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sábado, 18 de enero de 2014

Card. Koch: “Ha llegado la hora de reencontrarnos en el mismo altar”

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Al comienzo de la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, presentamos nuestra traducción de una entrevista al Cardenal Kurt Koch, Presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, sobre la perspectiva del ecumenismo en el pontificado de Francisco.


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El Papa Francisco ha sido la gran “novedad” del 2013. Y “desde el punto de vista ecuménico, su pontificado ha comenzado de inmediato muy bien. En la fiesta de inauguración estaban presentes todos los representantes de las Iglesias. Estaba también el Patriarca ecuménico de Constantinopla y era la primera vez en la historia que un Patriarca estaba presente en la inauguración de un nuevo pontificado”. Por lo tanto, cuenta el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el balance ecuménico de este año – gracias también a Francisco – conquista un vistoso signo “más”. “Desde el punto de vista del contenido – añade enseguida el cardenal-, creo que hay una gran continuidad entre Benedicto XVI y Francisco porque a ambos les importa mucho el ecumenismo”.

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A propósito de contenidos, en la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, el Papa Francisco toca puntos muy importantes como la colegialidad y el primado del Pontífice. ¿Cómo han sido recibidas estas aperturas?


Las reacciones a la Exhortación Apostólica que he recibido de los representantes de otras Iglesias son bellísimas. Han quedado muy impresionados, apreciando sobre todo el hecho de que esta Exhortación expresa una visión común. En el parágrafo dedicado al diálogo ecuménico, se advierte cómo los católicos pueden aprender de otras Iglesias. El Santo Padre cita como ejemplo de sinodalidad a la Iglesia ortodoxa. Y en mi reciente visita, el Patriarca de Moscú ha mencionado precisamente este punto.

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Cincuenta años atrás, el abrazo entre Pablo VI y el Patriarca Atenágoras. Parecía el comienzo de una historia nueva. ¿Qué ha sucedido luego?


Ha sido un gran evento: los líderes de la Iglesia ortodoxa y de la Iglesia católica se encontraban en Jerusalén después de de mil años de separación. Este encuentro provocó otro gran evento, que fue el fin de las excomuniones realizado conjuntamente por las dos Iglesias, en 1965, en la catedral del Fanar en Constantinopla y en la Basílica de San Pedro en Roma. Terminó así la era de la excomunión y se abrió la era de la comunión. En este sentido, el encuentro de Jerusalén marcó el inicio del diálogo de la caridad y de la verdad.

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Para conmemorarlo, el 25 de mayo, el Papa y el Patriarca Bartolomé se han dado cita en Jerusalén. ¿Qué se espera de este encuentro?


Es, en primer lugar, un acto de conmemoración de estos 50 años y espero que este encuentro pueda hacer reencontrar la pasión por la unidad que estaba presente en los tiempos de Pablo VI y Atenágoras. Si leo hoy los textos recogidos en el Tomos Agapis, emerge la pasión por la unidad. Atenágoras dice: “La hora ha llegado”. La hora de reencontrarnos en el mismo altar. Me parece que esta pasión por reencontrar la comunión eclesial y eucarística debe ser profundizada y revitalizada.

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¿Habrá una declaración común?


Cuál será el contenido de la declaración es algo que el Papa Francisco y el Patriarca deben todavía ver para saber qué decir en común a la Iglesia y al mundo. Este encuentro quiere ser un paso en el camino a realizar hacia el futuro.

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Usted se ha encontrado con el Patriarca Kirill. ¿Han hablado de un eventual encuentro con el Papa?


Sí, hemos hablado de un eventual encuentro entre el Santo Padre y el Patriarca de Moscú, pero el metropolita Hilarion siempre ha subrayado que la preparación es mucho más importante que la fecha, ya que sería la primera vez en la historia de las relaciones entre Moscú y Roma que un Patriarca de la Iglesia ortodoxa rusa y un Papa de Roma se encuentran. Por lo tanto, es necesario preparar bien qué quieren hacer y decir, y esto forma parte de una fase preparatoria.

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Moscú, Constantinopla, Roma. Yo soy de Pablo, yo soy de Pedro. El tema de la inminente Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos (18-25 de enero) es “¿Acaso Cristo ha sido dividido?”. ¿Qué paso adelante se pide a cada una de las Iglesias?


Pienso que es necesario tomar en serio la conciencia de que Cristo no puede estar dividido. El fundamento de todo el compromiso ecuménico es la oración sacerdotal de Jesús que dice que la unidad entre los discípulos de Cristo es la voluntad del Señor y todos nosotros que venimos de Pablo, Pedro y Andrés, tenemos la tarea y la responsabilidad de escuchar la voluntad de Jesús y de reencontrar esta unidad. Pablo, Pedro y Andrés eran seguramente personas diversas, con carismas diversos, pero todos eran amigos de Cristo.

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¿No le parece paradójico que precisamente el primado del Papa sea piedra de división?


Ya Pablo VI dijo que el primado es el obstáculo más profundo del ecumenismo. Pero esto es sólo un lado de la cuestión: el otro es que el primado es una gran oportunidad para el ecumenismo. Tomemos como ejemplo los tres encuentros de Asís que han convocado Juan Pablo II y Benedicto XVI: ¿quién podía invitar a todas las Iglesias, y a las otras religiones, sino el Papa de Roma? Juan Pablo II escribió en el libro “Cruzando el umbral de la esperanza” que el ministerio de Pedro es un ministerio de unidad y tiene un sentido profundo para el ecumenismo. Todos los Papas después del Concilio Vaticano II, desde Pablo VI hasta Francisco, son Papas ecuménicos que quieren la unidad y, en este sentido, su primado no sólo no es un obstáculo sino que es también un gran puente para el ecumenismo.

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Fuente:
Agencia SIR


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 10 de abril de 2013

Diálogo católico-protestante: un balance del Cardenal Koch

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Esta semana el Papa Francisco recibió en audiencia al presidente de la Iglesia evangélica en Alemania, Nikolaus Schneider. En esta audiencia estuvo presente también el cardenal Kurt Koch, presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, el cual, en esta entrevista, comenta el estado actual del diálogo ecuménico entre católicos y protestantes, teniendo en cuenta la perspectiva del nuevo Papa y el próximo aniversario de la Reforma que tendrá lugar en el año 2017.

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¿Cuáles son sus impresiones sobre esta visita?


Esta visita estaba ya prevista, había sido programada una audiencia con el Papa Benedicto. Ha sido muy bello que el Papa Francisco se haya mostrado disponible de inmediato a conceder esta audiencia. Ha sido un encuentro muy cordial y amigable: el presidente Schneider ha felicitado al Papa por la elección y también le ha manifestado su alegría por el nombre elegido, ya que San Francisco de Asís, en realidad, pertenece a todas las Iglesias cristianas; ha manifestado también su participación en el dolor del Papa por las inundaciones que han golpeado a la Argentina y la esperanza de un buen futuro para el diálogo ecuménico.


En su respuesta, el Santo Padre ha ido de inmediato al nudo de la cuestión y ha hablado del testimonio común de los mártires, expresando su convicción de que si hoy somos perseguidos no es porque seamos católicos o protestantes, sino porque somos cristianos, y que esto nos une y representa, por lo tanto, un fundamento profundo de nuestra búsqueda ecuménica de la unidad. Luego ha retomado el concepto, muy estimado por Juan Pablo II, del ecumenismo de los mártires.


En la segunda parte del discurso el presidente Schneider ha hablado de la conmemoración, en el 2017, de la Reforma; ha dicho que no se trata de la glorificación de Lutero sino que – según las intenciones – deberá ser un “año de Cristo”. Ha expresado la esperanza de que también la Iglesia católica pueda participar. El Papa, con mucha cordialidad, haciendo referencia a la visita del Papa Benedicto al monasterio agustino de Erfurt, ha recordado que desea continuar por el camino indicado en aquella ocasión por el Papa Benedicto.

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¿En qué punto están los diálogos entre la Iglesia luterana y la Iglesia católica?


Nuestro interlocutor, obviamente, es la Federación luterana mundial: todos nuestros interlocutores son a nivel universal. En realidad, nuestro referente para la Iglesia evangélica en Alemania es la Conferencia episcopal alemana.


En lo que respecta al nivel universal, la Comisión internacional para el diálogo teológico con la Federación luterana mundial ha elaborado un documento sobre la conmemoración de la Reforma del 2017 bajo el título “From conflict to communion”, con tres puntos centrales: el primero, la gratitud y la alegría por lo que se ha verificado – en cuanto al acercamiento – en los últimos 50 años; el segundo, el reconocimiento de la culpa, referido al mal que en el curso de la historia nos hemos hecho mutuamente; y el tercero concierne a la esperanza de poder realizar nuevos pasos en el futuro. Este documento está listo, pero nosotros esperamos la traducción alemana antes de publicarlo.

