firmes nuestros principios, sin sacrificarlos. Esto quiere decir que, por ejemplo, un nuevo obispo puede aceptar la ordenación episcopal sólo si cuenta con el consenso del Papa. A esto no podemos renunciar. Forma parte de nuestro Credo, en el cual confesamos la Iglesia como una, santa, católica y apostólica. Y luego también la defensa de la vida, los derechos inviolables de la persona, la indisolubilidad del matrimonio… No podemos renunciar a las verdades de fe y de moral tal como son expuestas en el Catecismo de la Iglesia Católica.

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A veces se tiene la impresión de que algunos ambientes católicos de Hong Kong tienen la tarea de “medir” el grado de catolicidad de la Iglesia en China. ¿Es esta la misión de la Iglesia en Hong Kong?


La fe no viene de nosotros. Viene siempre de Jesús. Y nosotros no somos los controladores y los jueces de la fe de nuestros hermanos. Nosotros somos simplemente una diócesis hermana respecto a las diócesis que están en el continente. De este modo, si ellos quieren, nosotros estamos felices de compartir con ellos nuestro camino y nuestro trabajo pastoral. Y si ellos están en situaciones más difíciles, mientras nosotros gozamos de una mayor libertad, nuestro intento es solamente el tratar de favorecerlos. Rezando para que todos puedan mantener la fe, incluso con las presiones a las que son sometidos.

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En ciertos comentarios, una amplia área eclesial en China es siempre descrita como si estuviese en los márgenes de la fidelidad a la Iglesia. Al mismo tiempo, se reconoce la gran devoción de los católicos chinos. ¿Cómo van juntas las dos cosas?


No me parece nunca apropiado hablar de China, que es tan grande, de manera tan omnicomprensiva como genérica. No me convencen las afirmaciones según las cuales “en China la fe es fuerte”, y tampoco aquellas que enfatizan lo contrario. Todo depende de las personas. Hay muchos buenos testigos de la fe, que ofrecen su vida y también sus sufrimientos a Jesús. Y luego hay también algunas personas que, empujadas por la presión del ambiente, sacrifican los principios. Son sólo algunos. Por ejemplo, aquellos sacerdotes que han aceptado recibir la ordenación episcopal sin tener la aprobación del Papa. Esto no puede estar bien, y nosotros debemos decirlo.

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Precisamente sobre los jóvenes obispos se concentra la atención de muchos. Según algunos, serían frágiles, y entre sus filas habría también algunos oportunistas. ¿Qué hacer con ellos? ¿Aislarlos? ¿Condenarlos? ¿Justificarlos siempre y a pesar de todo?


No, no, ningún aislamiento. En primer lugar, rezamos por ellos. También por aquellos que han cometido errores evidentes. Y si alguno allí puede acercarse, y puede ser su amigo, que los exhorte a reconocer lo que ha habido de incorrecto en sus opciones. Y también a mandar una carta a las autoridades para explicar cómo han ocurrido las cosas y eventualmente pedir perdón. Esta es sencillamente una forma de corrección fraterna.

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Las divisiones entre los dos grupos de católicos, los llamados “oficiales” y los llamados “clandestinos”, ¿tienen como único factor desencadenante las presiones y las sumisiones impuestas por el gobierno?


Lamentablemente no. Hay muchas otras razones.

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También en China crece el fenómeno de los sitios de internet que atacan con argumentos doctrinales y morales a los católicos – comenzando por los obispos – acusados de haber traicionado la fe y la Iglesia por oportunismo o cobardía, cediendo a las ilícitas pretensiones del régimen. ¿Usted qué piensa de esto?


Pienso que la corrección fraterna de la que hablaba antes se hace con el diálogo, no con los ataques a través de internet.

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Las dificultades vividas por la Iglesia en China implican el vínculo de comunión con el Obispo de Roma. Con el pasar del tiempo, ¿usted ve el peligro de que tal vínculo sea percibido con menor intensidad entre el clero y entre los fieles?


En China sigo notando una gran devoción por el Papa. Aman al Santo Padre, esto es seguro. Están bajo presión en este punto. Son obstaculizados en su deseo de tener contactos normales con el Sucesor de Pedro. Y también por este motivo su deseo se hace más fuerte. Diría que es casi natural.

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Quisiera hacerle una pregunta sobre algo ocurrido bastante tiempo atrás. ¿Es cierto, Eminencia, que usted estaba presente en la ordenación episcopal del obispo Aloysius Jin Luxian, ocurrida veintisiete años atrás?


Sí, estuve presente en aquella Misa. Era 1985. Yo entonces era un sacerdote de la diócesis de Hong Kong y desde 1980 dirigía el Holy Spirit Study Centre [el autorizado centro de investigación sobre la vida de la Iglesia en China]. Jin me pidió que estuviese presente. Quería tener mi apoyo en ese momento. Me había dicho que estuvo en prisión, que quería conservar su fe y su comunión con la Iglesia universal y que mandaría cartas a Roma para reiterar su sumisión a la Sede Apostólica y al primado del Papa. Decía haber ponderado todo en conciencia, y que en ese momento histórico le parecía que no había otro camino más que aceptar la ordenación episcopal. Dadas las circunstancias, le parecía una opción obligada para que siguiera adelante la diócesis de Shanghai y salvar el seminario. Siete años atrás la Santa Sede acogió sus pedidos y lo reconoció como obispo legítimo de Shanghai. Pero estas son cosas pasadas. Ahora hay que mirar hacia el futuro…

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Precisamente mirando al presente y al futuro, ¿qué ha aprendido de las experiencias de aquellos tiempos?


