viernes, 27 de febrero de 2009

El Obispo de Roma responde

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Encuentro con sacerdotes de Roma

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Como ya es costumbre, el Santo Padre se ha reunido ayer, Jueves después de ceniza, con los sacerdotes de la Diócesis de Roma. Durante el encuentro, el Papa ha respondido a ocho preguntas que le han formulado. Ofrecemos nuestra traducción de dos interesantes preguntas con las respectivas respuestas que el Santo Padre ha dado.

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Pregunta - Santo Padre, soy Don Marco Valentini, vicario en la Parroquia de San Ambrosio. Cuando estaba en formación no me daba cuenta, como ahora, de la importancia de la liturgia. Ciertamente las celebraciones no faltaban pero no entendía mucho cómo era “la cumbre a la cual tiende la actividad de la Iglesia y al mismo tiempo la fuente de donde mana toda su fuerza” (Sacrosanctum Concilium, 10). La consideraba, más bien, un hecho técnico para el éxito de una celebración o una práctica piadosa, y no un contacto con el misterio que salva, un dejarse conformar a Cristo para ser luz del mundo, una fuente de teología, un medio para realizar la tan deseada integración entre lo que se estudia y la vida espiritual. Por otra parte, pensaba que la liturgia no era estrictamente necesaria para ser cristianos o salvos y que bastaba esforzarse por practicar las bienaventuranzas.


Ahora me pregunto qué sería la caridad sin la liturgia y si, sin ella, nuestra fe no se reduciría a una moral, una idea, una doctrina, un hecho del pasado, y los sacerdotes no pareceríamos consejeros o maestros en lugar de mistagogos que introducen a las personas en el misterio. La misma Palabra de Dios es un anuncio que se realiza en la liturgia y que tiene con ella una relación sorprendente (Sacrosanctum Concilium, 6; Praenotanda del Leccionario, 4 y 10). Y pensamos también en el pasaje de Emaús o del funcionario etíope (Hechos, 8). Por eso, llego a la pregunta. Sin quitar nada a la formación humana, filosófica, psicológica, en las universidades y seminarios, quisiera saber si nuestra especificidad no requiere una mayor formación litúrgica, o bien, si la actual praxis y estructura de los estudios ya satisface suficientemente la Constitución Sacrosanctum Concilium 16 cuando dice que la liturgia se debe considerar entre las materias necesarias y más importantes y debe ser enseñada bajo el aspecto teológico, histórico, espiritual, pastoral y jurídico, y que los profesores de las otras asignaturas deben procurar dejar bien clara la conexión con la liturgia. Hago esta pregunta porque, partiendo del proemio del decreto Optatam totius, me parece que las múltiples acciones de la Iglesia en el mundo y nuestra misma eficacia pastoral dependen mucho de la autoconciencia que tenemos del inagotable misterio de nuestro ser bautizados, confirmados y sacerdotes.

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Respuesta del Santo Padre - Entonces, si he comprendido bien, ésta es la cuestión: cuál es, en el conjunto de nuestro trabajo pastoral, múltiple y con tantas dimensiones, el espacio y el lugar de la educación litúrgica y de la realidad de celebrar el misterio. En este sentido, me parece, es también una pregunta sobre la unidad de nuestro anuncio y de nuestra labor pastoral que tiene muchas dimensiones. Debemos buscar el punto unificador para que estas muchas ocupaciones que tenemos sean todas juntas un trabajo del pastor. Si he entendido bien, usted opina que el punto unificador, que crea la síntesis de todas las dimensiones de nuestro trabajo y de nuestra fe, podría ser precisamente la celebración de los misterios. Y, por lo tanto, la mistagogia, que nos enseña a celebrar.


Para mí, es importante realmente que los sacramentos, la celebración eucarística de los sacramentos, no sean una cosa un poco extraña junto a los trabajos más contemporáneos como la educación moral, económica, y todas las cosas que ya hemos dicho. Puede ocurrir fácilmente que el sacramento quede un poco aislado en un contexto más pragmático y se convierta en una realidad no del todo insertada en la totalidad de nuestro ser humano. Gracias por la pregunta, porque realmente nosotros debemos enseñar a ser hombres. Debemos enseñar este gran arte: cómo ser un hombre. Esto exige, como hemos visto, muchas cosas: desde la gran denuncia del pecado original en las raíces de nuestra economía y en tantos ámbitos de nuestra vida, una guía concreta a la justicia, hasta el anuncio a los no creyentes. Pero los misterios no son algo exótico en el cosmos de las realidades más prácticas. El misterio es el corazón del cual viene nuestra fuerza y al cual retornamos para encontrar este centro. Y por eso pienso que la catequesis mistagógica es verdaderamente importante. Mistagógica quiere decir también realista, referida a la vida de los hombres de hoy. Si es verdad que el hombre no tiene en sí mismo su medida – qué es justo y qué no lo es – sino que la encuentra fuera de sí, en Dios, es importante que este Dios no esté lejos sino que sea reconocible, concreto, que entre en nuestra vida y sea realmente un amigo con el que podemos hablar y que habla con nosotros. Debemos aprender a celebrar la Eucaristía, aprender a conocer a Jesucristo, el Dios con rostro humano, cercano, entrar realmente en contacto con Él, aprender a escucharlo y a dejarlo entrar en nosotros. Porque la comunión sacramental es precisamente esta interpenetración entre dos personas. No tomo un pedazo de pan o de carne, tomo o abro mi corazón para que entre el Resucitado en el contexto de mi ser, para que esté dentro de mí y no sólo fuera, y así hable dentro mío y transforme mi ser, me de el sentido de la justicia, el dinamismo de la justicia, el celo por el Evangelio.


Esta celebración, en la cual Dios no sólo se nos hace cercano sino que también entra en el tejido de nuestra existencia, es fundamental para poder vivir realmente con Dios y por Dios, y para llevar la luz de Dios a este mundo. No entremos ahora en demasiados detalles. Pero es siempre importante que la catequesis sacramental sea una catequesis existencial. Naturalmente, aún aceptando y aprendiendo siempre más el aspecto del misterio – donde terminan las palabras y los razonamientos – esta catequesis es totalmente realista, ya que me acerca con Dios. Me lleva al otro porque el otro recibe al mismo Cristo como yo. Por lo tanto, si en él y en mí está el mismo Cristo, también nosotros dos ya no somos individuos separados. Aquí nace la doctrina del Cuerpo de Cristo porque todos somos incorporados si recibimos bien la Eucaristía en el mismo Cristo. Entonces, el prójimo es realmente prójimo: no somos dos “yo” separados sino que estamos unidos en el mismo “yo” de Cristo. En otras palabras, la catequesis eucarística y sacramental debe realmente llegar a lo vivo de nuestra existencia, ser educación para abrirme a la voz de Dios, dejarme abrir para que rompa este pecado original del egoísmo y sea apertura de mi existencia en profundidad, de tal modo que pueda convertirme en un verdadero justo. En este sentido, me parece que todos debemos aprender siempre mejor la liturgia, no como una cosa extraña, sino como el corazón de nuestro ser cristianos, que no se abre fácilmente a un hombre distante pero que es precisamente, por otro lado, apertura hacia el otro, hacia el mundo. Todos debemos colaborar para celebrar cada vez más profundamente la Eucaristía: no sólo como rito sino también como proceso existencial que me toca en mi intimidad, más que cualquier otra cosa, y me cambia, me transforma. Y transformándome, da inicio también a la transformación del mundo que el Señor desea y para la cual quiere hacernos sus instrumentos.

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Pregunta – Santo Padre, soy Pietro Riggi y soy salesiano. Le quería preguntar: el Concilio Vaticano II ha traído importantísimas novedades a la Iglesia pero no ha abolido las cosas que ya estaban. Me parece que varios sacerdotes o teólogos quisieran hacer pasar como espíritu del Concilio lo que, por el contrario, no tiene nada que ver con el Concilio mismo. Por ejemplo, las indulgencias. Existe el Manual de las Indulgencias de la Penitenciaría Apostólica; a través de las indulgencias, se alcanza el tesoro de la Iglesia y se puede ayudar a las almas del Purgatorio. Existe un calendario litúrgico en el que se dice cuándo y cómo se pueden lucrar las indulgencias plenarias, pero muchos sacerdotes ya no hablan más de esto, impidiendo sufragios importantísimos para las almas del Purgatorio. Las bendiciones: hay un Manual de las bendiciones en el que está prevista la bendición de personas, ambientes, objetos y alimentos. Pero muchos sacerdotes desconocen estas cosas, otras las consideran preconciliares, y no atienden a aquellos fieles que piden lo que, por derecho, deberían tener.


Las prácticas de piedad más conocidas. Los primeros viernes del mes no han sino abolidos por el Concilio Vaticano II pero muchos sacerdotes ya no hablan de ello o hasta hablan mal. Hoy existe un sentido de aversión a todas estas cosas porque las ven antiguas y peligrosas, como cosas viejas y preconciliares, mientras que yo considero que todas estas oraciones y prácticas cristianas son actualísimas y muy importantes, que deben ser retomadas y explicadas adecuadamente al Pueblo de Dios, en el sano equilibro y en la verdad íntegra del Vaticano II.


Quiero también preguntarle: una vez, usted, hablando de Fátima, dijo que hay una conexión entre Fátima y Akita, las lágrimas de la Virgen en Japón. Tanto Pablo VI como Juan Pablo II han celebrado en Fátima una Misa solemne y han utilizado el mismo pasaje de la Sagrada Escritura, Apocalipsis 12, la mujer vestida de sol que lucha una batalla decisiva contra la antigua serpiente, el diablo, Satanás. ¿Hay una relación entre Fátima y Apocalipsis 12?


Concluyo: el año pasado un sacerdote le ha regalado un cuadro. Yo no sé pintar pero quería hacerle también un regalo y he pensado darle tres libros que he escrito recientemente, espero que le gusten.

