lunes, 23 de diciembre de 2013

Habla el Prefecto de Doctrina de la Fe: “El particularismo, como el centralismo, es una herejía”

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Presentamos nuestra traducción de la entrevista publicada en el Corriere della Sera al Arzobispo Gerhard Ludwig Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de 66 años de edad, elegido el año pasado para ese oficio por el Papa Benedicto XVI y confirmado en el mismo por el Papa Francisco.


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Hijo de un obrero, por dieciséis años docente en la Universidad Ludwig-Maximilian de Munich de Baviera, Müller es el teólogo elegido por Ratzinger como encargado de la propia Opera Omnia y, al mismo tiempo, el amigo y “discípulo” de Gustavo Gutiérrez, padre de la Teología de la Liberación. Así lo pintan como conservador o progresista, según el caso, “¡pero la esquizofrenia no es mía!”. Ciertamente tiene en claro su tarea: “El primer fin de la Congregación es promover la fe para la salvación del hombre, pero el segundo es defenderla”. Y no escapa a ninguna pregunta: desde los sacramentos a los divorciados en nueva unión hasta las nuevas “herejías”, incluyendo el “riesgo de particularismo” en la Iglesia: “Algunos interpretan la Evangelii Gaudium como si el Santo Padre quisiera favorecer una cierta autonomía de las iglesias locales, la tendencia a distanciarse de Roma. Pero esto no es posible. El particularismo, como el centralismo, es una herejía. Sería el primer paso hacia la autocefalía”.

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¿En qué sentido, Excelencia?


La Iglesia Católica está compuesta por iglesias locales pero es una. No existen iglesias “nacionales”, somos todos hijos de Dios. El Concilio Vaticano II explica en concreto la relación entre el Papa y los obispos, entre el primado de Pedro y la colegialidad. El Romano Pontífice y los obispos en forma individual son de derecho divino, instituidos por Jesucristo. También la colegialidad y la colaboración entre los obispos, cum Petro et sub Petro, tienen aquí su fundamento. Pero los patriarcados y las conferencias episcopales, históricamente y hoy, pertenecen sólo al derecho eclesiástico, humano. Los presidentes de las conferencias episcopales, aunque importantes, son coordinadores, nada más, ¡no son vice-papas! Cada obispo tiene una relación directa e inmediata con el Papa. No podemos tener una descentralización en las conferencias, existiría el peligro de un nuevo centralismo: con la presidencia que tiene todas las informaciones y los obispos inundados por documentos sin el tiempo de prepararse.

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¿Y qué quería decir Francisco cuando hablaba de “conversión del papado” y escribía que las conferencias deberían tener “alguna auténtica autoridad doctrinal”?


El Papa partía de la reflexión sobre el ejercicio del primado que Wojtyla hizo en el `95 con la Ut unum sint. El sentido es claro en la dimensión ecuménica y también respecto a la colegialidad. En cuanto a las conferencias, con ciertas condiciones, tienen una autoridad también magisterial: cuando, por ejemplo, preparan un catecismo local, se ocupan del misal, gobiernan universidades y facultades teológicas. Trabajan en la dimensión concreta, el Papa no puede saber todo lo que ocurre en cada país. Se trata de encontrar un equilibrio práctico. No podemos aceptar antiguos errores, como el conciliarismo, el galicanismo o lo opuesto a un cierto curialismo…

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El 2013 ha visto la renuncia de un Papa. ¿Ha cambiado algo en el papado?


Ciertamente la renuncia de Benedicto XVI ha sido sorprendente, un caso absolutamente nuevo: ha dicho que le faltaban las fuerzas para llevar a cabo esta gran tarea, tanto más pesada en el tiempo de la globalización de las informaciones. Ha decidido para que se pudiera elegir al nuevo Papa, y ahora Francisco es “el” Papa. Ratzinger es como un Padre de la Iglesia y su pensamiento permanecerá; Francisco se refiere a menudo también para subrayar la continuidad teológica. Pero solo una persona puede ser el Papa, no un colectivo. No hay dos. Es el fundamento y principio permanente de la unidad de la Iglesia. Elegido por los cardenales pero instituido por el Espíritu Santo.

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¿Y su rol ha cambiado? Francisco dice que la Iglesia “no es una aduana”…


Es cierto, ¡tampoco la Congregación lo es! El Papa tiene el carisma de expresarse no sólo con conceptos teológicos sino también a través de imágenes cercanas al corazón de la gente, que expresan la cercanía de Jesús a todos nosotros. Nosotros, los teólogos, corremos siempre el riesgo de cerrarnos en el mundo de la reflexión académica. Pero Francisco no va por otro lado: combina la ternura del pastor y la ortodoxia, que no es una teoría cualquiera, sino la recta doctrina expresada en la plenitud de la Revelación. El primer guardián de la fe es Pedro y su sucesor como Obispo de Roma. Y nosotros, en la Congregación, estamos en esto a su directo servicio.

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Sobre los divorciados y los vueltos a casar excluidos de los sacramentos, Hans Küng ha escrito: “El Papa quiere avanzar, el Prefecto de la Fe frena”.


Mire, en Maguncia tenemos una gran tradición del Carnaval… Yo estoy y estaré siempre con el Papa. La verdad es que no podemos aclarar estas situaciones con una declaración general. Sobre los divorciados y vueltos a casar civilmente, muchos piensan que el Papa o un Sínodo pueden decir: recibirán sin más la Comunión. Pero no es posible así. También la praxis ortodoxa de la “segunda unión” no es uniforme y los mismos ortodoxos la toleran sin favorecerla. Un matrimonio sacramental válido es indisoluble: esta es la praxis católica reafirmada por Papas y Concilios, en fidelidad a la Palabra de Jesús. Y la Iglesia no tiene la autoridad de relativizar la Palabra y los Mandamientos de Dios.

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Francisco ha dicho que los sacramentos no son para los “perfectos” y pueden ser una “ayuda”…


Ciertamente que el sacramento es una gracia, ¡no somos pelagianos! El Papa ha hecho referencia justamente a este aspecto medicinal. Pero hay condiciones objetivas. Una situación irregular en el matrimonio es un obstáculo objetivo para recibir la Eucaristía. No debe ser visto como un castigo: no lo es. Y no impide participar en la Misa.

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¿Y entonces no hay nada por hacer?


Las cosas no son así. Debemos buscar una combinación entre los principios generales y la situación particular, personal. Encontrar soluciones a los problemas individuales, pero siempre sobre el fundamento de la doctrina católica. No se puede adecuar la doctrina a las circunstancias: la Iglesia no es un partido político que hace encuestas para buscar consenso. Es necesario un diálogo concreto, pastoral. Hay situaciones diferentes que deben valorarse de manera diferente.

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¿La solución es la anulación del matrimonio?


Si se dan las condiciones para declararlo nulo, sí. Para esto tenemos los tribunales eclesiásticos…

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¿Pero es posible si tienen hijos?


Sí, no son los hijos los que hacen la validez sino el consenso entre cónyuges conscientes del sacramento. En muchos países hay sólo restos de la tradición cristiana, se ha perdido el sentido, hay una confusión total.

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¿Cuáles son hoy las nuevas herejías?


Los problemas se concentran en la antropología. Falta una conciencia de la dimensión trascedente del hombre, de su vocación divina. El sentido de la dignidad humana. Pienso en las nuevas esclavitudes, en los pobres, en el aprovechamiento de las mujeres, en los abusos no sólo sexuales sobre menores, en los enfermos vistos como un costo a eliminar, en la vida reducida a la funcionalidad productiva, en las condiciones de trabajo: una organización económica que tiende a destruir la vida de la familia con grave daño para la vida misma, los hijos…

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Habiendo fracasado las tratativas, ¿cuál es la posición de los lefebvristas?


A los obispos se les ha revocado la excomunión canónica por las ordenaciones ilícitas, pero permanece la sacramental, de facto, por el cisma: se han alejado de la comunión de la Iglesia. No cerramos la puerta, nunca, y los invitamos a reconciliarse. Pero también ellos deben cambiar de actitud, aceptar las condiciones de la Iglesia católica y el Sumo Pontífice como criterio definitivo de pertenencia.

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¿Qué puede decir del encuentro entre Francisco y Gutiérrez, el 11 de septiembre?


En las corrientes teológicas se dan momentos difíciles, se discute y se aclara. Pero Gutiérrez siempre ha sido ortodoxo. Nosotros, europeos, debemos superar la idea de ser el centro, sin tampoco subestimarnos. Ampliar los horizontes, encontrar un equilibrio: esto lo he aprendido de él. Para abrirme a una experiencia concreta: ver la pobreza y también la alegría de la gente. Un Papa latinoamericano ha sido un signo del Cielo. Gustavo estaba emocionado. También yo. Y también Francisco.

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Fuente: Corriere della Sera


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 17 de diciembre de 2013

¡Felicidades, Santo Padre!