He aprendido que time can prove, el tiempo puede dar cuenta de las cosas. Ciertas veces sólo a largo plazo se puede reconocer si algo era correcto o equivocado, si una opción estaba dictada por buenas razones o no. En la inmediatez transitoria del momento no se puede juzgar claramente cómo están las cosas. Pero a largo plazo se ve si al menos la intención del corazón era buena. A veces en China las situaciones son complicadas. Las personas se encuentran sometidas a presión, no hay con quien hablar. Pero si se hacen las opciones teniendo en el corazón el amor a Jesús y a la Iglesia, finalmente la recta intención, a largo plazo, puede ser verificada por todos.

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¿Y esto qué implica en relación a las situaciones controvertidas en las que está involucrada la catolicidad china?


No hay que fijarse en cada punto individual, no se puede estar revisando cada decisión y pretender que cada gesto y cada opción realizada por los miembros de la Iglesia en China sean siempre perfectos, en cada instante y en cada situación. Somos seres humanos, ¡somos seres humanos! Todos nosotros nos equivocamos y caemos muchas veces a lo largo del camino. Pero luego se puede pedir perdón. Si, en cambio, cada error es aislado y se convierte en motivo de condena sin apelación, ¿quién puede salvarse? Es a largo plazo que se ve si un sacerdote o un obispo tienen en el corazón un buen propósito. Se ve si aquello que hacen lo hacen, aún con todos sus errores humanos, por amor a Dios, a la Iglesia y al pueblo. Esto es importante: descubrir que las personas perseveran en la fidelidad porque están movidas por el amor de Jesús, incluso en las situaciones difíciles. Al final todos lo verán. Y ciertamente lo ve Dios, que escruta el corazón de cada hombre.

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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 16 de marzo de 2012

El Papa pone orden en la Curia Romana

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El Arzobispo Becciu, Sustituto de la Secretaría de Estado, ha hablado de la situación actual de la Curia Romana luego de las deplorables filtraciones de documentos reservados que se han producido en las últimas semanas y las decisiones del Papa Benedicto XVI al respecto.

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La imagen de la Curia Romana demasiadas veces transmitida en la opinión pública no corresponde a la realidad que, sin duda, es mucho mejor, aunque ofuscada por la grave deslealtad de algunos. Y precisamente la deslealtad está en la base de las filtraciones de documentos que han tenido resonancia mediática sobre todo en Italia.


Sobre este deplorable y triste fenómeno está en curso una investigación a varios niveles y el deseo es que se recomponga una atmósfera de confianza. El Papa, continuamente informado y entristecido por esto, se encuentra sereno y mira adelante. Estos son los puntos principales del diálogo del sustituto de la Secretaría de Estado, el arzobispo Angelo Becciu, con L’Osservatore Romano.


“Nunca había trabajado aquí y desde que llegué, el pasado 31 de mayo, he descubierto poco a poco personas dedicadas al servicio de la Santa Sede, con devoción al Papa, competentes, sanamente orgullosas de su trabajo”. Diplomático en siete países de cuatro continentes (Asia es el que falta) y nuncio apostólico en Angola y en Cuba, monseñor Becciu subraya – en contraste con la imagen, difundida en estos días, de una Curia como lugar de carrerismos y complots – que es una “realidad alejada de similares estereotipos”.


La memoria se dirige al discurso que el 21 de septiembre de 1963 pronunció Pablo VI: la Curia papal tiene la función “de ser custodia o eco de las divinas verdades y hacerse lenguaje y diálogo con los espíritus humanos”, luego “de escuchar y de interpretar la voz del Papa y al mismo tiempo de no dejar que le falte toda útil y objetiva información”. Precisamente de Roma “en estos últimos cien años ha venido aquel gobierno regular, infatigable, coherente, estimulador, que ha llevado a la Iglesia entera a ser capaz no sólo de expansión exterior, que todos deben reconocer, sino de sensibilidad y de vitalidad interior”. La Curia, dijo el Pontífice que allí había estado treinta años, “no es un cuerpo anónimo, insensible a los grandes problemas espirituales”, y tampoco “una burocracia, como injustamente algunos la juzgan, pretenciosa y apática, sólo canonista y ritualista, una fábrica de escondidas ambiciones y de sordos antagonismos, como otros la acusan”, sino “una verdadera comunidad de fe y de caridad, de oración y de acción”. De este modo – concluía Pablo VI recurriendo a una imagen evangélica muy querida por él –, “como lámpara sobre el candelero, esta antigua y siempre nueva Curia Romana” iluminará a cuantos están en la Iglesia.


