sábado, 31 de diciembre de 2011

El año de Benedicto XVI

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En esta entrevista concedida a Radio Vaticana, el director de la Oficina de Prensa Vaticana traza un detallado balance del año que termina desde la perspectiva del ministerio del Papa y adelanta algunos puntos importantes del 2012, cuando Benedicto XVI cumplirá 85 años y comenzará el octavo año de su Pontificado.

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También el 2011 ha sido un año muy intenso para Benedicto XVI. Con el Padre Federico Lombardi, director de la Sala de Prensa de la Santa Sede, trazamos un primer balance de este año partiendo de los viajes internacionales.


Es oportuno, porque los viajes internacionales siempre son puntos de referencia en la agenda anual del Papa. Quisiera comenzar recordando los dos viajes centrales del año: a Alemania y a España. El viaje a Alemania, sobre todo porque muestra precisamente la preocupación del Papa de hablar de Dios y de hacer referencia al primado de Dios en la sociedad, también en el actual proceso de secularización, en el contexto europeo, en particular, en su país. Era un viaje esperado, muy intenso y extremadamente importante, y creo que el discurso del Papa al Parlamento en Berlín permanece como uno de los grandes discursos del Pontificado, haciendo entender a un auditorio muy amplio la importancia de la referencia a Dios como fundamento firme y punto de referencia de la convivencia humana, de los valores fundamentales de la convivencia y de la tutela de la dignidad del hombre. Este tema del primado de Dios ha dominado un poco el viaje a Alemania, en el contexto de la secularización.


Mientras que, en España, en la Jornada Mundial de la Juventud, que había precedido al viaje en Alemania, se ha vivido la gran experiencia de la vitalidad de la fe, de su futuro. El Papa ha releído con mucha profundidad este viaje a España en el último discurso que ha hecho a la Curia, poco antes de Navidad. Y ha indicado, en sus reflexiones, qué anunciar y cómo anunciar para un modo nuevo y vital de ser cristianos. Luego, a partir de la Jornada Mundial de la Juventud, el Papa ha dado indicaciones vivas para la nueva evangelización del mundo. Por lo tanto, mientras que Alemania me ha parecido un llamado a conservar los valores fundamentales de referencia en un tiempo y en un mundo que está en fase de secularización, la Jornada Mundial de la Juventud y España han indicado el lado positivo de la presencia viva de la Iglesia en el mundo de hoy.

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Ha estado luego el viaje a Benín...


Sí, el viaje a Benín ha sido uno de los acontecimientos fundamentales de este año, también porque coincidía con la presentación al continente africano del documento final del Sínodo para África. Un documento que es bellísimo, claro y simple. Diversos comentadores – incluso no católicos – lo han indicado como uno de los más bellos documentos que existen, hoy, para el continente africano: tratando con amplitud de horizontes sus problemas, e indicando con confianza motivos de esperanza realista con los que ir al encuentro del futuro, reconociendo la dignidad de los africanos. Y éste ha sido también el clima en el que se ha desarrollado el viaje. El Papa ha quedado muy impresionado por la alegría, por la vitalidad de este pueblo que lo ha recibido. Un pueblo que vive dificultades, que es pobre, que ciertamente tiene sufrimientos y grandes problemas, pero que manifiesta una capacidad de mirar adelante y de gustar la alegría de vivir. Este viaje ha indicado muy eficazmente la capacidad de la Iglesia católica hoy de hablar al continente africano siendo parte de él, es decir, una Iglesia que no es ajena a África: no sólo que habla para África desde Europa, sino que habla a África en África y desde África. Este sentido de solidaridad, de acogida, de alegría, de participación, que el Papa ha vivido en medio de los africanos, ha expresado muy bien aquello que se manifiesta en el documento. Por lo tanto, diría que éste es uno de los signos de esperanza para el futuro de África y para el futuro de la Iglesia en África y de su servicio para el continente.

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En Asís, el Papa ha relanzado con fuerza el tema del diálogo...


Sí, este encuentro de Asís era muy esperado. Sabemos que desde hace tiempo se dudaba si el Papa Benedicto XVI retomaría los mensajes de Asís de su predecesor, si no daría pasos atrás... En realidad, no ha sido una simple repetición de los encuentros pasados en Asís, sino que ha sido un paso adelante, la apertura de un nuevo horizonte, porque el Papa ha captado – según su método de volver a los puntos fundamentales – el tema de la búsqueda de la verdad como unificador, y con esto ha podido invitar a Asís no sólo a los representantes de las otras confesiones cristianas o de las otras religiones, sino también a sinceros buscadores de la verdad, incluso si no reconocen a Dios. Y esto ha sido un elemento muy importante, que ha hecho sentir la comunión que ya existe entre aquellos que se refieren a un Dios personal, pero también a su manera a aquellos que buscan – honestamente – la verdad. Y éste ha sido un mensaje extremadamente bello que se ha puesto en continuidad con el tema del “Patio de los gentiles” que el Papa había lanzado precedentemente y que es llevado adelante con empeño también en la Iglesia. Por lo tanto, si uno no mira sólo a los eventos del Papa sino a los eclesiales en general, el tema del “Patio de los gentiles” y sus ediciones ha sido uno de los puntos importantes de la vida de la Iglesia en este año. Hago notar que el Papa ha tenido también otros importantísimos momentos de carácter ecuménico e interreligioso: pensemos en los encuentros con los luteranos en Alemania, centrados en el primado de Dios; o pensemos en el gran discurso en Benín a las autoridades del país, en el cual el tema del diálogo interreligioso ha sido tocado con profundidad, muy directamente.

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Entre los documentos del 2011 despunta el Motu Proprio “Porta Fidei”, con el cual el Papa ha convocado el Año de la Fe a partir de octubre de 2012: un tema que se vincula con la nueva evangelización. Aquí recodamos también la Misa por América Latina...


Sí, tenemos de hecho en este año conectores que ya nos hacen mirar hacia delante, hacia el próximo año. La Carta que convoca el Año de la Fe es uno de ellos: se vincula a este gran tema, que es uno de los temas del Pontificado – la nueva evangelización – y al Sínodo que tendrá lugar el año próximo y, por lo tanto, en este contexto más amplio que el Papa quiere crear con el tema del Año de la Fe. En tiempo breve tendremos el subsidio preparado por la Congregación para la Doctrina de la Fe, de sugerencias pastorales para prepararse para el Año de la Fe. Por lo tanto, debemos ver un camino de preparación que tendrá un momento muy fuerte en el Sínodo del próximo otoño. También el otro evento que ha recordado – la Misa por el bicentenario de la independencia de los países de América Latina – ha sido vinculado por el Papa con su próximo viaje, con el anuncio esperado, y aún así extremadamente emocionante, de su deseo de viajar a Cuba y México en la primavera próxima; será ciertamente uno de los acontecimientos-clave de los próximos meses.

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Entre las visitas significativas, en cambio, recordamos la reciente a la cárcel de Rebibbia...


Sí. En el tiempo de Navidad, cada año, el Papa realiza visitas de solidaridad, visitas de caridad. También en los años pasados, ha habido visitas a los enfermos terminales, a los niños internados, y así sucesivamente. Este año ha sido la visita a la cárcel, que ha sido extremadamente importante y emocionante, y también muy espontánea, con el diálogo entre el Papa y los detenidos, que ha impresionado mucho. Aquí se ve cómo la Iglesia, aún dejando a la sociedad civil todas las responsabilidades de carácter legislativo, organizativo, de problemas dramáticos como el de la justicia y de la cárcel, sin embargo puede dar un mensaje muy fuerte, muy vivo y profundo en el sentido de la reconciliación, en el sentido de la esperanza de una reinserción también de quien ha cometido una falta en la sociedad. Éste es un punto del cual creo que el mundo de hoy tiene una extrema necesidad: ser invitado a recordar que tampoco quien se ha equivocado debe ser marginado o eliminado de la sociedad, sino que la auténtica gran justicia se realiza cuando el mal es superado en la reconciliación, en el retorno pleno a la convivencia pacífica de todos aquellos que se han equivocado y que han sido excluidos de ella.

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En el 2011 ha habido también un evento particular: la conexión con la Estación espacial internacional. El Papa ha hablado con los astronautas...


Sí, este es un evento en el que he participado con mucha intensidad porque he tenido una buena parte de la responsabilidad –también técnica – en su realización, y he quedado impresionado por cómo los astronautas estaban deseosos de este encuentro con el Papa. Ha sido prácticamente la única vez en que todos los astronautas han participado juntos – eran 12 – en una conexión audiovisual con la Tierra. Por lo general, habla uno con su presidente: esta vez, todos querían hablar con el Papa, verlo y escucharlo. Y ha sido una ocasión extraordinaria con la que el Papa ha demostrado con gran alegría y disponibilidad la amistad de la Iglesia por la investigación científica y la técnica puesta al servicio del bien de la humanidad: éste es el gran significado de este encuentro. Es decir, la Iglesia no tiene miedo de la investigación y del progreso de la ciencia y de la técnica sino que la ve con gran simpatía, recordando, sin embargo, precisamente, que ésta debe ser dirigida al bien de la humanidad. Y los astronautas lo entendían muy bien: sienten mucho también este mensaje. Y por lo tanto diría que ha sido un evento cuyo significado no debe ser minimizado.

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El 1° de mayo pasado ha sido el gran acontecimiento de la beatificación de Juan Pablo II...


