miércoles, 14 de mayo de 2014

Amor, verdad y misericordia

“Yo no dudo en afirmar que la gran enfermedad de nuestro tiempo es su déficit de verdad. El éxito, el resultado, le ha quitado primacía en todas partes. La renuncia  a la verdad y la huida hacia la conformidad de grupo no son un camino para la paz. Este género  de comunidad está construido sobre arena. El dolor de la verdad es el presupuesto para la verdadera comunidad. Este dolor debe aceptarse día a día. Sólo en la pequeña paciencia de la verdad maduramos por dentro, nos hacemos libres para nosotros mismos y para Dios”
 (Benedicto XVI)


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Presentamos a continuación, a grandes rasgos, los conceptos vertidos por el Padre Santiago Martín FM en una meditación cuyo video puede verse en Magníficat TV.

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“Quiero afrontar en esta meditación […] una cuestión que me preocupa extraordinariamente. Hasta tal punto me preocupa que creo que está en juego, posiblemente como nunca en dos mil años, el futuro de la Iglesia. Veo en el horizonte la posibilidad real de un cisma de graves consecuencias. Naturalmente, mi opinión no tendría mayor valor si no estuviera unida a la opinión de personas mucho más entendidas y relevantes que yo.”

“Ya se habla abiertamente del cisma como una posibilidad real. Y creo que hay momentos en la vida en los cuales hay que tener el valor de hablar. Y de hablar francamente, honestamente […] Para que no ocurran determinadas cosas que hay muchas, pero muchas, posibilidades de que ocurran, es la hora, yo creo que la hora decisiva, de hablar”.

“Me veo en el deber de conciencia de hablar con esta claridad. Creo que somos muchos los que lo estamos haciendo. No sé si inútilmente, pero es el momento de decirlo. No se puede ir en contra de las enseñanzas de Cristo. Nadie, absolutamente nadie, puede en la Iglesia Católica decir: “Habéis oído que Jesús os dijo… pero yo os digo”, porque solamente Jesús es el Hijo de Dios… Si alguno pretende ser más Dios que Jesucristo, está automáticamente fuera de la Iglesia Católica.”


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La utilización que se está haciendo del concepto de misericordia es una utilización absolutamente demagógica. Decir que la misericordia tiene que aplicarse al margen o en contra de la verdad es ir directamente contra las enseñanzas del propio Cristo. Decir que la verdad no existe o es inalcanzable o es relativa y que no existe ninguna verdad absoluta u objetiva no sólo es negar dos mil años de pensamiento cristiano sino negar miles de años anteriores del pensamiento mismo, es retroceder culturalmente a una época anterior a Sócrates. Hay que tener o bien mucho valor o bien mucha ignorancia para atreverse a decir esto. Solamente se pude decir ante esto “¡qué atrevida es la ignorancia!”.

La verdad existe y es posible conocerla. Quitar la verdad del discurso del amor es ir directamente a una falsificación demagógica de ese discurso que termina por hacer daño a la persona.

Si bien la misericordia de Dios es infinita, su recepción está limitada por el hombre. La misericordia es un don y no un derecho. Es algo que recibimos cuando cumplimos ciertas condiciones. Dios tiene misericordia de nosotros siempre, pero la recepción de esa misericordia es la que nosotros podemos condicionar. Para recibirla, hay que pedirla y disponerse interiormente como corresponde.  

La misericordia de Dios, el perdón de Dios, sólo puede ser entendida como regalo y no como un derecho. Este es un punto sobre el cual se está llevando a las personas, demagógicamente, a la confusión. Tengo derecho a…. ¿a qué? ¿a comulgar? ¿a ser sacerdote? Esos son dones. No hay derecho a estas cosas. El planteamiento hacia Dios no puede ser un planteamiento de derechos, sino de gratitud. ¿Acaso tenemos derecho a que Dios nos perdone? ¿Acaso teníamos derecho a que Dios se hiciera hombre?

Viviendo en un mundo donde los derechos se han hipertrofiado y los deberes se han anulado, todo es derecho; cualquier deseo es visto como un derecho. Lo cual es falso.