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Respuesta del Santo Padre - Son realidades de las que el Concilio no ha hablado pero que supone como realidades en la Iglesia y se desarrollan. Ahora no es el momento de entrar en el gran tema de las indulgencias. Pablo VI ha reordenado este tema y nos indica el hilo para entenderlo. Diría que se trata simplemente de un intercambio de dones, es decir, los bienes que existen en la Iglesia, existen para todos. Con esta llave de la indulgencia, podemos entrar en esta comunicación de bienes de la Iglesia. Los protestantes se oponen afirmando que el único tesoro es Cristo. Pero, para mí, lo maravilloso es que Cristo – que realmente es más que suficiente en su amor infinito, en su divinidad y humanidad – quiso añadir, a cuanto Él ha hecho, también nuestra pobreza. No nos considera sólo como objetos de su misericordia sino que nos hace sujetos de la misericordia y del amor junto con Él, casi que – aunque no cuantitativamente sino en sentido místico – nos quiere agregar al gran tesoro del cuerpo de Cristo. Quiso ser la Cabeza con el Cuerpo. Y quiso que, con el cuerpo, estuviera completado el misterio de su redención. Jesús quería tener a la Iglesia como su cuerpo, en el cual se realiza toda la riqueza de cuando ha hecho. De este misterio resulta, precisamente, que existe un tesaurus ecclesiae […].


Y esto vale también para las otras cosas. Por ejemplo, los viernes del Sagrado Corazón: es algo muy bello en la Iglesia. No son cosas necesarias sino que han crecido en la riqueza de la meditación del misterio. Así, el Señor nos ofrece esta posibilidad en la Iglesia. No me parece, ahora, el momento de entrar en todos los detalles. Cada uno puede más o menos entender qué cosa es menos importante que otra; pero nadie debería despreciar esta riqueza, crecida en los siglos como ofrenda y como multiplicación de las luces en la Iglesia. La luz de Cristo es única. Aparece en todos sus colores y ofrece el conocimiento de la riqueza de su don, la interacción entre cabeza y cuerpo, la interacción entre los miembros, y así podemos ser verdaderamente un organismo viviente, en el cual cada uno se da a todos, y todos se dan al Señor, que se nos ha dado a sí mismo.

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Fuente: Papa Ratzinger Blog


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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Actualización: Zenit ha publicado aquí la traducción al español de las respuestas 1 y 2 del encuentro del Papa con el clero romano. Las que nosotros hemos publicado son la 5 y la 8.

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jueves, 26 de febrero de 2009

Desde la Liturgia se pone en marcha la renovación de la Iglesia

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 Liturgia Papal

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Ofrecemos nuestra traducción de una entrevista que Monseñor Guido Marini, Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, ha concedido a la revista Radici Cristiane.

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Parecería que, para el Santo Padre, la Liturgia es uno de los temas de fondo de su pontificado. Usted, que lo sigue de cerca, ¿nos puede confirmar esta impresión?


Diría que sí. Por otra parte, cabe señalar que el primer volumen de la Opera omnia del Santo Padre, de próxima publicación también en Italia, es precisamente el dedicado a los escritos que tienen como objeto la Liturgia. En el prefacio al volumen, el mismo Joseph Ratzinger subraya este hecho, señalando que la precedencia dada a los escritos litúrgicos no es casual sino deseada: siguiendo al Concilio Vaticano II, que promulgó como primer documento la Constitución sobre la Sagrada Liturgia, seguida de otra gran Constitución sobre la Iglesia. Es en la Liturgia, de hecho, donde se manifiesta el misterio de la Iglesia. Se comprende, entonces, el motivo por el que la Liturgia es uno de los temas principales del pontificado de Benedicto XVI: desde la Liturgia se pone en marcha la renovación y la reforma de la Iglesia.

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¿Existe una relación entre la Liturgia y el arte y la arquitectura sagrada? El llamado del Papa a una continuidad de la Iglesia en el campo litúrgico, ¿no debería extenderse también al arte y la arquitectura sagrada?


Existe, ciertamente, una relación vital entre la Liturgia, el arte y la arquitectura sagrada. También porque el arte y la arquitectura sagrada, precisamente en cuanto tales, deben resultar idóneos para la Liturgia y sus grandes contenidos que encuentran expresión en la celebración. El arte sagrado, en sus múltiples manifestaciones, vive en relación con la infinita belleza de Dios y debe orientar a Dios su alabanza y su gloria. Entre Liturgia, arte y arquitectura no puede haber, entonces, contradicción o dialéctica. Por lo tanto, si es necesario que exista una continuidad teológica-histórica en la Liturgia, esta misma continuidad debe encontrar una expresión visible y coherente también en el arte y en la arquitectura sagrada.

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El Papa Benedicto XVI ha afirmado recientemente en un mensaje que “la sociedad habla con el hábito que usa”. ¿Piensa que se podría aplicar esto también a la Liturgia?


En efecto, todos hablamos también a través del hábito que usamos. El hábito es un lenguaje, así como lo es toda forma expresiva sensible. También la liturgia habla con el hábito que usa, es decir, con todas sus formas expresivas, que son múltiples y riquísimas, antiguas y siempre nuevas. En este sentido, “el hábito litúrgico”, para continuar con el término que usted ha usado, debe ser siempre verdadero, en plena sintonía con la verdad del misterio celebrado. El signo externo debe estar en relación coherente con el misterio de la salvación realizado en el rito. Y, no debe ser nunca olvidado, el hábito propio de la liturgia es un hábito de santidad: allí encuentra expresión, de hecho, la Santidad de Dios. A esa Santidad estamos llamados a dirigirnos, de esa Santidad estamos llamados a revestirnos, realizando así la plenitud de la participación.

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En una entrevista a L’Osservatore Romano, usted ha señalado los principales cambios realizados desde que ha asumido el cargo de Maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias. ¿Podía recordarlos y explicar su significado?


Afirmando, en primer lugar, que los cambios a los que usted se refiere deben ser leídos en el signo de un desarrollo en la continuidad con el pasado, incluso el más reciente, recuerdo uno en particular: la ubicación de la cruz en el centro del altar. Esta ubicación tiene la capacidad de traducir, también en el signo externo, la orientación correcta de la celebración en el momento de la Liturgia Eucarística, cuando celebrante y asamblea no se miran recíprocamente sino que miran juntos hacia el Señor. Por otra parte, la relación altar-cruz permite resaltar mejor, junto al aspecto de banquete, la dimensión sacrificial de la Misa, cuya relevancia es siempre esencial y, por lo tanto, es necesario que encuentre siempre una expresión bien visible en el rito.

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Hemos notado que el Santo Padre, desde hace algún tiempo, da siempre la Sagrada Comunión en la boca y de rodillas. ¿Quiere ser esto un ejemplo para toda la Iglesia y un estímulo para que los fieles reciban a Nuestro Señor con mayor devoción?


Como se sabe, la distribución de la Santa Comunión en la mano sigue siendo hasta ahora, desde el punto de vista jurídico, un indulto a la ley universal concedido por la Santa Sede a aquellas Conferencias Episcopales que lo han solicitado. Y cada fiel, incluso en presencia del eventual indulto, tiene el derecho de elegir el modo para acercarse a la Comunión. Benedicto XVI, comenzando a distribuir la Comunión en la boca y de rodillas con ocasión de la solemnidad del Corpus Domini del año pasado, en plena consonancia con lo que está previsto en la normativa litúrgica actual, ha querido posiblemente señalar una preferencia por esta modalidad. Por otro lado, se puede también intuir el motivo de esta preferencia: se ilumina mejor la verdad de la presencia real en la Eucaristía, se ayuda a la devoción de los fieles, se introduce con más facilidad en el sentido del misterio.

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El Motu Proprio Summorum Pontificum se presenta como uno de los actos más importantes del pontificado de Benedicto XVI. ¿Cuál es su opinión?


No sé decir si es uno de los más importantes pero sin duda es un acto importante. Y lo es no sólo porque se trata de un paso muy significativo en vistas a una reconciliación en el interior de la Iglesia, no sólo porque expresa el deseo de que se llegue a un recíproco enriquecimiento entre las dos formas del rito romano (ordinaria y extraordinaria), sino también porque es la indicación precisa, en el plano normativo y litúrgico, de aquella continuidad teológica que el Santo Padre había presentado como la única hermenéutica correcta para la lectura y la comprensión de la vida de la Iglesia y, en especial, del Concilio Vaticano II.

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¿Cuál es, en su opinión, la importancia del silencio en la Liturgia y en la vida de la Iglesia?


Es una importancia fundamental. El silencio es necesario en la vida del hombre porque el hombre vive de palabras y de silencios. El silencio es aún más necesario en la vida del creyente que allí encuentra un momento insustituible de la propia experiencia del misterio de Dios. No se sustrae a esta necesidad la vida de la Iglesia y, en la Iglesia, la Liturgia. Aquí el silencio quiere decir escucha y atención al Señor, a su presencia y a su Palabra; y, junto a ello, implica la actitud de adoración. La adoración, dimensión necesaria del acto litúrgico, expresa la incapacidad humana de pronunciar palabras, permaneciendo “sin palabras” ante la grandeza del misterio de Dios y la belleza de su amor.


La celebración litúrgica está hecha de palabras, de cantos, de música, de gestos… Está hecha también del silencio y de silencios. Si estos faltaran o no fueran suficientemente subrayados, la Liturgia no sería plenamente ella misma porque estaría privada de una dimensión insustituible de su naturaleza.

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Hoy en día se escuchan, durante las celebraciones litúrgicas, las músicas más diversas. ¿Qué música, según usted, es más adecuada para acompañar la Liturgia?


Como nos recuerda el Santo Padre Benedicto XVI, y con él toda la tradición pasada y reciente de la Iglesia, hay un canto propio de la liturgia y es el canto gregoriano que, como tal, constituye un criterio permanente para la música litúrgica. Como también constituye un criterio permanente la gran polifonía de la época de la renovación católica, que encuentra su expresión más alta en Palestrina.


Junto a estas formas insustituibles del canto litúrgico, encontramos las múltiples manifestaciones del canto popular, importantísimas y necesarias: siempre que se adhieran a aquel criterio permanente por el cual el canto y la música tienen derecho de ciudadanía en la Liturgia en la medida en que brotan de la oración y conducen a la oración, permitiendo así una participación auténtica en el misterio celebrado.