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Volviendo a la conmemoración de la Reforma, en el 2017: ¿ha habido también una invitación al Papa para viajar a Alemania?


El presidente ha hecho una breve referencia: ciertamente, sería bello si también viniera el Papa… Es claro que el Papa no da todavía una respuesta porque Alemania es un país mientras que la Federación luterana es una entidad mundial…

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De la Iglesia evangélica a las Iglesias evangélicas, sobre todo a las Iglesias pentecostales: la Conferencia episcopal alemana tendrá aquí, en Roma, una conferencia a la cual ha sido invitado también usted. ¿En qué medida esto representa un desafío para la Iglesia católica en Alemania, o en general en los países de lengua alemana, si se los compara – por ejemplo – con América Latina?


Esta iniciativa se ubica todavía dentro de las competencias de mi predecesor, el cardenal Kasper, cuando era todavía obispo de Rottenburg-Stuttgart y guiaba la sección “Iglesia universal”. Ahora esta sección se ocupa intensamente desde hace tiempo de estos problemas y por eso organiza este congreso sobre el pentecostalismo; me han pedido asumir el patrocinio de esta iniciativa y tener la relación final. Estoy agradecido por esta iniciativa porque el pentecostalismo hoy es, desde un mero punto de vista numérico, la segunda realidad después de la Iglesia católica. Habría que hablar, por lo tanto, de una “pentecostalización” del cristianismo: es una situación completamente nueva para el ecumenismo. Y para mí es importante poder observar atentamente cómo este pentecostalismo se manifiesta en América Latina, en África, en Asia y en Europa para luego poder reflexionar sobre el modo en que se puede continuar y profundizar el diálogo ecuménico.

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¿Hay tal vez algunas dificultades, considerando el hecho de que no hay una unidad real en el frente de las Iglesias pentecostales, quiero decir, en el sentido de que no existe un referente propiamente dicho?


Ésta es la dificultad real: hay, de hecho, muchísimas comunidades y agrupaciones de este tipo. Es muy difícil establecer cómo llevar adelante este diálogo. Pienso que, desde el punto de vista del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, podemos en todo caso valorar esta situación sólo en colaboración con las Conferencias episcopales nacionales.

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Y desde el punto de vista teológico y pastoral, ¿qué preguntas hay que plantearse frente a estos grupos pentecostales?


La pregunta de fondo que debemos plantearnos obviamente es: “¿Por qué tantos fieles salen de nuestra Iglesia y se unen a estos grupos? ¿Qué es lo que los fascina?”. Esto implica también un examen de conciencia de nuestra parte sin, por otro lado, tomar los métodos de evangelización problemáticos realizados por estos grupos… Creo que las cuestiones teológicas principales se refieren al rol y al significado del Espíritu Santo en la teología, por lo tanto, la experiencia de fe en vista de la conciencia de la fe. Estos son desafíos decisivos. Junto a esto, hay luego agrupaciones fuertemente sincretistas, en las cuales se vuelve difícil encontrar todavía el fundamento cristiano.

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Fuente: Radio Vaticana


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 20 de marzo de 2013

Bartolomé I invita al Papa a visitar Constantinopla y a viajar juntos a Tierra Santa

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El Patriarca ecuménico de Constantinopla ha invitado al Papa Francisco a realizar juntos un viaje a Tierra Santa el próximo año, para recordar los 50 años del abrazo entre el Patriarca Atenágoras y Pablo VI, pioneros del diálogo católico-ortodoxo. En el encuentro privado entre Bartolomé y Francisco han surgido otras pistas unitarias: compromiso por el diálogo teológico; trabajo común en defensa del ambiente; una visita a El Fanar para noviembre próximo, en el respeto de los necesarios canales diplomáticos.


Previamente, durante el encuentro del Pontífice con todos los representantes cristianos y religiosos, Bartolomé I ha sido la única autoridad en dirigir una alocución al Papa Francisco. En ella, el Patriarca subrayó que es necesario hacer creíble “el testimonio cristiano” a través de “la unidad de las Iglesias”, para afrontar la crisis económica mundial y las “tendencias mundanas” que reducen la vida sólo al horizonte terreno.


Las palabras de Bartolomé están en profunda sintonía con el “programa” de “custodiar”, trazado ayer por el Pontífice en la Misa de inauguración. Como prueba de la gran unidad entre ambos, introduciendo su discurso, el Papa Francisco se ha dirigido al Patriarca llamándolo “mi hermano Andrés”, en recuerdo del vínculo de sangre entre los dos Apóstoles, patronos de las dos Iglesias: Andrés para Constantinopla, Pedro para Roma, definidos “el primero de los llamados” y “el primero de los apóstoles”.


Bartolomé – al igual que Francisco – ha recordado a Benedicto XVI, “hombre manso, que se ha distinguido por su conocimiento teológico y su caridad”. Trazando luego “la tarea y las responsabilidades… enormes” que esperan al Papa, él ha citado en primer lugar “la unidad de las Iglesias cristianas”, que es “la primera y la más importante de nuestras preocupaciones”, para que “nuestro testimonio cristiano pueda ser creíble a los ojos de los que están cerca y de los que están lejos”. Por esto es necesario continuar el “diálogo teológico” entre católicos y ortodoxos, basándose en la experiencia y la tradición indivisa de los primeros mil años.


Otro “imperativo” es la crisis económica mundial, en la cual es necesario que “aquellos que más tienen sean estimulados a ofrecer lo propio”, para que “por medio de la justicia, sea asegurada la paz”.


Bartolomé ha puesto de relieve que el Papa Bergoglio tiene un “largo y apreciado ministerio como Buen Samaritano en América Latina” y ha experimentado “como pocos otros la amargura del sufrimiento y de la miseria humana”. Y con palabras similares a las usadas por Francisco en su homilía de ayer, ha añadido: “Tenemos el deber de alimentar a los hambrientos, vestir a los desnudos, curar a los enfermos…”.


El Patriarca ha elogiado luego la “opción de la sencillez” realizada por el Papa, necesaria para corregir “concepciones mundanas” surgidas entre los cristianos, pero también “tendencias mundanas” presentes en todas partes, que reducen la “justicia”, la “misericordia”, la “colaboración” entre los hombres, permaneciendo demasiado apegados a la tierra. “La Iglesia – dijo Bartolomé – bendice la vida terrena, pero no pone en ella el término de su misión”; es necesario corregir las “concepciones mundanas” para que el hombre vuelva a su “belleza originaria, la de la caridad”.


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Fuente: AsiaNews


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 15 de marzo de 2013

Histórico: el Patriarca Bartolomé I en la primera Misa del Papa Francisco

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El Patriarca ecuménico de Constantinopla, Bartolomé I, estará presente en la Misa de inicio de Pontificado del nuevo Papa Francisco. Da la noticia a AsiaNews la misma oficia de prensa de El Fanar, haciendo notar que es la primera vez desde el cisma de 1054 entre católicos y ortodoxos, y un signo importante para la unidad de los cristianos.


Junto al Patriarca ecuménico estarán presentes el metropolita de Pérgamo, Ioannis Zizioulas, Co-Presidente de la Comisión mixta para la unidad entre católicos y ortodoxos; Tarassios, metropolita ortodoxo de la Argentina; Gennadios, metropolita para Italia.


Desde el Vaticano II, las relaciones entre católicos y ortodoxos han mejorado cada vez más con intercambios de visitas recíprocas, gestos de amistad y diálogos teológicos. Con Benedicto XVI tales diálogos han sido retomados con vigor, después de un período de estancamiento. El mismo Papa ha propuesto a los ortodoxos dar sugerencias sobre cómo expresar el primado del sucesor de Pedro en términos aceptables a los ortodoxos, inspirándose en el estilo de la Iglesia indivisa del primer milenio.


El ecumenismo de los católicos encuentra más resistencia con la Iglesia ortodoxa rusa y con el Patriarcado de Moscú, la “tercera Roma”. Ayer, Hilarion, metropolita de Volokolamsk y responsable del Departamento para las relaciones exteriores, ha explicado a los periodistas que un encuentro entre el nuevo Papa y el patriarca Kirill de Moscú “es posible”, pero “el tiempo y el lugar dependerán de la capacidad de superar de prisa los conflictos del final de los años `80 y ´90”.


Hilarion se refería al problema de la Iglesia católica ucraniana de rito bizantino, fuera de la ley desde los tiempos de Stalin y de nuevo en libertad tras la caída de la Unión Soviética, que ha pretendido el retorno de las iglesias secuestradas en un tiempo por los comunistas y entregadas a los ortodoxos.


En todo caso, explicó Hilarión, “el Papa Francisco ha mostrado más de una vez su espiritual simpatía hacia la Iglesia ortodoxa y su deseo de tener estrechos contactos”. Hilarión espera que, bajo el nuevo pontificado, “se desarrollarán relaciones de alianza y nuestro vínculo será fortificado”.


