jueves, 29 de mayo de 2008

Predicar el diagnóstico

***

Cuando los apóstoles predicaban, podían suponer que había, incluso entre sus oyentes paganos, una conciencia real de ser merecedores de la ira divina. Los misterios paganos existían para apaciguar esa conciencia, y la filosofía epicúrea afirmaba liberar al hombre del temor al castigo eterno. Fue dentro de este contexto que apareció el Evangelio como Buena Nueva. Trajo la noticia de una posible cura, a hombres que sabían que estaban mortalmente enfermos.


*


Pero, todo esto ha cambiado; ahora el cristianismo tiene que predicar el diagnóstico —una muy mala noticia, en sí— antes de conseguir audiencia para su tratamiento. Existen dos causas principales para ello. Una es el hecho que, durante aproximadamente cien años, nos hemos concentrado tanto en una de las virtudes —la "benevolencia" — que la mayoría de nosotros siente que aparte de la benevolencia, nada es realmente bueno, y aparte de la crueldad, nada realmente malo.


*


Esos desarrollos éticos tan desequilibrados no son poco frecuentes; otras épocas también han tenido sus virtudes preferidas y sus indiferencias curiosas. Y, si ha de cultivarse una virtud a expensas de las demás, ninguna tiene mayor derecho que la misericordia, ya que cada cristiano debe rechazar con aborrecimiento esa disimulada propaganda a favor de la crueldad, que trata de eliminar la misericordia del mundo dándole nombres tales como "humanitarismo" y "sentimentalismo".


*


El verdadero problema reside en que la "benevolencia" es, con fundamentos bastante inadecuados, fatal y fácilmente atribuible a uno mismo. Todos se sienten benévolos cuando no existe algo que les moleste. Es así que un individuo, convencido de que "tiene el corazón bien puesto" y de que "sería incapaz de matar a una mosca", se consuela fácilmente de sus vicios restantes, aunque jamás haya hecho un sacrificio por un semejante. Pensamos que somos bondadosos cuando, en realidad, sólo somos felices; no es tan fácil, sobre las mismas premisas, imaginarnos templados, castos o humildes.


*


La segunda causa es el efecto que ha tenido el psicoanálisis, y en particular la teoría acerca de las represiones e inhibiciones, sobre la mentalidad corriente. Cualquiera sea el significado de estas teorías, la impresión que, de hecho, han dejado en la mayoría de la gente, es que el sentido de vergüenza es algo peligroso y dañino.


*


Nos hemos esforzado por superar ese sentido de menoscabo, ese deseo de ocultar, que ya sea la naturaleza misma o la tradición de casi toda la humanidad han asociado a la cobardía, la falta de castidad, la falsedad y la envidia. Se nos dice que "saquemos las cosas a la superficie", no con el fin de humillarnos, sino sobre la base de que aquellas "cosas" son muy naturales y no debemos avergonzarnos de ellas.


*


Pero, a menos que el cristianismo sea completamente falso, aquello que percibimos acerca de nosotros mismos en momentos de vergüenza debe ser lo único verdadero; incluso la sociedad pagana ha admitido, generalmente, que la desvergüenza es el nadir del alma. Al tratar de eliminar la vergüenza hemos demolido uno de los baluartes del espíritu humano, regocijándonos tontamente con la hazaña, al igual que hicieron los troyanos al derrumbar sus murallas e introducir el caballo dentro de la ciudad. No creo que quede más que hacer, que empezar la tarea de reconstruir lo antes posible.


*


Eliminar la hipocresía mediante la eliminación de la tentación a ella, es una locura: la "franqueza" de las personas que han caído más allá de la vergüenza, es una franqueza muy pobre. Para el cristianismo es esencial recuperar el antiguo sentido de pecado. Cristo da por un hecho el que los hombres sean malos. Mientras no sintamos realmente que esta suposición suya es verdadera, a pesar de formar parte del mundo que Él vino a salvar, no seremos parte de aquellos a quienes sus palabras están dirigidas. Nos hace falta la condición básica para entender de qué está hablando.


*


Cuando los hombres intentan ser cristianos sin esta conciencia preliminar de pecado, es casi seguro que el resultado sea un cierto resentimiento hacia Dios, como alguien que siempre está exigiendo imposibles y que siempre se encuentra inexplicablemente airado.


***

(C.S. Lewis, en “El problema del dolor”, cap. IV, extracto)

miércoles, 14 de mayo de 2008

Qué es el "humo de Satanás"

noe

*

La revelación del Cardenal Noé: “Cuando Pablo VI denunció el humo de Satanás en la Iglesia, se refería a los abusos litúrgicos que siguieron al Vaticano II”

por Bruno Volpe

***

Ciudad del Vaticano - Habla con un hilo de voz y a veces la fatiga es tan pesada que debe parar. Pero su mente es lúcida, y su corazón, bueno. La entrevista con el Cardenal Virgilio Noé (en la foto), 86 años, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas bajo los pontificados de Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II, luego Arcipreste de la Basílica de San Pedro y Vicario del Papa para la Ciudad del Vaticano, se revela conmovedora y, al mismo tiempo, cautivadora. El purpurado, que ha abandonado ya hace mucho la vida pública a causa de los achaques propios de la edad, nos ayuda a conocer mejor a un Pontífice olvidado en la prisa de la historia: Giovani Battista Montini. Revela por primera vez a qué se refería precisamente Pablo VI cuando, en 1972, denunció la presencia del humo de Satanás en la Iglesia.

***

Eminencia, ¿quién era Pablo VI?

“Un caballero, un Santo. Recuerdo aún cómo vivía el misterio de la Eucaristía, con pasión y participación. Cuando pienso en él lloro, pero no a manera de los hipócritas. Me conmuevo sinceramente. Le debo tanto, me ha enseñado mucho, ha vivido y se ha gastado siempre por la Iglesia”.

*

Usted ha tenido el privilegio de ser Maestro de las Ceremonias Litúrgicas gracias al nombramiento del Papa Montini en tiempos de la reforma post-conciliar. ¿Cómo recuerda aquellos tiempos?

“Espléndidamente. Una vez, el Santo Padre me dijo, personalmente, y de manera afectuosísima, cómo debía realizar el ceremoniero esa función en aquel preciso período histórico. Sucedió en la sacristía. Se acercó y me dijo: el ceremoniero debe prever todo y hacerse cargo de todo, tiene la función de hacerle más fácil el camino al Papa”

*

¿Agregó algo más?

“Sí. Afirmó que el ánimo de un ceremoniero no debe ser turbado por nada, por pequeños o grandes que sean sus problemas personales. Un ceremoniero, subrayó, debe permanecer siempre dueño de sí mismo y hacer de escudo al Papa, porque la Santa Misa debe ser celebrada dignamente, para la gloria de Dios y de su pueblo”.

*

¿Cómo aceptó el Santo Padre la reforma litúrgica querida por el Vaticano II?

“De buen grado”.

*

Se cuenta que Pablo VI era un hombre muy triste: ¿es verdad o leyenda?

“Una mentira. Era un padre bueno y tranquilo, un caballero y un Santo. Al mismo tiempo, estaba dolorido por el hecho de haber sido dejado solo por la curia romana. Pero de esto prefiero no hablar.”

*

Entonces, desmintiendo las historias, Ud. que ha sido uno de sus más estrechos y fieles colaboradores, describe al Papa Montini como una persona serena.

“Lo era. ¿Y sabe por qué? Porque afirmaba siempre que quien sirve al Señor no puede estar nunca triste. Y él lo servía especialmente en el sacrificio de la Santa Misa”.

*

Ha quedado para la historia la denuncia de Pablo VI sobre la presencia del humo de Satanás en la Iglesia. Aún hoy, aquel discurso parece de una actualidad increíble. Pero, con exactitud, ¿qué quiso decir el Papa?

“Ustedes, los de “Petrus”, han hecho un buen tiro, porque estoy a punto de revelar, por primera vez, lo que intentaba denunciar Pablo VI con aquella afirmación. Sí, el Papa Montini, por Satanás intentaba clasificar a todos aquellos sacerdotes u obispos y cardenales que no rendían culto al Señor celebrando mal la Santa Misa, a causa de una errada interpretación y aplicación del Concilio Vaticano II. Habló de humo de Satanás porque sostenía que aquellos sacerdotes que deforman la Santa Misa en nombre de la creatividad, en realidad estaban dominados por la vanagloria y la soberbia del Maligno. Por lo tanto, el humo de Satanás no era otro que la mentalidad que quería desbaratar los cánones tradicionales y litúrgicos de la ceremonia eucarística.”

*

Y pensar que Pablo VI está señalado casi como la causa de todos los males de la liturgia post-conciliar. Pero teniendo en cuenta lo que Ud. revela, Eminencia, Montini comparó el caos litúrgico directamente con algo infernal, , aunque de modo velado.

“Él codenaba la sed de protagonismo y el delirio de omnipotencia que siguieron a nivel litúrgico al Concilio. La Misa es una ceremonia sagrada, repetía con frecuencia, todo debe ser preparado y estudiado adecuadamente respetando los cánones, nadie es “dominus” de la Misa. Desgraciadamente, muchos, después del Vaticano II no lo han entendido y Pablo VI sufría viendo el fenómeno como un ataque del demonio”.