Similares acentos se encuentran en la visita que Benedicto XVI hizo a su Secretaría de Estado el 21 de mayo de 2005, porco más de un mes después de la elección en el cónclave, y en palabras entonces improvisadas: “A la competencia y a la profesionalidad del trabajo que se realiza aquí, se suma también un aspecto particular, una profesionalidad particular: el amor a Cristo, a la Iglesia y a las almas, forma parte de nuestra profesionalidad. Nosotros no trabajamos, como dicen muchos del trabajo, para defender un poder. No tenemos un poder mundano, secular. No trabajamos por el prestigio, no trabajamos para hacer crecer una empresa o algo semejante. Nosotros trabajamos, en realidad, para que los caminos del mundo se abran a Cristo. En definitiva, todo nuestro trabajo, con todas sus ramificaciones, sirve precisamente para que su Evangelio, y así la alegría de la redención, pueda llegar al mundo”.


También hoy el sustituto siente confirmar este juicio positivo: el trabajo que se lleva a cabo hoy en la Secretaría de Estado es “desinteresado y de buen nivel, tanto entre los eclesiásticos como entre los laicos”. “En los últimos tiempos alguien me ha dicho que le avergonzaba decir que trabaja en el Vaticano – continúa monseñor Becciu – y yo le respondí: debes levantar la cabeza y estar, en cambio, orgulloso de ello”. Los pocos que se han comportado deslealmente “no deben oscurecer esta realidad positiva”. Para con ellos, el arzobispo usa palabras duras: más vale que miren su conciencia, porque es “deslealtad” y “cobardía” aprovecharse de una “situación de privilegio” para publicar documentos hacia los cuales “tenían la obligación de respetar la confidencialidad”.


Por eso, la Secretaría de Estado ha dispuesto una cuidadosa investigación que concierne a todos los organismos de la Santa Sede: a nivel penal conducida por el Promotor de Justicia del Tribunal vaticano y a nivel administrativo llevada a cabo por la misma Secretaría de Estado, mientras una comisión superior ha sido encargada por el Papa de traer luz sobre toda la situación. “La esperanza es que se recomponga la base de nuestro trabajo: la confianza recíproca”, que obviamente presupone “seriedad, lealtad, corrección”. Benedicto XVI, a pesar del dolor que todo esto le provoca, “nos anima, no obstante – concluye monseñor Becciu –, a mirar hacia delante, y su testimonio cotidiano de serenidad y determinación es un estímulo para todos nosotros”.


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Fuente: L’Osservatore Romano

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 14 de marzo de 2012

Obama – Dolan: la batalla continúa

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 Obama-Dolan

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Presentamos nuestra traducción de amplios pasajes de un artículo de George Weigel, en el cual se explica de manera exhaustiva la naturaleza propia de la controversia que desde hace semanas se está viviendo en los Estados Unidos, oponiendo las Iglesias y las instituciones religiosas – la Iglesia Católica in primis – a la Casa Blanca.

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No en vano la Casa Blanca se ha esforzado por redefinir el debate que se libra en los medios y en el Congreso federal a propósito de la “obligación a la anticoncepción” impuesta por el United States Department of Health and Human Services, es decir, el Ministerio de Salud, haciéndolo pasar por una jihad de derecha desencadenada contra la “salud de la mujeres”. Pero, a pesar de esto, la verdadera batalla contra aquella imposición y en defensa de la libertad religiosa continúa.


Una carta dirigida el 2 de marzo a sus hermanos obispos por el cardenal Timothy M.Dolan, presidente de la Conferencia episcopal católica de los Estados Unidos, ha enmarcado útil y sintéticamente el estado actual de la cuestión, que no conduce sino al boicot continuo y constante por parte de la Administración guiada por Barack Obama. Los pasajes clave de la carta de Mons. Dolan son estos:


“Cuando, el 20 de enero, el presidente anunció que las imposiciones sofocantes del United States Department of Health and Human Services permanecerían en vigor, no sólo nosotros, obispos y fieles católicos, sino todas las personas de fe, e incluso aquellos que no tienen fe, se han unido en la protesta. La preocupación que hemos expresado – sobre el hecho de que tal control por parte del gobierno es contrario a nuestros más enraizados valores políticos – ha sido luego, por lo tanto, articulada de forma elocuente por los estudiosos de derecho constitucional y por líderes de diversas religiones”.


“En primer lugar, no se ha hecho referencia mínimamente a nuestras profundas preocupaciones concernientes a la violación de la libertad religiosa o a la posibilidad de modificar el intento del United States Department of Health and Human Services de definir el quién y el cómo de nuestro ministerio pastoral. En segundo lugar, dado que una gran parte de nuestras iniciativas sociales se “auto-aseguran”, estamos todavía preguntándonos cómo esta autonomía podrá continuar protegiéndonos ahora. Nosotros, de hecho, deberemos pagar todavía los costos de la reforma y, además, deberemos incluso insertar en nuestras pólizas asegurativas, prácticas que nuestra Iglesia nos ha enseñado repetidamente como errores graves con los cuales no debemos tener nada qué compartir. ¿Y qué decir, luego, de los creyentes individuales que son obligados a pagar por lo que viola su libertad religiosa y su conciencia? Nosotros, de hecho, no podemos abandonar a las personas de fe que trabajan seriamente y a los cuales les corresponde por derecho la libertad religiosa. Y, en tercer lugar, no ha sido todavía decidido nada respecto a las esposas que se han puesto en las muñecas de renombradas estructuras caritativas católicas, de nivel tanto nacional como internacional, y a su exclusión de las convenciones con el sector público, sólo porque no entregan a las víctimas del tráfico de ser humanos, los migrantes, los prófugos y los hambrientos del mundo al aborto, a la esterilización y la anticoncepción”.