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Fuente: AsiaNews


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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domingo, 10 de marzo de 2013

La herencia de Benedicto XVI, agenda del próximo Papa

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Presentamos nuestra traducción del artículo de Monseñor Bruno Forte, Arzobispo de Chieti-Vasto, sobre la herencia de Benedicto XVI que, de acuerdo a su visión, marca las grandes prioridades de la agenda del próximo Sumo Pontífice.

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¿Cuál es la herencia que Benedicto XVI deja a su Sucesor? La respuesta a esta pregunta pasa a través del entero pontificado del Papa emérito, teólogo profundo, creyente enamorado, humilde trabajador en la viña del Señor y, sobre todo ahora, peregrino de Dios en el silencio de la adoración y en la oración de intercesión.


Cuatro tareas prioritarias me parecen delinearse para el próximo Obispo de Roma, partiendo de las mismas palabras con que el Pontífice ha motivado su renuncia: “ En el mundo de hoy, sujeto a rápidas transformaciones y sacudido por cuestiones de gran relieve para la vida de la fe, para gobernar la barca de san Pedro y anunciar el Evangelio, es necesario también el vigor tanto del cuerpo como del espíritu, vigor que, en los últimos meses, ha disminuido en mí de tal forma que he de reconocer mi incapacidad para ejercer bien el ministerio que me fue encomendado”.


La primera de las urgencias que resulta importante para el Papa Benedicto es, por lo tanto, la vida de fe, respecto a la cual el mundo actual está agitado por cuestiones de gran relieve. Durante el tiempo de su ministerio de Sucesor de Pedro, él ha insistido en el primado de Dios y en la obediencia que se le debe dar en todo. Precisamente así, el Pontífice emérito ha sido un reformador espiritual, que con firmeza ha querido renovar la Iglesia en el amor a Cristo, en la fe incondicional en Él y en el testimonio generoso y apasionado de su belleza a los hombres.


Convencido de que la verdadera reforma no es, en primer lugar, la de las estructuras o de las formas exteriores, Benedicto XVI, también a costa de pagar un precio altísimo al renunciar a la apariencia justificadora para obedecer a la verdad, ha recordado a la Iglesia la necesidad absoluta de agradar a Dios.


El modo límpido y decidido con que ha afrontado los escándalos y pecados realizados por personas consagradas, el pedido de perdón a quienes habían sido ofendidos por aquellos comportamientos – haciéndose cargo como inocente de las culpas de los hijos infieles de la Iglesia -, la firmeza de la lucha contra todo carrerismo por parte de eclesiásticos, la serenidad testimoniada también frente a traiciones e incomprensiones, no sólo hablan de la estatura espiritual de este Papa sino que permanecen como un ejemplo y un camino a seguir para el futuro.


Vinculada a la reforma espiritual de la Iglesia, una segunda prioridad ha surgido con cada vez mayor insistencia en el magisterio de Benedicto XVI: la nueva evangelización. A ella se ha referido al comunicar su renuncia, hablando del vigor necesario “para anunciar el Evangelio”.


Cuando en el 2010 instituyó el Pontificio Consejo a ella dedicado, utilizó referencias autobiográficas incluso conmovedoras, cuando dijo haber querido dar así “un cauce operativo a la reflexión que había llevado a cabo desde hacía largo tiempo sobre la necesidad de ofrecer una respuesta particular al momento de crisis de la vida cristiana, que se está verificando en muchos países, sobre todo de antigua tradición cristiana”.


Se siente en estas palabras el amor profundo del Papa emérito a Cristo y la condición de “amor herido”, experimentada al ver a muchos alejarse del tesoro del Evangelio o mostrarse indiferentes al mismo.


El nuevo Papa deberá encontrar formas y modos para que la belleza de la fe fascine nuevamente los corazones y la esperanza del Evangelio se convierta para muchos en luz en la noche de un tiempo, en el que tantos parecen no sufrir ya la falta de Dios.


Tal empresa no podrá ciertamente ser conducida por una sola persona: se perfila aquí la tercera de las prioridades con que deberá medirse quien suceda a Benedicto XVI, el ejercicio de la colegialidad episcopal. A ella se refiere la necesidad de proveer adecuadamente al gobierno de la Iglesia, a la que el Pontífice hacía referencia en la declaración sobre su renuncia. Había sido el mismo Ratzinger quien indicó esta prioridad al comienzo de su pontificado: “A todos los hermanos en el episcopado les pido también que me acompañen con la oración y con el consejo… El Sucesor de Pedro y los obispos, sucesores de los Apóstoles, tienen que estar muy unidos entre sí, como reafirmó con fuerza el Concilio. Esta comunión colegial, aunque sean diversas las responsabilidades y las funciones del Romano Pontífice y de los obispos, está al servicio de la Iglesia y de la unidad en la fe de todos los creyentes, de la que depende en gran medida la eficacia de la acción evangelizadora en el mundo contemporáneo. Por tanto, quiero proseguir por esta senda, por la que han avanzado mis venerados predecesores, preocupado únicamente de proclamar al mundo entero la presencia viva de Cristo” (20 de abril de 2005).


Algunos pasos en esta dirección ciertamente han sido dados, por ejemplo con la celebración de los Sínodos de los Obispos. Sin embargo, un incremento efectivo del gobierno colegial de la Iglesia no podrá no pasar a través de una reforma profunda de la Curia Romana y, en general, a través de estilos eclesiales de sobriedad cada vez mayor y de responsabilidad compartida de los pastores. En este punto Benedicto XVI ha ofrecido principios, que corresponderá al Sucesor traducir en la práctica hasta el fondo.


Finalmente, el anuncio renovado del Evangelio al mundo no podrá ocurrir de manera adecuada sin que se realicen dos condiciones, que conforman la cuarta prioridad dejada en herencia por el Papa emérito a quien le sucederá: el diálogo, con referencia por una parte a la revitalización del ecumenismo, por otra parte a una actitud cada vez más incisiva de confianza y amistad hacia la entera familia humana. Las dificultades surgidas en estos años en campo ecuménico no son ciertamente debidas a Benedicto XVI, que, en cambio, desde el comienzo ha querido dar un fuerte impulso al compromiso por la unidad querida por el Señor. Con los Ortodoxos, después del significativo paso dado con el Documento de Rávena del 2007 sobre el ministerio de unidad a nivel universal, que parecía abrir el camino al reconocimiento común del primado del Obispo de Roma, la resistencia por parte de las bases de las Iglesias ortodoxas se ha ido manifestando de manera preocupante.


Con los herederos de la Reforma, después del precioso acuerdo sobre la doctrina de la justificación de 1999, no parece que haya habido pasos hacia delante significativos. Con los Anglicanos, los gestos de atención y acogida de Benedicto XVI no han sido comprendidos o aceptados por todos. Es necesario, en pocas palabras, un nuevo impulso, que pueda volver a motivar en las diversas confesiones cristianas la pasión por la unidad por la cual Jesús ha orado: al nuevo Papa, y al colegio de los obispos con él, se presenta el desafío ineludible de avanzar por este camino, en continuidad con el mensaje del Concilio Vaticano II.


Al mismo tiempo, en un mundo cada vez más globalizado, en el cual las identidades locales advierten el riesgo y la amenaza de la misma globalización, el diálogo con las culturas y en general con el mundo contemporáneo parece una necesidad prioritaria.


Se requerirá también aquí un nuevo impulso, que atesore las premisas puestas por Benedicto XVI, por ejemplo en el diálogo con los no creyentes y los lejanos, para construir puentes de simpatía y de amistad, capaces de atraer corazones y de poner en marcha diálogos significativos y colaboraciones eficaces. Los cincuenta años de la apertura del Vaticano II traen a la memoria de todos el estilo de bondad y de confianza de Juan XXIII, al cual deberá conjugarse un conocimiento profundo y articulado de la complejidad de los escenarios de la “aldea global”. La sorpresa, que el Espíritu invocado sobre el próximo Cónclave reserva a la Iglesia, deberá ofrecer una respuesta convincente también a esta última y no sencilla urgencia.


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Fuente:
Il blog degli amici di Papa Benedetto XVI – Joseph Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 14 de febrero de 2013

Benedicto XVI a Magdi Cristiano Allam: “¡Hemos vencido!”

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Presentamos el testimonio de Magdi Cristiano Allam, converso del Islam bautizado por Benedicto XVI en la Vigilia Pascual del año 2008, que ayer ha narrado por primera vez un episodio en el cual ha percibido, siempre según su opinión, “la realidad interna de la Iglesia”, al ver el conflicto entre el Papa y cierto sector de la Curia en relación con su bautismo.