*

Eminencia, en conclusión: ¿qué es la verdadera liturgia?

“Es rendir gloria a Dios. La liturgia se lleva a cabo siempre y en todo caso con decoro: también la señal de la cruz mal hecha es sinónimo de desprecio y dejadez. Lamentablemente, lo repito, después del Vaticano II se ha creído que todo o casi todo estaba permitido. Ahora, se necesita recuperar, y rápidamente, el sentido de lo sagrado en el “ars celebrandi”, antes que el humo de Satanás penetre completamente toda la Iglesia. Gracias a Dios tenemos al Papa Benedicto XVI: su Misa y su estilo litúrgico son un ejemplo de corrección y dignidad.

***

(traducción libre por Jerónimo y Francesco)

(ver original en http://www.papanews.it/dettaglio_interviste.asp?IdNews=7624#a )

*

lunes, 12 de mayo de 2008

Estudiantes de secundaria "ad orientem"

Misa Tridentina

El Padre Dwight Longenecker ha colocado en su blog este risueño diálogo que aquí transcribo (traducido). Según parece, estos jóvenes, en su candidez, han encontrado algunas nuevas razones para valorar la Misa "ad orientem".

***

 

Seis chicos de escuela secundaria, después de la Misa diaria del jueves en la Escuela Católica San José:

*

“Padre, ¿por qué hoy no celebró la Misa “hacia el Oriente”?

*

“Yo hago eso dos días a la semana, y los otros dos lo hago de la manera usual. ¿Les gusta la Misa cuando celebro “hacia el Oriente”?

*

“Sí.”

*

“¿Por qué?”

*

“Se siente más santa. ¿Es más antigua, verdad? Pero usted no está realmente mirando hacia Oriente aquí.”

*

“Existe algo llamado “Oriente litúrgico”. Es cuando el sacerdote se pone de cara a lo que solía ser el Oriente, porque antes todas las iglesias eran construidas de cara al sol saliente, el cual es un símbolo de la resurrección y también porque Jesús ha de retornar a Jerusalén, la cual está en el Oriente.”

*

“Como los musulmanes mirando la Meca.”

*

“Algo así, pero yo no voy a comenzar a usar turbante.”

*

“Usted podría usar su bonete más a menudo.”

*

“¿Debería?

*

“Me gusta la Misa cuando usted mira al Oriente porque se siente más que usted ofrece la Misa por nosotros.”

*

“Simplemente me gustan las cosas que son más tradicionales”

*

“Yo pienso que se siente más, digamos, varonil. ¿Sabe Usted a lo que me refiero? ¿Será una tontería?”

*

“Es interesante. No, no pienso que sea una tontería, pero tengo que pensar por qué podría ser verdad.”

*

“Yo pienso que es bueno porque pude pensar más sobre Dios y no sobre usted, y cuando usted elevó la Hostia fue como si Jesús flotara allí. Era más misterioso. Fue lindo.”

*

“¿Les gustaría que yo continuara celebrando la Misa mirando con ustedes hacia el Señor?”

*

“Sí, por favor.”

*

“¿No se sienten desairados porque yo les dé la espalda? ¿Están seguros de que no hiero sus sentimientos?”

*

Riendo todos. “De todas maneras, Padre, usted no es tan bonito.”

*

“Bueno, ¿por qué no se van todos a almorzar ya?”

***

(ver el original en High Schoolers Facing East)

*

domingo, 11 de mayo de 2008

Mons. Athanasius y la Eucaristía

Athanasius_Schneider

***

Por Francesco

“El régimen comunista soviético… tenía la pretensión de establecer una especie de paraíso sobre la tierra. Pero este reino no podía tener consistencia ya que estaba fundado sobre la mentira, sobre la violación de la dignidad del hombre, sobre la negación y el odio de Dios y de su Iglesia. Todo signo que recordara a Dios, a Cristo y a la Iglesia, era borrado de la vida pública y de la vista de los hombres. Existía, sin embargo, una realidad que recordaba a Dios de un modo especial: el sacerdote. Por eso, el sacerdote no debía ser visible, mas aún, no debía existir. Para los perseguidores de Cristo y de su Iglesia, el sacerdote era la persona más peligrosa. Quizás ellos, implícitamente, conocían la razón.... La verdadera razón era sólo esta: sólo el sacerdote podía dar a Dios, dar a Cristo en la manera más concreta y directa posible, esto es, a través de la Eucaristía y la Sagrada Comunión. Por esto, estaba prohibida la celebración de la Santa Misa. Pero ningún poder humano estaba en grado de vencer la potencia divina, que obraba en el misterio de la Iglesia y sobre todo en los sacramentos”.

*

Así comienza el primer capítulo de “Dominus est”, el libro escrito por Monseñor Athanasius Schneider O.R.C. Se trata de una pequeña obra, pero de gran valor, en la cual, el autor, partiendo de su experiencia personal y familiar bajo el régimen soviético, y continuando con algunas observaciones histórico-litúrgicas sobre la Sagrada Comunión, nos lleva a reflexionar sobre la actitud más adecuada que debemos tener ante nuestro Dios y Señor, presente en el Sacramento de la Eucaristía.

*

Monseñor Schneider nació en abril de 1961, y cuarenta y cinco años después, fue nombrado obispo auxiliar de Karaganda (Kazajstán) por el Papa Benedicto XVI. Luego de trabajar apostólicamente en Brasil, y de doctorarse en Patrología en Roma, fue elegido consejero general de su Orden. En una entrevista, él mismo contaba: “Durante esta permanencia en Roma conocí a un sacerdote que venía de Kazajstán y me invitó a ir al país, para ayudarles en la formación sacerdotal del seminario diocesano, el primer seminario católico en esa región. Con el permiso de los superiores fui allí y en el año 2001 los obispos de Kazajstán pidieron a nuestra Orden que me liberasen de mi trabajo en Roma para estar de forma permanente en Kazajstán. De este modo fui allí. Era director espiritual del seminario, director de estudios, profesor y también párroco de algunas comunidades esparcidas en estos territorios. También fui Consejero de la diócesis y redactor de un revista mensual católica”.

*

En octubre de 2005, el entonces Padre Schneider participó como auditor en el Sínodo de los obispos sobre la Sagrada Eucaristía. Su intervención, a la que bien podríamos considerar un “anticipo” de su libro, fue la siguiente:

*

"He pasado mi infancia y mi primera juventud en la Unión Soviética. La vida sacramental, y especialmente la vida eucarística, debían desarrollarse en la clandestinidad. Lo que me ha impresionado mucho, y me ha quedado impreso en la memoria, ha sido la actitud hacia la Santa Comunión que describiría como “ars communicandi”, aludiendo a la expresión “ars celebrandi”. A continuación doy los siguientes ejemplos de dos sacerdotes de aquellos tiempos. El primero es el Beato Alexis Saritski, que murió mártir en Kazakistán (+30-10-1963). En los años cincuenta, durante sus visitas clandestinas a los católicos deportados en los montes Urales, donde se encontraban mis padres, mi madre le pidió que dejara una hostia consagrada para su madre gravemente enferma, la cual deseaba ardientemente recibir todavía una vez más la Santa Comunión antes de morir, ya que no sabía si habría llegado o no algún sacerdote a esa lejana región. El Beato Alexis dejó una hostia consagrada a mi madre, dándole la instrucción de administrar la Comunión de la manera más reverente posible. Cuando llegó el momento oportuno, mi madre se puso unos guantes blancos y con unas pinzas administró la Santa Comunión a su madre enferma. Y esta fue la última Comunión para ella. Durante la administración de la Eucaristía mi madre misma hubiera querido recibirla, pero no fue posible hacerlo sacramentalmente sino solo espiritualmente. Pasaron todavía algunos años antes de que mi madre pudiera recibir la Santa Comunión. Sin embargo, esa Comunión espiritual le daba la fuerza suficiente para seguir siendo fiel en tiempos de persecución para transmitir el amor y el respeto hacia la Eucaristía a sus hijos. El otro ejemplo es el del Padre Janis Pawlowski. También él paso un período en el lager estalinista de Kazakistán y luego murió en olor de santidad en Letonia (+09-05-2000). Él celebró mi primera Comunión en la clandestinidad cuando éramos un pequeño grupo de niños. Las circunstancias de la vida eran bastante modestas, pero había una gran alegría interior en nuestras almas, y el Padre Pawlowski nos repetía: «Traten de hacer cada comunión como si fuera su primera y última Comunión» ".

*

La fe que ha animado a este joven obispo a escribir su libro para la edificación de toda la Iglesia, es la misma fe que hizo que en medio del régimen soviético, la Iglesia permaneciera firme, pese a todos los intentos de acabar con ella. La fuerza venía de la Eucaristía, y así lo dice él mismo al comienzo de su libro: “Durante aquellos años, la Iglesia en el imperio soviético estaba obligada a vivir en la clandestinidad. Pero lo más importante era esto: la Iglesia estaba viva, más aun, vivísima… si bien le faltaban las estructuras visibles, si bien le faltaban los edificios sagrados, si bien había una enorme escasez de sacerdotes. La Iglesia estaba vivísima, porque no le faltaba del todo la Eucaristía -aunque raramente accesible a los fieles - porque no le faltaban almas con una fe firme en el misterio eucarístico…”

¡Muchas Gracias!

