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“También nosotros, como creyentes, miramos a Oriente Medio con esta mirada, en la perspectiva de la salvación”, dijo hoy el Sumo Pontífice en la Santa Misa con la que comenzó la esperada Asamblea especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos, que Benedicto XVI convocó varios meses atrás y cuyo Instrumentum laboris entregó personalmente durante su viaje apostólico a Chipre.
El tema de esta asamblea sinodal es “La Iglesia católica en Oriente Medio: comunión y testimonio” y su lema, tomado de la Sagrada Escritura, es “La multitud de los creyentes tenía un solo corazón y una sola alma” (Hch. 4, 32). En muchos aspectos, se trata de una asamblea sinodal realmente especial. En primer lugar, porque ha sido convocada por el Papa como respuesta al pedido de muchos obispos de la región, la cual comprende los territorios de Arabia Saudita, Bahrein, Chipre, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Jordania, Irán, Iraq, Israel, Kuwait, Líbano, Omán, Qatar, Siria, Territorios Palestinos, Turquía y Yemen.
Oriente Medio es una región donde la población cristiana es un “pequeño rebaño”. Y en la cual, como recordó el Secretario general del Sínodo al presentar la asamblea, “además de la Iglesia de Tradición latina hay, desde tiempos remotos, seis Iglesias Orientales Católicas sui iuris, con un propio Patriarca al frente, padre y jefe de la Iglesia: Iglesia Copta, Iglesia Siria, Iglesia Greco-Melquita, Iglesia Maronita, Iglesia Caldea e Iglesia Armenia”. Será, de hecho, la primera vez que se reunirán en torno al Obispo de Roma casi todos los Ordinarios de Oriente Medio.
Además, esta asamblea sinodal será más breve que todas las anteriores, tanto generales como particulares: durará sólo dos semanas, extendiéndose desde hoy hasta el próximo 24 de octubre. Esta duración breve, además de tener en cuenta la difícil situación de la región que no hace aconsejable que los Pastores se ausenten por demasiado tiempo, confirma una opción que Benedicto XVI puso en práctica desde el comienzo de su pontificado en relación a las reuniones del Sínodo: menos tiempo pero más eficiencia.
Según el Instrumentum laboris de la Asamblea Sinodal, y de acuerdo a lo explicado por Mons. Eterovic el pasado viernes en conferencia de prensa, dos son las principales finalidades que tendrá este sínodo. En primer lugar, reavivar la comunión entre las diversas venerables Tradiciones que conforman la Iglesia Católica en Oriente Medio, comunión que debe extenderse a las otras Iglesias y comunidades eclesiales presentes en la región, y que debe abrirse a la colaboración con los miembros de religiones no cristianas y con todos los hombres de buena voluntad. En segundo lugar, reforzar la identidad cristiana con la Palabra de Dios y los Sacramentos, confirmando a los cristianos en su vocación propia de seguidores de Jesucristo, animando su presencia y permanencia en la tierra donde Él nació, vivió, predicó y cumplió su misterio pascual.
En su homilía, Benedicto XVI afirmó que “mirar aquella parte del mundo en la perspectiva de Dios significa reconocer en ella la cuna de un designo universal de salvación en el amor, un misterio de comunión que se realiza en la libertad y por eso pide a los hombres una respuesta. Abraham, los profetas, la Virgen María, son los protagonistas de esta respuesta que, sin embargo, tiene su cumplimiento en Jesucristo, hijo de esta misma tierra pero descendido del Cielo. De Él, de su Corazón y de su Espíritu, ha nacido la Iglesia, que es peregrina en este mundo, pero le pertenece”. Refiriendo luego directamente al Sínodo, el Papa recordó que “el fin de esta asamblea sinodal es predominantemente pastoral” ya que si bien “no se puede ignorar la delicada y a veces dramática situación social y política de algunos países, los Pastores de la Iglesia en Oriente Medio desean concentrarse en los aspectos propios de su misión”.
El Obispo de Roma se refirió también a las dificultades de los cristianos en Tierra Santa y a la necesidad de que existan condiciones de paz y justicia: “Todos están llamados a dar la propia contribución: la comunidad internacional, sosteniendo un camino confiable, leal y constructivo hacia la paz; las religiones mayoritariamente presentes en la región, promoviendo los valores espirituales y culturales que unen a los hombres y excluyen toda expresión de violencia. Los cristianos – agregó Benedicto XVI – continuarán dando su contribución no sólo con las obras de promoción social, como los institutos de educación y sanidad, sino sobre todo con el espíritu de las Bienaventuranzas evangélicas, que anima la práctica del perdón y de la reconciliación. En este compromiso, ellos tendrán siempre el apoyo de toda la Iglesia”.
También antes de rezar el Ángelus con los fieles presentes en Plaza San Pedro, el Papa se refirió al Sínodo para Oriente Medio y pidió a todos que rezaran “invocando de Dios una abundante efusión de los dones del Espíritu Santo”. Para responder al pedido del Santo Padre, transcribimos la oración propuesta en esta ocasión por la Secretaría general del Sínodo de los Obispos:
Padre Celestial, que amas al ser humano, Creador del cielo y de la tierra, Tú deseaste la encarnación de tu Hijo Jesucristo, nuestro Redentor y Salvador, para que naciera en el cumplimiento del tiempo, en nuestra tierra bendecida, de la Virgen María, y por el poder del Espíritu Santo.
El sucesor de San Pedro, Papa Benedicto XVI, ha deseado invitar a Tu pueblo, pastores y fieles, al Sínodo Especial para la Iglesia Católica de Oriente Medio.
Camina con nosotros, Señor, y bendícenos, guíanos en este camino de fe, inspíranos para que apreciemos los grandes tesoros que el Este ha recibido de Ti, transformándose así en el punto de encuentro de religiones, el centro del diálogo de las civilizaciones humanas.
Buen Pastor, Tú nos llamas a ser Tus discípulos aquí y ahora, haz de nosotros una Iglesia consciente de su identidad, que profundiza su fe en Ti como Señor y Maestro, que vivifique la comunión entre sus miembros y entre las diferentes Iglesias para que sea testimonio, individualmente y como institución, de tu Evangelio y tu Resurrección a través de nuestras iglesias, nuestras sociedades y del mundo entero.
Príncipe de Paz, nuestra tierra tiene sed de protección y bienestar, difunde tu paz y tu amparo en nuestros corazones y entre las naciones, haz que el diálogo sea fértil y las cooperaciones fructíferas entre los fieles de las religiones.
Señor de Esperanza, condúcenos a través del sufrimiento de nuestro tiempo presente para que podamos vivir el amor, profundizar la fe y alcanzar la esperanza fortalecidos por la Eucaristía y, mediante la intercesión de nuestra Madre María, elévanos a la gloria de nuestro Padre Amoroso, del Hijo nuestro Salvador y del Espíritu Consolador. Ahora y siempre. Amén.
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