martes, 5 de agosto de 2008

Amó a la Iglesia más que a sí mismo

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Estamos recordando el 30º aniversario de lo que fue llamado el “Año de los tres papas”. En efecto, el 6 de agosto de 1978 culminó su peregrinación terrena el Papa Pablo VI. Veinte días después, el entonces Patriarca de Venecia era elegido como nuevo Sucesor de Pedro tomando el nombre de Juan Pablo I. Su pontificado, brevísimo, duró sólo treinta y tres días. Seguidamente, el 16 de octubre de 1978 el Arzobispo de Cracovia, Karol Wojtyla, era elegido Papa y tomaba el nombre de Juan Pablo II.

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Con ocasión de este aniversario de esos momentos tan importantes en la historia de la Iglesia, iremos ofreciendo a nuestros lectores algunos artículos que permitan recordar, ayuden a valorar en su justa medida y a leer en la “hermenéutica de la continuidad” los acontecimientos de 1978.

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Hoy ofrecemos la traducción de una nueva e interesante entrevista que el reconocido periodista Bruno Volpe realizó al Arzobispo Francesco Ruppi acerca del Papa Pablo VI. El texto original en italiano puede consultarse en Pontifex.

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CIUDAD DEL VATICANO - “Pablo VI fue un gran hombre de Iglesia, comprendió los nuevos tiempos y supo estimar al futuro Juan Pablo II, elevando a la dignidad cardenalicia al entonces Arzobispo de Cracovia”: así habla el Arzobispo de Lecce, Francesco Cosmo Ruppi, que tuvo el privilegio de conocer personalmente al Papa Pablo VI, de quien se recuerdan los 30 años de su muerte, precisamente en la Fiesta de la Transfiguración del Señor.

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Excelencia, ¿Qué recuerdo tiene del Siervo de Dios Pablo VI?


Un grande y extraordinario hombre de Iglesia. Amó a la Iglesia más que a sí mismo. Vivió por la Iglesia y en la Iglesia. No hay que olvidar que este inmenso Pontífice siguió, de hecho, todos los trabajos del Concilio Vaticano II y le dio aplicación.

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Fue también un Papa teólogo…


Ciertamente. Tenía un carácter reservado y sensible, era un refinado teólogo y capaz como pocos. Toda su producción teológica representa una joya de inestimable valor para la toda la Iglesia, que debe muchísimo a este Pontífice.

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¿Qué función tuvo en la historia eclesiástica?


De conductor, entre el inicio del Vaticano II y su conclusión, así como en su aplicación. Una tarea ardua y de no fácil realización.

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Se habla de un Pablo VI sufriente después de la conclusión del Concilio Vaticano II, herido por algunos deplorables excesos teológicos…


Es verdad. Pablo VI no estaba en sintonía con algunas discutibles exuberancias post-conciliares. De hecho, no compartía en absoluto las teorías de ruptura del Vaticano II con el pasado. Pablo VI consideraba que la novedad del Concilio no era para nada incompatible con la tradición secular de la Iglesia y en particular con el Vaticano I y su dogma de la infalibilidad pontificia, y sobre todo con el Concilio de Trento, cuya relevancia en la Iglesia no hay que subestimar en absoluto. Considero que el Concilio de Trento es fundamental en la vida de la Iglesia.

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En sustancia, ¿qué fue lo que ofendió la sensibilidad de Pablo VI?


La visión de algunos teólogos que, después del Vaticano II, creyeron que se había iniciado un tiempo de recreo teológico y litúrgico, y que todo estaba admitido y permitido. Estos teólogos pensaban, erróneamente, que el Vaticano II debía ser leído como ruptura con el pasado.

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En resumen, ¿cómo es necesario leerlo según la óptica de Pablo VI?


Como desarrollo de la tradición de la Iglesia. No es un acto revolucionario, sino de evolución gradual. La Iglesia no puede dejar de lado ni el Vaticano I, ni mucho menos el Concilio de Trento, que es leído en clave reaccionaria por una historiografía modernista, apresurada y politizada. El Concilio de Trento ha salvado a la Iglesia.

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Pablo VI habló del famoso “humo de Satanás”: ¿a qué se refería?


Aclaro las dudas. Algunos intérpretes hablan de un Papa aislado de la Curia y no me parece en absoluto. Con el humo de Satanás aludía precisamente al demonio que metió cuerpo en la Iglesia bajo la forma de teorías subversivas y revolucionarias post-conciliares. Lo perturbaron mucho.

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Usted, que es también periodista, lo conoció en varios viajes apostólicos…


Me impresionaba su cordialidad. Era un hombre bondadoso y sensible pero amaba las bromas y frecuentemente, durante los viajes en avión, saludaba personalmente a todos los periodistas que lo acompañaban. Recuerdo que en una ocasión, cuando iba como enviado especial a Constantinopla para la Gazzeta del Mezzogiorno, donde los sacerdotes católicos no eran bien vistos, me invitaron a usar una corbata. Comprenderá que, como sacerdote, no estoy acostumbrado a ella e hice mal el nudo. El Papa me vio y sonrió: se acercó a mí y, con gran sorpresa de mi parte, me volvió a hacer el nudo mientras me decía: «se nota que eres sacerdote, en el Seminario te han enseñado la teología pero no como ponerte la corbata». Este era el verdadero Pablo VI, columna de la Iglesia.

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