Se ha producido un desequilibrio a todos los niveles, laborales, familiares, sociales, que lleva a la sociedad a la autodestrucción. Y destruye en primer lugar la relación con Dios.

Si nos planteamos la relación con Dios desde la perspectiva de quien tiene derecho a…,  anulamos la posibilidad del agradecimiento, y con ella la posibilidad de amar al Amor, y al no amar no podemos ser felices y además nos cerramos las puertas del Cielo, porque para ir al Cielo hay que amar.

Un concepto de misericordia que no tenga en cuenta que ésta no es un derecho sino un don, y que no tenga en cuenta que hay que cumplir unas condiciones para recibirla (arrepentimiento y propósito de enmienda) es un concepto falso de misericordia.

Separar, como se está haciendo, demagógicamente, a la verdad del concepto de misericordia, es hacer un inmenso daño a la persona a la cual teóricamente se le quiere hacer el bien.

Se dice que la Comunión Eucarística es un derecho al cual se tiene que poder acceder sin cumplir ningún tipo de condición. Esto significa ignorar las palabras propias del Nuevo Testamento (1º Cor. 11,27.29). Quien recibe el Cuerpo y la Sangre de Cristo indignamente ofende al mismo Cristo y, esto puede llevarlo a su condenación. En dos mil años de historia de la Iglesia nunca se ha pretendido separar el estado de Gracia de la Comunión Eucarística. Esto es algo inédito en la Iglesia; jamás se ha puesto en duda estas cosas. Para que una persona pueda recibir la Eucaristía tiene que estar en Gracia y comulgar con las enseñanzas de la Iglesia.

Las declaraciones del Cardenal Kasper respecto a la posibilidad de que se admita a la Comunión Eucarística a los divorciados vueltos a casar, rompe con toda la tradición de la Iglesia.

Si se abriera la puerta a la Comunión Eucarística al margen de las condiciones dichas (estar en Gracia de Dios y aceptar la Enseñanza de la Iglesia), si se les permitiera comulgar a los divorciados vueltos a casar, inmediatamente vendría el pedido para que se permita comulgar a cualquiera, sin distinción de cuál sea su estado de vida, su comportamiento moral o su adhesión a la Enseñanza revelada por el Señor y mantenida fielmente por la Iglesia desde los comienzos hasta el día de hoy. Si se abre la puerta para que comulguen los divorciados vueltos a casar, es cuestión de tiempo, y no mucho, para que esa puerta se abra de par en par a todos, absolutamente.

Más allá de esta consecuencia previsible, hay que preguntarse si la persona que en esas condiciones es admitida a recibir la Eucaristía sale o no beneficiada. A lo que hay que responder que no, porque la misma Palabra de Dios que se ha mencionado antes dice que el que recibe al Señor indignamente, come y bebe su propia condenación.

La misericordia, la compasión, incluso cuando ésta es pedida por la propia persona que sufre, si está separada de la verdad no es verdadera misericordia, es falsa, y no beneficia a quien la pide sino que le produce daño.

Hoy se presenta como misericordioso aquel que acoge y accede a la a petición de una persona que desea comulgar y no está en condiciones de hacerlo. Pero, ¿qué autoridad tiene para autorizar esto? El mismo Cristo ha establecido las condiciones y nadie está por encima de Él ni tiene autoridad para cambiar su mensaje. Quien así lo hace está como destituyendo a Cristo como fundador del cristianismo y ocupando su lugar. Lo hace llevado por la compasión, pero obra en contra de la voluntad del propio Cristo.

Una concesión de este tipo, no solamente dañaría a la persona que se acerca a comulgar sin las debidas condiciones, sino que dañaría gravemente a la comunidad, porque se la llevaría a la división. Si esto sucediera se estaría yendo, claramente, a un cisma.


1 comentario:

  1. Gracias siempre por sus artículos, siempre de gran interés que nos llevan a meditar y aprender. ¡Se les extrañaba!

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