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Es el Cardenal de Fátima. Y no sólo porque es portugués. Hay, de hecho, algo más que vincula a José Saraiva Martins con el lugar en que la Virgen se apareció a los tres pastorcillos. Es una relación basada en el Amor: el Amor – con la “A” mayúscula – de un hijo por la Madre. Se lo comprende bien en la entrevista exclusiva que este ilustre Príncipe de la Iglesia a concedido a Petrus a su retorno de Roma, después de haber acompañado personalmente al Papa en su reciente viaje apostólico en tierra lusitana.
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Eminencia, le pedimos un balance de la visita de Benedicto XVI a Portugal.
Ha sido un éxito extraordinario, universal, inolvidable. Un gran acontecimiento, que merece ser grabado con letras de oro en el libro de la historia de la Iglesia. Una alegría inmensa, no sólo para Portugal sino para todo el mundo. Por otro lado, Fátima es el altar del mundo, más aún, la Cátedra del mundo, porque la Virgen ha ido a ese lugar para hacerse mensajera, por medio de los tres pastorcillos, de valores eternos y de enorme actualidad también en este determinado período histórico. Me refiero a los llamados a la paz, a la penitencia. Son temas muy bellos que el Papa ha reafirmado con claridad y sin vacilaciones.
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Los católicos portugueses no han dejado de reunirse en torno al Papa en este particular momento histórico.
Muy cierto. Ellos han demostrado que sienten un afecto infinito por el Papa. El afecto de un hijo por el propio padre. Y su presencia en cada una de las ceremonias ha sido la mejor respuesta a la campaña de odio, basada en calumnias, contra el Papa y la Iglesia.
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A propósito, el número de los peregrinos ha sido excepcional. Sólo en la Misa de Fátima han participado más de medio millón de fieles. ¿Estaba en las previsiones?
Francamente no. Ni siquiera el Papa se esperaba tanto calor y por eso le ha agradado todavía más la acogida de los portugueses, que lo han abrazado y apoyado como a un verdadero padre. De este modo, ha sido confirmado aquel vínculo indisoluble que une al Romano Pontífice con los portugueses y que se remonta a la época en que Portugal no era aún autónomo y el Arzobispo de Braga vino a Roma para pedir al Papa que acepte firmar la independencia de este pueblo del resto de España. De alguna manera, la influencia del Papa está en el ADN, en la historia y en la cultura de Portugal.
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¿Con que ánimo afrontó el Santo Padre esta peregrinación en Portugal, a pocos días de la promulgación de las leyes a favor del aborto y del reconocimiento de las parejas de hecho por parte del Gobierno socialista guiado por el primer ministro Sócrates?
Con mucho coraje y sencillez, tocando estos temas con fuerza y claridad, el Papa ha hablado con gran libertad de espíritu. No ha tenido miedo de defender la dignidad de la vida humana y el valor único del matrimonio natural entre hombre y mujer (sin olvidar las bellas palabras sobre la relación entre fe y cultura pronunciadas en Lisboa), exhortando a los portugueses a hacer lo mismo. Han sido llamados que han hecho reflexionar un poco a todos.
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En Italia habrían clamado por la injerencia de la Iglesia en las cuestiones públicas…
Pero la Iglesia tiene, siempre y de todos modos, la obligación de reafirmar el carácter no negociable de los valores cristianos, ya que son el corazón y el ápice del Evangelio.
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La etapa más significativa ha sido, sin duda, la de Fátima. ¿Pero qué gesto de Benedicto XVI ha pasado a la historia?
Me han impresionado, en particular, dos momentos: la intensidad humana y espiritual con la que ha dejado la Rosa de oro a los pies de la Virgen y el hecho de que el Santo Padre, apenas llegado al helipuerto de Fátima, haya querido dirigirse directamente, sin paradas intermedias, a la capilla de las apariciones para orar, arrodillado por mucho tiempo, a los pies de la Señora más resplandeciente que el sol.
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Benedicto XVI ha sido el tercer Pontífice en visitar Fátima después de Pablo VI y Juan Pablo II (que fue tres veces) ¿Cuál considera que ha sido el viaje más importante?
