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Hace 30 años, el Papa Juan Pablo II comenzaba su segundo viaje apostólico internacional que lo llevaría a Polonia, su tierra natal. Un viaje que puede definirse como histórico, anhelado por el Papa polaco pero temido por las autoridades comunistas. Ofrecemos nuestra traducción de una entrevista al Cardenal Estanislao Dziwisz.
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Eminencia, ¿nos puede decir cuándo Juan Pablo II comenzó a pensar en una posible visita a su patria?
Ya como cardenal, Karol Wojtyla daba gran importancia al 900º aniversario de la muerte de san Estanislao (el obispo mártir patrono de Cracovia, ndr.) y desde hacía tiempo preparaba las celebraciones. Había invitado a todos los cardenales que participaban en el cónclave de agosto de 1978 y luego invitó a Cracovia también al Papa Juan Pablo I. Por eso, desde el momento de su elección a la sede de Pedro, fue para él importante hacer todo lo posible para venir a Polonia a celebrar el aniversario. Lo sentía como un deber moral aunque se daba cuenta de que no era muy fácil de realizar.
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¿Pensaba que las autoridades comunistas polacas no aceptarían con facilidad algo así?
Cuando supieron de este pedido, los gobernantes polacos reaccionaron negativamente. Pero, entretanto, Juan Pablo II había recibido la invitación a visitar México. Y decía: “si puedo ir a México, un país que tiene la Constitución más anticlerical del mundo, entonces tampoco el gobierno polaco podrá decirme no”. Recordaba bien que las autoridades comunistas no habían permitido la visita de Pablo VI. Intuía, sin embargo, que a él no podrían impedírselo.
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¿Cuándo comenzaron las negociaciones?
Bastante pronto. Fueron conducidas por el secretario de la Conferencia episcopal polaca, monseñor Bronislaw Dabrowski. Finalmente, Varsovia dio el permiso pero con una condición: la visita del Papa no debía realizarse en coincidencia con el aniversario de san Estanislao, en mayo. El Santo Padre respondió: “está bien, eso significa que llegaré el mes siguiente, en junio”.
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Y respecto al itinerario de la visita, ¿hubo dificultades?
Fue establecido que el Papa no podría ir más allá del Vístula, a las regiones de la Polonia oriental. Y fue excluida también la Silesia. En principio, las autoridades querían que la visita fuera lo más breve posible y muy limitada en los desplazamientos.
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¿Juan Pablo II pensaba en las posibles repercusiones de su viaje en los eventos futuros?
Nadie podía preverlas. Él estaba convencido de que la nación polaca, tan fuertemente enraizada en la fe, merecía la visita del Papa. Hoy, sin duda, podemos decir que su primera peregrinación a Polonia fue el más importante de todos sus viajes papales porque desencadenó un proceso de cambios increíbles a nivel mundial. Todo se inició en aquellos días.
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¿Cómo se preparaba el Santo Padre para este viaje?
Escribió solo todos los textos de los discursos y de las homilías. El rol de la sección polaca de la Secretaría de Estado fue solamente controlar las citas. No usaba ningún apunte, le bastaba la memoria. Era perfectamente organizado y escribía con gran velocidad: un largo discurso no le llevaba más de una hora y media de preparación.
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¿Se daba cuenta Juan Pablo II de que el discurso pronunciado en Gniezno, donde afirmaba que la misión del Papa eslavo era hacer redescubrir a la Europa unida entre Occidente y Oriente, ponía en discusión la Ostpolitk vaticana que, de hecho, aceptaba la situación existente?
Juan Pablo II siempre rechazó la doctrina del “compromiso histórico”, según la cual Occidente y también la Iglesia habrían debido considerar al marxismo como un elemento decisivo del desarrollo de la historia. Él estaba a favor de los derechos de la persona y de la intocable dignidad del hombre. El discurso de Gniezno marcó el inicio de la caída de la cortina de hierro que entonces dividía Europa. ¡La caída del muro comenzó allí, no en Berlín!
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¿Pero no hubo también preocupación en el Vaticano por el hecho de que Juan Pablo II estaba yendo demasiado lejos?
Una declaración tan fuerte a favor de estos derechos, en efecto, espantó a algunos, entre los cuales había también hombres de Iglesia.
