Por Francesco
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El jueves pasado se dio a conocer una importante noticia que no quisiéramos dejar pasar. El Santo Padre, al recibir en audiencia privada al Cardenal Saraiva Martins, lo autorizó a promulgar varios decretos referentes a milagros, martirios y virtudes heroicas de algunos beatos y siervos de Dios. Entre ellos, se encontraba el reconocimiento de un milagro atribuido a la intercesión del Venerable Siervo de Dios Luis Martin (1823-1894), laico y padre de familia, y de la Venerable Sierva de Dios María Celia Guérin de Martin (1831-1877).
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Este matrimonio cristiano, del cual el próximo 13 de julio se celebra el 150º aniversario del día en que recibieron el Sacramento que los unió ante Dios, fue bendecido con nueve hijos, cuatro de los cuales murieron siendo muy pequeños. El resto, todas religiosas, eran: María (luego Sor María del Sagrado Corazón), Paulina (luego Madre Inés de Jesús), Leonia (luego Sor Francisca Teresa), Celina (luego Sor Genoveva del Santo Rosario) y Teresa (luego Sor Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, beatificada en 1923 por el Papa Pío XI y canonizada en 1925 por el mismo Pontífice, declarada Patrona universal de las misiones en 1927, y doctora de la Iglesia en 1997).
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En “Historia de un alma”, Santa Teresita, hablando sobre la enfermedad de su madre, María Celia Guérin, dice: “Mientras jugábamos con los chicos, no nos abandonaba el pensamiento de nuestra madre querida. Cierta vez Celina recibió un hermoso damasco, se inclinó y me dijo al oído: «No lo vamos a comer, se lo voy a dar a mamá» ¡Ay!, la pobre mamá estaba ya demasiado grave para comer de los frutos de la tierra, ya sólo se saciaría en el cielo con la gloria de Dios y bebería con Jesús el vino misterioso del que habló en su última Cena cuando dijo que lo compartiría con nosotros en el Reino de su Padre”. María Celia murió cuando Teresita tenía sólo cuatro años.
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En el mismo manuscrito, al relatar sus años en el Carmelo, escribe sobre la muerte de su padre: “El 29 de julio, Dios rompió las ataduras de su incomparable servidor llamándolo a la recompensa eterna, y al mismo tiempo rompió las que retenían en el mundo a su querida prometida – se refiere a Celina, la única de sus hermanas que aún no era religiosa. Ella había cumplido su primera misión. Encargada de representarnos a todas junto a nuestro padre tan tiernamente amado, había llenado esta misión como un ángel…”. De hecho, cuando Celina revela a su padre que se sentía llamada a la vida religiosa, había recibido de él como respuesta: « Ven, vayamos juntos ante el Santísimo a darle gracias al Señor por concederme el honor de llevarse a todas mis hijas». Cuando ya su enfermedad estaba muy avanzada y visitó por última vez el Carmelo para ver a sus hijas, al llegar el momento de despedirse, pronunció entre lágrimas: “¡Adiós, hasta el cielo!”.
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El milagro aprobado por el Santo Padre se trata de la curación de un niño italiano, que nació con los pulmones gravemente deformados y era incapaz de respirar (y de hecho, según la ciencia, nunca podría hacerlo). El niño nació el 25 de mayo de 2002 y fue bautizado una semana después, el 2 de junio. En ese momento, se les informó a los padres que su muerte era inminente. Un sacerdote carmelita les recomendó que hicieran una novena al matrimonio Martin para obtener la gracia de poder soportar ese sufrimiento, pero los padres comenzaron la novena pidiendo el don de la curación de su hijo. A las pocas semanas, los médicos informaron que el niño estaba completamente sano, y que la ciencia no tenía explicación para ello.
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Luis Martin y María Celia Guérin se convierten, de este modo, en un ejemplo para toda familia cristiana, llamada a ser “una comunidad de amor y de vida, a imagen de la Santísima Trinidad”, tal como afirmó el Papa Benedicto XVI.
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En los próximos días, el Prefecto de la Congregación para las causas de los santos dará el anuncio oficial del lugar y la fecha en que los padres de Santa Teresita del Niño Jesús serán elevados al honor de los altares. Mientras esperamos este feliz acontecimiento, y rogamos a ellos que intercedan por todas las familias cristianas, recordamos las palabras que un día escribió la Florecilla de Jesús, casi “anticipando” la decisión de la Iglesia: «El Señor me concedió un padre y una madre más dignos del Cielo que de la tierra».
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