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He mantenido hasta ahora la reserva sobre mi experiencia directa con la realidad interna de la Iglesia, que me ha hecho tocar con la mano la gravedad de un conflicto encendido entre el Papa y el aparato que se ocupa de la gestión del Estado del Vaticano, en consideración de mi eterna gratitud a Benedicto XVI por haber querido ser él quien me diera el bautismo, la confirmación y la Eucaristía en la noche de la Vigilia Pascual el 22 de marzo de 2008.


Era todavía musulmán cuando surgió en mí no sólo una estima particular sino una irresistible atracción por el Papa cuando, con ocasión de la Lectio Magistralis pronunciada en la Universidad de Ratisbona el 12 de septiembre de 2006, tuvo la honestidad intelectual y el coraje humano de decir la verdad histórica sobre el expansionismo islámico realizado a través de guerras, conversiones forzadas y un río de sangre que sometieron las costas orientales y meridionales del Mediterráneo, que eran cristianas en un 95 por ciento. No lo hizo directamente sino citando al emperador bizantino Manuel II Paleólogo.


Se trata de una obviedad histórica atestiguada en los mismos libros de historia que se enseñan en las escuelas de los países islámicos. Y sin embargo, por haberla dicho el Papa, se vio condenado, incluso a muerte, por los gobiernos y por los terroristas islámicos. Así como descubrió que tenía en contra el conjunto del Occidente cada vez más descristianizado y, sobre todo, tuvo que afrontar las críticas internas de su misma Iglesia. Benedicto XVI, de hecho, fue obligado por los regentes de la diplomacia vaticana a justificarse tres veces, repitiendo que no buscaba ofender a los fieles musulmanes, pero sin ceder nunca a la presión de transformar la justificación en una disculpa pública. No bastó para aplacar ni la ira de los islámicos ni la tendencia a la rendición de los diplomáticos vaticanos. Fue así que el Papa fue obligado a ir a Turquía y se encontró al lado del Gran Muftí rezando juntos mirando hacia la Meca en la Mezquita Azul de Estambul.


Aquello, de hecho, marcó un éxito de la diplomacia vaticana obligando al Papa a rendirse a lo que él a menudo define la “dictadura del relativismo”, considerada como el mal profundo de nuestra civilización porque, poniendo al mismo nivel todas las religiones y culturas, prescindiendo de su contenido, termina por legitimar todo y lo contrario de todo, el bien y el mal, la verdad y la mentira, haciéndonos perder la certeza de la fe en el cristianismo.


Me sentí identificado con la experiencia de Benedicto XVI y lo imaginé como un Papa aislado y asediado por un aparato clerical hostil dentro del Vaticano. Su extraordinaria inteligencia, su inmensa cultura y su inigualable capacidad de interpelar nuestra razón y de acompañarnos de la mano a la fe, demostrándonos con humildad cómo el cristianismo es la morada natural de fe y razón, han representado para mí un faro que me ha iluminado dentro hasta hacerme descubrir el don de la fe en Cristo.


Fue así que, cuando gracias a la sabiduría y a la fraterna disponibilidad de monseñor Rino Fisichella, en esa época Rector de la Universidad Lateranense, que me acompañó en mi camino espiritual para acceder a los sacramentos de iniciación a la fe cristiana, el Papa aceptó ser él quien me diera el bautismo, consideré que el Señor había elegido unir mi vida a la del Santo Padre, indicándomelo como el más extraordinario testigo de fe y razón.


Y bien, cuando al final de la ceremonia religiosa en la suntuosidad de la Basílica de San Pedro, después de tres infinitas horas que he percibido como el día más bello de mi vida, me encontré frente al Papa en compañía de mi padrino Maurizio Lupi, él se limitó a una leve sonrisa pero de una serenidad absoluta, de quien está en paz consigo mismo y con el Señor. Pero apenas me dirigí a la izquierda para saludar a su asistente, monseñor Georg Gänswein, encontramos en sus labios una sonrisa intensa, dos ojos radiantes y de sus labios salió una exclamación de júbilo: “¡Hemos vencido!”.


¡Hemos vencido! Si hay alguien que vence, significa que hay alguien que ha perdido. Quién había perdido lo comprendí apenas crucé la puerta de la Basílica para ir a abrazar a monseñor Fisichella. Apareció el cardenal Giovanni Battista Re, en esa época Prefecto de la Congregación para los Obispos, que dirigiéndose en alta voz y con un modo vagamente amenazante, le dijo: “Si Bin Laden estuviese vivo, ¡sabríamos a quién dirigirlo!”


Posteriormente he tenido la certeza, por varias fuentes, de que hasta el último instante el aparato del Estado del Vaticano ejerció fuertes presiones sobre Benedicto XVI para disuadirlo de ser él quien me diera el bautismo, por miedo a las represalias por parte de los extremistas y de los terroristas islámicos, pero que el Papa nunca tuvo ninguna duda.


Es un hecho específico y concreto que pone en evidencia cómo Benedicto XVI ha debido enfrentarse con poderes internos del Vaticano que, con el fin de protegerse en el ámbito de la seguridad, han llegado a concebir que el Papa no debía realizar aquella que es su misión, llevar a Cristo a quien libremente lo elige.


Y es un caso emblemático de la confrontación entre la Iglesia universal que se fundamenta en espiritualidad y un Vaticano terreno que se sumerge en la materialidad a la par de cualquier otro Estado. Éste es el nudo a desatar y es el desafío que, con su renuncia, Benedicto XVI nos deja. La Iglesia está en una encrucijada: permanecer anclada en su misión espiritual encarnándose en los dogmas de la fe y en los valores no negociables, o bien, ceder a las razones de Estado para auto-perpetuarse cueste lo que cueste. Es la pesada herencia que caerá sobre los hombros del próximo Papa.


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Fuente: Io amo l’Italia


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 13 de diciembre de 2012

Religiosas anglicanas a la Iglesia Católica. Mons. Newton: “Gracias por vuestra fe y valentía”

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Crece el número de ex-anglicanos en el Reino Unido que han elegido entrar en plena comunión con la Iglesia católica. Un grupo de once religiosas anglicanas de la Community of Saint Mary the Virgin será acogido, de hecho, a partir del próximo mes de enero, en el Ordinariato personal de Nuestra Señora de Walsingham, erigido en conformidad con la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus con la cual Benedicto XVI determinó la institución de Ordinariatos, jurídicamente equivalentes a una diócesis, a través de los cuales los fieles anglicanos, de cualquier categoría y condición de vida, pueden entrar en comunión plena con la Iglesia católica, si bien conservando elementos de la propia tradición litúrgica y espiritual.


El grupo de religiosas, cuya edad está entre los 45 y 83 años, incluye también a la superiora de la comunidad, madre Winsome. Las religiosas se unirán a otra hermana anglicana, Carolyne Joseph, de la Society of Saint Margaret, que había sido acogida en el Ordinariato en enero de 2011. Las doce religiosas anglicanas darán vida inicialmente a una asociación pública de fieles dentro del Ordinariato y recibirán el nombre de Sisters of the Blessed Virgin Mary, prosiguiendo su servicio de oración y contemplación, y conservando algunos elementos de la tradición y de la práctica anglicana.


El ordinario de Nuestra Señora de Walsingham, monseñor Keith Newton, ha recordado que la Community of Saint Mary the Virgin – que tiene sede en Wantage, en el condado de Oxfordshire – “está en el centro de la vida religiosa de la Church of England desde la mitad del siglo XIX”. La contribución de la comunidad, agregó el ordinario, “ha sido significativa en particular para contrastar la marginación social de las personas no sólo en Gran Bretaña, sino también en India y en Sudáfrica”.


Las religiosas anglicanas, concluyó monseñor Newton, “han rezado siempre por la unidad de los cristianos y estamos realmente agradecidos por su fe y su valentía”. En el sitio de la Community of Saint Mary the Virgin se lee, entre otras cosas, que la vida comunitaria “se focaliza en el amor por nuestro Señor Jesús, que se expresa en el culto”. La capilla es el lugar principal de la vida comunitaria, donde las religiosas se reúnen cinco veces al día para rezar y para la celebración eucarística.


Según lo establecido, luego de las consultas con las autoridades de la Church of England, las religiosas dejarán su convento y serán hospedadas en una comunidad católica en espera de poder encontrar una sede apropiada para su servicio. Hablando de la Constitución Apostólica Anglicanorum coetibus, la superiora, madre Winsome, ha puesto de relieve que “el ofrecimiento del Papa es un gesto profético que lleva a feliz conclusión las oraciones de generaciones de anglicanos y de católicos que han buscado un camino para la unidad entre los cristianos”. El futuro de la comunidad de religiosas, ha concluido, “consistirá en el cumplimiento de nuestros orígenes y, como parte del Ordinariato, continuaremos muchas de nuestras costumbres y tradiciones, buscando al mismo tiempo crecer en nuestra relación con Cristo a través de la Iglesia más amplia”.


