martes, 11 de mayo de 2010

Fátima y el Papa sufriente

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Al comienzo del viaje apostólico a Portugal, durante la tradicional conferencia de prensa a bordo del avión, el Santo Padre respondió a tres preguntas: una sobre Europa, otra sobre Portugal, y una tercera sobre el mensaje de Fátima. Presentamos nuestra traducción de la tercera, particularmente interesante, en la que el Papa Benedicto XVI se refirió a la actualidad del mensaje de Nuestra Señora en Fátima.

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Ahora pasemos a Fátima, que será la culminación espiritual de este viaje. Santo Padre, ¿qué significado tienen hoy para nosotros las apariciones de Fátima? Cuando usted presentó el Tercer Secreto de Fátima, en una conferencia de prensa en la Oficina de Prensa vaticana en junio del 2000, muchos de nosotros y otros colegas preguntamos si el mensaje del secreto podía extenderse, más allá del intento de asesinato contra Juan Pablo II, a otros sufrimientos de los Papas. ¿Podría el contexto de aquella visión aplicarse también al sufrimiento de la Iglesia hoy, por los pecados de abuso sexual de menores?


En primer lugar, quiero expresar mi gozo por ir a Fátima, por rezar ante Nuestra Señora de Fátima, que para nosotros es un signo de la presencia de la fe; precisamente desde los pequeños nace una nueva fuerza de la fe, que no se reduce a los pequeños sino que tiene un mensaje para todo el mundo, y toca la historia en su presente e ilumina esta historia. En el 2000, durante la presentación, dije que una aparición, es decir, un impulso sobrenatural, no surge simplemente de la imaginación individual sino, en realidad, de la Virgen María, de lo sobrenatural. Dicho impulso entra en un sujeto, y se expresa según las posibilidades del sujeto. El sujeto está determinado por su condición histórica, personal, temperamental; y por eso traduce el gran impulso sobrenatural según sus posibilidades de ver, de imaginar, de expresar. Pero en estas expresiones, formadas por el sujeto, se esconde un contenido que va más allá, más profundo, y sólo en el curso de la historia podemos ver toda la profundidad, que estaba, por así decirlo, “cubierta” en esta visión, posible a las personas concretas.


Aquí también, más allá de esta gran visión del sufrimiento del Papa, que inicialmente podemos referir al Papa Juan Pablo II, se indican realidades del futuro de la Iglesia que con el tiempo se desarrollan y se muestran. Así, es verdad que más allá del momento indicado en la visión, se habla, se ve la necesidad de una pasión de la Iglesia que naturalmente se refleja en la persona del Papa, pero el Papa está para la Iglesia, y por lo tanto se anuncian sufrimientos de la Iglesia. El Señor nos dijo que la Iglesia siempre será sufriente, en modos diversos, hasta el fin del mundo. Lo importante es que el mensaje, la respuesta de Fátima, sustancialmente no se dirige a devociones particulares, sino a la respuesta fundamental, o sea, la conversión permanente, la penitencia, la oración y las tres virtudes teologales: fe, esperanza y caridad. Así vemos aquí la respuesta verdadera y fundamental que la Iglesia debe dar, que cada uno de nosotros, individualmente, debemos dar en esta situación.


En cuanto a las novedades que podemos descubrir en este mensaje, está también el hecho de que no sólo desde fuera llegan los ataques al Papa y a la Iglesia, sino que los sufrimientos de la Iglesia vienen precisamente desde dentro de ella, del pecado que existe en la Iglesia. También esto se ha sabido siempre, pero hoy lo vemos en un modo terrorífico: la mayor persecución de la Iglesia no viene de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia, y que la Iglesia, por lo tanto, tiene profunda necesidad de volver a aprender la penitencia, de aceptar la purificación, de aprender, por un lado el perdón, pero también la necesidad de la justicia. El perdón no sustituye la justicia. En una palabra, tenemos que volver a aprender lo esencial: la conversión, la oración, la penitencia y las virtudes teologales. De este modo respondemos, y somos realistas al reconocer que el mal siempre ataca, desde adentro y desde afuera, pero siempre están presentes también las fuerzas del bien, y finalmente el Señor es más fuerte que el mal, y la Virgen es, para nosotros, la garantía visible, materna, de la Bondad de Dios que es siempre la última palabra en la historia.


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Fuente: Sitio de la Santa Sede


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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