Queremos agradecer sinceramente a todos los que nos están apoyando y alentando en nuestros inicios con La Buhardilla de Jerónimo. Nuestro blog nació de la intención de aportar a los católicos que navegan en la web un sitio más - ya que hay muchos y muy buenos- donde encontrar artículos y material para la reflexión que estén en completa comunión con el Santo Padre y con la enseñanza bimilenaria de la Iglesia. Entre tantas voces que hoy se escuchan, entre tantas doctrinas que quieren ser presentadas como verdaderamente católicas y no lo son, entre tantos intentos de socavar los cimientos de nuestra fe, venimos a aportar nuestro granito de arena, por si sirviese de algo, para la edificación de la Iglesia.  Quiera Nuestro Señor Jesucristo, junto a Nuestra Madre del Cielo -bajo cuyo amparo nos ponemos-, bendecir nuestra iniciativa y guiarnos en ella.

*

Agradecemos de manera particular a:

*

-Blog de Cruz y Fierro

*

-Padre Ricardo Mazza

*

-Rodolfo Vargas Rubio (Secretario de la Federación Internacional Una Voce)

*

-Padre Fray Daniel

*

-Y todos los que nos han incluido en sus listas de Enlaces y han recomendado nuestro blog a sus amigos.

*

Dios los bendiga.

viernes, 9 de mayo de 2008

Dominus Est

pez2 ¡Es el Señor!

DOMINUS_EST_125_194

***

Presentamos aquí un extracto del prefacio del libro Dominus Est. El autor de esta obra es el obispo auxiliar de Karaganda, Monseñor Athanasius Schneider. El prefacio es de la pluma de Monseñor Malcolm Ranjith, Secretario de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos.

***

En el libro del Apocalipsis, San Juan cuenta que habiendo visto y oído aquello que le había sido revelado, se postraba en adoración a los pies del Angel de Dios (cf. Ap. 22,8).

*

Postrarse o arrodillarse ante la majestad de la presencia de Dios, en humilde adoración, era un hábito de reverencia que Israel manifestaba siempre ante a presencia del Señor. Dice el primer libro de los Reyes: “Cuando hubo acabado Salomón de hacer esta oración y súplica, levantóse de delante del altar del Señor, donde estaba arrodillado y con las manos tendidas al cielo, puesto en pie, bendijo a toda la asamblea de Israel” (1 Reyes 8, 54-55). La postura de la súplica del Rey es clara: estaba arrodillado delante del altar.

*

La misma tradición se encuentra también en el Nuevo Testamento donde vemos a Pedro ponerse de rodillas delante de Jesús (cf Lc 5,8); Jairo para pedirle que cure a su hija (Lc 8, 41); el Samaritano cuando regresa para agradecerle y María, hermana de Lázaro, para pedirle la vida en favor de su hermano (Jn 11, 32). La misma actitud de postración ante la revelación de la presencia divina se nota generalmente en libro del Apocalipsis (Ap 5, 8, 14 y 19, 4).

*

Estaba íntimamente relacionada con esta tradición la convicción que el Templo Santo de Jerusalén era la casa de Dios y por lo tanto era necesario disponerse en él en actitudes corporales expresivas de un profundo sentimiento de humildad y de reverencia en la presencia del Señor.

*

También en la Iglesia, la convicción profunda de que en las especies Eucarísticas el Señor está verdadera y realmente presente, y la creciente práctica de conservar la santa comunión en los tabernáculos, contribuyó a la práctica de arrodillarse en actitud de humilde adoración al Señor en la Eucaristía.

*

Efectivamente, respecto de la presencia real de Cristo en las especies Eucarísticas, el Concilio de Trento proclamó:

“después de la consagración del pan y del vino, se contiene en el saludable sacramento de la santa Eucaristía verdadera, real y substancialmente nuestro Señor Jesucristo, verdadero Dios y hombre, bajo las especies de aquellas cosas sensibles” (DS 1651: “in almo sanctae Eucharistiae sacramento post panis et vini consacrationem Dominum nostrum Iesum Christum verum Deum atque hominem vere, realiter et substantialiter sub specie illarum rerum sensibilium continere”).

*

Además, Santo Tomás de Aquino ya había definido la Eucaristía como latens Deitas -Deidad escondida- (S. Tomás de Aquino, Inni). La fe en la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas pertenecía ya entonces a la esencia de la fe de la Iglesia Católica y era parte intrínseca de la identidad católica. Era evidente que no se podría edificar la Iglesia si esa fe fuese menoscabada en lo más mínimo.

*

Por lo tanto, la Eucaristía, pan transubstanciado en Cuerpo de Cristo y vino en Sangre de Cristo, Dios en medio de nosotros, debía ser acogida con estupor, máxima reverencia y actitud de humilde adoración.

*

El Papa Benedicto XVI recordando las palabras de San Agustín “Nadie come esta carne sin antes adorarla; ... pecaríamos si no la adoráramos” -nemo autem illam carnem manducat, nisi prius adoraverit; peccemus non adorando- (Enarrationes in Psalmos 89, 9; CCLXXXIX, 1385) subraya que “recibir la Eucaristía significa ponerse en actitud de adoración hacia Aquel que recibimos (...) sólo en la adoración puede madurar una acogida profunda y verdadera” (Sacramentum Caritatis, 66).

*

Queda claro para quien sigue esta tradición que asumir gestos y actitudes del cuerpo y del espíritu que facilitan el silencio, el recogimiento, la humilde aceptación de nuestra pobreza delante de la infinita grandeza y santidad de Aquél que nos sale al encuentro en las especies Eucarísticas, se vuelve coherente e indispensable. El modo mejor para expresar nuestro sentimiento de reverencia hacia el Señor Eucarístico era el de seguir el ejemplo de Pedro que, como nos cuenta el Evangelio, se arrojó de rodillas delante del Señor y dijo “Señor, apártate de mí, que soy un pecador” (Lc 5, 8).

*

Ahora bien, se nota que en algunas iglesias, tal práctica se hace cada vez más rara y los responsables no sólo imponen a los fieles recibir la Sagrada Eucaristía de pie, sino que incluso han sacado los reclinatorios obligando a los fieles a permanecer sentados o de pie, incluso durante la elevación de las especies Eucarísticas presentadas para la Adoración. Es extraño que tales procedimientos hayan sido adoptados en las diócesis, por los responsables de la liturgia, y en las iglesias por lo párrocos, sin la más mínima consulta a los fieles, aunque hoy se hable más que nunca, en ciertos ambientes, de democracia en la Iglesia.

*

Al mismo tiempo, hablando de la Comunión en la mano es necesario reconocer que se trata de una práctica introducida abusivamente y a prisas en algunos ambientes de la Iglesia inmediatamente después del Concilio, cambiando la secular práctica anterior y volviéndose enseguida una práctica regular para toda la Iglesia. Se justificaba tal cambio diciendo que reflejaba mejor el Evangelio o la práctica antigua de la Iglesia.

*

Es verdad que si se recibe en la lengua, se puede recibir también en la mano, siendo ambos órganos del cuerpo de igual dignidad. Algunos, para justificar tal práctica, se refieren a las palabras de Jesús: “Tomad y comed” (Mc 14,22; Mt 26,26). Cualesquiera sean las razones para sostener esta práctica, no podemos ignorar lo que sucede a nivel mundial en todas partes donde es adoptada. Este gesto contribuye a una gradual y creciente debilitación de la actitud de reverencia hacia las Sagradas Especies Eucarísticas. La praxis anterior en cambio preservaba mejor ese sentido de reverencia. A ella ha sucedido enseguida una alarmante falta de recogimiento y un espítiru general de distracción. Ahora se ven comulgantes que frecuentemente regresan a sus lugares como si nada de extraordinario hubiera ocurrido. Aún más distraídos se ven los niños y adolescentes. En muchos casos no se nota ese sentido de seriedad y silencio interior que deben señalar la presencia de Dios en el alma.

*

El Papa habla de la necesidad de no sólo entender el verdadero y profundo significado de la Eucaristía, sino también de celebrarla con dignidad y reverencia. Dice que hay que estar conscientes “de los gestos y de las posturas, como el arrodillarse en los momentos prominentes de la oración Eucarística” (Sacramentum Caritatis, 65).

*

Además de ello, hablando de la recepción de la Sagrada Comunión, invita a todos a “hacer lo posible para que el gesto en su simplicidad corresponda a su valor de encuentro personal con el Señor Jesucristo en el Sacramento” (Sacramentum Caritatis, 50).

*

En esta perspectiva es de apreciar el opúsculo escrito por S.E. Mons. Athanasius Schneider, Obispo Auxiliar de Karaganda en Kazaquistán, bajo el muy significativo título Dominus Est. [… En él] nos presenta un excursus histórico-teólogico que aclara cómo la práctica de recibir la Sagrada Comunión en la boca y de rodillas fue acogida y practicada por la Iglesia durante un largo período de tiempo.