El Cardenal Dolan ha encendido luego una luz importante sobre el acercamiento seguido por la Administración Obama en este debate, administración que busca presentarse como la parte razonable del debate, que sin embargo no concede nada y que luego usa agentes publicitarios como el senador Chuck Schumer y el jefe de la minoría democrática en la Cámara federal, Nancy Pelosi, para enturbiar las aguas, distrayendo la atención de todos de la inconstitucionalidad y de la ilegalidad manifiestas de lo que el ministerio de Salud quiere imponer:


“[Después del 10 de febrero], el Presidente nos ha invitado a “limar las asperezas”. Hemos aceptado la invitación […]. [Sin embargo], el responsable de la Casa Blanca para las relaciones con la prensa […] informó al país diciendo que las obligaciones impuestas por el ministerio de la Salud son ya un hecho consumado (y, algo vergonzoso, agregó también que nosotros, obispos, de todos modos hemos estado siempre en contra del sistema sanitario federal, una acusación que es en sí misma vulgar e insolente, además de ser totalmente falsa […]). La Casa Blanca ha [también] notificado al Congreso federal de que aquellas temidas obligaciones sean ahora publicadas en Registro Federal sin cambios. Y la prensa ha retomado ampliamente las palabras usadas por el ministro de Salud: «En realidad, las compañías aseguradoras religiosas no proyectan las pólizas que luego venden en base a lo que dice su fe religiosa». De hecho, esto no promete nada bueno sobre el intento de la Administración de encontrar un «ajuste» seriamente aceptable”.


“Por otro lado, durante un reciente encuentro entre los delegados de la Conferencia episcopal católica de los Estados Unidos y delegados de la Casa Blanca, los nuestros han preguntando de modo directo si las preocupaciones en términos de libertad religiosa – la posibilidad de revisar aquella imposición de camisa de fuerza, o bien ampliar la maliciosa exención por ella contemplada – deben considerarse ya superadas. Ellos respondieron de modo afirmativo. Fin del «limar las asperezas». Y en cambio se ha aconsejado de inmediato a la Conferencia episcopal católica que escuchara las “iluminadas” voces de quien auspicia el compromiso, como el reciente, para nada sorprendente y a pesar de todo terriblemente desgraciado, editorial aparecido en el semanario America [publicado por la provincia estadounidense de la Compañía de Jesús y actualmente dirigido por el padre jesuita Drew Christiansen]. Parece que la Casa Blanca piensa que nosotros, los obispos, simplemente no conocemos o bien no comprendemos el magisterio católico, y así, partiendo de una definición de libertad religiosa propia, ha nombrado un elenco propio de maestros católicos”.


“Nosotros seguiremos aceptando las invitaciones a resolver y a expresar nuestras preocupaciones que nos sean dirigidas por cualquiera, independientemente del sector al que pertenezca (de hecho, no es algo sectorial), que quiera corregir las violaciones de la libertad religiosa que estamos sufriendo ahora. Pero, mientras lo hacemos, no podemos confiar en quien promete ajustes privados de plazos y, además, sin la garantía de propuestas que disipen concretamente nuestras inquietudes en un modo que no entre en conflicto con nuestros principios y nuestro magisterio”.


La carta del Cardenal describe luego las dificultades que han sido encontradas en el intento de buscar un remedio legislativo a los problemas causados por la obligación impuesta por el ministerio de Salud, notando que, durante el reciente debate en el Senado federal en relación a la enmienda Blunt, “nuestros opositores han tratado de oscurecer aquello que, en realidad, es precisamente sólo un argumento de libertad religiosa, sosteniendo que los fármacos que inducen el aborto y ciertos preparados análogos son una «cuestión de salud femenina». Pero nosotros no permitiremos que este engaño perdure”. (Como expresión concreta de este empeño, la Conferencia episcopal católica estadounidense está preparando, y pronto distribuirá, materiales para utilizar en las parroquias para explicar adecuadamente que el argumento es eminentemente el de la libertad religiosa).


