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Ofrecemos la traducción de algunas partes de la entrevista a Monseñor Francesco Ruppi, Arzobispo de Lecce, realizada por el periodista Bruno Volpe y publicada en su nuevo sitio Pontifex. Es un ejemplo más de la repercusión, lenta pero constante, que está teniendo en la Iglesia el histórico discurso que Benedicto XVI pronunció el 22 de diciembre de 2005, acerca de la hermenéutica de la continuidad.
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Excelencia, es del todo innegable que muchos eclesiásticos y teólogos han leído el Concilio Vaticano II como un momento de ruptura con la tradición…
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Esto es absolutamente cierto y lo puedo comprobar yo mismo. No excluyo de ninguna manera que después del Vaticano II haya surgido un consistente grupo de teólogos y sacerdotes que han definido el Vaticano II como ruptura, innovación y separación. Le repito, aquel Concilio no fue para nada una etapa revolucionaria, sino de continuidad en la historia de la Iglesia.
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Entonces, usted intenta afirmar que el Concilio Vaticano II debe ser leído como una parte en el conjunto del arduo camino de la Iglesia…
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Sin duda. A menudo existe la tentación, equivocada, de leer el Vaticano II separado de todo el cuerpo anterior. Pero no es posible analizar el Vaticano II, aislándolo del Vaticano I y del Concilio de Trento. Es más, aprovecho para subrayar la relevancia del Concilio de Trento, que sirvió para salvar a la Iglesia después de la reforma protestante.
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Entonces, usted aprueba y alaba al Papa Benedicto XVI por haber liberalizado la Misa tradicional…
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Por supuesto, y nunca dejaré de hacerlo. Y le digo que si algunos sacerdotes no comprenden la importancia del rito de San Pío V y son incapaces de explicarlo a los fieles como conviene, a menudo la culpa es nuestra, de los Obispos, tal vez preocupados por muchas cosas. El Papa Benedicto XVI ha hecho, no digo bien, sino mucho bien al revalorar y liberalizar un tesoro de la Iglesia. Lo repito: misal antiguo y moderno no deben ser vistos en competición, cada uno tiene sus méritos. Pero considero absurdo discriminar y excluir a aquellos que tenían y tienen el derecho a celebrar la Misa tridentina. Y todo en nombre de un modernismo ciego y furioso. La historia, y por lo tanto también el Vaticano II, debe ser siempre leída como un libro único en el que sus capítulos no se suprimen uno a otro. El Vaticano II no fue ni una revolución ni una ruptura con el pasado.
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Si algo se nos pide hoy a los cristianos es tener una mentalidad abierta. Abierta a la sociedad actual y a la tradición. Un Concilio no elimina a otro. Ocurre lo contrario. El Vaticano II viene a ser como el complemento a Trento. Quien no lo quiera ver,... No sabe historia de la Iglesia.
ResponderEliminarEnhorabuena por tan buen blog.
Gracias por la visita, Mercuzzio!
ResponderEliminarEl citado discurso del Papa puede considerarse histórico justamente porque da la clave para leer correctamente el Vaticano II, en la continuidad de los dos mil años de la Iglesia, en la continuidad de la misma fe, la fe de siempre.
"Surge la pregunta: ¿Por qué la recepción del Concilio, en grandes zonas de la Iglesia, se ha realizado hasta ahora de un modo tan difícil? Pues bien, todo depende de la correcta interpretación del Concilio o, como diríamos hoy, de su correcta hermenéutica, de la correcta clave de lectura y aplicación. Los problemas de la recepción han surgido del hecho de que se han confrontado dos hermenéuticas contrarias y se ha entablado una lucha entre ellas. Una ha causado confusión; la otra, de forma silenciosa pero cada vez más visible, ha dado y da frutos..."