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El Papa Benedicto XVI aceptó ayer la renuncia que el Cardenal Lubomyr Husar, Arzobispo mayor de los greco-católicos de Ucrania, le presentó por razones de salud (su oficio, según la tradición oriental, no tiene límite de edad). El Cardenal Husar guió la más numerosa de las iglesias orientales por casi diez años y bajo su gobierno pastoral la sede de la Iglesia volvió a Kiev, si bien finalmente no se realizó el deseo inicial de los greco-católicos y del mismo Papa Juan Pablo II de instituir el patriarcado. En este informe de Asianews, se presentan algunas de las declaraciones que el Cardenal Husar hizo públicas al anunciar la aceptación de su renuncia.
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En Rusia, la renuncia del cardenal Lubomyr Husar, de 77 años, al arzobispado de Kiev, no ha causado repercusiones. Pero en Ucrania sus palabras han resonado de modo claro y neto. Dejando por motivos de salud la guía de la arquidiócesis y de la Iglesia greco-católica ucraniana (uniatas), el purpurado lanzó un fuerte mensaje a la política que continúa ignorando las minorías religiosas y un llamamiento a los líderes espirituales para alcanzar la unidad entre los cristianos.
Los privilegios de “una Iglesia”
“Las autoridades no quieren hablar con nosotros – denunció ayer el cardenal durante la conferencia de prensa, en Kiev –, por un año entero no ha habido encuentros con el presidente u otros miembros del gobierno para discutir nuestra situación. Este es un problema que debe resolverse con mucha calma y sin instrumentalizaciones”. Desde hace un año está al frente de Ucrania Viktor Yanukovich, ortodoxo y políticamente cercano al Kremlin. El cardenal Husar no oculto que diversas confesiones religiosas en el ex-país soviético tienen problemas: “Muchos lamentan que una sola Iglesia (la ortodoxa rusa) goza de privilegios particulares, porque nuestro jefe de Estado es miembro de ella”. Aún juzgando positivo el hecho de tener un presidente creyente, Husar no dejó de subrayar las presiones sufridas por los greco-católicos, con las agencias de seguridad que tratan de convencer al clero a colaborar con ellos, y por la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Kiev, cuyos sacerdotes son impulsados a pasar bajo la jurisdicción del Patriarcado de Moscú. “El hecho de que una Iglesia sea privilegiada respecto a las otras no es síntoma de amor por parte del Estado, sino un factor peligroso para la misma Iglesia, porque amenaza su credibilidad a los ojos de los fieles”, agregó.
Los motivos de la renuncia
Benedicto XVI aceptó ayer la “renuncia” de Husar. El cual explicó, también desdramatizando, que no cuenta con “suficiente salud para continuar siendo un guía”, pero tampoco está “todavía en la fosa”. Así aseguró que continuará participando plenamente en la vida de la Iglesia greco-católica de Ucrania. “Continuaré rezando por nuestra Iglesia… y quisiera encontrarme con los jóvenes y los trabajadores”. La administración de la iglesia arzobispal local para ahora a mons. Ihor Vozniak, arzobispo de Leopolis, a quien corresponde convocar el sínodo de obispos de los greco-católicos ucranianos para la elección de un nuevo arzobispo mayor. Husar lanzó un mensaje a su sucesor: “No sucumbir a las tentaciones laicistas y preservar la unidad y la santidad de la Iglesia extendida en el mundo”.
Una guía histórica
Husar guiaba a los católicos ucranianas desde el 2001. En el 2005 presidió el traslado de la Iglesia desde Leopolis a Kiev. Un movimiento mirado con recelo por algunos ambientes ortodoxos. El Patriarcado de Moscú y de todas las Rusias nunca ocultó que la cuestión de los católicos ucranianos – que, por estar unidos a Roma, son llamados “uniatas” – es uno de los nudos a resolver antes del encuentro entre el Papa y el patriarca Kirill. Según algunas estimaciones, los católicos ucranianos son más de cinco millones. El arzobispo mayor es el jefe de una Iglesia de rito oriental pero unida a Roma y ejerce la misma jurisdicción del Patriarca de una Iglesia católica oriental.
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Fuente: Asianews
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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