viernes, 27 de abril de 2012

Carta de Benedicto XVI a los obispos de lengua alemana sobre el “Pro multis”

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Presentamos nuestra traducción de la importante Carta que el Papa Benedicto XVI ha enviado a los obispos de lengua alemana para terminar con el debate en torno a la traducción de las palabras de la consagración, de acuerdo a lo ordenado por la Congregación para el Culto Divino en el año 2006. De esta manera, una vez más, como ya ha sucedido anteriormente en este Pontificado, el Santo Padre mismo, para resolver una cuestión compleja, decide escribir personalmente una carta a los obispos.

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¡Excelencia! ¡Venerado, querido señor arzobispo!


Durante su visita del 15 de marzo de 2012, me hizo saber que, en relación a las palabras “pro multis” en el canon de la Misa, aún no existe un consenso entre los obispos de lengua alemana. Ahora parece existir el peligro de que, con el próximo y esperado lanzamiento del “Gotteslob” (“Libro de oraciones”), algunos lugares de lengua alemana mantengan la traducción “por todos”, aunque la Conferencia de los Obispos de Alemania ha concordado en usar el “por muchos”, como desea la Santa Sede. Yo le había prometido que me pronunciaría por escrito sobre esta seria cuestión para evitar una división en nuestro más íntimo lugar de oración. La carta, que por medio de usted envío a los miembros de la Conferencia Episcopal Alemana, también será enviada a los otros obispos de lengua alemana.


Permítame, en primer lugar, decir algunas palabras sobre el origen del problema. En los años sesenta, cuando el Misal Romano fue traducido al alemán bajo la responsabilidad de los obispos, hubo un consenso exegético de que las palabras “muchos” y “mucho” encontradas en Is. 53, 11 en adelante, era una expresión hebrea que indicaría a la comunidad, a “todos”. La palabra “muchos” en la narración de Mateo y de Marcos también fue considerada un semitismo que debía ser traducido como “todos”. Esto también tenía relación directa con el texto latino que sería traducido, en el cual el “pro multis” en las narraciones del Evangelio se refería a Isaías 53 y debía, por lo tanto, ser traducido como “por todos”. Este consenso exegético se desmoronó, ya no existe. En la traducción alemana de la Sagrada Escritura, la narración de la Última Cena dice: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la Alianza, que se derrama por muchos” (Marcos 14, 24; Cf. Mt. 26, 28). Esto indica algo muy importante: el cambio del “pro multis” a “por todos” no fue una traducción pura, sino una interpretación que fue y sigue siendo muy razonable, pero ya es más que traducción e interpretación.


Esta mezcla de traducción y de interpretación pertenece, en retrospectiva, a los principios que, inmediatamente después del Concilio, guiaron la traducción de los libros litúrgicos a la lengua vernácula. Se entendió hasta qué punto la Biblia y los textos litúrgicos estaban ausentes del lenguaje y del pensamiento del hombre moderno, de modo que aún traducidos permanecían ampliamente incomprensibles a los participantes del culto divino. Hubo un nuevo empeño para que los textos sagrados fuesen revelados, en las traducciones, a los participantes de la celebración, pero aún así se mantenían alejados de su mundo, e incluso así sería todavía más visible ese alejamiento. No sólo se sentía justificados sino obligados a mezclar la interpretación en la traducción para que, de ese modo, se acortara el camino para las personas, cuyas mentes y corazones podrían ser alcanzados a través de esas palabras.


Hasta cierto punto, el principio de una sustancial pero no necesariamente justificada traducción literal de los textos-fuentes permanece. Cuando yo rezo las oraciones litúrgicas en diversas lenguas, noto que frecuentemente es difícil encontrar un término medio entre las diversas traducciones y que el texto base subyacente muchas veces permanece visible sólo cuando es visto desde lejos. A esto se suman las socavantes banalizaciones que son verdaderas pérdidas. A causa de eso, a través de los años, se ha vuelto cada vez más claro para mí que el principio de la equivalencia estructural, pero no literal, en cuanto regla de traducción, tiene sus límites. Siguiendo estos razonamientos, la Instrucción de traducción Liturgiam authenticam, publicada por la Congregación para el Culto Divino el día 28 de marzo de 2001, volvió a colocar la traducción literal en primer plano, pero, es claro, sin imponer un vocabulario único. La importante idea que se encuentra en la base de esa instrucción ya se encuentra expresada en la distinción entre traducción e interpretación, como escribí anteriormente. Esto es necesario tanto para la Palabra de las Escrituras como para los textos litúrgicos. Por un lado, la Palabra sagrada debería, si es posible, presentarse a sí misma, incluso con la extrañeza y las preguntas que ella contiene en sí misma; por otro lado, a la Iglesia fue confiada la misión de interpretar, dentro de los limites de nuestro entendimiento, la Buena Noticia que el Señor quiso que recibiésemos. Una traducción empática tampoco puede sustituir la interpretación: forma parte de la estructura de la Revelación que la Palabra de Dios sea leída en la comunidad interpretativa de la Iglesia, que la fidelidad y la comprensión sean combinadas. La Palabra debe existir como ella misma, en su propia forma, aunque resulte extraña; la interpretación debe ser medida por la fidelidad a la propia Palabra, pero, al mismo tiempo, ser accesible al oído moderno.


En este contexto, la Santa Sede decidió que en la nueva traducción del Misal las palabras “pro multis” deben ser traducidas en cuanto tales y no, al mismo tiempo, ser interpretadas. La simple traducción “por muchos” debe reemplazar a la interpretativa “por todos”. Me gustaría destacar que tanto en Mateo como en Marcos no tiene artículo, de modo que no es “por los muchos” sino “por muchos”. Teniendo entendido, como espero, la decisión fundamental sobre la ordenación de la traducción y de la interpretación, soy consciente de que esto representa un desafío enorme para todos los que tienen la misión de interpretar la Palabra de Dios en la Iglesia. Siendo que, para los fieles regulares, esto parecerá, casi inevitablemente, una ruptura en el corazón de aquello que es más sagrado. Preguntarán: ¿Cristo no murió por todos? ¿La Iglesia cambió su enseñanza? ¿Esto es posible y puede permitirse? ¿Esta es una reacción contra la herencia del Concilio? Todos sabemos, por la experiencia de los últimos 50 años, cuán profundamente los cambios en las formas y en los textos litúrgicos afectan a las personas; cuánto un cambio en un texto tan central afecta a las personas. Si bien este es el caso, desde hace tiempo se sostuvo que la traducción de “muchos” debe ser precedida por una profunda catequesis sobre la diferencia entre traducción e interpretación, una catequesis en la cual los obispos deben informar a sus sacerdotes que, a su vez, deben explicar de forma clara a los fieles de qué se trata esta cuestión. Esta catequesis es un requisito básico antes de que la nueva traducción entre en vigor. Por lo que sé, tal catequesis todavía no fue hecha en las zonas de lengua alemana. La intención de mi carta, queridos hermanos, es pedir urgentemente que esta catequesis sea establecida, para que entonces sea discutida con los sacerdotes e inmediatamente ponerla a disposición de los fieles.


Esta catequesis debe explicar, en primer lugar, por qué después del Concilio la palabra “muchos” fue traducida por “todos” en el Misal: para expresar claramente la universalidad de la salvación deseada por y a través de Jesús. Esto lleva a la siguiente pregunta: si Jesús murió por todos, ¿por qué las palabras de la Última Cena dicen “por muchos”? Por otra parte, Jesús, de acuerdo con Mateo y Marcos, dijo “por muchos”, pero de acuerdo con Lucas y San Pablo, dijo “por vosotros”. Este hecho estrecha todavía más la cuestión. Pero, a partir de aquí, también podemos llegar a una solución. Los discípulos saben que la misión de Jesús los trasciende a ellos y a su círculo íntimo; que Él ha venido para reunir a todos los hijos de Dios dispersos (conforme Jn. 11, 52). Este “por vosotros” vuelve la misión de Jesús muy concreta para los presentes: ellos no son un elemento anónimo de una amplia totalidad, sino que todos saben que el Señor murió particularmente por mí, por nosotros. “Por vosotros” alcanza al pasado y al futuro; yo fui nombrado muy personalmente; nosotros, que estamos aquí, somos conocidos personalmente por Jesús. En este sentido, “por vosotros” no es una reducción sino una especificación que es válida para cada comunidad que celebra la Eucaristía, que se une a sí misma al amor de Cristo. En las palabras de la consagración, el Canon Romano unió las dos lecturas bíblicas y se lee: “por vosotros y por muchos”. En la reforma litúrgica, esta fórmula fue llevada a todas las plegarias.


Pero, nuevamente: ¿por qué “por muchos? ¿El Señor no murió, entonces, por todos? El hecho de que Jesucristo, en cuanto Hijo de Dios encarnado, es el Hombre para todos los hombres, el nuevo Adán, pertenece a las certezas básicas de nuestra fe. Me gustaría recordar solamente tres pasajes de la Escritura: Dios entregó a Su Hijo “por todos nosotros”, escribe Pablo en la Carta a los Romanos (Rom. 8, 32). “Uno solo murió por todos”, dice San Pablo en la segunda Carta a los Corintios, sobre la muerte de Jesús (1Cor 5, 14). Jesús “se entregó a sí mismo para rescatar a todos”, dice la primera carta a Timoteo (1Tim 2, 6). Pero entonces podemos preguntarnos nuevamente: si todo esto está claro, ¿por qué, entonces, la plegaria eucarística dice “por muchos”? Bien, la Iglesia tomó esta formulación de la narrativa de la institución del Nuevo Testamento. Ella lo hace por respeto a la Palabra de Jesús, para permanecer fiel a Él también en la Palabra. El respeto por la Palabra de Jesús es la razón para la formulación de la oración. Pero entonces nos preguntamos: ¿por qué el propio Jesús dijo así? El verdadero motivo para esto es que Jesús, de esta forma, se reveló como el siervo de Dios de Is. 53, se identificó según la forma que la palabra del profeta esperaba. Respeto de la Iglesia por la Palabra de Jesús, fidelidad de Jesús a la Palabra de las Escrituras: en esta doble fidelidad se encuentra la base sólida para la fórmula “por muchos”. En esta cadena de fidelidad reverente se encuentra la traducción literal de la Palabra de las Escrituras.


