viernes, 7 de noviembre de 2008

¿A quién debo recurrir?

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Santa_Gema

Santa Gema Galgani

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En este pequeño relato de un episodio de la vida de Santa Gema Galgani (1878-1903), habla su director espiritual, el Padre Germán de San Estanislao.

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Su madre adoptiva vino a llamarme; voy y me encuentro a aquella joven en pleno éxtasis, cuyo asunto era un pecador y su forma una lucha entre ella y la Divina Justicia, a fin de obtener la conversión de aquél. Confieso no haber asistido en mi vida a un espectáculo más conmovedor.

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Gema estaba sentada sobre la cama, con los ojos, la cara y todo el cuerpo vuelto hacia un lugar de la estancia en donde se había aparecido el Señor.

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No se encontraba agitada, pero sí conmovida y resuelta, como el que hallándose en alguna dificultad, quiere superarla a toda costa. Comenzó a decir: “ya que habéis venido, Jesús, te vuelvo a rogar por mi pecador. Es hijo tuyo y hermano mío: sálvalo, Jesús”. Y lo nombró.

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Era un forastero que había conocido en Luca, y movida por interior inspiración, ya lo había amonestado de palabra y por escrito a que arreglara su conciencia y que no se contentase con la fama de buen cristiano que gozaba ante el público. Jesús, en cambio, deseando obrar con justicia, no daba oídos a la súplica de su sierva.

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Ella, sin acobardarse, le decía: “¿Por qué no me escuchas, Jesús? ¿Tanto hiciste por un alma sola, y ahora rehúsas salvar a ésta? Sálvala, Jesús, sálvala… Sé bueno, Jesús, no me hables de este modo… Puesto que eres la Misericordia misma, no cae bien en tus labios la palabra abandono; no la debes pronunciar. Tú no has medido la sangre que derramaste por los pecadores, y ¿ahora quieres medir el número de nuestros pecados? ¿no me escuchas? Y ¿a quién debo recurrir? Has derramado tu sangre tanto por él como por mí; ¿a mí me salvas y a él no? No me levantaré de aquí; sálvalo; dímelo que lo salvarás”.

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“Me ofrezco como víctima, pero singularmente por él. Te prometo no rehusarte nada; ¿me lo das? Es un alma… un alma que te ha costado mucho. Llevará una vida mejor y no pecará más.”

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Por toda respuesta, el Salvador oponía la Divina Justicia; y ella animándose cada vez más, continuaba: “no busco tu Justicia, sino tu Misericordia. Vé, Jesús mío, vé a buscar a este pecador y dale un golpe al corazón…” El Salvador para manifestar a su sierva cuánta razón tenía para permanecer inflexible, empezó a mostrarle una por una y con las más menudas circunstancias de tiempo y lugar las culpas de aquel pecador, concluyendo que ya había colmado la medida. La pobre joven dio muestras de desaliento; dejó caer los brazos y exhaló un profundo suspiro, como si perdiera la esperanza de triunfar. Pero, inmediatamente se repuso y, tornó al ataque:

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“Lo sé, lo sé, Jesús mío; te ha ofendido; pero yo te he ofendido más; y conmigo has usado de misericordia. Por caridad, Jesús. Las finezas de amor que has empleado conmigo, te suplico las tengas con mi pecador. Acuérdate, Jesús, que lo quiero ver salvo. Triunfa, triunfa, te lo pido por caridad”.

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El Señor no parecía conmoverse: Gema experimentaba nuevo abatimiento; y guardando silencio, iba ya a dejar la contienda, cuando de improviso, surgió en su mente otro motivo que le pareció invencible ante cualquier resistencia. Se reanimó toda y dijo: “está bien; soy una pecadora: Tú mismo me dijiste no haber hallado otra peor que yo. Sí, lo confieso; no merezco que me atiendas; pero aquí te presento otra intercesora a favor de mi pecador: es tu misma Madre la que ruega por él. ¡Oh, díle que no a tu Madre! A Ella no le puedes decir que no. Dime pues, ahora, Jesús, que has salvado a mi pecador”.

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La victoria estaba concedida. La escena cambió de aspecto. El piadoso Señor ya había firmado la gracia; y Gema, tomando un aire de indescriptible alegría, clamaba: … “¡está salvo! ¡está salvo! ¡has vencido, Jesús; triunfa siempre así!” Y salió del éxtasis.


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Fuente: “Santa Gema Galgani”

del P. Amadeo de la M. del Buen Pastor; Ed. Claretiana, 1940.


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