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En su 77º cumpleaños, damos gracias a Dios por la vida de nuestro Santo Padre, el Papa Francisco, y le rogamos, por intercesión de la Virgen Madre, que siga acompañando y protegiendo al Papa que nos ha dado para que pueda guiar a la Iglesia, como Sucesor de Pedro, presidiéndola en el amor.


¡Felicidades, Santo Padre!

martes, 29 de octubre de 2013

Crisis de la vida religiosa: Mons. Rodríguez Carballo la asume y explica

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Francesco João Braz de Aviz Jose Rodriguez Carballo  Oct-05-2013

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En este lúcido y fundamentado artículo, publicado hoy en L’Osservatore Romano, que ahora ofrecemos en nuestra traducción al español, el Arzobispo José Rodríguez Carballo, Secretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, hace referencia a la actual crisis de la vida religiosa y consagrada, y sus verdaderas causas.

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Desde hace tiempo se habla de “crisis” en la y de la vida religiosa y consagrada. Y para justificar este diagnóstico frecuentemente se recurre al número de los abandonos, que agudiza la ya de por sí alarmante disminución de vocaciones que golpea a un gran número de institutos y que, si continúa así, pone en serio peligro la supervivencia de algunos de ellos. No entro aquí en el debate acerca del carácter positivo o no de la “crisis” de la que se habla. Es cierto, sin embargo, que, teniendo en cuenta el número de los abandonos y que la mayoría de ellos tiene lugar en edad relativamente joven, dicho fenómeno es preocupante. Por otra parte, considerando el hecho de que la hemorragia continúa y no parece detenerse, los abandonos son ciertamente síntoma de una crisis más amplia en la vida religiosa y consagrada, y la cuestionan, por lo menos en la forma concreta en que es vivida.


Por todo esto, si bien es cierto que no podemos dejarnos obsesionar por el tema – toda obsesión es negativa-, es también cierto que frente al problema no podemos “mirar para otro lado” o “esconder la cabeza”. Por otra parte, si bien es cierto, también, que son muchos los factores socioculturales que influyen en el fenómeno de los abandonos, es también cierto que no son la única causa y que no podemos referirnos sólo a ellos para tranquilizarnos y para explicar este fenómeno, hasta ver como “normal” lo que no lo es.


No es fácil conocer con precisión el número de los que abandonan cada año la vida religiosa y consagrada, también porque hay prácticas que van a la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, otras que son llevadas por la Congregación para el Clero, y otras que terminan en la Congregación para la Doctrina de la Fe. En todo caso, las cifras de las que disponemos son consistentes, como se puede ver por los datos que nos son ofrecidos por las primeras dos Congregaciones.


Nuestro dicasterio, en cinco años (2008-2012), ha dado 11.805 dispensas: indultos para dejar el instituto, decretos de dimisión, secularizaciones ad experimentum y secularizaciones para incardinarse en una diócesis. Se trata de una media anual de 2361 dispensas.


La Congregación para el Clero, en los mismos años, ha dado 1188 dispensas de las obligaciones sacerdotes y 130 dispensas de las obligaciones del diaconado. Son todos religiosos: esto da una media anual de 367,7. Sumando estos datos con los otros, tenemos lo que sigue: han dejado la vida religiosa 13.123 religiosos o religiosas, en 5 años, con una media anual de 2624,6. Esto quiere decir 2,54 cada 1000 religiosos. A estos habría que agregar todos los casos tratados por la Congregación para la Doctrina de la Fe.


Según un cálculo aproximado pero bastante seguro, esto quiere decir que más de 3000 religiosos o religiosas han dejado cada año la vida consagrada. En el cómputo no han sido insertados los miembros de las sociedades de vida apostólica que han abandonado su congregación, ni los de votos temporales.


Ciertamente los números no son todo, pero sería de ingenuos no tenerlos en cuenta.


Antes de indicar algunas de las causas de los abandonos, creo que es oportuno decir que es casi imposible relevar con exactitud tales causas. ¿El motivo? Es muy sencillo: no tenemos datos totalmente confiables. A veces, una cosa es lo que se escribe, otra cosa es lo que se vive. Además, en muchos casos lo que dicen los documentos, de los que se dispone al final de un procedimiento, no necesariamente coincide con la causa real de los abandonos. Sin embargo, de la documentación que posee nuestro dicasterio se pueden identificar las siguientes causas.


Ausencia de la vida espiritual – oración personal, oración comunitaria, vida sacramental ­ -, que conduce, muchas veces, a apuntar exclusivamente a las actividades de apostolado, para así poder seguir adelante o para encontrar subterfugios. Muy a menudo esta falta de vida espiritual desemboca en una profunda crisis de fe, para muchos la más profunda crisis de la vida religiosa y consagrada y de la misma vida de la Iglesia. Esto hace que los votos ya no tengan sentido – en general, antes del abandono hay graves y continuas culpas contra ellos – y ni siquiera la misma vida consagrada. En estos casos, obviamente, el abandono y la salida “normal” es más lógica.


Pérdida del sentido de pertenencia a la comunidad, al instituto y, en algunos casos, a la misma Iglesia. En el origen de muchos abandonos hay una desafección a la vida comunitaria que se manifiesta: en la crítica sistemática a los miembros de la propia comunidad o del instituto, particularmente a la autoridad, que produce una gran insatisfacción; en la escasa participación en los momentos comunitarios o en las iniciativas de la comunidad, a causa de una falta de equilibrio entre las exigencias de la vida comunitaria y las exigencias del individuo y del apostolado que lleva a cabo; en buscar fuera lo que no se encuentra en casa…


Los problemas más comunes en la vida fraterna en comunidad, según la documentación a nuestra disposición, son: problemas de relación interpersonal, incomprensiones, falta de diálogo y de auténtica comunicación, incapacidad psíquica de vivir las exigencias de vida fraterna en comunidad, incapacidad de resolver los conflictos…


En lo que respecta a la pérdida de sentido de pertenencia a la Iglesia, a veces es dada por la falta de verdadera comunión con ella y se manifiesta, entre otras cosas, en el no compartir la enseñanza de la Iglesia sobre temas específicos como el sacerdocio a las mujeres y la moral sexual.


Todo esto termina con la pérdida del sentido de pertenencia a la institución, llámese comunidad local, instituto religiosa o Iglesia, que es considerada sólo en cuanto puede servir los propios intereses: por ejemplo, la casa religiosa, muchas veces, es considerada como “hotel” o una simple “residencia”. La falta de sentido de pertenencia lleva, a menudo, también a abandonar físicamente la comunidad, sin ningún permiso.


Siempre me ha impresionado ver religiosos que abandonan la vida religiosa o consagrada con toda naturalidad, incluso después de muchos años, sin que esto suponga ningún drama. Es claro que no dejan nada, porque su corazón estaba en otra parte.


Problemas afectivos. Aquí la problemática es muy amplia: va desde el enamoramiento, que se concluye con el matrimonio, a la violación del voto de castidad, sea con repetidos actos de homosexualidad – más en los hombres, pero igualmente presente, más de lo que se piensa, entre las mujeres -, sea con relaciones heterosexuales, más o menos frecuentes. Otras veces los problemas afectivos tienen una clara repercusión en la vida fraterna en comunidad, porque conciernen al mundo de las relaciones, provocando continuos conflictos que terminan por hacer invivible la comunidad. Finalmente, los problemas afectivos pueden ser tales que se llegue a la convicción de no poder vivir la castidad y se decide, también por motivos de coherencia, abandonar la vida consagrada.


Cuando se trata de identificar las causas o de proponer orientaciones, pienso que es necesario hacer una radiografía, aunque breve y limitada, de la sociedad de la que provienen nuestros jóvenes, los jóvenes que se dirigen a nosotros, así como las fraternidades que los acogen.


Lo primero evidente a todos es que estamos en un mundo en profunda transformación. Se trata de un cambio que trae consigo el paso de la modernidad a la post-modernidad. Vivimos en un tiempo caracterizado por cambios culturales imprevisibles: nuevas culturas y sub-culturas, nuevos símbolos, nuevos estilos de vida y nuevos valores. Todo ocurre a una velocidad vertiginosa.


Las certezas y los esquemas interpretativos globales y totalizantes que caracterizaban la era moderna han dejado lugar a la complejidad, a la pluralidad, a la contraposición de modelos de vida y a comportamientos éticos que se han mezclado entre ellos de modo desordenado y contradictorio: son todas características de la era moderna.


Mientras en la modernidad existía la plausibilidad de un proyecto global, de una idea matriz, de un “norte” como faro de comportamiento, el momento actual está caracterizado por la incerteza, por la duda, por el replegarse en lo cotidiano y en lo emocional. Así se vuelve difícil distinguir aquello que es esencial de lo que es secundario y accidental.


