jueves, 14 de enero de 2010

Grupo de monaguillos, ¿una tarea complicada?

*

Altar Servers

*

El blog del Padre Z se hace eco de un “exitoso” programa destinado a aumentar la participación de los niños y los jóvenes en la Misa como monaguillos.


***


La participación de los monaguillos aumenta un 500% por tener reglas más exigentes.


Volviendo a prácticas más exigentes para los monaguillos, dos hombres fueron capaces de aumentar la participación en su parroquia de 10 a 60.


“Servir en el altar en la parroquia ‘Holy Family’ permite a los jóvenes estar más plenamente integrados en la Misa, y les da la oportunidad de experimentar más de cerca el Sacrificio de Cristo. ‘Holy Family’ provee un ambiente que los hace sentir bienvenidos y necesarios y es una excelente experiencia”, explica Carson Lind, de 19 años, “veterano” de 7 años.


Respuesta a una necesidad


Bob y Mark, miembros de la parroquia católica ‘Holy Family’ en St. Louis Park, Minnesota, querían ver más jóvenes varones involucrados en la Misa. Les parecía que el ser monaguillo podría ayudar a los jóvenes a participar más plenamente, y posiblemente llegar a discernir una vocación sacerdotal. Bob y Mark se acercaron a su párroco, el Padre Dufner, y compartieron con él esta visión.


De dónde surgió


Ambos habían servido, cuando jóvenes, en grupos de monaguillos reservados a sólo varones, y recordaban la experiencia con cariño.


Cómo funciona


En primer lugar, propusieron hacer el programa sólo para varones. Creían que esto aumentaría el deseo de los jóvenes de participar en el programa. El Padre Dufner estuvo de acuerdo. Luego trabajaron en crear una atmósfera más reverente usando sotanas y sobrepellices y comprando calzado uniforme. Finalmente entrenaron a los muchachos en los roles tradicionales de monaguillos, instituyendo apodos y un sistema de rangos que lo hizo más accesible y atractivo para los jóvenes. Con estas reglas más estrictas, el programa ha visto un enorme crecimiento.


Los resultados


En los últimos siete años, el grupo ha crecido de 10 participantes a 60. Existe una amplia gama de edades, dando a los más grandes la oportunidad de instruir a los más pequeños.


Elementos claves


Bob y Mark creen que algunos elementos claves han ayudado a que el programa crezca. Los jóvenes de la parroquia han respondido bien a la atmósfera reservada para varones, y especialmente el tiempo extra que les permitió pasar con el Padre Dufner, tanto durante el aprendizaje como fuera de la Misa en numerosas actividades tales como jugar a los bolos o ir de pesca. También motivó a los jóvenes la jerarquía de rangos, junto con los altos estándares de orden y disciplina del programa.


Cómo implementarlo


Un buen modo de implementar este programa es encontrar hombres líderes que tengan el deseo de ver una mayor participación de los jóvenes varones en la Misa y animarlos a comenzar un programa de monaguillos. Ayudar a estos líderes a crear un ambiente entretenido, competitivo, instituyendo un sistema de rangos con apodos, poniendo en vigor un estricto código de vestimenta y organizando actividades deportivas complementarias sólo para monaguillos. Esto ayudará a motivar a los jóvenes a servir a Dios y a Su Iglesia.


*

Fuente: What Does The Prayer Really Say?


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

*

miércoles, 13 de enero de 2010

Un nuevo primado para Bélgica

*

LEonard

*

El vaticanista Andrea Tornielli se refiere al ya próximo nombramiento del nuevo Arzobispado primado de Bélgica, adelantando el nombre de quien será sucesor del cardenal Danneels.

***

En alguno días, ya debería ser publicado el importante nombramiento del nuevo arzobispo de Malinas-Bruselas y primado de Bélgica, sucesor del cardenal Godfried Danneels. La elección del Papa habría caído sobre el actual obispo de Namur, André Mutien Léonard, que guía esta diócesis desde 1991. Es considerado el obispo más tradicional de la Iglesia de Bélgica. La revista francesa progresista “Golias”, en julio de 2007, hacía un retrato suyo mostrándose ya entonces preocupada de que él pudiera ser el sucesor de Danneels y recordando que él acogió con entusiasmo el motu proprio de Benedicto XVI que liberalizaba el antiguo misal, defendió públicamente a Pío XII de las acusaciones de haber sido insensible al drama de los judíos, e intervino varias veces sobre los valores “no negociables” defendiendo la moral natural. Léonard tiene 69 años.

***

Fuente: Sacri Palazzi


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

***

lunes, 11 de enero de 2010

La punta de lanza de la reforma de la reforma

Presentamos nuestra traducción de un artículo sobre el Motu Proprio “Summorum Pontificum” y la reforma de la reforma, publicado por Paix Liturgique.


***


La creciente disponibilidad del libro de Mons. Nicola Bux “La reforma de Benedicto XVI” es nuestra oportunidad para alejarnos un poco de nuestro usual centro de atención – la aplicación del motu proprio “Summorum Pontificum” – para hacer revista de la “reforma de la reforma” que el Santo Padre ha iniciado en la Liturgia. Es también ocasión para considerar qué tipo de relación emergerá, lentamente, entre las dos formas de la Liturgia romana.

El primer objetivo del motu proprio “Summorum Pontificum” es claro: posibilitar que la Misa tradicional se celebre en todas las parroquias donde sea pedida. El MP se habrá aplicado verdaderamente cuando veamos la Misa dominical de las 10:00 celebrada en la forma ordinaria y la Misa de las 11:00 en la forma extraordinaria, o viceversa, en las catedrales de Dublín y Detroit, en las catedrales de Boise y Aberdeen. En una palabra: en lo que concierne a la aplicación del MP, aún estamos en el punto de partida.


A – El proyecto de la “reforma de la reforma”

El segundo objetivo del MP, aunque implícito, es obvio de todas formas, debido a todo lo que el Cardenal Ratzinger ha dicho sobre el tema en el pasado, y al deseo expresado en el texto del 2007: un “enriquecimiento mutuo” de las dos formas, que desde entonces coexisten oficialmente. Enriquecimiento: todos saben que la forma más obviamente “rica” es aquella que se beneficia de una tradición ininterrumpida de diez siglos (o incluso diecisiete siglos en su parte esencial, el Canon), y cuyo valor doctrinal y ritual es al menos similar al de las otras grandes liturgias católicas. En su libro, Nicola Bux escribe: “Los estudios comparativos demuestran que la liturgia romana en su forma preconciliar era mucho más cercana a la liturgia oriental que la liturgia actual”. Esto es tan cierto que nadie puede seriamente negar que la forma que primera y mayormente necesita ser enriquecida -transformada es la liturgia que fue apresuradamente diseñada hace cuarenta años. De hecho, como señala Nicola Bux, “[uno] tiene que admitir que la Misa de Pablo VI está lejos de contener todo lo que se encuentra en el Misal de San Pío V”.


Se ha hecho costumbre llamar “reforma de la reforma” a este proyecto de enriquecimiento - transformación de la reforma de Pablo VI en vistas a hacerla más tradicional en contenido y en forma. Aunque sería una exageración decir que la reforma de la reforma es sólo un piadoso deseo, de todas formas debemos comprender plenamente que, así como lo referido a la forma extraordinaria, esta reforma de la reforma está en sus comienzos.

Vienen a la mente dos observaciones preliminares acerca de este futuro proceso:

1. La reforma de la reforma, como lo indica la expresión, concierne sólo a la reforma de Pablo VI. De ninguna manera involucra una alegada transformación “paralela” de la forma tradicional del rito. No hay comparación entre las dos formas en su relación con la tradición o en su estructura ritual. Juguetear con el rito tradicional terminaría hundiéndolo, y todos terminarían perdiendo: colapsaría el eje mismo de la reforma de la reforma. El Cardenal Ratzinger ha rechazado clara y prudentemente esta idea [1].


2. La reforma de la reforma no busca implementar una serie de reformas a través de leyes y decretos en vistas a establecer un tercer Misal que estaría a mitad de camino entre el Misal tridentino y el nuevo (sin mencionar que el último es mucho más una colección indefinida, diversa y abierta que un “Misal” en el sentido tradicional). El entonces Cardenal Ratzinger, hoy Benedicto XVI, es reacio a implementar un proceso de reformas autoritarias y continuas, paralelo – aunque en la otra dirección – a lo que se hizo bajo la reforma de Pablo VI. El punto es realizar un estrechamiento gradual de la brecha, con el Misal de Pablo VI acercándose progresivamente al Misal tradicional. La característica de la nueva liturgia de ser maleable a voluntad permite que esto ocurra sin esfuerzo; paradójicamente es su carácter no normativo el que permite la infusión de la norma tradicional de la que carece. Uno podría preguntarse si, al final del proceso, conservará algún interés más allá de servir como un escalón hacia la liturgia tradicional...


B – El libro de Nicola Bux

La importancia de la publicación de este libro está dada primeramente por la estatura del autor. Mons. Nicola Bux, profesor de liturgia y teología sacramental en el Instituto Ecuménico-Patrístico de Teología de Bari, Italia, es consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Congregación para las Causas de los Santos, consultor también de la Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice, asesor del periódico Communio, autor de varios libros (entre otros, Il Signore dei Misteri y Eucaristia e relativismo) y de muchos artículos (por ejemplo “À soixante ans de l’encyclique Mediator Dei de Pie XII, débattre sereinement sur la liturgie” – “A sesenta años de la Encíclica Mediator Dei de Pío XII. Un debate sereno sobre la Liturgia”, Osservatore Romano, 18 de noviembre de 2007). Es también uno de los partidarios más influyentes de la reforma de la reforma de Pablo VI.


