sábado, 29 de agosto de 2009

Habla Tornielli

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 Andrea Tornielli

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Queridos amigos, vuelvo sobre el argumento del post que había dedicado, el pasado 22 de agosto, a las cuestiones discutidas por la plenaria de la Congregación para el Culto Divino referentes a la recuperación de un mayor sentido de sacralidad en la liturgia.


Como sabrán, y como ha sido recordado, en la tarde del lunes 24 de agosto, el vicedirector de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, padre Ciro Benedettini (a quien estimo mucho), ha difundido a través de la Radio Vaticana una declaración verbal respecto al tema de mi artículo. Éstas son sus palabras, medidísimas y estudiadas: “Por el momento, no existen propuestas institucionales referentes a una modificación de los libros litúrgicos actualmente en uso”. Este presunto desmentido ha dado vueltas por los blogs: más de uno no ha ocultado un poco de satisfacción por el hecho de que quien escribe haya sido sorprendido en el error. Además, en la entrevista concedida ayer a L’Osservatore Romano, el cardenal Secretario de Estado Tarcisio Bertone ha hecho referencia a las fantasiosas reconstrucciones sobre documentos de “marcha atrás” respecto al Concilio, palabras que la agencia Zenit ha relacionado prontamente con mi artículo. Quisiera decirles que el desmentido del padre Benedettini, más que por mi artículo, ha sido provocado al ser retomado en muchos blogs (después del caso Williamson, los blogs y los sitios de internet son ahora constantemente monitoreados por la Santa Sede) que daban por inminente la “reforma de la reforma” y modificaciones a la Misa en sentido más tradicional (o de “marcha atrás”, según la expresión usada por el cardenal Bertone).


En primer lugar, en mi artículo no he hablado nunca de reformas inminentes o de documentos ya preparados, y al final decía claramente que se trataba del inicio de un trabajo. Un trabajo largo, que no quiere hacer bajar las cosas desde lo alto por imposición sino involucrar a los episcopados. Hablaba de la votación hecha por la plenaria de la Congregación, del hecho de que el cardenal Cañizares ha llevado los resultados al Papa, del hecho de que se han comenzado a estudiar no “propuestas institucionales de modificación de los libros litúrgicos” sino más bien indicaciones más precisas y rigurosas referentes a la modalidad de celebrar con los libros litúrgicos existentes y, en algunos casos, casi recientemente publicados.


Todo esto para decirles que no creo a quien hoy escribe que no hay nada en acto, que el Papa y la Congregación de Culto no están pensando en nada, que la “reforma de la reforma” y la recuperación de una mayor sacralidad de la Liturgia es una noticia falsa publicada por quien escribe esto. Desde que soy vaticanista, he cometido muchos errores y cometeré muchos otros, pero el artículo en cuestión, créanme, no está entre éstos. Además, el hecho de que “por el momento” no existan “propuestas institucionales” de reforma no desmiente que ya hoy existan propuestas en estudio aún no convertidas en “institucionales”. Y basta leer lo que, en su momento, escribió el cardenal Ratzinger y lo que ha escrito el Papa Benedicto XVI en la carta de acompañamiento al Motu Proprio Summorum Pontificum para darse cuenta de qué importante le resulta este tema.

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Fuente: Sacri Palazzi


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 28 de agosto de 2009

Una comunidad que crece

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Capilla Hermanas Dominicas de María

Capilla de las Hermanas Dominicas de María

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Las Hermanas Dominicas de María Madre de la Eucaristía son una comunidad religiosa que, por medio de la profesión de votos de castidad, pobreza y obediencia, junto con un énfasis contemplativo en la adoración eucarística y la devoción a María, existe “para la salvación de las almas y la edificación de la Iglesia en el mundo”. Presentamos aquí la traducción de un texto que se hace eco del crecimiento que la comunidad ha venido experimentando desde su fundación en el año 1997.

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Si bien las Hermanas Dominicas de María Madre de la Eucaristía, en Ann Arborm están celebrando la terminación de la construcción de su Casa Madre, ya están cerca de un “lleno completo” con las 17 nuevas aspirantes que ingresan este fin de semana. La comunidad ha crecido de cuatro hermanas a 99 en menos de 13 años, y no muestra signos de hacerlo más lento.


La comunidad de hermanas, que tienen un promedio de 26 años de edad, fue fundada en 1997 por cuatro hermanas dominicas, respondiendo al llamado de Juan Pablo II a una nueva evangelización.


Aunque su apostolado principal es la educación cristiana, están abiertas a otras áreas de evangelización, un hecho puesto en evidencia por su nuevo programa catequético en EWTN llamado “La verdad en el corazón”, por los múltiples campamentos catequísticos de verano de los que son anfitrionas, y sus frecuentes pláticas sobre la vocación.


CNA habló recientemente con la directora de vocaciones de las hermanas, la Hna. Joseph Andrew Bogdanowicz, OP, quien adjudica el tremendo crecimiento de la comunidad a “la Bondad y Misericordia de Dios” que provee de “madres espirituales” para el mundo. También señaló el ejemplo de Juan Pablo II que “abrazó a todo el mundo” y dio testimonio de la verdad, de la alegría y del sufrimiento.


Acercarse a la comunidad


La maternidad espiritual es lo que atrajo a Regina Rispoli, de 23 años, a Ann Arbor, Michigan, desde su hogar en Florida. Describe a las hermanas no sólo como quienes cuidan de las necesidades físicas sino también del “bienestar espiritual” de los hijos de Dios.


Rispoli señala que las hermanas se esfuerzan por vivir su maternidad espiritual alimentándolos por medio de la oración y del amor.


“Como cualquier madre”, dice, “nos miran con un amor que, al mismo tiempo que es incondicional, espera mucho – ¡esperan de nosotros que, con la Ayuda de Dios, seamos santos!”.


Rispoli contó a CNA su experiencia de cómo llegó a saber que era llamada a ser una madre espiritual. Un día en que visitaba a las hermanas, Rispoli pasó por al lado de una estatua de la Santísima Madre con el Niño Jesús, y vio que bajo su manto había “niños de todas las razas, vestidos con prendas de todo el mundo”.


Cuando vio a Nuestra Señora, comprendió que la maternidad espiritual de las hermanas es “ser al mismo tiempo uno de los niños bajo el manto de María, con los brazos levantados hacia Jesús, y ofrecer también esa forma de hospitalidad a los ‘niños’ que Dios nos envía, cualquiera sea la edad que tengan”.


Fue entonces cuando Rispoli supo de su vocación. Como explica, “comprendí que estaba siendo invitada a esa forma de maternidad”.


Otra mujer que se unirá a las hermanas esta semana es Amanda Avar, de 21 años, quien conoció la comunidad en el 2005 cuando fue invitada a participar en una profesión de votos perpetuos. Ella recuerda que “tan pronto como vi a las hermanas, me parecieron radiantes y llenas de un gozo tal que creo que fue entonces cuando supe en mi corazón que algún día terminaría en esta comunidad”.


Avar señala que aunque no ha sido sencillo pasar de un estilo de vida tal y como lo ofrecen los medios, ella tenía el vivo deseo de “algo más que lo que el mundo tenía para ofrecer”.


“Estoy tan entusiasmada de que finalmente esté sucediendo. ¡Finalmente me estoy convirtiendo en una Hermana! Siento como si mi vivo deseo de estar con Dios y de servirle siempre como Su esposa finalmente está llegando a su meta, y estoy muy entusiasmada al respecto”, exclama.


La comunidad de las Hermanas Dominicas de María está formada por mujeres de 32 estados, e incluso de Canadá. La Hermana Joseph Andrew explica que las mujeres se acercan a la comunidad porque las hermanas son auténticas, fieles y alegres. Agrega que lo hacen también porque las hermanas comparten una visión común clara, ponen énfasis en la Eucaristía, y toman a María como ejemplo para su maternidad espiritual. Finalmente, dice la Hermana Joseph Andrew, las mujeres se acercan porque las hermanas “¡están encendidas en el amor a la Madre Iglesia y a todos sus hijos!”.


Asistir en el discernimiento


Para ayudar a conocer más sobre las hermanas, la directora de vocaciones explica que la comunidad ofrece tres retiros anuales de discernimiento de un día. La hermana explica que estos retiros – que atraen a más de 400 participantes de los Estados Unidos, Canadá, y también Australia y países de Europa del Este – enseñan cómo “abrirse ante Dios en una adoración eucarística que dura toda la noche, y luego cómo ‘desentrañar’ lo que Él ha estado tratando de decir”.


Quizá, supone la Hermana Joseph Andrew, “es necesario para las participantes el amor maternal de las Hermanas, en orden a confiar en Dios lo suficiente como para comenzar a escucharlo realmente”.


