miércoles, 6 de julio de 2011

Card. Koch: “¿El Vaticano II?, una mina todavía sin explotar”

 

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Transcribimos, por su interés, la interesante entrevista al Cardenal Kurt Koch realizada por Vatican Insider, centrada en la cuestión del Concilio Vaticano II y su correcta interpretación.

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Tiene un largo camino a sus espaldas. Como teólogo laico que recibió mucho más tarde, en edad adulta, la ordenación sacerdotal y como profesor de teología en Lucerna. El profesor suizo nunca hubiera pensado vivir ni siquiera un día como cardenal de la curia, en el palacio de la Congregación para la Doctrina de la Fe. 


El obispo de la ciudad de Coira, Johannes Vondera, impidió que lo llamaran como docente de teología en la ciudad por el siguiente motivo: con Kurt Koch la ortodoxia de la fe ya no estaría garantizada.


Luego llegó el punto de inflexión. La "declaración de Colonia" de los teólogos de habla alemana de 1989, muy crítica con Juan Pablo II, no fue suscrita por Koch, entonces profesor de dogmática. Desde ese momento cambiaron las opiniones sobre Koch. Su equilibrio fue premiado. Como pastor superior de Basilea – y luego con el nombramiento de obispo en 1996 por Juan Pablo II–Koch se convertiría en el bastión de la ortodoxia en contra del mainstream del catolicismo suizo.


Naturalmente al obispo Koch no le han faltado dificultadas y problemas, por ejemplo con el caso de Franz Sabo, pastor nativo de Röschenz, en el obispado de Basilea, que por medio de una intensa actividad publicitaria durante muchos años criticó ásperamente las jerarquías eclesiásticas. Cuando el Obispo Koch le retiró la "misio canonica" en 2005, gran parte de la parroquia sostuvo a Sabo contra la decisión del obispo. El conflicto se extendió, involucrando tribunales laicos, comités eclesiásticos y sobre todo la prensa local y nacional. Gracias a su capacidad de escuchar e intermediar, en septiembre de 2008 Koch consiguió llegar a una conciliación con Sabo, mediante diversos encuentros privados. Hubo también un momento público de esta paz, la misa de las confirmaciones en Röschenz en mayo de 2009, cuando el Obispo y el pastor Sabo concelebraron el rito. A partir de entonces, la vía para Roma de Koch quedó libre. 


En poco tiempo Koch, obispo de Basilea, se había convertido en el candidato ideal de Benedicto XVI para suceder al Cardenal Walter Kasper al mando del Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Cosa que sucedió puntualmente cuando lo designaron (el primero de julio de 2010) guía del Consejo, mientras en noviembre el Papa acogía a Kurt Koch en el colegio cardenalicio.


Como rector del Consejo para la Unidad, Koch es el único cardenal de la curia de lengua alemana en servicio, con muchas afinidades con el actual pontífice: reservado, modesto, muy amable, intelectualmente destacado, pero claro e inequívoco con sus palabras.


Koch es realista. Sabe que las divisiones dentro de la ortodoxia son demasiado profundas y que el gran cisma entre oriente y occidente podrá ser superado en breve tiempo. Sabe también que hay mucha diferencia entre las iglesias que surgieron de la reforma -por ejemplo, a las diversas denominaciones protestantes les falta un fin común con la iglesia- y que en este caso no hay que esperarse un acuerdo inminente con Roma.


Kurt Koch como Obispo de Basilea sufrió mucho. Como cardenal de la curia seguirá sufriendo. Sufre las dificultades post conciliares.


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A partir de 2012 habrá una serie de jubileos del Concilio Vaticano II. En la actualidad todavía se discute animadamente en la iglesia por la supremacía de la interpretación de los textos del concilio, la hermenéutica de la ruptura está contra la hermenéutica de la continuidad.


Sobre este tema usted ha afirmado: «que la situación actual vive todavía fricciones y diferencias profundas». ¿Cómo ha sido posible que una asamblea eclesiástica en el siglo XX haya dejado un conflicto permanente de interpretaciones y opiniones?