*

Yo creo que ha llegado la hora de valorar bien la mencionada práctica y de revisar y, si fuera necesario, abandonar la práctica actual, que de hecho no fue indicada ni por la Sacrosanctum Concilium, ni por los Padres Conciliares, sino que fue aceptada después de su introducción abusiva en algunos Países. Ahora, hoy más que nunca, es necesario ayudar al fiel a renovar una viva fe en la presencia real de Cristo en las Especies Eucarísticas para reforzar así la vida de la Iglesia y defenderla en medio de las peligrosas distorsiones de fe que tal situación continúa creando.

*

La razones de tal medida deben ser no tanto académicas cuanto pastorales – espirituales como litúrgicas – es decir, aquellas que edifican mejor la fe. Mons. Schneider en este sentido muestra un encomiable coraje, pues ha sabido entender el significado de las palabras de San Pablo: “pero que todo sea para edificación” (1 Cor 14,26).

***

miércoles, 7 de mayo de 2008

San Bernardo: una miel que no se agota

Por Antonio

***

Hace algunos meses, revolviendo las estanterías, encontré, fuera de lugar, un volumen de los escritos de San Bernardo: Sermones de adviento y navidad. Lo abrí en cualquier parte y comencé a leer y a recordar que alguna vez había recorrido aquellas páginas. En esos momentos vino a mi cabeza un pensamiento. Estos sermones, me dije, los oyeron cristianos de hace más de ocho siglos, pronunciados de viva voz por Bernardo. ¿Cómo habrá sido aquello? Imaginé a ese hombre tremendo predicando a personas que no tenían idea de que les hablaba nada menos que el “doctor melifluo”. Y por un instante tuve el deseo de ser uno de ellos. Pero enseguida me percaté de algo que diluyó, en parte, ese deseo. El hecho de que esos sermones estuvieran en mis manos, indicaba que yo estaba siendo agraciado aún más que aquellos cristianos contemporáneos de Bernardo. Porque, a diferencia de ellos, puedo leerlos y releerlos tantas veces como necesite; puedo meditarlos consciente de que el que habla es el mismísimo doctor “boca de miel”; y lo más importante, puedo pedirle a él mismo que me consiga poder comprender lo que él comprendió, saborear lo que saboreó y, más aún, puedo rogarle su poderoso auxilio para llegar a donde él llegó.

*

Aparté, entonces, el librito, y comencé a leer uno a uno los sermones. Lo que aquí comparto con los lectores quiere ser una invitación a escuchar a San Bernardo, basándola en el valor que tienen su vida y su obra. Él es considerado como uno de los más grandes maestros de la espiritualidad católica. Fue el heredero de una riquísima tradición monacal, y uno de los últimos exponentes de aquella época en que la teología era, por sobre todo, un sapere, es decir, un saborear, un gustar afectivamente de las cosas divinas. Algunos dicen que fue “el último Padre de la Iglesia”; lo cierto es que en él confluyeron un profundo conocimiento patrístico y lo mejor de la tradición monástica.

*

Antes de seguir, es preciso hacer una aclaración. Es sabido que cualquiera que desee hoy realizar la valoración de cualquiera de los clásicos de la espiritualidad cristiana, ha de evitar dos peligros. Por un lado, el de sumarse a la enorme lista de aquellos que habiéndose beneficiado con la lectura de esas obras, se han dedicado, con toda justicia, a alabar sus excelencias. Y por otro lado, el riesgo de acercarse a unos escritos muy antiguos con nuestra mentalidad contemporánea, tan distinta, y terminar cediendo a la tentación de considerar esa obra como una hermosa reliquia del pasado. Aquí evitaremos ambos. Hecha la aclaración, comencemos con una breve ambientación histórica, y una vista rápida de los temas que se destacan en estos sermones.

*

De San Benito a la Orden de Cluny

Hacia el año 540, San Benito (480-547) escribió su famosa Regula Monasteriorum, que habría de tener una influencia decisiva en el futuro del monacato y la vida religiosa en Occidente. Por obra de San Benito de Aniano (750-821), la Regla benedictina fue imponiéndose en toda Europa, hasta que a principios del siglo X surgió la Orden de Cluny.

*

En el siglo XII, los cluniacenses contaban con alrededor de dos mil prioratos. Pero su enriquecimiento, y su gran poder temporal, hicieron que, poco a poco, la Orden fuera perdiendo su influencia espiritual. Al tiempo de iniciada la reforma de Cluny, los monasterios no sólo perdieron su autonomía, sino también el equilibrio de la liturgia, lectura sagrada, oración personal y trabajo que había dado a la vida benedictina su fuerza y simplicidad características.

*

La crisis del monacato cluniacense y el surgimiento de la Orden del Císter

El siglo XI, representó el apogeo de la Orden de Cluny. En este mismo siglo, los cluniacenses recibieron un duro golpe, aunque de modo indirecto: la Reforma Gregoriana. La Iglesia rompía con el sistema socio-religioso vigente desde hacía siglos, que le exigía una estrecha unión con el poder político (y los cluniacenses eran el fiel reflejo de aquella sociedad).

*

Se sumó también en aquellos que tenían ansias de una mayor perfección, todo un “movimiento de retorno al desierto”. Es bueno destacar que el monacato no necesitaba tanto una renovación moral como redefinir su puesto dentro del contexto social-eclesial cambiante surgido de la Reforma Gregoriana (aunque es cierto que los aspirantes a la vida monástica, ya no llamaban a las puertas de las espléndidas abadías cluniacenses, sino que empezaban a preferir otras formas ascéticas).

*

El Císter surge como una reforma expresamente querida. San Roberto de Molesme, cansado de todo lo que el monacato cluniacense tenía de ruidoso, quiso retornar al silencio, a la forma originaria de la Regla de San Benito. En 1071, se retiró a vivir con un grupo de eremitas en los bosques de Collan. Este primer intento resultó fallido. Se les sumaron tantos hombres, que pronto perdieron el control de la disciplina. En muy poco tiempo, el estilo de vida se hizo muy similar al de las abadías cluniacenses. Esto no debe resultar extraño. La Orden de Cluny llevaba dos siglos de casi completa hegemonía, y la idea de vida monástica de los hombres de esa época, era la de la vida en las abadías cluniacenses. San Roberto retornó a Molesme. En 1090, volvió a salir de la abadía para vivir con un grupo de anacoretas en el desierto de Aux. Tres años después volvieron a Molesme. Todo esto demuestra la enorme dificultad que existe para llevar a cabo una reforma de costumbres.

*

Ya en 1098, San Roberto junto con San Esteban Harding, San Alberico y una veintena más de monjes, dejando nuevamente la abadía de Molesme, fundaron un monasterio en Citeaux (Císter). Es correcto afirmar que el Císter se halla más en la línea de aquel monacato pre-benedictino al que la misma Regla de San Benito se mantiene aferrada cuando en su capítulo primero deja la puerta abierta al anacoretismo de los monjes.

*

La nueva fundación planteó todo un problema jurídico. La salida de San Roberto se interpretó como una verdadera apostasía de la estabilidad monástica benedictina. Los monjes de Molesme llevaron el asunto ante la Santa Sede. Se obligó a San Roberto a regresar. Pero los demás recibieron el permiso para quedarse en Citeaux. San Roberto regresó, y ejerció el cargo de abad hasta su muerte en 1111. San Alberico sucedió a San Roberto como abad del Císter. A su muerte lo sucedió San Esteban Harding.

*

San Bernardo ingresó a la nueva orden entre 1112 y 1113. Para la muerte de San Bernardo (1153), la orden contaba con 343 abadías. Un crecimiento realmente extraordinario. El espíritu originario del Císter, pretendía estar centrado en la contemplación y en la soledad. Con San Bernardo, se dio una apertura de la Orden hacia la participación activa en los asuntos públicos de la Iglesia y el Estado. Pero, si bien es cierto que la actividad y la espiritualidad de San Bernardo no se deben identificar con la actividad y la espiritualidad del Císter, sin embargo su influencia en ambas es bien patente.

*

San Bernardo de Claraval

Nacido en Borgoña (Francia) el año 1090, fue el tercero de siete hermanos: Los beatos Guido (el mayor), Gerardo (el hombre de un solo ideal), Humbelina (la compañera en el servicio del Amor), Andrés (el hombre que cuida la puerta), Bartolomé (el cándido) y Nivardo (el pobre joven rico).

*

Sus biógrafos refieren un hecho acontecido en una noche de Navidad. Mientras San Bernardo estaba en la Iglesia para asistir a maitines, se quedó dormido. Entonces se le apareció el Niño Jesús, “Hermosísimo por sobre todo lo que se puede decir, y recreando su alma con una suavidad inefable” (los datos biográficos están tomados de “Vida de San Bernardo” del P. Pedro de Ribadeneira). Desde entonces, se dedicó a la contemplación, y fue muy devoto del Misterio del Nacimiento del Señor, contemplación y devoción que volcó magníficamente en sus Sermones de Adviento y Navidad.

*

A los 23 años, entró al monasterio del Císter, junto con sus hermanos Bartolomé, Andrés, Guido y Gerardo. Nivardo ingresó unos años después - cuando Bernardo ya era Abad de Claraval - junto con su tío Viderico, y con otros treinta hombres.

