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Como ya es costumbre, el Santo Padre se ha reunido ayer, Jueves después de ceniza, con los sacerdotes de la Diócesis de Roma. Durante el encuentro, el Papa ha respondido a ocho preguntas que le han formulado. Ofrecemos nuestra traducción de dos interesantes preguntas con las respectivas respuestas que el Santo Padre ha dado.
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Pregunta - Santo Padre, soy Don Marco Valentini, vicario en la Parroquia de San Ambrosio. Cuando estaba en formación no me daba cuenta, como ahora, de la importancia de la liturgia. Ciertamente las celebraciones no faltaban pero no entendía mucho cómo era “la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza” (Sacrosanctum Concilium, 10). La consideraba, más bien, un hecho técnico para el éxito de una celebración o una práctica piadosa, y no un contacto con el misterio que salva, un dejarse conformar a Cristo para ser luz del mundo, una fuente de teología, un medio para realizar la tan deseada integración entre lo que se estudia y la vida espiritual. Por otra parte, pensaba que la liturgia no era estrictamente necesaria para ser cristianos o salvos y que bastaba esforzarse por practicar las bienaventuranzas.
Ahora me pregunto qué sería la caridad sin la liturgia y si, sin ella, nuestra fe no se reduciría a una moral, una idea, una doctrina, un hecho del pasado, y los sacerdotes no pareceríamos consejeros o maestros en lugar de mistagogos que introducen a las personas en el misterio. La misma Palabra de Dios es un anuncio que se realiza en la liturgia y que tiene con ella una relación sorprendente (Sacrosanctum Concilium, 6; Praenotanda del Leccionario, 4 y 10). Y pensamos también en el pasaje de Emaús o del funcionario etíope (Hechos, 8). Por eso, llego a la pregunta. Sin quitar nada a la formación humana, filosófica, psicológica, en las universidades y seminarios, quisiera saber si nuestra especificidad no requiere una mayor formación litúrgica, o bien, si la actual praxis y estructura de los estudios ya satisface suficientemente la Constitución Sacrosanctum Concilium 16 cuando dice que la liturgia se debe considerar entre las materias necesarias y más importantes y debe ser enseñada bajo el aspecto teológico, histórico, espiritual, pastoral y jurídico, y que los profesores de las otras asignaturas deben procurar dejar bien clara la conexión con la liturgia. Hago esta pregunta porque, partiendo del proemio del decreto Optatam totius, me parece que las múltiples acciones de la Iglesia en el mundo y nuestra misma eficacia pastoral dependen mucho de la autoconciencia que tenemos del inagotable misterio de nuestro ser bautizados, confirmados y sacerdotes.
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Respuesta del Santo Padre - Entonces, si he comprendido bien, ésta es la cuestión: cuál es, en el conjunto de nuestro trabajo pastoral, múltiple y con tantas dimensiones, el espacio y el lugar de la educación litúrgica y de la realidad de celebrar el misterio. En este sentido, me parece, es también una pregunta sobre la unidad de nuestro anuncio y de nuestra labor pastoral que tiene muchas dimensiones. Debemos buscar el punto unificador para que estas muchas ocupaciones que tenemos sean todas juntas un trabajo del pastor. Si he entendido bien, usted opina que el punto unificador, que crea la síntesis de todas las dimensiones de nuestro trabajo y de nuestra fe, podría ser precisamente la celebración de los misterios. Y, por lo tanto, la mistagogia, que nos enseña a celebrar.
