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Por Deborah Morlani
La Sagrada Liturgia es uno de los lugares más importantes donde debiéramos comenzar nuestras consideraciones cada vez que dirigimos nuestra atención hacia los problemas en la fe, o al deseo de volver a poner énfasis o reafirmar alguna verdad de fe. Esto se desprende naturalmente como una extensión del antiguo principio de lex orandi, lex credendi (reafirmado en el Catecismo de la Iglesia Católica, que señala que “la Iglesia cree como ora”) y también se ajusta a la experiencia y a la razón, que comprenden la importancia de las acciones y la práctica en relación con los principios y las creencias.
En algunas instancias esta relación es más indirecta, pero en otras es mucho más directa. Un ejemplo de esto último es una crisis de fe que es bien conocida hoy en muchos lugares, a saber: la falta de fe en la Presencia Real de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. Abundan las historias de irreverencias y abusos contra el Santísimo. Los católicos culpables de tales cosas no son, muy probablemente, ni maliciosos ni malintencionados. En lugar de esto, lo que sucede es que tienen poco o ningún sentido de lo que hacen y de a Quien se lo están haciendo. A menudo, ni siquiera es culpa de ellos, ya que la culpa debe adjudicarse en gran parte al pobre estado de la Sagrada Liturgia durante años en muchas parroquias, unido con una catequesis ausente o distorsionada.
La Sagrada Liturgia es el corazón y el torrente sanguíneo de la Iglesia. Nuestro acercamiento a la misma, por tanto, es capaz de transmitir claramente las creencias de la fe católica, pero también es capaz de oscurecerlas o distorsionarlas, lo que tiene claramente un efecto adverso. Si los textos y las ceremonias aprobadas de la Liturgia se siguen con fidelidad, belleza y reverencia, los fieles serán llevados, más probablemente, al sentido y a la fe en la Presencia Real. En contraste con esto, si la Misa se propone como un concierto de culto y alabanza, como una conferencia o una reunión comunitaria, entonces es mucho más probable que los fieles no vayan a tener ningún sentido o comprensión de la Eucaristía.
Por supuesto que podemos leer y hablar sobre la Presencia Real, pero es especialmente mediante la experiencia del encuentro con Cristo en la Liturgia que el corazón es movido a la fe y al amor. No considerar a la Liturgia como una parte de la solución es ignorar tanto esta realidad como la enseñanza de la Iglesia que sostiene que la Liturgia es fuente y cumbre de la fe cristiana: “es el lugar privilegiado de la catequesis [de los fieles]”, dado que “la catequesis está intrínsecamente unida a toda la acción litúrgica y sacramental” (CATIC 1074).
A muchos preocupa, y con razón, la poca fe en la Presencia Real en sus parroquias, pero lo que a menudo queda fuera de las discusiones sobre este asunto es una demasiado común exclusión, e incluso una negación, no sólo de la importancia primordial de la Sagrada Liturgia a la hora de buscar una solución; directamente se niega que la Liturgia tenga importancia alguna. Las soluciones que a menudo se enumeran son tener más catequesis, más adoración eucarística, y dar la Comunión de rodillas y en la lengua. Todas estas cosas ayudarán sin duda, son todas buenas e incluso necesarias. Pero si no tratamos de la necesidad de unas celebraciones apropiadas, reverentes y bellas de la Sagrada Liturgia, probablemente continuaremos viendo una ausencia de fe o una fe distorsionada en la Presencia Real.
Como el Santo Padre Benedicto XVI nos ha enseñado tan profundamente en Sacramentum Caritatis, “la mejor catequesis sobre la Eucaristía es la Eucaristía misma bien celebrada” (SC 64), y “es necesario que en todo lo que concierne a la Eucaristía haya gusto por la belleza. También hay que respetar y cuidar los ornamentos, la decoración, los vasos sagrados, para que, dispuestos de modo orgánico y ordenado entre sí, fomenten el asombro ante el misterio de Dios, manifiesten la unidad de la fe y refuercen la devoción” (SC 41).