Esto produce en muchos: desorientación frente a una realidad que se presenta de tal modo compleja que no se puede percibir; incerteza a causa de la falta de certezas sobre las cuales anclar la propia vida; inseguridad por la falta de referencias seguras. Todo se une a una gran desilusión frente a las preguntas existenciales, consideradas inútiles, ya que todo es posible y lo que hoy es, mañana deja de ser.


Nuestro tiempo es también un tiempo de mercado. Todo es medido y valorado según la utilidad y la rentabilidad, también las personas. Estas, en términos de mercado, valen lo que producen y valen en cuanto son útiles. Su valor oscila, por lo tanto, en base a la demanda. Tal concepción mercantilista de la persona llega a privilegiar el hacer, la utilidad, e incluso la apariencia sobre el ser.


Vivimos, también, en un tiempo que podemos definir el tiempo del zapping. Zapping, literalmente, quiere decir: pasar de un canal a otro, sirviéndose del control remoto, sin detenerse en ninguno. Simbólicamente, zapping significa no asumir compromisos a largo plazo, pasar de un experimento a otro, sin hacer ninguna experiencia que marque la vida. En un mundo donde todo está facilitado, no hay lugar para el sacrificio, ni para la renuncia, ni para otros valores similares. En cambios, estos están presentes en la opción vocacional que exige, por lo tanto, ir contracorriente, como es la vocación a la vida consagrada.


Finalmente, es necesario señalar también que en el mundo en que vivimos, y en estrecha conexión con lo que hemos llamado “mentalidad de mercado”, está el dominio del neo-individualismo y la cultura del subjetivismo. El individuo es la medida de todo y todo es visto, medido y valorado en función de sí mismo y de la autorrealización. En un mundo así, en el que cada uno se siente único por excelencia, frecuentemente no existe una comunicación profunda. El hombre actual habla mucho, aparentemente es un gran comunicador, pero en realidad no logra comunicar en profundidad y, en consecuencia, no lograr encontrarse con el otro.


Como conclusión de nuestra reflexión nos planteamos la pregunta: en una sociedad como la nuestra, ¿es posible permaneces fieles a una opción de vida que está llamada a ser definitiva e irrevocable?


La respuesta me parece sencilla si tenemos en cuenta a muchos consagrados que viven alegremente la fidelidad a los compromisos asumidos en su profesión. De todos modos, para prevenir los abandonos, sin la ilusión de poder evitarlos totalmente, creo necesario lo que sigue.


Que la vida consagrada y religiosa ponga en el centro una renovada experiencia del Dios uno y trino y considere esta experiencia como su estructura fundamental. Lo esencial de la vida consagrada y religiosa es quaerere Deum, buscar a Dios, vivir en Dios.


Que la opción por el Dios viviente (cfr. Juan 20, 17) no se viva en el encerrarse en un misticismo separado de todo y de todos, sino que lleve a los consagrados a participar en el dinamismo trinitario ad intra y ad extra. La participación en el dinamismo trinitario ad intra supone relación de comunión con los otros y lleva consigo el don de sí mismo a los demás. Por otra parte, vivir el dinamismo trinitario ad extra implica vivir críticamente y proféticamente en el seno de la sociedad.


Que haya una decisión clara de anteponer la calidad evangélica de vida al número de miembros o al mantenimiento de las obras.


Que en la cura pastoral de las vocaciones se presente la vida consagrada y religiosa en toda su radicalidad evangélica y se haga un discernimiento en consonancia con dichas exigencias.


Que durante la formación inicial se asegure un acompañamiento personalizado y no se hagan “descuentos” en las exigencias de una vida consagrada que sea evangélicamente significativa.


Que entre la pastoral vocacional, formación inicial y permanente, haya continuidad y coherencia.


Que durante los primeros años de profesión solemne se asegure un adecuado acompañamiento personalizado.


Un bello proverbio oriental dice: “El ojo ve sólo la arena, pero el corazón iluminado puede entrever el fin del desierto y la tierra fértil”. Miremos con el corazón. Tal vez podremos ver aquello que otros no ven.


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Fuente:
L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 11 de octubre de 2013

Mons. Gänswein: “Soy el puente entre los dos Papas, su diversidad es una riqueza para la Iglesia”

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En este artículo de Angela Ambrogetti, podemos conocer algunas recientes declaraciones del Arzobispo Georg Gänswein, Prefecto de la Casa Pontificia y secretario privado del Papa Benedicto XVI, sobre la renuncia del Papa emérito y la relación entre el Papa Francisco y su Predecesor.

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Una vida al servicio de dos Papas. El de monseñor Georg Gänswein es realmente un rol insólito en la historia del papado. Prefecto de la Casa Pontificia para el Papa Francisco y secretario particular para el Papa Benedicto. Al mismo tiempo. Un desafío pero también un observatorio que le permite ayudarnos a leer el paso y la convivencia entre dos pontífices.


En los últimos meses, después de mucho discreto silencio, ha comenzado a contar un poco también de este mes de febrero del 2013 que ha marcado su historia y su vida. Al semanario alemán Bunte ha querido explicar que la renuncia de Benedicto no tiene nada que ver con vatileaks. “He tratado de hacerle cambiar de idea, sin lograrlo. Había tomado una decisión”. Un momento difícil de vivir el de aquel 28 de febrero: “me sentía como en una anestesia”, dice el arzobispo que, en septiembre, tomó posesión del título de Urbisaglia con una festiva celebración en el pueblo, y que ahora está preparado para explicar un poco sobre la relación entre los dos Papas.


“Mi rol – dice – es el de Prefecto de la Casa Pontificia, pero, por como se ha desarrollado la vida, la realidad es que hoy hay dos Papas, el Papa reinante y el Papa emérito. Vivo con el Papa emérito y trabajo con el Papa Francisco, estoy casi todos los días con los dos, de hecho soy un poco el puente entre ellos. Es normal. Es algo que ciertamente no he buscado, no se sabía que pudiera existir, pero ahora es así y lo veo como un compromiso, un desafío y también una gracia. Trataré de hacerlo bien porque no hay precedentes y debo encontrar la manera correcta, y este es un bello desafío”.


Dos personalidades diferentes la de Benedicto y la de Francisco pero, dice Gänswein, “la diversidad es también una riqueza. Pero a menudo, hasta ahora, la diversidad entre los dos Pontífices ha sido utilizada para crear una antítesis. Psicológicamente tal vez esto puede ser un primer acercamiento, pero no funciona. Y personalmente pienso que, si no hubiese estado la renuncia del Papa Benedicto, el impacto emotivo del Papa Francisco no habría sido posible de esta manera. Entre los dos hay una continuidad no sólo teológica, sino también un entendimiento humano. Se ve que viven su fe de modo auténtico, pero con expresiones diversas”.


¿Hay todavía mucho afecto en torno al Papa Benedicto? “Sí, mucho. Esto resulta también de las muchas, muchísimas cartas que llegan para Benedicto XVI, permanezco casi todas las noches hasta tarde clasificando y preparando el correo. Él tiene un gran interés por el correo personal y lo lee con atención y responde a menudo personalmente. El correo llega de todo el mundo. De Alemania, ciertamente, pero hay también muchos italianos, muchos de lengua francesa, española e inglesa que escriben a Benedicto. Muchas son cartas de agradecimiento, a menudo acompañadas con fotos, cuadros y otros pequeños regalos. Al comienzo algunos escribían realmente traumatizados por la noticia de la renuncia. Ahora llegan muchos agradecimientos o incluso cuentan cómo han vivido este `trauma´ y cómo lo han superado, y agradecen al Papa emérito, le demuestran su afecto. Con mucha serenidad aseguran oraciones por los dos Pontífices”.


Nos habituaremos a tener más Papas juntos en el Vaticano. ¿Prevé un nuevo ejercicio del ministerio petrino? “Entre el Papa Francisco y su Predecesor hay una simpatía espontánea, varias veces compartida visiblemente. Cuando he recibido al Papa Francisco a la vuelta del viaje a Brasil, me ha dicho: `He hablado mucho con los periodistas, también del Papa Benedicto, tal vez demasiado, ¡he hablado del abuelo sabio que tenemos en casa!´. La abuela del Papa Bergoglio era una persona clave para su vida y era como una brújula, y para él hablar así es un gran signo de estima y de afecto. No creo que el ejercicio del ministerio petrino haya cambiado porque en el Vaticano viva el Papa emérito, pero es evidente que con la renuncia de Benedicto se ha creado una cierta novedad sobre el ministerio petrino. Si ya no es posible para un Papa llevar a cabo su servicio, su misión, está la posibilidad, que por otro lado existe desde siempre, de renunciar. Se trata de una experiencia nueva para todos. Es un desafío tanto espiritual como teológico e histórico”.


¿Veremos a los dos Papas juntos en la canonización de Juan Pablo II? “No soy un profeta. No lo sé. Veremos”.


