“Después de esto, vi abrirse en el cielo el Templo, el tabernáculo del Testimonio.
De él salieron los siete Ángeles que tenían las siete plagas, y estaban vestidos de lino puro y resplandeciente, y ceñidos con cinturones de oro.
Y oí una voz potente que provenía del Templo y ordenaba a los siete Ángeles: "Vayan y derramen sobre la tierra las siete copas de la ira de Dios".
El sexto derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y sus aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes de Oriente.
El sexto derramó su copa sobre el gran río Éufrates, y sus aguas se secaron, dejando paso libre a los reyes de Oriente.
Después vi que salían de la boca del Dragón, de la Bestia y del falso profeta tres espíritus impuros, semejantes a ranas. Son los espíritus demoníacos que realizan prodigios y van a buscar a los reyes del mundo entero, con el fin de convocarlos para el combate del gran Día de Dios, el Todopoderoso”.
(Apocalipsis 15,5-6; 16,1.12-14)
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Cuatro años atrás, bajo el título “Modernismo”, publicamos un fragmento de la obra del Padre Leonardo Castellani “Los papeles de Benjamín Benavides”. Lo presentamos aquí nuevamente, un poco más extenso. ¿Por qué razón? Simplemente por el asombro. El asombro por la presencia patente del modernismo y por la rapidez con la que se va extendiendo. Asombro porque siendo ésta una herejía tan bien tipificada, tan puesta en evidencia, tan poco sutil a estas alturas, sigue haciendo estragos. Asombro porque la realidad parece estar gritando: "¡que alguien haga algo!", pero nada ocurre. San Jerónimo dijo una vez: “el mundo se despertó un día y gimió de verse arriano”. Tal vez por eso, porque pudo gemir, pudo sanar. Quizás, la eficacia de la herejía modernista se deba a que su veneno, entre otras cosas, provoca la incapacidad para reconocerse afectado y a la vez la sensación de haber estado antes enfermo y de haber sido sanado.
El modernismo, al que San Pío X describió con gran agudeza, sigue su curso, cada vez con mayor velocidad, infectando a su paso todo lo que roza.
Ese Papa, afirmaba que “al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia. No ha existido época alguna en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor supremo; porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, «hombres de lenguaje perverso», «decidores de novedades y seductores» «sujetos al error y que arrastran al error»” (Pascendi, introducción). En cumplimiento de ese primer deber papal, Pío X escribe la encíclica Pascendi.
En ella dice que el modernismo es un conjunto de todas las herejías y que “si alguien se hubiera propuesto reunir en uno el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podría obtenerlo más perfectamente de lo que han hecho los modernistas” (n. 38). Ellos atacan con tremenda maldad a los católicos que defienden a la Iglesia y a la fe verdadera: “No hay ningún género de injuria con que no los hieran; y a cada paso les acusan de ignorancia y de terquedad. Cuando temen la erudición y fuerza de sus adversarios, procuran quitarles la eficacia oponiéndoles la conjuración del silencio. Manera de proceder contra los católicos tanto más odiosa cuanto que, al propio tiempo, levantan sin ninguna moderación, con perpetuas alabanzas, a todos cuantos con ellos consienten; los libros de éstos, llenos por todas partes de novedades, los reciben con gran admiración y aplauso; cuanto con mayor audacia destruye uno lo antiguo, rehúsa la tradición y el magisterio eclesiástico, tanto más sabio lo van pregonando. Finalmente, ¡cosa que pone horror a todos los buenos!, si la Iglesia condena a alguno de ellos, no sólo se aúnan para alabarle en público y por todos los medios, sino que llegan a tributarle casi la veneración de mártir de la verdad” (n. 43).
El Padre Castellani, asocia el modernismo a una de las plagas que menciona el Apocalipsis. Con su estilo inconfundible, así lo presenta en uno de los diálogos que mantienen dos de los personajes de la mencionada obra, un periodista y el judío converso Benjamín Benavides (Don Benya).
El modernismo, al que San Pío X describió con gran agudeza, sigue su curso, cada vez con mayor velocidad, infectando a su paso todo lo que roza.
Ese Papa, afirmaba que “al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia. No ha existido época alguna en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor supremo; porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, «hombres de lenguaje perverso», «decidores de novedades y seductores» «sujetos al error y que arrastran al error»” (Pascendi, introducción). En cumplimiento de ese primer deber papal, Pío X escribe la encíclica Pascendi.