A mi modo de ver el potencial conflicto no fue creado por el concilio, surgió después. La principal causa reside en que casi nadie se identificó con los textos del Concilio Vaticano II, sino que cada uno tenía sus propias ideas sobre lo que ha dado el concilio. Ha sido puesta en marcha una especie de excavación, de la que cada uno tomaba lo que podía servirle, para luego discutir con quien pensaba de otro modo. Los textos son considerados cada vez menos seriamente. De la Constitución sobre la Iglesia, por ejemplo, ha sido acogido el segundo capítulo del pueblo de Dios. Pero toda la estructura y, sobre todo, el quinto capítulo sobre la vocación universal a la santidad no es muy conocido dentro de la iglesia.


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¿Cómo ha podido ocurrir todo esto? ¿Porqué el Vaticano II ha sido un Concilio que no ha dejado tras de sí unidad y claridad, sino modos diversos de lectura de sus resultados?


Entre los padres conciliares había seguramente diferentes corrientes, y en muchos textos se buscó y se encontró un compromiso. Después de muchos años los estudiosos tratan de leer en el concilio lo que los protagonistas vivieron de modo diverso. A menudo no emerge el compromiso obtenido con fatiga o no se toma en serio; al contrario, se vuelve a dividir lo que entonces estaba unido.


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¿Antes del concilio había diversas teologías y modos de pensar la fe?  


Pienso que ya existieran dos opiniones del todo diversas antes del concilio que pueden ser descritas con dos palabras clave. Una palabra clave es: "renovación de la iglesia", volver a las fuentes, a los textos sagrados, a los padres de la iglesia tratando de renovar la iglesia empezando por sus raíces.


La otra palabra clave es: "actualización", lo cual significa "una evolución de la iglesia", tratando de no abandonar las raíces pero permaneciendo bastante lejos de ellas, adaptando la obra de testimonio del Evangelio a la realidad contemporánea. Pero yo creo que no pueda existir una renovación sin una actualización. Las dos realidades son parte de la Iglesia del Concilio y de los años que siguieron a este gran evento de gracia. Pero por desgracia, las dos corrientes han permanecido y se han hecho independientes. Prosiguiendo su recorrido en autonomía en la interpretación del Vaticano II.

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Muchos ven el último concilio como la "apertura de la iglesia al mundo". ¿Qué quiere esto decir para la Iglesia católica?            


La iglesia tiene que permanecer siempre abierta al mundo. Su mensaje no es una propiedad privada, sino que está destinado a todo el mundo, a todos los hombres. Para esto, el elemento esencial para la apertura al mundo durante el concilio era el descubrir nuevamente el orden misionero de la iglesia.  La verdadera alternativa a ser "conservativo" que tenía el concilio no era ser "progresivo" sino "misionero". La apertura al mundo, sin embargo, ha sido interpretada como la Iglesia que tiene que adaptarse al mundo y asumir el modo de vida contemporáneo. La apertura al mundo para terminar puede funcionar sólo con el criterio de la distinción de los espíritus. O con la palabra bíblica: "Examinad todo y quedaos con lo que es bueno". Muy a menudo no sólo se ha conservado lo bueno.

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Juan Pablo II hace casi un cuarto de siglo trató todos los temas de los documentos del concilio. La dirección que la Iglesia ha tomado post concilio no ha sido del todo aclarada. ¿Cuál es el papel que tienen los Papas en la actualización de un concilio?


Juan Pablo II y Benedicto XVI han recorrido el camino justo: precisamente han tomando lo que es el concilio, considerándolo la "Carta Magna" para el camino de la iglesia hacia el futuro. El problema era simplemente, para muchos críticos, dar una connotación a los pontificados. Se ha acusado fuertemente a Juan Pablo II de ser el autor de un retorno a la iglesia preconciliar. Es la misma acusación que se lanza actualmente contra Benedicto XVI. Estas son palabras insostenibles y populísticas que no tienen en cuenta el estado de cosas y quieren sólo fijar la exigencia unilateral para su interpretación del concilio.