Los primeros meses del año han estado un poco centrados en la espera de este evento extremadamente importante, porque movilizaba a la Iglesia universal. Diría que ha sido un evento vivido con grandísima alegría, que ha expresado la fe de la Iglesia en la vida del Beato con nosotros, es decir, Juan Pablo II se manifiesta realmente una persona viva y presente en el camino de la Iglesia. Esto es sentido y vivido espontáneamente por una cantidad grandísima de fieles, que luego vienen a encontrarlo – simbólicamente – visitando su tumba en San Pedro, y esto es algo que continúa porque Juan Pablo II seguirá estando presente, es decir, la Beatificación no es un punto de llegada sino, en cierto sentido, una etapa de un camino: ¡muchos ya miran a la canonización, pensando naturalmente que llegará! Muchos, también independientemente de esto, sienten la relación con él como muy confortadora, orientadora, entusiasmante... Y aquí quisiera recordar que el Papa Benedicto nos invita siempre a sentir a los santos y a los beatos como nuestros compañeros de camino: por lo tanto, Juan Pablo II es uno un poco especial porque es conocido por todo el mundo. Pero todos los santos y los beatos que la Iglesia nos propone son nuestros compañeros en el camino de la vida en la fe hacia el Señor.

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Finalmente, el Papa ha continuado desarrollando su tarea de catequista en los Angelus y en las audiencias generales, sin olvidar el segundo libro “Jesús de Nazaret”...


Benedicto XVI es una persona que vive profundamente su vocación de maestro, y de maestro no sólo teológico sino también espiritual. Yo siempre admiro inmensamente esta síntesis de doctrina y espiritualidad vivida, que se siente en sus palabras y se lee en sus escritos. Enseña con los Angelus, con las audiencias – ahora ha comenzado este ciclo sobre la oración que es muy útil también para nuestra vida espiritual -, enseña con homilías maravillosas en las grandes fiestas cristianas, y – para quien desea una profundización mayor – ha dado también un paso ulterior en la realización de esta gran obra sobre Jesús que él quiere dejarnos, un poco como testamento de su amor por Cristo, de su amor personal, de su búsqueda personal del rostro de Cristo. El libro de este año es el dedicado a la Pasión y a la Resurrección: evidentemente el volumen central de la obra. Pero seguimos esperando tener también el tercero, el de la infancia, para completar esta presentación extraordinaria, profunda, viva de Jesús para nosotros hoy.

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Padre Lombardi, un balance muy intenso éste del 2011...


Sí, como todos los años de un Pontificado, evidentemente, porque la Iglesia vive, vive en los diversos continentes, con perspectivas amplísimas, afrontando problemas que la historia nos plantea... Diría que el Papa Benedicto XVI realmente nos ha acompañado y nos ha guiado en este año con grandísimos mensajes, con una intensidad de acción y también con serenidad. Diría que tal vez respecto a otros años precedentes, que han sido también un poco difíciles por fenómenos de crisis o de tensión, este año ha sido un año muy bello, positivo, de grandes mensajes que nos hacen mirar adelante.


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Fuente: Radio Vaticana


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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sábado, 24 de diciembre de 2011

El Papa y la Liturgia de Navidad: entrevista a Mons. Marini

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A pocas horas del comienzo de las celebraciones de Navidad, a las que el Santo Padre dará inicio con la Misa solemne que celebrará en San Pedro, ofrecemos esta entrevista a Mons. Guido Marini, maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, en las que explica brevemente algunas particularidades de la liturgia papal de estos días.

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Monseñor, estamos en el Tiempo de Navidad. ¿Hay novedades este año en las celebraciones del Papa Benedicto?


Diría que no. Y esto no debe asombrar. Está bien, de hecho, recordar que lo que hace “grande” a la liturgia no es la invención continua de algo nuevo por parte nuestra, individuos o comunidad. Lo realmente “nuevo”, que renueva la vida, es el misterio de Cristo, que en la liturgia es celebrado y representado. A nosotros se nos pide, sobre todo, una participación cada vez más viva, real, existencial. Nuevos y renovados, en el corazón y en la vida, debemos ser nosotros, por la gracia de Cristo. Añado que la repetitividad del acto litúrgico, en su objetividad, es una gracia del todo especial porque nos recuerda la fidelidad de Dios a su promesa de amor y nos permite, en el curso del tiempo, una adhesión siempre mayor a la vida divina que se nos dona.

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Se comienza con la Santa Misa de la Noche del 24, que es precedida por el canto de la Kalenda. ¿Cuál es el significado de este rito?


En primer lugar, este año la Santa Misa será precedida por la oración del Oficio de Lectura, tal como sugiere y aconseja el Misal Romano, que comenzará a las 21. Concluida la oración del Oficio, antes del comienzo de la Misa, está previsto el canto de la Kalenda, como ya es costumbre desde hace algunos años. Es el solemne anuncio de la Navidad. En ese canto el recuerdo de algunos acontecimientos de la historia de la salvación permite entrar en la gran espera del Salvador que ha caracterizado universalmente la vida de los pueblos. Al término de la Kalenda, un diácono descubrirá la estatua del Niño Jesús, colocada, como de costumbre, frente al altar de la Confesión.

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El 31 de diciembre se realiza el Te Deum, ¿cuál es el sentido de esta celebración?


Al final de un nuevo año, la Iglesia se dirige a su Señor para adorarlo, darle gracias, alabarlo, pedirle perdón e invocar su bendición. Éste es el sentido característico del canto del Te Deum, insertado en el contexto de una celebración litúrgica, como la de las Vísperas, y acompañado por la adoración y la bendición eucarística. Considero que precisamente el acto de la adoración es particularmente indicado para una celebración cuyo significado está en dirigir la mirada al Señor de la historia pasada y futura, en el signo de la gratitud y de la esperanza.

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El 1º de enero el Papa celebra la Misa por la Jornada Mundial de la Paz, una “novedad” que se introdujo en 1966…


De hecho, hace ya 45 años que a la gran solemnidad de la Santísima Madre de Dios, la principal entre las festividades marianas del año litúrgico, se asocia la Jornada mundial de la paz. Los cristianos saben bien que la paz no es el resultado de los esfuerzos, incluso generosos, de los hombres. No puede haber paz allí donde no sea reconocido el derecho de Dios. En este día, la Iglesia invoca del Cielo el don de la paz. Y lo hace mirando a María y confiando a Ella, que es Madre del Señor de la paz, la propia oración. También por este motivo, en San Pedro, la celebración de la Misa será precedida por la oración del Rosario.

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El 6 de enero Benedicto XVI celebra la solemnidad de la Epifanía, con la ordenación episcopal de dos nuevos nuncios… [Uno de ellos es Mons. Charles Brown, nuevo nuncio en Irlanda, por muchos años colaborar del Papa en la Congregación para la Doctrina de la Fe]


El hecho de que la ordenación tenga lugar en la solemnidad de la Epifanía no distrae ciertamente del misterio celebrado por la Iglesia. Es, más bien, muy significativo que en el día de la manifestación de Dios a los Magos, se haga a la Iglesia el don de algunos obispos, aquellos que son los primeros en recibir el mandato de “manifestar” al Señor hasta los confines de la tierra.

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El domingo 8 de enero está prevista la Fiesta del Bautismo del Señor, cuando administrará el sacramento a algunos niños. Una curiosidad: ¿quiénes serán, este año, los pequeños afortunados?


Como ya es costumbre desde hace muchos años, los niños que recibirán el don del Bautismo de manos del Santo Padre son todos hijos de dependientes de la Santa Sede, nacidos en el año entre septiembre y diciembre.

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¿En las liturgias de este año está previsto el uso de vestiduras y ornamentos litúrgicos particulares?


El criterio en la elección y en el uso de vestiduras y ornamentos litúrgicos sigue siendo el de los pasados años: un sereno equilibro entre lo antiguo y lo nuevo. También esto sirve para expresar la verdad fundamental por la cual la Iglesia es un sujeto viviente que conoce un desarrollo armónico, sin fracturas, a lo largo de la historia. La liturgia no puede más que participar de tal desarrollo anclado en la propia gran Tradición. Sin olvidar, volviendo a los ornamentos, la clara indicación del Concilio Vaticano II que recomienda la noble belleza.

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Fuente: Avvenire


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 22 de diciembre de 2011

“Examinad todo y quedaos con lo bueno”: Mons. Müller sobre la teología de la liberación

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Presentamos nuestra traducción de un artículo de Mons. Gerhard Ludwig Müller, obispo de Ratisbona, publicado hace algunos días en el Die Tagepost y hoy en L’Osservatore Romano, sobre la teología de la liberación, al cumplirse 25 años de la Instrucción “Libertatis conscientia”.

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El volumen “Escatología” de la Opera Omnia de Joseph Ratzinger, que saldrá en febrero de 2012, contendrá también los textos sobre la teología de la liberación. La Instrucción Libertatis conscientiae, publicada veinticinco años atrás por la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre libertad cristiana y liberación, fue firmada por el entonces prefecto y hoy Papa Benedicto XVI. Ésta contiene la valoración doctrinal de la “teología de la liberación” desarrollada en América Latina.


Este documento merece una relectura y saca a la luz una sorprendente previsión. Las reflexiones personales de Joseph Ratzinger sobre la “teología de la liberación” desentrañan la tendencia en ella evidente a politizar la teología y a reducir la Iglesia a actividades terrenas. En esto, sin embargo, Ratzinger ve puesta en duda la esencia de la Iglesia y de la teología misma.


No se trata de un “sí” o de un “no” no ponderados a la teología de la liberación sino de una exposición fundamental de sus principios positivos, de sus límites y de sus peligros. La teología de la liberación encierra en sus elaboraciones una multiplicidad de conceptos y de autores en parte discordantes. Esencialmente se trata de cómo poder hacer eficaz el mensaje del amor de Dios, la fuerza transformadora del Evangelio, en la vida del individuo y de la comunidad frente a relaciones de vida indignas del hombre.


Toda concepción de una teología de la liberación sigue siendo católica, por lo tanto, sólo si su hermenéutica global es la revelación de Sí mismo por parte de Dios en la realidad y en la historia de la salvación en su hijo Jesucristo, que ha sido transmitida a la Iglesia con el sentido de la fe de todos los fieles y con el magisterio episcopal y papal para una exposición auténtica.


