lunes, 14 de diciembre de 2009

Bielorrusia: una Iglesia que renace

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Catedral de Minsk-Mohilev

Catedral de Minsk-Mohilev

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Una fe nunca adormecida, una esperanza nunca venida a menos, un amor sólido en Dios. Sobre estos fundamentos ha renacido la Iglesia en Bielorrusia, después de años vividos experimentando las modernas catacumbas detrás de la cortina de hierro. Desde hoy, 14 de diciembre, los obispos bielorrusos mostrarán al Papa el rostro de este renacimiento, alternándose en los informes quinquenales sobre la vida pastoral en sus respectivas diócesis, con ocasión de la visita ad limina Apostolorum. Monseñor Alexander Kaszkiewicz, obispo de Grodno y presidente de la Conferencia episcopal de Bielorrusia, anticipa algunos aspectos en esta entrevista a L’Osservatore Romano.

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La Iglesia en Bielorrusia ha vivido la experiencia de las catacumbas del siglo XX y, hasta veinte años atrás, se encontraba realizando su misión detrás del Muro de Berlín, detrás de la cortina de hierro. ¿Qué evocan hoy los recuerdos de aquellos tiempos difíciles?


A pesar de que, en aquellos años, hubo una masiva campaña de propaganda atea, Dios nunca ha sido erradicado de los corazones. En Bielorrusia, la Iglesia Católica y sus fieles han vivido realmente un período muy difícil. Sin embargo, han conservado la fe. Y hoy se ven los frutos. Y son frutos abundantes. Sin la historia, no existe la Iglesia, no existe la nación. Por lo tanto, precisamente porque el recuerdo de aquellos días difíciles está vivo en nuestro corazón, se refuerza en nosotros la voluntad de anunciar incesantemente el Evangelio sobre todo hoy y con renovado ardor.

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¿Cómo habéis vivido los primeros momentos de libertad religiosa?


Inicialmente debimos afrontar no pocas dificultades, principalmente porque había pocas iglesias. También las vocaciones eran muy escasas. Comenzamos el trabajo de reconstrucción partiendo de la reestructuración de las iglesias abandonadas y, por lo tanto, reducidas a condiciones desastrosas. Al mismo tiempo edificamos nuevas iglesias y construimos también pequeñas capillas en diversos ángulos de nuestras ciudades para estar presentes de modo capilar en el tejido social. Esto ha sido posible, sobre todo, gracias a la fe que permanecía viva en el corazón de nuestra gente. Una fe que ha continuado sosteniendo la esperanza, nunca abatida, que llevó confianza a los pastores y ayudó a comprender el amor de Dios por el pueblo bielorruso. Diría que han sido precisamente nuestros fieles quienes nos han dado a los obispos, sus pastores, la fuerza para continuar el trabajo apostólico en el país.

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¿Y cuáles son actualmente las perspectivas reales de crecimiento para la Iglesia en vuestra nación?


Tenemos mucha confianza. En los últimos años, nuestra Iglesia está viviendo una nueva estación de renacimiento. Tenemos el don de nuevos sacerdotes y también de nuevas religiosas. Edificamos nuevas parroquias. En resumen, podemos decir con orgullo que nuestra Iglesia muestra su rostro joven y toda su dinamicidad. Lo testimonian, por otra parte, también los datos relativos a cuantos se acercan a los sacramentos, desde el bautismo hasta la confirmación. Ahora, sin embargo, advertimos la necesidad de dedicarnos más a la educación de los jóvenes para hacer nacer en ellos un interés auténtico por la fe y por la religión. Una mirada especial hemos reservado a las jóvenes familias católicas, principalmente a las nuevas. Hemos inaugurado para ellas una pastoral particular. Hacemos especial hincapié en la catequesis. Organizamos peregrinaciones hacia los santuarios más significativos, visitas estivales para acercar los niños y los jóvenes a Cristo. En el trabajo pastoral, también nos encargamos de los enfermos, de las personas que están solas y de los pobres. En cada diócesis trabaja Cáritas. También la devoción popular está creciendo de modo significativo. En este período, en nuestro país han sido coronadas siete imágenes milagrosas de la Virgen. Las coronas han sido impuestas en nombre y con la autoridad del Siervo de Dios Juan Pablo II y del actual Pontífice Benedicto XVI.

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¿Habéis adoptado iniciativas particulares para vivir este Año sacerdotal?


Hemos comenzando promoviendo reflexiones sobre el significado de este tiempo especial. Hemos convocado una reunión para todo el episcopado y para todos los presbíteros de Bielorrusia en Minsk. El primer pensamiento compartido por todos ha sido la acción de gracias a Dios por el don de nuestra vocación. Y hemos rezado para que sea un don abundante también para el futuro. No falta nunca en nuestras reuniones una oración al Señor por las nuevas vocaciones al servicio de Dios y de los hombres.


