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El Maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, Monseñor Guido Marini, ha concedido una entrevista a L´Osservatore Romano en la persona de Gianluca Biccini. En ella habla sobre temas variados referidos a la liturgia de Benedicto XVI. Traducimos el texto cuyo original italiano hemos tomado de la edición cotidiana del mencionado medio informativo del día 26 de junio.
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Desde el 29 de junio cambia el palio usado por Benedicto XVI para las celebraciones litúrgicas solemnes. El que usará el Papa para la Misa de los Santos Pedro y Pablo será de forma circular cerrada, con dos extremos que cuelgan en mitad del pecho y de la espalda. Su forma resultará más amplia y más larga, mientras que será conservado el color rojo de las cruces que lo adornan.
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¿Cuáles son los elementos de continuidad y cuales los de innovación, respecto al pasado?
A la luz de cuidadosos estudios, con relación al desarrollo del palio en el curso de los siglos, parece que se puede afirmar que el palio amplio y cruzado sobre el hombro izquierdo no se ha usado en Occidente desde el siglo IX. De hecho, la pintura que se encuentra en el Sacro Speco de Subiaco, que se remonta aproximadamente al año 1219 y que representa al Papa Inocencio III con este tipo de palio, parece un “arcaísmo” consciente. En este sentido, el uso del nuevo palio intenta satisfacer dos requisitos: sobre todo, enfatizar más fuertemente el continuo desarrollo que esta vestidura litúrgica ha tenido a lo largo de más de doce siglos; en segundo lugar, uno de carácter práctico, en cuanto que el palio usado por Benedicto XVI desde el inicio del pontificado ha comportado diversos y fastidiosos problemas desde este punto de vista.
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¿Permanecen las diferencias entre el palio papal y aquel que el Pontífice impone a los arzobispos?
La diferencia se mantiene también en el palio actual. El que será usado por Benedicto XVI a partir de la solemnidad de los Santos Pedro y Pablo retoma la forma del palio usado hasta Juan Pablo II, si bien con una forma más amplia y más larga, y con el color rojo de las cruces. La forma del palio papal, diferente de la que usan los (arzobispos) metropolitanos pone de manifiesto la diversidad de jurisdicción significada por el palio.
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Desde hace algunos meses ha cambiado también el báculo que usa el Papa en las celebraciones. ¿Cuáles son los motivos de esta elección?
El báculo dorado con forma de cruz griega – perteneciente al Beato Pío IX y que Benedicto XVI usó por primera vez el Domingo de Ramos de este año – es ahora utilizado constantemente por el Pontífice que ha decidido así sustituir aquel de plata que terminaba en crucifijo, introducido por Pablo VI y utilizado también por Juan Pablo I, Juan Pablo II y por él mismo.
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Tal elección no significa simplemente un retorno a lo antiguo, sino que testimonia un desarrollo en la continuidad, un enraizamiento en la tradición que permite avanzar ordenadamente en el camino de la historia. Este báculo, denominado férula, responde de hecho en modo más fiel a la forma del báculo papal típico de la tradición romana, que ha sido siempre en forma de cruz y sin el Crucificado, al menos desde que el báculo entró en el uso de los Romanos Pontífices. No hay que olvidar, además, un elemento de practicidad: la férula de Pío IX resulta más ligera y fácil de manejar que el báculo introducido por Pablo VI.
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¿Y el báculo confeccionado por Lello Scorzelli para el Papa Montini a mitad de los años sesenta?
Permanece a disposición de la sacristía pontificia, junto a tantos objetos pertenecientes a los predecesores de Benedicto XVI.
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¿El mismo discurso es válido para la elección de los ornamentos usados por el Papa en las diversas celebraciones?