¿Cómo era la relación entre Juan Pablo II y Joseph Ratzinger, su amigo de confianza? “El pontificado de Juan Pablo II ha tenido en el cardenal Ratzinger su pilar teológico. En las cuestiones doctrinales Juan Pablo II ha confiado plenamente en Ratzinger. Hay muchísimas ejemplos concretos. Así ha crecido una confianza mutua y persiste una estima absoluta del Papa Benedicto. Al hablar de Juan Pablo II, lo definía sencillamente `el Papa´. Él ha tenido un largo pontificado de casi veinte años con plena fuerza y luego un período de sufrimiento, casi tan largo como el entero pontificado de Benedicto. Y Ratzinger no quería copiar. Personalidades diversas, sin embargo, con una sintonía interna increíble. Juan Pablo II es, probablemente, la persona que el Papa Benedicto más estima en el mundo”.


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Fuente: Korazym


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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domingo, 1 de septiembre de 2013

Con Monseñor Parolin se abre una nueva etapa en la Secretaría de Estado

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Presentamos nuestra traducción de este artículo del vaticanista Andrea Tornielli sobre las consecuencias de la elección del Arzobispo Pietro Parolin como Secretario de Estado de la Santa Sede, uno de los nombramientos más importantes de estos primeros meses del Pontificado de Francisco.

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Con el nombramiento de Pietro Parolin como sucesor del cardenal Tarcisio Bertone, el secretario de Estado, antes aún de cualquier reforma de la Curia romana, deja de ser percibido como un “vicepapa” y vuelve a ser un secretario. De Estado, ciertamente. Pero, aún así, siempre un secretario. El designado, de hecho, no sólo pertenece a la mejor escuela diplomática de la Santa Sede, sino que es notoriamente ajeno a cualquier protagonismo.


La elección de Francisco ha sido libre, ha desmentido muchas indiscreciones de los últimos meses que sugerían uno de los nombres de los cardenales consejeros elegidos por Bergoglio para ayudarlo en el gobierno de la Iglesia y en la reforma de las estructuras curiales. Y ha sido una elección capaz de pacificar el clima en el Vaticano. Con Parolin, la Secretaría de Estado del Papa venido “del fin del mundo” vuelve a mirar con mayor atención precisamente a los confines del mundo: a las crisis, por empezar la de Medio Oriente, como también a los grandes desafíos actuales en el continente asiático, así como en América Latina.


El acercamiento “diplomático”, para la tradición más auténtica de la Santa Sede, nunca ha sido “político” y tampoco “geopolítico”. Y todavía menos lo será en los años próximos, con un Papa como Francisco, cuya característica principal es la de ser un pastor de almas, que pide a la toda la Iglesia una “conversión pastoral”, invitándola a salir de sí misma para ir a las periferias geográficas y existenciales, allí donde los hombres y las mujeres viven y sufren.


Pero la ausencia de protagonismo geopolítico no significa permanecer encerrados o en silencio. Por el contrario, precisamente la libertad de representar un Estado no-Estado como es, en el fondo, el del Papa, y una voz que el curso del último siglo se ha convertido varias veces, en medio de los conflictos y de las crisis internacionales, referencia reconocida y a menudo profética, verá a la Secretaría de Estado trabajar con renovado empeño a favor de soluciones posibles y de caminos de paz. Todavía menos interesada, con toda probabilidad, en los pequeños asuntos políticos italianos, todavía más proyectada en un horizonte global.


Eligiendo a Parolin como secretario de Estado, el Papa Francisco valoriza a un eclesiástico que ha colaborado, de cerca o de lejos, con dos Pontífices, tres secretarios de Estado y cuatro “ministros de exteriores” vaticanos. La confirmación, llegada ayer junto con el nombramiento, de los otros vértices de la Secretaría de Estado significa que, por el momento, Bergoglio no quiere hacer ulteriores movimientos, en espera de realizar la reforma de la Curia.


Pero no hay duda que la elección del sucesor de Bertone está destinada a dar vuelta una página, finalmente, después de dos años muy difíciles. Y es la lógica consecuencia de la nueva página inaugurada con la inesperada elección del Papa Francisco.


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Fuente: La Stampa


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 12 de agosto de 2013

El Papa Francisco consagrará el mundo al Inmaculado Corazón de María

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Peregrinação Internacional Aniversária: Eucaristia, bênção dos doentes e procissão do adeus

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Presentamos nuestra traducción de esta importante noticia, publicada por el Santuario de Fátima, en Portugal.

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En respuesta al deseo del Santo Padre Francisco, la Imagen de Nuestra Señora del Rosario de Fátima, que es venerada en la Capilla de las Apariciones, estará en Roma el 12 y el 13 de octubre, en la Jornada Mariana promovida por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización. En el día 13 de octubre, junto a la Imagen de Nuestra Señora, el Papa Francisco realizará la consagración del mundo al Inmaculado Corazón de María.


La Jornada Mariana es uno de los grandes eventos previstos en el calendario de celebraciones del Año de la Fe y congregará en Roma a centenares de movimientos e instituciones vinculadas a la devoción mariana.


En una carta dirigida al Obispo de Leiría-Fátima, Antonio Marto, el presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, Mons. Rino Fisichella, comunica que “todas las realidades eclesiales de espiritualidad mariana” están invitadas a participar en la Jornada Mariana: un encuentro que tiene previsto, en el día 12, una peregrinación a la tumba del Apóstol San Pedro y otros momentos de oración y meditación; y, en el día 13, la celebración eucarística presidida por el Papa Francisco, en la Plaza San Pedro.


“Es un vivo deseo del Santo padre que la Jornada Mariana pueda tener como especial signo uno de los íconos marianos que están entre los más significativos para los cristianos de todo el mundo y, por ese motivo, hemos pensado en la amada estatua original de Nuestra Señora de Fátima”, escribió Mons. Fisichella.


De este modo, la Imagen de Nuestra Señora dejará el Santuario de Fátima en Portugal en la mañana del día 12 de octubre y regresará en la del día 13. En su lugar, en la Capilla de las Apariciones, será colocada la primera Imagen de la Virgen Peregrina de Fátima, entronizada en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario desde el 8 de diciembre de 2003.

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Fuente: Santuario de Fátima


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 5 de agosto de 2013

Lo que los cardenales escucharon antes del Cónclave que eligió a Francisco

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Gracias a que la Santa Sede lo ha hecho público en las Acta Apostolicae Sedis, podemos ofrecer nuestra traducción de la interesante intervención, cuyo contenido hasta ahora era desconocido, que el Cardenal Prosper Grech dirigió a los cardenales electores antes del Cónclave celebrado en marzo de este año, en el cual fue elegido Papa el Cardenal Jorge Mario Bergoglio, tomando el nombre de Francisco.

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A la venerable edad de 87 años soy uno de los más ancianos del Colegio Cardenalicio, pero en cuanto a nombramiento soy apenas un neonato; y ya que mi vida estuvo siempre dedicada al estudio, mi conocimiento de los asuntos de la Curia no superan el tercer grado. Sólo en cuanto tal me atrevo a presentar esta sencilla meditación in nomine Domini.


El acto que estáis por realizar dentro de esta Capilla Sixtina es un kairos, un momento fuerte de gracia, en la historia de la salvación, que continúa en la Iglesia hasta el final de los tiempos. Sed conscientes de que este momento pide de vosotros la máxima responsabilidad. No importa si el Pontífice elegido sea de una nacionalidad o de otra, de una raza o de otra, importa solamente si, cuando el Señor le dirige la pregunta “Pedro, ¿me amas?”, él puede responder con toda sinceridad: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. Entonces las ovejas confiadas por Jesús estarán seguras, y Pedro seguirá a Cristo, el Supremo Pastor, donde quiera que vaya.


Con esto no tengo ninguna intención de hacer un identikit del nuevo Papa y mucho menos de presentar un plan de trabajo al futuro Pontífice. Esta tarea delicadísima corresponde al Espíritu Santo, el cual en las últimas décadas nos ha regalado una serie de óptimos pontífices santos. Mi intento es tomar de la Escritura algunas reflexiones que nos permitan comprender lo que Cristo quiere de su Iglesia, reflexiones que os podrán servir de ayuda en vuestras discusiones.


Durante su vida Jesús enviaba a los discípulos a anunciar el Reino de Dios. El reino tiene muchas facetas, pero podemos sintetizar su esencia como el momento de gracia y de reconciliación que el Padre ofrece al mundo en la persona y obra de Cristo. Reino e Iglesia no coinciden, el Reino es la soberanía paterna de Dios que comprende a todos los beneficiarios de su gracia. Después de la Resurrección, Jesús mando a los apóstoles al mundo entero para hacer discípulos de todas las naciones y bautizarlos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La Iglesia hace esto presentando el Evangelio sin reduccionismos, sin diluir la palabra; con las palabras de Pablo: “Yo no me avergüenzo del Evangelio, porque es el poder de Dios para la salvación del que cree, del judío en primer lugar y también del griego”. Cuando se llega a compromisos con el Evangelio se lo vacía de su dynamis, como si a una bomba en la mano se le quitase el explosivo en ella contenido. No se debe ceder tampoco a la tentación, pensando que, como el Concilio Vaticano II ha allanado la salvación también a aquellos que están fuera de la Iglesia, se relativiza la necesidad del bautismo. Hoy se agrega el abuso de tantos católicos indiferentes que descuidan o rechazan bautizar a los propios hijos.