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Fuente: Oficina de las celebraciones litúrgicas del Sumo Pontífice


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 25 de febrero de 2009

Nadie piense que no necesita convertirse

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Imposiciòn de ceniza al Papa

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La palabra clave para comprender la sustancia de la Cuaresma es la palabra conversión.


Conversión significa, aún en el lenguaje de los automovilistas, cambio en la dirección de marcha. El hombre es un ser que no puede detenerse: cada instante de su existencia es un marchar: o bien hacia el encuentro con el Padre, o en sentido opuesto, hacia la absurdidad de una existencia árida e inmotivada, porque está lejos de Dios que es la razón y el sentido de todo.


El hombre no puede detenerse en su camino, pero puede cambiar de ruta. Justamente eso es lo que particularmente en la Cuaresma se nos pide, porque todos – mucho o poco – nos desviamos y desorientamos frente a la verdadera meta.


“Convertíos y creed en el Evangelio “(Mc. 1, 15) nos repite el rito de las cenizas con las mismas palabras que Jesús, que nos indican también cuál es el empujón interior que hace posible esa difícil transformación interior: es la buena noticia personalmente escuchada, es el anuncio (Evangelio) de un rescate, no teórico o quimérico, sino concreto y real, de la misión del Hijo de Dios que entró en nuestra Historia; es el acto de Fe que nos abre al “don de lo alto” (cfr. St. 1, 17) y nos pone en condiciones de recibir la iniciativa salvífica del Padre: “creed en el Evangelio”.

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Nadie piense que no necesita convertirse: sería el modo más simple y fatal de hacer vana la acción y el misterio de Cristo, quien no vino para los sanos, sino para quien sabe reconocerse enfermo y necesitado. “No necesitan médico los que están sanos, sino los que están mal. No he venido llamar a conversión a justos sino a pecadores” (Lc. 5, 31-32).


Se nos ha dado la Cuaresma no para ver si hay o no algo que cambiar en nuestra vida, sino para entender qué es lo que debemos cambiar, porque algo para cambiar siempre hay.


Este examen del propio comportamiento – más aun, esta respuesta que, como es obvio, es personal – en nuestro comportamiento cuaresmal es un deber preliminar e irrenunciable.


Cuando en el secreto doliente de nuestro mundo interior o en el sacramento de la penitencia nos disociamos de alguna culpa o de algún error, nosotros por eso mismo nos acercamos más a Dios y nos asimilamos a Él que es la antítesis de todo mal y de todo error, Él es quien contrasta y desmiente toda injusticia.

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El retorno no puede ser sólo verbal y voluble: debe darse también en las obras. Pero antes aún debe suceder en el alma, porque el Padre con quien queremos reconciliarnos “ve en lo secreto” (cfr. Mt. 6, 6) y da importancia a todo lo que tenemos dentro, más que a lo que mostramos por fuera.


Se ha dicho: de la misma forma que llamamos al hombre animal racional, podemos definir al cristiano como ser penitente. La afirmación es pintoresca, pero tiene su verdad.


Fuera de la perspectiva cristiana la penitencia es casi inexistente: en su lugar está, a lo sumo, el envilecimiento por las propias bajezas, de las que se avergüenza, y la rabia por no poder vivir de un modo digno.


Sobre todo existe – en particular en estos tiempos – no tanto el arrepentimiento por las propias trasgresiones, cuanto la cultura de la denuncia de las supuestas faltas de los conciudadanos por medio de la prensa y los tribunales. No es cierto que hoy no existe más el sentido del pecado: existe el sentido de pecado de los otros (que no es salvífico).


El discípulo de Cristo, en cambio, no se maravilla de que exista el mal en todos los ángulos de la tierra y en toda existencia humana, sabe que el mensaje evangélico es un anuncio de perdón universal y por tanto supone un pecado universal. Después se ocupa de combatir las aberraciones dondequiera que se encuentren: en las leyes, en las costumbres, en los modelos culturales. En fin, mientras no duda en deplorar con firmeza la culpa, a nadie le quita la certeza de la Divina misericordia, una misericordia que no se le niega a nadie que sinceramente se arrepienta.


Pero es todavía más importante que el discípulo de Cristo no se olvide jamás de que él personalmente, antes que cualquier otro, tiene necesidad de ser perdonado por Nuestro Señor. Cada día lo implora con su oración y más aún buscando vivir cotidianamente en una actitud de conversión sustancial.

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Puede sernos útil alguna anotación a manera casi de resumen.


“Convertíos” (Mc. 1, 15: metanoeite) es la primera palabra del anuncio salvífico de Jesús. Si no se comienza desde aquí, directamente no se comienza. Todo discurso acerca de la vida espiritual que no parta de este autoconocimiento no tiene fundamento y se arriesga a ser engañoso. Pero el arrepentimiento no es sólo un acto inicial, debe quedar como un componente esencial de la profesión cristiana. Nos debemos conservar siempre en este estado de ánimo de desapego del mundo - entendido como actitud de oposición al diseño redentor del Padre – y de adhesión al Reino.


“Convertíos, porque el Reino de los Cielos está cerca” (Mt. 4, 17): este es el Evangelio que debemos creer, el anuncio que es necesario escoger. Según la Revelación, entonces, lo que nos hace llegar a la decisión de cambiar no es tanto el conocimiento creciente de nuestra indignidad y de nuestra miseria – aspecto que no es excluido, ver la parábola del hijo pródigo -, como una percepción más lúcida de las exigencias de Dios y de la inminencia del Reino.


Como se ve, el impulso a cambiarnos desde adentro no nace tanto de abajo, como de lo alto: la percepción de una realidad bellísima y trascendente que nos sobrepasa – el Reino - pone en crisis nuestra resignación a una vida mezquina o contaminada y nos empuja a una transfiguración que es esencialmente un conformarnos con aquello que está por encima de nosotros.


No toda crisis es metanoia. La metanoia auténtica incluye cierto dolor en el alma, una postración, un deseo de silencio, perder el deseo de enseñar a los demás, una alergia a discutir y a contestar. Debe costar algo, porque vale mucho.


Pero el fruto infaltable del arrepentimiento es la alegría, una alegría íntima y secreta que nace de una relación nueva con Dios que renueva.

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La conversión sustancial es una especie de refundación de nuestro ser, de nuestro modo de pensar, de nuestro mundo afectivo, que vale más que toda mortificación corpórea y que toda renuncia exterior; las cuales valdrán tanto más en cuanto sean signo y prueba de esta transformación del corazón. El mismo Jesús nos pone en guardia frente a la ostentación de los actos penitenciales (cfr. Mt. 6, 16-18). Estaban de moda entre los fariseos de su tiempo, pero también en nuestra conducta puede insinuarse la tentación de confundir la auténtica humildad y la profunda compunción del corazón con los formalismos y las apariencias de virtud.

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Podemos concluir precisando que en el auténtico proceso penitencial se cumplía casi una triple restauración de la identidad cristiana; identidad cristiana que nuestra debilidad congénita y las diversas ocasiones contaminantes de la existencia ponen en un continuo desgaste.


Ante todo, con una valoración arrojada y saludable de la propia miseria, el hombre retorna a ser sincero consigo mismo, vuelve a sí – como se ha dicho del hijo pródigo -, se conoce en su verdad, se analiza en sus incoherencias, recupera un inicial dominio de sí mismo.


Luego vive una renovada experiencia de la ternura de Dios, de su bondad invencible, siempre vigilante y siempre atenta a la hora del perdón y de la gracia que reanima. Entonces la vida bautismal renace y la linfa sobrenatural vuelve a circular copiosamente en las potencias del alma.


En fin, el curso de la conversión y del arrepentimiento nos lleva a la perfecta comunión con la Iglesia, organismo santo y vivificante. Es la Iglesia, esposa fecunda de Nuestro Señor Jesucristo, quien - a través de la Palabra de Dios, de los sacramentos y de la fuerza de su caridad - día tras días nos sostiene y empuja maternalmente “hasta que lleguemos todos a la unidad de la fe y del conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo” (Ef. 4, 13).


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Fuente: Cardenal Giacomo Biffi, “Las cosas de arriba”. Esta es una de las meditaciones que el Cardenal Biffi predicó en presencia del Papa Benedicto XVI y la Curia Romana durante los ejercicios espirituales cuaresmales del año 2007.

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martes, 24 de febrero de 2009

Mons. Ranjith y la "reforma de la reforma"

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A través del blog The New Liturgical Movement nos enteramos de un nuevo libro de Monseñor Nicola Giampietro sobre el Cardenal Antonelli y la reforma litúrgica.  El prólogo del mismo lo escribe el Arzobispo Malcolm Ranjith, Secretario de la Congregación para el Culto Divino.  Algunos párrafos del mismo aparecen en Catholic Culture, de donde hacemos esta traducción.

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Un importante oficial vaticano ha llamado a tomar decisiones “audaces y valientes” para tratar los abusos litúrgicos que han surgido desde las reformas del Vaticano II.

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El Arzobispo Malcolm Ranjith, Secretario de la Congregación para el Culto Divino, considera que una errónea comprensión de las enseñanzas del Vaticano II y la influencia de ideologías seculares son razones para concluir que – como dijo el entonces Cardenal Joseph Ratzinger en 1985 – “el verdadero tiempo del Vaticano II aún no ha llegado”. Particularmente en el ámbito de la liturgia, dice el Arzobispo Ranjith, “la reforma tiene que continuar”.

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El Arzobispo Ranjith, quien fue llamado al Vaticano personalmente por el Papa Benedicto para servir como un aliado papal en la búsqueda de restaurar un sentido de reverencia en la liturgia, hace sus comentarios en el prólogo de un nuevo libro basado en los diarios y notas del Cardenal Fernando Antonelli, figura clave en el movimiento de reforma litúrgica tanto antes como después del Vaticano II.