En ella dice que el modernismo es un conjunto de todas las herejías y que “si alguien se hubiera propuesto reunir en uno el jugo y como la esencia de cuantos errores existieron contra la fe, nunca podría obtenerlo más perfectamente de lo que han hecho los modernistas” (n. 38). Ellos atacan con tremenda maldad a los católicos que defienden a la Iglesia y a la fe verdadera: “No hay ningún género de injuria con que no los hieran; y a cada paso les acusan de ignorancia y de terquedad. Cuando temen la erudición y fuerza de sus adversarios, procuran quitarles la eficacia oponiéndoles la conjuración del silencio. Manera de proceder contra los católicos tanto más odiosa cuanto que, al propio tiempo, levantan sin ninguna moderación, con perpetuas alabanzas, a todos cuantos con ellos consienten; los libros de éstos, llenos por todas partes de novedades, los reciben con gran admiración y aplauso; cuanto con mayor audacia destruye uno lo antiguo, rehúsa la tradición y el magisterio eclesiástico, tanto más sabio lo van pregonando. Finalmente, ¡cosa que pone horror a todos los buenos!, si la Iglesia condena a alguno de ellos, no sólo se aúnan para alabarle en público y por todos los medios, sino que llegan a tributarle casi la veneración de mártir de la verdad” (n. 43).
El Padre Castellani, asocia el modernismo a una de las plagas que menciona el Apocalipsis. Con su estilo inconfundible, así lo presenta en uno de los diálogos que mantienen dos de los personajes de la mencionada obra, un periodista y el judío converso Benjamín Benavides (Don Benya).
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(Hemos puesto corchetes […] donde se omiten partes del texto. La escena transcurre en Roma. Don Benjamín estaba con dolor de muelas y hacía buches para aliviarse).
-Las Tres Ranas -dijo- son el liberalismo, el comunismo y el modernismo, tres herejías vocingleras, saltarinas, pantanosas y tartamudas.
Yo me eché a reír. Era una manía del viejo despotricar contra esos tres enemigos ideológicos, de los cuales decía que le habían arruinado, físicamente, la vida; “para mí no han sido ideologías, sino literalmente plagas” -decía.
-Las Tres Ranas surgen en la Plaga Sexta, Capítulo 16, versillo 12 -dije.
-Y dice el Profeta que son tres espíritus inmundos capaces de hacer prodigios para congregar a los reyes de toda la tierra a la última batalla contra Dios. Para preparar esa batalla cae el veneno del Sexto Frasco sobre el río Éufrates y lo suprime, para dejar paso a los reyes de la parte oriental. Se seca el Éufrates…
-Así es -dije yo-ese pasaje es de lo más extravagante. No tiene atadero. Pero he leído en los exegetas que las Tres Ranas son herejías, en efecto. Solamente que no entiendo qué hace allí el río Éufrates.
-El río Éufrates -dijo don Benya- era el límite que separaba primero al pueblo de Dios -y mío- de los grandes imperios idolátricos; y después fue la frontera oriental del Imperio Romano. El río Éufrates es la barrera entre Europa y Asia, religión e idolatría, civilidad y barbarie…
[…]
El liberalismo deshizo la barrera que el sentido instintivo y tradicional del europeo había creado […] Pues bien, es el liberalismo en pugna con su hijo el comunismo, el espíritu batracio que salió de la boca de la Bestia y el otro que salió de la boca del Dragón…
-Y el modernismo ¿qué hace?
-El modernismo coaligará a los dos […] los fusionará al fundente religioso. El modernismo es el fondo común de las dos herejías contrarias, que algún día -que ya vemos venir- las englobará por obra del Pseudo-Profeta.
-¿Qué es el modernismo? -pregunté yo.
El judío se rascó la cabeza. Parecía agotado.
-No se puede definir brevemente - dijo con voz plañidera. Es una cosa que era, y no es, y que será; y cuando sea, durará poco. Técnicamente los teólogos llaman modernismo a la herejía aparentemente complicada y difícil que condenó el papa Pío X en la encíclica Pascendi; pero esa herejía no es más que el núcleo explícito y pedantesco de un impalpable y omnipresente espíritu que permea el mundo de hoy. Su origen histórico fue el filosofismo del siglo XVIII, en el cual con certero ojo el padre Lacunza vio la herejía del Anticristo, la última herejía, la más radical y perfecta de todas. Desde entonces acá ha revestido diversas formas, pero el fondo es el mismo, dice siempre lo mismo:
“Cuá cuá - cantaba la rana
cuá cuá - debajo del río”.
-¿Y qué dice?