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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 8 de noviembre de 2012

La Comunión Anglicana tiene nuevo Primado: ¿a la deriva?

 

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Presentamos nuestra traducción del artículo de Cantuale Antonianum sobre la elección del sucesor del Arzobispo Rowan Williams como Primado de la Comunión Anglicana. El elegido sería el obispo Justin Welby, de posturas claramente liberales, lo cual acentuaría el ya evidente declive de esta comunidad eclesial.

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Después de la singular elección del Papa copto, confiada a un niño, he aquí hoy un nuevo nombramiento eclesial de relevancia.


Parece ya cierto que mañana será designado por Su Majestad Isabel II, el Reverendo Justin Welby, hasta ahora obispo de Durham, como sucesor del Arzobispo de Canterbury y Primado de la Comunión Anglicana Dr. Rowan Williams, que se retirará del oficio el mes próximo. Lo refiere el sitio de la BBC, dado por seguro el nombramiento.


El arzobispo designado ha ganado el lugar sobre por sobre otros prelados más renombrados que él: es obispo desde hace sólo un año en la cuarta sede en orden de precedencia, y ha sido elegido en lugar del arzobispo de York, el evangélico John Sentamu, o del combativo Michael Nazir Ali, de Rochester.


Justin Welby no está ciertamente a la altura teológica de su predecesor: antes de ser sacerdote ha trabajado varios años como gerente para la compañía petrolífera ELF. Luego sintió la llamada y se hizo ministro de Dios. Es descrito, por quien lo conoce, como un obispo left-wing, de izquierda, en el sentido de liberal, modernizante y devoto de lo políticamente correcto, discursos sobre economía, finanzas, inclusión, calentamiento global, cuestiones de género…


Se dice de él que es “muy astuto” y “capaz de cambiar aquello en que cree si es lo que hay que hacer”. La referencia es a las uniones homosexuales, sobre las cuales no se ha expresado oficialmente. Ha escrito, recordando su pasado laboral, “Managing the Church: Order and Organization in a Secular Age”, y esto ya puede dar una idea de su eclesiología. No por casualidad el obispo Welby es también, desde el 2011, miembro del Parlamento inglés, uno de los 26 Lords Spiritual (es decir, aquellos que se sientan en la así llamada “banca de los obispos” en la Cámara Alta, la Cámara de los Lores). Aquí su ficha como parlamentario. En resumen, un verdadero representante del establishment.


Naturalmente, lo ha afirmado varias veces, cree “… en la ordenación de las mujeres como obispos” y añade, palabras suyas, “mantengo esta posición como resultado de un atento estudio de las escrituras y del examen de la tradición” (“…I hold these views as a result of careful study of the scriptures and examination of the tradition”).


Quien todavía tenía algo de esperanza dentro de la Iglesia de Inglaterra, ahora la ha perdido del todo. No hay más lugar, mucho menos bajo el nuevo arzobispo, para la doctrina católica del Orden (y no sólo para esa doctrina…).


Nacido el día de la Epifanía de 1956, el nuevo arzobispo electo está casado con Caroline Eaton, de la cual ha tenido seis hijos. Ha perdido en un accidente de auto en 1983, en Francia, una hija de sólo siete meses.


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Fuente: Cantuale Antonianum


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 17 de septiembre de 2012

El mensaje del Peregrino de la paz: “¡No temas, pequeño rebaño!”

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Cuando Benedicto XVI se preparaba para viajar al Líbano, acercándose así a una región particularmente compleja por los conflictos en la cercana Siria, mucho se habló de los peligros de este viaje apostólico, el 24º internacional del actual Pontificado, e incluso no pocos mencionaron la posibilidad de una cancelación. Posibilidad que, sin embargo, nunca estuvo en los planes del Obispo de Roma: “sé que cuando la situación se hace más difícil, más necesario es ofrecer este signo de fraternidad, de ánimo y de solidaridad”, afirmó en el avión que lo llevaba a Beirut, al ser entrevistado por los periodistas.


El Papa viajó al país de los cedros para firmar y entregar la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Ecclesia in Medio Oriente, que recoge las conclusiones de la Asamblea Especial para Medio Oriente del Sínodo de los Obispos, celebrada dos años atrás en el Vaticano, y cuyo Instrumentum Laboris había entregado a los obispos de la región durante su viaje apostólico a Chipre. Se convirtió así en el tercer Papa que visitó el Líbano, luego de Pablo VI que, camino a la India, estuvo en Beirut el 2 de diciembre de 1964, y de Juan Pablo II, que estuvo allí el 10 y 11 de mayo de 1997, para concluir así el Sínodo especial para el Líbano y firmar la Exhortación Apostólica Una esperanza nueva para el Líbano.


Al llegar al Líbano, durante la ceremonia de bienvenida, el “amigo de Dios y amigo de los hombres” – así se presentó – recordó que un año atrás bendijo, en el Vaticano, una imagen de San Marón que, de esta manera, “desde el santuario petrino, intercede continuamente por vuestro país y por todo el Oriente Medio”. Refiriéndose al equilibrio libanés entre cristianos de diversas denominaciones y miembros de otras religiones, afirmó que “a veces amenaza con romperse cuando se tensa como un arco, o se somete a presiones que son con demasiada frecuencia partidistas, ciertamente interesadas, contrarias y extrañas a la armonía y dulzura libanesa”. Por eso, el Papa fue claro: “Es necesario dar prueba de verdadera moderación y gran sabiduría. Y la razón debe prevalecer sobre la pasión unilateral para favorecer el bien común de todos”. Pero también sostuvo “lo importante que es la presencia de Dios en la vida de cada uno y cómo la forma de vivir juntos… será profunda en la medida que esté enraizada en Dios, que desea que todos los hombres sean hermanos”.


Por la tarde de su primera jornada libanesa, Benedicto XVI se dirigió a la Basílica de San Pablo de Harissa con el fin de realizar el acto central de su viaje: la firma y entrega de la Exhortación Apostólica Ecclesia in Medio Oriente. Allí fue recibido por uno de los cuatro patriarcas orientales católicos presentes en el país, Su Beatitud Gregorio III Laham, Patriarca Greco-Melquita. Al presentar el nuevo documento, en la fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz, Benedicto XVI recordó que el próximo mes se cumplirán 1700 años de la aparición que hizo ver al emperador Constantino “en la noche simbólica de su incredulidad, el crismón resplandeciente, al mismo tiempo que una voz le decía: «Con este signo vencerás»”. Y a los cristianos, que en Medio Oriente tantas veces sufren a causa del nombre de Cristo, les dijo: “Os invito a todos a no tener miedo, a permanecer en la verdad y a cultivar la pureza de la fe. Ese es el lenguaje de la cruz gloriosa. Esa es la locura de la cruz: la de saber convertir nuestro sufrimiento en grito de amor a Dios y de misericordia para con el prójimo; la de saber transformar también unos seres que se ven combatidos y heridos en su fe y su identidad, en vasos de arcilla dispuestos para ser colmados por la abundancia de los dones divinos, más preciosos que el oro”.


El sábado 15 de septiembre, el primero de los actos oficiales del Santo Padre fue la visita de cortesía al Presidente del Líbano, tras la cual se reunió con representantes del mundo político, civil, cultural y religioso de la nación. Allí, hablando en una región que “parece conocer los dolores de un alumbramiento sin fin”, el Papa afirmó con fuerza: “Para construir la paz, nuestra atención debe dirigirse a la familia para facilitar su cometido, y apoyarla, promoviendo de este modo por doquier una cultura de la vida. La eficacia del compromiso por la paz depende de la concepción que el mundo tenga de la vida humana. Si queremos la paz, defendamos la vida. Esta lógica no solamente descalifica la guerra y los actos terroristas, sino también todo atentado contra la vida del ser humano, criatura querida por Dios”. Luego de recordar la necesidad de educar a las nuevas generaciones en la paz, Benedicto XVI explicó cómo “el mal no es una fuerza anónima que actúa en el mundo de modo impersonal o determinista. El mal, el demonio, pasa por la libertad humana, por el uso de nuestra libertad. Busca un aliado, el hombre. El mal necesita de él para desarrollarse”. Pero aún frente a esta perspectiva, recordó también que “es posible no dejarse vencer por el mal y vencer el mal con el bien” porque, sin una conversión del corazón, “las tan deseadas `liberaciones´ humanas defraudan, puesto que se mueven en el reducido espacio que concede la estrechez del espíritu humano, su dureza, sus intolerancias, sus favoritismos, sus deseos de revancha y sus pulsiones de muerte”. Finalmente, se refirió en su discurso a la convivencia entre cristianos y musulmanes en el Líbano: “Habitan el mismo espacio desde hace siglos. No es raro ver en la misma familia las dos religiones. Si en una misma familia es posible, ¿por qué no lo puede ser con respecto al conjunto de la sociedad?”. Y remarcó, en este contexto, la necesidad del respeto mutuo, el diálogo continuo y la afirmación de valores comunes a todas las grandes culturas.