*

Son famosas las palabras que a sí mismo se dirigía para llamarse constantemente a la búsqueda de una mayor perfección: “Bernardo, Bernardo, ¿a qué viniste a la religión?”.

*

Poco después de su ingreso en la Orden, en 1115, San Esteban Harding lo envió a edificar un monasterio en Claraval. Una vez establecido como abad, desearía permanecer allí hasta el final de su vida. Pero la Providencia Divina tenía otros planes para con él. Debido a la fama de santidad de la que gozaba, el año 1130 fue llamado a participar en el Concilio de Etampes, que trató el cisma del antipapa Anacleto. Fue allí donde volcó a toda Francia en favor del verdadero Papa, Inocencio II. De allí pasó a Inglaterra, donde convenció al rey Enrique. Por último, hizo lo mismo con el conde Guillermo de Gascuña. En el año 1138 San Bernardo fue a Milán, que todavía estaba desunida del verdadero Pontífice, y logró “reducirla a la obediencia”. Volvió a Claraval, pero poco después tuvo que ir nuevamente a Roma. Terminó el cisma de Anacleto, pero no las preocupaciones del Santo. En 1140 participó en el Concilio de Sens que condenó la obra de Pedro Abelardo. En 1147, participó en el Concilio de Reims, que trató sobre los escritos sobre la Trinidad de Gilberto Porretano. También evitó la guerra entre los ciudadanos de Metz y los príncipes comarcanos. Intervino como predicador en la segunda cruzada a Oriente (1147-1149).

*

Enfermó gravemente, y rodeado de obispos, abades y monjes, murió el año 1153. “Tenía en su rostro una gracia maravillosa y apacible, más de espíritu que de carne; en los ojos resplandecía una pureza angélica y una simplicidad de paloma”.

*

Fue canonizado el 18 de enero de 1174 por el Papa Alejandro III, y proclamado “Doctor de la Iglesia” por Pío VIII, el 20 de agosto de 1830.

*

La espiritualidad cisterciense

La Orden del Císter era conciente de ser la heredera de una rica tradición. Sus grandes figuras redescubrieron el doble dinamismo del ejercicio de la “meditación”, resultado de una “fuerza inmanente”, procedente del hombre mismo, incapaz de lograr por sí solo sus objetivos, y otra “trascendente” que procede del Dios Misericordioso que busca al hombre (P. Juan de la Torre OCSO). Es fundamental tener esto en cuenta al acercarnos a los escritos de San Bernardo, y de un modo especial a sus Sermones de Adviento y Navidad.

*

La espiritualidad cisterciense puede considerarse como una búsqueda de Dios a través de Su Palabra. Esta búsqueda está “sancionada” por la profesión monástica, y está facilitada por un medio ambiente adecuado. El “lugar” es el claustro. Pero este no es el lugar exclusivo del ejercicio de la meditación: incluso en las horas de trabajo, continúa la “rumia” de los Salmos. El “tiempo” es la vida misma. La meditación llena toda la jornada monástica. Todo concurre a un conocimiento de memoria de toda la Escritura. La exégesis monástica es una exégesis de reminiscencia.

*

En los Sermones, se percibe a simple vista el enorme conocimiento que San Bernardo tenía de los textos bíblicos. Las citas son permanentes, tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Se explica un versículo por otro, se establecen paralelos, y el monje se va convirtiendo en una especie de concordancia viviente, de biblioteca ambulante. O en palabras de un contemporáneo de San Bernardo:

“Las Santas Escrituras han de leerse con el mismo Espíritu con que fueron escritas… Por eso, en la lectura diaria, se ha de procurar que quede algo siempre en el fondo de la memoria para que sea rumiado con frecuencia… Cuando se leen las Escrituras, siempre se ha de tener presente que el principio de la sabiduría es el Temor del Señor: así, ahincándose sólidamente en él la intención del lector, de él dimana y se armoniza la inteligencia y el sentido de toda la lectura” (“Carta de Oro”, Guillermo de Saint Thierry)

*

La actitud del monje se reduce a crear en su interior una capacidad de “resonancia”. El objetivo de esta experiencia no es “algo”, sino Alguien. Todo apunta al conocimiento de Cristo. En Él se realiza la maravillosa concordia de los dos Testamentos en perfecta unidad.

“Veis, hermanos, cuán una son las Escrituras y cómo, con el mismo sentido y casi con las mismas palabras hablan de la Bienaventuranza de las alma” (Sermón “En la Fiesta de Todos los Santos”, 2, 4)

*

La meditación marca al mismo tiempo un largo proceso de interiorización y de ascensión durante toda una vida. El punto culmen de la espiral es la “experiencia”, de suyo inenarrable. Se trata de un desbordamiento que tiende a comunicarse. Dios hace resonar con tal fuerza Su Palabra en el interior de estos hombres predilectos, que les provoca la “eructatio”, expresión escrita de esa Palabra inspirada. Los cistercienses comprenden que para alcanzar la experiencia en la Palabra hay que reemprender en ascensión por la “meditatio” el camino descendente de la “eructatio” de los Autores Sagrados.

*

La obra de San Bernardo

San Bernardo fue el hombre del siglo XII, como San Agustín lo fue del siglo V y Santo Tomás del XIII. Su enorme actividad fue externa e interna. Sobre las incontables facetas de su obra externa ya hemos hablado algo en la pequeña reseña de su vida: renovador del Císter, reformador de la sociedad laica y religiosa, defensor del Papado, pacificador de discordias, obrador de milagros, etc.

*

Aquí voy a referirme brevemente a su obra “interna”, aquella que luego fue volcada o “eructada” en sus escritos. Obra “interna”, porque los escritos de San Bernardo son inseparables de la “obra” de su propia santificación. Mientras haya mundo, San Bernardo continuará trabajando, seguirá viviendo vida de acción mediante sus escritos.

*

La mayor parte de los escritos de San Bernardo son de ocasión y momentáneos. Sólo el Tratado “De Laudibus Virginia Matris” (“Sobre las Excelencias de la Virgen Madre”) fue compuesto con el único fin de saciar su devoción a la Santísima Virgen.

“Aunque me impelía la devoción a tomar la pluma, las muchas ocupaciones me lo estorbaban. Sin embargo, ya que impedido por mis achaques, no puedo al presente seguir con mis ejercicios monásticos, este poquito de ocio que, aunque sea quitándolo del sueño, me dejan tomar por las noches, no quisiera pasarlo ociosamente… Quiero pues […] escribir las excelencias de la Virgen Madre, sobre la lección del Evangelio de San Lucas en que se contiene la historia de la Anunciación del Señor ”.

*

La obra de San Bernardo puede dividirse en tres partes:

  • Sus “Sermones”, que constituyen cerca de la mitad de su producción literaria. Son los menos “pensados” o “trabajados”, por lo que son lo más espontáneo y la expresión más justa de su sentir. Aunque llevan consigo los defectos de toda obra improvisada, son un auténtico reflejo del sentir de San Bernardo. Es bueno destacar que se puede hablar de improvisación hasta cierto punto. Los “Sermones de tiempo” -y en particular los de Adviento y Navidad- forman un maravilloso orden, y reflejan muchas de las preocupaciones del Santo.
  • Sus “Cartas” alcanzan la cifra de más de 450 auténticas. Constituyen una cuarta parte de su producción literaria y aportan mucho al conocimiento de su obra “externa”. También son espontáneas y de ocasión, reflejan su alma enamorada de la Santa Madre Iglesia.
  • Finalmente, una tercera parte la constituyen sus “Tratados ascéticos y dogmáticos”, entre los que se destaca el “Tratado sobre la Consideración” (“De Consideratione”) dirigido al Papa Eugenio III (1145-1153).

*

Es indudable que la obra literaria de San Bernardo tiene un valor grande y perenne, ante todo por su doctrina. La Iglesia lo considera Doctor. Ya desde el principio del siglo XV se lo conoce como “Melifluo”, apelativo que recogerá Pío XII en su Encíclica con ocasión del octavo centenario de la muerte del Santo. Con este calificativo se quiso destacar la “unción, piedad, suavidad, dulzura” de la doctrina bernardina.

*

Las grandes fuentes de su doctrina fueron las Sagradas Escrituras y la Tradición. Amaba la Biblia, porque amaba profundamente a Dios y tenía sed de Su Palabra. Sin duda el libro que más llenaba sus aspiraciones era el Cantar de los Cantares. Pero en sus obras, prácticamente no queda ningún Libro Sagrado que no haya citado. El más citado, como no puede ser de otra manera en un monje, es el Salterio.

*

En cuanto a la Tradición, San Bernardo es discípulo de la Escuela de San Víctor. En su época, esta corriente mística y fiel a los Santos Padres, tuvo duros enfrentamientos con otra corriente que, encarnada en Pedro Abelardo, tenía tendencias heréticas. De ella, con el tiempo, y purificada de sus errores, surgiría la Escolástica.