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Los escritos del Cardenal Antonelli, dice el Arzobispo Ranjith, ayudan al lector “a comprender los complejos trabajos internos de la reforma litúrgica previos e inmediatamente posteriores al Concilio”. El oficial vaticano concluye que la implementación de las reformas sugeridas por el Concilio a menudo se desvió de lo realmente buscado por los Padres Conciliares. Como resultado, concluye el Arzobispo Ranjith, la liturgia hoy no es una verdadera concreción de la visión propuesta en el documento litúrgico clave del Vaticano II, Sacrosanctum Concilium.

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Específicamente, el Arzobispo Ranjith escribe:


Algunas prácticas que Sacrosanctum Concilium no había ni siquiera contemplado fueron permitidas en la liturgia, como la Misa versus populum, la Santa Comunión en la mano, el dejar de lado tanto el latín como el canto gregoriano en favor de cantos e himnos en vernáculo sin mucho espacio para Dios, y la extensión más allá de cualquier límite razonable de la facultad de concelebrar en la Santa Misa. También hubo una extremadamente mala interpretación del principio de “participación activa”.

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El prelado de Sri Lanka sostiene que en orden a llevar a cabo una “reforma de la reforma”, es esencial reconocer cómo llegó a distorsionarse la visión litúrgica del Vaticano II. Alaba el libro sobre el Cardenal Antonelli por permitir al lector alcanzar una mejor comprensión de “qué figuras o actitudes causaron la presente situación”. Esto, dice el Arzobispo, es una búsqueda “que, en el nombre de la verdad, no podemos abandonar”.

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Al tiempo que reconoce “la atmósfera turbulenta de los años que siguieron inmediatamente al Concilio”, el Arzobispo Ranjith recuerda a los lectores que en la convocatoria a los obispos del mundo para un concilio ecuménico, el Beato Juan XXIII buscó “un fortalecimiento de la fe”. El Concilio, a los ojos del Papa Juan, “no era ciertamente un llamado a caminar según el espíritu de los tiempos”.

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Sin embargo – continúa – el Concilio tuvo lugar en un tiempo de gran tumulto intelectual a escala mundial; y, especialmente en sus secuelas, muchos de los que profesarían ser sus intérpretes vieron el evento como un quiebre con las anteriores tradiciones de la Iglesia. Como dice el Arzobispo Ranjith:


Conceptos y temas básicos como el Sacrificio y la Redención, la Misión, la proclamación y la conversión, la adoración como un elemento integral de la Comunión, y la necesidad de la Iglesia para la salvación – todos fueron dejados de lado; mientras que el diálogo, la inculturación, el ecumenismo, la Eucaristía como “Banquete”, la evangelización como “testimonio”, etc., se tornaron más importantes. Fueron despreciados valores absolutos.

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Incluso en el trabajo del Consilium, la agencia vaticana a la que se le asignó implementar los cambios litúrgicos, se sintieron muy claramente estas influencias, nota el Arzobispo:


Un exagerado sentido de búsqueda de lo antiguo, el antropologismo, la confusión de los roles entre los ordenados y los no ordenados, una ilimitada provisión de espacio para la experimentación – y, de hecho, la tendencia a mirar con suficiencia algunos aspectos de la evolución de la liturgia en el segundo milenio – fueron cada vez más visibles entre ciertas escuelas litúrgicas.

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Hoy - escribe el Arzobispo Ranjith - la Iglesia puede mirar atrás y reconocer las influencias que distorsionaron la búsqueda original del Concilio. Ese reconocimiento, dice, debería “ayudarnos a ser valientes en mejorar o cambiar lo que fue erróneamente introducido y que parece ser incompatible con la verdadera dignidad de la liturgia”. Una muy necesitada “reforma de la reforma”, dice, debería ser inspirada “no meramente por un deseo de corregir los errores pasados, sino mucho más por la necesidad de ser fieles a lo que la liturgia es y significa para nosotros, y a lo que el Concilio mismo definió que la liturgia es”.

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El prólogo de diez páginas del Arzobispo Ranjith aparece en la edición en inglés de un libro llamado True Development of the Liturgy (La verdadera evolución de la liturgia) escrito por Monseñor Nicola Giampietro, miembro de la Congregación para el Culto Divino. Estará disponible [en inglés] en septiembre, en Roman Catholic Books.

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Fuente: Catholic Culture

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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domingo, 22 de febrero de 2009

Cuaresma: salid y ved al Rey coronado de espinas

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Crucificado

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Salid, y ved, hijas de Sión, al rey Salomón con la corona, con que le coronó su madre en el día de su desposorio, y en el día de la alegría de su corazón (Cant., III, 11).


Es la voz de la Iglesia, que invita a las almas de los fieles a contemplar cuán admirable y precioso es su Esposo. Porque las hijas de Sión son las mismas que las hijas de Jerusalén, las almas santas, ciudadanos de aquella suprema ciudad, las cuales disfrutan de paz perpetua en compañía de los Ángeles, y por consiguiente, contemplan la gloria del Señor.


I. Salid, esto es, salid de la vida turbulenta de este siglo, para que podáis contemplar con la mente expedita al que amáis. Y ved al rey Salomón, es decir, al verdadero Cristo pacífico. Con la corona con que le coronó su madre; como si dijese: considerad a Cristo revestido de la carne por nosotros, carne que tomó de la carne de la Virgen, su Madre. Pues llama corona a la carne que Cristo tomó por nosotros, en la que, habiendo muerto, destruyó el imperio de la muerte; y en la que, resucitando, nos dio la esperanza de resucitar.


De esta corona dice el Apóstol: Lo vemos (a Jesús) por la pasión de la muerte coronado de gloria y de honra (Hebr., II, 9). Se dice que lo coronó su madre, porque la Virgen María le dio de su carne la substancia de la carne.


En el día de su desposorio, esto es, en el tiempo de su Encarnación, cuando unió a sí a la Iglesia, que no tiene mancha o arruga, o cuando Dios se unió al hombre. Y en el día de la alegría de su corazón. Pues la alegría y el gozo de Cristo es salud y redención del género humano. Y viniendo a casa, llama a sus amigos y vecinos diciéndoles: Dadme el parabién, porque he hallado mi oveja, que se había perdido (Luc., XV, 6).


II. Conforme a la letra, puede también referirse sencillamente todo esto a la Pasión de Cristo. Porque previendo Salomón, en espíritu, la Pasión de Cristo mucho tiempo antes, aconsejaba a las hijas de Sión, esto es, al pueblo de Israel: Salid y ved al rey Salomón, es decir, a Cristo, con la corona, o sea, con la corona de espinas con que le coronó su madre, la Sinagoga, en el día de su desposorio, cuando unió a sí la Iglesia, y en el día de la alegría de su corazón, en el cual se regocijaba de redimir de la potestad del diablo al mundo, por medio de su pasión.


Salid, pues, y salid de las tinieblas de la infidelidad y ved, esto es, entended mentalmente que aquél que padece como hombre es verdadero Dios. O también, salid fuera de la puerta de vuestra ciudad, para que lo veáis crucificado en el monte Gólgota.


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Fuente: Santo Tomás de Aquino, In. Cant. III


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miércoles, 18 de febrero de 2009

"Una invitación a rezar, a hacer más sacrificios"

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Mons Fellay

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 Presentamos la traducción de una nueva entrevista concedida por Monseñor Bernard Fellay a The Remnant.

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Mershon: El Vaticano, en una carta del Cardenal Giovanni Battista Re, Prefecto de la Congregación de Obispos, fechada el 21 de enero del 2009, disolvió el decreto de excomunión de los cuatro obispos de la Sociedad. Los fieles católicos asociados con la Sociedad, junto con muchos católicos en el mundo que se identifican con su causa, atribuyeron esto, en parte, al millón setecientos mil rosarios que se ofrecieron por el levantamiento de las excomuniones. ¿Hasta qué punto atribuyen la decisión del Santo Padre a este ramillete espiritual?


Mons. Fellay: Todo está en las manos de Dios, y es Dios quien lo sabe mejor. La interacción entre el plan de Dios para el mundo y la acción de los hombres es un gran misterio de la fe. Estoy seguro que sin la Cruzada del Rosario, el decreto del 21 de enero no habría sido publicado. Dios conocía tanto la Cruzada del Rosario como la decisión del Santo Padre. Cada oración tuvo su parte en el plan de Dios.

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En varias declaraciones públicas durante los últimos años, usted predijo que si el Santo Padre fuera a disolver las excomuniones de los obispos de la Sociedad, habría una gran batalla interna, y quizá algo de desacuerdo de obispos e incluso cardenales dentro de la Iglesia. ¿Qué es lo que percibe sobre la batalla, no sólo contra la SSPX sino también contra el Santo Padre?


De hecho, no tengo mucha información de lo que está sucediendo ahora en el Vaticano. Sólo veo que hay una pelea, con algunos apoyando al Papa, y otros usando la situación presente para poner presión sobre el Papa y sus amigos.

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¿Pensó alguna vez que esto resultaría en tanta publicidad negativa y ataques de los medios seculares?


Definitivamente, no. De hecho, no tenía una idea específica de lo que serían las reacciones de los medios o de las conferencias episcopales. Es obvio, y esto ha venido sucediendo por años, que hay una fuerte oposición contra nosotros entre los progresistas, pero era imposible imaginar que usarían contra nosotros las armas que han estado usando durante semanas.


Y desafortunadamente, Monseñor Williamson les proveyó con un arma inesperada para lanzar sus ataques contra nosotros. Entonces, el mundo secular y los progresistas unidos fueron capaces de atacarnos y de crear una tremenda presión sobre el Papa acerca de algo que nada tiene que ver con la fe. Pareciera que varios cardenales fueron capaces de discernir, en el tumulto y la tormenta, que el diablo estaba activo. Esperamos que continúen sacando sus conclusiones.

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¿Qué sigue? ¿Tienen una agenda específica para las discusiones teológicas sobre los puntos difíciles del Vaticano II? ¿Puede decirnos quién participará en este diálogo de parte de la SSPX y de parte de la Curia romana?


No tenemos aún una agenda. Veremos con Roma en los próximos meses cómo se desarrollan las cosas acerca de este diálogo necesario sobre la doctrina y otros elementos importantes de la vida cristiana. Revelaremos a su debido tiempo los nombres de aquellos que participarán en este diálogo.