Cuando alguna mujer expresa su interés en la comunidad, la Hermana Joseph Andrew trabaja arduamente para mantenerse en contacto y asistirla durante el tiempo de discernimiento. “Camino junto a cada una, tanto con la oración como a través del correo electrónico”, explica, diciendo que ayuda a las jóvenes el saber que a ella le importan.


La Casa Madre


El 29 de agosto, al día siguiente de que 17 nuevas mujeres ingresen en la comunidad, las hermanas planean realizar un evento celebrando la terminación de la construcción de los últimos nuevos anexos de la Casa Madre.


La construcción, que comenzó en mayo pasado, llevó el número de celdas a 100 – explica la Hermana María Guadalupe Hallee, OP. “Si ingresan las 17 aspirantes, tendremos 99 hermanas – una vez más, estamos al tope”. “En realidad”, agrega, “apenas si podemos construir lo suficientemente rápido como para sostener el crecimiento de la comunidad”.


Para celebrar la terminación de la última fase de construcción, el Obispo de Lansing, Michigan, Mons. Earl A. Bovea, impartirá la bendición a la Casa Madre. Según la Hermana María Guadalupe, la celebración consistirá de la Liturgia de la Palabra, una homilía, las Letanías de los Santos, y luego la bendición del pueblo y del edificio. Después de la bendición, algunas hermanas dirán unas palabras, seguidas de visitas por las áreas de la Casa Madre abiertas al público.

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Fuente: Catholic News Agency


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 27 de agosto de 2009

El proyecto de Iglesia de Benedicto XVI

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Benedicto XVI con el Cardenal Bertonme

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Ofrecemos, en español, la interesante entrevista que el Cardenal Tarcisio Bertone, Secretario de Estado del Santo Padre Benedicto XVI, ha ofrecido hoy a L’Osservatore Romano y en la cual, partiendo de su próxima visita a L’Aquila para la celebración de la Perdonanza, explica el proyecto de Iglesia y de sociedad que tiene el Sumo Pontífice

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¿Por qué el cardenal Secretario de Estado ha decidido participar, este año, en la celebración del Perdón de Celestino V?


El Secretario de Estado es un obispo y, como primer colaborador del Papa, participa en su misión pastoral para el bien del pueblo de Dios. Después de haber celebrado el rito fúnebre por las víctimas del terremoto, he sido invitado a presidir la inauguración del Año Celestiniano y de la 60º Semana Litúrgica Nacional que debía realizarse en L’Aquila. Acepté con gusto, tanto por la conexión afectiva y espiritual que me une a la tierra abruzzesa como por el tema elegido: el sacramento del perdón, fuerza que vence el mal. Luego, por motivos evidentes, la Semana Litúrgica fue trasladada a Barletta, en Puglia, mientras que la fiesta de la Perdonanza no podía ser celebrada sino allí, en L’Aquila, bajo el signo de la reconciliación que reconstruye la comunión con Dios y con los hermanos, y sana las heridas del cuerpo y del espíritu.


Mi participación, además, se pone en continuidad con la cercanía del Papa a las poblaciones abruzzesas golpeadas por el terremoto. Después de su conmovedora visita a L’Aquila, el Papa ha seguido la acción de la Iglesia que se ha expresado con las generosas contribuciones de muchas diócesis (italianas y no italianas), y se mantiene informado sobre la acción de las instituciones civiles, sobre las ayudas ya dirigidas y también sobre las promesas hechas a nivel internacional con ocasión del G-8. Como todos nosotros, desea que nada haga pensar en lentitud o en falta de compromiso para volver a dar a las personas la posibilidad de retomar una vida familiar normal en sus casas, reconstruidas o arregladas, y en sus actividades económicas y sociales.

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La Perdonanza fue una importante iniciativa de Celestino V para extender con amplitud las indulgencias espirituales, que de este modo eran puestas a disposición también de los cristianos más humildes. ¿Cuál es la atención a los pobres de la Iglesia de Benedicto XVI?


Conocemos la fuerza desencadenante del acto realizado por Celestino V: su don ha impulsado a su inmediato sucesor, Bonifacio VII, a promulgar el Jubileo, con la misma indulgencia extendida a todo el mundo, en un impulso plenario de renovación, de perdón y de indulto incluso a nivel económico y social, además de espiritual. Recordamos las iniciativas mundiales surgidas del Jubileo del 2000.


Si vamos a la actitud de Benedicto XVI hacia los pobres, quisiera subrayar sobre todo su particular atención a los pequeños y a los humildes. Aún siendo un gran teólogo y maestro de doctrina, un importante intelectual y estudioso, que está al nivel de los hombres y mujeres de pensamiento de nuestro tiempo, el Papa Ratzinger se hace entender por todos y está cerca de la gente porque en sus palabras también la gente simple percibe la verdad y capta el sentido de una fe y una sabiduría humana rica en paternidad. Parafraseando una expresión bíblica, podríamos decir con las palabras del salmo 25, que “guía a los humildes en la justicia y enseña a los pobres el camino del Señor”.


Benedicto XVI llega a una multiplicidad de situaciones de pobreza de individuos, familias y comunidades esparcidas por el mundo, tanto directamente como a través de la Secretaría papal o Secretaría de Estado, a través de los organismos encargados de la caridad como la Limosnería apostólica, el Pontificio Consejo Cor Unum y otros, y con ellos distribuye no sólo las ofrendas que recibe de los fieles, de las diócesis, de las congregaciones religiosas y asociaciones benéficas, sino también sus derechos de autor, fruto de su trabajo personal. Se puede decir que realmente, según la definición de san Ignacio de Antioquía, él “preside en la caridad”, guiando con el ejemplo aquel gran movimiento de caridad y de solidaridad planetaria que la Iglesia desarrolla en sus más articulados componentes y ramificaciones capilares.


Finalmente, en la línea de sus predecesores, con un peculiar acento interviene, reclama, despierta, solicita la acción de los Gobiernos y de las organizaciones internacionales para sanar las desigualdades y las discriminaciones más graves en tema de subdesarrollo y de pobreza. Quisiera recordar, entre los innumerables textos, llamados y mensajes, el número 27 de la Caritas in veritate donde denuncia la acentuación de una inseguridad extrema de vida y de crisis alimentaria provocada tanto por causas naturales como por la irresponsabilidad política nacional e internacional: “Es importante destacar, además, que la vía solidaria hacia el desarrollo de los países pobres puede ser un proyecto de solución de la crisis global actual, como lo han intuido en los últimos tiempos hombres políticos y responsables de instituciones internacionales”.

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Usted conoce los consensos que rodean a Benedicto XVI pero también algunas reservas, especialmente sobre la fidelidad al concilio Vaticano II y sobre la reforma de la Iglesia. ¿Le parecen temores infundados?


Para entender las intenciones y la acción de gobierno de Benedicto XVI es necesario hacer referencia a su historia personal – una experiencia variada que le ha permitido cruzar la Iglesia conciliar como verdadero protagonista – y, una vez elegido Papa, al discurso de inauguración del pontificado, al discurso a la Curia Romana del 22 de diciembre de 2005, y a los actos precisos que han sido queridos y firmados por él (y a veces pacientemente explicados). Las otras elucubraciones y los susurros sobre presuntos documentos de “marcha atrás” son pura invención según un cliché estandarizado y obstinadamente repetido.


Quisiera citar sólo algunas instancias del concilio Vaticano II constantemente promovidas por el Papa con inteligencia y profundidad de pensamiento: la relación más comprensiva instaurada con las Iglesias ortodoxas y orientales, el diálogo con el judaísmo y el Islam, con una recíproca atracción que ha suscitado respuestas y profundizaciones nunca antes vistas, purificando la memoria y abriéndose a las riquezas del otro. Y además me complace subrayar la relación directa y fraterna, además de paterna, con todos los miembros del colegio episcopal en las visitas ad limina y en las otras numerosas ocasiones de contacto. Debe recordarse la práctica, por él comenzada, de las intervenciones libres en las asambleas del Sínodo de los obispos con respuestas puntuales y reflexiones del mismo Pontífice. No olvidemos, luego, el contacto directo entablado con los superiores de los dicasterios de la Curia romana con los cuales ha restaurado los encuentros periódicos de audiencia.


En cuanto a la reforma de la Iglesia – que es principalmente una cuestión de interioridad y santidad – Benedicto XVI nos ha vuelto a llamar a la fuente de la Palabra de Dios, a la ley evangélica y al corazón de la vida de la Iglesia: Jesús, el Señor conocido, amado, adorado e imitado como “Aquel en el cual quiso Dios que residiera toda plenitud”, según la expresión de la carta a los Colosenses. Con el primer libro de Jesús de Nazareth, y con el segundo que está preparando, el Papa nos hace un gran don y sella su precisa voluntad de “hacer de Cristo el corazón del mundo”.


