miércoles, 30 de julio de 2008

Una cuestión de amor a la Iglesia (II)

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Mons_González_Errázuriz

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En un reciente post, comentábamos y ofrecíamos una nota acerca de los “defectos en la celebración de la Santa Misa” que Monseñor Medina Estévez, entonces Obispo de Valparaíso y luego Cardenal Prefecto de la Congregación para el culto divino, había escrito en el año 1994.

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Hace sólo algunas semanas, otro prelado chileno, Monseñor Juan Ignacio González Errázuriz, Obispo de San Bernardo, enviaba una carta a sus sacerdotes sobre “la liturgia, centro de la vida sacerdotal”. En ella, realizaba en primer lugar algunas consideraciones acerca de la Sagrada Liturgia y de la responsabilidad de los sacerdotes al celebrarla, para finalmente indicar algunos aspectos que deberían ser mejorados (respecto a los ornamentos, las posturas, la música, el silencio). Ofrecemos aquí algunos extractos de la misma e invitamos a nuestros lectores a leerla en forma completa.

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Todos sabemos que lo que el Santo Padre desea es que en toda la Iglesia se cuide con mayor esmero la celebración de la liturgia, sin que dejemos lugar a personalismos, a abusos o cambios inadecuados, etc. Lo que la Iglesia espera, especialmente de nosotros, ministros del Señor, es que nuestras celebraciones litúrgicas sean ante todo obra de Dios Padre, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen a participar su misma vida divina; de Dios Hijo, revelador del Padre y donante del Espíritu, que lleva a cabo ese designio que nos hace hijos de Dios; y de Dios Espíritu Santo, que realiza la plena comunión divina e inicia el retorno de todos y de todo hacia el Padre.
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Pese a la claridad e insistencia con que la Iglesia nos llama a celebrar dignamente la liturgia, no podemos esconder que aun nos queda mucho por mejorar y que en algunas partes aun se comenten abusos gravísimos en la celebración de los misterios cristianos, que carga la conciencia de los ministros que se prestan a ello y confunden al pueblo de Dios.

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El Papa Benedicto al entregar a la Iglesia la Exhortacion Apostólica Sacramentum caritatis nos ha recordado la necesidad de ser muy fieles a la liturgia de la Iglesia. En uno de sus números señala. “En el contexto de este elevado sentido del misterio, se entiende cómo la fe de la Iglesia en el Misterio eucarístico se haya expresado en la historia no sólo mediante la exigencia de una actitud interior de devoción, sino también a través de una serie de expresiones externas, orientadas a evocar y subrayar la magnitud del acontecimiento que se celebra. De aquí nace el proceso que ha llevado progresivamente a establecer una especial reglamentación de la liturgia eucarística, en el respeto de las diversas tradiciones eclesiales legítimamente constituidas. También sobre esta base se ha ido creando un rico patrimonio de arte. La arquitectura, la escultura, la pintura, la música, dejándose guiar por el misterio cristiano, han encontrado en la Eucaristía, directa o indirectamente, un motivo de gran inspiración” (49).

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Queridos hermanos sacerdotes, todos nos damos cuenta de que en esa obediencia fiel y esmerada a cuanto la Iglesia dispone para la celebración de los sacramentos y muy particularmente en el misterio Eucarístico, hay una gran manifestación de nuestra humildad y nuestra docilidad a la voluntad de Dios. Por esta razón quiero pedir a todos que examinemos nuestras disposiciones y acciones al tiempo de las celebraciones litúrgicas de los sacramentos y de la Santísima Eucaristía. Pongamos la más esmerada delicadeza en cuidar todos los signos y símbolos litúrgicos, que no son sólo la palabra y la oración, sino también la acción y los gestos y cuya significación es determinante para el pueblo cristiano. Si bien no hay abusos serios en las celebraciones de nuestros templos, hemos todos de afinar mucho más, tratando de penetrar en el misterio que celebramos. Quisiera recordar que la IGMR señala que “el gesto y la postura corporal, tanto del sacerdote, del diácono y de los ministros, como del pueblo, deben contribuir a que toda la celebración resplandezca por su decoro y noble sencillez, de manera que pueda percibirse el verdadero y pleno significado de sus diversas partes y se favorezca la participación de todos. Y habrá que tomar en consideración, por consiguiente, lo establecido por esta Ordenación general, cuanto proviene de la praxis secular del Rito romano y lo que aproveche al bien común espiritual del pueblo de Dios, más que al gusto o parecer privados. La postura corporal que han de observar todos los que toman parte en la celebración, es un signo de la unidad de los miembros de la comunidad cristiana congregados para celebrar la sagrada Liturgia, ya que expresa y fomenta al mismo tiempo la unanimidad de todos los participantes. (nº 42).

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Queridos hermanos, son todos estos pequeños detalles y otros que cada uno descubrirá y que pueden parecen insignificantes los que expresan nuestro deseo de querer penetrar en el misterio central de la fe, la Pascua del Señor, que como sacrificio y banquete, se renueva en nuestros altares diariamente. Son ellos también lo que harán comprender al pueblo cristiano los profundos significados de los misterios de nuestra santa fe católica.

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