Es obvio que parte de estas discusiones debe llevarse a cabo en una atmósfera pacífica, lejos de los medios, en orden a que sea fructífera. Sin duda daremos la información necesaria a nuestros fieles. Pero todo esto primero debe convertirse en una realidad concreta.

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Su carta a sus fieles católicos decía: “Estamos listos para escribir con nuestra propia sangre el Credo, para firmar el juramento anti-modernista, la profesión de fe de Pío V; aceptamos y hacemos propios todos los concilios hasta el Concilio Vaticano II, sobre el que tenemos algunas reservas”. En entrevistas sucesivas del Cardenal Castrillón y de usted mismo, se dijo que quizá el Vaticano II no era una piedra de tropiezo tan grande como muchos sospechaban. El Cardenal Castrillón dijo que ustedes ya lo habían aceptado “teológicamente”. Y en su entrevista a Monde & Vie, usted indicó que se necesitaban clarificaciones suficientes, pero no necesariamente una lista exhaustiva de puntos teológicos que podrían extenderse sin fin. ¿Podría aclararnos los puntos específicos, presumiblemente sobre el Decreto sobre el Ecumenismo y la Declaración sobre la Libertad Religiosa sobre los cuales buscan clarificación? ¿Quizá también Gaudium et Spes?


Primero de todo, si alguien piensa que he diluido nuestra posición, está equivocado. Nuestra posición permanece exactamente la misma. Y cuando dije que lo que se necesitaba era una clarificación suficiente y no necesariamente una lista exhaustiva de los puntos teológicos, lo que quise decir es que necesitan resolverse todos los puntos esenciales y los principios que han llevado a la Iglesia a la presente crisis; pero por supuesto no todas las conclusiones, ya que esto llevaría demasiado tiempo y podría ser una tarea interminable. Una vez que los principios estén sólidos, las conclusiones se seguirán solas.


Puntos específicos: nos enfrentamos con una gran montaña. Primero, hay un espíritu, que podemos llamar modernismo. Hay también un lenguaje muy ambiguo que ha sido usado siguiendo el modelo de lenguaje de la filosofía moderna. Esto resulta en el falso espíritu que impregnó el Concilio entero. El hecho de que haya tantas ambigüedades lleva a distintas interpretaciones de los textos, y el mismo Papa Benedicto XVI condenó las interpretaciones extremistas de los ultra-progresistas.


Luego, tenemos toda la cuestión de las relaciones entre la Iglesia y el mundo. En el Concilio, una visión muy positiva centrada en el hombre desvirtúa todo, especialmente en Gaudium et Spes y Lumen Gentium. Hay una forma demasiado positiva de considerar a las otras religiones, que hasta el momento, aún eran llamadas “religiones falsas”. Ahora este término se ha desechado. ¿Significa que ahora son más verdaderas?


La libertad religiosa es un elemento fundamental del pensamiento moderno y de la filosofía moderna. Por supuesto, uno puede encontrar puntos positivos en las demás religiones, pero debe buscarse la doctrina verdadera en distinciones profundas y necesarias.


Por ejemplo, tomemos los derechos humanos. La Iglesia siempre ha defendido y protegido muchos derechos humanos. La Iglesia dice que estos derechos brotan de las obligaciones de los hombres hacia su Creador. No son absolutos, siempre dependen de la verdad y del bien. Jamás encontrarás un derecho que esté basado en el error o en el mal. Entonces, poner el énfasis en la persona humana, como se hace ahora, puede llevar a un profundo error. Y esto no significa que no hay un verdadero y necesario uso de la conciencia humana… sí, tenemos una enorme tarea por delante.

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El Santo Padre (en su carta a los obispos de Chile en 1988), tanto como el mismo Papa Pablo VI, afirmaron que el Concilio Vaticano II era principalmente pastoral, sin la nota de las declaraciones dogmáticas del nivel de Magisterio extraordinario. Con esto en mente, ¿qué tipo de decisiones espera alcanzar con la Santa Sede?


Presentaremos nuestras cuestiones a la Santa Sede, nuestros problemas. Esperamos que se utilizarán frases lo suficientemente claras como para que sean dadas las respuestas correctas y apropiadas. Definitivamente esperamos del Santo Padre y de la Santa Sede una verdadera clarificación del Concilio. Lo que necesita corregirse, debe ser corregido. Lo que necesita ser rechazado, debe ser rechazado. Lo que necesita ser aceptado, debe ser aceptado.

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Al Instituto Buen Pastor se le permitió conservar sus opiniones teológicas al tiempo que continúa comprometido en la discusión sobre los puntos disputados del Vaticano II, sin problemas, en el corazón de la Iglesia. ¿Prevé una misión similar para la Sociedad San Pío X? ¿Cómo podría diferir de aquella del Instituto Buen Pastor?


No hay comparación entre el Instituto Buen Pastor y el trabajo que estamos comenzando. Sí, en el documento de sus constituciones hubo una mención de la discusión sobre los asuntos disputados. Pero hasta ahora, ¿dónde están esas discusiones? No conozco de ninguna. En nuestra relación con la Santa Sede estamos en una situación completamente diferente, porque la Santa Sede reconoce la necesidad de involucrarse en estudios y discusiones doctrinales con nosotros.

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Por supuesto que la Sociedad reconoce el Concilio Vaticano II como un Concilio de la Iglesia. ¿Cree que se espera que ustedes adhieran a más que eso – en el sentido de que ustedes adhieran a los documentos con la misma autoridad y certeza teológica con que la Iglesia los sostiene?


Si nos guiamos por la última declaración de la Secretaría de Estado, podemos temer que Roma quiera imponernos una aceptación completa del Vaticano II. Pero una vez más, ¿qué significa eso? ¿Cuál es el Vaticano II real cuando hay tantas interpretaciones diferentes? Incluso en los últimos 40 años, ¿qué fue el Vaticano II? Según su propia definición es un concilio pastoral, no uno dogmático, por lo que no puede de pronto ser interpretado como completamente dogmático. Y en cuanto a la autoridad de los documentos, debido a que no encontramos ningún tipo de pronunciamiento claro sobre su autoridad, hay gran confusión al respecto. Muy claramente, su autoridad no puede ser mayor ahora que la que el Concilio mismo quiso que fuera. Y el Concilio no quiso ser infalible.

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¿Prevé alguna supervisión por parte de los obispos diocesanos territoriales una vez que la Sociedad sea regularizada?


Eso sería nuestra muerte. La situación de la Iglesia es tal que una vez que sean clarificadas las cuestiones doctrinales, necesitaremos nuestra propia autonomía en orden a sobrevivir. Esto significa que tendremos que estar directamente bajo la autoridad del Papa con una exención. Si miramos en la historia de la Iglesia, vemos que cada vez que los Papas quisieron restaurar a la Iglesia, se apoyaron en una fuerza nueva, como los benedictinos cistercienses, a los que el Papa permitió actuar lo mejor posible durante la crisis, en un status de exención, en orden a superar la crisis.

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¿Esperan una prelatura personal, o quizá una Administración Apostólica para la SSPX, con relación directa a la Pontificia Comisión Ecclesia Dei?


Parecería que el proyecto que Roma tiene en reserva para nosotros va en esa dirección. Pero no estoy seguro.

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Usted ha hablado en el pasado sobre algunos obispos, cardenales, y quizá incluso miembros de la Curia, que son cordiales a la SSPX y a su causa. ¿Puede nombrarlos, o darnos una pista de quiénes son y cuántos?


La situación de la Iglesia es tal que no podemos dar ningún nombre. Le haría la vida demasiado difícil o insoportable a estos hombres de Iglesia. Ciertamente nos encontramos con más simpatía con algunos obispos. Pero mientras ellos no lo declaren públicamente, no es prudente que digamos nada.

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¿Cuánto tiempo cree que tarden las discusiones teológicas? ¿Qué período de tiempo espera para la completa regularización y subsiguiente misión canónica para la SSPX?


No tengo idea sobre el tiempo necesario para el trabajo sobre las cuestiones doctrinales o, después, para el establecimiento de la nueva estructura canónica. Una vez más, deseo insistir que la presente situación muestra muy claramente que es impensable tratar la cuestión canónica antes de haber solucionado los principales problemas teológicos.

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Este diálogo con la Santa Sede comenzó con su reunión con el Papa Juan Pablo II durante el Año del Jubileo en el que usted intercambió un breve saludo y rezó el Pater con el Santo Padre. ¿Cuánto atribuye de este potencial camino hacia el completo reconocimiento a Juan Pablo II y a esa reunión inicial?


Es muy difícil decir si la primera iniciativa vino del Papa o de la influencia de algunos cardenales. Sabemos que durante años, algunos cardenales y quizá incluso el mismo Papa han sido conscientes de la crisis, e incluso de la profundidad de la crisis – aunque no estuviéramos de acuerdo con ellos en todos los puntos, y especialmente en el tema de las causas de la crisis. Al mismo tiempo, ellos nos consideran como potenciales fuerzas de ayuda para superar la crisis. Pero no le concedería mucho importancia a la reunión con el Papa Juan Pablo II, dado que no hablamos. Yo sólo lo consideré un pequeño paso adelante en un proceso que ya había comenzado.

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¿Hay tendencias hacia el anti-semitismo en las filas de la SSPX? En su opinión, ¿es antisemita orar y trabajar y dialogar para la conversión de los judíos religiosos a la fe católica? Y, ¿por qué cree que hay tanta sensibilidad en los medios hacia el supuesto “anti-semitismo”, como si estuviera debajo de cada piedra? ¿Cree que hay igual cantidad de anti-catolicismo por parte de políticos, medios de prensa y otros que toman decisiones en la sociedad occidental? Si es así, ¿por qué cree que el anti-catolicismo obtiene un pase libre de parte de los medios seculares, incluso de la mayoría de los medios católicos?


La palabra “antisemita”, o “anti-semitismo” son ambiguas. Tienen al menos dos significados completamente diferentes. Primero, la palabra “semita” refiere a todos los descendientes de Sem, uno de los tres hijos de Noé. No sólo los judíos, sino también los árabes perteneces a esta rama de la humanidad; todos ellos son semitas.