No olvidemos lo que ha escrito en la carta a los obispos católicos del pasado 10 de marzo sobre el levantamiento de la excomunión a los obispos consagrados por el arzobispo Lefebvre: “En nuestro tiempo, en el que en amplias zonas de la tierra la fe está en peligro de apagarse como una llama que no encuentra ya su alimento, la prioridad que está por encima de todas es hacer presente a Dios en este mundo y abrir a los hombres el acceso a Dios. No a un dios cualquiera, sino al Dios que habló en el Sinaí; al Dios cuyo rostro reconocemos en el amor llevado hasta el extremo (cf. Jn 13,1), en Jesucristo crucificado y resucitado. El auténtico problema en este momento actual de la historia es que Dios desaparece del horizonte de los hombres y, con el apagarse de la luz que proviene de Dios, la humanidad se ve afectada por la falta de orientación, cuyos efectos destructivos se ponen cada vez más de manifiesto”.

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¿Cuáles han sido las intervenciones significativas en la Curia romana de Benedicto XVI y cuáles podemos esperar todavía?


Benedicto XVI es un profundo conocedor de la Curia romana, donde ha ocupado un rol prominente como Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, un observatorio y un dicasterio central por la conexión de las coyunturas con todos los otros organismos de gobierno de la Iglesia. De este modo, ha podido conocer perfectamente personas y dinamismos y seguir el recorrido de los nombramientos realizados bajo el pontificado de Juan Pablo II, a pesar de su alejamiento de las maniobras y del parloteo que a veces se desarrolla en ciertos ambientes curiales, lamentablemente poco imbuidos de verdadero amor a la Iglesia.


Desde el inicio de su pontificado, aún breve, son más de 70 los nombramientos de superiores de los diversos dicasterios, sin contar los de nuevos nuncios apostólicos y de los nuevos obispos de todo el mundo. Los criterios que han guiado las elecciones de Benedicto XVI han sido: la competencia, el genuino espíritu pastoral, la internacionalidad. Están a las puertas algunos nombramientos importantes y no faltarán las sorpresas, sobre todo en relación a la representación de las nuevas Iglesias: África ya ha ofrecido y ofrecerá excelentes candidatos.

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¿Es justo atribuir a la responsabilidad del Pontífice todo lo que ocurre en la Iglesia o es útil, para una correcta información, aplicar el principio de responsabilidad personal?


Se ha difundido la costumbre de imputar al Papa – o, como se dice sobre todo en Italia, al Vaticano – la responsabilidad de todo lo que ocurre en la Iglesia o de lo que es declarado por cualquier exponente o miembro de Iglesias locales, de instituciones o de grupos eclesiales. Esto no es correcto. Benedicto XVI es un modelo de amor a Cristo y a la Iglesia, la personifica como Pastor universal, la guía en el camino de la verdad y de la santidad, indicando a todos la alta medida de la fidelidad a Cristo y a la ley evangélica. Y es justo, para una información correcta, atribuir a cada uno (unicuique suum) la propia responsabilidad por los hechos y palabras, principalmente cuando éstos contradicen patentemente las enseñanzas y los ejemplos del Papa.


La imputabilidad es personal, y este criterio vale para todos, también en la Iglesia. Pero lamentablemente el modo de referir y de juzgar depende de las buenas intenciones y del amor por la verdad de los periódicos y de los medios. He leído recientemente un bello artículo de Javier Marías, que hace una amarga reflexión: “He observado que a una gran parte de la población mundial la verdad ha dejado de importarle. Me temo que me quedé corto y que lo que ocurre es aún más grave: una gran parte de esa población es ya incapaz de distinguir la verdad de la mentira, o, más exactamente, la verdad de la ficción”. Sigue siendo, por eso, todavía más urgente y necesario enseñar la verdad, hacer conocer y amar la verdad sobre sí mismos, sobre el mundo, sobre Dios, convencidos, según la palabra de Jesús, de que “la verdad los hará libres” (Jn. 8, 32).

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¿Puede explicar, tal vez también con algún ejemplo, cómo en la Iglesia de Benedicto XVI la libertad de pensamiento y de investigación van a la par con la responsabilidad de la fe?


En relación a este tema – que es muy importante y central en la Iglesia, y que toca otros binomios estrechamente relacionados, como fe-razón, fe-cultura, ciencia-fe, obediencia-libertad – es necesario volver al ejemplo de la vida y de la experiencia de Joseph Ratzinger, pensador, teólogo y reconocido maestro de doctrina, como he dicho. No se puede separar, obviamente, su praxis y su estilo de gobierno de las convicciones más profundas que han alimentado y marcado su comportamiento como estudioso e investigador. A su largo recorrido de intelectual, muy activo en las cátedras universitarias y en los medios, se añadieron sucesivamente dos formidables responsabilidades: primero, la de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y luego, la de Pastor supremo de la Iglesia Católica. Es evidente que estas dos funciones han marcado las enseñanzas y los actos del cardenal y del Papa, orientándolos aún más eficazmente, si se puede decir así, a una interacción y sinergia entre la libertad fundamental de pensamiento y de búsqueda y la responsabilidad del acto de fe y de la adhesión de fe al Dios que se revela, que habla y nos llama a ser “nuevas creaturas”.


Por lo tanto, no se trata de una contraposición o una separación sino una armonía para buscar, para construir con la inteligencia del amor. Tal es la actitud de Joseph Ratzinger cuando habla a organismos como la Pontificia Comisión Bíblica, la Comisión Teológica Internacional, la Pontificia Academia de las Ciencias, la Pontificia Academia para la vida, y así sucesivamente, o bien cuando dialoga con estudiosos y pensadores particulares. Pide a los teólogos que no se desarraiguen de la fe de la Iglesia para ser verdaderos teólogos católicos, y ha elogiado – en Aosta, el pasado 25 de julio – “la gran visión que después tuvo también Teilhard de Chardin: al final tendremos una auténtica liturgia cósmica, en la que el cosmos se convierta en hostia viva”. Después de haber explicado que el saber no es nunca solamente obra de la inteligencia, y que el saber es estéril sin el amor, concluye: “Las exigencias del amor no contradicen las de la razón. El saber humano es insuficiente y las conclusiones de las ciencias no podrán indicar por sí solas la vía hacia el desarrollo integral del hombre. Siempre hay que lanzarse más allá: lo exige la caridad en la verdad. Pero ir más allá nunca significa prescindir de las conclusiones de la razón, ni contradecir sus resultados. No existe la inteligencia y después el amor: existe el amor rico en inteligencia y la inteligencia llena de amor” (Caritas in veritate, n.30).

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¿Considera que es fácil o difícil describir la acción y el pensamiento de Benedicto XVI, llegados al quinto año de pontificado?


Sinceramente considero que sería muy fácil para los periodistas describir la acción y el pensamiento de Benedicto XVI. Hojeando los volúmenes de sus Insegnamenti o los textos publicados en L’Osservatore Romano – que siempre transmite fielmente las intervenciones, a veces también espontáneas y ricas en inmediatez y actualidad – no sería difícil reconstruir su proyecto de Iglesia y de sociedad, coherentemente inspirado en el Evangelio y en la más auténtica tradición cristiana. Benedicto XVI tiene una visión límpida y quisiera impulsar a los individuos y a las comunidades a una vida divina y humanamente armónica, con la teología del et y la espiritualidad del “con”, nunca del “contra”, a menos que se trate de las terribles ideologías que han llevado a Europa a los abismos del siglo pasado. Bastaría ser igualmente límpidos y fieles, refiriendo sine glossa, es decir sin añadir interpretaciones torcidas, sus auténticas palabras y sus gestos de padre del pueblo de Dios.

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Una última pregunta, ¿cómo nació la idea del Año Sacerdotal?


Recuerdo que, después del Sínodo de los Obispos sobre la Palabra de Dios, sobre el escritorio del Papa había una propuesta, ya presentada antes, para un año de la oración que, de por sí, estaba bien conectada con la reflexión sobre la Palabra de Dios.


Sin embargo, la ocasión del 150º aniversario de la muerte del Cura de Ars y la aparición de problemáticas que han afectado a muchos sacerdotes, han movido a Benedicto XVI a promulgar el Año Sacerdotal, demostrando de este modo una atención especial con los sacerdotes, con las vocaciones sacerdotales, y promoviendo en todo el pueblo de Dios un movimiento de creciente afecto y cercanía a los ministros ordenados. Ellos son, sin duda, la columna vertebral de las Iglesias locales y los primeros cooperadores del obispo en la misión del anuncio de la fe, de la santificación y de la guía del pueblo de Dios. El Papa ha demostrado siempre una gran cercanía y afabilidad hacia los sacerdotes, sobre todo en los diálogos espontáneos, ricos en experiencia e indicaciones concretas sobre su vida, y con respuestas puntuales a sus preguntas.