El anuncio del Evangelio del Reino de Dios se concretiza en el anuncio de “Jesucristo, y éste Crucificado”. Tanto la filiación divina de Cristo como su crucifixión constituyen el scandalum crucis, “locura para los que se pierden, pero para los que salvan – para nosotros – fuerza de Dios”. Es precisamente este escándalo de la cruz el que humilla la hybris de la mente humana y la eleva a aceptar una sabiduría que viene de lo alto. También en este caso, relativizar la persona de Cristo poniéndola junto a otros “salvadores” significa vaciar el cristianismo mismo de su sustancia. Fue precisamente la predicación de lo absurdo de la cruz la que, en menos de trescientos años, redujo al mínimo las religiones del Imperio Romano y abrió la mente de los hombres a una visión nueva de esperanza y de resurrección. De esta misma esperanza está sediento el mundo actual, que sufre una depresión existencial.


El Cristo crucificado, sin embargo, está íntimamente vinculado a la Iglesia crucificada. Es la Iglesia de los mártires, desde aquellos de los primeros siglos hasta los numerosos fieles que, en ciertos países, se exponen a la muerte simplemente yendo a la Misa dominical. Pero la Iglesia crucificada no se limita sólo a sus mártires. Cuando ella refleja la persona, la enseñanza y el comportamiento de Cristo, no hace más que presentar la Verdad, que es Cristo mismo. La Iglesia, por lo tanto, pide a los hombres reflejarse en el espejo de Cristo y de sí misma. Todos desean conocer la verdad, pero cuando ella revela nuestros defectos, entonces es odiada y perseguida: “Oculis aegris odiosa lux, quae sanis amabilis”, dice Agustín. Y Jesús predice: “Si me han perseguido a mí, también os perseguirán a vosotros”. Por eso, la persecución es un quid constitutivum de la Iglesia, como lo es la debilidad de sus miembros, de la que no puede prescindir sin perder su individualidad, es una cruz que debe abrazar.


La persecución, sin embargo, no siempre es física, está también la persecución de la mentira: “Felices vosotros cuando os insulten, os persigan, y os calumnien en toda forma a causa de mí”. Esto lo habéis experimentado recientemente por medio de algunos medios que no aman a la Iglesia. Cuando las acusaciones son falsas, no es necesario hacerles caso, aún si causan un inmenso dolor.


Otra cosa es cuando contra nosotros se dice la verdad, como ha ocurrido en muchas de las acusaciones de pedofilia. Entonces es necesario humillarse delante de Dios y de los hombres y tratar de extirpar el mal a toda costa, como ha hecho, con gran pesar, Benedicto XVI. Sólo así se recupera credibilidad frente al mundo y se da un ejemplo de sinceridad. Hoy mucha gente no llega a creer en Cristo porque su rostro es oscurecido o escondido detrás de una institución que carece de transparencia.


Pero si recientemente hemos llorado por muchos acontecimientos desagradables ocurridos entre el clero y los laicos, incluso en la casa pontificia, debemos pensar que estos males, por graves que sean, si se comparan con ciertos males del pasado en la historia de la Iglesia, no son más que un resfriado. Así como, con la ayuda de Dios, estos han sido superados, se superará también la crisis presente. Pero también un resfriado tiene necesidad de ser curado bien para que no se convierta en neumonía.


El espíritu maligno del mundo, el mysterium iniquitatis, se esfuerza continuamente por infiltrarse dentro de la Iglesia. Además, no olvidemos la advertencia de los profetas al antiguo Israel de no buscar alianzas ni con Babilonia ni con Egipto, sino seguir una pura política ex fide confiando solamente en Dios y en su alianza. ¡Ánimo! Cristo nos anima cuando exclama: “Tengan confianza, yo he vencido el mundo”.


Hagamos ahora un paso adelante en nuestra pregunta sobre la voluntad de Dios respecto a la Iglesia. No hay duda que la unidad de su cuerpo es el summum desideratum de Cristo, como demuestra su oración sacerdotal en la última cena. Lamentablemente, el cristianismo está todavía dividido, tanto en la fe como en el amor. Los primeros intentos de ecumenismo inmediatamente después de la segunda guerra mundial (recuerdo haber estado presente en algunos encuentros con Romano Guardini en Burg Rothenfels), como también el compromiso suscitado por la Unitatis redintegratio, están dando fruto, aún quedando un larguísimo camino por delante. Los prejuicios mueren muy lentamente y alcanzar un acuerdo teológico no es, de hecho, fácil. Estamos tentados de cansarnos en este camino que, a menudo, parece darse en una sola dirección. Pero desistir del diálogo sería ir explícitamente contra la voluntad de Dios. Más que las discusiones o los encuentros ecuménicos, sin embargo, se necesita una oración confiada y conjunta de todas las partes y un camino convergente hacia la santidad y el espíritu de Jesús.


No menos fácil para el futuro Pontífice será la tarea de mantener la unidad en la Iglesia Católica misma. Entre extremistas ultratradicionalistas y extremistas ultraprogresistas, entre sacerdotes rebeldes a la obediencia y aquellos que no reconocen los signos de los tiempos, estará siempre el peligro de cismas menores que no sólo dañan a la Iglesia sino que van en contra de la voluntad de Dios: la unidad a toda costa. Unidad, sin embargo, no significa uniformidad. Es evidente que esto no cierra las puertas a la discusión intra-eclesial, presente en toda la historia de la Iglesia. Todos son libres de expresar sus pensamientos sobre la tarea de la Iglesia, pero que sean propuestas en la línea de aquel depositum fidei que el Pontífice, junto con todos los obispos, tiene el deber de custodiar. Pedro hará su tarea tanto más fácil cuanto la comparta con los otros Apóstoles.


Por desgracia hoy la teología sufre del pensamiento débil que reina en el ambiente filosófico y necesitamos de un buen fundamento filosófico para poder desarrollar el dogma con una hermenéutica válida que hable un lenguaje inteligible al mundo contemporáneo. Ocurre a menudo, sin embargo, que las propuestas de muchos fieles para el progreso de la Iglesia se basan sobre el grado de libertad que se concede en ámbito sexual. Ciertamente leyes y tradiciones que son puramente eclesiásticas pueden ser cambiadas, pero no todo cambio significa progreso; es necesario discernir si tales cambios se realizan para aumentar la santidad de la Iglesia o para oscurecerla.


Pasemos ahora a un capítulo todavía más acuciante. En el Occidente, al menos en Europa, el cristianismo mismo está en crisis. Europa no ha querido ni siquiera tomar en consideración las propias tradiciones históricas cristianas. Hay un laicismo y un agnosticismo galopante que tiene diversas raíces, por mencionar sólo algunas: la relativización de la verdad, fruto del ya mencionado pensamiento débil, tema subrayado a menudo por Benedicto XVI, un materialismo que mezcla todo en términos económicos, la herencia de gobiernos y partidos que tenían el intento de remover a Dios de la sociedad, la explosión de la libertad sexual y aquel rapidísimo progreso científico que no conoce frenos morales y humanitarios. Además reina una ignorancia y descuido no sólo de la doctrina católica sino del ABC mismo del cristianismo. Se siente, por eso, la urgencia de la nueva evangelización que comienza con el kerigma anunciado a los no creyentes, seguido por una catequesis continua alimentada por la oración.


Sin embargo, el Señor, que nunca es vencido por la negligencia humana, parece que, mientras en Europa se le cierran las puertas, Él las está abriendo de par en par en otros lados, especialmente en el Asia. Y también en el Occidente, Dios no dejará de reservarse un resto de Israel que no se arrodilla frente a Baal, un resto que encontramos principalmente en los muchos movimientos laicales dotados de carismas diversos que están dando una fuerte contribución a la nueva evangelización. Estos movimientos están llenos de jóvenes, muy amados por los últimos dos pontífices. Son ellos la semilla que, bien cuidada, crecerá en un árbol nuevo lleno de frutos. Debe cuidarse, sin embargo, que los movimientos particulares no crean que la Iglesia se agota en ellos.


En pocas palabras, Dios no puede ser derrotado por nuestra negligencia. La Iglesia es suya, las puertas del infierno la podrán herir en el talón pero nunca la podrán sofocar.


