martes, 9 de marzo de 2010

Fellay: “No habrá triunfo mariano sin restauración de la Iglesia”

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FELLAY

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Mons. Bernard Fellay, Superior de la Fraternidad San Pío X, concedió una entrevista a DICI, agencia oficial de la FSSPX, sobre las conversaciones doctrinales con la Santa Sede. Ofrecemos nuestra traducción al español, realizada a partir de la versión en lengua portuguesa del blog Frates in unum.

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Monseñor, gracias por aceptar responder a nuestras preguntas. ¿Cuál es la diferencia entre estas conversaciones doctrinales y los intercambios que se llevaron a cabo anteriormente en vida de Mons. Lefebvre, por ejemplo, con respecto a las Dubia?


Anteriormente, los intercambios eran, en realidad, informales, excepto en algunas raras ocasiones, como al inicio del pontificado de Juan Pablo II. Mons. Lefebvre, presentando las principales objeciones a las novedades – y protestando enérgicamente contra los escándalos que sacudían a la Iglesia -, procuraba un acuerdo práctico: él pensaba que Roma podía dejarlo hacer “la experiencia de la Tradición” concediendo a la Fraternidad San Pío X una regularización canónica antes de cualquier debate de fondo. Después de 1988, él indicó claramente el paso a seguir: llevar la discusión al plano doctrinal, a la misma esencia de la crisis que hace tanto daño. Ahora, la Santa Sede nos ha concedido estas magníficas conversaciones doctrinales, de manera oficial. Ellas serán para nosotros ocasión de testimoniar la fe y de hacernos eco de 2000 años de Tradición, sin privarnos de retomar ciertos estudios, como las Dubia sur la liberté religieuse que, en aquel momento, no recibieron una respuesta satisfactoria.

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Sólo la Fraternidad obtuvo estas conversaciones, serias y casi solemnes. Ninguna comunidad “Ecclesia Dei” las obtuvo. En su opinión, ¿esto es signo de la relevancia de nuestra actitud de resistencia y rechazo de un compromiso o reconocimiento canónico equívoco o, más bien, es signo de que las comunidades “Ecclesia Dei” no tienen en definitiva grandes cosas que las distingan de la línea conciliar?


Sin duda, es signo de ambas cosas.

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¿Podría darnos una lista exacta de los temas abordados, Monseñor?


Usted la encontrará en el comunicado de prensa que siguió al primer encuentro, el 26 de octubre pasado: “En particular, se examinarán las cuestiones relativas al concepto de Tradición, al Misal de Pablo VI, a la interpretación del Concilio Vaticano II en continuidad con la Tradición doctrinal católica, a los temas de la unidad de la Iglesia y de los principios católicos del ecumenismo, de la relación entre el cristianismo y las religiones no cristianas y de la libertad religiosa”.

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La filosofía moderna y los nuevos conceptos (testimonio, diálogo, apertura, compromiso, experiencia, etc.), ¿estarán en la agenda de las discusiones?


Todos estos asuntos están detrás de muchos de los problemas que conciernen a la nueva eclesiología, y parece inevitable que sean planteados en estas conversaciones que, lo recuerdo, giran en torno al Concilio y a su aggiornamento.

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¿Es posible observar una discreción total en torno a estas conversaciones? ¿No hay rumores que ya se hayan filtrado?


No que yo sepa, a no ser algunos aspectos secundarios referentes a la organización general de estas conversaciones.

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¿Por qué razón el Vaticano y la Fraternidad quieren guardar tanta discreción en torno a las conversaciones doctrinales?


Es muy importante que el clima de las discusiones sea calmo y sereno. Vivimos en una época de mediatización y de democracia universal en que todos juzgan todo y dan su opinión sobre todo. Las cuestiones de teología y los desafíos son tales que es preferible dejar que las cosas sucedan con discreción. Llegado el momento, si es necesario, llegará el momento de informar públicamente.

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Se dice frecuentemente que Roma y la Fraternidad no se comprenden porque no tienen el mismo lenguaje. ¿Esto es cierto respecto a nuestros actuales interlocutores romanos? ¿Cómo hacer para tener el mismo lenguaje?