El Año Sacerdotal está suscitando un gran entusiasmo en todas las Iglesias locales y un movimiento extraordinario de oración, de fraternidad hacia y entre los sacerdotes, y de promoción de la pastoral vocacional. Además, se está robusteciendo el tejido del diálogo, a veces empañado, entre obispos y sacerdotes, y está creciendo una atención especial también hacia los sacerdotes reducidos a una posición marginal en la acción pastoral. Se desea también que surja un restablecimiento de contacto, de ayuda fraterna y posiblemente de reunión con los sacerdotes que, por diversos motivos, han abandonado el ejercicio del ministerio. Muchas iniciativas están dirigidas a reforzar la conciencia de la identidad y de la misión sacerdotal, que es esencialmente una misión ejemplar y educativa en la Iglesia y en la sociedad. Los santos sacerdotes que han poblado la historia de la Iglesia no dejarán de proteger y sostener el camino de renovación propuesto por Benedicto XVI.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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Reacción de líderes judíos ante documento de obispos

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BXVI y judíos

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Líderes judíos han criticado fuertemente una declaración de los Obispos de Estados Unidos que dice que el diálogo católico-judío puede, potencialmente, inspirar conversiones.


En una carta dirigida a la Conferencia Episcopal de Estados Unidos, los líderes afirmaron que la declaración pone en riesgo el diálogo entre ambos credos. Agregaron que la declaración es “antitética respecto a la esencia misma del diálogo entre judíos y cristianos tal como lo hemos entendido”.


La carta fue firmada por representantes de la Liga Anti-difamación, el Comité Judío Norteamericano, y rabinos de distintas ramas del judaísmo.


Es una respuesta a la clarificación publicada por los obispos en junio, acerca de un documento del año 2002 llamado “Reflexiones sobre la Alianza y la Misión”, escrito como parte de un diálogo entre el Consejo Nacional de Sinagogas y el comité episcopal de asuntos interreligiosos.


La clarificación – firmada por los comités episcopales de doctrina y de asuntos ecuménicos e interreligiosos – afirma que la sección católica del documento “contiene algunas afirmaciones que no son suficientemente precisas y son potencialmente desorientadoras”.


“Reflexiones sobre la Alianza y la Misión no debería ser tomado como una presentación autorizada de la enseñanza de la Iglesia Católica”, afirmaron los comités en su nota publicada en San Antonio, durante la reunión de los obispos entre el 17 y el 19 de junio.


Dijeron también que la “descripción [que hacía el documento] de la misión de la Iglesia y, en particular, de lo que significa la evangelización con respecto al pueblo judío”, era particularmente preocupante.


Al decir que “el testimonio [del pueblo judío ] del reino... no debe ser reducido buscando la conversión del pueblo judío a la cristiandad”, el documento “puede llevar a algunos a concluir, erróneamente, que los judíos tienen la obligación de no hacerse cristianos, y que la Iglesia tiene la correspondiente obligación de no bautizar a los judíos”, agregaron.


El documento del 2002 también considera el diálogo interreligioso como una forma de evangelización que es “un compartir los dones mutuamente enriquecedor, desprovisto de cualquier intención de invitar al compañero del diálogo al Bautismo”.


“Aunque la participación cristiana en el diálogo interreligioso no incluiría normalmente una invitación explícita al Bautismo y a la entrada en la Iglesia, el cristiano que participa en el diálogo está siempre dando testimonio del seguimiento de Cristo, al que todos son implícitamente invitados”, dice la nota de los comités.


Los líderes judíos dicen en su carta de la semana pasada que interpretan la declaración en el sentido de que los obispos ven el diálogo interreligioso como una oportunidad de invitar a los judíos a hacerse católicos.


Dicen que no se oponen a que los cristianos compartan su fe, pero que un tal diálogo con los judíos se vuelve “insostenible” si el objetivo es persuadir a los judíos que acepten a Cristo como su Salvador.


La Hermana Mary Ann Walsh, directora de las relaciones con los medios de la conferencia Episcopal, dijo la semana pasada: “El diálogo católico-judío ha sido importante para los obispos de los Estados Unidos por casi 50 años. Los obispos han recibido recientemente la carta y actualmente la están estudiando”.


En junio, los presidentes de los dos comités hicieron un comunicado detallando por qué había sido publicada la nota.


El Arzobispo Wilton Gregory de Atlanta, presidente del comité de asuntos ecuménicos e interreligiosos, dijo: “Nuestra preocupación más importante es pastoral. El documento de 2002 suscitó muchas cuestiones entre los católicos en los Estados Unidos, acerca de cómo se relaciona la Iglesia con la comunidad judía. La declaración de hoy ayuda a responder claramente a estas cuestiones”.


El Obispo William Lori de Bridgeport, Connecticut, presidente del comité de doctrina, dijo que la conferencia episcopal “reafirma lo que la Santa Sede ha declarado en repetidas ocasiones; que aunque la Iglesia no hace proselitismo con los judíos, tampoco deja de darles el testimonio de su fe en Cristo, ni deja de recibirlos para compartir la misma fe cuando esto es adecuado”.


Pero en su momento, y como respuesta a esto, la Liga Anti-difamación con base en Nueva York dijo que la nota de los obispos refleja “una comprensión cuestionable de las relaciones entre católicos y judío” y que “parece dar luz verde para la misión entre los judíos”.


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Fuente: The Catholic Herald

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 26 de agosto de 2009

El caso Notre Dame aún no termina

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JohnD'Arcy

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Fort Wayne, Ind., 25 de agosto de 2009


El Obispo John M. D’Arcy, en cuya diócesis funciona la Universidad de Notre Dame, no quiere dejar en el olvido las cuestiones suscitadas por el hecho de que la universidad haya concedido honores al presidente Obama. En lugar de esto, el Obispo de Fort Wayne-South Bend ha escrito un conmovedor artículo para la próxima edición de la revista “América”, llamando a la renombrada universidad a evaluar las consecuencias de su fallo en el respeto a la autoridad de los obispos.


En un artículo que aparecerá en la portada del día 31 de agosto en la revista “América” dirigida por los jesuitas, el Obispo D’Arcy escribe que “mientras el verano sigue su curso en el hermoso campus junto al lago donde el joven sacerdote de la Santa Cruz, Edward Sorin, C.S.C. comenzó su gran aventura hace 177 años, debemos clarificar la situación que dividió de tal forma a la Iglesia la pasada primavera: clarificar de qué se trata, y de qué no se trata”.


Según el Obispo, que había pedido al presidente de Notre Dame, el P. John Jenkins, que no se concediera honores a Obama, “no se trata del presidente Obama… no se trata de los demócratas contra los republicanos… ni se trata de si es o no apropiado que el presidente de los Estados Unidos hable en Notre Dame o en otra gran universidad católica sobre los asuntos apremiantes de nuestro tiempo”.


La respuesta que dieron los fieles ante este asunto, escribe el Obispo D’Arcy, “no es lo que este periódico [la revista “América”] llamó ‘un catolicismo sectario’. En lugar de esto, la respuesta de los fieles deriva directamente del Evangelio”.


La verdadera cuestión planteada ante esta situación es la de clarificar si una universidad tiene o no la responsabilidad de dar un testimonio público de la fe, sostiene D’Arcy. “Si no es así, ¿cuál es el significado de una vida de fe? ¿Y cómo puede esperar una institución católica que sus estudiantes vivan en la fe en las difíciles decisiones que los confrontarán con una cultura a menudo opuesta al Evangelio?, se pregunta.


“En su decisión de conceder el honor más alto a un presidente que se ha opuesto repetidas veces incluso a la más pequeña protección legal de los niños por nacer, ¿mostró Notre Dame la responsabilidad que el Papa Benedicto sostiene que las universidades tienen de dar testimonio público de las verdades reveladas por Dios y enseñadas por la Iglesia?”, se pregunta el Obispo.


El Obispo D’Arcy también reprende a Notre Dame por su patrocinio, de años, a la obra “Monólogos de la vagina”.


“Aunque habló elocuentemente sobre la importancia del diálogo con el presidente de los Estados Unidos, el presidente de Notre Dame eligió no dialogar con su obispo sobre estos dos asuntos, ambos de naturaleza pastoral, y ambos con serias ramificaciones para el cuidado de las almas, que es la responsabilidad central del obispo local”, dice.


“Ambas decisiones”, revela el Obispo D’Arcy, “me fueron comunicadas después de realizadas, y e el caso del grado honorífico, después de que el presidente Obama lo había aceptado”.


Notando que nunca ha interferido “en el gobierno interno de Notre Dame o de ninguna otra institución de estudios superiores dentro de la diócesis”, D’Arcy explica que “el obispo diocesano debe averiguar si una institución católica compromete su obligación de dar testimonio público al poner el prestigio por encima de la verdad”.


“El no dialogar con el obispo trae consigo una segunda serie de cuestiones”, dice.


“¿Cuál es la relación de la universidad católica con el obispo local? ¿Ninguna relación? ¿El obispo es alguien que, ocasionalmente, celebra la Misa en el campus? ¿Alguien que se sienta en el estrado en una graduación?”.


