martes, 1 de febrero de 2011

En la Jornada de la Vida Consagrada, una entrevista al Prefecto de Religiosos

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En vísperas de la XV Jornada mundial de la Vida Consagrada, que se celebra cada año en la Fiesta de la Presentación del Señor, L’Osservatore Romano ha realizado una entrevista al Arzobispo João Braz de Aviz, Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. Ofrecemos nuestra traducción en lengua española.


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Usted no pertenece a una congregación religiosa. ¿Piensa que esto es un límite para el nuevo servicio que le espera?


Es la misma observación que hice al cardenal Tarcisio Bertone el pasado 14 de diciembre, cuando me llamó en nombre del Papa. El secretario de Estado me respondió diciendo que esto no creaba ningún problema. De hecho yo no pertenezco a ningún instituto religioso, si bien he estudiado siete años en el seminario menor del Pontificio Instituto de Misiones Extranjeras (PIME) en Assis, en el Estado de San Pablo, de 1958 a 1964. Desde entonces, el estrecho contacto con el movimiento de los Focolares me ha acercado a las órdenes y a las congregaciones cuyos miembros se inspiran en la espiritualidad de la unidad.

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¿Ha tenido contactos o experiencias con otros movimientos eclesiales o laicales?


El movimiento de los Focolares es mi familia desde que tenía diecisiete años. A través de su espiritualidad, en todas las diócesis donde estuve – Vitória, Ponta Grossa, Maringá y Brasilia – siempre trabajé por la unidad de los carismas, de las comunidades y de las asociaciones, como respuesta a las preciosas orientaciones dadas por Juan Pablo II en la carta apostólica Novo millennio ineunte.

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En los últimos años, en particular después del Concilio Vaticano II, algunos han subrayado la crisis de la vida consagrada. ¿De qué genero de crisis se trata?


El Concilio Vaticano II pidió a las órdenes y a las congregaciones religiosas un “aggiornamento” que ha implicado una revisión de las reglas y de las constituciones, frente a las nuevas circunstancias culturales e históricas del pasado siglo. El retorno a las fuentes, es decir, al corazón del carisma dado a la Iglesia por el fundador, y la atención de las nuevas circunstancias, que comportaban diversas sensibilidades, ha ofrecido a muchas familias religiosas la oportunidad de renovarse y de adquirir un ulterior vigor, con abundantes frutos.


Hoy varias órdenes y congregaciones están asistiendo a una disminución de las vocaciones, al envejecimiento de sus miembros y en muchos casos a una diversidad de orientaciones dentro de la propia familia religiosa. Por otro lado, la influencia del individualismo y del relativismo de nuestro tiempo ha alcanzado, al menos en parte, también a algunos ambientes de la vida consagrada, disminuyendo su vigor. Pienso que es necesario, sobre todo, penetrar más el fondo el misterio de Dios, para poder renovar las relaciones. En tal sentido, la carencia teológica y mística de una experiencia de la Santísima Trinidad como fuente de la comunión ha llevado a afirmaciones negativas sobre la vida comunitaria. Es el caso, por ejemplo, de consagrados que dicen: “Mi mayor penitencia es la vida común”. El descubrimiento a través de la experiencia de que Dios es amor y que nosotros somos creados a su imagen, podrá llevar también a los consagrados y a las comunidades a afirmar: “El otro, la otra, es para mí una oportunidad constante de experimentar a Dios, de experimentar el amor”.

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La reafirmada autonomía de las congregaciones religiosas respecto a los ordinarios locales ha llevado con frecuencia en el pasado a incomprensiones recíprocas. ¿Las visitas pastorales de los Pontífices en los últimos treinta años han contribuido de algún modo a mejorar las relaciones con los obispos?


El sabio y atento magisterio de los últimos Pontífices se ha revelado una base segura de camino eclesial en un momento de nuevos descubrimientos y de nuevas experiencias. Autonomía y dependencia son valores humanos que no pueden ser comprendidos y construidos sólo con criterios sociológicos. La experiencia de la fe nos hace comprender y vivir estos valores a partir del criterio de la comunión, que tiene las propias raíces en el misterio de la unidad y de la trinidad de Dios. Cuando autonomía y dependencia se convierten en experiencia de amor, obediencia y autoridad se equilibran y suscitan gran alegría interior.

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¿Piensa que la disminución de las vocaciones es expresión de un momento pasajero, aunque difícil, o más bien es una señal seria de alarma para el futuro?


No son sólo los religiosos y las religiosas quienes experimentan la disminución de las vocaciones. Se trata de un fenómeno más amplio y que no se manifiesta de modo idéntico en las diversas partes del mundo. Europa siente de manera particular este problema. A medida que la fidelidad de los bautizados a su vocación de discípulos crezca y, al mismo tiempo, su testimonio sea dado en comunión con los otros carismas y realidades de la Iglesia, la vitalidad reaparecerá.

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La vida consagrada en Brasil ha tenido un rol importante para el desarrollo y la evolución de la teología de la liberación. ¿Usted cómo ha vivido este largo tiempo de búsqueda teológica y pastoral?


La opción preferencial por los pobres es una opción evangélica de la cual dependerá, en primer lugar, nuestra misma salvación. Su descubrimiento y su construcción por parte de la teología de la liberación han significado una mirada sincera y responsable de la Iglesia al vasto fenómeno de la exclusión social. Juan Pablo II afirmó en esa época – a través de la carta enviada a la Conferencia nacional de los obispos de Brasil y entregada por el cardenal Gantin – que la teología de la liberación no es sólo útil sino incluso necesaria. En ese tiempo, las dos instrucciones enviadas desde Roma sobre el tema corregían cuestiones vinculadas al uso del método marxista en la interpretación de la realidad. Pienso que todavía no ha sido suficientemente completado el trabajo teológico para desvincular la opción por los pobres de su dependencia de una teología de la liberación ideológica, como ha advertido últimamente Benedicto XVI. Pienso que uno de los caminos más prometedores consiste en aplicar a la interpretación de la realidad la antología y la antropología trinitarias. Personalmente viví los años del nacimiento de la teología de la liberación con mucha angustia. Estaba en Roma para estudiar teología. Por poco no abandoné la vocación sacerdotal e incluso la Iglesia. Me salvó el compromiso sincero con la espiritualidad de la unidad en el movimiento de los Focolares. Los religiosos y las religiosas, con la radicalidad de su vocación evangélica, podrán colaborar mucho con este nuevo recorrido.

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¿Qué pueden esperar las religiosas y los religiosos de su acción de gobierno y de dirección?


La vida consagrada es una perla de enorme valor. Las órdenes y las congregaciones religiosas son palabras del Evangelio distribuidas a lo largo de toda la historia de la Iglesia. De las grandes experiencias religiosas han nacido famosas escuelas de espiritualidad, y de ellas importantes escuelas de teología. La fidelidad a los fundadores y la comunión profunda con la Iglesia podrán volver a dar a la vida consagrada un esplendor más grande al servicio de la misma Iglesia y de la humanidad.

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Fuente: L’Osservatore Romano


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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1 Comentarios:

Anónimo ha dicho

Estos brasiñeños ¡tan poco delicados, tan poco elegantes para decir las cosas!
Harto inoportuna su referencia a la teología de la liberación y peor esa referencia a que estuvo cerca de dejar su vocación y la misma iglesia. No es que ayude mucho a los que buscan seguridades y certezas.
En fin, al menos reconozcamosle que es sincero.