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¿Y cual podría ser el papel de Benedicto XVI, del gran teólogo que ocupa la Sede de Pedro?


Naturalmente casi ninguno debería conocer mejor que él el concilio y las intenciones del mismo. De este modo trata de recurrir siempre a las fuentes del concilio y de llevarlo al momento actual, tratando de trasmitir a los fieles cuando predica las perlas preciosas del mismo.  Es difícil saber si conseguirá superar la situación polarizada actual. Esto, verdaderamente, presupone que en la Iglesia haya una capacidad de escucha recíproca.

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¿De qué modo se podría controlar, acelerar, es más, conducir a una conclusión este recorrido de participación?


Esto supone que se abandone la idea de la existencia de un chivo expiatorio. Difundida por todas partes. En las diversas iglesias locales se piensa: hacemos todo bien, si Roma hiciera sólo una buena obra. A menudo las iglesias locales están satisfechas de su actuación y existencia y son críticas con Roma. Pero de este modo no se llega a un profundo análisis de los verdaderos desafíos de la iglesia actual. Mientras nos paramos en los problemas que surgen en el interior de la Iglesia. Pero se ha producido un cambio de principio de la sociedad que incide en la forma social de la Iglesia.


Muchos creen que exista todavía un ambiente popular fiel a la iglesia y no se dan cuenta que esta Iglesia en el futuro ya no existirá.  Quizás sea más importante, como creyentes, preguntarse qué quiere decir tener raíces cristianas en la actual crisis europea, para de este modo encontrar juntos posibles terapias.

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Una pregunta para el presidente del Consejo para la Unidad de los Cristianos: El compromiso ecuménico –reforzado después del Concilio Vaticano II- de la Iglesia católica, partiendo de las consideraciones que ha expresado hasta este momento, ¿es una ayuda o una distracción respecto a los otros interlocutores?


El compromiso ecuménico es una gran ayuda, porque nos obliga a la verdad. No podemos contar a los protestantes cosas diferentes de las que cuentan los ortodoxos, porque seríamos completamente inverosímiles. Sobre todo porque los desafíos del ecúmene son muy variados. Los desafíos que llegan de oriente son muchos y también los que llegan de la situación occidental, nos obligan a reflexionar sobre lo que quiere decir efectivamente "católico", lo que es la identidad, lo que no es posible negociar. Empezando por mi experiencia personal: el ecumenismo realmente nos hace cada vez más católicos.  

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Fuente: Vatican Insider

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martes, 5 de julio de 2011

El nuevo Arzobispo de Milán: un perfil

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Luego del histórico nombramiento, realizado por el Santo Padre el pasado 28 de junio, del Cardenal Angelo Scola, hasta ahora Patriarca de Venecia, como Arzobispo de Milán, presentamos un perfil del purpurado que el vaticanista Andrea Tornielli publicó en su blog.

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Al comienzo de la historia de Angelo Scola están un padre camionero que leía el periódico fundado por Antonio Gramsci y una madre devota que rezaba el rosario cada tarde en las penumbras de la cocina. “Debo estar agradecido a L'Unità. Probablemente a los once años habría terminado también yo, como todos mis compañeros de escuela, trabajando, si mi padre no me hubiese enseñado que estudiar era muy, muy importante. Permitiéndome así inscribirme en el liceo clásico…”.


El nuevo arzobispo de Milán aprende y asimila la fe junto a la leche materna: “para nosotros, creer es como respirar, no son necesarios tantos razonamientos”; pero es gracias al padre socialista que aprende la importancia de la cultura y del estudio.


Nacido en Malgrate, cerca de Lecco, 69 años atrás, crece asomado a aquella rama manzoniana del lago de Como: “Nosotros, los lacustres – contará en una entrevista – estamos tentados de ser al menos un poco crepusculares, si no románticos”.


Entre los 14 y los 18 años, en la escuela secundaria, ocurre algo. “Estaba interesado por la política… Tenía simpatía por los partidos marxistas porque mi papá estaba comprometido en el partido socialista de Nenni, cuando era maximalista… Era como si Dios no estuviese, como si Dios no importara más, como si hubiese sepultado las preguntas más importantes de la vida. No recuerdo nunca haber faltado a Misa, sin embargo, era como si esto no importase más nada”.