“¿O el obispo es el docente en la diócesis, el responsable por las almas, incluyendo las almas de los estudiantes – en este caso, los estudiantes de Notre Dame? ¿Acaso la responsabilidad del obispo de enseñar, gobernar y santificar termina en la puerta de la universidad?”.


“En el espíritu de Ex Corde Ecclesiae, dice, “estoy proponiendo estas preguntas a la universidad”.


El Obispo D’Arcy señala luego la sólida vida espiritual de muchos de los profesores y estudiantes de la universidad, y reconoce que “el departamento de teología ha crecido en excelencia académica con los años, fortalecido por la fructuosa selección de profesores destacados por su erudición, por su conocimiento de la tradición, y por su propia vivencia de la fe católica”.


“Aún así”, agrega, “las cuestiones acerca de la relación de la universidad como un todo con la Iglesia, aún están en pie, y lo que sucedió en el campus hasta la graduación y durante la misma es significativo para el presente debate acerca de la educación católica superior”.


En cuanto al gran número de estudiantes y profesores que se opusieron a que Obama diera el discurso e la ceremonia de graduación y recibiera honores, el obispo dice que la revista “América” y “otros medios, católicos y seculares, informaron a la distancia y no hicieron una distinción entre los extremistas por un lado y los estudiantes y aquellos que se unieron en las últimas 48 horas previas a la graduación. Este último grupo respondió con la oración y con un desacuerdo sustancial. Ellos cooperaron con autoridades de la universidad”.


“En este tiempo de crisis en la universidad”, señala, “los estudiantes y profesores, con el instinto de la fe, se volvieron hacia el obispo buscando guía, aliento y oración”.


Aunque originalmente planeó mantenerse alejado de la ceremonia de graduación, el Obispo D’Arcy escribe que “a medida que la graduación se acercaba, supe que debía estar con los estudiantes. Lo correcto era que el obispo estuviera con ellos, porque ellos estaban del lado de la verdad, y su manifestación era disciplinada, enraizada en la oración y sustancial”.


El Obispo D’Arcy también cuestiona al consejo de administración de la universidad por no decir “nada” cuando se encontraron en abril, para la reunión de primavera, programada desde hacía tiempo.


“Cuando terminó la reunión, no hicieron ninguna declaración, y no dieron ningún asesoramiento. En un tiempo en el que se exige la transparencia como estilo de vida tanto dentro como fuera del campus, eligieron no entrar en la conversación que se estaba dando a su alrededor y que estaba conmoviendo a la universidad en sus raíces”, dice.


Lo que el consejo debe hacer es “volver a asumir su responsabilidad, con un estudio apropiado y con oración… con mayor seriedad y en un espíritu verdaderamente católico”.


D’Arcy concluye su artículo planteando algunas preguntas claves a Notre Dame “y a otras universidades católica”.


El Obispo D'Arcy pregunta:


“¿Consideran una responsabilidad el dar testimonio de la fe católica en su plenitud, tanto en las declaraciones públicas, en la vida como universidad y en las acciones, incluyendo en los honores públicos que otorgan?


“¿Cuál es la relación con la Iglesia y específicamente con el obispo local y su autoridad pastoral, tal como fue definida por el Concilio Vaticano II?


“Finalmente, una pregunta más fundamental: ¿Dónde irán las grades universidades católicas a buscar una guía para los próximos años? ¿Será en la declaración Land O’Lakes o en la Ex Corde Ecclesiae?


La declaración “Land O’Lakes” fue firmada en julio de 1967 por un grupo de educadores católicos liderados por el entonces presidente de la Universidad de Notre Dame, el P. Theodore Hesburgh. El famoso historiador católico Philip Gleason la caracterizó como “una declaración de independencia de la jerarquía”, agregando que produjo un divorcio entre la universidad católica y la vida de fe, y puso en marcha el deterioro de la identidad católica en muchas importantes instituciones de educación superior.


El Obispo D’Arcy describe la declaración como proveniente de un “tiempo frenético, con las finanzas como una fuerza rectora. Su comprensión de la libertad es defensiva, absolutista y estrecha. Nunca menciona a Cristo y apenas menciona la verdad”.


“El segundo texto, Ex Corde Ecclesiae, habla constantemente de la verdad y de la búsqueda de la verdad. Habla de la libertad en la más amplia tradición filosófica y teológica católica, como vinculada con el bien común, con los derechos de los demás, y siempre sujeta a la verdad”.


“Sobre estos tres puntos, que presento respetuosamente, descansa el futuro de la educación católica superior en este país”, concluye el Obispo D’Arcy.

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Fuente: Catholic News Agency

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 24 de agosto de 2009

Sobre la desmentida de la Oficina de Prensa

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Sala de Prensa

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“Por el momento, no existen propuestas institucionales referentes a una modificación de los libros litúrgicos en uso”, fue la afirmación del Padre Ciro Benedettini, vicedirector de la Oficina de la Prensa de la Santa Sede, que pareció dejar atrás la importante noticia publicada por Andrea Tornielli el pasado sábado, una noticia que suscitó tanta alegría en muchos católicos como desconcierto en otros.


Habría que aclarar, basándonos en la experiencia, que este tipo de “desmentidas de rutina” lanzadas por la Oficina de Prensa no implican, en la mayoría de los casos, una inexistencia de los asuntos que se desmienten. Basta recordar que el tan mencionado “indulto para celebrar la Misa tridentina” (que luego tomaría el nombre y la forma de “Motu Proprio Summorum Pontificum”) fue desmentido en varias ocasiones por la Oficina de Prensa, incluso semanas antes de su publicación. Se puede pensar también en el tan rumoreado nombramiento del Cardenal Cañizares como Prefecto de la Congregación para el Culto Divino, que fue negado una y otra vez, incluso por el mismo involucrado. Finalmente, se puede recordar el reciente asunto de la tumba de San Pablo Apóstol: el Cardenal Arcipreste de la Basílica de San Pablo negó la existencia de eventuales investigaciones del sarcófago tan sólo unos días antes de que el mismo Santo Padre anunciara sus resultados.


Por otro lado, a favor de la veracidad de la noticia publicada por Tornielli, tenemos un elemento clave: el pensamiento de nuestro actual Sumo Pontífice. Quien lo haya leído, quien lo haya escuchado, sabe cuán importante ha sido y es para él la Liturgia. Esto se vislumbra en el conjunto de su obra, en la gran variedad de sus intervenciones, pero si quisiéramos elegir una frase representativa, podríamos recordar ésta: “Estoy convencido de que la crisis que estamos viviendo hoy en la Iglesia se debe en gran medida a la desintegración de la liturgia”. Y, al respecto, podemos pensar que dos de los periodistas que más lo han conocido y que han llegado a escribir libros con él, Vittorio Messori y Peter Seewald, pronosticaron una intervención en el tema del nuevo Papa cuando la Providencia quiso elevar a la Sede de Pedro al anciano cardenal alemán.


Por último, hay que aclarar que sería engañoso pensar que podemos esperar del Papa Benedicto fortísimas intervenciones que, sin previa consulta y en tiempos apresurados, obligaran a todos con la más estricta fuerza de ley. Quien erróneamente pronosticaba esto al comienzo del pontificado benedictino ciertamente estaba equivocado pero por desconocer la personalidad y el estilo de Joseph Ratzinger, un estilo que con tanta claridad describen quienes han trabajado cerca de él en la Congregación para la Doctrina de la Fe. Su estilo consiste en consultar, profundizar, debatir, buscar el consenso, realizar una síntesis de las diversas opiniones, sin alejarse nunca de lo que considera necesario para la vida de la Iglesia. Su estilo es también, al contrario de lo que manifestaban las injuriosas caricaturas del “Panzer cardinal”, la paciencia del amor que con tanta precisión describe don Nicola Bux en su último libro.


En conclusión, teniendo en cuenta tanto el pensamiento de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI y su manera de actuar así como también el talante y el plan de trabajo del Cardenal Cañizares, su “ministro de Liturgia”, podemos creer que efectivamente, en el seno de la Congregación de Culto, se está realizando un sereno pero eficiente trabajo que aspira, en principio, a recuperar parte de lo que se ha perdido en los turbulentos años post-conciliares en materia litúrgica según la “hermenéutica de la continuidad” que promueve Benedicto XVI. Esto se ve confirmado, además, por algunas voces autorizadas que, desde Roma, han confirmado hace algún tiempo a esta Buhardilla que el dicasterio vaticano de Liturgia está trabajando en este sentido por decisión del Santo Padre aunque, ciertamente, también se admite que esto requerirá tiempo.


