miércoles, 24 de septiembre de 2008

Dispensadora de los Tesoros de la Redención

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Nuestra Señora de la Merced

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Hace más de 750 años los mahometanos habían conquistado más de la mitad de España. También en esta época, el mar Mediterráneo estaba infestado de corsarios que tan pronto abordaban los barcos como desembarcaban en las costas, incendiando campos y caseríos y aprisionando a los habitantes. Los hijos del Islam encarcelaban a miles y miles de cristianos. A muchos los vendían como esclavos, otros morían.

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El pueblo invocó fervorosamente la ayuda de la Madre de Dios y en la noche del 1º de agosto de 1218 Ella se presentó a San Pedro Nolasco dándole la misión de fundar una nueva Orden para el rescate de los cristianos cautivos (para la fundación recibió luego el apoyo de San Raimundo de Peñafort y del Rey Don Jaime I de Aragón). Así fueron muchísimos los prisioneros que alcanzaron la libertad; se calcula que alrededor de 300.000. Unos 3000 religiosos murieron mártires en el cumplimiento de su misión.

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Oficialmente la Orden se creó el 10 de agosto de 1218 en la Catedral de Barcelona ante el altar de Santa Eulalia, y en honor de Nuestra Señora la llamaron de Santa María de las Mercedes, añadiéndole “para la redención de cautivos”. Los religiosos, además de los votos comunes de obediencia, pobreza y castidad, asumían un cuarto voto, por el cual se obligaban a quedarse como rehenes en poder de los infieles y dar la vida si fuese necesario para lograr la libertad de aquellos desdichados.

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Esta fue una merced hecha por la Virgen a los hombres, y por eso se estableció tal festividad de María con el título de las Mercedes. La imagen que se venera en Barcelona, en el magnífico templo que lleva su nombre, es la misma que colocó en su primer altar San Pedro Nolasco. Es de rara y singular belleza, y pasa por ser un retrato verdadero del natural, ya que muchas veces la Madre de Dios se apareció a este santo.

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Es una bella imagen de madera policromada, procedente del siglo XIII, que representa a la Virgen sedente, con el Niño sobre la rodilla izquierda. Atributos de realeza universal adornan a la Madre y a su divino Hijo. Al santuario se le dio también el nombre de cámara angelical, pues una tradición dice que allí la misma Virgen cantó una noche unos maitines a los cuales asistió San Pedro Nolasco.

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Después de pasados doce años de la fundación de la Orden de la Merced, el Papa Gregorio IX dio indulgencias plenarias para sus continuadores. Pablo V instituyó la fiesta de la advocación de la Virgen de la Merced; Inocencio X extendió el culto de la festividad a toda España, y después Inocencio XII en 1696 lo extendió a toda la Iglesia, apareciendo en el calendario romano el 24 de septiembre. La advocación de Nuestra Señora de la Merced, además de Aragón y Cataluña en España, es muy venerada en América Latina, principalmente en Argentina, donde recibió también el título de Madre Generala.

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En la liturgia que celebra en su honor la Orden Mercedaria, y que fue recogida por la Congregación para el Culto Divino para la elaboración del libro de las Misas de la Virgen María, compuesto por especial mandato de Juan Pablo II, la Santísima Virgen es celebrada como:


Nueva Judit ya que así como la antigua Judit, con gran valentía, liberó al pueblo del asedio de Holofernes, así María, luchando contra la serpiente primordial, trajo el bien al Pueblo de Israel y a toda la Iglesia.


Profetisa de la Redención de Israel, ya que convertida en voz de su pueblo, proclamó la grandeza del Señor, que, acordándose de su misericordia, había auxiliado a Israel, redimiéndolo de la esclavitud del pecado.


Asociada a la Pasión de Cristo, ya que la Santísima Virgen, que estuvo junto a su Hijo desde su “humilde nacimiento”, estuvo también “asociada a su Pasión junto a la Cruz”.


Madre amantísima, que el Señor nos concedió misericordiosamente, y que “cuida siempre con afecto materno a los hermanos de su Hijo que se hallan en peligros y ansiedad, para que, rotas las cadenas de toda opresión, alcancen la plena libertad del cuerpo y del espíritu”.


Abogada nuestra y Celestial Patrona; María, en efecto, “elevada a la Ciudad Celeste”, intercede constantemente por nosotros.

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La Santa Misa en honor de Nuestra Señora de la Merced, celebra en primer lugar a Cristo, "Redentor de los hombres", que nos mereció con su sacrificio la verdadera libertad de hijos. Luego conmemora a la Santísima Virgen que, por ser esclava del Señor y estar totalmente entregada a la obra del Hijo Redentor, es llamada con razón "dispensadora de los tesoros de la Redención".


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