También en este caso hay que decir que las vestiduras litúrgicas adoptadas, como incluso algunos detalles del rito, intentan subrayar la continuidad de la celebración litúrgica actual con aquella que ha caracterizado en el pasado la vida de la Iglesia. La hermenéutica de la continuidad es siempre el criterio exacto para leer el camino de la Iglesia en el tiempo. Esto vale también para la liturgia. Así como un Papa cita en sus documentos a los Pontífices que lo han precedido a fin de indicar la continuidad del Magisterio de la Iglesia, así en el ámbito litúrgico un Papa usa también vestiduras litúrgicas y objetos sagrados de los Pontífices que lo han precedido para indicar la misma continuidad también en la lex orandi. Quisiera, no obstante, hacer notar que el Papa no usa siempre vestiduras litúrgicas antiguas. A menudo, usa vestiduras modernas. Lo importante no es tanto la antigüedad o la modernidad, sino la belleza y la dignidad, componentes importantes de toda celebración litúrgica.
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Un ejemplo se tiene en los viajes dentro y fuera de Italia, donde los ornamentos papales son predispuestos por las Iglesias locales…
Ciertamente. Basta pensar en el viaje a Estados Unidos, o en los de Italia, primero en Génova y luego en el Salento. En ambos casos, fueron las diócesis las que prepararon las vestiduras litúrgicas del Papa, en acuerdo con la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice. En la variedad de los estilos y con atención a elementos característicos locales, el criterio adoptado ha sido el de la belleza y dignidad, dimensiones típicas de la acción sagrada que se realiza en la celebración eucarística.
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En este punto, ¿podría anticiparnos algún aspecto litúrgico particular del próximo viaje internacional?
Puedo decir que el tiempo de la preparación ha sido muy fructífero y la colaboración encontrada en Australia muy cordial y disponible. El Papa Benedicto XVI encontrará una vez más a los jóvenes de todo el mundo y todos rezamos para que de nuevo este encuentro pueda ser motivo de gran gracia para todos, una ocasión para conocer con más intensidad el rostro de Jesús y el rostro de la Iglesia, un estímulo para una respuesta pronta y generosa a la llamada del Señor. El deseo es que también las celebraciones litúrgicas, preparadas con cuidado y verdaderamente participadas, en cuanto vividas desde el corazón, sean una ocasión privilegiada para recibir esta gracia.
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¿Qué nos puede decir sobre el trono papal, utilizado en ocasiones como el consistorio, y de la cruz repuesta en el centro del altar?
El denominado trono, usado en particulares circunstancias, quiere simplemente resaltar la presidencia litúrgica del Papa, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo. En cuanto a la posición de la cruz en el centro del altar, indica la centralidad del crucificado en la celebración eucarística y la orientación exacta que toda la asamblea está llamada a tener durante la liturgia eucarística: no nos miramos a nosotros, sino a Aquel que por nosotros nació, murió y resucitó, el Salvador. Del Señor viene la salvación, Él es el Oriente, el Sol naciente, al que todos debemos dirigir la mirada, del que todos debemos recibir el don de la gracia. La cuestión de la orientación litúrgica en la celebración eucarística, e incluso el modo práctico en que ésta toma forma, tiene una gran importancia porque con ella viene transmitido un dato fundamental, teológico y antropológico, eclesiológico e inherente a la espiritualidad personal.
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¿Es éste el criterio para entender la decisión de celebrar en el altar antiguo de la Capilla Sixtina, con ocasión de la fiesta del Bautismo del Señor?
Exactamente. En las circunstancias en las cuales la celebración tiene lugar según esta modalidad, no se trata tanto de volver la espalda a los fieles, sino más bien de orientarse junto a ellos hacia el Señor. Desde ese punto de vista “no se cierra la puerta a la asamblea” sino que “se le abre la puerta”, conduciéndola al Señor. Se pueden verificar circunstancias particulares en las cuales, por las condiciones artísticas del lugar sagrado y de su singular belleza y armonía, sea deseable celebrar en el altar antiguo, donde se conserva la orientación exacta de la celebración litúrgica. No nos deberíamos sorprender: basta ir a [la basílica de] San Pedro por la mañana y ver cuántos sacerdotes celebran según el rito ordinario, emanado de la reforma litúrgica, pero sobre altares tradicionales y, por lo tanto, orientados como el de la Sixtina.