Finalmente, es curioso el hecho de que, precisamente cuando la Sala de Prensa lo niega, Il Giornale (el periódico donde escribe Tornielli) vuelva a insistir en el tema presentando las 5 novedades, contenidas en el documento entregado al Papa, e informando que ahora han pasado al análisis de obispos y cardenales de la Congregación para el Culto Divino. De este modo, queda confirmado tanto el trabajo del dicasterio como la necesidad de tiempo en sus diversas etapas. He aquí nuestra traducción de los 5 puntos que ofrece hoy el diario italiano:


“A. Se intenta revisar la parte introductoria del Misal poniendo más frenos a la creatividad, y subrayando el sentido de lo sagrado y la importancia de la adoración.


B. Se prevé, en el futuro, la re-publicación de todos los misales bilingües, con el texto latino en el frente.


C. Se quiere contener la práctica, ya difundidísima, de dar la Comunión en la mano, recordando que se trata de una concesión extraordinaria pero que el modo normal de recibir la Hostia es en la boca.


D. Se pide que, en las solemnidades, se vuelva a celebrar en latín, también según el nuevo rito.


E. Se subraya la importancia para el celebrante de dirigirse hacia Oriente, al menos durante la consagración eucarística, como ocurría en la praxis anterior a la reforma, cuando tanto fieles como sacerdote miraban hacia la cruz y el sacerdote daba la espalda a la asamblea.”


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sábado, 22 de agosto de 2009

Reforma en marcha

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El Santo Padre con el Card Cañizares

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El documento ha sido entregado en las manos de Benedicto XVI la mañana del pasado 4 de abril por el cardenal español Antonio Cañizares Llovera, Prefecto de la Congregación para el Culto Divino.


Es el resultado de una votación reservada, ocurrida el 12 de marzo, en el curso de la reunión “plenaria” del dicasterio que se ocupa de liturgia y representa el primer paso concreto hacia aquella “reforma de la reforma” tantas veces deseada por el Papa Ratzinger.


Casi por unanimidad, los cardenales y obispos miembros de la Congregación han votado a favor de una mayor sacralidad del rito, de una recuperación del sentido de la adoración eucarística, de una recuperación de la lengua latina en la celebración y de la reelaboración de las partes introductorias del misal para poner freno a los abusos, experimentaciones salvajes y creatividades inoportunas.


Se han mostrado favorables, también, a confirmar que el modo usual de recibir la Comunión según las normas no es sobre la mano sino en la boca. Existe, es cierto, un indulto que permite, a pedido de los episcopados, distribuir la hostia también sobre la palma de la mano pero esto debería quedar como un hecho extraordinario.


El “ministro de la liturgia” del Papa Ratzinger, Cañizares, está haciendo estudiar también la posibilidad de recuperar la orientación hacia Oriente del celebrante, al menos en el momento de la consagración eucarística, como ocurría en la praxis anterior a la reforma, cuando tantos los fieles como el sacerdote miraban hacia la Cruz y el sacerdote, por lo tanto, daba la espalda a la asamblea.


Quien conoce al cardenal Cañizares, apodado “el pequeño Ratzinger” antes de su traslado a Roma, sabe que tiene la intención de llevar adelante con decisión el proyecto, partiendo precisamente de lo que ha establecido el Concilio Vaticano II en la constitución litúrgica Sacrosanctum Concilium, que en realidad ha sido sobrepasada por la reforma post-conciliar que entró en vigor a finales de los años sesenta.


El purpurado, entrevistado en los meses pasados por la revista 30giorni, había dicho al respecto: A veces se ha cambiado por el simple gusto de cambiar respecto a un pasado percibido como todo negativo y superado. A veces se ha concebido la reforma como una ruptura y no como un desarrollo orgánico de la Tradición”.


Por esta razón, las “propositiones” votadas por los Cardenales y Obispos en la Plenaria de marzo prevén un retorno al sentido de lo sagrado y la adoración, pero también una recuperación de las celebraciones en latín en las diócesis, al menos en las solemnidades principales, y la publicación de misales bilingües – un pedido hecho en su momento por Pablo VI – con el texto en latín en primer lugar.


Las propuestas de la Congregación, entregadas por Cañizares al Papa y que el Papa aprobó, están perfectamente en línea con las ideas expresadas por Joseph Ratzinger cuando éste era aún Cardenal, como atestiguan algunos pasajes suyos inéditos sobre la liturgia anticipados ayer por Il Giornale, que serán publicados en el libro “Davanti al Protagonista” (Editorial Catagalli), presentado de antemano en un congreso en Rimini.


A todo esto, una aclaración importante: para lograr la “reforma de la reforma” se necesitarán muchos años. El Papa está convencido de que tanto los pasos precipitados como el hecho de simplemente lanzar directivas desde arriba no sirve para nada, y tiene además el riesgo de quedar como letra muerta.


El estilo de Ratzinger es el del debate y, sobre todo, del ejemplo. Como es el hecho de que, por más de un año, quienes se acercan al Papa para recibir la Comunión se ponen de rodillas en el reclinatorio especialmente ubicado por los ceremonieros.


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Fuente: Papa Ratzinger Blog


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 20 de agosto de 2009

Concilio Vaticano II: Una discusión abierta

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Mons. Gherardini

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“Concilio Vaticano II: Una discusión abierta”, de Monseñor Brunero Gherardini

Por el Hno. André Marie


Según informa la revista “The Latin Mass”, Italia ha sido testigo recientemente de la publicación de un libro sobre el Vaticano II que pronto será un éxito de ventas. Monseñor Brunero Gherardini, un renombrado teólogo de la escuela romana de 85 años de edad, ha titulado descriptivamente su obra como “Concilio Vaticano II: Una discusión abierta”. El volumen fue publicado por Casa Mariana Editrice, una editorial conectada con los Franciscanos de la Inmaculada, y ostenta un prefacio a cargo del Obispo Mario Oliveri (de la diócesis de Albenga e Imperia), y una introducción del Arzobispo Malcolm Ranjith, ex secretario de la Congregación para el Culto Divino y actual Arzobispo de Colombo y Metropolitano de la Iglesia en Sri Lanka.


El sitio web de la “Society of Scholastics”, en donde el autor del libro forma parte del Consejo de Asesores, dice que Monseñor Brunero Gherardini reside “en el Vaticano como canónigo de la Basílica de San Pedro, y es secretario de la Pontificia Academia de Teología, profesor emérito de la Universidad Pontificia Lateranense y editor de la revista Divinitas”. “Divinitas” es una respetada publicación de teología.


Alessandro Zangrando, corresponsal en Roma para “The Latin Mass”, nos da un anticipo con algunos extractos del libro, del cual dice que ya está en el escritorio del Papa, y que pronto será publicado en inglés.


Monseñor Gherardini lamenta “un ecumenismo mal encaminado, en busca de lo que nos une en lugar de lo que nos divide… Entramos en un nuevo espíritu de conciliación, de adaptación, resignación, cauteloso con las precondiciones de la gente, como si creyéramos, quizá sin admitirlo, que la verdad está de parte de ellos. Si alguien me preguntase si el modernismo finalmente entró en la misma estructura de los documentos del Concilio, al punto de que los mismos Padres estuvieran infectados por él, mi respuesta sería sí y no. No, porque el espíritu sobrenatural no está ausente del Concilio, gracias a su abierta profesión de fe en la Trinidad, en la Encarnación, en la redención universal del Verbo, junto con la profunda convicción del llamado universal a la santidad, la aceptación y la fe en el efecto santificador de los Sacramentos, su consideración particularmente elevada del culto litúrgico y eucarístico, el rol santificador de la Iglesia y una devoción teológicamente nutrida a María. Pero mi respuesta es también sí, porque pueden encontrarse ideas modernistas en varios documentos del Concilio, notablemente en Gaudium et Spes, y porque un grupo de pocos pero prominentes Padres Conciliares eran abiertamente favorables a los antiguos y a los nuevos modernistas. Ellos deseaban tener una Iglesia en peregrinación hacia la Verdad, como cualquier otro peregrino, un amigo y un aliado de todo investigador, aprobando incluso en el área de los estudios sacros, la misma metodología crítica aplicable a las demás ciencias. En breve, su Iglesia era un tipo de laboratorio de investigación, en lugar de ser una dispensadora de Verdades de lo alto”.


El libro termina pidiendo al Sumo Pontífice que “clarifique definitivamente todos los aspectos y contenidos del último Concilio. La acción de “omnia reparare” [repararlo todo] podría ser realizada por medio de un gran documento papal, que sería recordado por la historia como un signo y un testimonio del ejercicio vigilante y responsable de su ministerio como Sucesor de Pedro”.