Como hemos dicho anteriormente, el “por vosotros” en la tradición lucana-paulina no restringe, sino que especifica, de modo que podemos afirmar que la dialéctica de “muchos”- “todos” tiene su propio significado. “Todos” existe en un nivel ontológico – el ser y la acción de Jesús incluye a toda la humanidad, pasada, presente y futura. Pero, de hecho, en la comunidad concreta de aquellos que celebran la Eucaristía, se trata solamente de “muchos”. De este modo, podemos ver un triple significado en el ordenamiento de “muchos” y de “todos”. En primer lugar, debería significar para nosotros, que podemos sentarnos a Su mesa, sorpresa, alegría y gratitud por el hecho de que Él nos ha llamado, de que estamos con Él y podemos conocerlo. “Doy gracias al Señor, porque inmerecidamente me ha llamado a su Iglesia…”. En segundo lugar, es también una responsabilidad. Cómo el Señor alcanza a los otros - “todos” –, a su modo, sigue siendo un misterio. Pero, sin duda, es una responsabilidad ser llamado por Él y para Su mesa, de modo que yo pueda oír: por ti, por mí, Él ha sufrido. Los muchos tienen una responsabilidad por todos. La comunidad de los muchos debe ser la luz en los candeleros, la ciudad en la cima de las colinas, levadura para todos. Es un llamado que se aplica a todos personalmente. Los muchos, que somos nosotros, deben conscientemente practicar su misión en responsabilidad por la totalidad. Finalmente, podemos añadir un tercer aspecto. En la sociedad moderna, tenemos la impresión de que estamos lejos de ser “muchos”, sino bien pocos – un pequeño número que continuamente disminuye. Pero no - nosotros somos “muchos”: “Después de esto, vi una enorme muchedumbre, imposible de contar, formada por gente de todas las naciones, familias, pueblos y lenguas”, nos dice el Apocalipsis de Juan (Ap. 7, 9). Somos muchos y representamos a todos. De esa manera, ambas palabras, “muchos” y “todos”, van juntas y se relacionan entre sí en la responsabilidad y en la promesa.


¡Excelencia, amados hermanos obispos! Con todo lo escrito anteriormente, deseaba indicar el contenido básico de catequesis que debe preparar, y cuanto antes, a sacerdotes y laicos, para la nueva traducción. Espero que todo esto pueda servir para una celebración más profunda de la Eucaristía y se convierte en parte de la gran tarea que tenemos por delante en el Año de la Fe. Espero que esta catequesis sea pronto presentada para convertirse en parte de una renovación litúrgica por la cual el Concilio trabajó desde su primera sesión.


Con mis bendiciones pascuales, permanezco en el Señor,


Benedictus PP XVI


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Fuente: Frates in unum


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 26 de abril de 2012

Don Bux: “Los Concilios deben ser acogidos con obediencia, pero el Vaticano II no es un superdogma”

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Teólogo, liturgista, consultor de la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice y de las Congregaciones para la Doctrina de la Fe y para las Causas de los Santos, monseñor Nicola Bux, nacido en 1947, es conocido como “muy cercano al Papa Benedicto XVI”. Y precisamente él, poco más de un mes atrás, dio que hablar en el ambiente eclesial con una carta abierta al superior general y a los sacerdotes de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X fundada por Mons. Lefebvre, invitándolos a aceptar la mano tendida por Benedicto XVI.


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Los observadores han llegado todos a la conclusión más lógica: el Papa quiere fuertemente la reconciliación.


Esta conclusión – explica monseñor Bux al Foglio – es al mismo tiempo exacta e imprecisa. Es exacta, porque Benedicto XVI quiere esta reconciliación y piensa que no puede habar otra solución pensable para el asunto de la Fraternidad fundada por monseñor Lefebvre. Es imprecisa, si se le atribuye un carácter político. No hay nada más lejano de la mente de este Papa. Ratzinger es una persona que no piensa y no actúa en función de la política eclesial. Por esto, a menudo, es mal entendido. Y tanto más vale esto para la cuestión de la Fraternidad San Pío X: para él, se trata sólo del definitivo y pleno retorno a casa de muchos de sus hijos que podrán hacer bien a la Iglesia.

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Por lo tanto, lecturas de derecha o de izquierda serían parciales, pero no será fácil quitarlas del interior de la Iglesia misma. ¿Cómo debería ubicarse un católico frente a un hecho como la reconciliación entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X?


Es necesario releer con atención lo que Benedicto XVI escribía el 10 de marzo de 2009 en la “Carta a los obispos” para explicar las razones de la remisión de la excomunión a los cuatro obispos ordenados por monseñor Lefebvre: “¿Puede dejarnos totalmente indiferentes una comunidad en la cual hay 491 sacerdotes, 215 seminaristas, 6 seminarios, 88 escuelas, 2 institutos universitarios, 117 hermanos, 164 hermanas y millares de fieles? ¿Debemos realmente dejarlos tranquilamente ir a la deriva lejos de la Iglesia? (…) ¿Qué será de ellos luego?”.

Aquí está el corazón de Benedicto XVI. Pienso que si muchos hombres de Iglesia actuasen según este corazón, no podrían más que alegrarse por la conclusión positiva de esta cuestión.


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Tal vez la oposición a la voluntad de Benedicto XVI nace del hecho de que muchos hacen la equivalencia: reconciliación con los lefebvristas es igual a desautorización del Vaticano II.


Mire, el primer “acuerdo”, si queremos llamarlo así, ocurrió en el Concilio de Jerusalén entre san Pedro y san Pablo. Por lo tanto, el debate, mientras sea hecho por el bien de la Iglesia, no es tan escandaloso.


Otra constatación: los que han aislado el Concilio Vaticano II de la historia de la Iglesia y lo han sobrevalorado respecto a sus mismas intenciones, no dudan en criticar, por ejemplo, el Concilio Vaticano I o el Concilio de Trento. Está quien sostiene que la Constitución dogmática Dei Filius del Vaticano I ha sido suplantada por la Dei Verbum del Vaticano II: esto es fantateología.


En cambio, me parece buena teología aquella que se plantea el problema del valor de los documentos, de su enseñanza, de su significado. En el Concilio Vaticano II existen documentos de diverso valor y, por lo tanto, de diversa fuerza vinculante, que admiten diversos grados de discusión. El Papa, cuando era todavía el cardenal Ratzinger, en 1988, habló del riesgo de transformar el Vaticano II en un “superdogma”. Ahora, con la hermenéutica de la reforma en la continuidad, ha ofrecido un criterio para afrontar la cuestión y no para cerrarla. No hay que ser más papistas que el Papa. Los Concilios, todos los Concilios y no sólo el Vaticano II, deben ser acogidos con obediencia, pero se puede valorar de manera inteligente lo que pertenece a la doctrina y lo que debe ser criticado. No por casualidad, Benedicto XVI ha convocado el Año de la Fe, porque la fe es el criterio para comprender la vida de la Iglesia.


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Como católicos, si dejamos latir dócilmente nuestro corazón con el de Benedicto XVI, ¿qué debemos esperar de la definitiva reconciliación entre Roma y la Fraternidad San Pío X?


Ciertamente no la venganza de una facción sobre la otra, sino un progreso en la fe y en la unidad que son el único testimonio para que el mundo crea. La retórica del diálogo con el ateo, con el agnóstico, con el así llamado “diversamente creyente”, ¿qué sentido tiene si no hay alegría por la reconciliación con los hermanos en la fe? Nos lo ha enseñado Nuestro Señor: no es el diálogo con el mundo lo que convertirá al mundo sino nuestra capacidad de estar unidos. En este período, vuelvo a menudo a una oración compuesta por el cardenal Newman: “Señor Jesucristo, que cuando estabas por sufrir has orado por tus discípulos para que hasta el final fuesen uno, como eres Tú con el Padre y el Padre contigo, derriba los muros de separación que dividen a los cristianos de diversas denominaciones. Enseña a todos que la sede de Pedro, la Santa Iglesia de Roma, es el fundamento, el centro y el instrumento de esta unidad. Abre sus corazones a la Verdad, por largo tiempo olvidada, de que nuestro Santo Padre, el Papa, es Tu Vicario y Representante. Y así como en el Cielo existe una sola compañía santa, así sobre esta tierra haya una sola comunión que profesa y glorifica Tu Santo Nombre”.


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Fuente: Messainlatino


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 24 de abril de 2012

Mons. Negri: “La acción del Demonio en nuestro tiempo va en aumento”

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Presentamos nuestra traducción de un artículo, publicado en L’Osservatore Romano, en el cual Mons. Luigi Negri, obispo de San Marino-Montefeltro, en el contexto de un curso sobre el ministerio del exorcismo, se refiere a la creciente acción demoníaca en la sociedad actual.

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“Es un fenómeno de gran profundidad, complejidad y perversidad”. Se trata de la acción del demonio que “condiciona la vida tratando de socavar la fe del corazón de los hombres”. De hecho, “hay una presencia diabólica ciertamente en la mentalidad que domina nuestra sociedad”, “una mentalidad sustancialmente atea, diabólica en el sentido de decir: «si se quita a Dios, el hombre se realiza plenamente»”.


Ya el Beato Juan Pablo II, cuando en 1976 predicó los ejercicios espirituales a Pablo VI, dedicó un capítulo a esta “propagación de la mentalidad del pecado original en la historia de la cultura moderna y contemporánea”, y por eso “es necesario que el fenómeno sea planteado con claridad desde el punto de vista cultural”.