Hasta ahora hemos hablado de papas, cardenales, obispos y sacerdotes, pero hay otro factor de esperanza en la Iglesia que no debemos olvidar: el sensus fidelium. Agustín lo llama “el Maestro interior” en cada creyente, y san Juan “la unción” que nos enseña cada cosa, ella crea en lo íntimo del corazón aquel discernimiento entre lo verdadero y lo falso, nos hace distinguir instintivamente lo que es secundum Deum de lo que viene del mundo y del maligno. Según la Dei Verbum, también el sensus fidelium es un locus theologicus que debe ser tomado en consideración por los pastores de la Iglesia. Las brasas de la fe devota son mantenidas vivas por millones de fieles sencillos que están lejos de ser llamados teólogos, pero los cuales, desde la intimidad de sus oraciones, reflexiones y devociones, pueden dar profundos consejos a sus pastores. Son ellos quienes “destruirán la sabiduría de los sabios y rechazarán la ciencia de los inteligentes”. Esto quiere decir que cuando el mundo, con toda su ciencia e inteligencia, abandona el logos de la razón humana, el Logos de Dios brilla en los corazones sencillos, que forman la médula de la que se nutre la espina dorsal de la Iglesia.


¿Pero por qué estoy diciendo todo esto? Porque, aún profesando el lugar común de que el Espíritu Santo es el alma de la Iglesia, no siempre lo tomamos en consideración en nuestros planes sobre la Iglesia. Él trasciende todo análisis sociológico y previsión histórica. Supera los escándalos, las políticas internas, los arribismos y los problemas sociales, los cuales, en su complejidad, oscurecen el rostro de Cristo que debe brillar incluso a través de densas nubes. Escuchemos a Agustín: “Los apóstoles veían a Cristo y creían en la Iglesia que no veían; nosotros vemos a la Iglesia y debemos creer en Cristo a quien no vemos. Adhiriendo firmemente a lo que vemos, llegaremos a ver a aquel que ahora no vemos”.


Y vosotros: ¿por qué os encontráis aquí? En 1961 Juan XXIII recibió en audiencia al Cuerpo diplomático ante la Santa Sede en esta Capilla Sixtina. Indicó la figura dominante del Cristo juez en el fresco de Miguel Ángel y les dijo que Cristo juzgará también el obrar de cada nación en la historia. Vosotros os encontráis en esta misma Capilla, bajo la figura de ese Cristo, con la mano levantada, no para aplastar sino para iluminar vuestro voto, para que sea secundum Spiritum, non secundum carnem, es decir, “non in

sinistrum nos ignorantia trahat, non favor inflectat, non acceptio muneris vel

personae corrumpat”. Es de este modo que el elegido no será solamente el vuestro sino esencialmente el Suyo.


Quisiera cerrar con una nota más ligera. Éste no es el primer cónclave en el que he estado presente. Yo estuve también en el cónclave de Pablo VI, como simple sacristán que preparaba los altares. Un día vino a mí el Cardenal Montini, que me pidió confesarlo; dos horas después era Papa. Muerto él, se preparaba el Cónclave, y estaban con nosotros en el Colegio Santa Mónica, tres cardenales, entre ellos el Cardenal Luciani. Siendo el más anciano me tocó dirigirles el saludo antes de su partida a la Capilla Sixtina. Recuerdo haber dicho: “Deciros `éxitos´ no es de buen gusto; deciros `nos vemos´ es todavía peor. Sólo os digo: Dios os bendiga”. ¡Soy un pájaro de buen agüero! El mismo saludo os dirijo a vosotros: ¡El Señor esté con vosotros y os bendiga!


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Traducción:
La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 2 de julio de 2013

Juan XXIII y Juan Pablo II podrían ser canonizados este año

 

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En este artículo, cuya traducción ahora ofrecemos, el vaticanista Andrea Tornielli informa que, precisamente hoy, los miembros de la Congregación para las Causas de los Santos deberán tomar decisiones significativas respecto a las causas de los Papas beatos Juan XXIII y Juan Pablo II, decisiones que, de ser confirmadas por el Santo Padre, llevarían a la canonización conjunta de estos dos pontífices ya a fin de este año.

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Wojtyla “santo subito” pero junto a Juan XXIII, el “Papa bueno”. Esta mañana en el Vaticano se reúnen los cardenales y obispos miembros de la “ordinaria” de la Congregación de los Santos, para examinar varios casos antes del comienzo del verano. Entre ellos, el milagro atribuido a la intercesión del Beato Juan Pablo II, la instantánea curación de una mujer. El último paso decisivo antes del sello final de Francisco, que llevará a la canonización, en tiempos record, del Pontífice polaco beatificado dos años atrás.


Pero, sorpresivamente, los cardenales y obispos deberán discutir también otro, añadido en los últimos días: el de la canonización de Juan XXIII, el Papa que ha convocado el Concilio Vaticano II, muerto en junio de cincuenta años atrás y beatificado en el 2000. Una novedad no prevista, que atestigua la voluntad de celebrar juntas las dos canonizaciones, llevando al culto universal tanto al Pontífice de Bérgamo como a Juan Pablo II.


La fecha más probable para la ceremonia durante la cual Roncalli y Wojtyla podrían ser canonizados es el mes de diciembre, inmediatamente después de la conclusión del Año de la Fe, dado que la inicial hipótesis de octubre parece cada vez menos realizable por falta de tiempo y problemas organizativos. El cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos, después de la decisión tomada esta mañana, se encontrará con Francisco y en unos pocos días la noticia de los dos Papas santos podría ser definitivamente oficializada.


Había sido Wojtyla, en septiembre del 2000, durante el Jubileo, quien proclamó beato a Juan XXIII, uniendo en la misma celebración también la beatificación de Pío IX, el último Papa rey. En aquella ocasión, lo que llevó a Roncalli al primer grado de los altares fue el milagro de la sanación, ocurrida en 1966, de sor Caterina Capitani.


Como es conocido, según las normas canónicas, para la canonización es necesario el reconocimiento de un segundo milagro, ocurrido después de la beatificación. En los últimos trece años han sido varios los informes de gracias y de presuntos milagros atribuidos a la intercesión de Roncalli, pero hasta algún tiempo atrás no se había sabido que uno de estos hubiera pasado el escrutinio de las consultas médicas y de los teólogos de la “fábrica de santos” vaticana. Por lo tanto, es posible que se haya decidido acortar los tiempos. El Papa tiene, además, si quiere, la posibilidad de derogar incluso el reconocimiento del milagro y proceder, de todos modos, a una canonización, después de haber sentido el parecer de los cardenales de la Congregación.

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Eran las 19.49 del 3 de junio de 1963 cuando la multitud presente en la plaza San Pedro, viendo encenderse las luces de la habitación del apartamento papal, sabía de la muerte de Juan XXIII. En menos de cinco años el anciano prelado bergamasco, elegido como Papa “de transición”, había entrado en el corazón del mundo, por la sencillez de sus gestos y sus palabras. Las visitas a la cárcel de Regina Coeli y a los pequeños enfermos del Bambino Gesú, y las salidas para visitar las parroquias, lo habían hecho muy popular. La histórica decisión de convocar un Concilio ecuménico ha cambiado el rostro de la Iglesia, aún si Roncalli no vio su conclusión, llegando a cerrar sólo la primera de las cuatro sesiones conciliares.


Fue con el Concilio todavía abierto que diversos obispos propusieron proclamar santo a Juan por aclamación. Su sucesor, Pablo VI, prefirió seguir las vías canónicas, haciendo abrir un proceso formal canónico y queriendo unir también, junto con Roncalli, a su predecesor Pío XII.


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Fuente: La Stampa


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 27 de junio de 2013

Cardenal Pell, consejero papal: “Se necesita una grandísima reforma pero hay que tratar un problema a la vez”

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George Pell, cardenal arzobispo de Sidney, representante del continente australiano dentro del “Consejo de los ocho cardenales” instituido recientemente por el Papa para ayudarlo en la acción de gobierno de la Iglesia y para estudiar una reforma de la Curia Romana, habla de la “grandísima reforma” que deberá hacerse en el Vaticano afrontando, sin embargo, “un problema a la vez”. Y el IOR, dice, “no es más que uno de los problemas.

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¿Cuál es, entonces, la reforma más urgente dentro de los sagrados muros?


La de los hombres. En el sentido de que el punto determinante es la capacidad y la competencia de los jefes de los diversos “ministerios” de la Curia. El verdadero nudo es este. Luego viene la reforma de las estructuras, las eventuales fusiones y lo demás. Pero antes hay que ver lo de los hombres, porque el trabajo de la Curia es delicado. Es un trabajo que debe llevarse a cabo a menudo en soledad, en aislamiento. No es sencillo.

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Recientemente, durante una audiencia privada, el Papa ha hablado de la existencia de un “lobby gay” en el Vaticano. ¿Es también éste uno de los tantos problemas?


No sé nada al respecto, y por lo tanto, no puedo decir nada. He hablado con el Papa que ciertamente es consciente, como lo soy yo, de que la Curia Romana está compuesta en gran parte por gente honesta, que trabaja bien y para el bien. Y es desde estas personas que se puede partir.