Pero mientras los referidos intentos de un remedio legislativo al problema continúa, el cardenal Dolan observa que precisamente la vía jurídica garantizada por la defensa de la libertad de religión es el instrumento de contraste que, más que todos, puede tener ahora éxito, y esto por el hecho de que existen tanto la Primera Enmienda a la Constitución Federal de los Estados Unidos de América como el Religious Freedom Restoration Act, es decir, la “Ley sobre la restauración de la libertad religiosa” [una ley federal que impide la conculcación del derecho de todo ciudadano estadounidense al libre ejercicio de la propia religión]. De este modo, el cardenal subraya el hecho de que “nuestra Conferencia episcopal, muchas realidades religiosas y otras personas de buena voluntad” están trabajando, legalmente asistidas pro bono – gratuitamente -, para desafiar las obligaciones impuestas por el ministerio de Salud en los tribunales federales; algunas denuncias ya han sido presentadas y otras lo serán en los próximos días. Dada la reciente sentencia pronunciada por la Corte Suprema federal en el caso Hosanna-Tabor Evangelical Lutheran Church and School v. E.E.O.C. [Sentencia que reconoce por primera vez una “excepción ligada al ministerio” en las leyes federales que impiden la discriminación en las asunciones, afirmando que las Iglesias y otras instituciones religiosas estadounidenses deben ser libres de elegir las propias cabezas sin sufrir interferencia alguna por parte del gobierno], realmente no es fácil ver cómo la Administración Obama puede lograr vencer en este nuevo intento de socavar las instituciones de la sociedad civil y de violar las conciencias de las personas. El hecho de que, sin embargo, intente hacerlo, es algo que debe ser continuamente recordado a los electores, a medida que el año en curso procede.


Por otro lado, el rigor con que los obispos católicos han desafiado a la Administración, y la obligación impuesta por su ministerio de Salud, no ha sido seguido con la atención que merece, excepto en el sentido distorsionado que ha dominado el modo en que demasiados medios masivos han ofrecido la crónica de esta controversia: a saber, que toda la cuestión giraría en torno a los obispos antidiluvianos que quieren imponer a todo el país una moral que su misma gente rechaza. Pero, bajo la guía del cardenal Dolan, del obispo William E. Lori de Bridgeport, en Connecticut – presidente del Comité ad hoc para la libertad religiosa, recientemente erigido por la Conferencia episcopal católica estadounidense – y de otros, los obispos han permanecido coherentes con el propio mensaje, insistiendo en decir que la obligación impuesta por el ministerio de Salud es una violación de la libertad religiosa de grave relevancia para todos. Como ha escrito una blogger feminista católica, “la entera cuestión concierne al control de los nacimientos tanto como la Revolución Americana concernía al té”.


Los obispos, por último, tienen también en la mira a aquellos que, dentro de la familia católica, presionan para la aceptación del falso “arreglo” propuesto por la Administración Obama. La carta del Cardenal Dolan, de hecho, ha disparado un golpe sin precedentes contra la revista de los jesuitas “America”; y el obispo Lori ha ido aún más lejos en una carta enviada a la misma revista, observando que la irritación mostrada por la misma cuando dice que los obispos se están perdiendo en “detalles” prácticos ignora todas y cada una de las violaciones de la libertad religiosa tanto de las instituciones como de los individuos que la obligación impuesta por el ministerio de Salud implica. A esto se podría agregar, por otro lado, que se necesita un especial tipo de ceguera moral (o de exaltación partidista) para sugerir, como ha hecho “America”, que obligar en conciencia a las instituciones y los empleados de la Iglesia a ofrecer seguros sanitarios que incluyen preparados abortivos, como la píldora Ella, es un “detalle”. Y luego, como aclara la carta del Cardenal Dolan, la Administración en funciones practica un modo bastante diverso de “limar las asperezas” en “detalles” de este género: o se hace como quiere Obama, o bien no se hace nada.


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Fuente: La Bussola Quotidiana


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 12 de marzo de 2012

Card. Simonis: “En Holanda hubo una interpretación errónea del Concilio”

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 6-11-1999-Groningen, Kathedrale Kerk van de H.H. Jozef en Martinus.

Eucharistieviering waaronder de wijding van Mgr. dr.W.J. Eijk tot Bisschop van het Bisdom Groningen.

Foto: Sake Elzinga

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Presentamos nuestra traducción de una entrevista, publicada en la edición italiana de Zenit, al Cardenal Adrianus Johannes Simonis, arzobispo emérito de Utrecht, sobre la equivocada interpretación del Concilio Vaticano II en Holanda y sus nefastas consecuencias para el catolicismo de esa nación.

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Eminencia, ¿usted participó en el Concilio Vaticano II?


No, lamentablemente no. No he participado en el Concilio; sin embargo, en aquel período estaba presente en Roma, donde estudié dese 1959 a 1966.

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De todos modos, ¿nos puede decir cuáles han sido, en su opinión, las enseñanzas y argumentaciones mejores que han surgido de ese Concilio?


De este Concilio una nota importa es seguramente la adaptación a la mentalidad de este tiempo pero la más importante es la reflexión, que de él ha surgido, sobre el rol mismo de la Iglesia. La Lumen gentium, para mí, ha sido el documento más importante.

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La Iglesia holandesa no vivió serenamente el post-Concilio: hubo polémicas sobre el catecismo y otras controversias. A cincuenta años de ese evento, ¿cuál es la situación actual?