“Estos [los Apóstoles] son nuestros Maestros… ¿Qué nos enseñaron o qué nos enseñan los Apóstoles Santos? No […] a leer a Platón, no a manejar las sutilezas de Aristóteles, no a aprender siempre y nunca llegar a la ciencia de la Verdad” (Sermón “En la Fiesta de los Apóstoles San Pedro y San Pablo”).

*

En sus escritos, siguió las huellas de los Santos Padres. Jamás buscó ser original. Incluso, con ocasión de las Homilías sobre la Virgen María, se excusa de haber emprendido una obra ya realizada por aquellos de los que sentía una gran admiración:

“He expuesto la lección del Evangelio como he podido y […] sé que reprenderán mi trabajo por superfluo o me juzgarán presumido; porque, después que los Padres han explicado plenísimamente este asunto, me he atrevido yo, como nuevo expositor, a poner mi mano en lo mismo. Pero si he dicho algo después de los Padres que, sin embargo, no es contrario a los Padres, ni a los Padres ni a otro alguno juzgo que debe desagradar” (“Homilías sobre las Excelencias de la Virgen Madre”, 4).

*

Es fiel discípulo de San Ambrosio y San Agustín . La influencia de ambos es notoria en sus cuatro Homilías sobre la Virgen Madre, que contienen citas textuales de los comentarios de estos Santos al mismo texto de San Lucas. En moral, su autor favorito es San Gregorio Magno. También son de notar en sus escritos la influencia de Casiodoro (sobre todo de su “Comentario a los Salmos”), Orígenes, San Atanasio y San Beda el Venerable.

*

Por sobre todos ellos, destaca, como no puede ser de otra forma, la influencia de San Benito y la Regla. En su corazón, la Regla de San Benito tuvo siempre un lugar de preeminencia muy junto a la Sagrada Escritura. ¿No era también un libro inspirado? Así lo creyó. Esta influencia de la Regla de San Benito se descubre en todos sus escritos, pero principalmente en el tratado “Sobre los grados de la humildad y la soberbia”, donde explana de una manera originalísima la doctrina expuesta por el Santo Patriarca en el capítulo séptimo.

*

Su originalidad, pues, no ha de buscarse en los campos de la dogmática o de la moral, sino en el campo de la mística. San Bernardo nos ha dejado en sus escritos una suma de espiritualidad. Fue el fundador e impulsor principal de una escuela de la ciencia mística. No escribió una obra sistemática sobre el tema. Pero puede hablarse de un “esquema de la ascesis bernardina”. Bernardo habla de cuatro “estados” en nuestro caminar hacia el amor:

  • El amor carnal.
  • El amor egoísta o interesado.
  • El amor de Dios desinteresado.
  • El amor de Dios puro.

*

Tratando sobre este último “estado”, San Bernardo habla de la “unión mística” (amar a Dios no ya por nosotros, sino tan sólo por Él, con un amor desinteresado de complacencia, “como de esposa”). Esta “ascensión” es penosa a nuestra naturaleza: es un camino “sembrado de cruces”. En los escritos de San Bernardo, se pueden ver cuáles son los “medios” para alcanzar esta unión:

  • La Gracia.
  • La Devoción a la Humanidad de Cristo.
  • La Devoción a María.
  • La Devoción a los Santos.
  • La Humildad.
  • La Meditación y la Oración.
  • La Penitencia.

*

Sobre todos estos temas vuelve una y otra vez en los “Sermones de Adviento y Navidad”. Su mismo punto de partida es la devoción a la Humanidad del Salvador, y son ocasión para hablar de la humildad y la penitencia. Otro tanto puede decirse de las “Homilías sobre las Excelencias de la Virgen Madre”. Vayamos ahora al análisis de los sermones mismos.

*

Los “Sermones de Adviento y Navidad” y las “Homilías sobre las Excelencias de la Virgen Madre”

Su Contenido

La obra puede dividirse en cuatro grandes partes:

· Los Sermones “En el Adviento del Señor”.

· Las Homilías “Sobre las Excelencias de la Virgen Madre”.

· Los Sermones “En la Vigilia de la Natividad del Señor”.

· Los Sermones “En la Natividad del Señor”.

*

Los Sermones de Adviento son siete. El primero considera “seis circunstancias del Adviento”, a saber: “Quién viene”, “de dónde viene”, “adónde viene”, “a qué viene”, “cuándo viene” y “por dónde viene”. El segundo versa sobre el texto de Is 7, 11: “Pide al Señor tu Dios que te haga ver un prodigio o de lo profundo del cielo, o de lo más alto del Cielo”. En el tercero trata de tres Advientos del Señor: “a los hombres”, “en los hombres” y “contra los hombres”, y de siete columnas: reverencia, obediencia, consejo, auxilio, guarda, disciplina, reconocimiento de los pecados. El cuarto versa sobre dos Advientos del Señor: Encarnación y Parusía, y sobre las virtudes. En el quinto considera el Adviento intermedio del Señor: oculto, en el corazón, como Alimento. En el sexto trata sobre la Resurrección de la Carne. Y en el último, el séptimo, considera las tres utilidades del Adviento del Señor: consejo, auxilio, amparo.

*

Las cuatro Homilías sobre la Virgen María recorren el texto de la Anunciación en el Evangelio de San Lucas (Lc 1, 26-38). En la primera destaca el prodigio de la admirable Fecundidad de María unida a su Virginidad. La segunda, que destaca la Pureza y Fortaleza de la Madre del Señor, contiene la famosa oración de San Bernardo a María, Estrella del Mar. En la tercera homilía destaca la Obediencia de la Virgen. Y en la cuarta, el centro lo ocupa la virtud de la Humildad.

*

Los Sermones de la Vigilia de Navidad son seis. El primero es una meditación sobre las palabras: “Jesucristo, Hijo de Dios, nace en Belén de Judá”. En el segundo, trata sobre el texto de 2Cr 20, 17: “¡Oh, Judá y Jerusalén!, no temáis; mañana saldréis y el Señor estará con vosotros!”. En el tercero, medita sobre las palabras de Éx 16, 7: “Hoy sabréis que viene el Señor y mañana veréis Su Gloria”. El cuarto versa sobre el misterio de la “Generación Casta” y el “Parto sin dolor”. En el quinto habla de la santificación y preparación necesarias para ver la Gloria del Señor. Y en el sexto retoma lo que había iniciado en el primero de esta serie de sermones, poniendo el acento principalmente en la virtud de la Fe.

*

Los Sermones de Navidad, finalmente, son otros cinco. En el primero, habla de “las cuatro fuentes” que riegan el Paraíso, y que el Señor nos trajo con Su Venida: Misericordia, Sabiduría, Devoción y Caridad. El segundo es una meditación sobre “las tres principales Obras de Dios”: la Creación, la Redención y la futura Glorificación. El sermón tercero trata de distintas circunstancias del Nacimiento del Señor: Nace en invierno, de noche, en un establo – todo para enseñarnos la Humildad. En el cuarto habla de la Continencia y la Justicia, junto con la Humildad. En el quinto y último sermón, reflexiona sobre las palabras de San Pablo a los Corintios en 2Co 1, 3-4: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de Misericordias y Dios de todo consuelo, que nos consuela en todas nuestras tribulaciones”.

*

Los temas fundamentales

Los temas tratados en estos Sermones y Homilías son muchísimos. Prácticamente, San Bernardo no deja virtud alguna sin considerar. Trata asimismo de muchos de los misterios de la fe cristiana, siempre con una precisión teológica admirable.

*

¿Hay alguna virtud que San Bernardo resalte especialmente? Para responder a esta pregunta, es conveniente delimitar, en lo posible cuál es el “misterio” en el que centra su atención, cosa no fácil, dada la tendencia del Santo a abarcar muchos temas distintos sin un orden del todo claro. Antes que nada, es de notar el enorme respeto que San Bernardo tiene hacia el misterio. Nunca pretende explicarlo todo, reconociendo que hay cosas que no conocen siquiera los mismos Ángeles:

“¿Qué quiere decir ‘y la Virtud del Altísimo te cubrirá con Su Sombra’? El que lo pueda entender, lo entienda. Porque ¿quién, exceptuada acaso la que sola mereció experimentar en sí esto felicísimamente, podrá percibir con el entendimiento, discernir con la razón, de qué modo aquel esplendor inaccesible del Verbo Eterno se infundió en las virginales entrañas…?”. (Homilías sobre las Excelencias de la Virgen Madre”, 4, 4)

*

“Misterio” no es solamente lo que Dios ha obrado en la Virgen María y en Sus Santos. Es también “misterio” lo que Dios obra en cada uno de nosotros:

“El ojo no vio, el oído no oyó, ni subió al corazón del hombre lo que has preparado, ¡oh, Dios!, para los que Te aman. Luz es inaccesible, paz es que excede toda inteligencia, fuente es que no sabe el ascenso sino el descenso… La paz que excede a toda inteligencia, ni por ellos mismos se podía concebir qué grande era, lejos de poder anunciar a oídos de otros”. (Sermón “En la Vigilia de Navidad”, 4, 8)