Ambos documentos de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Libertatis nuntius de 1984, y el de 1986, se proponen impedir a las “teologías de la liberación” convertirse en ideologías políticas y, así, perder su carácter teológico. La segunda instrucción de 1986 busca exponer distinciones más profundas al respecto: condena las tendencias que han perdido de vista lo sobrenatural y parecen seguir visiones iluminadas, pero en definitiva mitológicas, de procesos de liberación y de revoluciones. Finalmente tales “teologías” han sido sólo la superestructura de un proyecto marxista. Por otro lado, la instrucción pone en evidencia la auténtica concepción cristiana de hombre y de mundo. Así prepara el camino a una verdadera teología de la liberación, que está estrechamente ligada a la doctrina social de la Iglesia y que, precisamente en el mundo de hoy, debe elevar la propia voz. Una visión que, partiendo de la fe, realiza la realidad entera, histórica del hombre, como individuo y como sociedad, ofrece orientaciones de comportamiento no sólo a los individuos que son cristianos sino también en el plano de las decisiones políticas y económicas.


Las afirmaciones sobre la cristología y sobre la soteriología, sobre la doctrina de la gracia y sobre la antropología, no pueden ser interpretadas de modo existencialista y político-revolucionario, ni degenerar en cifras de un programa social de auto-liberación. La fe no puede ser reducida a la afirmación de que no es otra cosa más que “fidelidad a la historia”, “esperanza de orientación futura”, y otras cosas. En realidad, la fe, la esperanza y la caridad son virtudes divinas, dones de la gracia, que sin embargo deben necesariamente desembocar en la responsabilidad por el mundo y por la historia, en la opción por los pobres. El amor a Dios y el amor al prójimo son indivisibles. Sin embargo, el amor a Dios existe sobre todo como una realidad propia y no se dirige a una persona ficticia en el más allá como llamamiento a una acción social responsable. En la enseñanza patrística-escolástica sobre los diversos sentidos de la Escritura, el sentido moral presupone el histórico y lo exige, pero no se confunde con él.


El punto de partida de la instrucción es la “conciencia de la libertad y de la dignidad del hombre”, que mueve a todos los hombres en el mundo y “suscita una potente aspiración a la liberación”. Ya que es el Evangelio “es, por su misma naturaleza, un mensaje de libertad y de liberación”, la Iglesia puede hacer propia esta aspiración. Su parámetro originario es, de hecho, el Evangelio, la doctrina revelada de la creación y de la liberación, y la imagen del hombre en su personalidad así como en su ser asociado al mundo y a la sociedad. De esta impostación completamente orientada a Dios de la imagen cristiana del hombre está excluida cualquier ideología de auto-redención del hombre.


Esto concierne a las ideologías progresistas de carácter capitalista y marxista. Ellas son esencialmente ateas, porque niegan el ser del hombre ordenado a Dios como origen y fin y desacreditan esto como alienación y dependencia. Estos sistemas hostiles al hombre sustituyen el dominio de Dios con el dominio del hombre sobre el hombre. Los ateísmos políticos desembocan necesariamente en el totalitarismo, en la supresión de la libertad y en la destrucción de la dignidad del hombre. Esto está comprobado por el desarrollo histórico real en el comunismo, pero también por sistemas económicos liberales, donde el dinero se convierte en un fin en sí mismo. “Allí Dios es sustituido por el dinero”, fue el reproche del defensor de los indios, el obispo Bartolomé de Las Casas.


La libertad del hombre se funda sobre la acción creadora y redentora del Dios trascendente y tiene una dimensión trascendente. Por lo tanto, el mundo creado y el futuro inmanente del mundo no pueden ser el fin último del hombre, ni pueden constituir su vocación a la salvación eterna y a la alegría. El entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal Joseph Ratzinger, con ocasión del otorgamiento del doctorado honoris causa por parte de la Universidad de Lima en 1986, por un lado se confrontó de modo crítico con la teología de la liberación. Sobre todo desenmascaró el “mito de un progreso necesario y al mismo tiempo dirigible de toda la historia hacia la libertad” y la errónea contraposición, o bien la comprensión reducida, de la historia y de la libertad por parte de algunos teólogos de la liberación. Por otra parte, ha planteado, no obstante, esta pregunta: “Ahora bien, el realismo del concepto cristiano de libertad, ¿significa que el hombre se retira resignado a su finitud y desea ser sólo hombre? Absolutamente no. A la luz de la experiencia cristiana de Dios es posible ver que la arbitrariedad absoluta del poder hacer todo no tiene como modelo a Dios sino a un fetiche. El Dios verdadero significa vincularse en el triple amor y, por lo tanto, libertad pura. Ser esta imagen de Dios, hacerse semejantes a Él, es la vocación del hombre”.


Precisamente el rechazo de un concepto de libertad “cuyo parámetro de base es la anarquía y cuyo camino es la eliminación sistemática del vínculo”, distinguiendo el fin sobrenatural de la responsabilidad política, da a la libertad cristiana, como gracia, un dinamismo sin fin para crear las condiciones de vida terrenas según el parámetro de la dignidad del hombre, de la libertad y de la justicia en la convivencia de las personas en la familia, en los estados y en la comunidad mundial.


Una mirada a las Sagradas Escrituras nos muestra que la historia de la Alianza es una historia de liberación, con una opción cada vez más evidente de Dios por los pobres, los que sufren y los oprimidos, de modo que de la soteriología debe resultar también siempre una ética. “La misión liberadora de la Iglesia” – así el capítulo IV de la instrucción – parte del mensaje liberador de Jesús y de su praxis por el Reino de Dios. La Iglesia indica de modo positivo “los fundamentos de la justicia en el orden temporal” y “es fiel a su misión (crítica-profética), cuando denuncia las desviaciones, las esclavitudes y las opresiones de las que los hombres son víctimas”. La Iglesia, sin embargo, conforme a su misión, condena también los métodos que quieren responder a la violencia con la violencia, al terror con el terror, a la privación de los derechos con la privación de los derechos.


Con todos los males espirituales y materiales que afligen a grandes porciones de la humanidad en los sistemas injustos, la Iglesia hace la “opción preferencial por los pobres”, no para alimentar conflictos sino para superar las barreras entre las clases y para hacer de la solidaridad, de la dignidad del hombre y de la subsidiariedad los principios generalmente válidos del orden social. Debe decirse que en la relación entre el pecado personal y las estructuras existen “estructuras de pecado” como resultado de desarrollos colectivos equivocados y como expresión de mentalidades equivocadas. Pueden ser definidas como pecado porque nacen del pecado y conducen al pecado. Pero esto no excluye la responsabilidad individual de cada uno. Nadie puede excusarse afirmando que ha sido el sistema quien lo obligó a explotar y a destruir a otras personas para ganarse la vida.


En ningún lugar los así llamados procesos históricamente necesarios influencian al hombre de manera fatalista, exonerándolo al mismo tiempo de usar libremente su propia responsabilidad frente a Dios. No es el “destino” o la “legitimidad histórica” sino la Providencia de Dios la que determina el curso de la historia en lo que concierne a la libertad humana y a su realización en el amor, tanto en la vida terrena como en lo que respecta a la vocación trascendente del hombre.


Queda, por lo tanto, la prioridad de la persona respecto a la estructura. Por eso, la praxis liberadora de los cristianos, que resulta también de la liberación del pecado y del anuncio de la gracia, implica tanto el cambio como el constante mejoramiento de las condiciones de vida materiales y sociales, y al mismo tiempo considera también la relación personal entre las personas en el amor de Cristo como parte central del ser cristiano. “Un desafío sin precedentes es planteado hoy a los cristianos que trabajan por realizar esta civilización del amor, la cual compendia toda la herencia ético-cultural del Evangelio. Esta tarea requiere una nueva reflexión sobre lo que constituye la relación del mandamiento supremo del amor con el orden social considerado en toda su amplitud”. Se trata de un “esfuerzo bastante grande en el campo de la educación: educación a la cultura del trabajo, educación a la solidaridad, acceso de todos a la cultura”. Este esfuerzo es necesario para la Iglesia y es una ayuda para los pobres y los que sufren.


La Instrucción de la Congregación para la doctrina de la Fe ha elaborado el contenido positivo de los nuevos ideas teológicas y ha demostrado que, y de qué modo, una “teología de la liberación auténtica” (Juan Pablo II) y la doctrina social de la Iglesia son indispensables para el servicio de la Iglesia al mundo. Es tarea de todos hacer eficaz de modo concreto la doctrina cristiana de la libertad y de la dignidad del hombre.


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Fuente: L’Osservartore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 20 de diciembre de 2011

Arzobispo Dolan: “La Iglesia actual necesita una cultura de las vocaciones”

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Presentamos una entrevista a Mons. Timothy Dolan, Arzobispo de Nueva York y Presidente de la Conferencia de los Obispos de Estados Unidos, sobre la cuestión vocacional en la Iglesia actual.

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Excelencia, tal vez el mejor modo para comenzar es una pregunta de fondo: ¿cuál es la comprensión de la Iglesia sobre la vocación?


Hay un sentido genérico y un sentido preciso. Y no creo que podamos hablar del sentido preciso si antes no comprendemos el genérico. Nosotros creemos – forma parte de la visión global de la Iglesia – que Dios tiene un proyecto para cada uno de nosotros. Él nos invita a vivir una existencia que nos remita a Él. Nos llama para esto. La palabra latina para llamada es vocatio. Por eso, en un sentido general, el entero significado del discipulado, de la Divina Providencia, de que Dios tiene un proyecto para nosotros, se deriva de lo que se podría llamar el sentido genérico de la vocación.


Y de algún modo, ésta es la pregunta más decisiva a la que se debe responder: ¿cómo quiere Dios que yo entregue mi vida? De modo general, sabemos que Dios quiere que tengamos una vida que nos conduzca a Él.


Un sentido particular de vocación es la manera particular a través de la cual Dios quiere que la vivamos. He aquí entonces el sacerdocio, la vida consagrada, la vida religiosa, la vida conyugal y la vida secular consagrada.


