Mons. Klaus Gamber, en su libro “¡Vueltos hacia el Señor!” describe una antigua miniatura plasmada en el Evangeliario de la abadesa Uta, del siglo XI. Reproducimos aquí dicho texto, que trata de una de tantas riquezas que tenemos en la Iglesia. Por otro lado, recomendamos la lectura del libro, cuyo prefacio a la edición francesa fue escrito por el entonces Cardenal Joseph Ratzinger.
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Miniatura de Ratisbona (siglo XI)
“El que en el Cielo alimenta a los ángeles con su visión,
aquí en la tierra alimenta a la Iglesia con su Cuerpo, en la fe”
La miniatura, que se reproduce aquí, sacada de un manuscrito de Ratisbona (actualmente en Munich), muestra cómo se distribuía en el Occidente medieval el espacio del santuario (en sentido restringido). Representa a San Erhard, uno de los predecesores de San Bonifacio en la sede de Ratisbona, en el momento de celebrar la Misa. La miniatura se encuentra en el folio 4 del manuscrito; en el lado opuesto (a la izquierda), folio 3º vuelto, se representa una crucifixión simbólica, donde Cristo está suspendido de la cruz y revestido con alba y estola. El cara a cara crucifixión-sacrificio de la Misa ha sido escogido voluntariamente.
En esta miniatura, el obispo San Erhard está colocado delante de una mesa de altar recubierta de manteles preciosos y cubierta con un baldaquino sostenido por cuatro columnas. Sobre la mensa, al lado del cáliz y la patena, no hay más que un evangeliario y un ciborium para conservar la Eucaristía. Una lámpara circular se encuentra suspendida sobre el baldaquino sirviendo tanto para adornar el altar como para iluminarlo. El fondo se cierra con una cortina adornada con cruces.
Sin ninguna duda se trata del ornatus palatii (tesoro del palacio) del emperador Arnoul, que éste había donado al final del Siglo IX al monasterio de San Emmeran de Ratisbona, y del que se conserva aún hoy día el precioso evangeliario, el célebre Codex aureus, y el ciborium del altar (ambos en Munich). Este último se reproduce con fiel exactitud en la miniatura; se advertirá que el cofrecillo suspendido de la cúpula del ciborium y que servía para conservar la Eucaristía falta hoy.
En aquella época, como todavía hoy en las iglesias de Oriente, el evangeliario forma parte del material litúrgico del altar. En ese libro, el diácono cantaba el evangelio. Como contenía la palabra del Señor, se procuraba tener un ejemplar particularmente precioso, tanto por la magnificencia de la encuadernación como por las miniaturas dentro del texto. Existen manuscritos con letras de oro y plata sobre acabados de púrpura.
En lo relativo a este ciborium, que se trata no de un altar portátil sino de un vaso destinado a guardar la Eucaristía, se prueba por las palabras escritas en la miniatura, justo encima del interior de la cúpula del baldaquino del altar:
“Sancta Sanctorum”
(Santo de los Santos)
“Iesus Christus, verus panis, veniens de celis”
(Jesucristo verdadero pan, que viene del Cielo)
“Hic pascit aeclesiam corpore suo per fidem in terris, qui per speciem suam angelos pascit in celis”
(El que con su visión alimenta a los ángeles en el cielo, aquí en la tierra alimenta a la Iglesia con su Cuerpo, en la fe)
Dentro de este contexto mencionaremos la prescripción del Papa León IV, según la cual: “nada se puede colocar encima del altar a excepción de los relicarios, el evangeliario y la píxide con el Cuerpo del Señor”.
San Erhard está representado con ornamentos episcopales completos. Además de un amito (invisible en la miniatura), lleva alba, estola sacerdotal y manípulo en la mano izquierda; por encima lleva una dalmática y una estola diaconales, cuyas extremidades se ven por el lado derecho, así como una casulla en forma de campana para celebrar Misa; por encima de estos ornamentos, el “racional”, una especie de pallium , como llevan los obispos de Ratisbona desde los tiempos más antiguos hasta la época moderna. Sobre su cabeza San Erhard lleva una mitra, de forma primitiva, de la que caen sobre sus espaldas las dos cintas que de ella penden.
El diácono que le sigue lleva los ornamentos y el manípulo de su orden, que se siguió usando hasta tiempos posteriores. La estola asoma por debajo de la dalmática. La asistencia de un diácono, durante la Misa, era entonces una prescripción de rigor. San Isidoro de Sevilla escribe: “los levitas llevan las ofrendas al altar, preparan la mesa del Señor, cierran el Arca de la Alianza (es decir, la píxide eucarística)”. Además presenta el cáliz a los fieles.
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Fuente: “¡Vueltos hacia el Señor!”, Mons. Klaus Gamber, capítulo titulado “La Misa de San Erhard”.
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Muy bueno¡ Felicitaciones¡
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