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El Papa Benedicto XVI ha realizado hoy uno de los nombramientos más importantes de su pontificado al designar, por segunda vez en su pontificado, un Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el dicasterio que él mismo presidió durante casi 25 años. El elegido por el Papa, luego de aceptar la renuncia del cardenal Levada, ha sido Mons. Gerhard Ludwig Müller, hasta ahora obispo de Ratisbona. Este nombramiento pone de manifiesto la absoluta libertad del Pontífice que, a pesar de presiones y oposiciones, lleva a su lado como prefecto del dicasterio más importante de la Curia Romana a un prelado de su absoluta confianza, con el que comparte no sólo la vocación de la teología sino también una fuerte amistad, y que se ha ganado en Alemania muchas oposiciones precisamente por defender al Santo Padre y la doctrina de la Iglesia en un ambiente eclesial más bien difícil en este sentido. Ofrecemos nuestra traducción del comentario de Andrea Tornielli en su blog sobre este importante nombramiento del pontificado benedictino.
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Queridos amigos, será anunciado en breve el nombramiento del nuevo Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, que tomará el lugar del cardenal estadounidense William Levada, que ha renunciado, decidido a volver a los Estados Unidos. La elección de Benedicto XVI ha caído sobre el obispo de Ratisbona Gerhard Ludwig Müller, de 64 años, teólogo muy bien conocido por el Papa así como también encargado de la Opera Omnia de Ratzinger.
Después de siete años, por lo tanto, un prelado alemán vuelve a la cabeza de la Suprema (así era llamada en un tiempo el Santo Oficio). La delicada decisión ha sido totalmente del Pontífice y en los meses pasados no han faltado intentos de disuadirlo, recordando su amistad con el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, uno de los padres de la Teología de la Liberación (que nunca ha sido condenado por la autoridad eclesiástica), como también citando frases y pasajes aislados de los textos del mismo Müller juzgados teológicamente demasiado abiertos.
Benedicto XVI, que de teología entiende, después de haber valorado diversas candidaturas, ha mantenido aquella considerada más citada desde el comienzo. Müller está llamado a relanzar el rol de la Congregación para la Doctrina de la Fe según la amplitud de la tarea confiada al importante dicasterio desde los tiempos de la reforma de Pablo VI – no sólo vigilar e intervenir contra los teólogos que se separan de la ortodoxia, sino también promover en positivo la fe católica, tema central en el Año de la Fe querido por el Papa Ratzinger.
Al dicasterio doctrinal, además, están confiados los candentes y delicadísimos asuntos concernientes a los abusos sexuales cometidos por clérigos sobre menores en todo el mundo. La Iglesia, bajo el impulso primero de Juan Pablo II y del cardenal Ratzinger, y ahora del Papa Benedicto, ha introducido desde hace una década reglas muy severas, que en los últimos tres años han llegado a desarrollar casi una “legislación de emergencia”. Pero la gran obra todavía por realizar es la del cambio de mentalidad en el afrontar este terrible fenómeno (que va disminuyendo), siguiendo precisamente el ejemplo del Pontífice en la atención a las víctimas.
Finalmente, no debe olvidarse el asunto de los lefebvristas. La Pontificia Comisión Ecclesia Dei ha sido llevada puesta bajo la égida del ex Santo Oficio y es presidida por el Prefecto. La semana pasada el Papa ha nombrado un vice-presidente de la Comisión, el arzobispo dominico estadounidense Augustin Di Noia, trasladándolo desde la Congregación para el Culto Divino. Müller tendrá, de todos modos, un rol de primer plano en esta fase complicada y difícil, que ha terminado en un impasse después de la entrega al superior lefebvrista Bernard Fellay de la última versión del preámbulo doctrinal, discutida por los cardenales del ex Santo Oficio y aprobada por el Papa.
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Fuente: Sacri Palazzi
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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