En este sentido, la palabra se refiere a razas, a personas, y no tiene ninguna connotación religiosa. El anti-semitismo es condenado por la Iglesia como una especie de racismo. El racismo es una injusticia y va contra el mandamiento del amor al prójimo.


Hay otro significado dado al anti-semitismo, conectado con la religión, específicamente con la religión judía. En la presente situación, cualquiera que dijese algo sobre la religión judía, o, por ejemplo, dijese que los judíos deberían abrazar la fe, podría ser muy fácilmente etiquetado como antisemita. Pero esto está mal. De hecho, para responder a su pregunta, en el mundo hay mucho más anti-catolicismo que anti-semitismo. El problema es que el anti-catolicismo permanece en el dominio religioso, mientras que el anti-semitismo es casi inmediatamente conectado con el pueblo judío, lo que es, repito, muy ambiguo e impreciso.

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Hay informes de que el Cardenal Re no estaba muy contento con que el Papa le ordenara escribir la carta disolviendo las excomuniones. Supuestamente, a él y a otros en la Curia les desagrada la influencia ejercida por el Cardenal Castrillón sobre este asunto importante. ¿Puede confirmar o negar estos informes? ¿Cómo espera que sigan las relaciones con la Curia romana y con otros obispos, asumiendo que se finalizara pronto la regularización canónica y una misión jurídica?


No puedo confirmar ni negar estos informes. No estoy en la Curia romana, y me es desconocido lo que sucede dentro de ella. Lo que veo es que el Cardenal Re sí firmó el decreto, por lo que asumo que ha obedecido al Santo Padre.

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¿Tiene algún pensamiento que quisiera compartir con los católicos interesados en esta “gozosa noticia para toda la Iglesia”, como la apodó el vocero vaticano P. Federico Lombardi?


Si observamos la forma en que estas excomuniones fueron sorpresivamente levantadas; si miramos especialmente el innegable vínculo entre este hecho del decreto que remite las excomuniones y la increíble confusión que se levantó justo después y basada en un incidente que nada tenía que ver con la fe, no podemos sino ver que hay fuerzas sueltas por ahí que no son humanas.


He oído a distintos cardenales que creen que fue el diablo el que se soltó. Y cuando el diablo se enfurece con tanta violencia y alboroto, eso es un buen signo. Puede que aún no nos demos cuenta todo lo que significa. Pero para nosotros, es una invitación a rezar, a hacer más sacrificios.


Esencialmente, la Iglesia es un ser sobrenatural, y no podemos explicar completamente a la Iglesia o siquiera a los frutos y consecuencias de los actos humanos hechos en la Iglesia si miramos sólo el lado humano.


La Cabeza de la Iglesia es y sigue siendo Nuestro Señor Jesucristo. El alma de la Iglesia es el mismo Espíritu Santo. Nuestro Señor prometió que Su Iglesia sería indefectible. Entonces hagamos lo mejor que podamos, seamos fieles a nuestro deber de estado, oremos al Inmaculado Corazón de María, y recemos nuestro Rosario.


Y entonces, todo terminará bien.

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Fuente: The Remnant


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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"Tradizione, il vero volto"

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Tradizione, il vero volto

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El blog Papa Ratzinger remite a una noticia aparecida en el periódico italiano Il Foglio acerca de un libro basado en una entrevista a Monseñor Fellay, superior de la Fraternidad de San Pío X.  Ofrecemos nuestra traducción del mencionado artículo, en el que se incluyen algunos extractos del libro.

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Entrevistado ayer por el periódico francés Le Nouvelliste, el superior de la Fraternidad de San Pío X, Monseñor Bernard Fellay, ha vuelto a hablar de las absurdas declaraciones sobre el holocausto de su hermano obispo Richard Williamson pidiendo “darle tiempo” ya que “cumplirá con sus responsabilidades y dará una respuesta sincera y verdadera”. El 21 de enero el Papa había emanado el decreto de levantamiento de las excomuniones a los cuatro obispos de la Fraternidad fundada por monseñor Lefebvre en 1970, mencionando la necesidad de sucesivos diálogos para tratar las controversias doctrinales que aún permanecen. Quizá por haber sido mal gestionada por el Vaticano, y ciertamente ampliada en una única dirección por los periódicos y la televisión, la noticia no ha sido comentada por su significado histórico sino inmediatamente contestada debido a las declaraciones hechas por Williamson a la televisión suiza unos meses antes, pero llevadas al aire pocos días después, del decreto papal.


A pesar de la (casi) inmediata toma de distancia de las declaraciones negacionistas de Williamson por parte de monseñor Fellay, opiniones de medio mundo han aprovechado sus palabras para abrir una herida en las relaciones entre Israel y la Santa Sede (sin lograrlo) pidiendo a Benedicto XVI volver sobre sus pasos o, al menos, pedir perdón por el error. Buscando entre los sacerdotes lefebvristas, se encontró luego otro sacerdote que se hacía eco de las frases de Williamson y dio oxígeno a la polémica por algunos días más. Hasta ayer, monseñor Fellay solamente había hablado para denunciar que las palabras de sus dos miembros resultaban ajenas a la Fraternidad, sin tener nunca la oportunidad de contar quienes son y qué piensan los llamados lefebvristas. Puede hacerlo hoy, en un libro-entrevista editado por Sugarco en estos días y titulado “Tradizione, il vero volto – Chi sono e che cosa pensano gli eredi di Lefebvre”, escrito por Alessando Gnocchi y Mario Palmaro, escritores católicos expertos en literatura y bioética, autores de diversas obras sobre Guareschi, Tolkien, Collodi y Conan Doyle, además de expertos en actualidad religiosa.


“Es extraño el mundo. Hasta una cincuentena de años atrás, monseñor Bernard Fellay, con los argumentos sostenidos en este volumen, no habría conquistado una pizca de visibilidad. Difícilmente, admitido que le hubiera importado algo, habría llegado a los periódicos. Hasta una cincuentena de años atrás, sin embargo” escriben los dos autores en la introducción. En efecto, el diálogo con el que desde 1994 es superior general de la Fraternidad de San Pío X se desarrolla sobre los principios del Catecismo de la Iglesia Católica pero es cierto que, dejando aparte la noticia del levantamiento de las excomuniones, tiene el sabor de las cosas nuevas aún siendo “Tradición”. Pero tal vez son nuevas precisamente porque son tradición: “Lo que era verdad en los tiempos de Adán y Eva, es verdad también hoy. Lo que era mentira en los tiempos de Adán y Eva, es mentira también hoy. Lo que era bueno en los tiempos de Moisés y de los faraones, es bueno también hoy. Lo que era justicia en los tiempos de los romanos, es justicia también hoy. Aquí se ve que la esencia del hombre es siempre la misma, el corazón es siempre el mismo. No cambia nunca”, explica Fellay hablando de la tradición. Si el hombre es siempre el mismo, tiene necesidad siempre de la misma respuesta. Habla de “realismo”, “felicidad” y “razón” para explicar cómo “una ley divina está escrita en nuestros corazones” y cómo la realización del hombre está en seguir esa ley.


Lo que más impresiona leyendo la larga entrevista (y que sorprende, dada la fama de “contestatarios” con que se ha etiquetado desde hace tiempo a los seguidores de Lefebvre) son las palabras con las que Fellay habla de la obediencia al Papa, palabras que asumen un peso específico aún mayor, sobre todo en estos días en los que tantos hablan de una iglesia quebrada, temerosa, y de un Benedicto XVI solo y no escuchado: “El Papa no está solo. Todos los verdaderos católicos, y no son pocos, están con el Papa, no pueden estar en otro lugar. Nosotros somos verdaderos católicos y somos, y queremos seguir siendo, los más grandes defensores del Vicario de Cristo. No podemos hacer otra cosa. El cardenal Edouard Gagnon, cuando vino de visita a nuestra Fraternidad en Econe, 1987, quedó asombrado al escuchar cantar «Tu es Petrus» y dijo que era necesario ir allí para escuchar orar con tanto fervor por el Papa. Aquellos que nos describen como rebeldes no hacen un servicio a la verdad. Es cierto, hay puntos de discusión muy importantes, muy profundos, pero esto no afecta nuestro amor y nuestra devoción por el Santo Padre. Nosotros amamos al Papa, queremos al Papa. Queremos al Papa en la plenitud de sus funciones. Lamentablemente constatamos que la teología prevalente en los últimos decenios ha realizado un verdadero y propio golpe contra su autoridad”. El golpe del que habla Fellay se basa en la “colegialidad”, ya criticada por el fundador de la Fraternidad San Pío X: “Actualmente, con frecuencia obispos y conferencias episcopales se ocupan de todo, desde la emergencia de residuos hasta la crisis económica, pero no de la enseñanza de la doctrina y de la transmisión de la fe. Han adquirido una visión puramente horizontal y han olvidado la vertical. Esto explica la desobediencia al Santo Padre: si se tratan cuestiones puramente humanas, es lógico que se tengan puntos de vista diversos, incluso opuestos. La denominada colegialidad, la idea de que el conjunto de los obispos es más importante que el Santo Padre, muestra aquí todos sus efectos. Nuestro Señor no ha instituido la Iglesia de este modo, no ha fundado las conferencias episcopales. Cuando se dice «el Vaticano», se debería entender como el instrumento al servicio del poder papal. En realidad, la impresión es que se ha convertido en un aglomerado burocrático que en parte neutraliza la autoridad papal y en parte ejercita un poder propio. Tal es así que a menudo se dice «el Vaticano ha dicho», «el Vaticano hace», pero en la realidad nadie sabe quién dijo, sostuvo o hizo algo”. Suena extraño que defienda la autoridad del Papa el heredero de Marcel Lefebvre, que en su tiempo lo desobedeció. Explica Fellay: “Nosotros sólo hemos puesto en evidencia un problema: que lo que la Iglesia dijo y enseñó por dos mil años, en un cierto punto, ha sido contradicho. Cualquiera que tenga un mínimo de honestidad intelectual puede advertir que no se trata de la imposición de una opinión sino de una pura y simple constatación. El problema no está en nuestras opciones sino en un hecho que no depende de nosotros. Cualquiera en la Iglesia, incluido el Santo Padre, que afirme algo que contradice la doctrina, comete un error. Y nadie puede ser obligado a seguir el error. Al contrario, cuando el error es evidente, es necesario decirlo. Si un padre debiera improvisamente contradecir las enseñanzas en las que se basa la vida de su familia, sus hijos estarían obligados a no obedecerle y a explicarle los motivos. Esto, por la supervivencia misma de la familia. Si no lo hicieran, no serían hijos sabios y devotos, y faltarían a la caridad”.


