jueves, 11 de marzo de 2010

Humildes siervos

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 Cardinal Levada

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El Cardenal William Levada, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, visitó recientemente Canadá. El día 8 de marzo presidió la Misa en la Catedral de Notre Dame. Allí dio una homilía especialmente dedicada a los misioneros del “Catholic Christian Outreach”, quienes se dedican a la tarea de la evangelización en los campus universitarios. Presentamos nuestra traducción de la misma.

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Homilía del Cardenal Levada (2Re 5,1-15 / Lc 4, 24-30)


Agradezco la invitación a unirme con vosotros para esta Santa Misa. Es una bendición particular estar en esta magnífica catedral con el Arzobispo Terrence Prendergast, que amablemente me ha recibido en Ottawa. Es una gracia especial celebrar esta Misa junto al obispo local en su propia catedral. Agradezco también la presencia de mis hermanos obispos, en particular del Arzobispo Pedro López Quintana, quien está comenzando su servicio en Ottawa como Nuncio Apostólico. Su Excelencia, ¡que sus años en Canadá sean felices!


Mis queridos hermanos sacerdotes, os saludo con especial afecto en este Año Sacerdotal, un don de la gracia de parte de nuestro Santo Padre, el Papa Benedicto XVI. La pasada tarde en Kingston, hablé con los sacerdotes acerca del Oficio Divino como oración sacerdotal. La Santa Eucaristía lo es incluso más. En este Año Sacerdotal, rezo para que renovemos nuestra devoción a la celebración de la Eucaristía – lo más importante de lo que hacemos, lo más importante que se puede hacer.


Dirijo una palabra de agradecimiento al Padre Raymond de Souza, quien ha coordinado esta visita. Él me ha dicho que rezar con y por el “Catholic Christian Outreach” significaba apoyar la tarea de la nueva evangelización en Canadá. Es una alegría hacerlo, y quisiera dar una palabra de aliento esta tarde a los jóvenes misioneros presentes, y a todos lo que los apoyan.


En el Evangelio de hoy, el Señor Jesús regresa a Su pueblo de Nazaret, y las cosas no van bien. Es conducido fuera del pueblo; la gente que lo vio crecer está llena de furia. Es una escena perturbadora. ¿Es posible encontrar en ella algo con lo que alentar a los jóvenes misioneros del “Catholic Christian Outreach”? ¿Cómo es que esta escena ilumina el desafío de predicar el Evangelio en el campus universitario? Quizá podamos llegar a una respuesta a estas cuestiones con alguna ayuda de nuestra primera lectura, del Segundo Libro de los Reyes.


La historia de Naamán nos presenta un contraste de poder y debilidad, de los extraordinario y lo ordinario. Él es un poderoso comandante militar afligido con la enfermedad de la lepra. Acude en búsqueda de la curación, siguiendo el consejo de su pequeña sirvienta israelita. Encuentra a Eliseo, el Profeta. Llega a la casa de Eliseo con caballos, carros, el séquito de un hombre rico y poderoso. Pero Eliseo ni siquiera sale para saludarlo, sino que sólo le envía un mensaje: “Ve y lávate siete veces en el Jordán, y tu carne sanará y quedarás limpio”.


Naamán se enoja por lo que considera un trato desdeñoso por parte de Eliseo. Él quería que el profeta obrase grandes signos y maravillas para realizar la curación. Considera que bañarse en el Jordán es demasiado sencillo y demasiado simple. Entonces entran sus sirvientes con un argumento poderoso en su lógica: “Si el Profeta te hubiera dicho que hicieras algo extraordinario, ¿no lo habrías hecho? ¡Cuánto más deberías hacer lo que te dijo si esto fue: ‘Lávate y quedarás limpio’!”.


Naamán quería que el Señor lo sanara en una forma espectacular. Deseaba hacer cosas grandes y difíciles para ganarse esa curación. El Señor, en lugar de esto, quiso sanar a Naamán con suma simplicidad, sin ornamentación ni relleno, de un modo no excepcional. Lávate en el río y queda limpio.


Como católicos vemos aquí una figuración de los Sacramentos – aquellos simples signos de agua y aceite, pan y vino, que obran las más grandes maravillas. La imaginación sacramental católica [ver Nota de la Buhardilla] nos enseña lo que Naamán tuvo que aprender, es decir, que lo extraordinario se encuentra precisamente del otro lado de lo ordinario. El mayor orgullo de la raza humana es una Virgen desconocida de Nazaret. El Señor Soberano del universo descansa en un pesebre en Belén. La Redención del mundo entero se realiza entre dos ladrones. El Señor Resucitado viene a nosotros en los humildes elementos del pan y el vino. El poder divino de perdonar los pecados es confiado a hombres, ellos mismos pecadores. Esta es la economía sacramental, en la que las cosas más extraordinarias se realizan en la forma más ordinaria.


En este pasaje del Segundo Libro de los Reyes nos encontramos tanto con personajes ordinarios como con personajes extraordinarios. Está Naamán, el valiente comandante militar; están el rey de Aram, el rey de Israel; está el Profeta Eliseo. Son figuras imponentes, hombres de poder e influencia. Pero, ¿quién persuade a Naamán para que busque a Eliseo? Una humilde sirvienta. ¿Quién persuade a Naamán para que escuche a Eliseo? Sus sirvientes. Naamán es sanado y llega a conocer al Dios de Israel porque gente humilde, desconocidos por el mundo, tuvieron el coraje de hablarle acerca de escuchar la voz de Dios y seguir Su Voluntad.