La situación de la Iglesia holandesa después del Concilio es muy difícil de describir. En aquella época hemos tenido una polarización en dos facciones. Vivíamos prácticamente con dos iglesias en una. Con una facción que era muy radical y quería cambiar todo, pero en la cual la fe estaba muy disminuida. Ahora esta polarización más o menos ha terminado pero, como consecuencia, muchísimos han perdido la fe y han dejado la Iglesia. En general se puede decir que en Holanda rige el “indiferentismo”. El Santo Padre, algunas semanas atrás, ha dicho algo muy cierto: cada hombre tiene un sentido religioso, una tendencia a buscar a Dios, lo trascendente; pero en mucha gente este sentido religioso se ha perdido, ha entrado en coma, y esto vale particularmente para nuestra nación.

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¿Qué ha sido lo equivocado en la interpretación del Concilio?


Sí, es cierto: ha habido una errónea interpretación del Concilio. No han leído los documentos sino que se han limitado a argumentar, basándose en el así llamado “espíritu del Concilio”, es decir: todo está permitido, todo puede cambiar.

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¿Tal vez también una equivocada interpretación del rol de los laicos en la Iglesia?


Sin duda, con el resultado de que los laicos en Holanda se han convertido más o menos en sacerdotes, y los sacerdotes se han secularizado.

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El Pontífice Benedicto XVI ha convocado el Año de la Fe y una movilización para la Nueva Evangelización. ¿Qué debería hacer la Iglesia en los Países Bajos?


Lo que siempre he dicho es: catequesis, catequesis, catequesis. Falta una catequesis bien fundada, pero ahora el problema es que los jóvenes se han alejando de tal modo de la fe y de la Iglesia que dicen que no tienen necesidad de ella, porque materialmente tienen todo. Espero, si bien es una idea un poco extraña, que esta crisis económica pueda llevarlos a reflexionar. En los Países Bajos ahora se reacciona sólo a nivel emotivo, ya no se piensa. En mi opinión, el Pontífice Benedicto XVI quiere hacernos reflexionar. Recientemente he leído un libro del Santo Padre sobre la verdad, la tolerancia y los problemas modernos ligados a la relación con las otras religiones: su invitación es a pensar y reflexionar, usar la razón, pero en Holanda se usa sólo la emoción. Esto es muy peligroso.

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Estamos en tiempo de Cuaresma. Desde Roma piden mucha atención a la confesión y a la práctica de la Eucaristía. ¿Cómo es la situación en los Países Bajos y en qué dirección se está yendo?


Ya desde hace cuarenta años la confesión está completamente perdida, ¿y sabe por qué? ¡Porque los holandeses no pecan! En el sentido de que ya no saben qué es el pecado. El concepto de pecado está ligado a la conciencia de Dios: si ya no se cree en un Dios personal, no se piensa más en el pecado. Nuestro país está lleno de personas que creen en una entidad abstracta, que existe algo, pero no un Dios personal: por esto piensan que no pecan.

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Por lo tanto, ¿la confesión se convierte en algo ya no más necesario?


La verdad es que en los Países Bajos tenemos necesidad de una conversión total.

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Una reflexión personal sobre su vida de sacerdote, arzobispo y cardenal. ¿Qué puede decir a las jóvenes generaciones y a los muchachos que están estudiando en los seminarios?


Les digo que aprendan a pensar, a reflexionar. Y luego rezar, rezar, rezar. La oración es importantísima, es y debe ser el fundamento de la vida humana, pero en Holanda no se reza porque no se cree en un Dios personal sino sólo en un ente vago.

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Con Wim Eijk, Holanda tiene un nuevo purpurado. ¿Cuál es su augurio para él en estos tiempos difíciles, no sólo de crisis económica?


Le he escrito inmediatamente cuando tuvo el nombramiento cardenalicio. Le he deseado poder conservar el espíritu de servicio. Ésta es la responsabilidad más grande de un cardenal: permanecer en espíritu de servicio a la Iglesia y al Señor. Esto por el honor de Dios, por la salvación de los hombres y a imitación del Corazón de Jesús: un corazón lleno de verdad, de amor y de misericordia.

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¿Ésta es también su experiencia personal como cardenal?


Sí, he tratado de vivir en este espíritu mi cardenalato por 27 años. Ahora soy un cardenal anciano, he cumplido 80 años y ya no puedo elegir Papa, ¡pero todavía puedo ser elegido! (estalla en risas). ¡Pero no os preocupéis, no sucederá!

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Fuente: Zenit (edición italiana)


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 8 de marzo de 2012

P. Cantalamessa: “Ante la crisis de la fe, mirar a los Padres”

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Ha sido el Papa Benedicto XIV – que guió a la Iglesia de 1740 a 1758 – quien reservó el oficio de Predicador de la Casa Pontificia a la Orden de los frailes menores capuchinos, oficio que desde 1980 recae en el Padre Raniero Cantalamessa, quien este viernes comenzará las prédicas de Cuaresma al Papa y sus colaboradores hablando de algunos Padres de la Iglesia, según explica en esta entrevista a L’Osservatore Romano.