Pienso siempre que perdemos el tren si no hablamos del matrimonio como vocación. Quiero decir: ésta es la crisis más grande en la Iglesia actualmente, si me lo pregunta. Cuando sólo la mitad de nuestros católicos se casan no nos asombremos si tenemos una crisis en los números de las vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa.


Justamente el otro día, una joven pareja de novios me dijo que habían pedido a su párroco – y el quiso que viniesen a pedirlo a su Arzobispo – si estaba bien, para su boda en la iglesia, postrarse ambos en el suelo y cantar juntos la Letanía de los Santos. He pensado: “Wow, ¿por qué no?”.


Ahora bien, aquella joven pareja: hablamos de tener un sentido de la vocación; ellos sellan su vocación. Nosotros decimos a las parejas que se casan: “Esto que vosotros dos estáis haciendo es decir que queréis ir juntos al Cielo. Queréis ayudaros uno al otro para alcanzar vuestro destino eterno. Y, obviamente, queréis hacerlo a través de la vocación al matrimonio”.


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¿Por qué es tan difícil para nosotros descubrir la voluntad de Dios y saber cómo vivir de acuerdo a esa voluntad?


Bueno, porque, pienso, como nos recordaría santo Tomás de Aquino, que el impulso más natural y constitutivo que todos tenemos en nuestra vida es ser felices. Nosotros nacemos queriendo ser felices. Y sabemos, por la Revelación de Dios, que el único modo para ser realmente felices en esta vida y en la otra es hacer la voluntad de Dios. Dios desea ardientemente nuestra felicidad y nos ha enseñado el camino para ser felices. Por eso, en el seguimiento de su proyecto, en el discernimiento de su voluntad, en la obediencia a su ley, nosotros alcanzaremos la felicidad en esta vida y en la otra.


Muchos creen que la Iglesia dice “no” a todo, pero nosotros no decimos “no”, la Iglesia es un gran “sí”. Sí a todo aquello que nos hace felices en esta vida y en la otra. Y nosotros sabemos por una larga experiencia – y el Señor sabe que la Santa Madre Iglesia es sabia y ha aprendido a lo largo del camino – que si tú vas contra la voluntad de Dios, finalmente no serás feliz. Con el pasar de los años, nos damos cuenta cada vez más de esto, ¿no? Es aquello que dicen los Salmos, la literatura sapiencial del Antiguo Testamento. Sacude la cabeza y dice que de aquel modo se va al encuentro del desastre.


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¿Cómo ve el rol de la familia para el discernimiento de una vocación?


Sé cuán triste es hablar con un joven de su deseo de ser sacerdote, ponerse a dialogar y ver que tiene un verdadero interés, que tiene ingenio, conocimiento, entusiasmo y sinceridad, y en un cierto momento le pregunto: “¿Puedo seguir dialogando contigo? ¿Llamarte alguna vez por teléfono?”. Y a veces – me parte el corazón – el joven responde: “No llame a casa porque mis padres se van a enojar si saben que estoy pensando en ser sacerdote”.


Es lo que podríamos definir la parte negativa de la familia. Puedo admitir que haya una explicación benévola a esta reacción, porque los padres en el fondo quieren sólo que sus hijos sean felices, y piensan que los sacerdotes no lo son. Y si creen que los sacerdotes son ácidos y lamentosos, no quieren que sus hijos sean así. Por eso digo siempre a los sacerdotes: “Debemos ser hombres de alegría, de otra manera, ¿qué padre querrá que su hijo se haga sacerdote?”.


Pienso que las cosas están cambiando, y nosotros tenemos una influencia positiva. Cuando la familia es luminosa, cuando la familia anima, cuando la familia favorece. A menudo escribo o hablo de una “cultura de las vocaciones”. Lo que entiendo por “cultura de las vocaciones” es que cuando los padres crecen en una cultura que anima a hacer la voluntad de Dios y que alienta a quien desea hacerse sacerdote, no hay duda de que se hacen sacerdotes. Yo he crecido en esta cultura. Cuando dije a mis maestros en la escuela: “Pienso en ser sacerdote”, se iluminaron e hicieron lo posible por animarme. Y también mi párroco. Y mis familiares. Y los vecinos. Y la parroquia. Recuerdo que un día – habré tenido 9 o 10 años – había ido a cortarme el cabello, y el peluquero me preguntó: “¿Qué quieres ser cuando seas grande?”. Y yo respondí: “Quiero ser sacerdote”. El peluquero no era ni siquiera católico, pero me dijo: “Oye, ¿no es fantástico?”. Ésta es la cultura de las vocaciones de la que tiene necesidad la Iglesia.


Temo que, por un cierto tiempo, hemos tenido una cultura que ha desanimado las vocaciones. Y a veces de esto han formado parte también las familias. Quedo siempre maravillado, cada vez que celebro la ordenación de un sacerdote, de cómo a menudo ésta se transforma en la ocasión de una recuperación para la fe de la familia que se había alejado. Y a veces tenemos hoy en la Iglesia jóvenes ordenados que son neo-conversos. Fueron educados por católicos de modo no muy entusiasta, habían abandonado la fe, en general en la época de la escuela superior y en la universidad, y luego reencuentran la fe y la abrazan hacia los 20 años, y de aquí surge la vocación. Para la familia, mientras tanto, la fe está en el olvido, en su mayoría no son contrarios sino indiferentes. Y muy a menudo, cuando me encuentro con los seminaristas, me dicen: “Mi familia está un poco turbada con mi opción”, o “mi familia no sabe cómo manejar esto”, o “mi familia sigue tratando de hacerme cambiar de idea”. Pero con bastante frecuencia la ordenación es una ocasión de unidad familiar y la familia vuelve a la práctica de la fe y están alegres por la opción de su hijo, sobre todo cuando ven una cultura de las vocaciones en el seminario; cuando ven feliz al propio hijo; cuando ven buenas personas en torno a él que comparten sus valores y el sentido de aquella llamada. Y éste es un milagro que ocurre.


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Se usa a veces la expresión de que estamos viviendo una nueva primavera de las vocaciones. ¿Usted está de acuerdo?


Bueno, lo vemos en la Iglesia universal. Lo vemos en África; lo vemos en Asia; lo vemos en partes de América central y de Europa oriental. Lo vemos en diversos movimientos. Credo que debemos ser realistas. Pienso que estamos todavía en los comienzos de marzo, por lo que es un poco pronto para decir que es primavera. La Iglesia vive sabiendo siempre que la primavera llega. Pero debemos ser realistas.


Creo que la verdadera respuesta es lo que hemos dicho al comienzo: la renovación de un significado de vocación en el más amplio sentido dado por la Iglesia. Pero, de algún modo, no implica aquel mínimo denominador común de predicar que “todos tienen una vocación”. Digo siempre a mis sacerdotes que cuando deben predicar sobre las vocaciones al sacerdocio, lo deben hacer de modo directo, no apologético – no diluyéndolo, diciendo “no quiero desvalorizar las otras vocaciones”, o “qué bello sería ordenar hombres casados”, cosas de ese estilo. Finalmente, la gente está confundida: ¿cómo se hace para dar un mensaje fuerte sobre las vocaciones sacerdotales?


Debemos hablar de las vocaciones sacerdotales de modo directo e inmediato. Sí. Pero, al mismo tiempo, no debemos olvidar nunca en nuestra predicación ordinaria desarrollar un sentido de la Providencia de Dios, que Dios tiene un proyecto sobre todos nosotros, que la cuestión más importante en la vida, como nos recuerda san Ignacio de Loyola, es que todo lo que hacemos esté ordenado a nuestra salvación eterna. Tenemos la Providencia, tenemos nuestro destino eterno y desarrollamos un sentido de nuestro ser administradores.


Por administradores quiero hacer referencia a que Dios nos ha dado todo, incluso el próximo respiro que hacemos, como don abundante y totalmente inmerecido. Por eso queremos vivir una respuesta de humilde gratitud y ejercer un cuidado adecuado de aquellos dones, para que sean usados para alcanzar tanto el destino eterno como el amor y el servicio hacia el prójimo. Si nosotros conseguimos estas tres cosas… sentido de la Providencia, sentido de nuestra salvación eterna y sentido de ser administradores, estas son las tres virtudes bíblicas de las cuales estoy convencido que surgirán las vocaciones. Con ellas se debe siempre unir nuestra predicación. Y es esto lo que nos llevará a la primavera.


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¿Qué consejo daría a un joven que piensa en el sacerdocio?


En primer lugar, sentido del discipulado. Se comienza cultivando una relación con Jesucristo. Queremos conocer a Jesús, le hablamos, le decimos que tenemos necesidad de Él, que lo amamos, que sin Él no podemos hacer nada. Le decimos que Él es nuestro Señor y Salvador, pero le decimos también que lo consideramos nuestro mejor amigo. Le decimos que queremos pasar el resto de nuestra vida, aquí y en la eternidad, con Él. Le pedimos su gracia y misericordia y virtud. Leemos su Evangelio. Estamos frente a Él en su presencia eucarística. Deseamos con todo el corazón recibirlo en la santa Comunión, deseamos con todo el corazón escuchar la certeza de su misericordia en el sacramento de la Reconciliación; deseamos con todo el corazón compartir todo esto con buenos amigos en una comunidad sana; deseamos con todo el corazón encontrarlo en el rostro de los pobres, en nuestros actos de servicio. El Papa Benedicto XVI nos lo ha enseñado a todos en su homilía inaugural: “Yo os llamo a la santidad, que es la amistad con Jesús”.