Mis queridos misioneros, vosotros trabajáis hoy en un ambiente marcado por una alta educación, por una tecnología impresionante y por una amplia gama de opciones para el desarrollo personal y profesional. Dada la magnitud del campus moderno, es posible que os sintáis pequeños y aislados, personas de no mucha importancia, como un siervo en el séquito de un rey. Y es que precisamente sois llamados a hablar de Dios a aquellos que, por otra parte, pueden ser considerados más exitosos, más influyentes, más poderosos en el mundo.


Cuando compartís vuestra fe con los demás, simple y directamente, ¿no sois como la pequeña sirvienta que le dice a Naamán que necesita encontrar al Dios de Israel? Cuando convencéis a vuestros pares a que retornen a la Misa y a la confesión – a veces por primera vez desde que eran niños – ¿no sois como los siervos que animan a Naamán a bañarse en el Jordán? Cuando abrís las Escrituras a aquellos que no conocen a Jesucristo, ¿no los estáis ayudando a descubrir las aguas purificadoras del Bautismo, donde las heridas de lepra de nuestra cultura pueden ser sanadas? ¿No estáis haciendo que otros regresen a su propio Bautismo, cuyas gracias han sido enterradas bajo el pecado y la indiferencia?


¡Sí, estáis haciendo todo esto! Naamán necesitó a sus sirvientes para su salvación. El Señor elige trabajar por medio de “humildes siervos”. Deberíamos desear no ser otra cosa sino “humildes siervos” así como nuestra Bendita Madre se describe a sí misma. Recordaréis el momento en que el Papa Benedicto apareció por primera vez en el balcón central de la Basílica de San Pedro. Allí estaba uno de los más eruditos y consumados hombres de Iglesia de su generación. ¿Cómo se describió a sí mismo? Un humilde trabajador en la Viña del Señor.


Ahora podemos comprender mejor lo que sucede en Nazaret. Jesús les dice que un profeta no es aceptado en su lugar de origen. ¿Por qué no? ¿No es acaso porque parece demasiado ordinario allí? La gente de Nazaret protesta que ellos conocen quién es Jesús, ellos conocen Su familia, ellos saben que Él no es nada extraordinario. Es demasiado ordinario como para ser un profeta, ni que decir del Mesías.


Sucede que ellos no lo conocen tan bien como creen. Lo ordinario en Él los ciega a Su naturaleza y misión extraordinarias. Y esta experiencia, ¿no es compartida por los cristianos de todos los tiempos? Quizás vosotros, misioneros, lo habéis experimentado. ¿Acaso no sois demasiado ordinarios como para hacer la diferencia? Vuestros amigos, familiares y pares, ¿os escucharán hablar sobre el Evangelio? ¿No sorprende a la gente que queráis ser misioneros del Evangelio – no en el extranjero, sino en Halifax, Quebec City, Ottawa, Kingston, Saskatoon, Calgary y Vancouver? Si os hubieran dicho que era algo casi imposible el predicar el Evangelio en el campus, algo reservado a una pequeña elite, ¿no os habrías sentido intrigados y os habríais preguntado si erais capaces de tal desafío? ¿Y si os hubieran dicho que era algo tan simple como preparar la mesa o hacer ‘popcorn’? Si fuera así de simple, ¿lo haríais? ¿Sería demasiado ordinario? No lo es. La buena noticia es que Jesús quiere hacer cosas extraordinarias por medio vuestro en el lugar en el que estáis. Ésta es la dinámica del apostolado: Jesús nos ofrece Su Poder extraordinario. Nosotros Le ofrecemos nuestros dones ordinarios. Es suficiente para Él, y Él es suficiente para nosotros.


Me dicen que CCO tendrá su próxima conferencia anual en Montreal, la ciudad del Hermano Andre Bessette, a quien el Santo Padre declarará santo el próximo 17 de octubre en Roma. ¡Quizás algunos de vosotros me devolveréis mi visita a Canadá viniendo a Roma en la peregrinación de octubre! El Hermano Andre fue un humilde siervo, no distinto a aquellos que hablaron a Naamán. Era el portero de la Congregación de la Santa Cruz. Cuidaba la puerta. Y con todo, cientos de miles acudían a verlo, y cuando murió más de un millón de personas llenaron las calles para su funeral. Él les señalaba a San José, para que San José los llevase hacia Dios. En términos de llevar la gente a Dios, de convertir almas y de hacer presente lo milagroso en su trabajo ordinario, el Hermano Andre debe ser contado como uno de los más grandes misioneros de Canadá. Él no viajó al extranjero. No podía ir tan lejos, ¡tenía que cuidar la puerta!


Que os beneficiéis de las oraciones de quien pronto será San Andre de Montreal, que por la intercesión de San José, santo patrono de Canadá, vuestro trabajo misionero transforme vuestra tierra natal. ¡Y que Dios mantenga gloriosa y libre esta tierra!

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Fuente: Salt and Light TV Blog


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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Nota de la Buhardilla: “Imaginación sacramental católica” es una expresión muy utilizada en inglés e inspirada en algunos escritos de Chesterton, más o menos equivalente a la expresión “cosmovisión sacramental católica”.

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