Luego de encontrarse con las autoridades políticas del país, el Santo Padre mantuvo también un encuentro privado con los líderes religiosos musulmanes: estaban presentes los cuatro jefes de las principales comunidades musulmanas: chiitas, sunitas, drusos y alawitas. Según informó el Padre Lombardi, director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, se trató de un encuentro muy cordial, durante el cual “el gran muftí de los sunitas dijo al Santo Padre que los musulmanes mismos desean que los cristianos permanezcan en Medio Oriente, porque se vería empobrecido si los cristianos ya no estuviesen”. El Papa, por su parte, les entregó una copia de la Exhortación Apostólica firmada el día anterior en Harissa.


Hacia el mediodía, Benedicto XVI visitó a otro de los cuatro patriarcas orientales presentes en el país, Su Beatitud Nersès Bédros XIX Tarmouni, Patriarca armenio católico. Allí se celebró un almuerzo con los Patriarcas y Obispos del Líbano, con los miembros del Consejo Especial para Oriente Medio del Sínodo de los Obispos y con el séquito papal. En una breve alocución, el Santo Padre rogó al Señor “que bendiga a la comunidad armenia, duramente probada a través de los tiempos, y que envíe a su mies numerosos obreros y santos que, por Cristo, sean capaces de cambiar la faz de nuestra sociedad, de curar los corazones desgarrados y de volver a dar ánimo, fuerza y esperanza a los abatidos”.


Especialmente emotivo fue el encuentro del Sucesor de Pedro con los jóvenes, una verdadera “JMJ de Medio Oriente”, celebrada en la explanada frente al Patriarcado Maronita, siendo huésped así de otro de los cuatro patriarcas, el maronita, Su Beatitud Bechara Boutros Rai. Ya el Beato Juan Pablo II, durante su breve viaje a esta nación, había realizado un encuentro con la juventud. En esta ocasión fue el turno de Benedicto XVI, quien fue recibido por las aclamaciones de los jóvenes, que en algunos momentos gritaban, casi como en un eco de la JMJ de Madrid, “¡ésta es la juventud del Papa!”. El Santo Padre, al recordarles que viven en la región donde nació Jesús y se desarrolló el cristianismo, afirmó que se trata de un “gran honor” y una “llamada a la fidelidad”, ante la cual, incluso conociendo tantas dificultades de la vida cotidiana, no deben probar “la miel amarga de la emigración”. En otro pasaje importante de su discurso, los exhortó a “buscar buenos maestros, maestros espirituales, que sepan indicaros la senda de la madurez, dejando lo ilusorio, lo llamativo y la mentira”, recordando que en Jesús encontrarán  “la fuerza y el valor para avanzar en el camino de vuestra vida, superando así las dificultades y aflicciones. En él encontraréis la fuente de la alegría. Cristo os dice: Mi paz os doy. ¡Aquí está la revolución que Cristo ha traído, la revolución del amor!”. Luego de invitarlos a la oración, a la meditación de la Palabra, a la vida sacramental, a responder a la llamada del Señor, y al conocimiento de la fe, les recordó que ellos deben ser “los mensajeros del evangelio de la vida y de los valores de la vida” y resistir “con valentía a aquello que la niega: el aborto, la violencia, el rechazo y desprecio del otro, la injusticia, la guerra”. Finalmente, una llamada al perdón y a vencer el mal con el bien, mirando a Jesús: “Él no ha vencido el mal con otro mal, sino tomándolo sobre sí y aniquilándolo en la cruz mediante el amor vivido hasta el extremo. Descubrir de verdad el perdón y la misericordia de Dios, permite recomenzar siempre una nueva vida. No es fácil perdonar. Pero el perdón de Dios da la fuerza de la conversión y, a la vez, el gozo de perdonar. El perdón y la reconciliación son caminos de paz, y abren un futuro”.


A los jóvenes musulmanes presentes en el encuentro, Benedicto XVI les dijo: “Vosotros sois, con los jóvenes cristianos, el futuro de este maravilloso País y de todo el Oriente Medio. Buscad construirlo juntos. Y cuando seáis adultos, continuad viviendo la concordia en la unidad con los cristianos. Porque la belleza del Líbano se encuentra en esta bella simbiosis”, ya que “es necesario que todo el Oriente Medio, viéndoles, comprenda que los musulmanes y los cristianos, el Islam y el Cristianismo, pueden vivir juntos sin odios, respetando las creencias de cada uno, para construir juntos una sociedad libre y humana”.


El Papa tampoco olvidó a los jóvenes de Siria y, sabiendo que entre los presentes había algunos provenientes de esa nación, dijo: “Quiero deciros cuanto admiro vuestra valentía. Decid en vuestras casas, a vuestros familiares y amigos, que el Papa no os olvida. Decid en vuestro entorno que el Papa esta triste a causa de vuestros sufrimientos y lutos. Él no se olvida de Siria en sus oraciones y es una de sus preocupaciones. No se olvida de ninguno de los que sufren en Oriente Medio”. Un mensaje que reforzaría al día siguiente, antes de rezar el Angelus, cuando encomendando esa preocupación a la Santísima Virgen, afirmó: “¿Por qué tanto horror? ¿Por qué tanta muerte? Apelo a la comunidad internacional. Apelo a los países árabes de modo que como hermanos, propongan soluciones viables que respeten la dignidad de toda persona humana, sus derechos y su religión. Quien quiere construir la paz debe dejar de ver en el otro un mal que debe eliminar. No es fácil ver en el otro una persona que se debe respetar y amar, y sin embargo es necesario, si se quiere construir la paz, si se quiere la fraternidad. Que Dios conceda a vuestro país, a Siria y a Oriente Medio el don de la paz de los corazones, el silencio de las armas y el cese de toda violencia. Que los hombres entiendan que  todos son hermanos”.


Durante la Santa Misa que presidió en Beirut el domingo, celebrada en rito latino pero con algunos elementos de los diversos ritos presentes en la región,  el Santo Padre entregó a los patriarcas y obispos de Medio Oriente su Exhortación Apostólica, deseando que sea “una guía para avanzar por los caminos multiformes y complejos en los que Cristo os precede”. En su homilía, pronunciada frente a casi 500.000 personas, el Vicario de Cristo afirmó que “decidirse a seguir a Jesús, es tomar su Cruz para acompañarle en su camino, un camino arduo, que no es el del poder o el de la gloria terrena, sino el que lleva necesariamente a la renuncia de sí mismo, a perder su vida por Cristo y el Evangelio, para ganarla. Pues se nos asegura que este camino conduce a la resurrección, a la vida verdadera y definitiva con Dios”. Y ante el Año de la Fe, que comenzará el próximo 11 de octubre y que convocó para que “todo fiel se comprometa de forma renovada en este camino de conversión del corazón”, los exhortó: “os animo vivamente a profundizar vuestra reflexión sobre la fe, para que sea más consciente, y para fortalecer vuestra adhesión a Jesucristo y su evangelio”.


Antes de llegar al aeropuerto para despedirse del Líbano, el Papa mantuvo todavía dos encuentros, breves pero de gran significado. El primero, con los representantes de las diversas Iglesias y comunidades eclesiales presentes el país, le dio la oportunidad de visitar al cuarto de los patriarcas orientales católicos de la nación, Su Beatitud Ignace Youssef Younan, Patriarca de Antioquía de los Siro-católicos. Allí invitó a todos a “trabajar sin descanso para que nuestro amor por Cristo nos conduzca paso a paso hacia la plena comunión entre nosotros. Para ello, debemos, por la oración y el compromiso común, volver sin cesar a nuestro único Señor y Salvador”. El segundo, no oficial, fue la visita – que no estaba en el programa – al Carmelo de la Theotokos, donde fue recibido por la Madre Teresa, que tiene casi noventa años, y donde el Sucesor de Pedro oró con aquellas carmelitas que, cada día, en medio de una región inestable y con frecuencia peligrosa, oran por aquel que preside la Iglesia en la caridad.