*

En los Sermones de Adviento y Navidad, como no puede ser de otra forma, el Misterio es la Encarnación y el Nacimiento del Señor. Aquí es conveniente tener en cuenta lo dicho anteriormente sobre los “medios” para alcanzar la “unión mística” con Dios, en especial la “devoción a la Humanidad del Salvador”. Para San Bernardo, ningún “misterio” de la Vida de Cristo puede considerarse aislado del resto. Esto es del todo claro en sus Sermones de Navidad, cuando medita, junto con el Misterio del Nacimiento de Jesús, el Acontecimiento de Su Dolorosa Pasión. Cristo vino… para redimirnos. La Pasión es el cumplimiento de aquello por lo cual Él vino a este mundo:

“Pero ¿cómo ha sido que cuando estábamos hablando de los Misterios del Nacimiento nos hemos pasado repentinamente a contemplar los Sacramentos de la Pasión del Señor? Con todo eso no es maravilla que busquemos en la Pasión lo que trajo Cristo en Su Nacimiento, puesto que entonces fue cuando, rasgado el saco, derramó el dinero que estaba escondido para precio de nuestra Redención”. (Sermón “En el Día de Navidad”, 1, 8)

*

El punto mismo de partida de sus reflexiones es la Humanidad de Cristo. De esto saca sus enseñanzas sobre un sinnúmero de virtudes: la humildad, la obediencia, la disciplina, el reconocimiento de los pecados, la misericordia, la sabiduría, la devoción, la caridad, etc. Destacan, sin duda, las dos primeras. Prácticamente no hay sermón en el que San Bernardo no recomiende a sus monjes la obediencia, la humildad, o bien ambas a la vez.

*

Siguiendo una larga tradición comenzada en las mismas Sagradas Escrituras y continuada por muchos Padres de la Iglesia, San Bernardo considera a la “soberbia” del demonio como la causa de su caída. En cuanto al hombre, la pérdida de la comunión con Dios fue causa de su “desobediencia”. Exhortando a sus monjes a la práctica de la humildad y la obediencia, apunta a la misma raíz del pecado.

“Dios resiste a los soberbios y da la gracia a los humildes. Bien ves cómo te recomienda Dios la humildad en Su Nacimiento; pues en él se abatió a Sí Mismo, tomando la forma de Siervo y siendo reconocido Hombre en todo lo que se vio en su exterior”. (Sermón “En la Vigilia de Navidad”, 4, 6)

*

La Humildad de Cristo tiene que servir de “modelo” y de “ejemplo” a imitar para los hombres. Pero no se trata tan sólo de una mera imitación exterior sino que estamos llamados a “participar” de la Humildad de Aquel que “venció al Soberbio”.

*

Nadie como la Virgen María en esto de la “imitación” y la “participación” en la Humildad de Jesucristo. En las Homilías sobre las “Excelencias” de María, la virtud de la humildad tiene un lugar del todo especial. Una a una compara entre sí las virtudes que hacen a la Virgen “excelente”. Pero la Virginidad, la Fecundidad, la Pureza, la Fortaleza, y todas las demás “excelencias” de María palidecen ante su obediencia y humildad. A estas dos virtudes dedica entera la tercera homilía. Y ya en la primera de ellas, dice lo siguiente:

“Aprende, hombre, a obedecer; aprende, tierra, a sujetarte; aprende, polvo, a observar la voluntad del superior. De tu Autor habla el Evangelista y dice: ‘Y estaba sujeto a ellos’; sin duda a María y a José. Avergüénzate, soberbia ceniza: Dios Se humilla, ¿y tú te ensalzas? Dios Se sujeta a los hombres, ¿y tú, anhelando dominar a los hombres te prefieres a tu Autor?” . (“Homilías sobre las Excelencias de la Virgen Madre”, 1, 8)

*

San Bernardo fue un enemigo acérrimo de la honra de este mundo. Hemos visto cómo, a pesar de haber intervenido favorablemente en los asuntos más complicados de la Iglesia de su tiempo, jamás quiso aceptar los honores de los príncipes y de los pueblos. En el año 1139, fue elegido unánimemente como arzobispo de Reims. Sería la quinta vez que rechazara el puesto episcopal. Nuevamente el modelo de esta actitud es para él la Santísima Virgen María:

“He aquí, dice, ‘la Esclava del Señor’. ¿Qué humildad es ésta tan alta que no se deja vencer de las honras ni se engrandece en la gloria? Es Escogida por Madre de Dios, y se da el nombre de ‘esclava’… No es cosa grande ser humilde en el abatimiento, pero es muy grande y muy rara ser humilde en el honor. Y […] yo, hombre miserable y de ningún mérito, si me eleva la Iglesia, engañada de mis disimulos, a algún honor […] me olvido al momento de quién he sido…”. (“Homilías sobre las Excelencias de la Virgen Madre”, 4, 9)

*

La devoción a la Humanidad de Jesús, la devoción a María, la práctica de la humildad, todo al servicio del único anhelo del Santo: la unión mística con Cristo, el Esposo, el Amado.

*

Sobre estos temas escribe en los Sermones de Adviento y Navidad. También vuelve sobre ellos en las Homilías sobre María. Y estos mismos temas reaparecen una y otra vez en cada una de sus obras, sobre todo en su Comentario al Cantar de los Cantares.

*

Además de los medios ya mencionados, San Bernardo no olvida recomendar a sus monjes la penitencia:

“Anímate, pues, a la penitencia, y encienda en ti más vehementes deseos la concebida esperanza de la salud… ¡…cuántos sabios en aquella Hora descansaban en blandas camas, y ninguno de ellos fue tenido por digno de ver la nueva Luz, de saber la noticia de tanto gozo, de oír cantar a los Ángeles: ‘Gloria sea a Dios en las alturas’! Reconozcan cuánto agrada a los Celestiales Ciudadanos el trabajo, cuyo fin es el bien espiritual, puesto que aún a los que trabajan por el alimento del cuerpo y obligados por su necesidad se dignan favorecer con sus palabras, y palabras tan dichosas”. (Sermón “En el Día de Navidad”, 3, 5)

*

Conviene, más que nunca en este momento, recordar esa gracia que San Bernardo tuvo de pequeño, en una Noche de Navidad y que, al decir de sus biógrafos, lo introdujo en la contemplación.

*

Finalmente, voy a citar un párrafo que muestra bien por qué la historia y la Tradición de la Iglesia han considerado ya desde antiguo a San Bernardo como el Doctor Melifluo, es decir, “dulce como la miel”. Un texto que muestra, además, que la “precisión teológica” nunca va en desmedro de la verdadera espiritualidad. Un texto que, por último, tiene una vigencia enorme para la espiritualidad católica actual, una de cuyas vertientes principales es la devoción a la Divina Misericordia:

“Le reverenciamos, pues, nosotros en el pesebre, Le reverenciamos en la Cruz, Le reverenciamos en el Sepulcro. Devotamente Le recibimos ‘delicado’ por nosotros, ‘ensangrentado’ por nosotros; Le reverenciamos ‘sepultado’ por nosotros. Adoramos devotamente con los Magos y abrazamos devotamente con el Santo Simeón la Infancia del Salvador, recibiendo Su Misericordia en medio de Su Templo, pues Él Mismo es de Quien leemos: ‘La Misericordia de Dios permanece por toda la eternidad’ (Sal 102, 16). Porque ¿qué hay de coeterno al Padre sino el Hijo y el Espíritu Santo? Y así el Uno como el Otro, no tanto son Misericordiosos cuanto la Misma Misericordia. Igualmente el Padre es Misericordia, y estos Tres no son sino una sola Misericordia, así como son una sola Esencia, una sola Sabiduría, una sola Divinidad, una sola Majestad… ¡Qué bien se llama Padre de Misericordias, pues es propio de Él tener siempre Misericordia y perdonar”. (Sermón “En el Día de Navidad”, 4, 2)

*

Para concluir

El hombre del siglo XXI es distinto del hombre del siglo XII en muchísimos aspectos. Entre San Bernardo y nuestros días, nos separan mucho más que “nueve siglos”. Pero existe, sin duda, un punto de contacto. El hombre de hoy, como el de ayer, es un ser “deseoso” de Dios, una criatura que aspira a una más íntima unión con Él. San Bernardo ardió en este “deseo de Dios”, y nos legó el testimonio de su búsqueda en sus escritos.

*

De entre los medios para alcanzar la unión con Dios, los Sermones de Adviento y Navidad resaltan principalmente la devoción a la Humanidad de Jesucristo. San Bernardo suspira por el Dios Verdadero. Y se acerca hasta Él por medio de Su Hijo hecho Hombre.

*

En esta época en la que los “reduccionismos” cristológicos han hecho -y continúan haciendo- tanto daño, la búsqueda de San Bernardo tiene una vigencia extraordinaria. Para el Santo de Claraval, no hay distinción entre un “Jesús histórico” y un “Cristo de la fe”. Jesucristo, el Verbo hecho carne en María, la Virgen, es el Señor de la historia. Y tanto como lo era de la historia del agitadísimo siglo XII, lo es también de nuestra historia y de nuestro siglo.

*

San Bernardo es un teólogo. Sus fuentes son las Sagradas Escrituras y la Tradición. De este “gran libro” de la Revelación extrae sus meditaciones, siempre con el fin de edificar, y edificarse. Su búsqueda primordial en las Escrituras no es la de un “conocimiento” sino la de un “alimento”.