Si un joven me dice: “Pienso realmente en convertirme en sacerdote, por eso haría bien en trabajar sobre mi vida espiritual”, yo creo que será recompensado. Trabaja sobre tu vida espiritual, pon lo mejor de ti para rezar, participa frecuentemente en la Misa, ama recibir a nuestro Señor en la santa Comunión y pasar tiempo visitándolo, ama las Sagradas Escrituras, sumérgete en la vida de los santos, busca conocer mejor tu fe católica, cultiva amistad con aquellos que comparten tus valores, ama a la Iglesia y a tu parroquia, involúcrate en obras de servicio. Todas estas cosas intensifican una vida de amistad con Jesús, que significa santidad. Si hacemos todo esto, si desarrollamos la santidad, si desarrollamos el discipulado, entonces la llamada al sacerdocio vendrá.


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Fuente: Diócesis de Porto-Santa Rufina


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 15 de diciembre de 2011

Hildegarda de Bingen será doctora de la Iglesia, por decisión de Benedicto XVI

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Presentamos esta importante noticia, publicada hoy por el vaticanista Andrea Tornielli, sobre la próxima decisión de Benedicto XVI de proclamar “doctora de la Iglesia” a santa Hildegarda de Bingen. El Papa le ha dedicado dos catequesis y también hizo referencia una profecía suya al referirse al escándalo de los abusos sexuales desatado durante el Año Sacerdotal.

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Ha comparado sus visiones a las de los profetas del Antiguo Testamento, la cita con frecuencia y le ha dedicado dos catequesis de los miércoles. La ha señalado como ejemplo de mujer teóloga, ha alabado sus composiciones musicales que todavía hoy se ejecutan, como también el coraje que la llevó a enfrentar a Federico Barbarroja, al cual comunicaba advertencias divinas. Benedicto XVI está muy vinculado a la figura de santa Hildegarda de Bingen y quiere proclamarla, en octubre de 2012, “doctora de la Iglesia”: un título raro y solemne, atribuido a santos que, gracias a su vida y a sus escritos, han sido iluminadores para la doctrina católica.


La Iglesia ha reconocido hasta hoy 33 “doctores”, treinta de los cuales hombres. Las mujeres en el elenco son sólo tres: Teresa de Ávila, Catalina de Siena y Teresita de Lisieux, las primeras dos proclamadas por Pablo VI en 1970, la última por Juan Pablo II en 1997. Ahora Ratzinger quiere añadir una cuarta al elenco, invitando así a las mujeres a seguir el ejemplo de la mística renana y a contribuir a la reflexión teológica.


Hildegarda, última de diez hermanos de la noble familia de los Vermesseheim, nació en 1098 en Bermesheim, en Renania, y murió con ochenta y un años en 1179. La etimología de su nombre significa “aquella que es audaz en la batalla”, una primera profecía que se habría realizado plenamente. Enviada por sus padres a la vida religiosa desde que tenía ocho años, se hizo benedictina en el monasterio de san Disibodo, luego se convirtió en priora de la comunidad femenina y, dado el número siempre creciente de aspirantes que llamaban a las puertas de su convento, decidió separarse del complejo monástico masculino trasladando su comunidad a Bingen, donde transcurrió el resto de su vida. Desde joven había recibido visiones místicas, que hacía poner por escrito a una hermana. Temiendo que fuesen sólo ilusiones, pidió consejo a san Bernardo de Claraval, que la tranquilizó. Y en 1147 obtuvo la aprobación del Papa Eugenio III que, mientras presidía un sínodo en Tréveris, leyó un texto de Hildegarda. El Pontífice la autorizó a escribir sus visiones y a hablar en público. Su fama se difundió pronto: sus contemporáneos le atribuyeron el título de “profetisa teutónica” y “sibila del Rin”.


La mística, santa para el pueblo pero nunca oficialmente canonizada, a cuya figura está dedicado el film “Vision”de Margarethe von Trotta, en su obra más conocida, Scivias (“Conoce los caminos”), resume en treinta y cinco visiones los eventos de la historia de la salvación, desde la creación del mundo hasta el fin de los tiempos. “Con los rasgos característicos de la sensibilidad femenina – ha dicho de ella Benedicto XVI -, Hildegarda, precisamente en la sección central de su obra, desarrolla el tema del matrimonio místico entre Dios y la humanidad realizado en la Encarnación. En el árbol de la cruz se llevan a cabo las nupcias del Hijo de Dios con la Iglesia, su esposa, colmada de gracias y capaz de dar a Dios nuevos hijos, en el amor del Espíritu Santo”. Para el Papa Ratzinger, que al recordarla un año atrás había animado a las teólogas, es evidente precisamente por ejemplos como el de Hildegarda que la teología puede “recibir una contribución peculiar de las mujeres, porque son capaces de hablar de Dios y de los misterios de la fe con su peculiar inteligencia y sensibilidad”.


No faltan en sus visiones profecías a corto plazo, como aquella sobre la afirmación de la herejía cátara, pero tampoco fragmentos apocalípticos, como aquella sobre el Anticristo que sembrará muerte entre las naciones “cuando sobre el trono de Pedro se sentará un Papa que tomará los nombres de dos apóstoles”. O aquella en la cual deja entrever la posibilidad de que un musulmán convertido al cristianismo, hecho cardenal, asesina al Papa legítimo porque quiere su trono y, al no lograr obtenerlo, se proclama antipapa.


La historia de Hildegarda atestigua la vivacidad cultural de los monasterios femeninos de la época y contribuye a destruir ciertos prejuicios sobre la Edad Media. Era una monja, teólogo, cosmóloga, botánica, música: es considerada la primera mujer compositora de la historia cristiana. Sabía gobernar, condenaba la inmoralidad de los sacerdotes que con sus pecados hacían “permanecer abiertas las heridas de Cristo”, enfrentaba a los mismos obispos alemanes. Como también a Federico Barbarroja, al cual hizo llegar un mensaje de parte de Dios, después que el emperador había nombrado por segunda vez un antipapa: “"Yo puedo abatir la maldad de los hombres que me ofenden. Oh rey, si quieres vivir, escúchame o mi espada te atravesará”.


La monja alemana es también patrona de los cultores del esperanto, en cuanto autora de una de las primeras lenguas artificiales, la lengua ignota, un idioma secreto que utilizaba para fines místicos y estaba compuesta por 23 letras. Es ella misma quien describe en un códice que contiene también un glosario de 1011 palabras en “lengua ignota”.


La Congregación para las Causas de los Santos, guiada por el cardenal Angelo Amato, está concluyendo el estudio de los documentos sobre Hildegarda. Si bien los Papas habían permitido su culto en Alemania – el último en expresarse en ese sentido había sido Pío XII -, la mística renana nunca ha sido propiamente canonizada, porque el proceso abierto medio siglo después de su muerte fue interrumpido. Se prevé, por eso, que el Papa Ratzinger, que ya varias veces la ha definido “santa” en sus discursos, la canonice oficialmente antes de inscribirla en el elenco exclusivo de los doctores cuya vida y cuyas obras han sido iluminadoras para la doctrina católica.


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Fuente: La Stampa


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 12 de diciembre de 2011

El Papa apunta a América Latina y a su mayor desafío: la fe

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Gran fiesta para América Latina en el Vaticano por el bicentenario de la independencia de los países del continente, que será celebrado este lunes en la solemne Eucaristía presidida por Benedicto XVI. Avvenire ha hablado del evento con el profesor Guzman Carriquiry, desde mayo número dos, en cuanto secretario, de la Pontificia Comisión para América Latina, el laico con más “alto grado” en la Curia Romana.

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Profesor, ¿cómo ha nacido la idea de esta solemne celebración?


Ha sido una iniciativa de la Pontificia Comisión para América Latina que su presidente, el cardenal Marc Ouellet, llevó a conocimiento tanto del Santo Padre como del cardenal Secretario de Estado Tarcisio Bertone. Ambos la recibieron con gran benevolencia. Se trata de un gesto de exquisita atención y de afecto del Papa hacia los pueblos y las naciones del así llamado continente de la esperanza. Este gesto de solicitud ya ha suscitado una corriente de gratitud y de devoción que va incluso más allá de los confines estrictamente eclesiales de América Latina.

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¿Es realmente el continente de la esperanza?


Lo es. Y sería dramático que no lo fuese, cuando se piensa que más del 40 por ciento de los católicos de todo el mundo vive allí. El mismo Benedicto XVI, durante el viaje a Brasil del 2007, proclamó su gran interés por América Latina explicando que el destino de toda la catolicidad está ligado en gran medida al destino de la misión de la Iglesia entre los pueblos latinoamericanos.

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A propósito de viajes, la Sala de Prensa del Vaticano ha confirmado que está en estudio uno a México y a Cuba…


Nuestra Comisión no tiene competencia sobre esto, que es propia del Papa y de la Secretaría de Estado. De todos modos, el viaje del Papa a Aparecida fue extraordinario. Y Benedicto XVI ha anunciado que la próxima JMJ del 2013 se celebrará en Río de Janeiro. Se puede pensar, entonces, que entre dos viajes sucesivos a Brasil era importante estudiar la posibilidad de que el Papa pudiese visitar también el mundo hispanoamericano. Si este viaje es confirmado, esta Misa de mañana será un preludio a este importante evento.

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Desde este privilegiado observatorio, ¿cuáles son las luces y las sombras que ve en la sociedad y en la Iglesia latinoamericana?


A nivel social y económico, América Latina está viviendo un momento propicio y favorable. La gran crisis financiera que está golpeando al primer mundo, al menos hasta ahora, no se ha descargado aún sobre el continente, que desde el 2002 hasta hoy vive el proceso más largo y consistente de crecimiento económico de toda su historia. Decenas de millones de latinoamericanos han abandonado la fase de pobreza, si bien las desigualdades continúan siendo gravísimas. Ahora a América Latina, y a Brasil en particular, se le pide ayudar al Fondo Monetario Internacional y a la vieja Europa en crisis. Nos parece vivir es escenarios inimaginables sólo veinte años atrás. Debo decir que, para un latinoamericano, todo esto suscita un cierto orgullo interior. Permanece, de todos modos, el grave problema de la violencia y de la seguridad y de un grave déficit en la calidad de los sistemas educativos y políticos.