Creo que la llegada de un libro de estas características es un acontecimiento de mayor importancia. Primero, porque su autor es un teólogo respetado y de peso, que es también un sacerdote en buena posición dentro de la Iglesia – y no un hombre que puede ser tomado como un vocero de un movimiento, un mero controversialista, o una “parte interesada” en el debate. Segundo, porque su introducción y prefacio fueron escritos por dos obispos diocesanos (uno de ellos, un ex oficial de la Curia Romana que en cualquier momento podría retornar a la Santa Sede). Tercero, porque es publicado por una editorial adjunta a una rama joven y vibrante de la Orden Franciscana, elevada a la categoría “de derecho pontificio” por el mismo Papa Juan Pablo II. La Orden misma tiene entre sus miembros a algunos consumados teólogos (como el Padre Peter Damien Fehlner, FI). Finalmente porque, si los contactos del Sr. Zangrando están en lo correcto y el libro está de hecho en el escritorio del Papa, el Romano Pontífice puede decidir responder positivamente al respetuoso pedido a su autoridad, o al menos preparar el camino para que lo haga su sucesor.


Si los pasajes citados por “The Latin Mass” son una indicación, el libro “Concilio Vaticano II: Una discusión abierta” puede también servir de excelente catalizador para el diálogo entre Roma y la Fraternidad Sacerdotal San Pío X.

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Fuente: Rorate Caeli


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 19 de agosto de 2009

Obispo restaura la posición "Ad Orientem"

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AD ORIENTEM 

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El Obispo Edward Slattery de Tulsa, Oklahoma, ha retornado a la práctica de celebrar la liturgia eucarística “ad orientem” en su catedral. El Obispo Slattery explicó en su periódico diocesano que reconoce las ventajas de la Misa celebrada con el sacerdote de cara al pueblo pero que “desafortunadamente, este cambio tuvo una cantidad de efectos no previsibles y en gran parte negativos”. A continuación, nuestra traducción de la explicación de Mons. Slattery.

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Debido a que la Misa es tan necesaria y fundamental para nuestra vida como católicos, la Liturgia es un tema constante en nuestras conversaciones. Es por esto que cuando nos reunimos, a menudo reflexionamos sobre las oraciones y las lecturas, hablamos sobre la homilía, y – probablemente – discutimos acerca de la música. El elemento crítico en estas conversaciones es nuestra comprensión de que nosotros, los católicos, damos culto en la forma en que lo hacemos debido a lo que la Misa es: el Sacrificio de Cristo, ofrecido bajo los signos sacramentales de pan y vino.


Si nuestro hablar acerca de la Misa quiere “tener sentido”, entonces tenemos que captar esta verdad esencial: en la Misa, Cristo nos une a Sí en la ofrenda que hace de Sí mismo, en sacrificio al Padre por la redención del mundo. Nosotros podemos ofrecernos de esta forma en Él, porque hemos sido hechos miembros de Su Cuerpo por el Bautismo.


También queremos recordar que todos los fieles ofrecen el Sacrificio Eucarístico como miembros del Cuerpo de Cristo. Es incorrecto pensar que sólo el sacerdote ofrece la Misa. Todos los fieles tienen parte en la ofrenda, si bien el sacerdote tiene un rol único. Él lo hace “en la Persona de Cristo” Cabeza del Cuerpo Místico, por lo que en la Misa es el Cuerpo entero de Cristo, la Cabeza y los miembros, que juntos hacen la ofrenda.


De cara hacia la misma dirección


Desde los primeros tiempo, la posición del sacerdote y del pueblo reflejaron esta comprensión de la Misa, dado que la gente oraba, de pie o de rodillas, en el lugar que visiblemente correspondía al Cuerpo de Nuestro Señor, mientras que el sacerdote, en el altar, encabezaba [la oración] como Cabeza. Formamos el Cristo total – Cabeza y miembros – tanto sacramentalmente por el Bautismo como visiblemente por nuestra posición y postura. Igual de importante es que todos – el celebrante y la congregación – miraban hacia la misma dirección, dado que estaban unidos con Cristo en la ofrenda del Sacrificio único, irrepetible, y aceptable al Padre.


Cuando estudiamos las prácticas litúrgicas más antiguas de la Iglesia, encontramos que el sacerdote y el pueblo miraban en la misma dirección, usualmente hacia el oriente, previendo que cuando Cristo regresara, lo haría “desde el este”. En la Misa, la Iglesia se mantiene en vigilia, esperando este regreso. Esta simple posición es llamada “ad orientem”, que significa “hacia el este”.


Múltiples ventajas


Por casi 18 siglos, la norma litúrgica fue que el sacerdote y el pueblo celebraran la Misa “ad orientem”. Deben existir razones sólidas para que la Iglesia haya sostenido esta postura por tanto tiempo. ¡Y existen!


En primer lugar, la liturgia católica siempre ha mantenido una adhesión maravillosa a la Tradición Apostólica. Vemos la Misa, y de hecho toda expresión litúrgica de la vida de la Iglesia, como algo que hemos recibido de los Apóstoles, y que nosotros, por nuestra parte, estamos llamados a transmitir intacto (1Co 11,23).


En segundo lugar, la Iglesia mantuvo esta sencilla postura hacia el este porque ésta revela en un modo sublime la naturaleza de la Misa. Incluso si alguien que no estuviera familiarizado con la Misa reflexionara sobre el hecho de que el celebrante y los fieles están orientados en la misma dirección, reconocería que el sacerdote ocupa el lugar de cabeza del pueblo, teniendo parte en una única y misma acción que – notaría después de un momento de mayor reflexión – se trata de un acto de culto.


Una innovación con consecuencias imprevistas


En los últimos cuarenta años, sin embargo, esta orientación compartida se perdió; ahora el sacerdote y el pueblo se han acostumbrado a mirar en direcciones opuestas. El sacerdote mira al pueblo mientras que el pueblo mira al sacerdote, aunque la plegaria eucarística está dirigida al Padre y no al pueblo. Esta innovación fue introducida después del Concilio Vaticano, en parte para ayudar al pueblo a comprender la acción litúrgica de la Misa permitiéndole ver lo que está sucediendo, y en parte como una adaptación a la cultura contemporánea, en la que se espera que el que tiene autoridad mire directamente a las personas que sirve, como un maestro que se sienta detrás de un escritorio.


Desafortunadamente, este cambio tuvo una cantidad de efectos no previsibles y, en gran parte, negativos. Primero, que fue una seria ruptura con la tradición de la Iglesia. Segundo, que puede dar la apariencia de que el sacerdote y el pueblo están ocupados en una conversación acerca de Dios, en lugar de estarlo en el culto a Dios. Y tercero, que esto le da una importancia excesiva a la personalidad del celebrante, poniéndolo en una especia de escenario litúrgico.


Recuperar lo sagrado


Incluso antes de su elección como sucesor de San Pedro, el Papa Benedicto ha estado urgiéndonos a poner nuestra atención en la práctica litúrgica clásica de la Iglesia para recuperar un culto católico más auténtico. Por esta razón, he restaurado la venerable posición “ad orientem” cuando celebro la Misa en la Catedral.


Este cambio no debe ser malinterpretado en el sentido de que el obispo “está dando la espalda a los fieles”, como si yo estuviera siendo inconsiderado u hostil. Tal interpretación no entiende que, al mirar en la misma dirección, la postura del celebrante y de la congregación hacen explícito el hecho de que juntos estamos en camino hacia Dios. El sacerdote y el pueblo están juntos en esta peregrinación.


También sería equivocado ver la recuperación de esta antigua tradición como un mero “atrasar el reloj”. El Papa Benedicto ha hablado repetidamente de la importancia de celebrar la Misa “ad orientem”, pero su intención no es animar a los celebrantes a transformarse en “anticuarios litúrgicos”. En lugar de esto, su Santidad quiere que descubramos lo que está detrás de esta antigua tradición y lo que la hizo viable por tantos siglos, es decir, la comprensión de la Iglesia de que el culto de la Misa es primaria y esencialmente el culto que Cristo ofrece a Su Padre.

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Fuente: What Does The Prayer Really Say?


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 18 de agosto de 2009

Sacerdotes bien formados: un bien para la Iglesia

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Seminario Romano Mayor

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Un texto “breve, incisivo y muy claro” sobre la formación de los candidatos al sacerdocio podría ser publicado al final del Año sacerdotal. La iniciativa está en estudio en la Congregación para la Educación Católica que, con este fin, tiene la intención de proponer en los próximos meses la convocación de la Comisión interdicasterial permanente que se ocupa de la formación de los candidatos a las sagradas órdenes. Lo refiere el arzobispo Jean-Louis Brugués, secretario del dicasterio, que en esta entrevista a L'Osservatore Romano subraya la centralidad de la obra educativa, en la misión de la Iglesia, a la luz del Año sacerdotal.

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En la “Caritas in veritate”, Benedicto XVI invita a promover un acceso cada vez más amplio a la educación para todos los pueblos. ¿De qué modo la Congregación se siente interpelada por este llamado?