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En Cracovia, durante aquel primer viaje, el Papa se asomó a la ventana del arzobispado hablando con los jóvenes, un diálogo que se repetiría luego en cada visita a Polonia. ¿Fue algo programado?
No, fue una iniciativa absolutamente espontánea. Millares de personas esperaban bajo la ventana y llamaban al Papa. Era necesario que, de algún modo, se hiciera ver. El Santo Padre tomó la decisión solo, contra algunos de su entorno que lo desaconsejaron por motivos de seguridad.
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En su opinión, ¿cuál es el sentido más profundo de su primera peregrinación a Polonia?
Después de esta visita, Polonia ya no fue la misma. La gente se había levantado, no tenía más miedo. Juan Pablo II liberó la energía interior del pueblo. En este sentido, puso las bases espirituales para el nacimiento de Solidaridad al siguiente año.
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A su regreso al Vaticano, ¿hizo algún comentario sobre la visita?
No dijo nada porque había perdido la voz. A su regreso, estaba muy cansado, durmió por catorce horas seguidas.
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Hablemos del estado de guerra, introducido por el general Jaruselski en diciembre de 1981. ¿Cuál fue la reacción del Papa?
Juan Pablo II raramente demostraba su preocupación. Sin embargo, levantó fuertemente su voz en la basílica de San Pedro en presencia de la delegación polaca con el presidente Jablonski a la cabeza. Esto ocurrió en octubre de 1982, con ocasión de la canonización del Padre Kolbe. El Papa dijo: “la nación no se merecía aquello que han hecho”.
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¿Pero Juan Pablo II había tomado en consideración la posibilidad de una invasión soviética de Polonia?
Nadie la tomaba seriamente en consideración dado que los soviéticos estaban ya comprometidos en Afganistán. Sabíamos que la URSS no se lo podía permitir. Sobre esto, teníamos noticias precisas directamente desde la Casa Blanca, las recibimos de Zbignew Brzezinski ( en aquella época, consejero para la seguridad nacional) y por el mismo presidente Reagan, que llamó personalmente al Papa.
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¿Cuál era la relación de Juan Pablo II con el general Jaruzelski? Él continúa diciendo que el estado de guerra fue el mal menor respecto a la invasión soviética…
El Papa nunca ha aceptado una interpretación así. Respetaba la inteligencia y la cultura de Jaruzelski pero no estaba de acuerdo con él en nada. El general Jaruzelski miraba exclusivamente al Este. Al contrario de Edward Gierek (el entonces secretario del partido comunista polaco), el cual saludando al Papa al final de su viaje dijo: aquí, en Varsovia, soplan los vientos del Este y del Oeste. Santo padre, usted sostenga los de Occidente.
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Pasemos a la actualidad. ¿Para cuándo podemos esperar la canonización de Juan Pablo II?
Esto depende directamente de Benedicto XVI. Me parece, sin embargo, que las cosas van muy bien. El procedimiento para el milagro ya está en movimiento. Y será decisivo el reconocimiento de la heroicidad de las virtudes de Karol Wojtyla. Esperamos que el diablo no meta la cola.
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Usted, Eminencia, ¿ha sentido alguna vez la presencia del diablo?
Sí, la he sentido. De la manera más fuerte, cuando el diablo fue expulsado de una joven mujer. Yo estaba presente, sé lo que digo. Es terrible advertir la presencia de una fuerza tan grande e incontrolable. He visto cómo la maltrataba físicamente, he sentido la voz con la que ella gritaba. Ocurrió después de una audiencia general. Juan Pablo II recitó los exorcismos, pero no pasó nada. Entonces dijo que el día después celebraría la Misa por las intenciones de esta joven. Y después de esa Misa, ella se encontró de repente como si fuera otra persona, todo había desaparecido. Primero no creía, pensé que se trataba de una enfermedad psíquica. Sin embargo, Satanás existe.
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¿Y cómo reconocer su presencia en el mundo?
Satanás existe, aunque la ideología dominante considera que son todas fábulas. Actualmente el demonio trabaja para que los hombres crean que él no existe. Es un método muy disimulado.
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Fuente: Avvenire
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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