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¿Y cómo ve la situación de la Iglesia?


América Latina es depositaria de un gran patrimonio de fe. El 80 por ciento de la población está bautizada en la Iglesia católica, que en las diversas encuestas continúa siendo una de las instituciones que suscita más credibilidad y esperanza. Mientras la piedad popular, en lugar de agotarse y empobrecerse, permanece todavía con manifestaciones que conmueven a nuestros pueblos.

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En Aparecida el Pontífice habló también de la fuerte erosión que está sufriendo este gran patrimonio de fe…


Este patrimonio no puede ser dilapidado, sería gravísimo. La secularización avanza sobre todo en las grandes metrópolis. Existe la proliferación de las comunidades evangélicas neopentecostales y de las sectas que, si bien no avanzan de modo exponencial como en el pasado, permanecen muy activas allí donde la presencia de la Iglesia católica es escasa o sus respuestas están diluidas a causa de una cierta auto-secularización. Y por otro lado América Latina, participando cada vez más de los escenarios globales, está investida por esta cultura dominante a nivel mundial caracterizada por impulsos relativistas y hedonistas, que ciertamente van erosionando el carácter humano y cristiano de nuestro pueblo. Esto se manifiesta también en diversos proyectos legislativos que tocan aspectos fundamentales del ethos que el cristianismo ha sembrado en la vida de nuestro continente. Todos estos son desafíos serios. Pero…

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¿Pero?


No se debe olvidar que el mayor desafío que tenemos es el interno. Es decir, cómo la Iglesia y las comunidades católicas de América Latina acogen, adhieren, celebran, dan testimonio y comunican la fe que les ha sido dada. Éste es el mayor desafío. Por eso la última gran respuesta del episcopado latinoamericano en Aparecida ha sido el lanzamiento de la misión continental. Con el objetivo de convertir este pueblo de bautizados en un pueblo de auténticos discípulos y misioneros.

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Fuente: Avvenire


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 8 de diciembre de 2011

Arzobispo mayor de los siro-malabares: “El Papa actual está salvando realmente a la Iglesia de nuestro tiempo”

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Presentamos una interesante entrevista al Arzobispo mayor de la Iglesia siro-malabar, George Alencherry, elegido este año como cabeza de la segunda Iglesia oriental católica más numerosa. En esta entrevista, en la cual se refiere a las riquezas y dificultades de su Iglesia, a los pedidos que han hecho al Santo Padre en su reciente visita a Roma, y a la importancia de la liturgia, también habla de las interpretaciones incorrectas del Concilio Vaticano II y del providencial rol que el actual Sumo Pontífice está teniendo para “salvar a la Iglesia de nuestro tiempo”.

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Roma está lejos del Malabar. Pero si se quiere percibir qué es realmente la proximidad que connota y expresa la Communio Eclesiarum basta mirar el hilo de gratuito y recíproco reconocimiento que une a la Iglesia de Roma y la Iglesia siro-malabar. Dos realidades que, por casi diez siglos, no han compartido ningún tipo de vínculo jurídico-institucional. George Alencherry, elegido en el pasado mes de mayo Arzobispo mayor de esa Iglesia india de rito oriental florecida por la predicación del apóstol Santo Tomás, en el mes de octubre vino a Roma a encontrarse con el Sucesor de Pedro en su sede apostólica. Con ocasión de su viaje a Roma, la cabeza de la comunidad católica de rito oriental más numerosa y relevante después de los greco-católicos ucranianos, ha querido encontrarse también con 30Giorni.

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Beatitud, ¿nos habla de su encuentro con el Santo Padre?


Yo he sido elegido Arzobispo mayor por el Sínodo de la Iglesia siro-malabar en mayo, y luego el Papa confirmó mi elección. Este procedimiento ha sido aplicado por primera vez: de hecho, los dos arzobispos mayores que me han precedido habían sido elegidos directamente por la Santa Sede. La elección tuvo lugar el 24 de mayo y el 29 de mayo me instalé como Arzobispo mayor y arzobispo de la diócesis de Ernakulam-Angamaly. La de octubre ha sido mi primera visita como Arzobispo mayor al Papa, junto con el Sínodo permanente de nuestros obispos. Ha sido la ocasión para renovar como Arzobispo mayor mi declaración de fidelidad y obediencia al Sucesor de Pedro. Durante el viaje he visitado también otros dicasterios de la Santa Sede, en particular la Congregación para las Iglesias Orientales.

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¿Qué argumentos habéis tratado en vuestros encuentros en el Vaticano?


Hemos hablado mucho de los problemas de jurisdicción que crean obstáculos a nuestra obra pastoral. Los fieles de la Iglesia siro-malabar son cerca de cuatro millones, de los cuales tres millones cuatrocientos mil viven en las veintiocho diócesis en India. De estas diócesis, dieciocho se encuentran en el territorio propio (Kerala, parte del Tamil Nadu y Karnataka) de la Iglesia siro-malabar. Nosotros tenemos una jurisdicción territorial sólo en estas dieciocho diócesis. Y nos gustaría tener una jurisdicción territorial que cubra todo el territorio de la India: ésta es una de nuestras solicitudes al Santo Padre, y para nosotros es un pedido importante. Creemos que es nuestro derecho. Antes de la llegada de los misioneros occidentales – los portugueses llegaron en el siglo XVI – la jurisdicción nuestra, “cristianos de Santo Tomás”, se extendía en toda la India. Luego los misioneros occidentales, a causa de la influencia de los soberanos europeos, tomaron la jurisdicción de la India, restringiendo la nuestra a las áreas donde estábamos más concentrados.

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Vuestro pedido puede parecer una reivindicación de derechos pasados ya sepultados por la historia…


No, es una cuestión que concierne al presente, en términos muy concretos. Nuestros fieles crecen en número y se difunden en otras regiones. Pero allí ocurre que nuestra gente no encuentra una adecuada cura pastoral en continuidad con la propia tradición, y sufre por esto. Nuestros fieles están acostumbrados a nuestra liturgia, a nuestras costumbres, a nuestras modalidades de oración y de participación de los laicos en la administración de las parroquias. El rol de los laicos en la vida de las parroquias y en la catequesis es una peculiaridad de la Iglesia siro-malabar. En muchas grandes ciudades hay grandes concentraciones de fieles siro-malabares: setenta mil en Delhi, cincuenta mil en Chennai y Bangalore, cerca de veinte mil en Hyderabad. Quisiéramos poder establecer diócesis al menos en estos grandes centros urbanos.

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¿Y qué respuesta os han dado?


La Santa Sede nos ha dicho que, en línea de principio, tenemos derecho a la jurisdicción. Pero, dado que en las otras regiones se ha instalado la Iglesia latina, es necesario establecer algún tipo de entendimiento concordado con los latinos. El Santo Padre comprende nuestras necesidades y nos ha explicado que será necesario proceder de a un paso por vez. Nos ha recordado las palabras del Concilio Vaticano II, según las cuales cada Iglesia sui iuris tiene derecho a poder vivir en autonomía. Hay una anomalía histórica que debe ser corregida. Nosotros somos pacientes, pero no es justo que se siga delante de este modo.

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¿Cuáles son las objeciones que son puestas a vuestro pedido?


Ya ahora la Iglesia siro-malabar, la siro-malankar y la latina tienen diócesis que se sobreponen en nuestro territorio histórico. Sin embargo, algunos obispos piensan que podría haber dificultades si nosotros extendemos nuestra jurisdicción a territorios que caen en sus diócesis. Tenga en cuenta que en algunas diócesis latinas actualmente los siro-malabares representan una gran parte de los fieles atendidos por los sacerdotes latinos. Si extendiéramos la jurisdicción, en algunas de aquellas diócesis latinas podrían quedar poquísimos fieles de rito latino. Otra preocupación se refiere a los sacerdotes siro-malabares que han aprendido el rito latino y trabajan en las diócesis latinas. Hay más de treinta obispos de origen siro-malabar que trabajan como obispos latinos en las diócesis del norte.

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Y fuera de la India, ¿cómo van las cosas?


Hay un gran número de fieles siro-malabares fuera de la India. En los Estados Unidos son cerca de cien mil, y para ellos ha sido instituida una diócesis que tiene su centro en Chicago. La mayor parte de los fieles en el exterior se concentran en el Golfo Pérsico. En Arabia Saudita son más de ochenta mil, casi todos trabajadores que se han trasladado allí de manera permanente. El Papa ha nombrado dos vicarios apostólicos y un nuncio, pero los sacerdotes que han sido encargados del cuidado de aquellos fieles, aún siendo de origen siro-malabar, han adherido a las congregaciones latinas y son latinos de formación. La ausencia de sacerdotes de nuestro rito ha creado algunas tensiones en aquellos países. Es otro problema que hemos presentado a la Santa Sede; esperamos ser escuchados.

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¿Cómo procede la colaboración entre las diversas Iglesias católicas en la India?


Las tres Iglesias, latina, siro-malabar y siro-malankar, son parte de la única Iglesia universal, y hay una Conferencia episcopal de los obispos de las tres Iglesias. En esa Conferencia trabajamos juntos sin ningún problema. La Iglesia católica es comunión de diversas Iglesias particulares: hay veintidós Iglesias orientales, que junto a la Iglesia latina componen la Iglesia universal. Sólo a partir de esta teología es posible el ecumenismo: si los greco-ortodoxos percibieran la existencia de esta comunión, se unirían a los católicos. Ecumenismo no es llevar a la Iglesia ortodoxa bajo la administración de la Iglesia latina. Nosotros, desde dentro, pedimos un ecumenismo real. Los ortodoxos lo piden desde fuera. Pero algunos de entre los latinos no lo comprenden.

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¿Y las relaciones con los hindúes?


