lunes, 30 de junio de 2008

Benedicto XVI: "Será preciso proveer"

andreagemma

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Hace pocos días hablábamos aquí sobre la necesidad que hay en la Iglesia del ministerio de los exorcistas. Ahora presentamos un artículo que Monseñor Andrea Gemma, obispo emérito de Isernia-Venafro y reconocido exorcista, ha escrito para Petrus. En él narra su último encuentro con el Santo Padre y la importante solicitud que le hizo:

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Gracias, Padre Santo, gracias desde lo profundo del corazón. Desde hace varios días esas palabras pronunciadas casi en un susurro a mis oídos atentos, mientras estaba frente a Su Santidad, resuenan en mi corazón, como una promesa, como una esperanza, como una gracia señalada, además de haber sido admitido a vuestra presencia y a recibir vuestra bendición. Las cosas bellas difícilmente puedan mantenerse dentro del corazón, rebosante de alegría. Es por esto que extiendo la presente nota, para que también los lectores se unan a mí para dar gracias a Dios y al Papa Benedicto XVI, a quien tuve la alegría y el honor de encontrar nuevamente.

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En esta oportunidad, según un propósito que guardaba desde hace tiempo en el corazón, en esos breves momentos que el Papa concede a los Obispos presentes en la Audiencia General, he podido manifestarle con sencillez y calidez un pedido urgente, que sé que no es sólo mío. El Papa me ha escuchado con la amabilidad propia de los grandes. Le dije: “Siendo obispo emérito – el Papa conoce bien Isernia, la Diócesis que he guiado por largos años- continúo ejerciendo el ministerio de exorcista, del cual, desgraciadamente, noto cada día más la gran demanda, a menudo demasiado insatisfecha”. “Hemos hablado precisamente en estos días…”, me interrumpió el Papa benévolamente. Yo continué: “Los exorcistas piden ser comprendidos y ayudados. Los Obispos deben proveer aumentando en cada Iglesia local su número… Se lo pido de rodillas, en nombre de los hermanos ausentes, sobre los cuales pido Vuestra bendición”. Benedicto XVI me respondió amorosamente: “Sí, ¡será preciso proveer!” (¡textuales palabras!).

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¡Gracias, Padre Santo! Reconozco haberme atrevido demasiado, pero sabía que estaba sostenido por la oración de tantos, en verdad tantos, que conocían mi intención y el pedido que habría de formular al Pastor universal. El pedido es el referido en el párrafo anterior. Está justificado abundantemente por las visitas de tantos hermanos y de familias enteras que vienen, incluso desde lejos, a solicitar mi disponibilidad para el ejercicio de mi ministerio de exorcista. A aquellos que vienen de lejos, la primera cosa que les digo es que se dirijan, como es natural, al Obispo y a los sacerdotes del propio territorio. Muy a menudo su respuesta es la misma: “En nuestros lugares no hay nadie nombrado para este ministerio… Aquellos a quienes nos dirigimos – añaden tristemente – nos envían directamente al psiquiatra”. ¿Qué decir? ¿Qué pensar? Que el demonio continúa obteniendo esta inesperada victoria, como bien he documentado en las páginas de mi libro “Yo, Obispo exorcista”. Cuando hay exorcistas, son pocos y a menudo de edad avanzada o con salud débil, por lo que están excesivamente cargados de trabajo. Es lógico que estos pobres cireneos pidan refuerzos, pidan ayuda… ¿Y quién puede venir a su encuentro si no es la legítima autoridad eclesiástica? Pero cuando la autoridad eclesiástica local, primera competente en la materia, inexcusablemente no lo hace, ¿a quién deberán dirigirse sino al Supremo Pastor de la Iglesia? Por eso, como preanuncié y prometí algunos meses atrás a los lectores de Petrus, tenía en el corazón la intención de dirigirme directamente a Benedicto XVI, tanto más siendo él, como he dicho otras veces, el único Papa reciente que ha expresado públicamente su aprecio por el ministerio de los exorcistas y ha indicado su necesidad especialmente en el tiempo actual.

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Ahora sólo debemos esperar confiadamente su autorizada intervención para que cese el espectáculo que sólo puede medir plenamente quien conoce en profundidad los sufrimientos de los hermanos turbados por el maligno. Repito aquí una amarguísima pregunta que surge frecuentemente de mi corazón: ¿Por qué tanto desinterés por una categoría de hermanos que pueden ser clasificados como los “últimos entre los últimos”? ¿Y quién podría medir la responsabilidad culpable de aquellos que pudiendo intervenir no lo hacen? No quisiera encontrarme en su lugar ante el juicio de Dios. Quien continúa hablando de exorcismos siempre en negativo, sin jamás haber practicado uno y sin siquiera haber asistido nunca a uno de ellos, realiza una acción moralmente deshonesta y pastoralmente demoledora, por la cual, ciertamente, deberá rendir cuentas a Dios. El “acusador” de siempre – lo aseguro – ya pregusta el espectáculo, como descaradamente me ha repetido muchas veces durante los diversos exorcismos. Sí, Padre Santo, será preciso proveer. Que sea pronto…

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Hasta aquí el artículo de Monseñor Gemma. Secretum meum menciona que el periodista Gianluca Barile comentando el texto reproduce la frase completa dicha por el Santo Padre al obispo: “Ya me estoy ocupando. Precisamente hace algunos días atrás he hablado de nuevo con los Dicasterios competentes y se ha reforzado en mí la convicción de que es preciso proveer a la escasez de exorcistas” (blog de Petrus).

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