Con estas palabras, el obispo de San Marino-Montefeltro, Luigi Negri, miembro de la Comisión para la Doctrina de la Fe de la Conferencia Episcopal Italiana, ha explicado a nuestro periódico el contexto del séptimo Curso sobre el ministerio del exorcismo, que tuvo lugar en Bolonia y en Roma – simultáneamente en video-conferencia – del 16 al 21 de abril pasados, en las sedes de los organizadores, el Grupo de investigación e información socio-religiosa (Gris) y el Pontificio Ateneo Regina Apostolorum.


Con el patrocinio de la Congregación para el Clero, en el curso han participado más de doscientos personas: más de la mitad sacerdotes, algunos religiosos y el resto laicos, hombres y mujeres, la mayor parte proveniente de Italia y de otros países europeos. Ha habido también una consistente representación de los Estados Unidos y de América Latina, en particular de Brasil, pero también de Canadá y de Israel, por citar algunos ejemplos. Entre los participantes había sacerdotes que se están preparando al ministerio del exorcismo; los otros inscritos buscaban una formación específica para su compromiso eclesial o para su profesión.


Monseñor Negri, a cargo de la lección inaugural, subrayó que el curso ha sabido afrontar todos los aspectos – antropológicos, fenomenológicos y sociales; teológicos, litúrgicos, canónicos, pastorales y espirituales; médicos, neuro-científicos, farmacológicos y psicológicos, e incluso criminológicos, legales y jurídicos – “también los más problemáticos, con un notable peso cultural”.


El obispo recuerda que “el poder que la Iglesia tiene sobre el demonio, que es el mismo poder que tenía Cristo, forma parte integral de su misión y se expresa como diaconía de la verdad y diaconía de la caridad”. Por eso se trata de “dar una claridad de juicio sobre la presencia del mal, del demonio, en la normalidad de la vida cultural y social, y acompañar a aquellos que son agredidos por el poder del demonio con un amplio y signicativo camino de caridad”, a cuyo término “en ciertas situaciones está, de hecho, el exorcismo”. Este es un acto litúrgico – cuyo ejercicio compete al sacerdote autorizado por el obispo – que se podría definr como “ministerio de consolación” que debe ejercerse teniendo en cuenta una mirada más amplia porque, más allá de los casos específicos, “estamos frente a una humanidad que debe ser librada del error y debe ser consolada en el camino de la vida, ejerciendo para con ella – recuerda monseñor Negri – la misma caridad que el Señor ha tenido con los primeros que ha encontrado”.


El extremo sufrimiento humano es el denominador común de todos los aspectos que, con serenidad y seriedad, han afrontado los relatores y los participantes durante el curso. Porque la acción extraordinaria del demonio inflinge un sufrimiento indecible, por infestación, vejación, obsesión o posesión. Y porque se constata el aumento de tal acción en nuestro tiempo a través del contacto de la gente, cada vez más frecuente, con el mundo de lo oculto y con sus más diversas expresiones.


Acción extraordinaria entre cuyas causas se puede identificar el ejercicio de ritos maléficos contra una persona o el acercamiento más o menos directo a prácticas ocultas. Como demuestra la experiencia de los exorcistas, son grietas por donde penetra la acción demoníaca. Por eso, de hecho, no son irrelevantes – por citar sólo algunas situaciones – el hecho de que se frecuenten médiums o magos, la superstición, la participación en reuniones espiritistas y en ritos esotéricos, sectas y cultos satánicos. Todo esto, con un mayor o menor nivel de participación.


Presente en cualquier ámbito, la fenomenología de las “sectas” ha sido minuciosamente examinada durante el curso por su incesante crecimiento respecto tanto a la variedad como al número de adeptos. Y si bien no todas las sectas son específicamente satánicas, los relatores las han definido en su conjunto como diabólicas por naturaleza, ya que, bajo un manto de secreto, su único fin es a veces sólo explotar a la persona vulnerable, privándola de su libertad – que es destruida, dañando asi la familia y la sociedad -, pisoteando sus derechos, imponiéndole un modelo estricto de existencia, encerrándola en una estructura totalizante, llevándola a un aislamiento social y afectivo y, por eso, a una despersonalización a través de los numerosos abusos más o menos evidentes.


Un contexto dramático, por las repercusiones no raramente criminales, en el cual abundan las sustancias psicoactivas – una de las formas más directas de alteración del comportamiento – y acciones rituales de la más diversa naturaleza, hasta incurrir en el peligro de lesiones y de muerte y en desviaciones sacrílegas.


El sentido religioso no tiene nada que ver con las sectas. Estas, a lo sumo, lo instrumentalizan, también en su logrado acercamiento a los jóvenes, muchos menores de edad. A estos factores se añade, además, la fascinación que el satanismo ejerce en los adolescentes. Los satanistas propiamente dichos no son numerosos, pero – también a través de internet – está muy difundida la cultura satánica, donde no es rara la instigación a la violencia y el suicidio.


El sustrato de todas estas tendencias es la búsqueda del poder que penetra por todas partes, que impulsa la pretensión de sacar determinados beneficios de una situación de alejamiento de Dios. Con raíces precisas en la dictadura del relativismo, en la crisis de las relaciones interpersonales en un panorama hiper-tecnológico, en la exaltación del subjetivismo, en el delirio de omnipotencia que hace de la persona un “dios”.


Es urgente, entonces, repasar estos casos para mantener alta la prevención, para dar ayuda y claramente para prestar la debida atención pastoral a todas las personas que viven un insoportable sufrimiento espiritual y cargan con sus devastadoras consecuencias. Estas personas tienen necesidad de acogida, de escucha, de acompañamiento, de un auténtico rescate, que ellas mismas piden. Todo esto exige del sacerdote, y sobre todo del exorcista (y de la ciencia), una buena dosis de prudencia y de discernimiento para llegar – frente a la manifestación de determinados signos – a una certeza sobre el nexo causa-efecto. Sin caer en la credulidad, pero tampoco en el racionalismo que descarta a priori una manifestación preternatural.


Cuando, cuarenta años atrás, Pablo VI dijo que uno de las mayores necesidades de la Iglesia es la defensa de “aquel mal, que llamamos el Demonio”, sabía ya que aquella afirmación podía parecer simplista, supersticiosa e irreal. Sin embargo, no dudó en indicar “la intervención en nosotros y en nuestro mundo” de este “agente oscuro y enemigo”. “El mal no es ya sólo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor .Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa”. “Se sale del contexto de la enseñanza bíblica y eclesiástica – advirtió – quien rechaza reconocerlo existente”.


El exorcismo busca expulsar los demonios o liberar del dominio demoníaco gracias a la autoridad espiritual que Jesús ha confiado a su Iglesia. La curiosidad morbosa se fija en las señales terribles de la acción maligna, pero desvía la atención del poder maravilloso de Dios y de su acción salvífica, algo de lo que se dan cuenta no sólo los exorcistas sino también las personas que recurren a ellos. Por eso, los mismos exorcistas – que han intervenido durante el curso -, bien conscientes de la durísima realidad que deben afrontar cada día, no han dejado de explicar su delicado y difícil ministerio en términos de alegría y de esperanza, de obra de misericordia, de enorme crecimiento en la fe. En la experiencia de la consolación auténtica – para todas las personas involucradas – que proviene de la presencia liberadora de Cristo vivo y resucitado.


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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 19 de abril de 2012

Decidida intervención de Doctrina de la Fe en USA

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La Congregación para la Doctrina de la Fe ha publicado ayer una amplia Evaluación Doctrinal dirigida a la Conferencia de Superioras Mayores de Religiosas Estadounidenses, en la cual se denuncia su “situación doctrinal y pastoral grave” y se anuncia la intervención del organismo. Presentamos nuestra traducción del informe del sitio web de la Conferencia de Obispos de Estados Unidos y algunos párrafos particularmente significativos del texto publicado por el dicasterio que preside el Cardenal Levada.

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La Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) ha llamado a la reforma de la Conferencia de Superioras Mayores de Religiosas y ha designado al Arzobispo Pedro Sartain de Seattle como Arzobispo Delegado para esta iniciativa. Para ayudarlo en este empeño, han sido también nombrados los obispos Leonard Blair y Thomas John Paprocki.


La CDF esbozó esta convocatoria en una “Evaluación Doctrinal de la LCWR” publicada el 18 de abril. El documento expone las conclusiones de la evaluación doctrinal de la LCWR iniciada por la CDF en el 2008, evaluación que fue conducida por el Obispo Leonard Blair de Toledo, Ohio, y que incluyó tanto sus conclusiones como una respuesta de la LCWR enviada para finales de 2009 y un informe posterior del mismo Obispo Blair en 2010. También está disponible una declaración del Cardenal William Levada, Prefecto de la CDF.


El informe del 2010 incluía “documentación sobre el contenido del Manual de Liderazgo de la LCWR y sobre organizaciones asociadas con la LCWR, explícitamente Network y el Centro de Recursos para Institutos Religiosos”. Network es un lobby de justicia social fundado por religiosas. El Centro de Recursos provee asistencia legal y financiera a las órdenes religiosas.


El rol del Arzobispo Delegado es proveer “revisión, guía y aprobación, donde sea necesario, al trabajo de la LCWR”, dice el documento de la CDF. El mandato del Delegado “será por un período de hasta cinco años, si se lo considerase necesario”. El documento pide que existan otros consejeros – obispos, religiosas y peritos – “que trabajen con los líderes de la LCWR para alcanzar las metas necesarias en orden a tratar los problemas esbozados en esta declaración”. También pide un vínculo formal entre el Delegado y la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos (USCCB).


“Será tarea del Arzobispo Delegado trabajar en colaboración con los oficiales de a LCWR para alcanzar las metas delineadas en este documento, e informar sobre el progreso a la Santa Sede… De esta forma, la Santa Sede espera ofrecer una importante contribución al futuro de la vida religiosa en la Iglesia en los Estados Unidos”, dice el documento.