El domingo por la tarde, en el aeropuerto de Beirut, el Santo Padre parecía particularmente cansado luego del esfuerzo de los tres intensos días de su peregrinación apostólica. Pero esto no le impidió manifestar su alegría y agradecimiento por la cordialidad y atención con que fue recibido por todos en la visita, “demasiado breve”, así como “el deseo de volver”. En su último discurso, el Papa recordó que “en su sabiduría, Salomón llamó a Hirán de Tiro, para que erigiera una casa como morada del Nombre de Dios, un santuario para la eternidad. Y Hirán, envió madera proveniente de los cedros del Líbano (cf. 1 R 5,22)... El Líbano estaba presente en el Santuario de Dios”. Y continuó: “Que el Líbano de hoy, sus habitantes, pueda seguir estando presente en el santuario de Dios”. Culminaba así una memorable visita del Sucesor de Pedro a una región que lo esperaba, a pesar de tantos conflictos, y que lo supo recibir con alegría y emoción, como a un Padre al que se ama y respeta. El Papa, ciertamente con aspecto más cansado, con pasos más lentos, y con la ayuda de un bastón en más ocasiones que en el pasado, pero con la sabiduría y el amor de siempre, no los defraudó. Dejando resonar en los corazones de sus hijos, al despedirse de ellos, aquellas palabras que les dirigió pocas horas después de llegar: “«No temas, pequeño rebaño» y acuérdate de la promesa hecha a Constantino: «¡Con este signo vencerás!»”.


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La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 11 de septiembre de 2012

Obispo maronita: “Aprendí a rezar no tanto por mis padres como por su asesino”

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En esta entrevista concedida al periódico Avvenire, el obispo de Batrún de los Maronitas, Mounir Khairallah, no sólo se refiere al inminente viaje del Papa al Líbano sino también a una experiencia de vida que hizo que muchos prófugos chiitas comprendieran el valor cristiano del perdón.


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“No es suficiente una movilización para poder hablar de éxito de la visita. El éxito depende, sobre todo, de nuestra actitud de acogida de lo que el Papa nos dirá respecto a los temas tratados en el Sínodo sobre Medio Oriente y para confirmarnos en nuestra misión”. Mounir Khairallah, obispo maronita de Batrún, habla de éxito ya asegurado “dado que el Papa viene, a pesar de las circunstancias desfavorables de la región”.


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Cuando el Sínodo se realizó no había comenzado la Primavera árabe…


Ha cambiado el contexto regional pero la misión de los cristianos es siempre la misma: testimoniar el amor, la apertura al otro, el respeto de la diversidad y del pluralismo. Y esto es hoy más urgente que nunca. Si queremos asistir a una verdadera Primavera árabe, debemos garantizar a todos la libertad de opinión, de expresión y de conciencia. Y asegurar a los cristianos, como ciudadanos autóctonos y auténticos, derechos y deberes iguales.

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¿No le parece demasiado pedir a los cristianos pensar en una “misión” cuando están preocupados por sobrevivir?


Nosotros, los cristianos, no tememos ni por nuestra presencia ni por nuestro rol. La presencia no depende del número sino, más bien, de la calidad de nuestro testimonio. El Papa hará referencia al título del Sínodo, “Comunión y testimonio”. Comunión de visión entre todos los cristianos a través de un renovado compromiso ecuménico, testimonio frente a los no cristianos. Para esto se necesita un vínculo con la fe, un vínculo con la tierra, que es una tierra bendita, y un vínculo con nuestros valores.

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¿Qué significa para usted el hecho de que se haya elegido el Líbano para enviar un mensaje a los cristianos de toda la región?


Si el Papa ha elegido el Líbano es porque el Líbano ofrece un ejemplo. De esto son conscientes también nuestros compatriotas musulmanes. En sus discursos, los líderes musulmanes retoman muchos de los eslóganes lanzados por Juan Pablo II durante su memorable visita: el Líbano mensaje, el Líbano modelo de convivencia, el Líbano del pluralismo y del respeto de la diversidad religiosa y cultural. Esto significa que ellos esperan que el Papa vuelva a afirmar el rol de los cristianos. Pero hay otra opción significativa.

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¿Cuál?


La de llegar el 14 de septiembre, día de la Exaltación de la Santa Cruz, que los cristianos orientales celebran con gran solemnidad porque representa la victoria de la Cruz, que es al mismo tiempo amor y perdón, sobre la muerte.

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Fiesta de la Cruz, perdón… Estas palabras lo tocan de cerca…


Sí, es el aniversario del asesinato de mis padres en el lejano 1958. Mi tía religiosa, que había tomado la custodia de mis pequeños hermanos y de mí, nos exhortaba a rezar no tanto por nuestros padres, acogidos por el Padre en su Reino, como por su asesino. Cuando conté esta experiencia frente a los prófugos chiitas acogidos en mi diócesis, muchos comprendieron el valor cristiano del perdón.

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¿Prófugos chiitas en Bratrún? ¿Cómo fue eso?


Sucedió durante la guerra del 2006 entre Israel y Hezbollah. Por un mes acogimos a decenas de familias de Touline, en el sur. De esta acogida gratuita nació una sólida amistad entre nuestras comunidades. Cuando fui con mis fieles a visitarlos, fuimos festivamente acogidos por los “scout musulmanes” que llevaban en la mano una cruz. Muchas familias chiitas me pidieron incluso que bendijera sus casas, reconstruidas después de los bombardeos.

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Fuente: Avvenire


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 7 de mayo de 2012

Magdi Cristiano Allam: “Si Italia abraza el Islam, la culpa es de la Iglesia”

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Presentamos nuestra traducción de este artículo del periodista Magdi Cristiano Allam, converso del Islam bautizado por el Papa Benedicto XVI en la Vigilia Pascual del año 2008.

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¿Sabíais que son cerca de 70.000 los musulmanes con ciudadanía italiana? ¿Sabíais que, en total, los musulmanes en Italia son cerca de 1.538.000, lo que equivale al 2,7 % de la población? ¿Sabíais que el Islam es ya la segunda religión de Italia inmediatamente después del cristianismo? ¿Sabíais que, en promedio, en Italia nace un lugar de culto islámico cada cuatro días? ¿Sabíais que ya hay terroristas islámicos activos con ciudadanía italiana empeñados en la Jihad, la guerra santa, contra los judíos, los cristianos, los infieles y los apóstatas? Bien, si no lo sabíais es ciertamente una grave deficiencia. Pero todavía más grave es el reconocimiento de que todo esto ocurre con la explícita connivencia de la Iglesia, expresada tanto por las posiciones oficiales y las iniciativas del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso, como por el comportamiento y las afirmaciones del clero, desde algunos cardenales hasta una serie de párrocos “islámicamente correctos”.


La reflexión se nos impone por las recientes declaraciones de Ezzedine Elzir, presidente de Ucoii (Unión de las Comunidades y de las Asociaciones Islámicas en Italia), expresadas a Klaus Davi, en las cuales afirma que en Italia hay “70.000 que han retornado al Islam”. ¿Por qué “retornados” y no “convertidos”? Nos explica Elzir: “Nosotros preferimos usar la palabra retorno porque es un redescubrimiento de la verdadera fe”. Quiere decir que, para los musulmanes, el Islam no es una religión “diversa” del judaísmo y del cristianismo, a la que por tanto se adhiere convirtiéndose, como ocurre en cualquier otra religión, sino que es una religión “superior” al judaísmo y al cristianismo, la única religión verdadera, el cumplimiento de la revelación y el sello de la profecía, en un contexto donde se considera que todas las personas nacen musulmanas aún si profesan una fe diversa, tienen dentro de sí el Islam aún si lo ignoran, que por lo tanto la adhesión al Islam en un “retorno” redescubriendo “la verdadera fe”.


“Cada día llegan a nuestras mezquitas no musulmanes que quieren conocer el Islam, varios de ellos lo abrazan”, añade Elzir, porque “cuando hay una crisis de valores y económica, una persona vuelve a descubrir sus raíces, su espiritualidad”, inequívocamente coincidente con el Islam. ¿Cómo es posible que en Italia, la cuna del catolicismo, tierra cristiana que acoge en su seno la Iglesia de los Papas, vicarios de Cristo, se haya llegado al punto de hacer coincidir la “espiritualidad” con el Islam? Y la respuesta se llama “relativismo religioso”. El mismo Benedicto XVI ha identificado varias veces en la “dictadura del relativismo” el mal profundo que debe combatirse porque nos impone, al dejar de lado la razón, considerar que todas las religiones, las culturas y los valores son iguales, independientemente de sus contenidos. El testimonio elocuente del relativismo religioso reside en la letanía de las “tres grandes religiones monoteístas reveladas, abramíticas, del Libro” que rezarían al mismo dios. Así como el relativismo está presente en el comportamiento del clero que imagina que para amar a los musulmanes como personas se deba incondicionadamente aceptar su religión legitimando el Islam, prescindiendo del hecho de que es incompatible con los valores no negociables de la sacralidad de la vida, de la igual dignidad entre hombre y mujer, de la libertad de opción religiosa.


¡Despertémonos! ¡El Islam está ya dentro de nuestra casa! ¡Son los mismos italianos quienes promueven la conquista islámica, incluidos los cardenales y los párrocos que se prodigan por la difusión de las mezquitas! ¡Liberémonos de la dictadura del relativismo! ¡Detengamos la invasión islámica! ¡Basta de mezquitas! ¡Redescubramos nuestra alma, recuperemos el uso de la razón, volvamos a amarnos antes de perder del todo la posibilidad de ser nosotros mismos en nuestra casa!