En su compañía merecen ser nombrados otros, tales como el P. Alcuin Reid (The Organic Development of the Liturgy – “El desarrollo orgánico de la Liturgia”), el P. U. Michael Lang (Turning Towards the Lord. Orientation in Liturgical Prayer – “Volverse hacia el Señor. Orientación de la plegaria litúrgica”), Mons. Nicola Giampietro (que publicó las memorias del Cardenal Antonelli), el Obispo Athanasius Schneider (Dominus est), el P. Aidan Nichols (Looking At the Liturgy : a Critical View Of Its Contemporary Form – “Observando la Liturgia: una Mirada crítica de su forma contemporánea”), y Dom Mauro Gagliardi (Liturgia, Fonte di Vita), sin mencionar las iniciativas promovidas por el Padre Manelli y los Franciscanos de la Inmaculada y, por supuesto, la acción diaria de prelados tan importantes como el Arzobispo Ranjith, el Arzobispo Burke, el Cardenal Cañizares, etc.


El libro de Mons. Bux también cuenta con tres prefacios: uno del famoso periodista italiano Vittorio Messori (autor de “Informe sobre la Fe”, una entrevista con el entonces Cardenal Ratzinger) para la edición italiana; otro del Obispo de Bayonne, Marc Aillet, para la edición francesa; y otro del mismo Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, el Cardenal Cañizares, para la edición en español.


Para Nicola Bux, la crisis que lastimó a la liturgia romana se debe a que ya no está centrada en Dios y en su adoración, sino en la gente y la comunidad. “Al principio está la adoración, y por lo tanto donde Dios está hay adoración (…) La Iglesia proviene de la adoración, de la misión de glorificar a Dios”, escribió alguna vez Joseph Ratzinger sobre el asunto. La crisis en la liturgia comienza en el momento en que ésta cesa de ser adoración, cuando se reduce a la celebración de una comunidad específica en la que los sacerdotes y obispos, en lugar de ser ministros, es decir, servidores, se transforman en “líderes”. Es por esto que hoy “la gente pide más y más respeto para asegurarse un espacio de silencio, en vistas a una participación íntima y de fe en los Sagrados Misterios”.


El orden del día es, pues, volver a enseñar a un clero herido en su praxis y conciencia ritual que la Liturgia es sagrada y divina, que viene de lo alto como la Liturgia de la Jerusalén Celestial del Apocalipsis. “En conexión con esto, deberían existir esfuerzos para descubrir por qué, a pesar de las apariencias, el vernáculo no logra finalmente hacer comprensible la Liturgia”. El sacerdote necesita aprender una vez más cómo llevar a cabo los Santos Misterios in Persona Christi, en la Iglesia, como su ministro, y no como coordinador de una asamblea cerrada en sí misma, que es en lo que se ha transformado.


C – El proyecto de la reforma de la reforma: Guiando por el ejemplo más que por textos legislativos


No obstante la seriedad de las conclusiones alcanzadas por Mons. Bux en particular y por los “hombres del Papa” en general – una conclusión que es conforme al pensamiento del Santo Padre sobre el tema – ninguno de ellos quiere leyes y decretos diseñados para dar todo vuelta en una forma autoritaria, como hicieron aquellos de la era Bugnini. Aunque la Iglesia está hoy, litúrgicamente hablando, bastante enferma, ellos prefieren actuar con la suave medicina del ejemplo: el ejemplo del Sumo Pontífice en primer lugar, luego el de aquellos obispos que deseen dar el ejemplo como él lo hace.

Así, Benedicto XVI multiplica los ligeros movimientos que parecen afectar asuntos insignificantes; después de todo, la Liturgia está hecha de una colección de detalles: la muy dignificada forma de las celebraciones pontificias; la belleza de los ornamentos litúrgicos de la sacristía de San Pedro que el maestro de ceremonias pontificio, Mons. Guido Marini, está usando una vez más; la colocación de grandes candelabros en el altar, que disminuye el efecto teatral de mirar a la gente; y sobre todo, la distribución de la Comunión en la lengua y de rodillas.


A los obispos les corresponde seguir el ejemplo en sus celebraciones litúrgicas. Es asunto de público conocimiento que el Cardenal Carlo Caffarra, Arzobispo de Bologna, uno de los obispos italianos teológicamente sólidos, ha decidido recientemente el 27 de abril de 2009 ordenar que “en vistas a la frecuencia con la que se informa de actitudes irreverentes en el acto de recibir la Eucaristía, desde este día en adelante, en la iglesia metropolitana de San Pietro, en la basílica de San Petronio y en el santuario de la Bienaventurada Virgen María de San Luca en Bologna, los fieles recibirán el Pan Consagrado solamente de manos de un ministro directamente en la lengua”.


Por su parte, tanto el Obispo Schneider como Domo Mauro Gagliardi [2] piden que se recuerde firmemente que el modo “normal” de recibir la Comunión es en la boca, y que la Comunión en la mano es sólo un modo “tolerado”, si bien ha sido el más difundido por un largo tiempo. Tal exhortación es muy importante para el renacimiento de la fe en la Presencia Real. El respeto por lo divino y por lo santo se expresa por medio de signos de reverencia, según el mismo Mons. Bux.

Hay también otros puntos mencionados constantemente por los partidarios de la reforma de la reforma:


1. Exhortar a reducir el número de los concelebrantes e incluso de las concelebraciones: “Cuando la concelebración se hace frecuente, se oscurece la función mediadora de cada sacerdote”.


2. Reducir lentamente las múltiples partes opcionales de la Misa (particularmente las Plegarias Eucarísticas, algunas de las cuales presentan problemas doctrinales).


3. Reintroducir elementos de la forma extraordinaria que fomentan el sentido de lo sagrado y de la adoración, tales como las genuflexiones, los ósculos al altar, las antiquísimas señales de la Cruz en el Canon: “Lo sagrado se expresa también en las señales de la Cruz y en las genuflexiones” (Mons. Nicola Bux).


4. Y recordar que el ósculo de paz es una acción sagrada y no una manifestación de civismo; la reintroducción masiva del lenguaje litúrgico que es el latín, etc.


Finalmente, y sobre todo, uno no debe dejar pasar el animar al sacerdote a celebrar de cara al Señor, al menos durante el Ofertorio y la Plegaria Eucarística. “El indicador más visible de la reforma litúrgica”, dice Mons. Bux, “fue el cambio en la posición del sacerdote con respecto a la gente”. A la luz de estas palabras, uno puede legítimamente considerar como el principio de la reforma de la reforma el momento en que el Papa y los obispos celebren comúnmente hacia el Señor.

D – La punta de lanza del proyecto de la reforma de la reforma

En su libro, Nicola Bux señala que la clave de la nueva liturgia salida de las oficinas de Bugnini – autor de la reforma litúrgica – es la adaptación al mundo. Éste es el punto en el que el pensamiento de Bux, en sintonía con el de los partidarios de la reforma de la reforma, es más radical: la esencia de la Liturgia católica es ser “una crítica permanente que la Iglesia dirige al mundo, al tiempo que el mundo busca continuamente convencerla de pertenecer a él”. Por consiguiente, uno debe tener en cuenta que revolución no es reforma: “la reforma no puede ser comprendida como un intento de reconstrucción de los gustos de un tiempo específico”.


Es por esto que Mons. Bux cita y comenta sobre la “intervención de Ottaviani” publicada poco después del Concilio por los Cardenales Ottaviani y Bacci. “Ellos deploraron”, recuerda en aprobación de los dos cardenales italianos, “la ausencia de la finalidad normal de la Misa, es decir, la de ser Sacrificio propiciatorio”. De hecho, uno tendría que ser ciego para no darse cuenta que el nuevo rito de la Misa tiene de facto un efecto de hacer inmanente el mensaje cristiano: la doctrina del Sacrificio propiciatorio, la adoración de la Presencia Real de Cristo, la especificidad del sacerdocio jerárquico y, en general, el carácter sagrado de la celebración eucarística se expresan en forma menos tangible que en el rito tradicional. De aquí que los intentos de reintroducir en el nuevo Misal las oraciones que mejor expresan su valor sacrificial van hoy en aumento (ver, por ejemplo, el libro equivalente a un manifiesto del P. Paul Tirot, OSB: Histoire des prières d’offertoire dans la liturgie romaine du VIIe au XVIe siècle – “Historia de las plegarias del Ofertorio en la liturgia romana desde el siglo VII al siglo XVI”).


Si hay un punto en el que uno puede esperar una legislación que promueva la reforma de la reforma es ciertamente éste: la posibilidad de introducir las tradicionales oraciones del Ofertorio en la celebración ordinaria.


En suma, si este plan fuera a tomar forma verdaderamente, podría desarrollarse la situación inversa a lo que aconteció entre 1965 y 1969: a aquel tiempo de transformación brutal en el que todo cambió en una dirección “progresista”, puede corresponderle un período de lenta evolución en el que todo cambie en una dirección “re-sacralizadora”.


Tal implementación de la reforma de la reforma sería así verdaderamente reformativa, en el sentido tradicional (¡y exigente!) del término “reforma”. Procedería por “contaminación”, por usar un término que es familiar a los historiadores de la liturgia cuando quieren hablar de la influencia de una liturgia en otra. En este caso, sería de la liturgia tradicional a la nueva.
De hecho, uno podría incluso afirmar que la forma extraordinaria es quizá la única chance de salvar la forma ordinaria en el largo plazo, precisamente permitiéndole ser menos y menos ordinaria. Podría ésta transformarse en un paso para alcanzar la liturgia extraordinaria. En cualquier caso, no competiría con la forma extraordinaria, sino que le proveería un ambiente más favorable para su difusión y su afirmación como la forma oficial de referencia.