En general, el hinduismo es una religión que promueve paz y armonía. La mayor parte de las personas nos mira con simpatía, y trabajamos juntos. Pero como sabéis, en el pasado reciente ha habido grupos de fundamentalistas que han creado problemas. En todo país, por un motivo u otro, existen los fundamentalistas. Así como existen los extremistas políticos, que llamamos terroristas. En India existen grupos extremistas dentro del hinduismo: quien cree en el auténtico hinduismo no los ama, pero estos grupos crean problemas sobre todo a los cristianos. Temen que los cristianos, por medio de las conversiones, tomen el control del país. Pero es un miedo sin fundamento y los cristianos, por el contrario, no reaccionan con violencia frente a sus ataques. El gobierno lo sabe y nos está ayudando.

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La Iglesia siro-malabar ha permanecido en la fe de los apóstoles viviendo en medio de una cultura enraizada en otros presupuestos religiosos. Este es un espléndido testimonio del hecho que la Iglesia es de Jesucristo (Ecclesiam Suam, escribió Pablo VI). ¿Qué puede sugerir a la entera cristiandad la historia de los cristianos siro-malabares?


La herencia que llevamos con nosotros es el resultado de veinte siglos de testimonio de la fe católica, a la que hemos permanecido siempre fieles, incluso cuando existían serias incomprensiones por parte de los misioneros extranjeros. Nuestra Iglesia tiene un estilo único de catequesis: en las familias, en las parroquias y en las escuelas, en estos tres niveles enseñamos a los niños a custodiar la fe. Aquí en Roma hay cerca de seis mil fieles siro-malabares: el 16 de octubre hemos celebrado una hermosa liturgia en la Basílica de Letrán. La Basílica estaba llena.

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La Iglesia siro-malabar ha confirmado la comunión con Roma después de siglos de ausencia de contactos. Es el signo de que la comunión de la Iglesia no es principalmente resultado de relaciones jurídicas…


La nuestra es la fe de los apóstoles, transmitida por santo Tomás. Santo Tomás no habría podido iniciar una nueva Iglesia por fuerza propia. También en India él hizo sólo aquello que Jesús le había pedido que hiciera. Por el mismo motivo, Tomás y todos aquellos que de él han recibido el anuncio evangélico están en comunión con Pedro, y esto es garantía de nuestra fe. La fidelidad al Papa viene de nuestra experiencia de la fe: rezamos por el Papa en la celebración eucarística, consideramos en la liturgia a los santos de todas las Iglesias particulares junto con los nuestros. Doctrinalmente, custodiamos lo que hemos recibido del Credo de Nicea. La Eucaristía y los otros sacramentos, por don del Espíritu Santo, nos unen en la Iglesia una, santa y apostólica.

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¿Nos habla de vuestra devoción por santo Tomás?


Después de las fiestas de Nuestro Señor, desde la Navidad hasta la Pascua, y las fiestas de la Santísima Virgen – Inmaculada Concepción, Natividad y Asunción -, la fiesta más solemne en la Iglesia siro-malabar es la “dukhrana”, o conmemoración de santo Tomás. La celebramos en todo el mundo; incluso en Arabia Saudita, donde no se pueden tener celebraciones oficiales, más de trescientos fieles se han reunido en un lugar privado y me han llamado por teléfono, pidiéndome una bendición. Según la tradición, Tomás fundó siete comunidades en la India. Aquellos lugares se han convertido en otras tantas metas de peregrinación. Y el primer domingo después de Pascua se celebra la fiesta de santo Tomás que toca el costado de Jesús. Es una gran fiesta, en la que participan muchos hindúes.

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El cardenal Levada, en el último Sínodo de las Iglesias orientales, anunció que consultaría a los patriarcas orientales sobre una posible reforma del ejercicio del ministerio petrino. ¿Qué sugiere, en particular con respecto a las relaciones con las Iglesias orientales?


La Iglesia católica, a través del Consejo para la Unidad de los Cristianos, ya ha iniciado un diálogo sobre el primado. Pienso que se debe proseguir ese diálogo y buscar un acuerdo común con las Iglesias de Oriente, como había en los primeros cuatro siglos de la cristiandad. En aquel tiempo había una comprensión común del primado. Ahora la Iglesia ortodoxa objeta que es imposible remontarse a la teología precedente al Concilio de Calcedonia porque no poseemos ningún documento de aquella época. Pero creo que también a partir de los documentos y pronunciamientos sucesivos al tiempo de Calcedonia es posible un diálogo y un acuerdo sobre el ministerio petrino. Porque existe la expresión primus inter pares. Todos nosotros tenemos necesidad de un ministerio petrino que sea referencia de unidad para todas las Iglesias. Yo tengo la esperanza de que se encuentre un punto a mitad de camino donde la Iglesia católica y las Iglesias ortodoxas puedan encontrarse en la plena comunión de la Iglesia de Cristo.

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Por siglos vuestra Iglesia ha debido hacer frente a los procesos de “latinización” puestos en marcha con ustedes. Estaba quien os creía heréticos o cismáticos porque teníais vuestras oraciones, vuestras liturgias y no hablabais latín. ¿Ve todavía hoy circular residuos de aquella mentalidad?


El modo de pensar ha cambiado mucho, también en la Iglesia latina. Entre los teólogos, entre la mayor parte de los obispos, y en la Sede Apostólica. El Padre Placid Podipara CMI, un teólogo e historiador muy renombrado de nuestra Iglesia, ha dicho que la Iglesia siro-malabar es cristiana por fe, hindú por cultura y oriental en el culto. Desafortunadamente los misioneros que llegaron en el siglo XVI no lo comprendieron. No tenían malas intenciones, era la actitud del tiempo. Pero ahora, aquello que ellos pensaron que era equivocado puede ser restaurado. Esto es lo que dice el Concilio Vaticano II. Mucho ha cambiado, pero donde este cambio no se ha dado, hay problemas. Se lo he dicho también al Papa; he dicho: “Santidad, hay muchísimos obispos latinos que comprenden correctamente la eclesiología de comunión, pero hay otros…”.

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La liturgia ha tenido un rol central para la continuidad histórica de vuestra Iglesia. ¿Cómo ve la importancia reconocida a la liturgia por el magisterio del Papa actual?


El magisterio del actual Papa está realmente salvando a la Iglesia de nuestro tiempo. Hay muchas aberraciones que estaban penetrando en la Iglesia, a veces en nombre del Concilio Vaticano II. Hay alguno que ha interpretado mal aquel Concilio, deteniéndose en las cosas accidentales y perdiendo de vista lo esencial. El Papa quiere seguir lo que el Vaticano II realmente ha querido decir. Y cuando él, poco a poco, logre hacer pasar estas cosas, la Iglesia estará realmente unida. La disipación y la mundanización de la Iglesia están realmente extendidas, especialmente en Europa, y para la recomposición se necesitará más tiempo. Pero este es el intento del Papa, y la Iglesia siro-malabar está con él.

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Sin embargo, ha habido también en la Iglesia siro-malabar controversias encendidas entre quien sostiene la recuperación integral del patrimonio litúrgico tradicional y quien juzga esto una forma de esteticismo tradicionalista. Entre “caldeízante” y “latinizante”…


Diría una cosa: si algo es caldeo, o europeo, o de cualquier otro lugar, lo que es válido, es válido. Pero algunos, como consecuencia de la latinización, se han convencido de que lo que pertenece a la cultura occidental es bueno y lo que viene de Oriente no es bueno. Es una impresión creada por la latinización, a la que hemos sido sometidos durante tres siglos. Si bien la Iglesia universal con el Concilio Vaticano II nos ha restituido la libertad de recuperar los elementos válidos de nuestro patrimonio, una buena parte de la Iglesia los ha olvidado y no siente la exigencia de esta recuperación. Dicen: “sigamos yendo hacia delante con lo que tenemos ahora, y si se necesita otra cosa, tomémosla de la Iglesia latina”. Esta es su actitud. Otros responden que para continuar siendo lo que somos, debemos antes que nada recuperar lo que ha sido quitado y hemos perdido. Yo, en mi oficio, trataré de crear más unidad y también una cierta uniformidad en las celebraciones litúrgicas. No una uniformidad integral sino una unidad en lo esencial. Que debe realizarse de forma gradual. Por ejemplo, antes en la Iglesia latina estaba quien decía que nosotros celebramos mirando a la pared. Pero mirar hacia Oriente no es tener la cara hacia la pared. Es mirar hacia donde viene el Señor. En la teología de nuestra Iglesia, el pueblo y el celebrante ofrecen juntos el sacrificio a Dios Padre, dirigidos a Oriente.

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La India se está convirtiendo en una especie de superpotencia geo-económica. Hay nuevos problemas. ¿Cómo afectan estos procesos vuestro trabajo pastoral?


El mundo que cambia, también nos cambia a nosotros. Nuestros fieles emigran, para estudiar o buscar trabajo. Sólo una tercera parte de ellos viven en las diócesis originarias. Cerca de dos tercios están fuera, en las grandes ciudades. En América y en Europa hay doctores, empresarios, comerciantes siro-malabares que están subiendo en la escala social. Si a nosotros se nos reconoce la jurisdicción universal sobre nuestros fieles, podemos realmente favorecer esta energía de modo que su fuerza esté al servicio de la Iglesia universal. De otra manera, aquello que perdamos nosotros lo perderá la Iglesia universal. Y si nuestros fieles encuentran dificultades para permanecer en contacto con el patrimonio espiritual propio, buscarán el sentido espiritual en los grupos pentecostales o en realidades de ese género. Y esto ya está ocurriendo. Estamos perdiendo a nuestros fieles. Ellos llegan desde la India a Occidente, encuentran alguien que les dice: “¿por qué debes ir a las iglesias de los latinos? Ven con nosotros, rezamos juntos”. Hemos perdido a muchos. Nosotros estamos angustiados por esto y hemos expresado nuestras angustias a los dicasterios vaticanos. Todos parecen comprender lo que decimos pero luego no se toman decisiones. Se debe consultar a muchas personas, y el tiempo pasa. Y las cosas empeoran. Muchos no parecen entender que si florece y prospera la Iglesia siro-malabar, florece la Iglesia universal. Porque cada Iglesia particular es para la Iglesia universal. Y también la Iglesia latina es una Iglesia particular. Mientras que, en las cabezas de algunos, universal coincide con latino. Ésta, obviamente, no es la doctrina oficial. No es el pensamiento de ningún teólogo serio. Pero continúa siendo una mentalidad difundida en muchos, y provoca retrasos.