Algunos años antes, Scola ya había advertido también un destello de vocación, cuando volviendo a su casa dijo a la madre que quería hacerse sacerdote y ser misionero en África. Como obispo y cardenal, Scola mantendrá una particular atención por los temas sociales, como atestiguan la cercanía y las múltiples visitas a los obreros cassintegrati de la Vinyls de Marghera, o la atención dedicada a los enfermos, a los que sufren y a los pobres.


En 1958, el encuentro con don Luigi Giussani, que tiene para los alumnos de Lecco un retiro titulado “Juventud como tensión”. “Era la primera vez que oía hablar del cristianismo de manera diversa. Surgía el vinculo entre Jesucristo y mi vida de todos los días”, recordaría el neo-arzobispo de Milán.


Scola se convierte en un militante de Giussani. Entre sus amigos está también un estudiante un año más joven que él, Roberto Formigoni. “Lo conocí cuando era un muchacho de 14 años y hacía esgrima. Lo invité a adherir a la Juventud Estudiantil de Lecco. Ahora nos cruzamos a lo sumo en Navidad”.


Scola estudia filosofía en la Universidad Católica de Milán y luego Teología en Friburgo. Entra en el seminario ambrosiano pero sale pronto y se traslada a Teramo, donde es ordenado sacerdote en 1970. Un año después, durante la Cuaresma, en un restaurante a orillas del Danubio, tiene lugar el encuentro con el profesor Joseph Ratzinger, que junto a otros ilustres colegas está por dar vida a la revista Communio. Don Angelo estará entre los encargados de la edición italiana.


En los años ’80, cuando Ratzinger se convirtió en el cardenal custodio de la ortodoxia católica, Scola está entre los consultores del dicasterio, mientras enseña Antropología teológica en el Instituto Juan Pablo II para los estudios sobre el matrimonio y la familia.


El Papa Wojtyla lo nombra obispo de Grosseto en 1991; luego, cuatro años después, lo llama a Roma para hacerlo rector de la Universidad Lateranense; y en el 2002 lo envía nuevamente en misión pastoral, confiándole la sede patriarcal de Venecia.


Allí, además de pastor e intelectual, el cardenal demuestra ser también un gran organizador. Elige colaboradores incluso muy diversos de él y distantes de sus posiciones. Instituye el polo universitario Marcianum y la revista Oasis para el diálogo con el mundo islámico.


Desde Venecia, seis años atrás, lanza la idea del “mestizaje de civilizaciones”: “Como cristianos queremos permanecer anclados en la realidad… El verdadero terreno de confrontación no es entre cristianismo e Islam, sino entre hombres, y comparten la misma experiencia elemental”.


Escribe diversos libros y sólo una carta pastoral, privilegia el contacto personal, dedica la mañana del miércoles a recibir a cualquier persona que quiera hablarle, incluso sin cita.


Visita todas las parroquias, incluida la iglesia de San Simeon Piccolo, concedida en uso a los tradicionalistas que celebran cada domingo la Misa preconciliar. Insiste particularmente en la educación: “Tal vez nunca ha habido una época en la que se ha hablado tanto de valores como la actual. Pero el punto es que no se educa en los valores hablando de valores sino haciendo que se tenga experiencia de ellos”.


El libro preferido del nuevo arzobispo de Milán es “El hombre sin atributos”, de Musil. “Lo retomo a menudo”, confía. El pasaje musical que más le gusta es el Concierto para piano nº 27 de Mozart. “Lo único que sigo en televisión es el noticiero. Y luego, cuando lo logro, los partidos del Milan”, había dicho algún tiempo atrás. Una confesión que tal vez hoy no habría repetido, para no irritar a sus nuevos fieles de fe negra y azul…


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Fuente: Sacri Palazzi


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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sábado, 2 de julio de 2011

Benedicto XVI: “En 60 años casi todo cambió pero permaneció la fidelidad del Señor”

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Este artículo de L’Osservatore Romano, que aquí ofrecemos en lengua española, presenta una síntesis de las palabras pronunciadas por el Papa Benedicto XVI durante el almuerzo ofrecido en su honor por el Colegio Cardenalicio en el 60º aniversario de su sacerdocio, así como el texto íntegro del discurso del Cardenal Decano.