*


[1] Durante las jornadas litúrgicas de Fontgombault, el Cardenal Ratzinger declaró que no estaba en cuestión, aunque se presumió durante un largo tiempo, tocar el Misal tridentino, esencialmente porque su presencia y vida hoy podría servir como un aguijón para la evolución del nuevo Misal. Esta línea es hoy claramente la de la Congregación para el Culto Divino y la de la Comisión Ecclesia Dei, que sostienen, por ejemplo, que la introducción del nuevo leccionario en el rito tradicional es imposible. El único ajuste del rito tradicional que se puede prever, según los liturgistas de Roma, sería la introducción de algunos pocos prefacios.


[2] Entrevista concedida a zenit.org el 21 de diciembre de 2009.

***

Fuente: Paix Liturgique

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

***

domingo, 10 de enero de 2010

La verdadera reforma de Benedicto XVI, según el Card. Cañizares

*

Cardenal Antonio Cañizares

*

El Cardenal Antonio Cañizares, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, ha concedido una muy interesante entrevista al vaticanista Paolo Rodari. Ofrecemos nuestra traducción de la misma, en la cual trata ampliamente el tema de la Sagrada Liturgia en el pontificado de Benedicto XVI, los actuales trabajos de su Dicasterio, la necesidad de impulsar un nuevo movimiento litúrgico y la situación de la Iglesia en España frente a la ofensiva laicista.

***

El ex arzobispo de Toledo y primado de España, cardenal Antonio Cañizares Llovera, dirige el “ministerio” vaticano que se ocupa de liturgia desde hace poco más de un año. Una tarea delicada en un pontificado, como el de Benedicto XVI, en el que la liturgia y su “reestructuración” después de las derivas post-conciliares tienen un rol central. Como central, por otro lado, es la liturgia en la vida de los fieles. Lo ha dicho el Papa en la noche de Navidad: al igual que para los monjes, también para cada hombre “la liturgia es la primera prioridad. Todo lo demás viene después”. Es necesario “poner en segundo plano otras ocupaciones, por más importantes que sean, para encaminarnos hacia Dios, para dejar que entre en nuestra vida y en nuestro tiempo”.Lo que dice Cañizares a Il Foglio es más que un balance después de un año transcurrido en la Curia romana:


“He recibido  la misión de llevar a término, con la indispensable y valiosa ayuda de mis colaboradores, aquellos deberes que están asignados a la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos en la constitución apostólica Pastor Bonus de Juan Pablo II , respecto a la ordenación y a la promoción de la sagrada liturgia, en primer lugar de los sacramentos.Por la situación religiosa y cultura en que vivimos, y por la misma prioridad que corresponde a la liturgia en la vida de la Iglesia, creo que la misión principal que he recibido es promover con total dedicación y compromiso, reavivar y desarrollar el espíritu y el verdadero sentido de la liturgia en la conciencia y en la vida de los fieles. Que la liturgia sea el centro y el corazón de la vida de las comunidades; que todos, sacerdotes y fieles, la consideremos como sustancial e imprescindible en nuestra vida; que vivamos la liturgia en plena verdad y que vivamos de ella; que sea en toda su amplitud, como dice el Concilio Vaticano II, «fuente y culmen» de la vida cristiana.


Después de un año al frente de esta Congregación, cada día experimento y siento con mayor fuerza la necesidad de promover en la Iglesia, en todos los continentes, un impulso litúrgico fuerte y riguroso que haga revivir la riquísima herencia del Concilio y de aquel gran movimiento litúrgico del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX – con hombres como Guardini, Jungmann y muchos otros – que hizo fecunda la Iglesia en el Concilio Vaticano II. Allí, sin ninguna duda, está nuestro futuro y el futuro mismo del mundo. Digo esto porque el futuro de la Iglesia y de toda la humanidad está en Dios, en el vivir de Dios y de lo que viene de Él: y esto ocurre en la liturgia y a través de ella. Sólo una iglesia que viva de la verdad de la liturgia será capaz de dar lo único que puede renovar, transformar y recrear el mundo: Dios; sólo Dios y Su gracia. La liturgia, su característica más propia, es presencia de Dios, obra salvífica y regeneradora de Dios, comunicación y participación de Su amor misericordioso, adoración, reconocimiento de Dios. Es lo único que puede salvarnos.

*

Guardini, Jungmann, dos pilares de la renovación litúrgica de las pasadas décadas. Figuras en las cuales se ha inspirado también Joseph Ratzinger en su “Introducción al espíritu de la liturgia”. Figuras que, probablemente, lo han inspirado también en la promulgación del Motu Proprio “Summorum Pontificum”. Se ha dicho que el Motu Proprio ha representando también (aunque algunos dicen que principalmente) una mano tendida del Papa a los lefebvristas. ¿Es así?


De hecho, lo es. Sin embargo, creo que el Motu Proprio tiene un valor muy grande en sí mismo, y para la Iglesia y la liturgia. Si bien a algunos esto les disgusta, a juzgar por las reacciones que llegaron y que continúan llegando, es justo y necesario decir que el Motu Proprio no es un paso atrás ni un retorno al pasado. Es reconocer y acoger, con sencillez y en toda su amplitud, los tesoros y la herencia de la gran Tradición que tiene en la liturgia su expresión más auténtica y profunda. La Iglesia no puede permitirse prescindir, olvidar o renunciar a los tesoros y a la rica herencia de esta tradición, contenida en el Rito romano. Sería una traición y una negación de sí misma. No se puede abandonar la herencia histórica de la liturgia eclesiástica, ni querer establecer todo ex novo, como algunos pretenderían, sin amputar partes fundamentales de la misma Iglesia.


Algunos entendieron la reforma litúrgica conciliar como una ruptura y no como un desarrollo orgánico de la Tradición. En aquellos años del post-Concilio, el «cambio» era una palabra casi mágica; había que modificar todo lo que había estado antes hasta el punto de olvidarlo; todo nuevo; era necesario introducir novedades, en el fondo, obra y creación humana. No podemos olvidar que la reforma litúrgica y el post-Concilio coincidieron con un clima cultural marcado o dominado intensamente por una concepción del hombre como «creador» que difícilmente estaba en sintonía con una liturgia que es, sobre todo, acción de Dios y prioridad suya, derecho de Dios, adoración de Dios y también tradición lo que hemos recibido, de lo que se nos ha dado de una vez para siempre.


La liturgia no la hacemos nosotros, no es nuestra obra, sino de Dios. Esta concepción del hombre «creador» que conduce a una visión secularizada de todo donde Dios, con frecuencia, no tiene un lugar, esta pasión por el cambio y la pérdida de la tradición, todavía no ha sido superada. Y esto, en mi opinión, entre otras cosas, ha hecho que algunos vieran con tanto recelo el Motu Proprio, o que a algunos les desagrade recibirlo y acogerlo, reencontrar las grandes riquezas de la tradición litúrgica romana que no podemos dilapidar, o buscar y aceptar el enriquecimiento recíproco entre la forma «ordinaria» y la «extraordinaria» en el único Rito romano.


El Motu Proprio Summorum Pontificum es un valor grandísimo, que todos deberíamos apreciar. No sólo tiene que ver con la liturgia sino con el conjunto de la Iglesia, con lo que es y significa la tradición, sin la cual la Iglesia se convierte en una institución humana que cambia y, por supuesto, también se relaciona con la lectura y la interpretación que se hace o se hizo del Concilio Vaticano II. Cuando se lee y se interpreta en clave de ruptura o de discontinuidad, no se entiende nada del Concilio y se lo tergiversa totalmente. Por eso, como indica el Papa, sólo una «hermenéutica de la continuidad» nos lleva a una lectura justa y correcta del Concilio, y a conocer la verdad de lo que dice y enseña en su totalidad y, particularmente, en la Constitución Sacrosanctum Concilium sobre la divina liturgia, la cual es inseparable, por lo tanto, de este mismo conjunto. El Motu Proprio, en consecuencia, tiene también un valor altísimo para la comunión de la Iglesia.

*

El Papa está detrás del lento pero necesario proceso de reacercamiento de la iglesia a un auténtico espíritu litúrgico. Sin embargo, no faltan divisiones y contraposiciones. Sobre esto habla el cardenal Cañizares:


El gran aporte del Papa, en mi opinión, es que nos está llevando hasta la verdad de la liturgia. Con una sabia pedagogía, nos está introduciendo en el auténtico espíritu de la liturgia (como dice el título de unas de su obras principales antes de convertirse en Papa).


Él, ante todo, está siguiendo un sencillo proceso educativo que pretende ir hacia este espíritu o sentido auténtico de la liturgia para superar una visión estrecha de la liturgia que está muy arraigada. Sus enseñanzas tan ricas y abundantes en este campo, como Papa y también antes de serlo, así como los sugestivos gesto que están acompañando las celebraciones que preside, van en esta misma dirección. Acoger estos gestos y estas enseñanzas es un deber que tenemos si estamos dispuestos a vivir la liturgia de un modo conforme a su misma naturaleza y si no queremos perder los tesoros y las herencias litúrgicas de la tradición. Además, constituyen un verdadero don para la formación, tan urgente y necesaria, del pueblo cristiano.