-¡Cualquiera interpreta lo que dice una rana! -dijo riendo el rabí -: es más un ruido que una palabra. Pero es un ruido mágico, arrebatador, demoníaco, lleno de signos y prodigios… Atrae, aduerme, entontece, emborracha, exalta.
-Pero al menos así aproximado, a bulto…; ¡ánimo don Benya, no se achique!
-El cuá-cuá del liberalismo es“libertad, libertad, libertad”; el cuá-cuá del comunismo es“justicia social”; el cuá-cuá del modernismo, de donde nacieron los otros y los reunirá un día, podríamos asignarle éste: “Paraíso en Tierra; Dios es el Hombre; el hombre es Dios”.
-¿Y la democracia? -pregunté yo.
-Es el coro de las tres juntas: democracia política, democracia social y democracia religiosa:
Demó - cantaba la rana
cracía - debajo del río.
-¿Y la democracia cristiana? - le dije sonriendo.
-Nunca he entendido del todo lo que entienden los entendidos por ese compuesto, aunque entiendo que se puede entender por él varias cosas buenas -barbotó él -, a saber: “amor al pueblo”, “representación popular”, “participación de todos en lo político”, o simplemente “gobierno bueno” -gruñó el judío - . Con este mixto no me meto; con el simple me meto yo, ¡con el simple! Con la canción de la rana, que significa un régimen político religiosamente salvífico y por lo tanto necesario y hasta obligatorio para todos los pueblos “núbiles” que decía Víctor Hugo. Lo cual es una simpleza. Y una herejía definitiva contra el vero Salvador, contra “el único hombre que puede salvar al hombre”, que dijo San Pedro. “Las nuevas herejías ponen el hacha no en las ramas sino en la misma raíz”- dijo Pío X en la encíclica Pascendi.
-Pero herejías siempre las ha habido, y algunas muy extremadas y perversas… ¿ por qué estas tres de ahora han de ser las Tres Ranas o Demonios [que menciona el Apocalipsis]; y no quizá otras tres cualesquiera… por ejemplo, otras tres que surjan en el futuro de aquí a mil años, pongamos por ejemplo?
-¡Eche años! -dijo el hebreo con un rictus -. No, éstas son las tres primeras herejías con efecto político y alcance universal; y son las tres últimas herejías, porque no se puede ir más allá en materia de falsificación del cristianismo. Son literalmente los pseudocristos que predijo el Salvador. En el fondo de ellas late la “abominación de la desolación” …
-¿Qué es la “abominación de la desolación”? Tengo entendido que los Santos Padres entienden por esa expresión semítica la idolatría…
-La peor idolatría. Pues en el fondo del modernismo está latente la idolatría más execrable, la apostasía perfecta, la adoración del hombre en lugar de Dios; y eso bajo formas cristianas y aun manteniendo tal vez el armazón exterior de la Iglesia. ¿Ha leído usted The soul of Spain del psicólogo inglés Havelock Ellis?
-No. ¿Qué dice?
-Es un libro de viajes por España. Lea usted el capítulo titulado Una misa cantada en Barcelona y verá lo que quiero decir cuando hablo del modernismo.
-¿Ridiculiza la misa cantada?
-¡Qué! ¡Al contrario! La cubre de flores, la colma de elogios… estéticos. Dice que es un espectáculo imponente, una creación artística y que no hay que dejar caer esa egregia conquista del “patrimonio cultural” de la humanidad, sino procurar que se conserve y perfeccione…, podada ,eso sí, de la pequeña superstición que ahora la informa, a saber, la presencia real de Cristo en el Sacramento… Anulada esa pequeña superstición, todo lo demás…
-¡Pero si eso es el alma de la ceremonia, es el núcleo central que le da sentido y, por tanto, la vuelve imponente! -exclamé yo riendo -. ¿Cómo se puede podar eso? ¡Quite usted eso y la ceremonia queda vacía! Podar en este caso significa mutilar, aniquilar….
-En efecto, queda vacía… -dijo el judío -, queda vacía hasta que otro ocupe el lugar de Cristo en el Sacramento.
Se estremeció. Yo lo miré un rato en silencio, y viendo que él volvía a sus buches y el sol se ocultaba detrás de la lejana copa azul de San Pedro, salí en busca del tren, del ómnibus o de lo que encontrase, muy meditabundo.
Gracias por seguir escribiendo de vez en cuando. Se echan de menos voces que sirvan de referencia en estos momentos de desorientación. Que el Señor les bendiga!!
ResponderEliminarSobre el modernismo vale la pena ver las conferencias del Prof. Ruben Calderon Bouchet que están en youtube
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