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Fuente: Il Giornale


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 16 de febrero de 2012

Finalmente juntos, después de 477 años

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Presentamos la primera homilía del P. Jeffrey Steenson, ordinario del nuevo Ordinariato personal de la Cátedra de San Pedro, erigido en Estados Unidos para aquellos fieles anglicanos que desean volver a la plena comunión con la Iglesia católica, de acuerdo a las disposiciones de Benedicto XVI en la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus.

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“¡Qué bueno y agradable que los hermanos vivan unidos!” (Salmo 133, 1). Damos gracias de todo corazón al Papa Benedicto XVI por este don bellísimo, el Ordinariato Personal de la Cátedra de San Pedro, y rezamos para que pueda promover la causa de la unidad católica. Cuando el Cardenal Wuerl me dijo que el Santo Padre quería instituir el Ordinariato bajo este nombre, realmente me llené de alegría porque esto va al corazón de lo que debe ser nuestra misión, y nos ayuda sobre todo a comprender por qué Nuestro Señor ha confiado Su Iglesia a San Pedro.


Ríos de tinta han corrido sobre la interpretación de aquellas palabras del Evangelio que Jesús dirigió a Pedro en Cesarea de Filipo: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia” (Mt. 16, 18). Ciertamente, para los católicos la interpretación autorizada de estas palabras viene del Concilio Vaticano I. Pero debemos reconocer honestamente que los cristianos han leído ese texto de modos diferentes. Incluso entre los Padres de la Iglesia no había unanimidad sobre el significado preciso de “sobre esta piedra”. El gran San Agustín mismo dijo: “el lector debe elegir: ¿esta piedra significa Cristo o Pedro?” (Retractaciones 1 ,20). Pero San Agustín, sabiamente, no planteaba la cuestión sobre la base de una cosa u otra, ya que Pedro lleva todo a Cristo. El camino es claro: nosotros somos de Cristo y Cristo es de Dios (1Cor. 3, 23).


Estoy agradecido de que, en el curso de mi ministerio, las enseñanzas del Beato Juan Pablo II y del Papa Benedicto XVI siempre han sido clarísimas sobre este punto: la Iglesia existe para llevar las almas a Cristo. Pero como afirma sencillamente el texto, Jesús ha investido a Pedro de un ministerio de fundamental importancia, y lo hace usando tres verbos en tiempo futuro: “edificaré mi Iglesia… las puertas del infierno no prevalecerán contra ella… te daré las llaves del Reino de los Cielos”. Cuando Jesús habla en tiempo futuro, Él atrae todo hacia sí, por eso sabemos que tal concesión no cesa con el Pedro histórico. En el momento en que el Señor pronuncia aquellas palabras, es anticipada toda la existencia de la Iglesia sobre la tierra hasta el final de los tiempos.


Al respecto, escuchad lo qué escribió San Anselmo, el 37º Arzobispo de Canterbury, tal vez el más grande teólogo, que dio brillo a la amena y verde Inglaterra: “Este poder fue confiado de modo particular a Pedro, de modo que nosotros fuésemos invitados a la unidad. Por eso Cristo lo nombró cabeza de los apóstoles, para que la Iglesia tuviese un principal Vicario de Cristo al cual pudiesen recurrir los distintos miembros de la Iglesia, en el caso de disensos entre ellos. Pero si hubiese más cabezas en la Iglesia, el vínculo de la unidad se rompería” (Cat. Aur. Mt. 16,19).


La primera vez que encontramos el versículo de Mt. 16, 18 aplicado específicamente a los sucesores de Pedro fue con ocasión de una controversia entre el Papa Esteban y San Cipriano de Cartago a mediados del siglo III. Con el riesgo de parecer pedante, espero que me permitáis hablaros brevemente de esto, ya que es muy relevante para el Ordinariato. En la tradición anglicana, los Padres de la Iglesia son tenidos en gran estima y nos han enseñado que es precisamente de ellos que debemos sacar orientación para afrontar las cuestiones teológicas.


Yo considero héroes a los Papas del siglo III, porque eran pastores valientes que  buscaban recuperar a aquellos hermanos que, saliendo de la Iglesia católica, habían roto la plena comunión con ella. En un tiempo en que muchos obispos eran severos e intransigentes sobre la pureza de la Iglesia, Dios nos ha dado Papas que comprendieron que volver a acoger a los fugitivos y a los caídos forma parte de la misma esencia del ministerio conferido por Jesús a los apóstoles. En las cartas de San Cipriano, se encuentra una notable correspondencia reveladora con San Firmiliano de Cesarea sobre el Papa Esteban (Ep. 75 ca. 255): “¿Pero lo ves, Cipriano? ¡Realmente Esteban piensa que se sienta en la cátedra de Pedro, ya que nos manda aceptar el bautismo de estos grupos separados! ¡Realmente quiere que nosotros los consideremos cristianos!”.


Yo creo que éste es precisamente el contexto para comprender lo que el Papa Benedicto nos dice en la Anglicanorum coetibus. Algunos objetan que la Iglesia católica hace demasiado difícil el camino para alcanzar la unidad de los cristianos. ¡Pero mirad lo que se pide a aquellos que consideran entrar en el Ordinariato! Los anglicanos no sólo deben ser acogidos sino confirmados en su estado, y su clero ordenado en forma absoluta. ¿Acaso se pide volver a empezar todo desde cero? ¡Ciertamente no! Desde Ceferino hasta Calixto, Cornelio y Esteban – los Papas del siglo III, que casi todos ofrecieron su vida como mártires y que gobernaron la Iglesia en tiempos en que parecía que realmente las puertas del infierno podían prevalecer, amenazando con destruir su unidad esencial -, la Iglesia católica simplemente pedía que los vínculos de caridad fueran restablecidos sacramentalmente invocando la presencia del Espíritu Santo. Estos son hermanos y hermanas que vuelven a casa.


El primer principio del Ordinariato es, por lo tanto, la unidad de los cristianos. San Basilio Magno, el más grande ecumenista de la Iglesia, gastó literalmente su vida para construir puentes entre hermanos ortodoxos que participaban de la misma fe pero que se habían dividido entre ellos en una Iglesia tristemente fragmentada por la herejía y la controversia. Él enseñaba que se requiere un decidido e incesante esfuerzo para alcanzar la unidad de los cristianos. Así como un viejo abrigo se vuelve cada vez más roto y más difícil de enmendar, la unidad de la Iglesia nunca se debe dar por descontada sino que exige gran diligencia y valentía por parte de sus pastores (Bas. Ep. 113). San Basilio hablaba a menudo con nostalgia de la archaia agape, del antiguo amor de la comunidad apostólica, tan raramente visible en la Iglesia de sus tiempos. Este amor, enseñaba, es un signo visible de que el Espíritu Santo está realmente presente y activo, absolutamente esencial para la salud de la Iglesia. No hay mejor ilustración de esto que en la gran escultura de la Cátedra de San Pedro, en el ábside de la Basílica de San Pedro: la cátedra de Pedro está sostenida por los grandes Padres de la Iglesia, mientras que suspendida en lo alto por encima de todo, está la luminosa paloma de alabastro, el Espíritu Santo, que sumerge todo en la irradiación del amor divino.


Hay mucho por celebrar en el patrimonio del anglicanismo, sus tradiciones litúrgicas, espirituales y pastorales, que la Iglesia católica acoge como un tesoro para compartir. Pero debemos ser claros sobre nuestros principios. Durante 477 años en los cuales los anglicanos han estado separados de Roma, muchos fieles han rezado con fervor y haciendo grandes sacrificios para el acontecimiento de este día. En obediencia y confianza han abrazado generosamente lo que Jesús pide en la oración por la unidad de sus discípulos (Jn. 17, 21). De hecho, no es coincidencia que tal reconciliación tenga lugar precisamente en el tiempo en que el Papa Benedicto ha puesto la nueva evangelización en lo más alto de la agenda de la Iglesia. Convertirse y conformarse a imagen de Cristo significa que Su Iglesia será transformada y renovada completamente. Me gusta mucho el concepto que ha expresado nuestra canciller, la Dra. Margaret Chalmers: “nuestro patrimonio son los fieles”. Abramos, por lo tanto, nuestros corazones, en humildad y amor, a todos los cristianos divididos por la cultura, por las circunstancias y por las incomprensiones. Tendamos la mano con amistad a todos aquellos que buscan la Verdad. Ellos son nuestros compañeros de viaje. Comenzamos firmes en la fe de que Dios nos ha dado a Pedro, con la mano firme sobre el timón, que nos restituye a Jesús, “el Pastor y el Obispo de nuestras almas” (1 Pedro 2, 25).


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Fuente: Diócesis de Porto-Santa Rufina


Traducción: La Buhardilla de Jeronimo

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