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En la reciente visita a Santa María de Leuca y Brindisi, el Papa ha distribuido la Comunión a los fieles en la boca y de rodillas. ¿Es una praxis destinada a convertirse en habitual en las celebraciones papales?
Pienso que sí. En este sentido, no debemos olvidar que la distribución de la Comunión sobre la mano permanece todavía, desde el punto de vista jurídico, como un indulto a la ley universal, concedido por la Santa Sede a aquellas conferencias episcopales que así lo hayan pedido. La modalidad adoptada por Benedicto XVI tiende a subrayar la vigencia de la norma válida para toda la Iglesia. Además, podríamos ver también una preferencia por el uso de esta modalidad de distribución que, sin quitar nada a la otra, ilumina mejor la verdad de la Presencia Real en la Eucaristía, ayuda a la devoción de los fieles, e introduce con más facilidad en el sentido del misterio. Aspectos que, en nuestro tiempo, pastoralmente hablando, es urgente acentuar y recuperar.
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¿Qué responde el maestro de las celebraciones litúrgicas a quienes acusan a Benedicto XVI de querer imponer así modelos preconciliares?
Antes que nada, me gusta subrayar la adhesión cordial y convencida que se advierte también en relación al magisterio litúrgico del Santo Padre.
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En lo que respecta a términos como “preconciliares” y “postconciliares” utilizados por algunos, me parece que pertenecen a un lenguaje ya superado y, si son usados con el intento de indicar una discontinuidad en el camino de la Iglesia, considero que son errados y típicos de visiones ideológicas muy reductivas. Hay “cosas antiguas y cosas nuevas” que pertenecen al tesoro de la Iglesia de siempre y que, como tales, deben ser tenidas en consideración.
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El sabio sabe reencontrar en su tesoro los unos y los otros, sin recurrir a otros criterios que no sean los evangélicos y eclesiales. No todo aquello que es nuevo, es verdadero, como tampoco lo es todo aquello que es antiguo. La verdad atraviesa lo antiguo y lo nuevo, y es a ella a la que debemos tender sin prejuicios. La Iglesia vive según la ley de la continuidad, en virtud de la cual conoce un desarrollo enraizado en la Tradición. Lo que más importa es que todo conduzca a que la celebración litúrgica sea verdaderamente la celebración del misterio sagrado, del Señor crucificado y resucitado que se hace presente en su Iglesia reactualizando el misterio de la salvación y llamándonos, en la lógica de una auténtica y activa participación, a compartir hasta las últimas consecuencias su misma vida, que es don de amor al Padre y a los hermanos, vida de santidad.
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Aún hoy el motu proprio Summorum Pontificum, sobre el uso de la liturgia romana anterior a la reforma efectuada en 1970, parece dar lugar a interpretaciones contrastantes. ¿Se puede esperar que el Papa presida celebraciones según la forma extraordinaria, es decir, la antigua?
Se trata de una pregunta a la que no sé dar respuesta. En cuanto al motu proprio citado, considerándolo con serena atención y sin visiones ideológicas, junto a la carta dirigida por el Papa a los obispos de todo el mundo para presentarlo, pone de relieve una precisa doble finalidad.
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Antes que nada, facilitar el logro de “una reconciliación en el seno de la Iglesia”; y, en este sentido, como ha sido dicho, el motu proprio es un bellísimo acto de amor hacia la unidad de la Iglesia. En segundo lugar – un dato que no debemos olvidar – su finalidad es favorecer un recíproco enriquecimiento entre las dos formas del Rito Romano: en modo tal que, por ejemplo, en la celebración según el misal de Pablo VI (que es la forma ordinaria del Rito Romano) se pueda “manifestar, en un modo más intenso de cuanto se ha hecho a menudo hasta ahora, aquella sacralidad que atrae a muchos hacia el uso antiguo”.
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