En esta perspectiva, hay que ver el mismo Motu Proprio que ha confirmado la posibilidad de celebrar con el rito del Misal romano aprobado por Juan XXIII y que se remonta, con las sucesivas modificaciones, al tiempo de san Gregorio Magno y aún antes. Es cierto que hay muchas dificultades que están teniendo quienes, en el uso de lo que es un derecho, celebran o participan en la Santa Misa conforme al «rito antiguo» o «extraordinario». En realidad, no habría necesidad de esta oposición, ni mucho menos de ser vistos con sospecha, o de ser etiquetados como «preconciliares» o, peor aún, «anticonciliares». Las razones de esto son múltiples y diversas; sin embargo, son las mismas que llevaron a una reforma litúrgica entendida como ruptura y no en el horizonte de la tradición y de la hermenéutica de la continuidad que reclama la renovación y la verdadera reforma litúrgica en la clave del Vaticano II. No podemos olvidar, además, que en la liturgia se toca lo más importante de la fe y de la Iglesia y, por eso, cada que vez que en la historia se ha tocado algo de la liturgia, no ha sido raro que hubiera tensiones e incluso divisiones.

*

Desde el discurso de Benedicto XVI a la Curia romana del 22 de diciembre de 2005, la necesidad de leer el Vaticano II no en una óptica de discontinuidad con el pasado sino de continuidad se ha hecho central en el actual pontificado. ¿Qué significa esto desde el punto de vista litúrgico?


Significa, entre otras cosas, que no podemos llevar a cabo la renovación de la liturgia y ponerla en el centro y en la fuente de la vida cristiana si nos ponemos frente a ella en clave de ruptura con la tradición que nos precede y que lleva esta rica corriente de vida y de don de Dios que ha alimentado y dado vida al pueblo cristiano. Las enseñanzas, las indicaciones, los gestos de Benedicto XVI son fundamentales en este sentido. Para esto, es necesario favorecer el conocimiento sereno y profundo de todo lo que nos está diciendo, incluyendo aquello que ha dicho antes de ser Papa, y que tan claramente se refleja, por ejemplo, en su Exhortación apostólica Sacramentum Caritatis.

*

La Congregación que Cañizares preside se ha reunido en el pasado mes de marzo en asamblea plenaria y ha presentado unas proposiciones al Papa.


La asamblea plenaria de la Congregación se ha ocupado, sobre todo, de la adoración eucarística, de la Eucaristía como adoración, y de la adoración fuera de la Santa Misa. Han sido aprobadas algunas conclusiones que luego fueron presentadas al Santo Padre. Estas conclusiones prevén un plan de trabajo de la Congregación para los próximos años, que el Papa ha ratificado y animado.


Todas se mueven en la línea de reavivar y promover un nuevo movimiento litúrgico que, fiel en todo a las enseñanzas del Concilio y siguiendo las enseñanzas de Benedicto XVI, ponga la liturgia en el puesto central que le corresponde en la vida de la Iglesia. Las conclusiones de las proposiciones conciernen al impulso y la promoción de la adoración al Señor, base del culto que se debe dar a Dios, de la liturgia cristiana; inseparable de la fe en la presencia real y sustancial de Cristo en el Sacramento eucarístico; absolutamente necesaria para una Iglesia viva. Poner un freno y corregir los abusos, que desgraciadamente son muchos, no es algo que se derive de la plenaria de la Congregación sino que es algo que reclama la misma liturgia, y la vida y el futuro de la Iglesia, y la comunión con ella. Sobre esto, sobre tantos abusos litúrgicos y su corrección, algunos años atrás la Congregación publicó una instrucción importantísima, la Redemptionis Sacramentum, y a ella debemos remitirnos todos. Es un deber urgentísimo corregir los abusos existentes si queremos, como católicos, llevar algo al mundo para renovarlo. Las proposiciones no se ocupan de poner freno a la creatividad sino, más bien, de animar, favorecer y reavivar la verdad de la liturgia, su sentido más auténtico y su espíritu más genuino. No podemos tampoco olvidar o ignorar que la creatividad litúrgica, como con frecuencia se la ha entendido y se la entiende, es un freno a la liturgia y la causa de su secularización, porque está en contradicción con la naturaleza misma de la liturgia.


*

¿Se habla, en las proposiciones, del uso de la lengua latina?


No se dice nada a propósito de dar más espacio a la lengua latina, incluso en el rito ordinario, ni de publicar misales bilingües, como en realidad ya se ha hecho en algunas lugares después de la conclusión del Concilio; no hay que olvidar, de todos modos, que el Concilio en la constitución Sacrosanctum Concilium no deroga el latín, lengua venerable a la que se encuentra vinculado el rito romano.

*

Hay, luego, otras cuestiones importantes: la orientación...


No hemos planteado la cuestión de la orientación «versus Orientem», ni de la Comunión en la boca, ni de otros aspectos que a veces son usados como acusaciones de «pasos atrás», de conservadurismo, o de involución. Creo, además, que las cuestiones como éstas, el crucifijo visible al centro del altar, la Comunión de rodillas y en la boca, el uso del canto gregoriano, son cuestiones importantes que no se pueden reducir de manera frívola o superficial y de las que, en todo caso, se debe hablar con conocimiento de causa y con fundamento, como por ejemplo hace el Santo Padre, y viendo también como éstas cosas corresponden (y también favorecen) a la verdad de la celebración así como a la participación activa, en el sentido del que habla el Concilio y no en otros sentidos. Lo importante es que la liturgia sea celebrada en su verdad, con verdad, y que se favorezca y promueva intensamente el sentido y el espíritu de la liturgia en todo el pueblo de Dios de tal modo que viva de ella. Realmente es muy importante que las celebraciones tengan y fomenten el sentido de lo sagrado, del Misterio, que reaviven la fe en la presencia real del Señor y en el don de Dios que actúa en ella, así como la adoración, el respeto, la veneración, la contemplación, la oración, la alabanza, la acción de gracias, y muchas otras cosas que corren el riesgo de diluirse.


Cuando participo o veo la liturgia del Papa, que ya ha incorporado algunos de estos elementos, me convenzo cada vez más de que no son aspectos casuales sino que, en cambio, tienen una fuerza expresiva y educativa en sí mismos y en la verdad de la celebración, cuya ausencia se nota.

*

Cañizares ha sido, por años, una figura de relieve de la Iglesia española. Lo es todavía, aún residiendo en Roma. En España hubo recientemente una declaración del secretario de la Conferencia episcopal del país, mons. Juan Antonio Martínez Camino, que decía que los políticos que se expresaran públicamente a favor del aborto no podrán recibir la Comunión. ¿Comparte esta posición de Camino? ¿Por qué España se ha convertido en el fortín de políticas laicistas? ¿Cómo deben comportarse los obispos y las conferencias episcopales frente a posiciones que niegan la vida?


Los obispos, como pastores que guían y defienden al pueblo que se les ha confiado, tienen el deber de caridad ineludible de enseñar y transmitir a los fieles, fielmente y con sabiduría, doctrina y prudencia, lo que cree y enseña la fe de la Iglesia, aunque esto cueste, aunque vaya contracorriente o lo condene la opinión pública. Lo que está en juego en la cuestión del aborto y de lo que se legislará en España en esta materia, cuando sean aprobados todos los pasos reglamentarios, es algo muy grave y decisivo, y no podemos callar ni ocultar la verdad. Esto es lo que, realizando la orden de su Señor, la Iglesia dice y manda a su fieles, lo que exige y espera de ellos. Debemos servir y guiar a los fieles con la luz de la verdad recibida, de la cual no podemos disponer en cuestiones morales y, a veces, delicadas. Y debemos ayudar a los católicos en la vida pública a tomar sus decisiones con responsabilidad frente a Dios y frente a los hombres, y conforme a la razón, como corresponde a su condición de hijos de la Iglesia y creyentes en Jesucristo.


No podemos ni debemos, so pena ser malos pastores, movernos en estas cuestiones con relativismos, con cálculos «políticos», o con hábiles o sutiles «diplomacias». El buen ejercicio de nuestro ministerio episcopal, por otra parte, no está en absoluto en contraste, de hecho, con la prudencia, el tacto, la misericordia, la gentileza y la mano tendida que ciertamente deben acompañarnos en todo. Es un momento difícil el que estamos atravesando ahora en España. No es fácil tampoco para los obispos.


No creo, por otra parte, que España sea la abanderada o la vanguardia de políticas laicistas. El laicismo, evidente o escondido, y las políticas laicistas, están difundidos en casi todas partes; en algunos países más que en otros, y en algunos con muchísimo poder y fuerza. Hay una fuerza, aparentemente imparable, comprometida en introducir el laicismo en todo el mundo o, lo que es lo mismo, a borrar de la conciencia de los hombres al Dios revelado en el rostro humano de Jesucristo, su Unigénito. Es cierto que en España este laicismo tiene connotaciones especiales, tal vez por toda su historia y su misma identidad. España está sufriendo una transformación muy radical en su mentalidad, en su pensamiento y en los criterios de juicio, en sus costumbres y en los modos de actuar, en su cultura, en resumen, en su naturaleza o identidad. Esto, además, se manifiesta en una gran y profunda crisis o ruptura moral y de valores, tras la cual se esconde una crisis religiosa y social y una fragmentación del hombre. Sin embargo, al mismo tiempo, las raíces y los fundamentos que sostienen a España y la parte más genuina de ella derivan de la fe cristiana, encuentran sustento en ella y en lo que ella cree. Y estas raíces no han desaparecido ni desaparecerán. Un conjunto de leyes, como la del aborto que ha sido aprobada en el Parlamento, además de otros factores, es sin duda el signo de la transformación en acto.


