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Ofrecemos la primera parte de una larga e interesante entrevista que el periodista Andrea Tornielli realizó a Monseñor Georg Ratzinger, hermano mayor del Papa Benedicto XVI. En los próximos días publicaremos la segunda parte, en la que se habla del Concilio Vaticano II y de la elección de Joseph Ratzinger como Obispo de Roma.
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“Desde el inicio de mi vida, mi hermano ha sido siempre para mí no sólo compañero, sino además guía fiable. Ha constituido para mí un punto de orientación y de referencia con la clarividencia y la determinación de sus decisiones. Siempre me ha indicado el camino que debía tomar, incluso en situaciones difíciles”. Con estas palabras, el pasado 22 de agosto, Benedicto XVI agradeció al alcalde de Castelgandolfo por haber concedido la ciudadanía honoraria a Georg Ratzinger, su hermano mayor. La “guía fiable” del Papa, el único miembro que queda de su familia, a pesar de la enfermedad de los ojos que le ha reducido mucho la vista, se mueve aún ágilmente en la habitación de la calle Luzengasse, poco distante de la Catedral de Ratisbona, donde por largo tiempo ha dirigido el famoso coro de voces blancas de los “Domsptzen”, los gorrioncillos de la Catedral. En la ciudad cuyo nombre, en el 2006, ha circulado por todo el mundo después del famoso discurso del Pontífice dedicado a la relación entre fe y razón, nubes grises dejan caer una lluvia fría y otoñal. Monseñor Ratzinger, de 84 años, puntualísimo, espera al entrevistador en la puerta, a la hora prevista para el encuentro. La pequeña sala de estar, donde recibe a los visitantes y los hace pasar, está llena de pergaminos y de imágenes sagradas. En el centro, sobresale una foto sonriente del hermano Papa. La única condición para la entrevista es “que sea breve”. Pero aceptará con agrado muchas “últimas” preguntas.
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¿Cuál es el primer recuerdo que tiene de su hermano Joseph?
Era el Sábado Santo de 1927. Ya desde el alba había una gran confusión en casa y yo no lograba entender qué estaba sucediendo. Quería levantarme pero mi padre me dijo que continuara durmiendo porque había nacido un hermanito. Lo vi sólo después: era pequeño y delicado. Fue bautizado al otro día en la iglesia parroquial de Marktl am Inn, el pueblo donde habitábamos. Aquel día llovía, nevaba y había viento, así que mis padres decidieron dejarme a mí y a mi hermana en casa para no correr el riesgo de enfermarnos.
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¿Qué tipo de niño era su hermano?
Era un niño vivaz, pero no un terremoto. Lo recuerdo siempre alegre. Desde pequeño mostraba gran sensibilidad con los animales, las flores y, en general, con la naturaleza. Tal vez también por esto en Navidad recibía siempre, de regalo, animales de tela. Su atención por la naturaleza y los seres vivos era un rasgo característico suyo.
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¿Nos puede contar algo sobre su vida familiar y sus padres?
Éramos una familia muy unida. Nuestro padre era comisario de policía, provenía de una antigua familia de agricultores de la Baja Baviera. Mi madre era hija de artesanos y antes de casarse había trabajado como cocinera. Siendo niños, cuando era posible, íbamos a la Misa diaria. Hacíamos el desayuno en casa. Luego, nos veíamos de nuevo para el almuerzo. Según la tradición bávara, comíamos primero una sopa y luego el plato principal. A la tarde hacíamos los deberes y luego, con mi hermano, íbamos a pasear por la ciudad. Después cenábamos juntos. En aquella época no había ni radio ni televisión, y nuestro padre tocaba la cítara y cantaba canciones. Luego, se iba temprano a la cama.
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¿Qué opinión tenía vuestro padre del nazismo?
Desde el inicio, ha sido un gran opositor del nazismo. Entendió enseguida que el nacionalsocialismo sería una catástrofe y que no era sólo un gran enemigo de la Iglesia sino, más en general, de toda fe y de toda vida humana.
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¿Usted y Joseph fueron obligados a alistarse en las Juventudes Hitlerianas?
El Estado había dispuesto que todos los chicos de las escuelas, según su edad, debieran inscribirse en determinados grupos juveniles. Cuando se convirtió en obligatorio, fuimos inscriptos todos. No había libertad de elección y el no presentarse habría tenido ciertamente consecuencias negativas. Mi hermano, sin embargo, no frecuentaba estas reuniones y no se presentaba ante los llamados. Esto comportó un daño económico para mi familia ya que no se benefició más del descuento en los gastos escolares.