Para mí, es importante realmente que los sacramentos, la celebración eucarística de los sacramentos, no sean una cosa un poco extraña junto a los trabajos más contemporáneos como la educación moral, económica, y todas las cosas que ya hemos dicho. Puede ocurrir fácilmente que el sacramento quede un poco aislado en un contexto más pragmático y se convierta en una realidad no del todo insertada en la totalidad de nuestro ser humano. Gracias por la pregunta, porque realmente nosotros debemos enseñar a ser hombres. Debemos enseñar este gran arte: cómo ser un hombre. Esto exige, como hemos visto, muchas cosas: desde la gran denuncia del pecado original en las raíces de nuestra economía y en tantos ámbitos de nuestra vida, una guía concreta a la justicia, hasta el anuncio a los no creyentes. Pero los misterios no son algo exótico en el cosmos de las realidades más prácticas. El misterio es el corazón del cual viene nuestra fuerza y al cual retornamos para encontrar este centro. Y por eso pienso que la catequesis mistagógica es verdaderamente importante. Mistagógica quiere decir también realista, referida a la vida de los hombres de hoy. Si es verdad que el hombre no tiene en sí mismo su medida – qué es justo y qué no lo es – sino que la encuentra fuera de sí, en Dios, es importante que este Dios no esté lejos sino que sea reconocible, concreto, que entre en nuestra vida y sea realmente un amigo con el que podemos hablar y que habla con nosotros. Debemos aprender a celebrar la Eucaristía, aprender a conocer a Jesucristo, el Dios con rostro humano, cercano, entrar realmente en contacto con Él, aprender a escucharlo y a dejarlo entrar en nosotros. Porque la comunión sacramental es precisamente esta interpenetración entre dos personas. No tomo un pedazo de pan o de carne, tomo o abro mi corazón para que entre el Resucitado en el contexto de mi ser, para que esté dentro de mí y no sólo fuera, y así hable dentro mío y transforme mi ser, me de el sentido de la justicia, el dinamismo de la justicia, el celo por el Evangelio.
Esta celebración, en la cual Dios no sólo se nos hace cercano sino que también entra en el tejido de nuestra existencia, es fundamental para poder vivir realmente con Dios y por Dios, y para llevar la luz de Dios a este mundo. No entremos ahora en demasiados detalles. Pero es siempre importante que la catequesis sacramental sea una catequesis existencial. Naturalmente, aún aceptando y aprendiendo siempre más el aspecto del misterio – donde terminan las palabras y los razonamientos – esta catequesis es totalmente realista, ya que me acerca con Dios. Me lleva al otro porque el otro recibe al mismo Cristo como yo. Por lo tanto, si en él y en mí está el mismo Cristo, también nosotros dos ya no somos individuos separados. Aquí nace la doctrina del Cuerpo de Cristo porque todos somos incorporados si recibimos bien la Eucaristía en el mismo Cristo. Entonces, el prójimo es realmente prójimo: no somos dos “yo” separados sino que estamos unidos en el mismo “yo” de Cristo. En otras palabras, la catequesis eucarística y sacramental debe realmente llegar a lo vivo de nuestra existencia, ser educación para abrirme a la voz de Dios, dejarme abrir para que rompa este pecado original del egoísmo y sea apertura de mi existencia en profundidad, de tal modo que pueda convertirme en un verdadero justo. En este sentido, me parece que todos debemos aprender siempre mejor la liturgia, no como una cosa extraña, sino como el corazón de nuestro ser cristianos, que no se abre fácilmente a un hombre distante pero que es precisamente, por otro lado, apertura hacia el otro, hacia el mundo. Todos debemos colaborar para celebrar cada vez más profundamente la Eucaristía: no sólo como rito sino también como proceso existencial que me toca en mi intimidad, más que cualquier otra cosa, y me cambia, me transforma. Y transformándome, da inicio también a la transformación del mundo que el Señor desea y para la cual quiere hacernos sus instrumentos.
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Pregunta – Santo Padre, soy Pietro Riggi y soy salesiano. Le quería preguntar: el Concilio Vaticano II ha traído importantísimas novedades a la Iglesia pero no ha abolido las cosas que ya estaban. Me parece que varios sacerdotes o teólogos quisieran hacer pasar como espíritu del Concilio lo que, por el contrario, no tiene nada que ver con el Concilio mismo. Por ejemplo, las indulgencias. Existe el Manual de las Indulgencias de la Penitenciaría Apostólica; a través de las indulgencias, se alcanza el tesoro de la Iglesia y se puede ayudar a las almas del Purgatorio. Existe un calendario litúrgico en el que se dice cuándo y cómo se pueden lucrar las indulgencias plenarias, pero muchos sacerdotes ya no hablan más de esto, impidiendo sufragios importantísimos para las almas del Purgatorio. Las bendiciones: hay un Manual de las bendiciones en el que está prevista la bendición de personas, ambientes, objetos y alimentos. Pero muchos sacerdotes desconocen estas cosas, otras las consideran preconciliares, y no atienden a aquellos fieles que piden lo que, por derecho, deberían tener.