No ha habido un viaje más importante que el otro. Todos han sido importantes en la misma medida. La Iglesia está encarnada en el tiempo y en la historia. Y tanto Pablo VI, como Juan Pablo II, y como el mismo Benedicto XVI, han logrado a la perfección hablar al corazón de sus contemporáneos. Quien no se lo esperaba de Benedicto XVI, ha quedado desilusionado. Habría debido saber, de hecho, que el Cardenal Ratzinger siempre siguió con admiración e interés el fenómeno de las apariciones marianas de Fátima y por eso también ha presidido en el pasado una vigilia mundial del 13 de mayo en Cova de Iria. Al igual que Juan Pablo II, Benedicto XVI es un “Papa de Fátima”, aunque por diferentes razones históricas.
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Cuando el Papa declaró que la persecución contra la Iglesia es causada por sus mismos miembros, ¿se refería sólo al escándalo de la pedofilia en el clero?
Es obligatoria una premisa: sabemos muy bien que la Iglesia está formada por pecadores; el sacerdocio, además, no confiere la inmunidad de cometer culpas. Pero si la presencia del pecado en la Iglesia es un hecho real, esto no significa que esté extendido en los niveles en que cierta prensa quisiera hacer creer. Dicho esto, el discurso del Papa, ciertamente, incluye también – pero no sólo – la pedofilia. Es un discurso aún más “general”. ¿Cómo no pensar, de hecho, en la desobediencia hacia el Pontífice, en el “carrerismo”, en las divisiones entre el pueblo de Dios y sus Pastores?
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Eminencia, vayamos ahora al núcleo central del “tercer secreto de Fátima”. Benedicto XVI ha precisado que la profecía no ha concluido y que, de todos modos, no se refería exclusivamente al atentado a Juan Pablo II, especificando también que el Papa debería sufrir persecuciones en toda época.
En la visión del “obispo vestido de blanco” que es asesinado está la descripción de la Pasión de la Iglesia y de su Pastor, el Papa. En este contexto, se inserta perfectamente el atentado a Wojtyla. Pero la Virgen ha querido profetizar también algo más y es que la Iglesia y el Papa serían objeto de persecuciones, sacrificios y sufrimientos en toda época. Efectivamente, lo verificamos en la historia: ha sido así en el pasado, así es hoy, así será mañana. La Iglesia, de hecho, no es otra cosa que el mismo Cristo encarnado no en un cuerpo físico sino en una comunidad de fe, de esperanza, de amor. Por lo tanto, si la Iglesia es Cristo, debe reproponer el rostro de Cristo crucificado y desfigurado; sin embargo, no debe ceder al desconsuelo sino pensar con alegría y optimismo que después de la Cruz está siempre la Resurrección; que después del Viernes Santo, llega siempre la Pascua. Cristo ha muerto para resucitar; así también la Iglesia debe padecer para vencer a las tinieblas. La sangre de los mártires es la semilla del cristianismo. Debemos ser conscientes, Jesús nos lo ha advertido: “Si me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros”. Pero, no lo olvidemos, ha añadido: “Non praevalebunt”, las puertas del infierno no prevalecerán. Con esta última promesa, podemos estar seguros de que a pesar de los pecados de algunos de sus hijos, los sufrimientos, las calumnias, las persecuciones y las campañas de odio llevadas adelante por los medios, la Iglesia, Cuerpo místico de Cristo, resucitará como ya ha resucitado el Cuerpo físico del Señor. Podemos estar seguros de esto: la Iglesia y el Papa saldrán fortalecidos de las persecuciones.
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Después de las palabras del Santo Padre, algunos periodistas y escritores – Antonio Socci sobre todo – han vuelto “al ataque” sosteniendo que el Vaticano escondería una cuarta parte del Misterio de Fátima en la cual la Virgen profetizaría la apostasía de la Iglesia. ¿Un testimonio directo suyo sobre la falta de fundamento de esta tesis?
No existe ningún cuarto secreto de Fátima, y mucho menos el tercero se refiere a la apostasía de la Iglesia. En el 2000, fui encargado por Juan Pablo II de ver todo lo escrito por Sor Lucía y puedo dar testimonio de que no hay otra cosa fuera de lo que se ha hecho público en estos años.
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Otro debate se ha vuelto a abrir sobre la consagración de Rusia al Corazón Inmaculado de María.
Rusia, como pidió la Virgen por medio de Sor Lucía, ha sido ya consagrada por los Venerables Pontífices Pío XII y Juan Pablo II. Por lo tanto, no ha sido desatendido el pensamiento de la Virgen. Es cierto que Rusia no fue citada explícitamente, ¿pero acaso no forma parte del mundo? Al consagrar todo el mundo al Corazón Inmaculado de María, al mismo tiempo le ha sido consagrada también Rusia.
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Fuente: Petrus
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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