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Eran los comienzos del largo pontificado de Juan Pablo II. Y hoy es Joseph Ratzinger quien está sobre la Cátedra de Pedro. Treinta y dos años son muchos: ¿cómo hace, en cada ocasión, para encontrar ideas siempre nuevas y originales de predicación?


No es tampoco tan difícil, porque la Palabra de Dios es inagotable. Además, san Gregorio Magno afirmaba: Scriptura cum legente crescit, es decir, crece con quien la lee, porque el Evangelio está vivo cada vez que lo abrimos y buscamos ponerlo en práctica. Otro elemento a considerar son los desafíos y las gracias de un determinado momento: en el Año Paulino me concentré en el Apóstol de los gentiles, en el Año Sacerdotal me inspiré en los sacerdotes, el año pasado – caracterizado por la institución por parte de Benedicto XVI de un Pontificio Consejo, hablé de la nueva evangelización. Ahora está el Año de la Fe, con su invitación a releer la Escritura a la luz de las preguntas del hombre contemporáneo. Y luego, por sobre todo esto, obra el Espíritu Santo, que a mí me gusta comparar – si bien puede parecer irreverente – con la figura del apuntador en el teatro: está pero no se ve y sin él no se podría hacer la representación.

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Atanasio, Basilio, Gregorio Nacianceno y Gregorio Niceno: para esta Cuaresma 2012 ha elegido cuatro Padres de la Iglesia de los orígenes. ¿Qué tienen para decir a los cristianos de hoy?


En primer lugar, quisiera subrayar que ésta es la primera vez en que me apoyo explícitamente en estos Padres. Tal vez otras veces me han acompañado en las predicaciones, pero esta vez he querido ponerlos en primer plano. La idea me ha venido de un pasaje de la Carta a los hebreos, en que el autor dice: “Acordaos de vuestros guías e imitad su fe” (13, 7). Esto me ha sugerido que, en la construcción de la Iglesia, los Padres de la antigüedad constituyen el segundo estrado, aquellos que han venido inmediatamente después de los apóstoles. Durante las cuatro prédicas trataré de iluminar otros muchos aspectos de su ser maestros de fe, de su capacidad de hacernos redescubrir una fe que debe ser vivida y no sólo creída. En sus obras, de hecho, se encuentra una savia vital, gracias a la cual son capaces de transportarnos a este misterio fascinante que es nuestro ser cristianos, discípulos de Jesucristo. También el Papa Wojtyla ha recordado que los Padres son una estructura estable de la Iglesia y para la Iglesia de todos los siglos desempeñan una función perenne. Se trata solamente de abrir los depósitos de la riqueza de esta tradición.

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Cada uno de los cuatro Padres es definido por usted un “gigante” respecto a un determinado dogma. ¿Cuál de ellos podría ser más actual en estos tiempos que el Papa ha definido de “analfabetismo religioso”?


Me resulta difícil decir quien es más moderno. Para ellos utilizaría la categoría de lo esencial, que se refiere a aquello que nunca pasa de moda. Cada uno ha desarrollado uno de los dogmas fundamentales para nuestra fe: Atanasio, la divinidad de Cristo; Basilio, el Espíritu Santo; Gregorio Nacianceno, la Trinidad; y Gregorio Niceno, el conocimiento de Dios.

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¿Y cuál de los cuatro le parece más cercano a la sensibilidad teológica de Joseph Ratzinger?


Si tuviese que dar una respuesta, diría que Gregorio de Nisa corresponde en modo mayor a las actuales preocupaciones de Benedicto XVI, porque su búsqueda tiene que ver con los caminos del hombre para llegar a Dios. Cuando el camino tradicional no parece ser más eficaz, está entonces el sentido del misterio, lo que en la fenomenología religiosa es definido lo “numinoso”, aquel dato primario, irreducible a cualquier otro sentimiento que cubre al hombre cuando se encuentra frente a la revelación de lo sobrenatural. Lo “numinoso” se manifiesta en diversos grados: de uno más primitivo al más puro, que es la manifestación de la santidad de Dios.

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¿No teme, de algún modo, el enfrentarse con la gran preparación de Benedicto XVI?


¡No hay que comparar un enano con un gigante!

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Sin embargo, usted es ha sido un enfant prodige de la patrología, como jovencísimo asistente de Giuseppe Lazzati en la Universidad Católica. Por no hablar de su licenciatura en teología en Friburgo…


Lo interrumpo y prefiero repetir una broma que se remonta al pontificado de Juan Pablo II, cuando el cardenal Joseph Ratzinger era asiduo, más aún fidelísimo, en primera fila durante las prédicas de Cuaresma y de Adviento: “Tratad de meteros en mis zapatos – confiaba a mis interlocutores –, ¡e imaginad qué se siente hablar frente al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe!”. De todos modos, siempre me tranquiliza el hecho de que yo no debo inventar un sistema, sólo debo predicar el Evangelio.

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Volvamos a nuestros cuatro Padres. Provienen todos de la Iglesia oriental. ¿Cuáles son las especificidades de esta espiritualidad que deberían ser redescubiertas también en el mundo occidental?