Las prácticas de piedad más conocidas. Los primeros viernes del mes no han sino abolidos por el Concilio Vaticano II pero muchos sacerdotes ya no hablan de ello o hasta hablan mal. Hoy existe un sentido de aversión a todas estas cosas porque las ven antiguas y peligrosas, como cosas viejas y preconciliares, mientras que yo considero que todas estas oraciones y prácticas cristianas son actualísimas y muy importantes, que deben ser retomadas y explicadas adecuadamente al Pueblo de Dios, en el sano equilibro y en la verdad íntegra del Vaticano II.
Quiero también preguntarle: una vez, usted, hablando de Fátima, dijo que hay una conexión entre Fátima y Akita, las lágrimas de la Virgen en Japón. Tanto Pablo VI como Juan Pablo II han celebrado en Fátima una Misa solemne y han utilizado el mismo pasaje de la Sagrada Escritura, Apocalipsis 12, la mujer vestida de sol que lucha una batalla decisiva contra la antigua serpiente, el diablo, Satanás. ¿Hay una relación entre Fátima y Apocalipsis 12?
Concluyo: el año pasado un sacerdote le ha regalado un cuadro. Yo no sé pintar pero quería hacerle también un regalo y he pensado darle tres libros que he escrito recientemente, espero que le gusten.
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Respuesta del Santo Padre - Son realidades de las que el Concilio no ha hablado pero que supone como realidades en la Iglesia y se desarrollan. Ahora no es el momento de entrar en el gran tema de las indulgencias. Pablo VI ha reordenado este tema y nos indica el hilo para entenderlo. Diría que se trata simplemente de un intercambio de dones, es decir, los bienes que existen en la Iglesia, existen para todos. Con esta llave de la indulgencia, podemos entrar en esta comunicación de bienes de la Iglesia. Los protestantes se oponen afirmando que el único tesoro es Cristo. Pero, para mí, lo maravilloso es que Cristo – que realmente es más que suficiente en su amor infinito, en su divinidad y humanidad – quiso añadir, a cuanto Él ha hecho, también nuestra pobreza. No nos considera sólo como objetos de su misericordia sino que nos hace sujetos de la misericordia y del amor junto con Él, casi que – aunque no cuantitativamente sino en sentido místico – nos quiere agregar al gran tesoro del cuerpo de Cristo. Quiso ser la Cabeza con el Cuerpo. Y quiso que, con el cuerpo, estuviera completado el misterio de su redención. Jesús quería tener a la Iglesia como su cuerpo, en el cual se realiza toda la riqueza de cuando ha hecho. De este misterio resulta, precisamente, que existe un tesaurus ecclesiae […].
Y esto vale también para las otras cosas. Por ejemplo, los viernes del Sagrado Corazón: es algo muy bello en la Iglesia. No son cosas necesarias sino que han crecido en la riqueza de la meditación del misterio. Así, el Señor nos ofrece esta posibilidad en la Iglesia. No me parece, ahora, el momento de entrar en todos los detalles. Cada uno puede más o menos entender qué cosa es menos importante que otra; pero nadie debería despreciar esta riqueza, crecida en los siglos como ofrenda y como multiplicación de las luces en la Iglesia. La luz de Cristo es única. Aparece en todos sus colores y ofrece el conocimiento de la riqueza de su don, la interacción entre cabeza y cuerpo, la interacción entre los miembros, y así podemos ser verdaderamente un organismo viviente, en el cual cada uno se da a todos, y todos se dan al Señor, que se nos ha dado a sí mismo.
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Fuente: Papa Ratzinger Blog
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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Actualización: Zenit ha publicado aquí la traducción al español de las respuestas 1 y 2 del encuentro del Papa con el clero romano. Las que nosotros hemos publicado son la 5 y la 8.
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