La CDF agrega que el Papa Benedicto XVI aprobó el accionar de la CDF el 14 de enero de 2011, dos días después que una sesión regular de la CDF había decidido que “la actual situación doctrinal y pastoral de la LCWR es grave y un asunto de seria preocupación, dada también la influencia que la LCWR ejerce sobre Congregaciones reigiosas en otras partes del mundo”. La CDF también recomienda que después de la Visita Apostólica de las comunidades religiosas femeninas en los Estados Unidos – cuyo informe final fue enviado a la Santa Sede en diciembre de 2011 –, “la Santa Sede intervenga con los prudentes pasos necesarios para efectuar la reforma de la LCWR”. El documento también dice que la CDF “examinará las distintas formas canónicas de intervención para la resolución de los aspectos problemáticos presentes en la LCWR”.


El mandato del Delegado incluye:

- La revisión de los Estatutos de la LCWR.

- La revisión de los planes y programas de la LCWR, incluyendo sus Asambleas Generales.

- La creación de programas de formación inicial y permanente para las congregaciones miembros de la LCWR.

- La revisión de la aplicación de las normas y textos litúrgicos por parte de la LCWR.

- La revisión de la afiliación de la LCWR con “Network” y con el “Centro de Recursos para los Institutos Religiosos”.


La evaluación doctrinal critica posiciones expuestas en las asambleas anuales de la LCWR y en su literatura, al igual que la ausencia de apoyo por parte de la LCWR a la enseñanza de la Iglesia sobre la ordenación de mujeres y la homosexualidad.


La CDF dice que la documentación “revela que, mientras de parte de la LCWR hay un gran trabajo emprendido en la promoción de la justicia social en armonía con la doctrina social de la Iglesia, la misma LCWR calla acerca del derecho a la vida desde la concepción hasta la muerte natural, una cuestión que es parte del vívido debate público sobre el aborto y la eutanasia en los Estados Unidos. Más aún, asuntos de importancia crucial en la vida de la Iglesia y la sociedad como la visión bíblica de la Iglesia acerca de la vida familiar y la sexualidad humana no son parte de la agenda de la LCWR. Incluso ocasionales declaraciones públicas de la LCWR que están en desacuerdo o desafían las posiciones de los obispos – auténticos maestros de la fe y la moral – no son compatibles con el propósito de la LCWR”.


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Hasta aquí la nota, ciertamente muy medida, publicada por el sitio oficial de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos. Para mejor explicitar la magnitud del problema y los motivos que llevan a la intervención de la Santa Sede, traducimos a continuación algunos párrafos del texto de la CDF.


Evaluación Doctrinal


[…]


- Ponencias en las Asambleas de la LCWR. Las ponencias dadas durante las Asambleas anuales de la LCWR manifiestan declaraciones problemáticas y serios errores teológicos e incluso doctrinales. El Cardenal [Levada] ofreció como ejemplo específicos pasajes de una ponencia de la Hna. Laurie Brink acerca de algunas religiosas que estaban yendo en una dirección que va “más allá de la Iglesia” o incluso más allá de Jesús. Esto es un desafío no sólo a los contenidos centrales de la fe católica: tal rechazo de la fe es una seria fuente de escándalo y es incompatible con la vida religiosa. Posiciones así de inaceptables permanecen de rutina sin ningún tipo de confrontación por parte de la LCWR, que en lugar de esto debería proveer recursos a las congregaciones miembros que fomentaran una visión eclesial de la vida religiosa, ayudando a corregir una visión errónea de la fe católica como acto importante de ejercicio de la caridad.


- Políticas de disenso corporativo. El Cardenal habló de este tema en referencia a las cartas recibidas por la CDF de parte de “grupos de liderazgo” de distintas congregaciones entre los que estaban incluidos oficiales de la LCWR, en los que se protesta contra la Santa Sede por acciones relativas a la ordenación de mujeres y a la correcta aproximación al ministerio pastoral con personas homsexuales. Los términos de estas cartas sugieren que estas religiosas, colectivamente, toman una posición que no está en conformidad con la enseñanza de la Iglesia sobre la sexualidad humana. Es un asunto serio cuando estos “grupos de liderazgo” no proveen un liderazgo efectivo y un ejemplo para sus comunidades, sino que se ubican ellos mismos fuera de la enseñanza de la Iglesia.


- Feminismo Radical. El Cardenal nota un predominio de ciertos tópicos del feminismo radical incompatibles con la fe católica en algunos de los programas y presentaciones patrocinados por la LCWR, incluyendo interpretaciones teológicas que corren el riesgo de distorsionar la fe en Jesús en el Padre amoroso que envió a Su Hijo para la salvación del mundo. Más aún, algunos comentarios sobre el “patriarcado”distorsionan el modo en que Jesús estructuró la vida sacramental de la Iglesia; otros socavan la doctrina revelada sobre la Santísima Trinidad, la Divinidad de Cristo y la inspiración de la Sagrada Escritura.


Implementación: Conclusiones de la Evaluación Doctrinal y Mandato


[…]

Algunos ponentes [en las Asambleas anuales] sostienen que el disenso con la doctrina de la Iglesia está justificado com un ejercicio del oficio profético. Pero esto se basa en una errada comprensión de la dinámica de la profecía en la Iglesia: justifica el disenso estableciendo la posibilidad de divergencia entre el magisterio de la Iglesia y una intuición teológica “legítima” de algunos fieles. La “profecía”, como principio metodológico se dirige aquí contra el magisterio y los pastores de la Iglesia, mientras que en el caso de la verdadera profecía se trata de una gracia que acompaña el ejercicio de las responsabilidades en la vida cristiana y los ministerios dentro de la Iglesia, regulados y verificados por la fe de la Iglesia y su oficio de enseñar.


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La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 18 de abril de 2012

Santa Sede: “Respuesta alentadora” de la FSSPX

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Esta mañana, un escueto comunicado publicado por la Pontificia Comisión Ecclesia Dei anunciaba una esperada noticia: la llegada a Roma de la respuesta de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, firmada por su Superior General Mons. Bernard Fellay. El comunicado agregaba que dicho texto “será examinado por el Dicasterio y luego sometido al juicio del Santo Padre”. En estas brevísimas palabras, sin embargo, se concentran muchas esperanzas, no en último lugar las del Santo Padre, quien precisamente mañana cumplirá siete años de servicio a la unidad de la Iglesia, muchas veces ofrecido en el sufrimiento, en la sede del Apóstol san Pedro.


El Padre Lombardi, Director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, comentó que la respuesta ofrecida por Mons. Fellay “era sustancialmente diversa de las otras respuestas dadas precentemente por la Fraternidad”, incluso si hay pedidos de aclaraciones y precisiones. Y calificó la respuesta de “alentadora”.


¿Cuál es, entonces, el siguiente paso? En cuanto a la valoración y consecuencias de la respuesta de la FSSPX, en primer lugar se realizará el examen del Dicasterio, el cual, sin embargo, será aparentemente rápido. Como afirma el vaticanista Andrea Gagliarducci en Korazym, se espera para dicho examen la reunión de la “quarta feria” de la Congregación para la Doctrina de la Fe, reunión que se celebra normalmente todos los miércoles. La palabra siguiente y decisiva corresponde, naturalmente, al Santo Padre. Finalmente se publicará un texto conjunto entre la Fraternidad y la Santa Sede, si bien – aclaró Lombardi – no se publicará el texto original del preámbulo.


Ciertamente, como pone en evidencia tanto el comunicado de la Santa Sede como las declaraciones del vocero de la FSSPX, la resolución de la cuestión se encuentra todavía en fase de estudio. Sin embargo, también es cierto que la situación es realmente prometedora, tal vez como nunca antes desde que el Papa Ratzinger tomó las riendas de un proceso de reconciliación, cuyos primeros tímidos pasos deben remontarse a los últimos tiempos del anterior pontificado.


Finalmente, no podemos dejar de recordar que, por desgracia, siempre que el Pontífice ha realizado “gestos concretos” – expresión utilizada en su primer mensaje a los padres cardenales en la Capilla Sixtina, el 20 de abril de 2005 – a favor de la unidad de la Iglesia, ya sea en la cuestión de la FSSPX como en otras, ha recibido como respuesta, de algunos sectores de la misma Iglesia, un ataque a menudo violento. No sería poco realista, si se diera una resolución positiva de esta cuestión, esperar también ahora epercusiones tan o más violentas que en el pasado, más aún si se tiene en cuenta que la hostilidad hacia el Papa en no pocos sectores de algunas Iglesias de Europa, cada vez más cercanos al cisma incluso formal, cada día se pone más en evidencia.


Sin duda, ya conocemos bien la fortaleza de aquel que, siete años atrás, pedía al Pueblo de Dios: “Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos”. Y sabemos, porque lo hemos visto, cómo ha soportado, y en más de una ocasión, el hecho de que algunos fieles católicos lo trataran “con odio, sin temor ni reservas”, hiriéndolo “con una hostilidad pronta al ataque”, como él mismo afirmó en su Carta a los obispos de marzo de 2009. Sí, conocemos al Papa grande y fuerte que el Señor nos ha dado siete años atrás. Y vemos cómo también a él pueden aplicarse las palabras que una vez dijera él mismo a su Predecesor: “en su vida, la expresión «Cruz» es más que una palabra; usted se ha dejado herir por ella en el cuerpo y en el alma”. Sin embargo, es nuestro deber como fieles católicos elevar a Dios, una vez más y con insistencia, una oración ferviente para que proteja con amor al Papa que nos ha dado, librándolo de sus enemigos y concediéndole la fuerza necesaria para continuar con su servicio a la unidad de la Iglesia. Esto es lo que se espera a nosotros. Esto es lo que debemos hacer.