Siempre he creído que nosotros, los obispos, obedeciendo a Dios antes que a los hombres, debemos anunciar siempre el Evangelio y a Jesucristo, no anteponer nada a Él y a su obra, anunciar valientemente y sin pausa al Dios vivo, cuya gloria es que el hombre viva, que constituye el sí más pleno y total que se puede dar al hombre, a su dignidad inviolable, a la vida, a sus derechos fundamentales, a todo aquello que es auténticamente humano. Anunciar y testimoniar a Aquel que es Amor, actuando en todo con caridad, y testimoniando frente a todos la caridad, la pasión de Dios por el hombre, de modo particular por los débiles, los indefensos, aquellos que son tratados injustamente. Todo esto dirigido a la conversión para que surja una nueva humanidad, hecha de hombres nuevos con la novedad del Evangelio de Jesucristo, del modo de ser, de pensar y de actuar que encontramos y tiene origen en Él, verdad de Dios y del hombre.


Sencillamente, se trata de dar impulso y llevar a término una nueva y decidida evangelización. Esta es la condición en la que se encuentran la Iglesia y los obispos en España desde hace mucho tiempo. Es un trabajo lento y arduo pero que está dando sus frutos. Pienso, además, que los obispos en España, precisamente en virtud de la afirmación de Dios y de la fe en Jesucristo, se han embarcado en una gran batalla a favor del hombre, del derecho a la vida, de la libertad, de lo que es esencial para el hombre como la familia, la verdad y belleza de la familia basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer abierto a la vida, en el amor; están a favor de la educación de la persona y de la libertad de enseñanza, de la libertad religiosa. La Iglesia en España, para apuntar cada día y con más fuerza e intensidad en el hombre y sus derechos fundamentales, siente la llamada a reforzar la experiencia de Dios para que su fieles sean «testigos del Dios vivo», como dice uno de su documentos más importantes y emblemáticos de algunos años atrás. Su tarea no es la política ni hacer política sino ser sencillamente Iglesia, presencia de Cristo entre los hombres, aunque esto la perjudique. La situación es dura pero miramos al futuro con una gran esperanza y un gran llamado a dejarnos reforzar por Dios y ponerlo a Él en el centro de todo, y continuamos nuestro camino sin detenernos y sin volvernos atrás, con la mirada fija en Jesucristo.


Tengo la certeza absoluta de que España cambiará y volverá al vigor de una fe viva y de una renovación de la sociedad. No podemos bajar la guardia, ni bajar los brazos que deben estar tendidos hacia Dios en una súplica confiada y permanente. Es esencial que, en primer lugar, recupere su vitalidad y su vigor teologal y religioso; que Dios, que se nos ha dado en Jesucristo, sea realmente su centro y su más firme fundamento para ser capaces, como en otros momentos, de crear una nueva cultura y hacer surgir una buena sociedad. Esto es posible. Y, además, nada es imposible para Dios.

***
Fuente:
Palazzo Apostolico


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

***

sábado, 9 de enero de 2010

Tiempo de decisiones para un nombramiento clave

*

RE1

*

Ofrecemos nuestra traducción del artículo publicado por el vaticanista Andrea Bevilacqua sobre el nombramiento, aparentemente cercano, del nuevo Prefecto de la Congregación para los Obispos, cargo de gran importancia en el gobierno de la Curia Romana.

***

Será en las próximas semanas, ciertamente no antes de fin de enero, que llegará el nombramiento más esperado del otro lado del Tíber. El del nuevo prefecto de la Congregación para los Obispos.


De hecho, el cardenal Giovanni Battista Re, actual prefecto, cumple 76 años el próximo 30 de enero y parece totalmente dispuesto a dejar. Algunas semanas atrás, el nombre de su sucesor fue sugerido por el Corriere della Sera que escribía que estaba en pole position el nombre del actual nuncio en Italia, monseñor Giuseppe Bertello. ¿Será realmente el titular de la prestigiosa nunciatura de Via Po quien tome una de las congregaciones más estratégicas del Vaticano? Difícil responder. También porque los movimientos en acto no son pocos. Entre otros, debe hacer frente al ascenso cada vez más imparable de un cardenal que el Papa estima mucho: el arzobispo de Sidney, cardenal George Pell. Dotado de buenos conocimientos en el campo de las relaciones internacionales, tiene el defecto de conocer muy poco la realidad italiana. Si no va a los Obispos, Pell será enviado a un lugar destacado dentro de la curia romana.


Son muchos los jefes de dicasterio que, en el 2010, entrarán en la edad de renuncia. Pero es difícil, si no imposible, hacer una hipótesis sobre quién irá a sustituirlos. Lo cierto es que el 2010 es el año de los cambios decisivos en congregaciones de relieve: además de la de los Obispos, está la Congregación de los religiosos, guiada por el cardenal Franc Rodé; la del Clero, guiada por el cardenal Claudio Hummes; el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, guiado por Walter Kasper; el Pontificio Consejo Cor Unum, guiado por el cardenal Paul Josef Cordes y, finalmente, está también la Congregación de Propaganda Fide. Aquí, aunque el prefecto indio Ivan Dias no ha llegado aún a la edad de renuncia, de todos modos se habla de un cambio. Y parece que el sucesor de Dias podría ser Pell, en el caso de que no vaya a Obispos. Pero no se debe excluir que el Papa quiera dejar a Dias en su puesto hasta que haya cumplido 75 años.


En definitiva, el único seguro en su propio puesto es el Secretario de Estado Tarcisio Bertone, desde hace poco con 75 años. No será fácil para él gestionar junto al Papa un año de nombramientos tan importantes. Están las diversas áreas geográficas de las diócesis para no decepcionar. Ratzinger, entre otras cosas, está muy atento a todo, incluso si hay un dato que debe recordarse: muchísimos de los nombramientos de su pontificado han concernido a sacerdotes y monseñores que, en el pasado, trabajaron junto a él en la Doctrina de la Fe. Puede pensarse en el prefecto de los Santos, Angelo Amato, en el presidente de la Salud, Zygmunt Zimowski, y en el secretario del mismo ex Santo Oficio, padre Ladaria. Benedicto XVI difícilmente promueve personas de las que no se fía y, para el 2010, parece estar dispuesto a insistir en estos leit motiv. El Papa escuchará el parecer de todos pero se fiará sólo de sí mismo.

***

Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La buhardilla de Jerónimo

***

viernes, 8 de enero de 2010

Desde Santiago, hacia el despertar espiritual de Europa

*

Apertura del Año santo compostelano 3

***

No huyen del vacío. Los peregrinos están llenos del anhelo de un encuentro que ilumina la vida. Cada año llegan dos millones a Santiago de Compostela. Rutas milenarias, a través del norte de España, conducen a la tumba del apóstol. En el último Año santo compostelano, el 2004, la arquidiócesis galiciana acogió a 6,4 millones de peregrinos. En el 2010 la fiesta de Santiago, el 25 de julio, cae en domingo, coincidencia que marca un nuevo año jubilar; no se repetirá hasta el 2021. El arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio Barrio, ha concedido una entrevista a L’Osservatore Romano después que, el 31 de diciembre, abrió la Puerta santa de la catedral a millones de viajeros del espíritu.

*

Año santo compostelano 2010. ¿Qué implica el adjetivo “santo”?


La llamada a la santidad a la que todos, como hijos de Dios y de la Iglesia, debemos responder. En un Año santo, si bien parece obvio, es necesario recordar esta vocación a la santidad y, al mismo tiempo, la vocación de eternidad, dos aspectos que definen la condición humana y los compromisos que debemos asumir como cristianos.

*

“Peregrinando hacia la luz” es el lema de este año...


Porque el peregrino avanza para encontrar la tradición apostólica, fundamento de nuestra fe, que aquí expresa el apóstol Santiago el Mayor. El fin, sin embargo, no es el sepulcro del apóstol sino el encuentro, a través de Santiago, con Cristo resucitado, la luz que debe iluminar la realidad de nuestra existencia.

*

Por lo tanto, se trata sobre todo de un encuentro para poder ser testigos...


En efecto, es así. He titulado la carta pastoral de este año: “Peregrinos de la fe y testigos de Cristo resucitado”. Me preocupaba la inquietud del peregrino sobre el “después” de la peregrinación. He tratado de subrayar que, como los peregrinos de Emaús, una vez experimentado el encuentro con el Señor, es necesario volver a la comunidad cristiana para dar testimonio de lo que se ha visto, vivido y escuchado, y para manifestarlo en todos los aspectos de la existencia. El Año santo no es una huida espiritualista y tampoco es un discurso religioso vacío. Es un compromiso a recibir la gracia de Dios en nuestra vida, a discernir cristianamente la realidad y a tratar de construir una civilización del amor a la que todos estamos llamados. Y el eco de todo esto debe ser refuerzo de la esperanza cristiana que nos ayuda a contemplar el pasado con gratitud, a vivir el presente con responsabilidad, sin fugas, y a mirar el futuro con confianza porque está en las manos de Dios, que son buenas manos.

*

¿Qué actitudes sugiere a un católico que se hace peregrino a Santiago?


El peregrinar evoca la apertura a la trascendencia y hace del peregrino un “dispensador de lo sagrado”. Esto contribuye al despertar religioso y espiritual de las personas, de las comunidades cristianas y de nuestros pueblos. El peregrino no puede olvidar nunca la meta hacia la cual se encamina. Debe recorrer el camino con la paciencia de la esperanza y con la fuerza de la gracia. Y éste es un testimonio vivo en medio de la indiferencia religiosa que estamos sufriendo, de la incertidumbre moral y de la pérdida de la perspectiva del significado trascendente de la vida. En este Año de la gran “perdonanza”, el peregrino debe, además, tomar conciencia de sus pecados, ofrecer el perdón a quien lo ha ofendido, incrementar el espíritu de oración, ejercitar la limosna como signo de caridad y retomar el camino hacia el Señor con humildad. Sólo así podrá percibir la alegría del encuentro con Cristo. El Año santo debe llevar a una revitalización espiritual, pero también social, sin olvidar que en el hombre existe un inextinguible anhelo de infinito. Hoy tenemos necesidad de encontrar la humanidad que late en nosotros. Y la peregrinación puede servir para encontrarnos a nosotros mismos, a los otros y, por supuesto, a Dios.