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Ecce quam bonum et quam iucundum habitare fratres in unum, "¡Qué bueno y agradable es que los hermanos vivan unidos!”: estas palabras del Salmo 133 fueron una realidad vivida para Benedicto XVI el viernes a la mañana, 1º de julio, en la Sala Ducal. Lo subrayó él mismo en el discurso a los cardenales presentes en el almuerzo ofrecido en su honor, con ocasión del 60º aniversario de ordenación sacerdotal. Un encuentro que para el Papa puso de relieve la belleza del estar juntos y del vivir juntos la alegría del sacerdocio, del ser llamados por el Señor.

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El Pontífice agradeció al decano del Colegio Cardenalicio, Angelo Sodano, por las bellas, conmovedoras y confortantes palabras dirigidas en esta circunstancia y sobre todo por el don de cincuenta mil euros, que inmediatamente entregó en manos del cardenal vicario para la diócesis de Roma, Agostino Vallini, porque – explicó – de este modo el “estar juntos” se amplía a los pobres de la Urbe. De hecho, para Benedicto XVI estaban idealmente presentes en el almuerzo “aquellos pobres que tienen necesidad de nuestra ayuda y nuestra asistencia, de nuestro amor, que se realiza concretamente en la posibilidad de comer, de vivir bien; aquellos pobres de Roma, que son amados por el Señor”.


El Papa habló luego de la experiencia de la fraternidad como de una realidad interna al sacerdocio, porque uno nunca es ordenado solo sino que es insertado en un presbiterio, o como obispo en el colegio episcopal. “Por eso - agregó – esta es una hora de gratitud por la guía del Señor, por todo lo que Él me ha donado y perdonado en estos años, pero también un momento de memoria”. Y en este hacer memoria el Papa volvió con el pensamiento a 1951, cuando el mundo era totalmente distinto de hoy. Luego habló de su Alemania con las ciudades destruidas, la economía en el piso y una gran pobreza material y espiritual, que los alemanes enfrentaron con una fuerte energía y con la voluntad de reconstruir el país y de renovarlo sobre el fundamento de la fe cristiana.


Después de haber evocado los comienzos, vividos con gran entusiasmo y con alegría, el Papa habló luego del concilio Vaticano II, cuando todas las esperanzas parecían poder realizarse, y de la revolución cultural del ’68: años difíciles en los que la barca del Señor se llenaba de agua, corriendo el riesgo de hundirse, si bien el Señor – que parecía dormir – estaba presente y llevaba adelante la barca de Pedro. No podía faltar el recuerdo de los años de trabajo – definidos como inolvidables – durante el pontificado del beato Papa Juan Pablo II y luego la hora totalmente inesperada del 19 de abril de 2005, cuando el Señor llamó a Joseph Ratzinger a la sede de Pedro. “En estos sesenta años – dijo al respecto – casi todo cambió, pero permaneció la fidelidad del Señor: Él es el mismo ayer, hoy y siempre”. Y es por esto que el momento de la memoria y de la gratitud es, para Benedicto XVI, también el momento de la esperanza. “Con su ayuda – concluyó – sigamos adelante”.


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Precedentemente, el cardenal Sodano había dirigido al Papa el siguiente saludo en nombre del Colegio Cardenalicio:


Santidad, ¡venerado y amado Sucesor de Pedro! Con ocasión de sus primeros cincuenta años de vida, usted nos había dejado un libro de recuerdos, hablándonos, entre otras cosas, de la alegría que sintió en el día de su ordenación presbiteral, en aquel lejano 29 de junio de 1951.


Usted había escrito luego que precisamente en el momento en que el fallecido cardenal Faulhaber le imponía las manos, un pajarillo, tal vez una alondra, se elevó desde el altar mayor de la catedral, haciendo resonar su canto gozoso.