La cuestión, se sabe, es muy controvertida y complicada pero es verdad que no sólo los lefebvristas sostienen que hay diferencias sustanciales entre el concilio Vaticano II y todos los concilios precedentes, y que éste fue más bien un concilio pastoral y no dogmático, tanto que el mismo Benedicto XVI ha pedido a un grupo de tradicionalistas un estudio crítico de los documentos conciliares. Documentos, por otra parte, todos firmados por monseñor Lefebvre en aquella época, aún cuando para su sucesor el concilio ha sido causa, entre otras cosas, de la crisis de vocaciones sacerdotales: “En el concilio, es evidente la voluntad de hablar de muchas personas que pertenecen a la Iglesia, desde el laico hasta el obispo, pero se han olvidado del sacerdote. […] El sacerdote ha perdido su identidad y ya no sabe quién es. Esto es evidente en todos los aspectos, desde la vida de piedad a la práctica litúrgica, desde la cura de almas a la vida privada. Si pienso en cuántos sacerdotes han abandonado el ministerio en estos años, siento escalofríos. […] Desde este punto de vista, la reforma litúrgica, que ha puesto en segundo plano el aspecto sacrificial de la Misa a favor del de asamblea, ha dado un golpe tremendo. El sacerdote es transformado en el presidente de una asamblea”. Según Fellay, éste es uno de los signos de la “protestantización” de la Iglesia, así como la idea de “Pueblo de Dios” introducida con la Lumen Gentium. “La comunidad toma ventaja sobre el sacerdote, que se convierte en uno de tantos. Hoy se constata, incluso, el absurdo de sacerdotes que llegan a una parroquia y declaran no estar allí para enseñar sino para aprender. Es doblemente dramático. […] El concepto de «Pueblo de Dios» ha actuado como mito anti-institucional generando la idea de que el verdadero problema de la Iglesia sería el liberarse de sus figuras institucionales, comenzando por el papado. He aquí por qué el rol del sacerdote ha sido disminuido: porque ha sido siempre el fundamento de la institución en el territorio, entre los fieles. No es casualidad que los únicos sacerdotes que, en cierto punto, han comenzado a gozar de buena prensa son los llamados «sacerdotes incómodos», los contestatarios con la institución”. Está, luego, la conocida aversión de los seguidores de Lefebvre por la “Misa nueva” y el agrado con el que la Fraternidad de San Pío X ha acogido el motu proprio de Benedicto XVI que da la posibilidad de celebrar el viejo rito: “La Misa nueva, la de la reforma postconciliar, nos es extraña. Comporta un cambio de horizonte y obliga al hombre a mirar a la tierra. Pero a la tierra se mira en cualquier otro momento de la jornada…”; cita a un americano que, hablando de la Misa en latín, le ha dicho: “En un tiempo, no se entendía todo pero se comprendía muy bien qué estaba ocurriendo. Hoy se entiende todo pero ya no se comprende qué es lo que está ocurriendo”. Ciertamente no será la Misa en latín quien lleve la fe al mundo pero puede ser un primer paso para llegar a resolver los nudos doctrinales que aún dividen a los lefebvristas de la Santa Sede. Ayer, en la entrevista a Le Nouvelliste, Fellay ha pedido “clarificaciones urgentes” sobre el levantamiento de las excomuniones y sobre la reintegración en la Iglesia Católica: hablando del diálogo con Roma, el superior ha dicho que la Fraternidad deberá, sí, aceptar las conclusiones del concilio Vaticano II, “pero la Santa Sede no puede conceder al Concilio una autoridad mayor que la que éste deseó concederse a sí mismo”. El Papa “cree muy profundamente en las innovaciones del Vaticano II. Será necesario ver qué parte de las divergencias se deben a diferentes filosofías. Ya hemos respondido afirmando nuestro deseo de seguir, con una mentalidad positiva, el camino de las discusiones indicado por el Santo Padre. Pero no hacemos esto precipitadamente”.


En el libro-entrevista, Fellay no usa giros lingüísticos para criticar ciertas “debilidades” de la Iglesia actual, como la de una errada definición de ecumenismo, cuyo error fundamental “está en la idea de que el Espíritu Santo se sirve de todas las religiones como medios de salvación. Esta idea ha sido siempre combatida por la Iglesia”. Para explicar los “frutos del ecumenismo”, no ahorra críticas al cardenal Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, que afirma por ejemplo que “nuestro valor personal no depende nuestras obras, sean buenas o malas: aún antes de actuar, hemos sido aceptados y hemos recibido el «sí de Dios»”, afirmaciones más protestantes que católicas según el superior de la San Pío X. El tono a veces difícil de monseñor Fellay no debe ser considerado otro ataque desde el interior de la Iglesia sino una crítica de quien ha dedicado su vida a la Iglesia y que, como dice para explicar el éxito del don Camillo de Guareschi, “no hace descuentos a la verdad”. Y hablando ayer al Nouvelliste, ha añadido que “en un momento en que estamos hablando de un retorno a la plena comunión, el Papa efectivamente, quizá, se pregunta quién es más cercano a él, si ciertos obispos o nosotros”. Lejos de ser pesimista, Fellay está seguro de que “el proyecto de disolver la Iglesia Católica no llegará jamás a realizarse”. Aún cuando, prosigue, “la situación hoy es más peligrosa porque es más disimulada, se busca socavar las murallas desde el interior”.


El diálogo con Gnocchi y Palmaro continúa tocando otros temas de los que ya no se siente hablar con frecuencia en las prédicas dominicales: la necesidad de recuperar la “realeza social” de Jesucristo, el liberalismo que lleva a personalidades públicas a separar la fe de la acción política, y el tema de la “libertad religiosa” que, para Fellay, “existe verdaderamente y es la libertad de la verdadera religión”, una frase que se presta a la acusación de “integralismo”. Pero Fellay no tiene dudas sobre esto: cuando se dice que la persona humana tiene el derecho de la libertad religiosa, “no se consideran situaciones concretas, incluso muy frecuentes, que aconsejarían un espíritu permisivo y la tolerancia, […] al contrario, se prescinde de los hechos concretos y se establece como principio que cada hombre tiene el derecho de permanecer en el error según la propia conciencia, sea en privado o en la vida pública. […] En otras palabras, una cosa es tolerar el error y otra cosa es asignarle, por principio, la misma dignidad que tiene la verdad”. Esto se relaciona con su discurso sobre la libertad, que “no es un absoluto” ni es la posibilidad de elegir el fin para el cual hemos sido hechos sino que, dado que el fin último de todos los hombres es el mismo (es decir, la felicidad), la libertad está en “la elección de los medios para alcanzarlo”.


La conversación se dirige a temáticas, en ciertos aspectos, olvidadas o “antiguas”: desde la figura de la mujer (que, en la familia, “tiene un rol distinto” del hombre, “aún siendo iguales los derechos”), a la moral sexual, pasando por el olvidado concepto de pecado (“si el hombre niega a Dios, niega la idea de pecado. Si niega la idea de pecado, niega la necesidad de la redención. Si niega la necesidad de la redención, niega la necesidad del sacrificio y del esfuerzo para vencer los propios defectos. En consecuencia, se pone en el lugar de Dios”) hasta la existencia del infierno (“no se puede hablar de la misericordia de Dios sin hablar de su justicia”). Finalmente, Lutero, Kant y Marx son “las tres figuras que han marcado la historia de un modo trágico” mientras que “todos los santos” deben ser vistos como modelos porque “a la Iglesia no le sirven los intelectuales, le sirven los santos”, y a los hombres “les sirve la Verdad, que se encuentra sólo en la Iglesia”.

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Fuente: Il Foglio


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 17 de febrero de 2009

La Iglesia en Alemania

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Obispo Müller

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El obispo de Ratisbona, Gerhard Ludwig Müller, amenaza con sanciones a tres profesores de la facultad teológica en Ratisbona, porque han firmado una petición relativa al Concilio Vaticano II. Los acusa de haber insultado al Papa con su consentimiento a la Petition Vaticanum II. Así, los profesores se han “descalificado a sí mismos” como teólogos católicos. Müller ha dado un ultimátum a los profesores para distanciarse de la Declaración y pedir perdón al Papa Benedicto XVI.


La petición para que se sostengan las decisiones del Concilio fue preparada por el profesor de teología retirado Norbert Scholl, en respuesta al levantamiento de la excomunión de los cuatro obispos de la FSSPX a fines de enero. “Somos Iglesia” apoyó esta petición que ha tenido resonancia en toda la nación. Entre los firmantes – aseguran ser varias decenas de miles – que demandan el “completo reconocimiento de las decisiones del Concilio Vaticano II” están el profesor de teología pastoral Heinz-Günther Schöttler, el profesor de estudios religiosos Burkard Porzelt y la canonista Sabine Demel.


En una carta fechada el 9 de febrero, Müller le ha pedido a los tres que respondan dentro de dos semanas desvinculándose de la petición. Müller hizo saber que enviará un pedido de perdón de los profesores al Papa. Como signo de “reconocimiento del Magisterio eclesiástico”, los profesores deben presentarse ante el obispo y hacer una confesión de fe y un juramento de fidelidad a las enseñanzas de la Iglesia Católica. De lo contrario, Müller amenaza con “más medidas”, lo que significa la remoción de su licencia para enseñar.


