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No huyen del vacío. Los peregrinos están llenos del anhelo de un encuentro que ilumina la vida. Cada año llegan dos millones a Santiago de Compostela. Rutas milenarias, a través del norte de España, conducen a la tumba del apóstol. En el último Año santo compostelano, el 2004, la arquidiócesis galiciana acogió a 6,4 millones de peregrinos. En el 2010 la fiesta de Santiago, el 25 de julio, cae en domingo, coincidencia que marca un nuevo año jubilar; no se repetirá hasta el 2021. El arzobispo de Santiago de Compostela, Julián Barrio Barrio, ha concedido una entrevista a L’Osservatore Romano después que, el 31 de diciembre, abrió la Puerta santa de la catedral a millones de viajeros del espíritu.
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Año santo compostelano 2010. ¿Qué implica el adjetivo “santo”?
La llamada a la santidad a la que todos, como hijos de Dios y de la Iglesia, debemos responder. En un Año santo, si bien parece obvio, es necesario recordar esta vocación a la santidad y, al mismo tiempo, la vocación de eternidad, dos aspectos que definen la condición humana y los compromisos que debemos asumir como cristianos.
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“Peregrinando hacia la luz” es el lema de este año...
Porque el peregrino avanza para encontrar la tradición apostólica, fundamento de nuestra fe, que aquí expresa el apóstol Santiago el Mayor. El fin, sin embargo, no es el sepulcro del apóstol sino el encuentro, a través de Santiago, con Cristo resucitado, la luz que debe iluminar la realidad de nuestra existencia.
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Por lo tanto, se trata sobre todo de un encuentro para poder ser testigos...
En efecto, es así. He titulado la carta pastoral de este año: “Peregrinos de la fe y testigos de Cristo resucitado”. Me preocupaba la inquietud del peregrino sobre el “después” de la peregrinación. He tratado de subrayar que, como los peregrinos de Emaús, una vez experimentado el encuentro con el Señor, es necesario volver a la comunidad cristiana para dar testimonio de lo que se ha visto, vivido y escuchado, y para manifestarlo en todos los aspectos de la existencia. El Año santo no es una huida espiritualista y tampoco es un discurso religioso vacío. Es un compromiso a recibir la gracia de Dios en nuestra vida, a discernir cristianamente la realidad y a tratar de construir una civilización del amor a la que todos estamos llamados. Y el eco de todo esto debe ser refuerzo de la esperanza cristiana que nos ayuda a contemplar el pasado con gratitud, a vivir el presente con responsabilidad, sin fugas, y a mirar el futuro con confianza porque está en las manos de Dios, que son buenas manos.
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¿Qué actitudes sugiere a un católico que se hace peregrino a Santiago?
El peregrinar evoca la apertura a la trascendencia y hace del peregrino un “dispensador de lo sagrado”. Esto contribuye al despertar religioso y espiritual de las personas, de las comunidades cristianas y de nuestros pueblos. El peregrino no puede olvidar nunca la meta hacia la cual se encamina. Debe recorrer el camino con la paciencia de la esperanza y con la fuerza de la gracia. Y éste es un testimonio vivo en medio de la indiferencia religiosa que estamos sufriendo, de la incertidumbre moral y de la pérdida de la perspectiva del significado trascendente de la vida. En este Año de la gran “perdonanza”, el peregrino debe, además, tomar conciencia de sus pecados, ofrecer el perdón a quien lo ha ofendido, incrementar el espíritu de oración, ejercitar la limosna como signo de caridad y retomar el camino hacia el Señor con humildad. Sólo así podrá percibir la alegría del encuentro con Cristo. El Año santo debe llevar a una revitalización espiritual, pero también social, sin olvidar que en el hombre existe un inextinguible anhelo de infinito. Hoy tenemos necesidad de encontrar la humanidad que late en nosotros. Y la peregrinación puede servir para encontrarnos a nosotros mismos, a los otros y, por supuesto, a Dios.
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Anhelo que puede mover incluso a los no creyentes a emprender el camino jacobeo. ¿Qué les aconsejaría a ellos?
La apertura a lo que el Señor puede decirles en esta peregrinación. Hay personas que han comenzado el camino sin una preocupación realmente religiosa. Sin embargo, me gusta decir que a Santiago siempre se llega como peregrino; la ruta representa muchas veces un “camino de Damasco”, otras veces un “camino de Emaús”. Para quienes han perdido o les falta la fe, el camino de Santiago puede ser el ámbito que puede conducirlos a Cristo e iluminar su vida. Les diría que emprendan el camino con la preocupación de la búsqueda. Esta es la inquietud del hombre. Y los invitaría a no descartar, en ningún momento, la posibilidad de encontrar al Señor.
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Benedicto XVI repetiría que se trata de vivir “como si Dios existiese”...
Exactamente. Es lo más importante. El Señor nos busca siempre pero muchas veces nosotros pretendemos escondernos o huir.
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¿Cómo se podría medir el “éxito” de la peregrinación?
Se trata de purificar el corazón para cambiar la vida. Hacer morir al hombre viejo, como nos dice san Pablo, para conformarnos al hombre nuevo que es Jesucristo. Y esto siempre implica un radical cambio de vida. De aquí surge la enorme importancia de la conversión. Es la dimensión fundamental – para la cual es necesario estar bien dispuestos – de la peregrinación jacobea y del Año santo compostelano.
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Y el no creyente, ¿cómo reconoce el resultado de su peregrinación? El Papa, en el mensaje para la apertura del Año santo compostelano, ha insistido en el hecho de que es un tiempo de gracia para creyentes y no creyentes...
Si el no creyente no encuentra por ahora la respuesta que buscaba, de algún modo encontrará otros motivos para continuar buscando. Y habrá podido constatar el testimonio de muchos creyentes a lo largo del camino. Esto lo ayudará a continuar manteniendo su actitud de búsqueda, y estoy seguro de que un día se transformará en descubrimiento. Como dice el Señor, “buscad y encontrareis; llamad y se os abrirá”.
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¿Cómo puede favorecer a España un año entero dedicado a la celebración de su patrono?
Es un evento providencial; tendrá una repercusión muy positiva en el despertar espiritual y religioso, y también en la conciencia de que, como Santiago, debemos dar testimonio del Señor. Nuestro lema para el 2010 nos invita a ser, como el apóstol, “amigos y testigos del Señor”. Podría servir a todos. Y sería el mejor modo de honrar a nuestro patrono.
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Santiago de Compostela es un polo de atracción para toda Europa. ¿Este despertar espiritual es lo que se desea para el continente?
Sin duda. Europa, como dijo Goethe, nace peregrinando en torno a la memoria del apóstol Santiago. De aquí surge el profético llamado del venerable siervo de Dios Juan Pablo II en nuestra catedral para que Europa redescubra sus raíces y revitalice su fe. De ese modo podrá continuar siendo aquel faro de evangelización que ha sido para los otros continentes, sin imponer nada a nadie sino buscado ofrecer los valores que le han dado un sentido religioso, cultural y social. Evidentemente, para Europa este Año santo debe ser un punto de referencia y puede ayudarnos a comprender de dónde venimos, en qué punto estamos, y hacia dónde avanzamos.
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Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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