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El blog del Padre Z se hace eco de un artículo aparecido en el boletín de la Parroquia San Patricio en Ann Arbor, MI. En el mismo, un fiel de la parroquia habla de su experiencia al participar en la Misa (Novus Ordo) celebrada “ad Orientem” por el párroco, el P. Gerald Gawronski. Ofrecemos aquí nuestra traducción.
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Hace unas pocas semanas cuando el Padre Gerald anunció que iba a empezar a celebrar la Misa de los domingos a las 10:30 ad Deum (frase latina para indicar cuando el sacerdote dice la Misa de cara al Tabernáculo), no estaba seguro si eso me llegaría a gustar o no. He leído muchos libros sobre liturgia, y conozco lo que dice al respecto la Instrucción General del Misal Romano – es decir, conozco las “reglas y regulaciones”. Pero no estaba seguro de cuanto me gustaría realmente una vez que comenzara a hacerlo, y cómo esto afectaría mi experiencia subjetiva de ir a Misa. Por eso decidí intentar que mi mente se deshiciera de toda la teología que había estudiado en los libros que he leído, y dedicarme simplemente a observar la Misa como cualquier persona que entrara al templo desde la calle, como una pizarra en blanco.
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Varias cosas me impactaron de esta experiencia: primero, creo que existe una gran belleza estética en el hecho de que el sacerdote diga la Misa de cara al Señor. Todo parece subir unido al altar: la belleza en la parte posterior de los ornamentos (que vemos muy raramente), la elevación de la Hostia en frente del crucifijo recordando el Sacrificio de Cristo, la unidad del sacerdote, los ministros y la asamblea entera orando y orientándose hacia el Misterio que se lleva a cabo sobre el altar. Creo que la unión de todos estos elementos hizo de la experiencia algo trascendente – a la vez que se quita nuestra atención del rostro del sacerdote, y se vuelve a poner el centro en el Sacrificio de Cristo. Esto nos recuerda que la Misa no es un asunto del sacerdote o su “performance”, sino que se trata de Jesús, que Se ofrece a Sí mismo a Dios Padre.
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Otra hermosa verdad teológica me llegó mientras observaba al Padre Gerald consagrando la Hostia sobre el altar, escondida de la vista de la asamblea, y elevada súbitamente después de la consagración. La elevación me hizo recordar algo maravilloso, como el sol que súbitamente se eleva por detrás de las montañas y llega a la tierra – de la misma manera en que la Escritura se refiere a Cristo como “el Sol de Justicia que trae la salud en sus rayos” (Mal 3,20)
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El hecho de que la consagración se realice fuera de la vista de la Asamblea, y que no veamos la Hostia consagrada hasta la elevación, me trajo a la mente una profunda verdad: si bien el sufrimiento y la Muerte de Cristo fueron públicos, también fueron escondidos. Mucha gente fue testigo de la muerte física de Cristo: las mujeres, el discípulo Juan, y los centuriones romanos. Pero en otro sentido, el verdadero sufrimiento de Cristo fue velado. Nadie es capaz de llegar a ver la agonía que Él soportó para quitar los pecados del mundo, para cargar con el rechazo completo del amor, y la desolación que esto trajo consigo. Ningún ser humano es capaz de comprender este sufrimiento. Esto es con lo que me quedé de la Misa: la consagración se realiza en secreto, velada, como la agonía interior de Nuestro Señor en Su Muerte, pero inmediatamente seguida por la elevación ante todo el pueblo, de la misma manera en que Él fue levantado en la Cruz, para que todo el mundo Le contemplara.
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En fin, he descubierto que no he perdido nada al tener la experiencia de la Misa celebrada con el sacerdote de cara al altar, más aún, me vi muy enriquecido. La Misa fue una experiencia más hermosa y edificante, y volvió a centrar mi atención en el Sacrificio que se realizaba sobre el altar, y sobre el cual trata, en definitiva, toda la liturgia: el Amor Divino que Se ofrece a Sí mismo por la salvación de la humanidad. En lo que a mi respecta, lo que sea que me ayude a comprender esto más firmemente es una adición bienvenida. Menciono esto porque creo que es bueno que lo discutamos. Hablé con el Padre Gerald el otro día en la Iglesia, y él me preguntó que pensaba acerca de la Misa celebrada de esta forma, y este artículo es mi respuesta. ¿Qué piensan ustedes?
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Fuente: What Does The Prayer Really Say?
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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