El obispo de Ratisbona se sintió ofendido principalmente por un pasaje de la petición que declara: “Los abajo firmantes valoramos como una línea de actuación clara el hecho de que Papa Benedicto XVI efectuase dicho levantamiento de la excomunión tan cerca temporalmente al 50ª aniversario del anuncio de la celebración del Concilio Vaticano II por el Papa Juan XXIII. Es de temer que tal evolución retrógrada, para sectores de la Iglesia Romano-Católica, significa un regreso al  conservadurismo. Por medio de esta evolución retrógrada se admite que sectores de la iglesia romano-católica  -  al lado de otros hechos  -  tienen permiso para negar abiertamente el espíritu y la letra de importantes documentos del Vaticano II”. De esta forma, así piensa Müller, los profesores presentan al Papa como actuando en detrimento de la Iglesia.


Müller ha enviado una copia de su carta a los profesores al Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, William Joseph Levada, al titular de la Congregación para la Educación Católica, Zenon Grocholewski, al Nuncio Apostólico en Alemania, Jean-Claude Périsset, al Decano de la Facultad de Ratisbona y obispo de Traer Robert Brahm. Mientras tanto, muchos obispos alemanes saben ya de la carta de este obispo alemán. Queda por verse cómo se posicionarán frente a la postura de su hermano, el obispo de Ratisbona. Esto, debido a que no sólo los tres profesores de Ratisbona han firmado la petición, sino otros muchos religiosos y teólogos.


Distintas facultades teológicas también han escrito sus propias declaraciones, algunas muy afiladas, tal es el caso de las facultades de Würzburg, Freiburg y Tubinga. Incluso en la Universidad Católica de Eichstätt, los profesores se rebelan contra la readmisión de los obispos de la SSPX. El vocero de la Conferencia Episcopal, Matthias Kopp, no quiso comentar el lunes sobre la acción del obispo contra los profesores, que es relativa a la jurisdicción del obispo local.

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Fuente: Catholic Church Conservation


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 16 de febrero de 2009

Más sobre la Iglesia en Austria

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Los obispos diocesanos de Austria publicaron hoy una Carta Pastoral.  Presentamos aquí nuestra traducción de la misma, tomada del blog Catholic Church Conservation, que a su vez la traduce del alemán al inglés.

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Queridos católicos, queridas hermanas y hermanos en la fe, queridos ciudadanos de nuestro país. Los obispos diocesanos de Austria se reunieron el lunes para buscar, en la oración común, discutir los eventos de los últimos días que han causado preocupación y enojo dentro y fuera de la Iglesia. Le debemos a nuestra gente una clarificación, pero también queremos expresar nuestra esperanza de que, como en toda crisis, también existen oportunidades. Esto puede solamente significar, para nosotros como Iglesia, que nos centremos en Cristo y seamos abiertos. Nuestro discurso sobre Dios siempre debe ser también un discurso acerca de las personas. Para la interacción en la Iglesia, esto significa escucharnos mejor unos a otros, ser capaces de ver juntos “los signos de los tiempos” con los ojos de la fe. De esta forma, la Iglesia puede servir a todas las personas.

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1. La primer palabra está dirigida a los fieles, que comparten con los obispos la aflicción de una crisis, y que no obstante han mostrado su completa confianza. Los fieles han tenido que experimentar algunas críticas, incluso el ridículo y el rechazo, causados en parte por errores en la Iglesia. Mucha gente en esta situación probó su lealtad y su amor por la Iglesia. Agradecemos a las muchas personas que han rezado para que la Iglesia resista y ofrezca a la gente las bendiciones de Dios. Agradecemos a los obispos, sacerdotes y diáconos por su apoyo al episcopado, para que éste sea servidor de la unidad. Agradecemos a las muchas personas que tienen algún oficio importante; a los voluntarios que trabajan generosamente para las parroquias, en favor de los jóvenes, de los que sufren, de los enfermos, de los que están en alguna emergencia; y a aquellos que fortalecen una sociedad solidaria. El agradecimiento también se aplica a las muchas personas que en Austria, en distinta proximidad o distancia, confían que la Iglesia ha lidiado con esta difícil situación.

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2. La Iglesia Católica en Austria es la comunidad más grande de nuestro país, y es parte de la comunidad mundial de la Iglesia Católica. Esto involucra la comunión real con el Obispo de Roma, Sucesor de San Pedro. Así como nosotros los obispos conocemos la lealtad de los fieles, queremos mostrar nuestra adhesión al Papa en estas serias y estresantes situaciones - esto es una expresión de lealtad, que ha de ser mantenida precisamente en los tiempos difíciles. Esta adhesión es también un elemento inseparable de la identidad católica.

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3. En este contexto, queremos hacer una declaración acerca de la “revocación de la excomunión” a los cuatro obispos consagrados ilícitamente en 1988. El Papa Benedicto XVI ha declarado inequívocamente que el obispo lefebvrista Richard Williamson se ha descalificado a sí mismo al denegar la Shoah, y que debe retirar públicamente su insostenible negación del asesinato masivo del pueblo judío. La medida del “levantamiento de la excomunión” de parte del Papa es una mano extendida a aquellos que están separados de la Iglesia. No se sigue que en caso alguno puedan estos cuatro obispos tener automáticamente un oficio en la Iglesia Católica. En lugar de esto, la comunidad lefebvrista debe dar una clara señal, por su parte, de que toma esta mano extendida, y busca realmente la reconciliación. El pre-requisito es, por supuesto, la aceptación incondicional del Concilio Vaticano II. Esperamos que los procesos inadecuados de comunicación en el Vaticano serán exitosamente mejorados, de forma que el servicio universal del Papa no sufra daño.

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4. Hubo también cuestiones de comunicación en un nombramiento reciente de un obispo sufragáneo para la diócesis de Linz. Los obispos están al tanto de que el P. Wagner pidió al Papa retirar el nombramiento. El tema de los nombramientos episcopales es importante, porque desde mediados de los ’80 en Austria, ha sido asociado con un número de problemas. Para muchos, las controversia sobre los nombramientos episcopales llevó a dolorosos conflictos, y ha provocado rupturas en la Iglesia. Es precisamente en este área que es muy apropiada la delicadeza. No se discute que el Papa es libre para nombrar obispos. Los obispos no quieren regresar a un tiempo – como en 1918 – cuando era el Emperador solo quien elegía los obispos. Incluso una “elección popular” de los obispos dividiría la Iglesia en partidos, y los conflictos serían inevitables. Nosotros, los obispos, estamos convencidos de que el procedimiento previsto en el derecho canónico para la selección y examen de los candidatos se ha mostrado valioso, si el procedimiento se sigue realmente. Entonces, antes de que el Santo Padre tome la decisión final, debe proveérsele con la información básica, confiable y completamente revisada en la que él pueda confiar. En Austria, en los próximos años, serán nombrados un número de obispos. Los fieles están legítimamente preocupados de que el proceso de búsqueda de los candidatos, el examen de las propuestas y las decisiones finales sean llevadas a cabo cuidadosamente y con toda la delicadeza pastoral que sea posible. Esto puede asegurar que los obispos sean nombrados no “contra” sino “para” una iglesia local. Nosotros, los obispos, haremos todo esfuerzo posible para apoyar los próximos nombramientos episcopales, en el sentido de monitorear los procedimientos en cercana cooperación con los departamentos vaticanos.

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5. Es un signo altamente deseable de unidad en la Iglesia que el nombramiento de un obispo signifique para los fieles un gozo y un estímulo. A pesar de las reservas, es posible en un buen clima humano y cristiano, el dar la bienvenida a un obispo nombrado con buena voluntad.

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6. La situación en la amplia diócesis de Linz causa preocupación a los obispos – esto, incluso después de la renuncia del Padre Gerhard Wagner. Existen muchas buenas noticias de esta diócesis, que a menudo son poco vistas, incluso si deben mencionarse algunos problemas. La Alta Austria tiene una Iglesia muy vibrante que, con un amplio canal de parroquias activas y centros pastorales y un agudo sentido de la dimensión social de la fe cristiana, provee una gran ayuda solidaria en la Iglesia de todo el mundo, con los pobres y los marginados. Existen en el país grandes monasterios y comunidades religiosas. Las organizaciones laicales son especialmente activas. Como obispos, nos mueve que en la diócesis de Linz y con el reciente nombramiento haya habido significativa tensión. No se trata solamente de diferencias de opinión en términos de estructuras y métodos, sino últimamente de la cuestión de la identidad sacramental de la Iglesia Católica. Esto tiene que ver especialmente con la ordenación de sacerdotes y laicos en relación con el sacerdocio general de todos los bautizados. Sólo puede seguirse el camino pastoral que esté de acuerdo con la Iglesia en todo el mundo. En medio de todas las diferencias, este camino de la Iglesia, perseverante en la oración y en la conversación con la Iglesia universal, debe realizarse sobre la base del Concilio Vaticano II.

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7. Confiando en la ayuda de Dios, superaremos la crisis de las últimas semanas. Pero debemos aprender de los eventos y de los errores para sacar conclusiones para el futuro. Sin ignorar otros asuntos pendientes, nos dirigiremos de nuevo, principalmente, al centro de la fe. Eso significa contemplar a Cristo, que no abandona a Su Iglesia, y cuyas palabras y obras deben ser una medida de nuestras palabras y obras. Durante este tiempo, persisten los grandes problemas económicos y los problemas de la existencia cotidiana, por lo que los cristianos deben tener las manos, el corazón y la mente libres para la tarea de vivir el Evangelio y de llevar la Buena Noticia a todos los hombres. Para este fin, pedimos la intercesión de María, la Magna Mater Austriae; la Bendición de Dios Padre, el Poder de Jesucristo; y la Luz del Espíritu Santo.

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Arzobispo Christoph Cardinal SCHÖNBORN
Arzobispo Alois KOTHGASSER 
Obispo diocesano Egon KAPELLARI 
Obispo diocesano Klaus KÜNG 
Obispo castrense Christian WERNER 
Obispo diocesano Paul IBY 
Obispo diocesano Alois SCHWARZ 
Obispo diocesano Ludwig SCHWARZ 
Obispo diocesano Manfred SCHEUER 
Obispo diocesano Elmar FISCHER

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Fuente: Catholic Church Conservation

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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