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Se dice que en el Cónclave ha perdido el “partido romano”. ¿Es así?


Decir así es demasiado. Creo, sin embargo, que algo de lo que todos son conscientes, también dentro de la misma Curia (italianos incluidos), es que se necesita más universalidad. Toda la Iglesia debe estar representada en el Vaticano.

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¿Se necesita un “moderador curiae”, una figura que coordine toda la Curia y al mismo tiempo interactúe con el Papa?


De por sí serviría. Pero la pregunta que me hago y que quiero hacer en estos meses de trabajo es: ¿qué diferencia hay entre el “moderator curiae” y el sustituto de la Secretaría de Estado? Es necesario responder bien porque la reforma de la Curia no debe significar más burocracia.

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Sobre el Consejo de los ocho cardenales se escuchan voces discordantes. Está quien lo ve como un órgano de poder real, una novedad amenazante para Roma, y quien cambio minimiza su importancia. ¿Qué es exactamente este Consejo?


Para mí es un “kitchen cabinet”, un grupo interno de consejeros que apoya al Papa en el gobierno. ¿Cómo se relacionará este grupo con la Curia? La respuesta todavía está por descubrirse. Sin duda es una opción de mayor colegialidad, una colegialidad que obviamente no puede ejercerse sin el primado de Pedro. Los obispos además son, según el Concilio Vaticano II, los sucesores de los Apóstoles y no delegados papales. En la Iglesia no existen precedentes recientes al respecto. Sólo es comparable el Consejo general de los jesuitas, donde los consejeros hablan, aconsejan y luego dejan que la última decisión sea del superior. Así haremos nosotros. Hablaremos, buscaremos soluciones para el gobierno y para la reforma, sabiendo bien que la última palabra es del Papa.

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¿La novedad del “Consejo de los ocho” traerá otras novedades en el ejercicio del ministerio de los obispos?


Es todavía pronto para decirlo. Ciertamente lo que cambiará en el futuro es el Sínodo de los Obispos. Pero no sabemos precisamente cómo tendrá lugar este cambio.

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¿Cuál es la novedad principal que, hasta ahora, ha traído el Papa Francisco?


Sobre todo, una novedad de estilo. Su modo sencillo de hablar captura a la gente, es indudable. El mensaje, sin embargo, es el de siempre, el mensaje del Dios único de Abraham, Isaac y Jacob.

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Benedicto XVI tenía muchos teólogos de referencia y en los cuales se inspiraba. Más allá de Hans Urs Von Balthasar y el mundo que giraba a su alrededor, los padres de la Iglesia, Agustín, san Buenaventura. ¿Qué referencias tiene el Papa Bergoglio?


Sobre todo, san Ignacio de Loyola y sus ejercicios espirituales. Y antes aún San Francisco de Asís. El Papa Bergoglio comprende la importancia de los símbolos y de las palabras de Francisco, que dijo: “Predicad el Evangelio, y si fuera necesario, usad también las palabras”. Bien y mal, fe y miedo, son aspectos siempre presentes y en tensión en la teología ignaciana que el Papa refleja fielmente. Su acercamiento es más pastoral que teológico. Y luego tiene siempre presente el tema, muy sentido en Argentina, de las desigualdades sociales.

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Fuente: La Repubblica


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 18 de junio de 2013

San José “entra” también en las otras Plegarias Eucarísticas

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Décadas después de que el Beato Juan XXIII determinara que el nombre de San José fuese incluido en el venerable Canon Romano, el Santo Padre Francisco, a través de un decreto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, ha decidido que San José sea invocado también en las Plegarias Eucarísticas II, III y IV.


El decreto Paternas Vices (prot. N. 215/11/L), firmado por el Cardenal Prefecto Antonio Cañizares y el Arzobispo Secretario Arthur Roche, manifiesta así la decisión del Papa Benedicto XVI de acoger las numerosas peticiones recibidas desde muchos lugares en este sentido, una decisión confirmada por su sucesor, el Papa Francisco.

De este modo, en la tercera edición típica del Misal Romano deberá decir, respectivamente:


II: “ut cum beáta Dei Genetríce Vírgine María, beáto Ioseph, eius Sponso, beátis Apóstolis”

III: “cum beatissíma Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum beátis Apóstolis”

IV: “cum beáta Vírgine, Dei Genetríce, María, cum beáto Ioseph, eius Sponso, cum Apóstolis”


Y en español:


II: “con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y…”

III: “con María, la Virgen Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires…”

IV: “con María, la Vigen Madre de Dios, con su esposo san José, con los apóstoles y los santos…”


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Fuente: WDTPRS


La Buhardilla de Jerónimo

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domingo, 26 de mayo de 2013

Francisco, sobre la Liturgia y sobre Mons. Marini: “Valorar la tradición y que conviva con la novedad”

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El vaticanista Sandro Magister, en este artículo publicado en su blog, cuya traducción ahora ofrecemos, ofrece algunos comentarios que el Papa Francisco ha realizado a obispos italianos, durante su visita ad limina, sobre la relación con la liturgia, también la tradicional, así como sobre su Maestro de las celebraciones litúrgicas, a quien ha decidido mantener en el oficio, pese a sugerencias de sustituirlo que el Papa recibió al comienzo de su pontificado.

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Entre los obispos italianos que se han encontrado con Francisco en visita ad limina, los de la región de Puglia han sido los más locuaces al referir cosas que el Papa les ha dicho.


No ha sido sólo la “revelación” – en parte contradicha por el padre Federico Lombardi – del obispo de Molfetta, Luigi Martella, sobre las dos encíclicas en proceso: la primera, sobre la fe, firmada por el Papa actual pero escrita por el predecesor, que la estaría terminando en su morada actual; y la segunda, sobre la pobreza, preparada completamente por el Papa reinante.


Ha habido también indiscreciones referentes a la liturgia. Comenzando por el arzobispo de Bari, Francesco Cacucci, que ha declarado a Radio Vaticana que el Papa Francisco habría exhortado a los obispos a “vivir la relación con la liturgia con sencillez y sin superestructuras”


Luego ha sido el obispo de Conversano y Monopoli, Domenico Padovano, que ha contado a su clero que los obispos de la región se han lamentado con el Papa por la obra de división creada dentro de la Iglesia por los paladines de la Misa según el rito antiguo.


¿Y qué les ha respondido el Papa? Según lo referido por monseñor Padovano, Francisco los habría exhortado a vigilar sobre los extremismos de ciertos grupos tradicionalistas, pero también a atesorar la tradición y hacerla convivir en la Iglesia con la innovación.


Para explicar este último punto, el Papa habría puesto el propio ejemplo: “¿Lo ven? Dicen que mi maestro de ceremonias papales [Guido Marini] es de corte tradicionalista; y muchos, después de mi elección, me han invitado a relevarlo de su cargo y a sustituirlo. He respondido que no, precisamente para que yo mismo pueda beneficiarme de su preparación tradicional y al mismo tiempo él pueda aventajarse, del mismo modo, de mi formación más emancipada”.


Si son auténticas, son palabras instructivas sobre el espíritu litúrgico y el estilo de celebración del actual Papa. Pero no es seguro que los obispos de Puglia las hayan interpretado. Otro de ellos, el de Cerignola y Ascoli Satriano, Felice di Molfetta, ex presidente de la Comisión de Liturgia de la CEI, en un mensaje a su diócesis ha escrito entre otras cosas:


“No he dejado de alegrarme con el Papa por el estilo celebrativo que ha asumido; un estilo inspirado en la `noble sencillez´ sancionada por el Concilio, manifestando particular atención al tema y sobre el cual no han faltado de su parte consideraciones de alto perfil teológico-pastoral, compartidas por todos los obispos presentes.

He disfrutado mucho por el diálogo, habiéndome ocupado toda una vida de la enseñanza de la teología litúrgica y sacramental, al captar el interés del Santo Padre por este aspecto vital del ministerio petrino, ejercido por él tanto en las celebraciones feriales en Santa Marta como en las solemnes en la Basílica Vaticana, como por ejemplo en la Canonización de los 800 mártires de Otranto: una celebración contenida en el tiempo y, al mismo tiempo, en su desarrollo ritual.

El Papa Francisco, a la luz de ciertos fenómenos del pasado reciente en el que se han registrado en el plano litúrgico no pocas desviaciones, nos ha exhortado a los obispos, refiriéndonos también algunos ejemplos concretos, a vivir la relación con la acción litúrgica, en cuanto obra de Dios, como verdaderos creyentes, más allá de todo presuntuoso ceremonial, plenamente conscientes de que la `noble sencillez´ de que habla el Concilio no es descuido sino Belleza, belleza con la `B´ mayúscula”.