*

Anhelo que puede mover incluso a los no creyentes a emprender el camino jacobeo. ¿Qué les aconsejaría a ellos?


La apertura a lo que el Señor puede decirles en esta peregrinación. Hay personas que han comenzado el camino sin una preocupación realmente religiosa. Sin embargo, me gusta decir que a Santiago siempre se llega como peregrino; la ruta representa muchas veces un “camino de Damasco”, otras veces un “camino de Emaús”. Para quienes han perdido o les falta la fe, el camino de Santiago puede ser el ámbito que puede conducirlos a Cristo e iluminar su vida. Les diría que emprendan el camino con la preocupación de la búsqueda. Esta es la inquietud del hombre. Y los invitaría a no descartar, en ningún momento, la posibilidad de encontrar al Señor.

*

Benedicto XVI repetiría que se trata de vivir “como si Dios existiese”...


Exactamente. Es lo más importante. El Señor nos busca siempre pero muchas veces nosotros pretendemos escondernos o huir.

*

¿Cómo se podría medir el “éxito” de la peregrinación?


Se trata de purificar el corazón para cambiar la vida. Hacer morir al hombre viejo, como nos dice san Pablo, para conformarnos al hombre nuevo que es Jesucristo. Y esto siempre implica un radical cambio de vida. De aquí surge la enorme importancia de la conversión. Es la dimensión fundamental – para la cual es necesario estar bien dispuestos – de la peregrinación jacobea y del Año santo compostelano.

*

Y el no creyente, ¿cómo reconoce el resultado de su peregrinación? El Papa, en el mensaje para la apertura del Año santo compostelano, ha insistido en el hecho de que es un tiempo de gracia para creyentes y no creyentes...


Si el no creyente no encuentra por ahora la respuesta que buscaba, de algún modo encontrará otros motivos para continuar buscando. Y habrá podido constatar el testimonio de muchos creyentes a lo largo del camino. Esto lo ayudará a continuar manteniendo su actitud de búsqueda, y estoy seguro de que un día se transformará en descubrimiento. Como dice el Señor, “buscad y encontrareis; llamad y se os abrirá”.

*

¿Cómo puede favorecer a España un año entero dedicado a la celebración de su patrono?


Es un evento providencial; tendrá una repercusión muy positiva en el despertar espiritual y religioso, y también en la conciencia de que, como Santiago, debemos dar testimonio del Señor. Nuestro lema para el 2010 nos invita a ser, como el apóstol, “amigos y testigos del Señor”. Podría servir a todos. Y sería el mejor modo de honrar a nuestro patrono.

*

Santiago de Compostela es un polo de atracción para toda Europa. ¿Este despertar espiritual es lo que se desea para el continente?


Sin duda. Europa, como dijo Goethe, nace peregrinando en torno a la memoria del apóstol Santiago. De aquí surge el profético llamado del venerable siervo de Dios Juan Pablo II en nuestra catedral para que Europa redescubra sus raíces y revitalice su fe. De ese modo podrá continuar siendo aquel faro de evangelización que ha sido para los otros continentes, sin imponer nada a nadie sino buscado ofrecer los valores que le han dado un sentido religioso, cultural y social. Evidentemente, para Europa este Año santo debe ser un punto de referencia y puede ayudarnos a comprender de dónde venimos, en qué punto estamos, y hacia dónde avanzamos.

***

Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

***

miércoles, 6 de enero de 2010

La Epifanía, festín oriental

No acostumbramos tomar prestados artículos de otros blogs. Hacemos una excepción en este caso, considerando que vale la pena reproducir aquí el escrito del Padre Ismael sobre la Epifanía.

***

la_adoracion_de_los_magos_durero

*

De institución litúrgica mucho más antigua que la Navidad, la fiesta de la Epifanía del Señor, originada en oriente y luego traspasada a Roma, constituye uno de los más espléndidos “estallidos” de teología, arte y “leyenda” que muestre el ciclo cristológico de nuestro Año Litúrgico.


La trilogía Adoración de los Magos – Bautismo de Jesús – Primer milagro en Caná, conforma el tríptico teológico-litúrgico de esta festividad, celebrada como la manifestación del gran misterio de piedad a todos los pueblos de la tierra.


En tanto que la Navidad entraña el sentido más intimista de llamado a los pastores (los pobres de Yahvéh –annawin-, que aguardaban el consuelo de Israel), la Epifanía del Señor es la fiesta más cargada de refulgentes connotaciones a la gloriosa manifestación del Mesías y su llamado universal: Cristo ha aparecido hoy sobre la tierra: venid a adorarlo.


Los textos de la Escritura escogidos cuidadosamente por la liturgia son un verdadero festival oriental de luz, colorido y resonancias tan intenso que de las escenas de la vida de Jesús que ha tratado el arte cristiano, no se puede encontrar otra que haya tenido tantas expresiones pictóricas de las que dan cuenta las más ricas colecciones de los grandes museos.


Especialmente el arte flamenco, el italiano, las escuelas italianas y españolas de la pintura cuentan con un número altamente significativo de piezas de paneles, retablos, lienzos y esculturas más cuantiosas que otros motivos de la Vida del Redentor.


Otro tanto podrá decirse de cuánto el carácter “oriental” del acontecimiento ha inspirado antiquísimas leyendas y costumbres inmemoriales.


Ello es indicador de lo subyugante del misterio y del encanto que desde la más remota antigüedad suscitó la Adoración de los Magos en la fe y los sentimientos de los cristianos, tanto de oriente, como de occidente.


Vamos, por sobre la verdad histórica revelada por el relato de San Mateo, a detenernos en varias y deliciosas leyendas que circulaban en oriente sobre estos misteriosos personajes, a los que el evangelista del ángel llama simplemente “Magos venidos de oriente”, sin decir que se tratara de reyes, ni especificar su número y las circunstancias de su aventurado viaje y entrada en la conmocionada Ciudad Santa de Jerusalén.


Escribe Chesterton, refiriéndose a los valores de la “leyenda”: “De toda nuestra cultura surge la noción de que han de venir mejores días.Y los hombres de las Edades bárbaras estaban convencidos de que se habían ido los días felices. Creían ver la luz hacia atrás, y hacia delante adivinaban la sombra de nuevos daños… en cambio, la situación de aquellos hombres era tal, que esperaban, si, pero esperaban, si vale decirlo, del pasado…”  (aut. cit. “Pequeña historia de Inglaterra).


Sobre este principio y sobre la base de un original artículo de Juan Francisco Giacobbe en que sostiene que la leyenda es “una necesidad lírica de la vida, y es, por lo mismo, una ansiedad de embellecimiento y de enaltecimiento de todo aquello que es fatalmente útil, necesariamente feo y obligatoriamente vulgar. Porque de aquella misteriosa necesidad de excelencia, que anima al hombre en querer transformar la cruda sucesión de los hechos monótonamente ordinarios, nace la leyenda”; arrimamos a la cierta y segura verdad histórica del misterio de la Epifanía, el misterio humano del asombro y la ingenuidad de la leyenda, que no por leyenda, puede dejar de ser real…


Desde hace dieciocho siglos, en lengua árabe y en lengua siria, los padres y los abuelos decían a sus niños: “Hoy es Navidad (nótese que para ese entonces se celebraba una única fiesta con esta impronta epifánica), Jesús fue adorado, primero por los pastores, que eran sus semejantes, pobres y puros, y después fue adorado por los Reyes Magos. Estos Reyes venían de Persia, sabían adivinar y adoraban las estrellas”.


“En esa noche, un ángel guardián del cielo se les apareció mientras estaban en un festín espléndido y les anunció el nacimiento de Jesús.


Los Reyes comprendieron el anuncio de Dios , con gran pompa y aparato tomaron tres libras de oro, tres de incienso y tres de mirra y, acompañados por nueve hombres y siguiendo la Estrella, salieron con el primer canto del gallo”


“Desde Persia a Belén hay leguas y leguas: las caravanas, en viaje ordinario, tardaban días y semanas en llegar; pues bien, los Reyes Magos llegaron al rayar la aurora del día 25 habiendo salido hacía apenas unas horas, con la diana del gallo. ¡Eso era un espectacular prodigio!


“Y después de hablar con Herodes, llegaron a la caverna donde Jesús había nacido: allí estaban también la Estrella, el Ángel, María y José con el Niño”.


“Los Magos dejaron los ricos presentes y María les dio, como reconocimiento de tanta humildad, un pañal del Niño Dios; pasaron luego cinco días al lado del Hijo del Cielo y después, evitando el encuentro con el cruel Herodes, se volvieron a Persia. El viaje de retorno fue tan milagroso como el de ida; salieron con la noche y llegaron justamente a la hora del almuerzo a su tierra: comieron opíparamente, narraron el nacimiento del Recién Venido y cuando el clarear matutino del día siguiente llegó, los Magos hicieron una gran fogata y, después de adorar al fuego, echaron en él el pañal que María les había regalado”.


“Un hecho prodigioso se hizo ante el pueblo: el pañal no se quemó, y he aquí que todos comprendieron que ese pañal era la vestidura del Dios de los dioses y lo adoraron con fe ardiente”.


Los mismos Evangelios Apócrifos conservan aún el calor del prodigio, el milagro y la celeridad con una sencillez y gracia cautivantes.


Los afluentes a esta inicial “leyenda” van incrementándose desde Egipto, Armenia, Bizancio y la India.