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Fuente: The New Liturgical Movement
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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7 Comentarios:
El principal responsable (aún cuando no el único) de la falta de fe en la presencia real es la misa novus ordo.
Decir lo contrario es simplemente ceguera o idiotez.
Mientras se mantenga esa misa, el asunto irá siempre peor.
Actualmente se requirirán siglos (y es en serio) para retomar la verdadera fe.
Por ello, ha que cuidar como una joya a la FSSPX, que logró la reinstauración, aunque a modo excepcional de la verdadera misa.
Pero, falta mucho, mucho, mucho tiempo para empezar la reconstrucción.
El papado post conciliar, partiendo por Paulo VI ha sido desastrozo al respecto, aún cuando hay intenciones de restauración en Benedicto XVI. Pero evidentemente su tarea es titánica, y no es precisamente el monje Hildebrando.
Gustavo.
La reinstauración del rito extraordinario es obra de Benedicto XVI y no de la FSSPX. Su intención atraviesa toda su obra.
Y decir que el NO es responsable principal de la falta de fe es un juicio temerario. Y como prueba me remito al pueblo cristiano que no está enredado en cuestiones litúrgicas y cree que recibe a Cristo en la Sagrada Comunión.
Odysseus.
No estoy de acuerdo con lo que dice Odysseus.
Existe una gran animadversión contra la FSSPX, se le niega la sal y el agua en méritos.
Si no es por ella nunca el Papa habría reinstituido el rito tradicional.Basta leer el motu proprio que la devuelve a la vida en la Iglesia oficial.
Reitero que la evidente falta de fe en la presencia real se debe en gran parte al novus ordo. Su liviano rito y la lengua vulgar han estropeado el Gran Misterio del Sacrificio Incruento de NSJ que pasó a ser la "Cena del Señor" u otro apelativo tan cursi como el anterior.
Eso es todo.
Gustavo.
El Novus Ordo no es responsable de la falta de fe en la presencia real.
La principal responsabilidad viene de la desobediencia, de las arbitrariedades y especialmente de la "soberbia destructiva" (expresión usada recientemente por Su Santidad) de muchos cristianos, sacerdotes y laicos.
Bueno hombre!, si un tal escribe en su autobiografía que el rito tridentino no debe ser despreciado; si después junto a otros cardenales dice que no está abrogado; si después se involucra en el affaire del 88; y cuando la Providencia le calza la sotana blanca hace lo indecible para largar un motu proprio... qué quiere que le diga, le echo toda la culpa del asunto a él y solo a él.
Y esto es aparte de la animadversión que se le tenga. No encuentro relación lógica entre ambas cosas. Es más, le diría que la animadversión es producto más de su caradurismo que de su amor litúrgico.
Y si el NO destruye la fe en la presencia de real de NSJ, qué quiere que le diga, será que yo no creo lo que creo... que apenas descubrí el rito extraordinario en la última parte de mi vida... y no sé qué será de mis amigos que jamás lo conocieron ni les interesa. Como dice Francesco la desobediencia parece ser más la causa que el ordo.
Odysseus.
Y para no quedar descortez con el/los dueño/s de casa... gracias y felicitaciones por el blog.
Saludos.
Odysseus.
Bien, con todo respeto, no estoy de acuerdo con la opinión de Francesco.
El mismo rito y lengua del NO es mucho más trivial (vulgar) que el rito antiguo. Pero, incluso celebrado con la debida solemnidad es inferior al antiguo: Este no se prestaba para improvisaciones, es decir no dejaba ventana abierta alguna para relajos y desobediencias, como sí lo hace el NO. Tampoco se admitía la musiquilla sentimental con instrumento profanos, que tanto han contribuido a la trivialización de dicho rito moderno.
Gustavo.
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