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La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 16 de abril de 2012

“En la vejez seguirá dando fruto”: Benedicto XVI y el grano de mostaza

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El Santo Padre, en su Capilla privada, rezando con su hermano (14/4/2012)

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En el día en que nuestro amado Santo Padre Benedicto XVI cumple 85 años de vida, invitamos a todos nuestros amigos bloggers y lectores a elevar una oración a Dios, nuestro Señor, para que bendiga abundantemente al Papa que nos ha dado, concediéndole las fuerzas necesarias para continuar guiando sabiamente a la Iglesia, cumpliendo la misión que se le ha encomendado. Al celebrar hoy la Santa Misa con los obispos de Baviera, el Papa afirmó: “Estoy ante la etapa final de mi vida, y no sé lo que me espera. Pero sé que existe la luz de Dios, que Él ha resucitado y que su luz es más fuerte que cualquier oscuridad. Que la bondad de Dios es más fuerte que todo el mal de este mundo. Y esto me ayuda a caminar con seguridad. Esto nos ayuda a todos nosotros a seguir adelante, y en este momento doy las gracias de corazón a todos los que continuamente me hacen percibir el ‘sí’ de Dios a través de su fe". Que también éste sea el don de este día a nuestro amado Papa: nuestra fe.


En esta feliz ocasión, presentamos nuestra traducción del prefacio de un libro que el Cardenal Kurt Koch ha escrito y que lleva como título “El misterio del grano de mostaza. Fundamentos del pensamiento teológico de Benedicto XVI”. Creemos que las palabras del purpurado pueden ayudar a valorar una vez más el gran don que el Señor ha dado a la Iglesia y al mundo en la persona de Benedicto XVI y, en este sentido, pueden ser un buen aporte en este día en que nos alegramos por la vida de nuestro Papa, a quien bien podríamos aplicarle las palabras del salmista: “En la vejez seguirá dando fruto, y estará lozano y frondoso”..

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“Las grandes cosas comienzan siempre en un grano de mostaza y los movimientos de masas tienen siempre una breve duración”. Esta frase escrita para describir las exigencias de una nueva evangelizacion por el Papa Benedicto XVI, cuando era todavía Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, enfocan bien claramente lo que resulta importante a Joseph Ratzinger en cuanto teólogo, obispo y Papa. Por lo tanto, no puede asombrar que él cite y medite continuamente la parábola del grano de mostaza (Marcos 4, 30-32): el grano de mostaza es la más pequeña de todas las semillas, pero se convierte en la más grande de todas las plantas de modo que las aves del cielo se cobijan a su sombra.


La comparación con el grano de mostanza no muestra solamente que las grandes realidades comienzan en lo pequeño, según aquel principio elemental que Pierre Teihard de Chardin, en su pensamiento sobre la evolución, ha llamado la ley de los orígenes invisibles; tal comparación pone más bien en evidencia el principio basilar operante en toda la historia de Dios con la humanidad que le pertenece y que el Papa Benedicto XVI ha definido “predilección por lo pequeño”. En la incomensurable vastedad del cosmos y entre la infinita cantidad de planetas y galaxias, Dios ha elegido la Tierra, este pequeño grano de polvo, para su acción salvífica. Sobre esta pequeña tierra, Dios ha elegido de entre todos los pueblos a Israel, un pueblo prácticamente impotente en el plano político, como columna portadora de su historia con nosotros, los hombres. En Israel, Dios ha elegido el modesto lugar de Belén para acercarse como hombre a nosotros, los hombres. En Belén, Dios ha elegido a una mujer desconocida y poco importante, María, para poder entrar en nuestro mundo. A lo largo de la historia de la Iglesia, Dios ha llamado siempre a hombres sencillos que, sumergiéndose personalmente en el Evangelio, pudiesen renovar la Iglesia desde dentro.


El grano de mostaza no es sólo una comparación de la esperanza cristiana, sino que evidencia también que lo grande nace de lo pequeño no por medio de cambios revolucionarios y tampoco porque los hombres asumamos la dirección de ello, sino porque esto ocurre de modo lento y gradual, siguiendo una dinámica propia. Frente a esto, la actitud cristiana sólo puede ser de amor y paciencia, que es la forma cotidiana del amor. La comparación con el grano de mostaza nos conduce también al corazón del pensamiento teológico de Benedicto XVI, que es el amor: el amor de Dios por los hombres, inimaginable y sin embargo correspondiente al logos, y la respuesta humana a este amor divino que puede realizarse solamente en el amor a Dios y a los hombres.


A la luz del amor, en la comparación de Jesús del grano de mostaza, el acento no está puesto únicamente en la planta que se vuelve grande, sino en la semilla y, por lo tanto, en la esperanza en el tranquilo crecimiento en la paciencia, precisamente porque Dios mismo juzga y aprecia la paciencia como hermana particularmente sensible del amor y por este motivo hace continuamente surgir lo grande de lo pequeño. La comparación está destinada a despertar en nosotros la alegría por lo bello que está intímamente vinculada a la esperanza y nos conduce al misterio de Dios y de su historia salvífica, como subrayó Benedicto XVI en su encuentro con los artistas: “El camino de la belleza nos conduce, entonces, a tomar el Todo en el fragmento, el Infinito en lo finito, Dios en la historia de la humanidad”.


Por el contrario, los hombres estamos siempre tentados de tomar lo particular por el todo, de intercambiar lo finito por lo infinito, y, en consecuencia, poner el acento, en la comparación de Jesús, en el crecimiento; quisiéramos, con nerviosa impaciencia, tener muy velozmente un gran árbol robusto y, si es necesario, contribuir a esto con nuestras manos, en nuestro esfuerzo de divisar de inmediato un resultado respetable, y en la pastoral corremos el riesgo de confundir la cura de almas con la preocupación por el número. Esta tentación podría derivar esencialmente del hecho de que el pensamiento teológico y la pastoral del Papa Benedicto XVI están constantemente expuestos a graves malentendidos, de los cuales podemos recordar brevemente aquellos expresados con más frecuencia.


Una crítica muy difundida considera que al Papa no le importa la gran Iglesia de pueblo – las “masas”-; él apuntaría más bien a la pequeña grey y se contentaría con ella. En esta crítica es cierto solamente que el Papa está convencido, en realidad, de que la verdadera renovación de la Iglesia no puede partir de las masas, sino sólo de los pequeños movimientos, como es testimoniado varias veces en la historia de la Iglesia y cómo hoy es visible, por ejemplo, en los nuevos movimientos eclesiales que no han sido proyectados por las instancias oficiales de la Iglesia y que precisamente por esto pueden ser considerados un don del Espíritu Santo en la situación de la Iglesia post-conciliar. A los ojos del Papa, sin embargo, cumplen su misión eclesial sólo si actúan como levadura en la Iglesia, haciendo visible que “hay una única Iglesia para todos, que no hay iglesias de élite ni iglesias de elección”: “La Iglesia no es un mercado en el cual cada uno busca su grupúsculo, sino una familia en la cual no me busco a mis hermanos sino que los recibo como don de Dios”. Con la comparación del grano de mostaza, el Papa subraya que la acción en la Iglesia debería tener como punto de referencia su misterio y no exigir tener de inmediato un gran árbol. La Iglesia es, al mismo tiempo, grano de mostaza y árbol, y el Papa lo subraya precisando que “tal vez nosotros deberíamos, la Iglesia debería, encontrarse frente a grandes puebas (1 Tesalonicenses 1, 6) para aprender de nuevo de qué vive también hoy, vive de la esperanza del grano de mostaza y no por la fuerza de sus proyectos y de sus estructuras”.


Otra crítica más profunda y a menudo repetida sostiene que el Papa Benedicto XVI ha dado marcha atrás y quiere volver a antes del Concilio Vaticano II. Quien no confía ciegamente en los pocos medios de comunicación, que no ofrecen informaciones serias sino sólo entretenimiento, y presta atención en forma autónoma a lo que el Papa hace y dice, puede bien pronto darse cuenta de que el Papa no quiere absolutamente volver “atrás”, como hoy se le reprocha públicamente desde varios sitios, ya sea por ignorancia o por pertenencia a aquellos teólogos que, aún teniendo los conocimientos necesarios, tienen a menudo discursos populistas y sostienen intencionalmente lo contrario a nivel público, confundiendo la honestidad científica con la agitación en política eclesial. El Papa Benedicto no quiere en absoluto volver atrás, sino ir en profundidad como el grano de mostaza que crece sólo desde la profundidad de la tierra. Al Papa, por tanto, no le importan las reformas individuales, le importa que el fundamento y el corazón de la fe cristiana vuelvan a resplandecer. Aspira a una simplificación de la fe cristiana, como ha anunciado hasta ahora ejemplarmente en sus tres encíclicas.


Es tarea urgente de la actualidad elaborar estas y otras críticas y prejuicios, presentando la verdadera fisonomía del pensamiento teológico y del magisterio del Papa Benedicto XVI. En los últimos cinco años he tratado de afrontarlo lo mejor que he podido y en la medida en que mi cotidiano y minucioso trabajo de obispo me ha dejado tiempo para ello, persuadido de que forma parte también de la responsabilidad de un obispo local ayudar a los fieles a orientarse en la confusión de los actuales puntos de vista y en el ruido de las informaciones mediáticas, en la desinformación apuntada y en las deformaciones manipuladas. Con la publicación del presente libro, espero poder ofrecer a un círculo más amplio una ayuda para la orientación y el discernimiento de los espíritus. He asumido esta tarea no en último lugar por la convicción de que hay situaciones en la vida de la Iglesia en que la misión que Jesús ha confiado a Pedro durante la Última Cena, y que vale también para su sucesor, “confirma a tus hermanos” (Lucas 22, 32), debe ser aplicado también a la inversa y precisamente que un obispo local sienta como su deber sostener al Sucesor de Pedro en su importante oficio. A él me vincula sobre todo la irreductible esperanza de que no hay Pascua sin Viernes Santo, pero de que a cada Viernes Santo sigue la Pascua, y que en esto consiste el fundamento más profundo de la alegría cristiana. En esta alegre esperanza estamos bien aconsejados si en el actual Viernes Santo de la Iglesia dirigimos nuestra atención no sólo a los sonoros golpes de la destrucción, sino sobre todo a la silenciosa venida de vida nueva de la noche de Pascua, que trae en sí misma el desarrollo orgánico en el secreto del grano de mostaza.