Todo el oriente brinda su tributo imaginativo para hacer más esplendorosa esta leyenda que esconde bajo su apariencia pueril, la esencia de un misterio religioso que han producido de los Santos Padres, extensas y profundas consideraciones.


Y así pasaron los Magos de ser unos desconocidos, a tener sus nombres…


En el principio fueron tres y se llamaron: Melkon, rey de Persia; Gaspar, rey de los indios y Baltasar, rey de los árabes.


Cada uno contaba con un enorme séquito, compuesto de cuatro mil soldados y cuatro generales, de manera que, cuando llegaron a Belén, doce mil soldados hicieron guardia de honor al recién Nacido. Y cuando los reyes bajaron de sus riquísimas cabalgaduras, las bocinas, las arpas, los tamboriles, los platillos, los pífanos y los panderos, hicieron sonar el aire de alegría, y toda la multitud empezó a entonar un cántico de alabanza ante el Niño, y Dios fue loado.


Pero estos Magos no habían llegado, como los de los árabes y sirios, en unas pocas horas. Habían tardado todo el período de la gestación del Infante y, desde el día de la Anunciación (desde nueve meses atrás) venían viajando con tan poderoso séquito, trayendo cada uno, no un presente sino innumerables y maravillosos regalos.


El Rey de Persia traía, no sólo la mirra, sino aloe y muselina vaporosa, púrpura de Tiro, cintas de un lino transparente y los Libros Sagrados sellados por el dedo divino.


El Rey de los indios, no sólo traía el incienso cultual, sino además preciadas esencias que purifican y espiritualizan el alma hacia el cielo, y, por eso, traía nardo oloroso, cinamomo en cuentas perfumadas (de las cuales nacería el rosario) y la sabrosísima canela.


Y el Rey de los árabes, aparte del oro, plata bruñida, piedras preciosas con los tonos del zodíaco, perlas finas y zafiros de precio incalculable.


En los himnos bizantinos y en el arte del mosaico los Reyes Magos fueron teniendo aceptación, como en el rito litúrgico. Y la fiesta fue haciéndose propia, es decir, separada de la fiesta del Natalis Domini.


En tiempos de Romano el Melodista la fiesta forma parte aún de la Navidad y en el precioso himno de este santo de la Iglesia de oriente, los Magos tienen un diálogo de nueve largas estrofas con la Virgen.


Con extraordinario arte, Romano no fija el número de magos y sí dice que vinieron de Caldea, de Babilonia y de Persia, no dice cuántos ni quiénes eran, quedándose dentro de la más perfecta ortodoxia de los evangelios canónicos.


San Juan Crisóstomo tenía por cierto que los magos habían empleado dos años y trece días en seguir a la estrella y que por ello llegaron el 6 de enero.


La leyenda se va aumentando de forma sorprendente: para San Agustín y San Juan Crisóstomo eran nada menos que doce.


Estos son los nombres que dan los relatos orientales:


Barkhuridai, Dadmusai, Bardimsa, Sahabani, Khorina, Dedmusa, Dispugai, Khumarai, Savura, Ispanai, Sahurai y Samiram.


En otras leyendas, con el número tradicional de tres, adquieren los nombres dignos de altas letras: Así en una se llaman Appelios, Amerus y Damascus; en otra Ator, Sator y Peratoras y, en otra: Megalath, Galgath y Sarasin.


Para la tradición herética de los gnósticos, que era como la síntesis de toda la cultura mágica de oriente traspasada a occidente por el canal del neoplatonismo y uniendo los ideales del nuevo mundo lógico y el cabalístico, convivían, por el sincretismo judío, toda la sabiduría persa, la cultura del zenda-avesta, la cabalística caldea (kábala de Adam Karmok) unido ello a la necromancia y astrología de los egipcios.


Ejerce una fascinación sobre el mundo helénico y romano, absorbente y desorientador, llegado como coqueteo cultural o como diletante posición mágica.


Aunque Plotino no está inmune del influjo del gnosticismo, los exponentes más representativos hay que buscarlos en Apolonio de Tiana, Simón el Mago y Valentino (con su petulante y enmarañada exposición del evangelio) en oposición al verdadero espíritu del verdadero Evangelio.


Los Magos, respondiendo a los principios de Ormuz y a un número cabalístico, eran doce, y cada uno de ellos tenía un nombre que representaba una emanación de Dios.


Y así se llamaron: Reino, Corona, Belleza, Magnificencia, Juicio, Inteligencia, Gloria, Prudencia, Severidad, Victoria, Fundamento y Sapiencia.


Estos magos vieron nacer en el día de Jesús una constelación nueva: la del Pesebre y vieron los signos astrológico que anunciaban el arrasamiento total de Jerusalén y el final de las pasadas edades en la conjunción de Marte y Júpiter.


Llegaron a Belén desde los cuatro puntos cardinales y a través de los elementos: desde el mar, desde el desierto, desde la selva y desde el aire por el anuncio del cometa: en ellos estaban representadas las edades del hombre en la vida, los símbolos de la vida.


Cuando pasaban por los caminos los templos antiguos se tambalearon y los dioses se despedazaron, mientras el Rey David se despertaba en su tumba para cantar a Su Señor, el Dios verdadero.

Y llegando al pesebre, cada uno acompañado de un genio celeste, entregaron sus extraños presentes:


Corona: acompañado por un genio negro, trajo un trozo de la luz iluminante;


Sapiencia: trajo el “logos” iluminado;


Prudencia: un cántaro de agua del Paraíso;


Magnificencia: el símbolo de la cabeza del león;


Severidad: una columna de fuego rojo y negro;


Belleza: el símbolo del espejo con los colores del alma, que son el verde y el amarillo;


Gloria: la columna salomónica


Y Sabiduría: el “abaxas” sagrado, maravilloso símbolo total en el cual las 365 inteligencias que rigen al mundo en todos sus órdenes están escritas en el fuego eterno.


Una leyenda posterior asegura que apenas Jesús tuvo ante sí todos estos presentes, extendió su mano (que venía a dar el reino a los pobres) y redujo todo a polvo, mostrando al cristianismo enemigo de toda posición intelectualista, hermética e iniciada.


La estrella


Había sido creada con el mundo del Paraíso terrestre y había desaparecido con la culpa de Adán, reapareciendo para la Encarnación del Verbo, para terminar su ciclo el Día del Juicio.


Para Santo Tomás aquella estrella “no fue una de las estrellas creadas desde el principio del mundo: porque ninguna delas estrellas ordinarias se mueve desde el septentrión al mediodía, ninguna interrumpe su movimiento, ninguna luce de día y ninguna está tan cerca de la tierra como para hacer distinguir netamente la posición de una casa” Para el Aquinate ello fue una manifestación del Espíritu en forma de estrella y no un absurdo astronómico.


En 1572 Tycho Brahé descubre en la constelación de Casiopea una gran estrella fulgurante a la cual da el nombre de “La Pellegrina”, identificándola con la estrella de los magos, por aparecer a distancia de 315 años, llegando a tener por ello su protagonismo en el nacimiento de Jesús.


Para Kepler la estrella de Belén fue la reverberación de la conjunción de Marte, Saturno y Júpiter que formaron el temible trígono de fuego, tan importante para el mundo antiguo en su especulación de lo divino.


Según una muy segura tradición los restos de los tres Reyes Magos, fueron trasladados por el emperador Federico, desde Milán a Colonia, a la magnífica catedral alemana, cuyos planos, también según la tradición fueron diseñados por el genio de San Alberto Magno, descansando las mencionadas reliquias en una magnífica arqueta.


Que el temblor, la ansiedad y emoción de la noche de Reyes de nuestros años infantiles se renueven en esta Epifanía y seamos nosotros, adultos ya en la fe, pero niños en la audacia, quienes nos atrevamos a pedirle una estrella y a ofrecerle al Divino Infante lo que los misteriosos dones significan: el más puro amor, la oración más ardiente y confiada y la mortificación de nuestros inveterados vicios.


Y esperemos a la luz del pasado…

*


P. Ismael, del blog Soleares

jueves, 31 de diciembre de 2009

Bajo el signo de la salvación

*

theotokos

*

En la historia de la familia humana, Dios ha querido introducir su Verbo eterno, haciéndole asumir una humanidad como la nuestra. Con la encarnación del Hijo de Dios, la eternidad ha entrado en el tiempo, y la historia del hombre se ha abierto a la realización en lo absoluto de Dios.


El tiempo ha sido – por así decir – “tocado” por Cristo, el Hijo de Dios y de María, y por Él ha recibido nuevos y sorprendentes significados: se ha convertido en tiempo de salvación y de gracia.


Precisamente en esta perspectiva, debemos considerar el tiempo del año que se cierra y del año que comienza, para poner los más diversos acontecimientos de nuestra vida – importantes o pequeños, sencillos o indescifrables, alegres o tristes – bajo el signo de la salvación y acoger la llamada que Dios nos dirige para conducirnos hacia una meta que está más allá del tiempo mismo: la eternidad.


Tomado de la homilía del Santo Padre Benedicto XVI en las Primeras Vísperas de la Solemnidad de Santa María Madre de Dios, 31 de diciembre de 2009.

*

Desde la Buhardilla de Jerónimo, queremos desear a todos nuestros lectores y bloggers amigos un santo y feliz año 2010, mientras pedimos a Dios que a todos nos bendiga y acompañe durante el año que ahora comienza.