Podemos hacer, en primer lugar, tres observaciones. La primera: el Papa pone la educación dentro del principio de solidaridad. En la encíclica, Benedicto XVI recuerda los grandes principios de la doctrina social de la Iglesia: subsidiariedad y solidaridad. La educación es, por lo tanto, una cuestión de solidaridad entre los diversos sectores y las diversas generaciones de una sociedad. La segunda observación es que una educación presupone una instrucción, es decir, un saber a transmitir. El Papa vuelve en varias ocasiones sobre este concepto del saber. Por ejemplo, en el número 30, afirma: “La caridad no excluye el saber, más bien lo exige”. Sin un saber, la caridad es ineficaz. No es sólo una cuestión de buenos sentimientos. Es necesario también transformar las cosas a través del saber. La tercera observación es que nosotros, los cristianos, creemos en una formación completa de la persona. Se habla de formación integral, lo cual presupone una visión global del hombre en sus diversas dimensiones.


A la luz de estas consideraciones, nuestro dicasterio se encuentra doblemente animado; ante todo, a valorar el saber y la cultura. Nosotros estamos desarrollando, en las diversas instituciones que dependen de la Congregación, lo que llamaría una cultura de la excelencia, y en la encíclica encontramos un estímulo en este sentido. En segundo lugar, nosotros ponemos el énfasis en la formación integral de la persona, en particular sobre la dimensión espiritual que corre el riesgo de ser olvidada en una sociedad secularizada.

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También en el mensaje a la cumbre del G8, en L’Aquila, el Papa ha hablado de la importancia de la educación, subrayando que es la condición indispensable para el funcionamiento de la democracia, para la lucha contra la corrupción, para el ejercicio de los derechos políticos y sociales. ¿Qué contribución puede ofrecer la Iglesia en este sentido?


Nuestra Congregación tiene la responsabilidad respecto a 1.200 universidades católicas presentes en todo el mundo, a 2.700 seminarios – la mayor parte de los existentes – y a 250.000 escuelas católicas. La Congregación para la Evangelización de los Pueblos es, a su vez, responsable para África y Asia. De aquí surge que los institutos representan una posibilidad para la Iglesia, si bien no todos están siempre convencidos de ello. Son ámbitos naturales en los que la Iglesia participa en la elaboración de la cultura de un determinado país. No hay mejor manera de insertarse en la cultura de un país que a través de la escuela y la universidad. Constituyen, por lo tanto, una posibilidad para la Iglesia y también para la sociedad, porque este gran esfuerzo pedagógico que realizamos desde hace siglos lo ponemos al servicio de la comunidad humana.

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¿Con qué finalidad?


Los objetivos son dos. El primero es recordado en la carta que convoca el Año sacerdotal: devolver al sacerdote el gusto de su sacerdocio y ayudarlo a reencontrar una identidad más clara que la que se muestra en diversos países del mundo. Parece que, en ciertos contextos culturales, la fisonomía del religioso y de la religiosa es más evidente que la del sacerdote diocesano. He aquí una magnífica ocasión para redescubrir la naturaleza del sacerdote y cuánta necesidad tenemos de él. Para esto, el segundo objetivo es el de redescubrir el lugar del sacerdote en el interior de las comunidades cristianas. Este año pastoral no es, por lo tanto, sólo para los sacerdotes sino para toda la comunidad cristiana, para toda la Iglesia.


Esta doble dimensión interpela a la Congregación, ya que ella es responsable de la formación de los seminaristas. Debemos hacer comprender a los seminaristas este mensaje: habéis sido elegidos, es un honor, estad felices de ser sacerdotes. Quisiera que el seminario fuese una escuela de la felicidad de ser sacerdotes. Esta es la primera dimensión. Y la segunda es que la formación ofrecida en los seminarios sea la mejor posible. Cuando recibimos a los obispos en visita ad limina, a nuestro Prefecto le gusta repetir: “No dudéis en poner al servicio de la formación de los seminaristas a vuestros mejores sacerdotes: vale la pena”.

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El Año sacerdotal es ocasión para revisar y verificar la formación de los candidatos al sacerdocio en los seminarios. ¿Qué iniciativas específicas hay en programa?


Habrá actividades particulares con ocasión de este Año. Nuestro Prefecto, en cuanto presidente de la Comisión interdicasterial permanente para la admisión a las sagradas órdenes, tiene intención de convocarla precisamente este año. El fin es estudiar la posibilidad, al final del Año sacerdotal, de publicar un breve texto, incisivo, muy claro, sobre la formación de los candidatos al sacerdocio.

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Recientemente, el Papa ha invitado a superar el dualismo entre la concepción sacramental-ontológica y la concepción funcional-social del sacerdocio. ¿Cuál es el camino para conciliar estas dos dimensiones?

Me parece que, en la Iglesia, las situaciones pueden ser muy diversas. Hay países donde se subraya principalmente la dimensión social, el rol social del sacerdote: he visto esto en África, en América Latina, en Corea. El sacerdote desarrolla un rol no sólo en el seno de la comunidad sino también en el interior de la sociedad. Al mismo tiempo, se nota una disminución de este rol social del sacerdote en las sociedades muy secularizadas. Con excepción, tal vez, de Italia donde encuentro que, aunque la sociedad está secularizada, la Iglesia ha sabido seguir siendo popular y ha continuado presente tanto en la vida social como en la vida política.


Por lo tanto, diría que estos dos aspectos crean necesariamente una tensión, y que esta tensión es benéfica. Es normal que el sacerdote tenga un rol social, ya que él es un pastor: es cabeza de una parte, de una porción del pueblo de Dios, como ha dicho el concilio Vaticano II. Como tal, por lo tanto, tiene una visibilidad social. Y él es también mediador entre el cielo y la tierra: manifiesta a Cristo, actúa in persona Christi. Por eso, considero que es necesario que esta tensión se mantenga en todas partes ya que es benéfica para el sacerdocio y para el pueblo cristiano.


Para esto es necesario, sobre todo, que la comunidad de los fieles se sienta responsable del sacerdote que la guía. Cuando era obispo de Angers y nombraba un párroco, iba a presentarlo a los fieles diciendo: “Os lo confío”. Es necesario que el sacerdote esté sostenido por una comunidad de fieles. En segundo lugar, es necesario que cada presbítero esté sostenido por la comunidad de los otros sacerdotes. Debemos insistir en la dimensión fraterna del presbyterium. Demasiados sacerdotes sufren de soledad y, por lo tanto, corren el riesgo de descuidar uno u otro de estos aspectos. Un sacerdote es un amigo, un hermano en el seno de la gran familia representada por el presbyterium. Y luego, en lo que concierne a la Congregación, hay un tercer camino: el seminario. Éste es el lugar en el que se aprende, teológicamente, a ordenar los dos aspectos del sacerdocio.

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¿Se advierte la necesidad de revisar el enfoque de la educación en las casas de formación?


Una buena formación es aquella que es capaz de adaptarse al desarrollo y a los cambios de la sociedad. Repito lo que he dicho en otras ocasiones: es verdad que los jóvenes son diferentes a nosotros, pero es necesario aceptarlos y hacerlo con generosidad. Se necesita generosidad al recibir a las nuevas generaciones y también se necesita discernimiento: las dos cosas van juntas. Se trata de discernir en ellos lo que debemos estimular y lo que debemos corregir.


He notado que, en una buena parte de los jóvenes que se presentan en las casas de formación en países como Italia, España, Francia, Alemania y Estados Unidos de América, tienen una buena formación profesional, a veces incluso una formación universitaria de alto nivel, pero están privados de una cultura general y, principalmente, falta en ellos una cultura cristiana. Por eso, deseo que al inicio de la formación de los seminaristas haya un año propedéutico y que la formación misma se adapte a la fisonomía de las nuevas generaciones. Está bien evitar la dispersión de las disciplinas académicas y tener, en cambio, una visión sintética de la teología, subrayando también el rol de la filosofía, en particular la metafísica, como primera preparación a la teología.

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Según las indicaciones del documento del 2008, “Orientaciones para la utilización de las competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos al sacerdocio”, ¿en qué casos se puede recurrir a especialistas en ciencias psicológicas?


La respuesta es simple: cuando es necesario. En nuestro documento, hemos querido reaccionar frente a dos excesos. El primero consiste en decir: todos deben someterse a un examen por parte de los expertos en psicología. El segundo afirma: es necesario desconfiar de la psicología y de los psicólogos. Este documento eclesial, que no es el primero en hablar de psicología, usa tonos muy positivos. A veces, a la Iglesia se le reprocha mostrar una cierta distancia, incluso sospecha, respecto a la psicología. No es cierto. La prueba se encuentra en el documento, donde se afirma que cuando es necesario, hay que recurrir a los especialistas. ¿Qué quiere decir “cuando es necesario”? Cuando, como se lee en el documento, “puede ayudar al candidato en la superación de aquellas heridas todavía no sanadas y que provocan disturbios que son desconocidos en su real alcance por el mismo candidato y que, a menudo, son atribuidos erróneamente por él mismo a causas externas a su persona, sin tener, de esta forma, la posibilidad de afrontarlos de manera adecuada”.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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