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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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sábado, 14 de abril de 2012

Cercano el acuerdo entre la Santa Sede y la FSSPX

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Presentamos nuestra traducción de este artículo de Andrea Tornielli sobre las últimas novedades de los diálogos de la Santa Sede con la  Fraternidad Sacerdotal San Pío X, cuya situación se definiría en los próximos días. Una ocasión para intensificar las oraciones por la unidad de la Iglesia en torno al Sucesor de Pedro.

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El acuerdo entre la Santa Sede y la Fraternidad San Pío X fundada por monseñor Marcel Lefebvre podría ser cuestión de días, tal vez incluso de horas. El superior de la Fraternidad, el obispo Bernard Fellay, habría firmado una nueva versión del preámbulo doctrinal entregado el pasado septiembre por el cardenal William Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y Presidente de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei.


Oficialmente, en el Vaticano, se está esperando aún la llegada de la respuesta de Fellay, al cual el pasado 16 de marzo se le pidió una decisión definitiva. Pero según informaciones recogidas por el vaticanista de Le Figaro, Jean Marie Guenois, mucho se ha movido a nivel “oficioso”, y el acuerdo estaría ya cercano.


En septiembre de 2001, al final de un camino de diálogos doctrinales – queridos por la Fraternidad San Pío X -, la Santa Sede había presentado un breve documento pidiendo a los lefebvristas firmarlo. El texto, susceptible de pequeñas modificaciones, contenía sustancialmente tres puntos, y el pedido de firmar la “profesión de fe” requerida a cualquiera que asuma un oficio eclesiástico. Y por lo tanto asegurar un “religioso obsequio de la voluntad y el intelecto” a las enseñanzas que el Papa y el colegio de los obispos “proponen cuando ejercen su magisterio auténtico”, aún si no son proclamadas de modo dogmático, como en el caso de la mayor parte de los documentos del Magisterio.


Firmar el preámbulo, han repetido las autoridades vaticanas, no habría significado poner fin “a la legítima discusión, el estudio y la explicación teológica de las expresiones o formulaciones individuales presentes en los documentos del Concilio Vaticano II”. Como es sabido, la Fraternidad San Pío X se había dicho dispuesta a aceptar la gran parte de los textos conciliares, pero no la doctrina de la libertad religiosa, así como se expresa en el segundo parágrafo de la declaración Dignitatis Humanae, como también la doctrina de la Iglesia expresada en el número 8 de la Constitución Lumen Gentium; la doctrina sobre el ecumenismo, del número 3 del Decreto Unitatis Redintegratio, y finalmente la doctrina de la colegialidad, como es expresada en el número 22 de la Lumen Gentium.


Parece que finalmente se ha llegado a un texto compartido. Por otro lado, el mismo Fellay, durante el encuentro de septiembre de 2011, había dicho a sus interlocutores romanos que no había problemas en aceptar el primer y el segundo puntos del preámbulo, mientras que más problemática era la aceptación del tercero. Pero en la respuesta enviada entre diciembre y enero, y luego en más de una declaración pública, el superior de la San Pío X había declarado inaceptable el texto doctrinal propuesto del Vaticano.


El pasado 16 de marzo, el encuentro decisivo y el pedido de la Santa Sede a Fellay para que respondiese dentro de un mes. Es sabido que a Benedicto XVI le preocupa particularmente cerrar la herida que él vio abrirse siendo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1988, cuando Lefebvre, después de haber prácticamente alcanzado un acuerdo con el Vaticano, decidió no firmarlo y, consagrando cuatro nuevos obispos sin mandato del Papa, realizó una acción cismática. El Papa Ratzinger ha liberalizado la Misa antigua y levantado las excomuniones a los cuatro obispos lefebvristas, y ha concedido también el tercer pedido de la Fraternidad, el de entablar un diálogo doctrinal con las autoridades romanas, centrado sobre todo en la interpretación de los textos conciliares.


El encuadramiento canónico para la Fraternidad San Pío X debería ser el de la “prelatura personal”, figura jurídica innovadora insertada en el Código de Derecho Canónico de 1983 y hasta ahora sólo utilizada para el Opus Dei.


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Fuente: Vatican Insider


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 12 de abril de 2012

También a los desobedientes de Irlanda el Papa dice “basta”

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Card. Ouellet, Prefecto de la Cong. para los Obispos y Legado Pontificio al Congreso Eucarístico de Dublin

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Presentamos un artículo de Paolo Rodari sobre las acciones que la Congregación para la Doctrina de la Fe, por orden del Papa Benedicto XVI, ha comenzado a realizar contra el “líder” de los sacerdotes irlandeses desobedientes, marcando un nuevo paso en el proceso de sanación de la Iglesia en Irlanda, que en el próximo mes de junio acogerá, en Dublin, el Congreso Eucarístico Internacional, presidido por el recientemente nombrado Legado Pontificio: el cardenal canadiense Marc Ouellet, que, como Prefecto de la Congregación para los Obispos, se está ocupando del asunto pendiente de la reorganización y provisión de las diócesis irlandesas.

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Las palabras que el Papa Benedicto XVI, el jueves antes de Pascua, ha dirigido a los “desobedientes” austríacos – el grupo de la Pfarrer-Iniciative (“iniciativa de los párrocos”) que, desde el 19 de junio de 2011, ha recogido en Austria firmas de casi cuatrocientos sacerdotes pidiendo la abolición del celibato eclesiástico junto a reformas sustanciales para la vida de la Iglesia, encontrando apoyo también en Alemania, Irlanda, Bélgica y Suiza – no han quedado sin consecuencias.


Por una parte, han dado vigor y nuevas energías a aquellos fieles y sacerdotes que no consideran oportuno que la Iglesia adopte reformas en discontinuidad con su tradición. Entre estos, el párroco de Stutzenhofen (en el norte de Viena, en Austria), padre Gerhard Swierzek, el cual, después que el Arzobispo de Viena y Primado del país Christoph Schoborn ha aceptado la entrada en el consejo pastoral de su parroquia de un homosexual que convive con su compañero, ha anunciado no sin polémicas su propia renuncia.


Por otra parte, las palabras de Ratzinger han hecho cerrar filas a los guardianes de la fe del otro lado del Tíber: en particular, es de estas horas la noticia de que el ex Santo Oficio, guiado por el cardenal estadounidense William Joseph Levada, ha decido silenciar a uno de los jefes del movimiento de los rebeldes irlandeses. Al padre Tony Flannery, de hecho, redentorista de Limerick, que desde hace tiempo, en la estela de la Pfarrer-Iniciative austríaca, guía una asociación de cerca de 900 sacerdotes que expresan posiciones favorables al sacerdocio femenino, denuncia la gravedad de los escándalos sexuales en la Iglesia y no comparte las posiciones del Vaticano sobre la contracepción, la Congregación para la Doctrina de la Fe ha pedido “terminarla”. Ha sido el superior de los redentoristas, padre Adrian Egan, quien explicó en las pasadas horas que desde la Santa Sede llegó a Flannery la dura y cruda intimidación “a no divulgar más sus ideas, a no escribir más en la revista de los redentoristas, a estar lejos de la televisión y de la radio”:


El Padre Egan – no hace nada para esconderlo – está de parte de Flannery. Se ha dicho “espantado, consternado, asombrado, estupefacto y desilusionado enormemente por la acción del Vaticano”. Ha explicado que con él comparten los mismos sentimientos “centenares de fieles”. Y también ha dicho que hoy, en las iglesias de media Europa, la situación es dramática porque dan vueltas “agentes de la ortodoxia” enviados por el Vaticano a verificar, “con una meticulosidad propia del FBI de los tiempos de Edgar Hoover”, cada frase o pronunciamiento que no esté en línea con la doctrina. En su opinión, estos “agentes” valoran a quien no recorre el camino justo y luego refieren a Roma, desde donde se hace partir con prontitud la “represión”.


El conflicto entre Flannery y la Santa Sede está abierto desde hace tiempo. Cuando en el pasado mes de junio, el primer ministro irlandés Enda Kenny había acusado al Vaticano de haber minimizado violaciones y torturas sufridas por niños irlandeses por parte de sacerdotes – Kenny basaba las acusaciones en el informe de la diócesis de Cloyne que había sacado a luz, según su opinión, el intento del Vaticano de obtaculizar la investigación sobre las molestias sexuales –, Flannnery se había agrupado abiertamente a favor del premier suscitando no poca irritación en el Vaticano: “Estoy feliz por la declaración del primer ministro”, había dicho. Y todavía más: “Muchos sacerdotes y fieles irlandeses están frustrados por el modo en que el Vaticano ha llevado adelante los propios asuntos aquí”.


Más allá de las posiciones sobre el celibato eclesiástico, sobre la Comunión a los divorciados en nueva unión y en general sobre la moral sexual, hieren mucho en el Vaticano las acusaciones de Flannery sobre los presuntos ocultamientos de los crímenes de los sacerdotes pedófilos. Hieren también porque las posiciones de Flannery son compartidas de algún modo por parte del episcopado del país y cada vez más parecen extenderse entre los fieles. Una voz significativa en este sentido es la del arzobispo de Dublin, monseñor Diarmuid Martin, que en la Curia Romana llevó a cabo un largo servicio de 1986 al 2001 como subsecretario y luego secretario del Pontificio Consejo Justicia y Paz. Ha sido Martin quien recientemente afirmó que la Curia Romana ha hecho poco, muy poco, para encauzar el problema de la pedofilia. Ha sido él quien fue elogiado, por estas palabras, por el New York Times: la columnista Maureen Dowd llegó a escribir que “Martin, que desde siempre ha estado del lado de las víctimas, es un outsider” de una jerarquía donde despuntan en negativo los nombres del cardenal Bernard Law, ex arzobispo de Boston que luego de la explosión del problema en su diócesis se trasladó a Roma para convertirse en arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, y de Angelo Sodano, el ex-secretario deEstado Vaticano “que defendió al conocido pedófilo y padre de varios hijos Marcial Maciel Degollado”, fundador de los Legionarios de Cristo.