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¿Es verdad que un pariente vuestro fue asesinado en el Aktion T4, el proyecto de eutanasia nazista?
Era nuestro primo, hijo de una hermana de mi madre. Era un niño agradable y alegre pero sufría de trastornos mentales. No era capaz de dialogar correctamente o de participar en las conversaciones. No sé decir nada más sobre su enfermedad. Sólo mucho más tarde nos enteramos que los nazis se lo habían llevado de su casa y que había sido asesinado en un campo de exterminio.
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En 1935 usted entró en el seminario diocesano de Traunstein. Joseph ha escrito en su autobiografía: “Yo seguí sus pasos”. ¿Cómo nace la vocación de Joseph?
Tanto mi hermano como yo éramos monaguillos y los dos ayudábamos en la Misa. Pronto se nos hizo claro, primero a mí y luego a él, que nuestra vida estaría dedicada al servicio de la Iglesia.
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Ya desde temprano su hermano había dicho que de grande quería ser cardenal…
En Tittmoning, Joseph había recibido la confirmación de manos del Cardenal Michael Faulhaber, el gran arzobispo de Munich. Él quedó impresionado y había dicho que quería convertirse también él en cardenal. Pero sólo algunos días después de aquel encuentro, observando al pintor que decoraba las paredes de nuestra casa, dijo también que de grande querría ser pintor de paredes…
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En la autobiografía, Joseph cuenta que consideraba “una verdadera tortura” el deporte y que no amaba la actividad física.
Puedo decir con seguridad que ni a mí ni a mi hermano nos atraía el deporte. Tal vez era debido al hecho de que no teníamos un físico robusto, es más, éramos los más pequeños y débiles de nuestras respectivas clases. No llegábamos a tener el ritmo de nuestros compañeros.
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¿Cómo ha influido la segunda guerra mundial en su vida y en la de su hermano?
La guerra nos ha probado profundamente, incluso cuando estábamos en casa: la comida apenas alcanzaba. Teníamos un billete para el abastecimiento mensual de comida, con el cual se podían comprar sólo determinados alimentos como el azúcar, la manteca, la grasa y algo de carne. Por la tarde, era necesario oscurecer las ventanas para que no se viera la luz y así no ser vistos por los aviones de los aliados. Fui llamado primero al servicio de trabajo, y luego al servicio militar. Mi hermano fue llamado algún tiempo después que yo. Teníamos objetivos e ideales que eran opuestos a los de Hitler pero, a nuestro pesar, éramos soldados. No veíamos la hora de que llegase el día en el que la guerra habría terminado.
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¿Cómo nació vuestra pasión por la música?
En nuestra casa, todos amaban la música. Nuestro padre – ya lo he recordado – tenía una cítara que tocaba frecuentemente por la tarde. Cantábamos juntos. Para nosotros, era siempre un acontecimiento. En Marktl am Inn había una banda musical que me gustaba mucho. Siempre pensé que la música era una de las cosas más bellas que Dios había creado. También mi hermano ha amado siempre la música: tal vez lo he contagiado yo.
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Usted y su hermano fueron ordenados sacerdotes juntos el 29 de junio de 1951, en la Catedral de Freising. ¿Qué recuerdos tiene de aquel día?
Fue un día muy alegre, que nos conmovió profundamente. El buen tiempo nos había puesto de buen humor. Éramos más de cuarenta jóvenes y nos habíamos preparado juntos para la consagración. Estábamos todos felices porque alcanzábamos el objetivo para el cual nos habíamos preparado por años y que tanto esperábamos. Ahora todo se convertía en realidad. Entramos en la Catedral de Freising, cuya gran campana, que llevaba el nombre de San Corbiniano, había despertado desde temprano por la mañana a toda la ciudad, creando una atmósfera de fiesta. Toda la familia estaba con nosotros: nuestros padres, nuestra hermana mayor. Fue un día inolvidable.
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Joseph Ratzinger, como cardenal y como Papa, ha hablado de las raíces comunes que hay entre judaísmo y cristianismo. ¿Había contactos con judíos en vuestra familia?
Es un dato teológico que los judíos son el pueblo elegido por Dios y que de aquel pueblo nace Jesús, de la Virgen María. Pero debo admitir que en aquella época sabíamos que existían los judíos sólo por la enseñanza de la religión. En nuestra región no había judíos, por lo que no teníamos ni contactos ni experiencias vividas con ellos. No sabíamos tampoco nada de los progrom contra los judíos y de las injusticias cometidas hacia ellos por los nazis. No éramos conscientes de todo eso.
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Texto original: Il giornale
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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