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En los pasados días, en la Pontificia Universidad Gregoriana, se ha realizado un importante Congreso internacional sobre la así llamada Anáfora de Addai y Mari. ¿Por qué esta anáfora tiene una importancia particular desde el punto de vista ecuménico y litúrgico?


La de Addai y Mari es la anáfora más antigua en la Iglesia universal. En ella nosotros percibimos la más sencilla teología de los Evangelios, la comprensión más germinal del misterio de Cristo, sin las formulaciones doctrinales venidas después. Así como el Evangelio de San Marcos es el Evangelio más sencillo, la de Addai y Mari es la liturgia más sencilla. De este modo, cuando la celebramos, experimentamos intensamente la presencia de Jesús con nosotros. También las expectativas y las súplicas de la Iglesia están muy bien integradas en la Anáfora. Contiene las oraciones por los débiles, los oprimidos, los martirizados, los pobres, los refugiados. En resumen, tiene la belleza de la sencillez. La anáfora de Addai y Mari es usada por la Iglesia Asiria de Oriente, y tiene la característica de no contener de manera explícita las palabras de la institución, las pronunciadas por Jesús en la Última Cena (“Tomad y comed, esto es mi cuerpo… Tomad y bebed, esta es mi sangre… Haced esto en memoria mía”). También la Iglesia siro-malabar ha usado la forma tradicional de aquella anáfora hasta el siglo XVI, sin interpolaciones. Pero los teólogos latinos sostenían que sin las palabras de la institución no había verdadera consagración, por lo tanto consideraban no válida la Anáfora de Addai y Mari. Luego, en el 2001, el Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, con el consenso de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha reconocido la validez de aquella anáfora, usada desde tiempos inmemoriales también en nuestro Qurbana, el sacrificio eucarístico según el rito malabar.

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Fuente: 30Giorni


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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domingo, 27 de noviembre de 2011

El plan pontificio para la reforma de la Iglesia en Irlanda

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Ante la grave crisis de la Iglesia Católica en Irlanda, el Papa Benedicto XVI ya presentó su plan de reforma en su memorable Carta pastoral a los católicos de Irlanda, de marzo de 2010, en la que se refirió a la difícil situación actual y explicó los pasos para la urgente reforma interna que la Iglesia irlandesa necesita. Pero también se planea en el Vaticano, según informa Paolo Rodari en este artículo, una reforma en las estructuras, que llevará a la reducción del número de diócesis y a la aceptación de la renuncia de varios obispos.

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Twomey, ex-alumno de Benedicto XVI y docente en el seminario irlandés de Maynooth, propuso levantar de nuevo la imagen de la Iglesia devota de San Patricio, manchada por el problema de la pedofilia del clero, con una terapia de choque que preveía las dimisiones de todos los obispos nombrados antes del 2003 en cuanto culpables, en su opinión, de haber cubierto a los sacerdotes sin removerlos. Muchos lo tomaron por loco. Pero estaba el método. A partir de la fecha: el 2003, es decir, antes de que el entonces cardenal Ratzinger obtuviese de Juan Pablo II la concesión de algunas especiales facultades para ofrecer mayor flexibilidad en los procedimientos penales para los “graviora delicta”, entre las cuales el uso del proceso penal administrativo y el pedido de las dimisiones ex officio en los casos más graves.


“Es el único camino para garantizar la transparencia en el escándalo de la pedofilia”, explicó Twomey, ganándose diversas críticas provenientes más que nada de la misma jerarquía irlandesa, no ciertamente del pueblo. Y no ciertamente de Roma.


El silencio de la Santa Sede al respecto fue muy elocuente y hoy, a algunos meses de distancia, se comprende el motivo de ello. La “propuesta Twomey”, en efecto, ha sido puesta en práctica de hecho, con la decisión de dejar vacantes las sedes de las cuales, oficialmente por límite de edad o por problemas de salud, los obispos han renunciado. Hoy siete de las cerca de veinte diócesis de Irlanda (el último en dejar ha sido el obispo de Derry, Séamus Hegarty) están sin guía oficial, mientras que otras son gobernadas por administradores apostólicos, queridos por Roma para conducir las diócesis hacia la definitiva reestructuración que prevé también unificaciones entre diversas sedes.


Son dos los hombres clave sobre los cuales la Santa Sede apunta para reconstruir desde el principio el episcopado de Irlanda. El primero es monseñor Charles J. Brown (52 años), ayudante de estudio de la Congregación para la Doctrina de la Fe y secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional.


Según indiscreciones lanzadas también por el Irish Times (fuentes vaticanas han confirmado al Foglio la noticia) será llamado a Dublín como nuevo nuncio vaticano. El cargo está también vacante desde hace meses. El pasado verano, de hecho, después de que el primer ministro Enda Kenny, con informes del gobierno en la mano, acusó a los máximos vértices de la jerarquía católica de haber protegido a sacerdotes pedófilos en la diócesis de Cloyne, gobernada hasta el 2010 por el “secretario de tres Pontífices” John Magee, la Santa Sede llamó a Roma al nuncio, monseñor Giuseppe Leanza, para luego destinarlo a la República Checa.


La elección de Brown es significativa. Él, de hecho, aún no viniendo de la diplomacia de la Santa Sede, es persona conocida y estimada dentro de la Secretaría de Estado vaticana. Desde hace años trabaja en la Curia Romana, por diez años ha trabajado en estrecho contacto con Ratzinger en el ex-Santo Oficio. Además es de origen estadounidense y, por lo tanto, de lengua inglesa, sin ser un hombre del aparato irlandés. Ha estudiado Historia en la Universidad de Notre Dame. Se ha especializado luego en la Universidad de Oxford, Toronto y en el Pontificio Ateneo San Anselmo en Roma. Su nombramiento confirma la llegada de una nueva generación de estadounidenses a los puestos diplomáticos importantes. La cual tiene en el joven Peter Brian Wells, asesor para los Asuntos generales de la Secretaría de Estado, su exponente de peso.


Que Brown haya nacido en los Estados Unidos es una señal importante también por otro motivo. No se excluye que muchos de los nuevos obispos que Benedicto XVI nombrará en Irlanda vendrán precisamente de Estados Unidos. Esto tiene algo de sorprendente (es totalmente inusual que en Europa sean traídos al episcopado obispos de otros continentes) y permite entender cuán comprometida está la situación en el país.


Dice George Weigel, el biógrafo de Juan Pablo II, que la idea de llamar obispos de los Estados Unidos no es tan descabellada: “Actualmente Irlanda es tierra de misión como en un tiempo lo fue Estados Unidos. En 1921 un irlandés, Michael Joseph Curley, se convirtió en Arzobispo de Baltimore (Maryland) en un momento en que los prejuicios entre irlandeses y anti-católicos eran muy vivos. Por este motivo hoy no sería tan extraño que un obispo nacido en Los Ángeles y luego formado en Denver, o bien nacido en Nueva Orleáns y con estudios teológicos en Washington, atravesara el océano Atlántico con destino a Dublín”.


Y también: “Irlanda tiene necesidad de una reevangelización y, por lo tanto, de obispos que tengan dentro de sí el fuego del Evangelio. Hombres que puedan dar una respuesta cristiana convincente en medio del cinismo y la amargura”.


Además de Brown hay otra personalidad a la cual la Santa Sede mira desde hace tiempo. Es el único obispo que no debería ser afectado por la reestructuración que sigue la propuesta de Twomey.


Se trata del arzobispo de Dublín Diarmuid Martin (que ha realizado un largo servicio en la Curia Romana desde 1986 hasta 2001 como subsecretario y luego secretario de Justicia y Paz), entre los primeros en hacer propia la línea de mayor rigor del Papa. Martin ha hecho mucho, en los pasados meses, para distanciarse de sus hermanos en el episcopado.


Ha llegado incluso a convertirse en el “héroe” del New York Times. Ha sido Maureen Dowd, el pasado junio, a hacer conocida una conversación entre ella y Martin en la cual la columnista del periódico de New York llega a decir que “Martin, desde siempre de parte de las víctimas, es un outsider” de una jerarquía donde resaltan en negativo los nombres del cardenal Bernard Law,


ex-arzobispo de Boston que luego del estallido en su diócesis del problema pedofilia se trasladó a Roma para convertirse en arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, y de Angelo Sodano, el ex-secretario de Estado vaticano que “defendió al conocido pedófilo y padre de varios hijos Marcial Maciel Degollado”, fundador de los Legionarios de Cristo.


La tarea de Brown y de Martin no es sencilla. Contra el Vaticano y la idea del ajuste de la jerarquía resiste todavía con tenacidad una parte consistente del episcopado. En particular cuatro arzobispos, guiados por el cardenal Sean Brady, se oponen firmemente a toda modificación de los límites diocesanos.


Recientemente la Santa Sede dispuso que un comité ad hoc (en el que trabajan también algunos de los visitadores apostólicos enviados a Irlanda por el Papa en el 2010) se reuniese con el objetivo declarado de elaborar un plan que debería eliminar las diócesis más pequeñas, fijando un límite mínimo de cien mil católicos por diócesis. Este plan podría tener repercusiones directas sobre las diócesis de Cashel y Emly, , Ardagh y Clonmacnoise, Clogher, Clonfert, Dromore, Elphin, Killala, Kilmore, Ossory e Raphoe.


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Fuente: Palazzo Apostolico


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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