Detrás de la acción del Vaticano contra el padre Flannery parece estar la acción de Charles J. Brown, ex-ayudante de estudio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, desde hace algunos meses nuncio en Dublin. Brown, estadounidense de nacimiento, se ha convertido en nuncio por voluntad del Papa con la delicada tarea de arreglar los desacuerdos entre Santa Sede y gobierno, y, al mismo tiempo, de referir al Vaticano quién, dentro de la Iglesia, está remando del lado equivocado. Todo en la conciencia de que hoy, como ha dicho el biógrafo de Juan Pablo II, George Weigel, “Irlanda es tierra de misión como lo eran tiempo atrás los Estados Unidos. En 1921, un irlandés, Michael Joseph Curley, se convirtió en arzobispo de Baltimore (Maryland) en un momento en que los prejuicios anti-irlandeses y anti-católicos eran muy vivos. Por eso no es extraño que un estadounidense, como es Brown, atravese el Océano Atlántico con destino a Dublin”. La intimidación contra Flannery suena como la primera estocada significativa en Irlanda de Brown, el estadounidense enviado a la tierra de San Patricio.


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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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domingo, 8 de abril de 2012

¡Resucitó Cristo, mi esperanza!

 

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“«Surrexit Christus, spes mea» – «Resucitó Cristo, mi esperanza» (Secuencia pascual). Llegue a todos vosotros la voz exultante de la Iglesia, con las palabras que el antiguo himno pone en labios de María Magdalena, la primera en encontrar en la mañana de Pascua a Jesús resucitado. Ella corrió hacia los otros discípulos y, con el corazón sobrecogido, les anunció: «He visto al Señor» (Jn 20,18). También nosotros, que hemos atravesado el desierto de la Cuaresma y los días dolorosos de la Pasión, hoy abrimos las puertas al grito de victoria: «¡Ha resucitado! ¡Ha resucitado verdaderamente!»” (Del Mensaje Urbi et Orbi del Santo Padre)


Para todos nuestros amigos bloggers y lectores, enviamos un cordial saludo por las fiestas pascuales y nuestras oraciones rogando al Señor Resucitado que los bendiga y acompañe siempre.


¡Feliz Pascua de Resurrección!

jueves, 5 de abril de 2012

En la Misa Crismal, el Papa responde al Llamado a la desobediencia

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En un gesto sin precedentes, el Papa Benedicto XVI, en el marco de la Misa Crismal celebrada hoy en la Basílica Vaticana, ha pronunciado una magistral homilía en la que se ha referido de manera explícita al Llamado a la desobediencia publicado por sacerdotes austríacos, derribando sus débiles argumentos y explicando que la desobediencia nunca puede ser un camino para la renovación de la Iglesia. Presentamos a continuación la extraordinaria homilía del Santo Padre.

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En esta Santa Misa, nuestra mente retorna hacia aquel momento en el que el Obispo, por la imposición de las manos y la oración, nos introdujo en el sacerdocio de Jesucristo, de forma que fuéramos «santificados en la verdad» (Jn 17,19), como Jesús había pedido al Padre para nosotros en la oración sacerdotal. Él mismo es la verdad. Nos ha consagrado, es decir, entregado para siempre a Dios, para que pudiéramos servir a los hombres partiendo de Dios y por él. Pero, ¿somos consagrados también en la realidad de nuestra vida? ¿Somos hombres que obran partiendo de Dios y en comunión con Jesucristo? Con esta pregunta, el Señor se pone ante nosotros y nosotros ante él: «¿Queréis uniros más fuertemente a Cristo y configuraros con él, renunciando a vosotros mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por amor a Cristo, aceptasteis gozosos el día de vuestra ordenación para el servicio de la Iglesia?». Así interrogaré singularmente a cada uno de vosotros y también a mí mismo después de la homilía. Con esto se expresan sobre todo dos cosas: se requiere un vínculo interior, más aún, una configuración con Cristo y, con ello, la necesidad de una superación de nosotros mismos, una renuncia a aquello que es solamente nuestro, a la tan invocada autorrealización. Se pide que nosotros, que yo, no reclame mi vida para mí mismo, sino que la ponga a disposición de otro, de Cristo. Que no me pregunte: ¿Qué gano yo?, sino más bien: ¿Qué puedo dar yo por él y también por los demás? O, todavía más concretamente: ¿Cómo debe llevarse a cabo esta configuración con Cristo, que no domina, sino que sirve; que no recibe, sino que da?; ¿cómo debe realizarse en la situación a menudo dramática de la Iglesia de hoy?


Recientemente, un grupo de sacerdotes ha publicado en un país europeo una llamada a la desobediencia, aportando al mismo tiempo ejemplos concretos de cómo se puede expresar esta desobediencia, que debería ignorar incluso decisiones definitivas del Magisterio; por ejemplo, en la cuestión sobre la ordenación de las mujeres, sobre la que el beato Papa Juan Pablo II ha declarado de manera irrevocable que la Iglesia no ha recibido del Señor ninguna autoridad sobre esto. Pero la desobediencia, ¿es un camino para renovar la Iglesia? Queremos creer a los autores de esta llamada cuando afirman que les mueve la solicitud por la Iglesia; su convencimiento de que se deba afrontar la lentitud de las instituciones con medios drásticos para abrir caminos nuevos, para volver a poner a la Iglesia a la altura de los tiempos. Pero la desobediencia, ¿es verdaderamente un camino? ¿Se puede ver en esto algo de la configuración con Cristo, que es el presupuesto de una auténtica renovación, o no es más bien sólo un afán desesperado de hacer algo, de trasformar la Iglesia según nuestros deseos y nuestras ideas?


Pero no simplifiquemos demasiado el problema. ¿Acaso Cristo no ha corregido las tradiciones humanas que amenazaban con sofocar la palabra y la voluntad de Dios? Sí, lo ha hecho para despertar nuevamente la obediencia a la verdadera voluntad de Dios, a su palabra siempre válida. A él le preocupaba precisamente la verdadera obediencia, frente al arbitrio del hombre. Y no lo olvidemos: Él era el Hijo, con la autoridad y la responsabilidad singular de desvelar la auténtica voluntad de Dios, para abrir de ese modo el camino de la Palabra de Dios al mundo de los gentiles. Y, en fin, ha concretizado su mandato con la propia obediencia y humildad hasta la cruz, haciendo así creíble su misión. No mi voluntad, sino la tuya: ésta es la palabra que revela al Hijo, su humildad y a la vez su divinidad, y nos indica el camino.


Dejémonos interrogar todavía una vez más. Con estas consideraciones, ¿acaso no se defiende de hecho el inmovilismo, el agarrotamiento de la tradición? No. Mirando a la historia de la época post-conciliar, se puede reconocer la dinámica de la verdadera renovación, que frecuentemente ha adquirido formas inesperadas en momentos llenos de vida y que hace casi tangible la inagotable vivacidad de la Iglesia, la presencia y la acción eficaz del Espíritu Santo. Y si miramos a las personas, por las cuales han brotado y brotan estos ríos frescos de vida, vemos también que, para una nueva fecundidad, es necesario estar llenos de la alegría de la fe, de la radicalidad de la obediencia, del dinamismo de la esperanza y de la fuerza del amor.


Queridos amigos, queda claro que la configuración con Cristo es el presupuesto y la base de toda renovación. Pero tal vez la figura de Cristo nos parece a veces demasiado elevada y demasiado grande como para atrevernos a adoptarla como criterio de medida para nosotros. El Señor lo sabe. Por eso nos ha proporcionado «traducciones» con niveles de grandeza más accesibles y más cercanos. Precisamente por esta razón, Pablo decía sin timidez a sus comunidades: Imitadme a mí, pero yo pertenezco a Cristo. Él era para sus fieles una «traducción» del estilo de vida de Cristo, que ellos podían ver y a la cual se podían asociar. Desde Pablo, y a lo largo de la historia, se nos han dado continuamente estas «traducciones» del camino de Jesús en figuras vivas de la historia. Nosotros, los sacerdotes, podemos pensar en una gran multitud de sacerdotes santos, que nos han precedido para indicarnos la senda: comenzando por Policarpo de Esmirna e Ignacio de Antioquia, pasando por grandes Pastores como Ambrosio, Agustín y Gregorio Magno, hasta Ignacio de Loyola, Carlos Borromeo, Juan María Vianney, hasta los sacerdotes mártires del s. XX y, por último, el Papa Juan Pablo II que, en la actividad y en el sufrimiento, ha sido un ejemplo para nosotros en la configuración con Cristo, como «don y misterio». Los santos nos indican cómo funciona la renovación y cómo podemos ponernos a su servicio. Y nos permiten comprender también que Dios no mira los grandes números ni los éxitos exteriores, sino que remite sus victorias al humilde signo del grano de mostaza.


Queridos amigos, quisiera mencionar brevemente todavía dos palabras clave de la renovación de las promesas sacerdotales, que deberían inducirnos a reflexionar en este momento de la Iglesia y de nuestra propia vida. Ante todo, el recuerdo de que somos – como dice Pablo – «administradores de los misterios de Dios» (1Co 4,1) y que nos corresponde el ministerio de la enseñanza (munus docendi), que es una parte de esa administración de los misterios de Dios, en los que él nos muestra su rostro y su corazón, para entregarse a nosotros. En el encuentro de los cardenales con ocasión del último consistorio, varios Pastores, basándose en su experiencia, han hablado de un analfabetismo religioso que se difunde en medio de nuestra sociedad tan inteligente. Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos. Pero para poder vivir y amar nuestra fe, para poder amar a Dios y llegar por tanto a ser capaces de escucharlo del modo justo, debemos saber qué es lo que Dios nos ha dicho; nuestra razón y nuestro corazón han de ser interpelados por su palabra. El Año de la Fe, el recuerdo de la apertura del Concilio Vaticano II hace 50 años, debe ser para nosotros una ocasión para anunciar el mensaje de la fe con un nuevo celo y con una nueva alegría. Naturalmente, este mensaje lo encontramos primaria y fundamentalmente en la Sagrada Escritura, que nunca leeremos y meditaremos suficientemente. Pero todos tenemos experiencia de que necesitamos ayuda para transmitirla rectamente en el presente, de manera que mueva verdaderamente nuestro corazón. Esta ayuda la encontramos en primer lugar en la palabra de la Iglesia docente: los textos del Concilio Vaticano II y el Catecismo de la Iglesia Católica son los instrumentos esenciales que nos indican de modo auténtico lo que la Iglesia cree a partir de la Palabra de Dios. Y, naturalmente, también forma parte de ellos todo el tesoro de documentos que el Papa Juan Pablo II nos ha dejado y que todavía están lejos de ser aprovechados plenamente.