Es demasiado pronto para responder. En todo caso, tenemos que tratar con mentes brillantes con las cuales deberíamos poder conversar. Una formación filosófica tomista es, evidentemente, la mejor manera de proceder.

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En su opinión, los teólogos que Roma ha elegido, ¿representan la corriente general en la Iglesia actual? ¿O están más próximos a una tendencia en particular? ¿Su línea de pensamiento es cercana a la de Benedicto XVI?


Nuestros interlocutores parecen muy fieles a las posiciones del Papa. Se sitúan en lo que podemos llamar una línea conservadora, la de los partidarios de una lectura lo más tradicional posible del Concilio. Ellos quieren el bien de la Iglesia pero, al mismo tiempo, salvar al Concilio: allí está toda la cuadratura del círculo.

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Los teólogos elegidos por el Vaticano, ¿son tomistas? ¿O son de forma tradicional?


Veremos. En todo caso, debemos tratar con un dominico, por lo tanto, un gran conocedor de Santo Tomás de Aquino, pero también con un jesuita y con un miembro del Opus Dei.

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En las conversaciones, ¿cuáles serán los puntos de referencia, más allá de la Revelación, la Escritura y la Tradición? ¿Sólo la enseñanza anterior al Vaticano II? ¿O la posterior?


El problema se refiere al Vaticano II. Por lo tanto, es a la luz de la Tradición anterior que examinaremos si el magisterio post-conciliar es una ruptura o no.

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Algunos temen que nuestros teólogos, dejándose llevar por el ambiente de las oficinas del Vaticano, bajen la guardia en sus conversaciones. ¿Podría tranquilizarlos?


Nosotros vamos a Roma para testimoniar la fe, y el ambiente de las oficinas nos importa muy poco. Nuestros teólogos se reunirán cada dos o tres meses en una gran sala del Palacio del Santo Oficio, no en oficinas…

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Respecto a la duración de estas conversaciones, dada la dificultad de la mayor parte de los asuntos, que requieren por lo menos uno o dos años cada uno, ¿esta duración podría ser más breve que cinco o diez años?


Espero que no sea así… En todo caso, cuando se trata con una persona, cualquiera sea, la cuestión de la Misa, de la libertad religiosa y del ecumenismo, ¡no es necesario todo ese tiempo para convencerlo!

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¿No teme que, en el curso de las discusiones, Roma respondiese finalmente a nuestras objeciones (concernientes a la libertad religiosa y a la nueva Misa) con el argumento de autoridad: Roma decidió así, ella no se puede engañar, etc.?


Se podría temer, ciertamente, pero en este caso demostraría que Roma realmente no tiene intención de discutir. Ahora bien, el debate sobre el Vaticano II es ineludible. El reciente libro de Mons. Gherardini, reconocido teólogo romano, lo demuestra. El Vaticano II puede ser discutido; debe serlo.

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¿No podemos temer que estas conversaciones terminen en declaraciones conjuntas, en las que las partes se pongan de acuerdo sobre puntos comunes pero sin resolver los debates de fondo, algo así como la Declaración conjunta con los luteranos sobre la Justificación?


No es cuestión de declaraciones comunes.

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Supongamos que uno de los teólogos del lado romano, después de estas conversaciones, sea llevado a alinearse con esta o aquella tesis tradicional, por ejemplo, a juzgar la libertad religiosa como no conforme con la Tradición. ¿Qué podría ocurrir luego?


Lo que la Providencia quiera. Veremos, entonces, lo que se debe hacer. No estamos allí todavía.

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Los fieles rezaron el rosario por el reconocimiento de la Misa tradicional y por el levantamiento de las excomuniones; actualmente, rezan por la consagración de Rusia por parte del Papa. ¿Usted cree que oran también por el buen resultado de las conversaciones doctrinales?


Vale la pena rezar por esta intención, como lo hicieron los niños de la Cruzada eucarística del mes de enero. De nuestro testimonio de fe puede resultar un gran bien para la Iglesia… De hecho, me parece que los objetivos de estas cruzadas del Rosario están conectados unos con otros: no habrá triunfo mariano sin restauración de la Iglesia y, por lo tanto, de la Misa con la enseñanza de la fe.

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Fuente: Frates in unum

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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