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Este sábado 17 de abril, el Papa Benedicto XVI emprenderá su décimo cuarto viaje apostólico internacional, el primero de este año, que lo llevará a la isla de Malta para conmemorar el 1950º aniversario del naufragio de San Pablo. Con este breve viaje (poco más de 24 horas dado que llegará a la isla en la tarde del sábado y volverá a Roma el domingo por la noche), el Papa inicia sus viajes apostólicos de este año 2010 que, lamentablemente, se ha mostrado hasta el momento como uno de los más violentos si se considera la magnitud de los ataques, llenos de odio, que se están dirigiendo sin descanso contra este gran Pontífice.
Incluso la preparación de este viaje apostólico se ha visto empañada por el odio al Santo Padre cuando algunas personas escribieron frases ofensivas en los carteles que anuncian la visita papal. Sin embargo, el mal gusto y la falta de respeto de unos pocos, expresada en estos actos vandálicos, parece insignificante frente al entusiasmo de la mayor parte de la población maltesa que espera con gran alegría la visita del Sucesor de Pedro. Más aún, tal vez sea precisamente esta gran alegría la que ha provocado aquellas ofensas. Los obispos, en nombre del Pueblo de Dios, afirmaron que todos los malteses recibirán al Vicario de Cristo “del mismo modo en que nuestros predecesores rindieron homenaje a San Pablo”. Y el mismo Papa, en una carta al presidente Abela, afirmó: “no veo la hora de unirme a los malteses para conmemorar el importante aniversario de la llegada de San Pablo a sus costas”.
Tan sólo un mes después, Benedicto XVI subirá nuevamente a un avión para realizar un viaje apostólico a Portugal (del 11 al 14 de mayo), que él había deseado desde hace tiempo, en el que visitará las ciudades de Lisboa, Porto y Fátima. Es precisamente en esta última ciudad, en la que se encuentra el santuario mariano en honor a Nuestra Señora, donde se centrará este importante viaje pontificio con ocasión del 10º aniversario de la beatificación de Francisco y Jacinta (los pastorcitos a los que, junto con la Sierva de Dios Sor Lucía, se apareció la Virgen). En ese mismo día se conmemora también el 10º aniversario del anuncio de la publicación del tercer secreto. ¿Cómo no considerar importante la peregrinación a Fátima de aquel que, en el año 2000, tuvo la tarea de realizar el comentario a esta parte del secreto e identificó la clave del mismo en las palabras de la Virgen: “Mi Inmaculado Corazón triunfará”? La presencia de un Sucesor de Pedro en el Santuario de Fátima es siempre un acontecimiento de gracia en la vida de la Iglesia. Y en estos tiempos especialmente difíciles para la Iglesia, en los que precisamente el Vicario de Cristo está en el centro de tan violentos ataques, no podemos dejar de pensar que, una vez más, como la Beata Jacinta vio en Fátima, estará “el Santo Padre, en una iglesia, rezando delante del Inmaculado Corazón de María, y mucha gente rezando con él” (cfr. “Memorias de Lucía”).
Tres semanas después de detenerse en oración en el Santuario de Fátima, Benedicto XVI emprenderá un nuevo viaje, esta vez a Chipre, una de las pocas naciones que el Venerable Juan Pablo II no visitó en su largo pontificado. En esa nación, el Papa confirmará en la fe a la pequeña comunidad católica del país y entregará el Instrumentum laboris de la Asamblea especial del Sínodo de los Obispos para Oriente Medio, que se celebrará en octubre de este año en el Vaticano, una iniciativa que muestra una vez más la importancia que tienen, en el corazón del Santo Padre, las comunidades cristianas de esa región que, entre grandes dificultades y sufrimientos, siguen a Cristo por el camino de la cruz. El viaje a esa nación, mayoritariamente ortodoxa, ofrecerá también el marco para un encuentro con Su Beatitud Crisóstomos II, Arzobispo ortodoxo de Chipre, que al visitar el Vaticano en el 2007, en un memorable discurso, se refirió a la Sede de Roma como “el Trono Apostólico hacia el cual mira toda la Ecumene cristiana con grandes expectativas, esperando que el que lo preside, el teólogo sabio, el incansable pastor y el dinámico líder eclesiástico, realice gestos de diálogo, pacificación, acercamiento y amor”. En esa ocasión, Crisóstomos II afirmó también: “A través de nosotros el apóstol san Bernabé invita a su hermano mayor, el apóstol san Pedro, a visitar por primera vez su humilde casa, a ser su huésped, a sentirse como en su casa, a bendecirla… Dígnese venir y denos la ocasión de corresponder a su hospitalidad fraterna de estos espléndidos días que hemos vivido en la ciudad eterna”. Del 4 al 6 de junio, en efecto, el Papa Benedicto XVI responderá con su visita a aquella cordial invitación.
