miércoles, 13 de agosto de 2008

La Santa Misa: don, misterio, trascendencia

Otra rica entrevista realizada por Bruno Volpe. Esta vez las preguntas se dirigen al Cardenal Pio Laghi (*). El texto original puede verse en Pontifex.

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laghi

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CIUDAD DEL VATICANO - Es uno de los miembros más competentes del Sacro Colegio Cardenalicio. Esto, sin embargo, no le quita afabilidad y cortesía en los modos. El Cardenal Pío Laghi responde a nuestras preguntas referentes a la Liturgia, la Asunción de María y los exorcismos.

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Eminencia, especialmente después del Concilio Vaticano II, aunque no por culpa del Concilio, en la celebración de la Santa Misa han surgido demasiados abusos litúrgicos en nombre de la creatividad. ¿Qué se puede hacer para enderezar la barca?


Ha dicho bien: la responsabilidad de todo esto no es del Vaticano II, sino de fervientes intérpretes más papistas que el Papa. La apertura al vernáculo, es decir, a las lenguas nacionales, fue querida para acercar la gente a la Iglesia y a la Misa, con el fin de lograr una mayor participación. Pero no intentaba, de hecho, sustituir o abolir el latín que era y sigue siendo el lenguaje universal de la Iglesia.

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Entonces, el latín debe ser recuperado…


Ciertamente. Es más, pienso que ha sido dejado de lado con excesiva prisa y que debe ser redescubierto poco a poco, pero con inteligencia. En resumen, para dejarlo bien claro: el Vaticano II nunca ha cancelado el latín, esto es un falso mito; no existe un solo documento del Concilio que afirme esto.

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¿Qué es la Liturgia?


Con la Liturgia se rinde gloria a Dios. Entonces, dando gloria a Dios, es necesario que la misma Liturgia sea dignamente celebrada, sobriamente pero con elegancia.

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Algunos sacerdotes, a menudo, tienen la tentación de inventar fórmulas, de ser protagonistas…


La Santa Misa es don, misterio, trascendencia. Todo menos un espectáculo. El sacerdote actúa en nombre de Dios, pero no en el puesto de Dios. El celebrante hace de mediador entre el hombre y Dios, pero no es Dios. Por lo tanto, deben ser evitadas con esmero todas las extravagancias y las modificaciones arbitrarias de oraciones o fórmulas, porque la Liturgia no es propiedad de ninguno, mucho menos de cada sacerdote.

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Nos parece entender que usted está a favor del respeto de la Tradición…


La Iglesia vive desde hace 2000 años. Se trata de una larga historia de cultura y de gloria. Entonces, ¿cómo le parece posible cancelar de golpe la milenaria historia de la Iglesia? La Liturgia forma parte integrante de esta historia. También los Concilios deben ser leídos en esta clave histórica, nunca de ruptura, sino de continuidad con el Magisterio de la Iglesia.

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Dentro de pocos días, se celebra una de las solemnidades más importantes dedicadas a María, la Asunción. ¿Qué representa?


La glorificación del cuerpo de la Virgen. María es, al mismo tiempo, Madre de Dios y Madre nuestra, madre de la Iglesia. Después de su vida, se adormeció y fue asunta al Cielo en cuerpo y alma. Dios ha querido glorificar el cuerpo de la Madre, un cuerpo que no ha conocido la profanación del pecado. Esta solemnidad nos invita a no profanar el cuerpo, a glorificarlo evitando el pecado con pureza, respetando la dignidad del cuerpo, especialmente en tiempos de secularismo y hedonismo en los que todo está permitido.

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Nos parece entender que, con la Asunción, el cuerpo de María se llena de gloria...


Exactamente. María, la toda santa, sube al cielo incorrupta, su cuerpo mortal no ha conocido la profanación. ¿Le parece poco?

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Por último, una pregunta al Obispo y Cardenal: ¿los laicos pueden hacer exorcismos?


Absolutamente no. No sé quien lo ha dicho o escrito pero evitemos peligrosas confusiones. El exorcismo es prerrogativa exclusiva del Ordinario, que la delega sólo y exclusivamente en sacerdotes habilitados y dotados de particular carisma. Por lo tanto, los laicos no pueden exorcizar. A ellos se les permite solamente oraciones de liberación. Sólo esto.

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(*) Pio Laghi nació en Italia en 1922. Ordenado sacerdote en 1946 y consagrado obispo en 1969. Fue delegado apostólico en Jerusalén y Palestina. Nombrado pro-nuncio en Chipre, en 1973. Nuncio en Argentina, en 1974. Pro-nuncio en los Estados Unidos cuando fueron establecidas las relaciones diplomáticas, en 1984. Delegado apostólico en los Estados Unidos y observador permanente en la Organización de Estados Americanos, con el título de Nuncio ad personam, en 1986. Nombrado pro-prefecto de la Congregación para la Educación Católica, el 6 de abril de 1990. Asistió a la VIII Asamblea Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en Ciudad del Vaticano, en 1990. Creado Cardenal diácono el 28 de junio de 1991; recibió la birreta roja y la diaconía de S. Maria Ausiliatrice in Via Tuscolana, el 28 de junio de 1991. Nombrado prefecto de la Congregación para la Educación Católica y Gran Canciller de la Pontificia Universidad Gregoriana, el 1 de julio de 1991. Renunció a la prefectura, el 15 de 1999.

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