“Yo no dudo en afirmar que la gran enfermedad de nuestro tiempo es su
déficit de verdad. El éxito, el resultado, le ha quitado primacía en todas
partes. La renuncia a la verdad y la huida hacia la conformidad de grupo
no son un camino para la paz. Este género de comunidad está construido
sobre arena. El dolor de la verdad es el presupuesto para la verdadera
comunidad. Este dolor debe aceptarse día a día. Sólo en la pequeña paciencia de
la verdad maduramos por dentro, nos hacemos libres para nosotros mismos y para
Dios”
(Benedicto XVI)
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Presentamos a continuación, a grandes rasgos, los conceptos
vertidos por el Padre Santiago Martín FM en una meditación cuyo video puede
verse en Magníficat TV.
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“Quiero afrontar
en esta meditación […] una cuestión que me preocupa extraordinariamente. Hasta
tal punto me preocupa que creo que está en juego, posiblemente como nunca en
dos mil años, el futuro de la Iglesia. Veo en el horizonte la posibilidad real
de un cisma de graves consecuencias. Naturalmente, mi opinión no tendría mayor
valor si no estuviera unida a la opinión de personas mucho más entendidas y
relevantes que yo.”
“Ya se habla
abiertamente del cisma como una posibilidad real. Y creo que hay momentos en la
vida en los cuales hay que tener el valor de hablar. Y de hablar francamente,
honestamente […] Para que no ocurran determinadas cosas que hay muchas, pero
muchas, posibilidades de que ocurran, es la hora, yo creo que la hora decisiva,
de hablar”.
“Me veo en el
deber de conciencia de hablar con esta claridad. Creo que somos muchos los que
lo estamos haciendo. No sé si inútilmente, pero es el momento de decirlo. No se
puede ir en contra de las enseñanzas de Cristo. Nadie, absolutamente nadie,
puede en la Iglesia Católica decir: “Habéis oído que Jesús os dijo… pero yo os
digo”, porque solamente Jesús es el Hijo de Dios… Si alguno pretende ser más
Dios que Jesucristo, está automáticamente fuera de la Iglesia Católica.”
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La utilización que se está haciendo del
concepto de misericordia es una utilización absolutamente demagógica. Decir que
la misericordia tiene que aplicarse al margen o en contra de la verdad es ir directamente
contra las enseñanzas del propio Cristo. Decir que la verdad no existe o es
inalcanzable o es relativa y que no existe ninguna verdad absoluta u objetiva no
sólo es negar dos mil años de pensamiento cristiano sino negar miles de años
anteriores del pensamiento mismo, es retroceder culturalmente a una época
anterior a Sócrates. Hay que tener o bien mucho valor o bien mucha ignorancia
para atreverse a decir esto. Solamente se pude decir ante esto “¡qué atrevida
es la ignorancia!”.
La verdad existe y es posible conocerla. Quitar
la verdad del discurso del amor es ir directamente a una falsificación
demagógica de ese discurso que termina por hacer daño a la persona.
Si bien la misericordia de Dios es infinita,
su recepción está limitada por el hombre. La misericordia es un don y no un
derecho. Es algo que recibimos cuando cumplimos ciertas condiciones. Dios tiene
misericordia de nosotros siempre, pero la recepción de esa misericordia es la
que nosotros podemos condicionar. Para recibirla, hay que pedirla y disponerse
interiormente como corresponde.
La misericordia de Dios, el perdón de Dios, sólo
puede ser entendida como regalo y no como un derecho. Este es un punto sobre el
cual se está llevando a las personas, demagógicamente, a la confusión. Tengo
derecho a…. ¿a qué? ¿a comulgar? ¿a ser sacerdote? Esos son dones. No hay
derecho a estas cosas. El planteamiento hacia Dios no puede ser un
planteamiento de derechos, sino de gratitud. ¿Acaso tenemos derecho a que Dios
nos perdone? ¿Acaso teníamos derecho a que Dios se hiciera hombre?
Viviendo en un mundo donde los derechos se
han hipertrofiado y los deberes se han anulado, todo es derecho; cualquier
deseo es visto como un derecho. Lo cual es falso.