Pero enrolar al Papa Francisco entre las filas de los progresistas también en campo litúrgico es, por lo menos, arriesgado. No parece, de hecho, en particular, que él haya sido hostil a la liberalización de la Misa en el rito antiguo, decidida por Benedicto XVI con el Motu proprio Summorum Pontificum del 2007. Mientras que ciertamente Mons. Di Molfetta fue ese año uno de los más combativos críticos de aquel Motu proprio, antes y después de su publicación. Juzgaba la Misa en el rito antiguo “incompatible” con la post-conciliar y trabajó, sin éxito, para que la CEI produjese una nota interpretativa – en sentido restrictivo – de la Summorum Pontificum.

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Fuente:
Settimo Cielo


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 24 de mayo de 2013

Encíclica sobre la fe: “trabajo en equipo” de Benedicto y Francisco

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Los obispos italianos están realizando, en estos meses, su extensa visita ad limina, que comenzó ya durante las últimas semanas del pontificado de Benedicto XVI: son, de hecho, 226 las diócesis de Italia. El Papa Francisco, al encontrarse hoy con toda la Conferencia Episcopal Italiana, en la Basílica de San Pedro, con ocasión del Año de la Fe, además de pronunciar un discurso programático para los pastores de la Iglesia en Italia, hizo referencia en forma espontánea tanto a la necesidad de reducir el número de diócesis, sobre lo cual está ya trabajando una comisión, como al hecho de que el diálogo con las instituciones políticas, culturales y sociales corresponde a los obispos italianos (mostrando con claridad, de este modo, cuál será la línea de su pontificado al respecto).


Nos permitimos presentar ahora, sin embargo, unos breves párrafos tomados de la carta que un obispo italiano, Mons. Luigi Martella, escribió a los fieles de su diócesis luego de encontrarse con el Santo Padre en la visita ad limina, en la cual revela una importante confidencia que el Papa hizo a los obispos en esa ocasión sobre la próxima encíclica sobre la fe, así como la siguiente encíclica que el Papa ya tiene en mente escribir.

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“He visto a este hombre de Dios muy valiente y amable pero consciente de su fragilidad y, por eso, se confía a nuestras oraciones. Dos veces me ha pedido: ¡rece por mí! Se ha sentido muy gratificado cuando le hemos dicho que lo queremos mucho y que nuestra gente está admirada por su persona, que está rodeado por muchísimo afecto. Él lo ha evitado diciendo que no era obra suya sino un don de Dios. No ha dejado de mostrar su agudo humor frente a la pregunta: “Santidad, ¿cómo está? ¿Cómo se encuentra aquí?”. Él, con la sonrisa en los labios, respondió: “Cuando veía que los votos en el cónclave subían, no he perdido la paz. Por lo tanto, duermo bien aquí”. Inmediatamente después añadió: “Pero hay mucho por hacer”. Lo hemos animado a proseguir en esta línea porque estamos con él.


Luego nos ha hablado con mucha ternura de Benedicto XVI: “Cuando lo encontré la primera vez en Castelgandolfo, he notado que tenía una memoria lucidísima – ha dicho -, aún si estaba muy desgastado físicamente. Ahora está decididamente mejor”. Finalmente, ha querido hacer una confidencia, casi una revelación: Benedicto XVI está terminando de escribir la encíclica sobre la fe que será firmada por el Papa Francisco. Luego, él mismo tratará de preparar su primera encíclica sobre los pobres: Beati pauperes! La pobreza – ha precisado – entendida no en sentido ideológico y político, sino en sentido evangélico”

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Fuente: Diócesis de Molfetta


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 14 de mayo de 2013

El perfil del nuevo Papa, según el Cardenal Bergoglio

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El Padre Angel Strada, postulador de la causa de beatificación del fundador del Movimiento Internacional de Schoenstatt, después de la elección, ha contado a Evangelina Himitian, autora del libro “Francisco, el Papa de la gente”, que fue presentado días atrás en Buenos Aires, una conversación privada con Bergoglio que tuvo lugar tres días antes de su partida para el Cónclave.


Hablando del perfil necesario del nuevo Papa, el cardenal argentino había dicho que, en su opinión, “en primer lugar debe ser un hombre de oración, profundamente unido a Dios. En segundo lugar debe estar profundamente convencido de que Jesús es el Señor de la historia. En tercer lugar debe ser un buen obispo, capaz de acoger, tierno con las personas y capaz también de crear comunión. Finalmente debe ser capaz de reformar la Curia”. Los cardenales, en menos de veinticuatro horas, el pasado 13 de marzo, parecen haberlo encontrado.

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Fuente: Sacri Palazzi

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 8 de mayo de 2013

El Papa y las religiosas de Estados Unidos: ¿fin de la “luna de miel”?

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Este interesante artículo de Angela Ambrogetti, cuya traducción al español ahora ofrecemos, presenta un resumen del desarrollo que la cuestión de las religiosas rebeldes de los Estados Unidos ha tenido en estos días y de la desilusión de las mismas con el nuevo Pontífice, sobre el cual tenían expectativas claramente equivocadas.

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“No es posible que una consagrada y un consagrado no «sientan» con la Iglesia”. El Papa Francisco lo ha dicho a las religiosas de todo el mundo. Lo ha repetido a pocos días de distancia de la declaración conjunta de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica sobre el problema de las religiosas en los Estados Unidos. Un texto que expresa la “preocupación de la Santa Sede, parcialmente expresada en la Valoración Doctrinal de la Presidencia de la Conferencia de las Superioras Religiosas en los Estados Unidos de América (LCWR), motivada por el deseo de sostener la bella y noble vocación religiosa para que el elocuente testimonio de la vida religiosa prospere en la Iglesia a beneficio de las generaciones futuras”. Un comunicado que vino luego de algunos artículos que querían demostrar una discordancia entre el Prefecto de la Vida Consagrada, brasilero y cercano a los focolares, cardenal Joao Braz de Avis, y el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, teólogo alemán. En pocas palabras, para cierta prensa, un modo de crear una suerte de “quiebre” entre dos supuestas ideas divergentes.


Pero, en efecto, ya el 15 de abril un comunicado explicaba que Müller se había encontrado con la Presidencia de la Conferencia de las Superioras Religiosas (LCWR) de los Estados Unidos de América, había “expresado su gratitud por la importante contribución que las Religiosas ofrecen a la Iglesia en los Estados Unidos de América particularmente en los numerosos institutos de instrucción y en las instituciones a favor de los pobres que a lo largo de los años han sido fundadas y dirigidas por religiosas”, y luego, basándose en la enseñanza conciliar, había recordado “la misión de las religiosas en la promoción de una visión de comunión eclesial fundada en la fe en Jesucristo y en las enseñanzas de la Iglesia, fielmente transmitidas en las diversas épocas bajo la guía del Magisterio”. Y la nota añadía que el Arzobispo Müller “ha informado a la Presidencia que ha discutido recientemente la Valoración Doctrinal con el Papa Francisco, el cual ha reafirmado las conclusiones de la Valoración y el programa de la Presidencia de la Conferencia de las Superioras Religiosas”. En cierto sentido una ducha de agua fría para quien pensaba que el latinoamericano Francisco habría sido de amplias miras con las religiosas estadounidenses. En cambio, el 7 de mayo, una vez más se reiteró en una nota que “el arzobispo Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el Cardenal Braz de Aviz, encontrándose ayer, han reafirmado su compromiso común por la renovación de la vida religiosa, particularmente por la valoración doctrinal del LCWR y por el programa de reformas que ésta requiere, en acuerdo con los deseos del Santo Padre”. Los deseos del Papa han sido aclarados por el Papa mismo.


El miércoles por la mañana, en una audiencia a las participantes de la Asamblea plenaria de la Unión Internacional de las Superioras Generales, Francisco les habla de la obediencia como “escucha de la voluntad de Dios, en la moción interior del Espíritu Santo autentificada por la Iglesia, aceptando que la obediencia pase también por mediaciones humanas. Recordad que la relación autoridad-obediencia se sitúa en el contexto más amplio del misterio de la Iglesia y constituye una realización particular de su función mediadora”. Un mensaje decididamente claro. Al que el Papa añade los otros compromisos de la vida consagrada: la pobreza, la castidad, el servicio y la eclesialidad, que es “un «sentir» con la iglesia que tiene una expresión filial en la fidelidad al Magisterio, en la comunión con los pastores y con el Sucesor de Pedro, Obispo de Roma, signo visible de la unidad. El anuncio y el testimonio del Evangelio nunca son un hecho aislado. Esto es importante: para todo cristiano, el anuncio y el testimonio del Evangelio nunca son un hecho aislado o de grupo”.


Algún tiempo atrás algunas de las “hermanas rebeldes” decían: “Esperábamos, algunas de nosotras, que el Papa Francisco fuera muy, muy distinto del Papa Benedicto. Probablemente pensar así era sólo una piadosa ilusión”. Las palabras del miércoles por la mañana del Papa Francisco parecen ser la mejor respuesta.


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Fuente: Korazym


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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