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Este interesante artículo de Angela Ambrogetti, cuya traducción al español ahora ofrecemos, presenta un resumen del desarrollo que la cuestión de las religiosas rebeldes de los Estados Unidos ha tenido en estos días y de la desilusión de las mismas con el nuevo Pontífice, sobre el cual tenían expectativas claramente equivocadas.
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“No es posible que una consagrada y un consagrado no «sientan» con la Iglesia”. El Papa Francisco lo ha dicho a las religiosas de todo el mundo. Lo ha repetido a pocos días de distancia de la declaración conjunta de la Congregación para la Doctrina de la Fe y de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica sobre el problema de las religiosas en los Estados Unidos. Un texto que expresa la “preocupación de la Santa Sede, parcialmente expresada en la Valoración Doctrinal de la Presidencia de la Conferencia de las Superioras Religiosas en los Estados Unidos de América (LCWR), motivada por el deseo de sostener la bella y noble vocación religiosa para que el elocuente testimonio de la vida religiosa prospere en la Iglesia a beneficio de las generaciones futuras”. Un comunicado que vino luego de algunos artículos que querían demostrar una discordancia entre el Prefecto de la Vida Consagrada, brasilero y cercano a los focolares, cardenal Joao Braz de Avis, y el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el arzobispo Gerhard Ludwig Müller, teólogo alemán. En pocas palabras, para cierta prensa, un modo de crear una suerte de “quiebre” entre dos supuestas ideas divergentes.
Pero, en efecto, ya el 15 de abril un comunicado explicaba que Müller se había encontrado con la Presidencia de la Conferencia de las Superioras Religiosas (LCWR) de los Estados Unidos de América, había “expresado su gratitud por la importante contribución que las Religiosas ofrecen a la Iglesia en los Estados Unidos de América particularmente en los numerosos institutos de instrucción y en las instituciones a favor de los pobres que a lo largo de los años han sido fundadas y dirigidas por religiosas”, y luego, basándose en la enseñanza conciliar, había recordado “la misión de las religiosas en la promoción de una visión de comunión eclesial fundada en la fe en Jesucristo y en las enseñanzas de la Iglesia, fielmente transmitidas en las diversas épocas bajo la guía del Magisterio”. Y la nota añadía que el Arzobispo Müller “ha informado a la Presidencia que ha discutido recientemente la Valoración Doctrinal con el Papa Francisco, el cual ha reafirmado las conclusiones de la Valoración y el programa de la Presidencia de la Conferencia de las Superioras Religiosas”. En cierto sentido una ducha de agua fría para quien pensaba que el latinoamericano Francisco habría sido de amplias miras con las religiosas estadounidenses. En cambio, el 7 de mayo, una vez más se reiteró en una nota que “el arzobispo Gerhard Müller, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el Cardenal Braz de Aviz, encontrándose ayer, han reafirmado su compromiso común por la renovación de la vida religiosa, particularmente por la valoración doctrinal del LCWR y por el programa de reformas que ésta requiere, en acuerdo con los deseos del Santo Padre”. Los deseos del Papa han sido aclarados por el Papa mismo.
El miércoles por la mañana, en una audiencia a las participantes de la Asamblea plenaria de la Unión Internacional de las Superioras Generales, Francisco les habla de la obediencia como “escucha de la voluntad de Dios, en la moción interior del Espíritu Santo autentificada por la Iglesia, aceptando que la obediencia pase también por mediaciones humanas. Recordad que la relación autoridad-obediencia se sitúa en el contexto más amplio del misterio de la Iglesia y constituye una realización particular de su función mediadora”. Un mensaje decididamente claro. Al que el Papa añade los otros compromisos de la vida consagrada: la pobreza, la castidad, el servicio y la eclesialidad, que es “un «sentir» con la iglesia que tiene una expresión filial en la fidelidad al Magisterio, en la comunión con los pastores y con el Sucesor de Pedro, Obispo de Roma, signo visible de la unidad. El anuncio y el testimonio del Evangelio nunca son un hecho aislado. Esto es importante: para todo cristiano, el anuncio y el testimonio del Evangelio nunca son un hecho aislado o de grupo”.
Algún tiempo atrás algunas de las “hermanas rebeldes” decían: “Esperábamos, algunas de nosotras, que el Papa Francisco fuera muy, muy distinto del Papa Benedicto. Probablemente pensar así era sólo una piadosa ilusión”. Las palabras del miércoles por la mañana del Papa Francisco parecen ser la mejor respuesta.
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Fuente: Korazym
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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