*

San Bernardo tiene un enorme respeto por la Obra Inefable de Dios. En algunos pasajes de sus obras parece como si pudiera “explicarlo todo”. Así lo vemos extrayendo significados de la etimología de los nombres bíblicos, o penetrando en los motivos de la Encarnación y Pasión de Cristo. Pero se cuida mucho del peligro del racionalismo. El Misterio permanece “Misterio”, y sólo nos podemos acercar a él con la virtud de la humildad.

*

La exégesis moderna ha superado ampliamente a las obras escriturísticas de San Bernardo. Pero, ¡cuán pocos predican hoy como él! De a poco se va imponiendo actualmente un acercamiento a la Escritura de tipo sincrónico, buscando más el sentido del texto en su versión final. El sentido de la unidad de la Escritura -fruto, sin duda, de la contemplación de la Unidad de Jesucristo- está presente en San Bernardo, y le permite explicar un texto a partir de otros, y leer a Cristo en cada página sagrada.

*

Así, sus Sermones tienen una fuerza especial: ya sea que hable de temas tan distintos como las virtudes en particular, las “Excelencias” de María, o la cercanía del Juicio, todo brota de Cristo y a Él tiende, todo tiene en Él su centro, su unidad, y su “clave hermenéutica”.

*

Todo el Magisterio contemporáneo gira en torno a la centralidad de Jesucristo. Es bien sabido que de los monofisismos cristológicos brotan los monofisismos eclesiológicos, y de estos últimos brotan los monofisismos espirituales y pastorales.

*

San Bernardo nos señala a Jesucristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre. Nos enseña que sólo a través de Él podremos llegar a la unión con Dios, anhelo de todos los hombres y mujeres de todas las épocas. Nos enseña que Él es el Señor de la historia. Que Él es nuestro Alimento.

*

No sería justo terminar sin una última cita de San Bernardo. He hablado antes del cristocentrismo de San Bernardo. Ahora bien, el autor de los “Sermones” insiste también en señalarnos una ayuda para nuestra búsqueda personal de Cristo, y nos lo dice así:

“¡Oh!, cualquiera que seas el que en la impetuosa corriente de este siglo te miras, mas antes fluctuar entre borrascas y tempestades, que andar por la tierra, no apartes los ojos del resplandor de esta Estrella, si quieres no ser oprimido de las borrascas. Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, mira a la Estrella, llama a María. Si eres agitado de las ondas de la soberbia, si de la detracción, si de la ambición, si de la emulación, mira a la Estrella, llama a María. Si la ira, o la avaricia, o el deleite carnal impele violentamente la navecilla de tu alma, mira a María. Si, turbado a la memoria de tus crímenes, confuso a vista de la fealdad de tu conciencia, aterrado a la idea del horror del Juicio, comienzas a ser sumido en la sima sin suelo de la tristeza, en el abismo de la desesperación, piensa en María. En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si la ruegas, no te perderás si en ella piensas. Si ella te tiene de su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; y llegarás felizmente al puerto si ella te ampara; y así, en ti mismo experimentarás con cuánta razón se dijo: «Y el nombre de la Virgen era María»”.

***

lunes, 5 de mayo de 2008

Leonardo Castellani: Para Sören, Jauja

 

*
Leonardo_Castellani 

*

El año cincuenta – y, antes del 60 (no recuerdo la fecha) – acabé de leer meditadamente el gran tratado de Kirkegord “Posdata definitiva no científica a las Nonadas Filosóficas”, después de haber leído otras obras menores para alcanzar su comprensión. El libro me fascinó (o más elegante me impactó) de tal modo que ese mismo día escribí el poema kierkegordiano Jauja, el mejor de los míos (esto quizá no sea decir mucho) con una facilidad no ordinaria, como si alguien me lo dictase.

*

Uso allí la alegoría de un viaje arriscado por mar a una de las Islas Afortunadas para corporizar el “Itinerarium Mentis” del místico danés; como Fray Juan de Yepes usó la de una subida a la montaña, Santa Teresa el ingreso a la cámara más íntima de un palacio, el Inglés Bunyan el de un viaje a pie plagado de obstáculos y peripecias alegóricas; y así otros poetas místicos.

*

La escrición del poema, que va aquí en apéndice, me dejó la impresión de que el danés me había ayudado, como se lo pedí, lo cual significaba que se había salvado y estaba con Dios, lo cual se puede tener por superstición (y Uds. caros lectores pueden tenerlo) pero en mí es convicción soberana.

El poema comienza:

*

*

JAUJA

*

Yo salí de mis puertos tres esquifes a vela

Y a remo a la procura de la Isla Afortunada

Que son trescientas islas, mas la flor de canela

De todas es la incógnita que denominan Jauja

Hirsuta, impervia al paso de toda carabela

La cedió el Rey de Rodas a su primo el de León

Solo se aborda al precio de naufragio y procela

Y no la hallaron Vasco de Gama ni Colón.

*

Rompí todas mis cosas implacable exterminio

Mi jardín con sus ramos de cedrón y de arauja

Mis libros de Estrabonio de Plutarco y de Plinio

Y dije que iba a América, no dije que iba a Jauja.

Pinté verdes los cascos y los remos de minio

Y las vela como alas de halcón y de ilusión

Quedé sin rey ni patria, refugio ni dominio

Mi madre y su pañuelo llorando en el balcón.

*

Muchas veces la he visto, diferentes facciones,

Diferentes lugares, siempre la misma Jauja

Sus árboles, sus frondas floridas, sus peñones

Sus casas, maderamen del más perito atauja.

Su señuelo hechicero de aromas y canciones

Enfervecía el cielo de mi tripulación,

Mas desaparecían sus mágicas visiones

Apenas la ardua proa tocaba el malecón.

*

La he visto entre las brumas, la he visto en lontananza

A la luz de la luna y al sol de mediodía

Con sus ropas de novia de ensueño y esperanza

Y su cuerpo de engaño decepción y folia.

Esfuerzo de mil años de huracán y bonanza

Empresa irrevocable pues no hay volver atrás

La isla prometida que hechiza y que descansa

Cederá a mis conatos cuando no pueda más.

*

Surqué rabiosas aguas de mares ignorados

Cabalgué sobre olas de violencia inaudita

Sobre mil brazas de agua con cascos escorados

Recorrí la traidora pampa que el sol limita.

Desde el cabo de Hatteras al golfo de Mogados

Dejando atrás la isla que habitó Robinson

Con buena cara al tiempo malo y trucos osados

Al hambre y los motines de la tripulación.

*

Me decían los hombres serios de mi aldehuela

“Si eso fuera seguro con su prueba segura

También me arriesgaría, yo me hiciera a la vela

Pero arriesgarlo todo sin saber es locura...”

Pero arriesgarlo todo justamente es el modo

Pues Jauja significa la decisión total

Y es el riesgo absoluto, y el arriesgarlo todo,

Es la fórmula única para hacerla real.

*

Si estuviera en el mapa y estuviera a la vista

Con correos y viajes de idea y vuelta y recreo

Eso sería negocio, ya no fuera conquista

Y no sería Jauja sino Montevideo.

Dar dos recibir cuatro, cosa es de petardista,

Jauja no es una playa-Hawaii o Miramar.

No la hizo un matemático sino el Gran Novelista

Ni es hecha sino para marineros de mar.

*

Las gentes de los puertos donde iba a bastimento

Risueñas me miraban pasar como a un tilingo

Yo entendía en sus ojos su irónico contento

Aunque nada dijeran o aunque hablaran en gringo.

Doncellas que querían sacarme a salvamento

Me hacían ojos dulces o charlas de pasión

La sangre se me alzaba de sed o sentimiento

Mas yo era como un Sísifo volcando su peñón.

*

Busco la isla de Jauja, sé lo que busco y quiero

Que buscaron los grandes y han encontrado pocos

El naufragio es seguro y es la ley del crucero

Pues los que quieren verla sin naufragar, son locos

Quieren llegar a ella sano y limpio el esquife

Seca la ropa y todos los bagajes en paz

Cuando sólo se arriba lanzando al arrecife

El bote y atacando desnudo a nado el caz.

*

Busco la isla de Jauja de mis puertos orzando

Y echando a un solo dado mi vida y mi fortuna;

La he visto muchas veces de mi puente de mando

Al sol de mediodía o a la luz de la luna.

Mis galeotes de balde me lloran ¿cuándo, cuándo?

Ni les perdono el remo, ni les cedo el timón.

Este es el viaje eterno que es siempre comenzando

Pero el término incierto canta en mi corazón.

*

Oración

*

Gracias te doy Dios mío que me diste un hermano

Que aunque sea invisible me acompaña y espera

Claro que no lo he visto, pretenderlo era vano

Pues murió varios siglos antes que yo naciera

Mas me dejó su libro que, diccionario en mano,

De la lengua danesa voy traduciendo yo

Y se ve por la pinta del fraseo baquiano

que él llegó, que él llegó.

*

Leonardo Castellani

*

(del apéndice de la obra “De Kirkegord a Tomás de Aquino” de Leonardo Castellani)

***