sábado, 12 de febrero de 2011

El Card. Kasper contra los críticos del celibato: “Hay una crisis de fe”

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La Iglesia hoy ya no es “poderosa e influyente como fue una vez”; al contrario, nosotros los católicos nos hemos vuelto pocos y “pronto, tal vez, no seremos ya tampoco mayoría”.


Por esto urge una “renovación de la fe” en Alemania – donde, en las grandes ciudades, “ya no somos más mayoría y no lo somos, de hecho, si contamos a aquellos que se declaran practicantes” – como en el resto de Europa. Es un lúcido análisis el ofrecido por el cardenal Walter Kasper durante la Misa de acción de gracias por la actividad desarrollada como presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, celebrada el domingo pasado, 6 de febrero, en la iglesia romana de Santa Maria dell’Anima.


En la homilía, el purpurado – con el cual concelebraron su sucesor en el dicasterio ecuménico, el cardenal Kurt Koch, y el obispo austríaco de Graz-Seckau, Egon Kapellari – ha hablado también del celibato sacerdotal, aclarando la propia posición luego de una encendida polémica en los medios. “Leyendo los periódicos – comentó – se tiene la impresión de que la mayoría está en contra. Estoy contento de no pertenecer a esta mayoría”, agregó, subrayando que para él “el celibato es un testimonio de seguimiento radical de Cristo, como debería ser, en particular, para los sacerdotes. Es el signo de que se existe para Cristo y para el Reino de Dios. Es aquella pizca de sal, que no todos pueden ser, pero que hace bien a todos. Adaptarse – concluyó – no ayuda”.


El purpurado, de hecho, había centrado la reflexión en las dos afirmaciones del Evangelio proclamadas poco antes: “Sois la sal de la tierra”, “Sois la luz del mundo”. Tomadas del sermón de la montaña del evangelista Mateo, ellas explican qué significa ser discípulos de Jesús, y es significativo que sean pronunciadas inmediatamente después de las bienaventuranzas, las cuales muestran – hizo notar el cardenal – que los verdaderos bienaventurados no son “los hombres ricos y poderosos, políticamente influyentes, ni los grandes magnates, ni una élite de intelectuales que determinan la opinión pública y dictan abiertamente los parámetros”; por el contrario, los verdaderos bienaventurados son “los pobres, los afligidos, los no violentos, los que tienen hambre, los misericordiosos, los pacientes y los constructores de paz. Por lo tanto, personas sencillas, personas que viven al margen del gran mundo”. Y no es casual que del exiguo grupo de hombres y mujeres sencillas de entonces haya surgido la Iglesia, que “por más de dos mil años ha superado terribles persecuciones y ha sobrevivido a muchos regímenes e imperios poderosos. Por eso – explicó actualizando el discurso – hoy no debemos desalentarnos ni perder el ánimo. No debemos perturbarnos por el hecho de ser pocos o tal vez convertirnos en una minoría, si es es la voluntad de Dios”.


Según el historiador Arnold Toynbee, en las situaciones difíciles de la historia de la humanidad, como la actual, han sido siempre las minorías quienes han encontrado una salida. “Así fue al comienzo de la Iglesia – dijo el cardenal Kasper – y siempre en el curso de su historia. Lo determinante es la calidad, no la cantidad. Si somos una minoría calificada y creativa, que tiene una identidad y que sabe quién es y qué quiere, entonces no deberíamos preocuparnos”. Es cierto, “hoy para nosotros, en Europa, el fuego de Cristo parece apagarse. La verdadera crisis es una crisis de la fe en Dios y en Jesucristo”. Por eso “se necesita una renovación” gracias a cristianos que no caigan en la “tentación de no querer ser ya sal sino sólo minestra, de no quererse distinguir y de quererse disolver en la masa general, de esconderse, de no querer ya cambiar el mundo sino de querer solamente adaptarse”. Porque un cristianismo “diluido, cuya sal se ha vuelta insípida, no sirve a nadie y todos lo desprecian. Sólo un cristianismo radical, comprendido en el sentido correcto, puede ser convincente”.


Finalmente la referencia al motivo de fondo de la celebración. “En el mundo antiguo – recordó Kasper – la sal era también intercambiada al momento de sellar un pacto. Si en los últimos once años he contribuido un poco a que se dieran al menos algunos pequeños pasos adelante en la paz entre los cristianos divididos y a mostrar un rostro amable de la Iglesia católica, entonces – confió – me alegro”. Como se sabe, el teólogo alemán ha sido primero secretario (16 de marzo de 1999) y luego presidente (desde el 3 de marzo de 2001 al 1º de julio de 2010) del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos.


L’Osservatore Romano, 12 de febrero de 2011.


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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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