Luego de su período de vacaciones, que este año ha decidido transcurrir totalmente en la residencia de Castelgandolfo, el Papa emprenderá el cuarto viaje internacional del año que lo llevará, en una visita histórica, a Gran Bretaña, del 16 al 19 de septiembre. Al recibir en visita ad limina a los obispos ingleses y escoceses, el Papa les dijo que durante su viaje él mismo podrá ser testigo de la fe de los católicos y, como Sucesor de Pedro, la fortalecerá y confirmará. Este viaje pontificio tendrá como cumbre la esperada beatificación del Cardenal John Henry Newman, por quien el Papa Ratzinger siente una profunda admiración desde los años de su juventud, al punto de que el Pontífice ha decidido presidir él mismo la ceremonia de beatificación. Este acontecimiento, además, cobrará todavía mayor relieve teniendo en cuenta la providencial iniciativa de Benedicto XVI al promulgar la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus. La centralidad de la figura de Newman puede notarse también en que su lema se ha convertido en el de la visita pontificia: Cor ad Cor loquitur. Seguramente este viaje estará rodeado de oposición y polémicas (algunas de las cuales, de hecho, ya comienzan a vislumbrarse) pero, teniendo en cuenta el acostumbrado modo de actuar de los enemigos de la Iglesia, podemos pensar que mucho mayor aún serán sus frutos espirituales en la floreciente Iglesia de Inglaterra y Escocia.
Finalmente, el Peregrino Apostólico estará el 6 y 7 de noviembre en “la noble y siempre querida España”, como él mismo la llamó al visitarla por primera vez como Obispo de Roma en el año 2006. España, de este modo, se verá honrada con una segunda visita del actual Pontífice, estando anunciada una tercera para el próximo año, en Madrid, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud: se trata de algo absolutamente inusual. ¿Se puede dejar de notar el especial amor de Benedicto XVI por España y su convicción de que esta noble nación sigue representando una esperanza para la Iglesia que peregrina en Europa y en el mundo? De hecho, el Papa se hará peregrino en Santiago de Compostela, meta eminente de peregrinos desde tiempos remotos, “cuyos pasos han marcado un Camino que nos habla elocuentemente de las raíces espirituales del Viejo Continente” (Cfr. Mensaje del Santo Padre para la apertura del Año Santo Compostelano). Por otra parte, su presencia en Barcelona, para consagrar la nave central de la iglesia de la Sagrada Familia, representará no sólo una gran ocasión para valorar el fructífero encuentro entre arte y fe, sino también una preciosa oportunidad para defender con alegría y firmeza la institución sagrada de la familia.
Además de estos cinco viajes internacionales, un número “record” para el Papa Benedicto, el Peregrino Apostólico tiene programados otros cuatro viajes dentro de Italia, la nación de la que es Primado. El 2 de mayo visitará Turín para venerar la Sábana Santa, “espejo de los Evangelios”, como la llamó su inmediato predecesor. El 4 de julio visitará nuevamente la región de los Abruzos, esta vez la ciudad de Sulmona, para conmemorar el VIII centenario del nacimiento del Papa San Celestino V. Para recordar el centenario del nacimiento de otro predecesor suyo, el Papa León XIII, visitará Carpineto Romano el 5 de septiembre. Finalmente, estará en Palermo el día 3 de octubre para encontrarse con las familias y con los jóvenes.
Esta intensa agenda evangelizadora del Pontífice, que incluye cinco importantes viajes internacionales y otros cuatro dentro de Italia, es el mejor argumento contra las maliciosas mentiras de quienes pretenden “crear” la imagen, en la opinión pública (o, más bien, en la publicada), de un Papa cansado, enfermo, sin iniciativa o incluso deprimido. Por el contrario, todo aquel que quiere reconocer la verdad, puede ver que tenemos un Papa grande y fuerte que, con 83 años, a pesar de la fatiga propia de la edad y de “los estragos que causan en un hombre la calumnia y el odio” (cfr. “El Papa mártir”, de Santiago Martín), sigue guiando sabiamente a la Iglesia con un amor auténticamente paterno y con una conciencia muy clara de la naturaleza de la misión que se puso en sus manos y que él aceptó con actitud de entrega interior.
Cuando el Papa Benedicto XVI, luego de su elección, visitó por primera vez la Basílica de San Pablo Extramuros, dijo con gran emoción: “Ante nuestros ojos tenemos el ejemplo de mi amado y venerado predecesor Juan Pablo II, un Papa misionero, cuya actividad tan intensa, testimoniada por más de cien viajes apostólicos fuera de los confines de Italia, es realmente inimitable. ¿Qué lo impulsaba a semejante dinamismo, sino el mismo amor a Cristo que transformó la existencia de san Pablo?”. Inmediatamente, el actual Papa añadió: “Que el Señor alimente también en mí un amor semejante, para que no descanse ante la urgencia del anuncio evangélico en el mundo de hoy”. Hoy, en vísperas del quinto aniversario del inicio de su Pontificado, podemos dar gracias a Dios por haber oído aquella súplica del Sucesor de Pedro y habernos dado, con Benedicto XVI, un nuevo Peregrino Apostólico, también él profundamente inflamado por el amor de Cristo, a quien ha consagrado su vida entera.
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