***

domingo, 27 de diciembre de 2009

La seguridad papal y una tradición nunca abrogada

*

 Juan Pablo I en la sedia gestatoria

***

El acontecimiento del pasado jueves, en que el Santo Padre fue víctima de la violencia de una persona desequilibrada, infundió temor a todos los fieles y suscitó cuestionamientos sobre la seguridad del Romano Pontífice. A esos cuestionamientos respondió el Padre Lombardi, vocero de la Santa Sede, afirmando que “es imposible un blindaje al cien por ciento en torno al Papa sin crear un muro divisor entre el Pontífice y sus fieles, algo impensable”. Luego de añadir que “de cada episodio puede sacarse alguna lección”, recordó (como solía decir también su antecesor en el cargo, el Doctor Navarro Valls) que “hay que abandonar la ilusión de que exista un riesgo cero”.


Sin embargo, a partir de este infortunio, surgieron comentarios en diversos sitios analizando la conveniencia de utilizar nuevamente la sedia gestatoria. A decir verdad, estos comentarios no han surgido inesperadamente el pasado jueves. En realidad, ya desde hace algunos meses surgieron algunos rumores, que desde entonces han ido in crescendo, de que el Santo Padre recuperaría esta tradición, por consejo de la Secretaría de Estado, y con el fin de poder ser visto por todos los fieles.


Con el accidente ocurrido al comienzo de la Santa Misa de Navidad, algunos han comenzado a valorar la restauración de esta tradición pontificia también desde el punto de vista de la seguridad. En efecto, utilizando nuevamente la silla gestatoria, el Pontífice no estaría tan expuesto a quien, violando las normas de seguridad (que, como ha sido recordado, nunca serán completamente seguras), intentara abalanzarse sobre él. La estabilidad de la silla estaría garantizada por doce sediarios y, además, se seguiría contando con la escolta de las fuerzas de seguridad vaticanas. Por supuesto, esto sería viable sólo en el interior de la Basílica Vaticana, donde pueden realizarse (y, de hecho, se realizan) estrictos controles para evitar que las personas que ingresan porten cualquier tipo de armas.


A la posibilidad de que el Santo Padre vuelva a utilizar la silla gestatoria se oponen algunos argumentos que, en la mayor parte de los casos, terminan revelándose carentes de auténticas motivaciones, siendo expresiones, más bien, de prejuicios injustificados. Habría que recordar, en primer lugar, que este elemento tradicional nunca fue abrogado sino que, en realidad, cayó en desuso. En efecto, de los Pontífices inmediatamente anteriores a Benedicto XVI, sólo Juan Pablo II no hizo uso de ella en ningún momento de su pontificado, a pesar de que le ofrecieron hacerlo. El mismo Pablo VI que, habiéndola utilizado algún tiempo, luego dejó de hacerlo, volvió a solicitar el servicio de los fieles sediarios cuando la enfermedad de sus piernas le impedía realizar largas procesiones. También Juan Pablo I, a quien en realidad no le gustaba, accedió a utilizarla ante el deseo de todos los peregrinos presentes en las audiencias que querían verlo. Para una crónica histórica más amplia, puede leerse el interesante artículo del Doctor Durand en Costumbrario Católico. Sin embargo, con esto ya queda claro que, en realidad, ninguno de los Predecesores de Benedicto XVI abolió la sedia gestatoria sino que, en cambio, ésta dejó de utilizarse en los últimos años y, más precisamente, en el último Pontificado. Por lo tanto, podemos concluir que la conveniencia de su utilización es una decisión que corresponde tomar, con absoluta libertad, a cada Pontífice, sin estar vinculado en esta materia a las decisiones, también libres, de sus Predecesores. También aquí puede aplicarse lo que Don Gagliardi afirmaba recientemente en una entrevista a propósito de las tradicionales vestiduras extralitúrgicas de los Papas, muchas de las cuales han sido usadas nuevamente por Benedicto XVI: “Si bien es cierto que, en las últimas décadas, los Sumos Pontífices han elegido no usarlas... también es cierto que éstas nunca han sido abolidas y, por lo tanto, cualquier Papa puede utilizarlas.”


Otra oposición, un poco más ideologizada, proviene de aquellos que consideran la eventual reutilización de la silla gestatoria como la restauración de un elemento pasado de moda o, peor aún, como el retorno a un temible triunfalismo pre-conciliar. En realidad, como denunciaba con ironía Joseph Ratzinger poco después de la clausura del Vaticano II, existe un nuevo triunfalismo de la vanagloria que puede ser mucho más peligroso que aquel antiguo que se pretendía denunciar. A esta injustificada acusación de triunfalismo, responde con precisión Francesco Colafemmina en su artículo de Fides et Forma: “es necesario entender, de una vez por todas, que algunos objetos del pasado no eran expresiones de exterioridad magnificente sino, más bien, instrumentos útiles y prácticos que ayudaban a los fieles a mirar al Papa, que exaltaban el sentido del debido respeto al Sucesor de Pedro, que salvaguardaban la salud y el cansancio de Su Santidad. Se dirá: «¡pero no es aceptable que un hombre sea llevado por otros hombres! ¡Es un signo de poder!». Éstas son ideas que derivan de una visión meramente materialista del Papado. El amor y el afecto por el Papa hacen gozosa la tarea de los sediarios, cuya institución permanece viva y pronta a servir al Pontífice. Un hombre anciano llevado en un pequeño trono sobre las espaldas es también un signo concreto de las palabras del Señor a Pedro en Juan 21, 18: «En verdad, en verdad te digo: cuando eras joven, tú mismo te ceñías, e ibas adonde querías; pero cuando llegues a viejo, extenderás tus manos y otro te ceñirá y te llevará adonde tú no quieras». Ese trono es signo de una potestad diversa, de una autoridad completamente distinta de la del mundo y del poder material: ¡es la potestad del amor y la autoridad del Pastor que apacienta las ovejas de Cristo! Es la potestad y la autoridad del Pontífice que es sostenido físicamente por los sediarios y espiritualmente por todos los fieles. Es la potestad y la autoridad del Padre que gobierna la Iglesia de Roma y, en la sucesión apostólica, no se representa simplemente a sí mismo, a la propia persona, sino la auctoritas pontificia que desciende de la misión que Jesús confió a Simón Pedro”.


Un ejemplo de lo que afirma Colafemmina sobre el amor al Papa que “hace gozosa la tarea de los sediarios” lo ha dado precisamente uno de ellos, Silvano Bellizi, que murió recientemente a los ochenta años de edad, luego de haber servido fielmente a cinco Pontífices. En una entrevista concedida a L’Osservatore Romano un mes antes de su fallecimiento, contaba lo siguiente sobre Pablo VI: “El último año, cuando el dolor de las rodillas le impedía caminar y sentía sufrimientos atroces incluso al hacer pocos pasos, teníamos a disposición también una pequeña silla que usábamos para los desplazamientos más breves. La tarde del Corpus Domini de 1975, al retornar de la celebración en San Juan de Letrán, mientras, habiendo regresado al Vaticano, me preparaba para levantar la pequeña silla, crucé su mirada. Era de sufrimiento. Nos miramos por un momento y nos dijo: «Gracias. Vosotros sois mis piernas sanas» . Casi en coro le respondimos: «Para nosotros es un honor, Santidad»”.


¿Queremos decir con todo esto que el uso de la sedia gestatoria debe ser restaurado para que el Pontificado pueda presentarse ante el mundo en todo su esplendor? No, por supuesto que no. Afirmar eso significaría caer, efectivamente, en aquella visión materialista del papado que termina en un triunfalismo vacío. Lo que en realidad queremos decir es que el actual Sumo Pontífice, al igual que sus predecesores, tiene absoluta libertad para disponer de este instrumento de la tradición. Y que, si decidiera hacerlo, se trataría de una opción legítima basada en algunas innegables ventajas que la silla gestatoria ofrece: evita al Sumo Pontífice la fatiga de tener que recorrer a pie la extensa nave central de la Basílica Vaticana; satisface el deseo de todos los peregrinos de poder ver al Sucesor de Pedro, evitando la confusión y el desorden producidos precisamente por intentar, a toda costa y muchas veces sin éxito, mirar con los propios ojos al Vicario de Cristo; brinda seguridad al Pontífice, no sólo por estar más elevado del nivel de los peregrinos sino también por la cantidad de sediarios que portan la sedia junto al personal de seguridad que lo continuaría escoltando, resguardándolo de ese modo del fácil acceso que podría tener a él una persona que quisiera hacerle daño.


En conclusión, la silla gestatoria no es el poderoso signo de un pasado al que algunos quisieran volver y del que otros quisieran huir. Es, nada más pero también nada menos, un instrumento que la sabiduría de la tradición pontificia ha considerado útil por diversos motivos y que, por estar a disposición del Romano Pontífice, podría ser reutilizado en cuanto éste lo dispusiera. No está en la sedia, lo sabemos bien, la gloria y la grandeza del pontificado romano. Esta gloria y esta grandeza están en el hecho de que el Divino Maestro haya querido edificar su Iglesia sobre Pedro y sus legítimos sucesores. Esta gloria y esta grandeza están, actualmente, en la figura de Benedicto XVI, este hombre anciano que, en el atardecer de su vida, ha sido llamado por el Señor a la responsabilidad máxima de ser Su Vicario y, en la conciencia de ser un “humilde trabajador en la viña del Señor”, ha aceptado que se ponga sobre sus espaldas un peso que supera cualquier capacidad humana. En él, el Papa sabio, la entera Iglesia y cada uno de los fieles cristianos puede descansar, sabiendo que Dios “ no abandona nunca a su rebaño, sino que lo conduce a través de las vicisitudes de los tiempos, bajo la guía de los que Él mismo ha escogido como vicarios de Su Hijo”(cfr. Prefacio de los Apóstoles I).


***

Redacción: La Buhardilla de Jerónimo

***