Todo anuncio nuestro debe confrontarse con la palabra de Jesucristo: «Mi doctrina no es mía» (Jn 7,16). No anunciamos teorías y opiniones privadas, sino la fe de la Iglesia, de la cual somos servidores. Pero esto, naturalmente, en modo alguno significa que yo no sostenga esta doctrina con todo mi ser y no esté firmemente anclado en ella. En este contexto, siempre me vienen a la mente aquellas palabras de san Agustín: ¿Qué es tan mío como yo mismo? ¿Qué es tan menos mío como yo mismo? No me pertenezco y llego a ser yo mismo precisamente por el hecho de que voy más allá de mí mismo y, mediante la superación de mí mismo, consigo insertarme en Cristo y en su cuerpo, que es la Iglesia. Si no nos anunciamos a nosotros mismos e interiormente hemos llegado a ser uno con aquél que nos ha llamado como mensajeros suyos, de manera que estamos modelados por la fe y la vivimos, entonces nuestra predicación será creíble. No hago publicidad de mí, sino que me doy a mí mismo. El Cura de Ars, lo sabemos, no era un docto, un intelectual. Pero con su anuncio llegaba al corazón de la gente, porque él mismo había sido tocado en su corazón.


La última palabra clave a la que quisiera aludir todavía se llama celo por las almas (animarum zelus). Es una expresión fuera de moda que ya casi no se usa hoy. En algunos ambientes, la palabra alma es considerada incluso un término prohibido, porque – se dice – expresaría un dualismo entre el cuerpo y el alma, dividiendo falsamente al hombre. Evidentemente, el hombre es una unidad, destinada a la eternidad en cuerpo y alma. Pero esto no puede significar que ya no tengamos alma, un principio constitutivo que garantiza la unidad del hombre en su vida y más allá de su muerte terrena. Y, como sacerdotes, nos preocupamos naturalmente por el hombre entero, también por sus necesidades físicas: de los hambrientos, los enfermos, los sin techo. Pero no sólo nos preocupamos de su cuerpo, sino también precisamente de las necesidades del alma del hombre: de las personas que sufren por la violación de un derecho o por un amor destruido; de las personas que se encuentran en la oscuridad respecto a la verdad; que sufren por la ausencia de verdad y de amor. Nos preocupamos por la salvación de los hombres en cuerpo y alma. Y, en cuanto sacerdotes de Jesucristo, lo hacemos con celo. Nadie debe tener nunca la sensación de que cumplimos concienzudamente nuestro horario de trabajo, pero que antes y después sólo nos pertenecemos a nosotros mismos. Un sacerdote no se pertenece jamás a sí mismo. Las personas han de percibir nuestro celo, mediante el cual damos un testimonio creíble del evangelio de Jesucristo. Pidamos al Señor que nos colme con la alegría de su mensaje, para que con gozoso celo podamos servir a su verdad y a su amor. Amén.


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La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 3 de abril de 2012

En Venecia, los primeros pasos de un Patriarca que promete

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Presentamos este artículo sobre los primeros pasos de Mons. Francesco Moraglia como Patriarca de Venecia, oficio que ha asumido el pasado 25 de marzo y del cual ya se ha hablado de manera muy positiva.

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Un gran inicio el del nuevo Patriarca de Venecia, Mons. Francesco Moraglia, hasta ahora obispo de La Spezia, que el pasado domingo 25 de marzo se ha convertido en el 47º sucesor de San Lorenzo Giustiniani. Su homilía en San Marcos merece una particular atención y promete mucho de bueno. La noticia es importante dado el peso específico de este sede episcopal dentro del gobierno de la Iglesia Católica.


El llamado a la comunión con el Papa, la necesidad de volver a centrarse en la fe y en el anuncio, la insistencia en la tensión misionera, la denuncia de los torpes intentos de los teólogos de querer guiar a la Iglesia, el anuncio del realismo cristiano que parte de Cristo y no del hombre, y finalmente la invitación no a un genérico diálogo sino a un “testimonio dialógico”, dicen ya muchas cosas positivas de la línea indicada a las iglesias del noreste por el nuevo Patriarca, y no sólo a ellas. Decía de la comunión con el Papa. El Patriarca ha sido muy claro al respecto: citando a San Cipriano, dijo que el obispo “en el nombre de Cristo guía a la comunidad eclesial”, él vive en comunión con los otros obispos “pero finalmente es la comunión con el obispo de Roma la que garantiza la misma colegialidad episcopal”. En un momento en que hay cardenales que se separan de la enseñanza de Benedicto XVI y amplios sectores de las iglesias de Europa central presionan para una iglesia más sinodal y efectiva, se trata de una afirmación de una cierta importancia.


Pero la parte más interesante de la homilía ha sido cuando el Patriarca habló del próximo Congreso del Véneto Aquileia2 que se realizará del 13 al 15 de abril. En 1992, el entonces Patriarca Cè había querido Aquileia1 que, sin embargo, no produjo muchos frutos si ahora los datos del Observatorio socio-religioso del Trivéneto señala una creciente secularización en estas tierras. Aquileia2 ha tenido una preparación de dos años, pero parece haber estado en manos de los pastoralistas y de la Facultad teológica del Trivéneto, e incluso dentro del episcopado no todos están de acuerdo con el enfoque adoptado. La Iglesia debe aprender del mundo, debe darse una estructura sinodal consultiva periódica, debe regenerarse desde abajo, necesita hacer hablar a los laicos y a las mujeres, se necesitan gestos proféticos para el bien común… estas son algunas de las líneas surgidas en la fase preparatoria de Aquileia2, con las cuales, sin embargo, el nuevo Patriarca parece haber cortado.


“El empeño común – ha dicho – es volver a centrar la vida de nuestras Iglesias teniendo como objetivo el anuncio de Cristo”. “La nueva evangelización – prosiguió -, para ser realmente tal, supone que la comunidad evangelizadora sea, en primer lugar, regenerada en la propia relación vital con Cristo; todo camino de evangelización no tiene comienzo con la elaboración de planes pastorales o proyectos académicos de las facultades, y tampoco a través de una deseable cobertura del territorio por parte de los medios. Ciertamente estos instrumentos, según su competencia, concurren de modo excelente a la obra evangelizadora, pero no constituyen aún el fundamento de la evangelización”. Esta indicación del peligro de confundir lo instrumental con lo esencial vuelve en una sucesiva y notable acentuación: “Son, de hecho, los discípulos, entendidos personal y comunitariamente, que están antes que las oficinas pastorales, antes que las facultades teológicas, antes que la red mediática; sólo en un segundo momento tales instrumentos se vuelven preciosos… Antes que todo, sin embargo, está la comunidad testigo que de ningún modo puede ser reemplazada o dada por supuesta”. El mensaje es muy claro: no será con las investigaciones sociológicas o siguiendo las nuevas costumbres sociales, no será con las a menudo complicadas elaboraciones de los expertos que las comunidades cristianas responderán a la evangelización del Véneto.


Deteniéndose luego en el pasaje evangélico de los discípulos de Emaús, el Patriarca recordó su pretensión de explicar a Jesús, a quien no habían reconocido como tal, los acontecimientos de los días precedentes. Aguda observación de Mons. Moraglia: “Parece entreverse, en este torpe intento, la imagen de cierta teología, más voluntariosa que iluminada, toda dedicada a la ardua e improbable empresa de salvar, a través de las propias categorías, a Jesucristo y su Palabra. Pero en esta imagen estamos representados también nosotros cada vez que, con nuestros planes pastorales, con nuestros proyectos, congresos y debates, separados de una fe verdadera, pretendemos explicar a Jesucristo quién es Él. Cuando la fe se ha perdido, o no es ya capaz de sostener y fecundar la vida de los discípulos, entonces todo discurso teológico, todo plan pastoral o cobertura mediática, aparecen insuficientes. Y nos encontramos en la misma condición de los dos discípulos de Emaús, incapaces de ir más allá de sus lógicas, sus estados de ánimo, descubriéndose prisioneros de sus miedos. Tengamos en cuenta todo esto en vísperas de Aquileia2 y del incipiente Año de la Fe”. En vistas de Aquileia2 se han hecho muchas reuniones de comisiones y congresos. El programa de congresos está en ciertos casos sustituyendo la falta de fe y en las diócesis los razonamientos humanos y una ingenua pastoral de la acogida de las situaciones de hecho está haciendo perder de vista la centralidad de Cristo.


Las conclusiones de la homilía del Patriarca han presentado luego el “realismo cristiano” que “partiendo de Jesucristo retorna a Jesucristo después de haber encontrado y atravesado, en todo su espesor y diversos grados, la creaturalidad del hombre. No se parte de la centralidad del hombre, como a menudo se oye decir después del “giro antropológico”, sino de la centralidad de Dios. La Iglesia debe “crecer en la conciencia de la fe para educarse y para ponerse, sin arrogancia pero también sin temores o complejos de inferioridad, en un testimonio dialógico con las culturas dominantes”. También esta expresión del “testimonio dialógico” es rica de significado. El diálogo en el post-Concilio ha sustituido con frecuencia al anuncio, mientras que el Magisterio siempre ha sostenido que en el diálogo debe estar siempre presente el anuncio. El Patriarca Moraglia parece compartir también este punto de vista: en el testimonio dialógico, el sustantivo es el testimonio y el diálogo es el instrumento y no su fin. Esta nuevo Patriarca promete y será necesario seguirlo con atención.


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Fuente: L’Occidentale


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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