Luego hemos comenzado a reflexionar sobre el nuevo modo de evangelizar que nos impone el progreso tecnológico. Es cada vez más frecuente, de hecho, el uso de los modernos medios de comunicación. Por eso, hemos fundado editoriales y promovimos la publicación de diarios y revistas católicas. Además ofrecemos, cada domingo, la Misa transmitida por la radio, producimos transmisiones televisivas y hemos abierto una página en internet. Actualmente estamos trabajando en la traducción de los textos bíblicos al bielorruso. Pienso que ésta puede ser, en síntesis, la contribución que trataremos de ofrecer con gran impulso, en este Año sacerdotal, para que la Iglesia pueda vivir y renovarse.

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¿Cuáles son los principales desafíos que la Iglesia en Bielorrusia debe afrontar actualmente?


Nuevas vocaciones y nuevas iglesias. Estos son nuestros grandes desafíos. Por eso he dicho que, en el Año sacerdotal, rezaremos para que no falten candidatos al sacerdocio en nuestros seminarios en Hrodne y en Pinsk, ni vocaciones a la vida religiosa. Tenemos necesidad de muchos otros sacerdotes y de muchas otras religiosas para el trabajo en la viña del Señor. Dedicamos particular atención a nuestros niños y jóvenes que frecuentan la catequesis. Ellos son el futuro de nuestra Iglesia que, gracias a Dios, tiene ya una base sólida.

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En su país, los católicos viven en estrecho contacto con los ortodoxos. ¿De que tipo de convivencia se trata?


En Bielorrusia, los católicos y los ortodoxos viven unos junto a otros desde hace siglos. Colaboran efectivamente en espíritu de concordia y de fraternidad. Tenemos buenas relaciones entre nosotros. Ejemplos de esta relación fraterna son las muchas familias mixtas que hay entre nuestra gente. En cada una reinan la paz y la tolerancia recíproca. Esta realidad constituye para todos ellos un enriquecimiento. Piense, por ejemplo, en el hecho de que en estas familias celebran juntos tanto las festividades ortodoxas como las católicas y no hay rivalidades de carácter confesional.

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Entonces, ¿el diálogo puede ser planteado sobre bases sólidas y con buenas perspectivas de éxito?


Diría que es el camino que estamos recorriendo desde hace tiempo. Ya hemos puesto en marcha muchos proyectos comunes, en los cuales participan también otras confesiones diversas. Los ciudadanos bielorrusos quieren vernos unidos. Pero para que haya unidad, es necesario aprender a escucharnos unos a otros, recordando que Dios es Amor. Oramos siempre en nuestras iglesias por la unidad de los cristianos. Buscamos también el diálogo con las otras religiones. En Minsk, por ejemplo, se ha llevado a cabo una conferencia sobre el desarrollo del diálogo entre cristianos y judíos. La importancia de la reunión ha sido testimoniada por la presencia del cardenal Kasper, presidente de la Comisión para las relaciones religiosas con el judaísmo.

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¿Cuáles son los principales obstáculos que se interponen hoy en el camino de la evangelización?


Como he dicho, sin duda tenemos todavía necesidad de muchos sacerdotes y de religiosas para el trabajo de evangelización. Sin embargo, considero esencial también el compromiso de los laicos. La nueva evangelización, de la que hablaba Juan Pablo II, no dará mucho fruto sin el compromiso de los laicos. Donde el sacerdote no puede llegar, puede haber un laico. Lamentablemente, a veces, son un sacerdote y una religiosa quienes deben hacer todo. La fe no debería ser anónima y cada creyente debería participar en la actividad de la evangelización. La difícil situación económica y financiera nos provoca muchas dificultades. Principalmente en lo referente a la construcción de nuevas iglesias en nuestro territorio mientras que, repito, tenemos gran necesidad de ellas, especialmente en las grandes ciudades.

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¿Cuánto conoce de Benedicto XVI el pueblo bielorruso?


Lo suficiente como para haber aprendido a amarlo. Muchos expresan el deseo de verlo de cerca. Pero también en este caso debemos recordar la crisis económica que padece el país: pocos pueden permitirse un viaje a Roma. Nosotros ya hemos invitado al Papa a visitar nuestro país, y ciertamente aprovecharemos también esta ocasión de la visita ad limina para renovar tal pedido. Sabemos que también el presidente ha invitado al Papa a venir a nuestro país. La Iglesia en Bielorrusia reza para que este sueño pueda realizarse. Todos deseamos muchísimo que el Sucesor de Pedro pueda darnos su bendición apostólica en nuestra tierra.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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