Hoy, en esta Sala Ducal, nosotros quisiéramos también hacer resonar un bello canto, como el de la alondra de 60 años atrás, pero no somos capaces, sin embargo le repetimos aquellas palabras que entonces le parecieron ser susurradas desde lo alto: “¡Está bien así, estás en el camino correcto!”.


Al canto hemos renunciado, ¡a causa de nuestra edad no juvenil! No renunciamos, sin embargo, a repetirle aquellas palabras que le parecieron llegar de lo alto: “¡Está bien así, estás en el camino correcto!”.


Santidad, en esta etapa importante de su vida los miembros del Colegio Cardenalicio residentes en la Curia y algunos amigos que se han asociado a nosotros se reúnen en torno a usted, agradeciendo al Señor por el abundante bien que le ha concedido sembrar en el vasto campo de la Iglesia, agricultura Dei (1 Cor 3, 9).


En realidad, a la meta de los 60 años de sacerdocio han llegado pocos de sus Predecesores en la Cátedra de Pedro. El único caso cercano a nosotros es el del Papa León XIII, que pudo celebrar su 60º aniversario de presbiterado en 1897, a la edad de 87 años. En aquella fausta circunstancia, los Cardenales de entonces le regalaron un reloj de péndulo con la siguiente escritura latina: tibi sonet nisi serenas, ¡que te suene sólo en las horas serenas! Está todavía en el Palacio Apostólico, en una esquina de una oficina, lo podéis comprobar. Nosotros hoy queremos también desearle, Santo Padre, horas serenas, ¡con voz aún más resonante que el reloj de péndulo de León XIII!


Conociendo su sensibilidad pastoral hacia su querida diócesis de Roma, en acuerdo con algunos cardenales, he pensado proponer a los hermanos hacerle un regalo distinto, y los cardenales han aceptado entonces ofrecerle un óbolo para los pobres de Roma, considerando las urgentes necesidades de tantos romanos así como de los numerosos inmigrantes y refugiados.


Con este mismo espíritu de participación en su solicitud pastoral, el Colegio cardenalicio quiso también ofrecer un almuerzo a doscientos pobres de Roma, precisamente en la fiesta de San Pedro, por iniciativa del Colegio cardenalicio y del Círculo San Pedro, precisamente para honrar a Vuestra Santidad en el 60º aniversario de sacerdocio. Algunos de estos afortunados invitados nos han escrito una nota de agradecimiento que hice ver a Su Santidad en su escritura original, y también en algún caso infantil. Por ejemplo, hay uno que escribe en español, es una persona peruana que cuida enfermos, y otro que escribe: “A Su Santidad, el Papa que es Padre: quisiera agradecerle por el almuerzo que nos ha ofrecido a mí y a mi familia, esperando su felicidad y serenidad y crecimiento cristiano. Con devoción y respeto. Claudio”. Sentimos, por lo tanto, que la familia de Roma está toda unida, ricos y pobres, sacerdotes y fieles, en torno al Papa. El drama de la pobreza de Roma es conocido por todos nosotros.


En el momento de la unificación de Italia, 150 años atrás, Roma tenía 170.000 habitantes, según las estadísticas. Hoy la diócesis de Roma llega a casi tres millones de habitantes, mientras la gran Roma supera los cuatro millones. Y los pobres están siempre con nosotros.


Frente a tal realidad, la Iglesia de Roma quiere ser, hoy más que nunca, la Iglesia de la caridad. Y nosotros cardenales, incardinados en la Iglesia de Roma, somos partícipes de su solicitud paternal. Y con un modesto óbolo queremos contribuir a esta importante obra y le remitimos, por lo tanto, un cheque de 50.000 euros, recogidos en estos días entre nosotros, que Vuestra Santidad podrá destinar como mejor le parezca.


Santidad, siéntanos siempre cercanos a usted, sobre todo en este bello día, mientras nosotros le decimos a coro: ad multos annos, ad multos felicísimos annos!


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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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