Más allá de las connotaciones geográficas, hay que ver si el Occidente es capaz de prestar atención. Y además de esto, es necesario también diferenciar entre las polémicas contingentes – de la época en que Atanasio, Basilio, el Nacianceno y el Niceno vivieron – y aquello que es perenne. Ellos han adaptado el mensaje evangélico a la mentalidad de sus contemporáneos, alimentando al pueblo de Dios con las verdades de la fe. Por otro lado, subrayaban la necesidad de “rumiar” la Palabra: la ruminatio de la Escritura, es decir, volver sobre el texto, hacer referencia a las palabras, reencontrar el tema central e imprimirlo profundamente en el corazón. Esto han hecho los Padres de Oriente, así como lo han hecho los Padres latinos, sobre los cuales tengo intención de detenerme, si Dios quiere, en el próximo Adviento.

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Pablo VI llegó a decir que los padres “fueron para el desarrollo de la Iglesia lo que los apóstoles para su nacimiento”. ¿Quiénes serán, entonces, los artífices de esta fase histórica que exige una nueva evangelización?


El mismo Papa Montini ha dado una respuesta en la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi de 1975, afirmando que el hombre contemporáneo escucha más gustosamente a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros lo hace porque son testigos. En la práctica, es necesario conjugar nuevamente catequesis, teología, Escritura, liturgia y vida en una unidad, a la cual acudir para volver a dar empuje y frescura a nuestro creer.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 7 de marzo de 2012

“Releer el Concilio” en la Universidad del Papa

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En el año del 50º aniversario del Vaticano II, se ha abierto en la Universidad Lateranense el ciclo de conferencias “Releer el Concilio”, en colaboración con el Centre Saint-Louis de France y la embajada de Francia ante la Santa Sede. En cada uno de los seis encuentros previstos, un historiador y un teólogo examinarán importantes documentos conciliares: las cuatro Constituciones, el Decreto sobre el ecumenismo, la Declaración sobre la libertad religiosa. El rector de la Lateranense, Mons. Enrico Dal Covolo, que ha presidido la primera conferencia, dedicada a la Constitución Sacrosanctum Concilium, ha explicado las finalidades de la iniciativa a Radio Vaticana:


Frente a una situación en la cual muchos interpretan el Concilio de modos diferentes, me parece importante asumir más elementos para poder dar una valoración más segura, más confiable. Y esto debe ser hecho precisamente a nivel científico, como corresponde a una Universidad Pontificia.


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¿Releer el Concilio significa también enmarcarlo dentro de la gran tradición de la Iglesia, mostrando aquellos elementos de continuidad con ella?


Esta es precisamente la línea del Magisterio del Papa Benedicto XVI que nosotros queremos validar a través de esta investigación – que se inaugura ahora, pero lo haremos a lo largo de estos años – llevada a cabo revisando archivos que hasta ahora no han sido suficientemente consultados.

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El Beato Juan Pablo II escribió: “Para muchos, el mensaje del Concilio Vaticano II ha sido percibido sobre todo mediante la reforma litúrgica”, que es objeto de la Constitución conciliar Sacrosanctum Concilium…


Considero que la Sacrosanctum Concilium debe ser estudiada nuevamente hoy y atentamente: la liturgia es central en la tradición de la Iglesia. Hay una interacción recíproca entre el modo de celebrar y de rezar y los contenidos de nuestra fe.

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El profesor Philippe Chenaux, docente de Historia de la Iglesia moderna y contemporánea en la Lateranense y director del Centro de estudios e investigaciones sobre el Concilio Vaticano II de la misma Universidad, enmarcó la Sacrosanctum Concilium desde el punto de vista histórico y espiritual:


Ha sido el primer documento aprobado por el Concilio, al origen de la gran reforma litúrgica post-conciliar. Sin embargo, es un documento que ha quedado un poco en la sombra, respecto a otros, en los comentarios hechos después del Concilio. También porque ha sido superado por la reforma que el mismo documento suscitó en los años posteriores al Concilio. Por o tanto, me parece correcto comenzar esta relectura de los grandes documentos del Concilio con esta Constitución, Sacrosanctum Concilium.

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La Sacrosanctum Concilium se inscribe en la entera historia de la Iglesia…


Y obviamente ocupa un lugar particular el movimiento litúrgico, que nació al final del siglo XIX, en las grandes abadías benedictinas y que, después de la primera guerra mundial, se trasladó hacia los ambientes de la juventud católica y luego también hacia las parroquias. El mismo Pío XII dedicó una gran encíclica, la Mediator Dei, en 1947, a la liturgia, que es una forma de reconocimiento de este movimiento litúrgico, que luego encontrará su consagración durante el Concilio Vaticano II.

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¿Cuáles pueden ser definidos los frutos más duraderos de la Sacrosanctum Concilium?


Este documento ha previsto una mejor participación de los fieles en la liturgia. La liturgia es la oración oficial de la Iglesia, y por lo tanto no concierne sólo al sacerdote sino a toda la comunidad de los fieles. Por esto, era también importante introducir, en la liturgia, las lenguas vulgares.


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Fuente: Radio Vaticana


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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