Se ha producido un desequilibrio a todos los
niveles, laborales, familiares, sociales, que lleva a la sociedad a la autodestrucción.
Y destruye en primer lugar la relación con Dios.
Si nos planteamos la relación con Dios desde
la perspectiva de quien tiene derecho a…, anulamos la posibilidad del agradecimiento, y
con ella la posibilidad de amar al Amor, y al no amar no podemos ser felices y
además nos cerramos las puertas del Cielo, porque para ir al Cielo hay que
amar.
Un concepto de misericordia que no tenga en
cuenta que ésta no es un derecho sino un don, y que no tenga en cuenta que hay
que cumplir unas condiciones para recibirla (arrepentimiento y propósito de
enmienda) es un concepto falso de misericordia.
Separar, como se está haciendo,
demagógicamente, a la verdad del concepto de misericordia, es hacer un inmenso
daño a la persona a la cual teóricamente se le quiere hacer el bien.
Se dice que la Comunión Eucarística es un
derecho al cual se tiene que poder acceder sin cumplir ningún tipo de
condición. Esto significa ignorar las palabras propias del Nuevo Testamento (1º
Cor. 11,27.29). Quien recibe el Cuerpo y la Sangre de Cristo indignamente
ofende al mismo Cristo y, esto puede llevarlo a su condenación. En dos mil años
de historia de la Iglesia nunca se ha pretendido separar el estado de Gracia de
la Comunión Eucarística. Esto es algo inédito en la Iglesia; jamás se ha puesto
en duda estas cosas. Para que una persona pueda recibir la Eucaristía tiene que
estar en Gracia y comulgar con las enseñanzas de la Iglesia.
Las declaraciones del Cardenal Kasper
respecto a la posibilidad de que se admita a la Comunión Eucarística a los
divorciados vueltos a casar, rompe con toda la tradición de la Iglesia.
Si se abriera la puerta a la Comunión
Eucarística al margen de las condiciones dichas (estar en Gracia de Dios y
aceptar la Enseñanza de la Iglesia), si se les permitiera comulgar a los
divorciados vueltos a casar, inmediatamente vendría el pedido para que se permita
comulgar a cualquiera, sin distinción de cuál sea su estado de vida, su
comportamiento moral o su adhesión a la Enseñanza revelada por el Señor y
mantenida fielmente por la Iglesia desde los comienzos hasta el día de hoy. Si
se abre la puerta para que comulguen los divorciados vueltos a casar, es
cuestión de tiempo, y no mucho, para que esa puerta se abra de par en par a
todos, absolutamente.
Más allá de esta consecuencia previsible, hay
que preguntarse si la persona que en esas condiciones es admitida a recibir la
Eucaristía sale o no beneficiada. A lo que hay que responder que no, porque la
misma Palabra de Dios que se ha mencionado antes dice que el que recibe al
Señor indignamente, come y bebe su propia condenación.
La misericordia, la compasión, incluso cuando
ésta es pedida por la propia persona que sufre, si está separada de la verdad no
es verdadera misericordia, es falsa, y no beneficia a quien la pide sino que le
produce daño.
Hoy se presenta como misericordioso aquel que
acoge y accede a la a petición de una persona que desea comulgar y no está en
condiciones de hacerlo. Pero, ¿qué autoridad tiene para autorizar esto? El
mismo Cristo ha establecido las condiciones y nadie está por encima de Él ni
tiene autoridad para cambiar su mensaje. Quien así lo hace está como destituyendo
a Cristo como fundador del cristianismo y ocupando su lugar. Lo hace llevado
por la compasión, pero obra en contra de la voluntad del propio Cristo.
Una concesión de este tipo, no solamente dañaría
a la persona que se acerca a comulgar sin las debidas condiciones, sino que
dañaría gravemente a la comunidad, porque se la llevaría a la división. Si esto
sucediera se estaría yendo, claramente, a un cisma.
Gracias siempre por sus artículos, siempre de gran interés que nos llevan a meditar y aprender. ¡Se les extrañaba!
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