viernes, 12 de diciembre de 2008

“Ad Orientem” – El Sol que Nace de lo Alto

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The New Liturgical Movement ha publicado la homilía que el Padre Pedro Stravinskas ha pronunciado para la comunidad de las Clarisas en Portsmouth el pasado 5 de diciembre, viernes de la Primer Semana de Adviento. Presentamos aquí nuestra traducción.

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El tiempo de Adviento tiene un doble énfasis que mucha, mucha gente no parece recordar o ni siquiera haber conocido. Y éste énfasis está puesto en las dos Venidas de Cristo: primero, en Su Venida en el tiempo como Juez del mundo; segundo – y a la que la mayoría de las personas asocian exclusivamente con el Adviento –, Su Venida en la historia como el Niño de Belén. Pero en realidad, hasta el 17 de diciembre, es a Su Segunda y definitiva Venida a lo que la Iglesia dirige nuestra atención. Los temas que la Iglesia nos presenta durante este período se refieren a la luz – la Luz que viene al mundo. Esto pueden verlo en todas las lecturas del día de hoy.

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Los primeros cristianos creían que Jesús volvería durante la celebración de la Sagrada Liturgia, y que lo haría desde el Este. Por eso, cuando era posible, las iglesias eran construidas de forma que mirasen hacia el Oriente.

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Al llegar a la Capilla esta mañana, y si estaban despiertos, habrán notado que hay un pequeño cambio en la disposición del santuario. Esta disposición diferente busca sugerir un diferente foco de atención.

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En el lenguaje teológico o litúrgico, esto se llama orientación litúgica, la liturgia celebrada mirando a Oriente, que no siempre puede ser un oriente geográfico. Pero sí significa que tanto el sacerdote como el pueblo, juntos, miran hacia Cristo, hacia la venida del Alba, que llega hasta ellos desde el Este.

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Y hay algunas implicaciones muy prácticas de todo esto: la atención recae mucho menos en el sacerdote, y mucho más en Cristo. Juan el Bautista, la voz y figura por excelencia del tiempo de Adviento, decía: “Es preciso que Él crezca y que yo disminuya”. Así, hay un culto menos centrado en el sacerdote, hay menos distracciones para el sacerdote que debiera mirar a Dios y no a la congregación, y hay menos distracción para el pueblo – que no se distrae por las idiosincrasias de los sacerdotes.

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Y déjenme hacer algunas pocas aclaraciones.
Primero, que no hay nada en el Concilio Vaticano II que haya siquiera llamado a dar vuelta los altares, así como no hay nada en el Vaticano II que haya pedido deshacerse del latín en la liturgia. Jamás imaginaron cosas como la comunión en la mano, o ministros extraordinarios de la Santa Comunión, o mujeres en el altar. Todas estas cosas sucedieron muchos años después del Concilio, y los mismos Padres Conciliares se habrían escandalizado bastante al descubrir esto.

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Segundo, que el actual Misal Romano reformado, incluso en inglés, presume que el sacerdote no está mirando a la congregación, y así, las rúbricas (que son las directivas para la celebración de la liturgia) dicen constantemente cosas como: “El sacerdote se da vuelta, y de cara al pueblo dice ‘El Señor esté con vosotros’”.

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Tercero, que para las partes de la Misa en que se dirige al Pueblo, el sacerdote continúa mirando al Pueblo, por ejemplo, en la Liturgia de la Palabra. No tiene sentido, para mí, leer el Evangelio mirando a la pared, o predicar en esa dirección (aunque a veces uno tenga la impresión de obtener la misma reacción).

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Cuarto, que por años, el Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, escribió repetidamente acerca de la importancia de retornar a la antigua práctica de mirar hacia Oriente. ¿Por qué? Para restaurar un sano sentido de lo sagrado, de lo trascendente. Para que esto no se perciba como una hora social, o como un “entretenimiento”, sino como el culto de la Iglesia al Dios Trino.

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Quinto, que muchos sacerdotes (especialmente los más jóvenes, lo que es muy interesante), están tomando en serio la admonición del entonces Cardenal y actual Papa. La semana pasada, estuve en Greenville, South Carolina, donde todas las Misas de la parroquia se han estado celebrando “ad orientem”, mirando al Este, todo el presente año. El miércoles visité la Iglesia de la Sagrada Familia en Columbus, donde desde el inicio del Adviento, tres de las cuatro Misas dominicales se celebran mirando al Este.

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Como he indicado el otro día, el Adviento es un tiempo de nuevos comienzos. Así, es un buen tiempo para que nosotros hagamos este acto de restauración aquí en el Monasterio, y oportunamente durante el retiro anual de las hermanas. Esto puede significar para algunas de vosotras, un poco de reajuste, pero creo que encontrarán un gran beneficio espiritual en un tiempo razonablemente corto.

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Tal vez no se hayan dado cuenta, pero todas las religiones han usado la geografía como un punto de referencia teológico. Saben, estoy seguro, que los musulmanes giran hacia la Mecca, sin importar donde se encuentren. Cuando rezan, miran hacia la Mecca. Los judíos ortodoxos, hasta el día de hoy, se dan vuelta mirando hacia Jerusalén. Cada día en la celebración de las Laudes (u oración de la mañana), la Iglesia reza el Benedictus, el Cántico que Zacarías recitó como reacción por la noticia del nacimiento de su hijo, Juan el Bautista. En ese cántico, Zacarías profetiza, bajo la inspiración del Espíritu Santo, que el Sol de lo alto nos visitaría. Sabemos que el sol sale por el Este, que el Alba, que ese Sol Naciente se hará presente en unos pocos minutos sobre este Altar. Entonces, todos juntos, vosotras y yo, sacerdote y pueblo, miremos hacia el Este, preparados para encontrarnos con Aquel que viene al mundo como Luz del mundo.

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Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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