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Benedicto XVI concluyó el pasado mes de noviembre, con la audiencia a los obispos de Francia, su primer ciclo de encuentros con los pastores de todo el mundo para las visitas ad limina apostolorum. En el 2013 se encontrará sólo con los obispos de la Conferencia episcopal italiana, “ya que – explica el arzobispo Lorenzo Baldisseri, secretario de la Congregación para los Obispos, en la entrevista a nuestro periódico - el desarrollo del Año de la Fe no permitirá la visita de otras Conferencias episcopales, considerando también la amplitud de la Conferencia episcopal italiana”. El arzobispo se refiere luego al significado de la visita y a sus diversos aspectos.
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El encuentro con el último grupo de obispos de la Conferencia episcopal francesa ha concluido este ciclo de vistas ad limina apostolorum al que están obligados los obispos de todo el mundo. Una primera mención de este tipo de visita se encuentra en la Carta a los Gálatas, donde san Pablo menciona su encuentro con Pedro después de tres años de misión en Judea. Por lo tanto, esto confirmaría lo esencialmente originario de estas citas.
Efectivamente, las huellas de una primera visita ad limina se encuentra en esta Carta. El apóstol narra que, después de su conversión y el comienzo de su apostolado entre los paganos, fue a Jerusalén para consultar a Pedro – videre Petrum – y en la misma carta refiere también de una segunda visita después de 14 años: “Fui de nuevo a Jerusalén” y “les expuse el Evangelio, que yo predico para los paganos, para asegurarme de no correr o haber corrido en vano”. Sin embargo, sólo con el concilio de Roma del 743 fue establecido por el Papa Zacarías la obligación de la visita ad limina de los obispos, que disminuyó luego a lo largo de los siglos hasta que, en 1585, el Papa Sixto V la restauró con la constitución Romanus Pontifex. Sucesivamente fue recibida en el Código de Derecho Canónico de 1917, en el actualmente vigente de 1983 y en la Constitución Apostólica sobre la Curia Romana Pastor Bonus.
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El Código de Derecho Canónico prescribe que estas visitas deban realizarse cada cinco años. Este último ciclo, sin embargo, ha durado siete. ¿Es el preludio a un cambio de la praxis?
Los cánones 399 y 400 del Código de Derecho Canónico, en efecto, prescriben las visitas con una frecuencia quinquenal, pero por eventos y circunstancias particulares esta frecuencia a menudo no es observada. Basta recordar el gran Jubileo del 2000, cuyas actividades pastorales a nivel local y universal no permitieron a Juan Pablo II completar las visitas en el tiempo establecido. A pesar de ese retraso, la prescripción del Código permanece en vigor. Ciertamente, con la reciente visita ad limina de los obispos de Francia, Benedicto XVI ha concluido el primer ciclo de visitas de todo el episcopado católico del mundo. Esta conclusión coincide con el comienzo del Año de la Fe, que verá particularmente comprometidos tanto al Papa como a los obispos en sus Iglesias particulares.
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Aún si puede intuirse por el significado de las palabras, ¿cómo nace la definición “visita ad limina apostolorum”?
Visita ad limina apostolorum significa “visita a las tumbas de los Apóstoles”, ya que los obispos son periódicamente invitados a ir a Roma para videre Petrum, realizar una peregrinación a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo, fundadores de la Iglesia de Roma, y expresar y reforzar la unidad y la colegialidad de la Iglesia. El encuentro entre el Romano Pontífice y cada obispo reviste una importancia particular y es un encuentro diverso de aquellos que tienen lugar a veces en otras circunstancias. En el caso de la visita ad limina, el encuentro oficial es entre el obispo de una Iglesia particular y el obispo de Roma, sucesor de Pedro. Cada uno – como dice la Pastor Bonus – con su responsabilidad inderogable, cada uno representa a su modo el nosotros de la Iglesia, el nosotros de los fieles, el nosotros de los obispos, que en cierto sentido constituyen el único nosotros en el Cuerpo de Cristo. Se comprende, entonces, que las visitas ad limina tienen una importancia particular en lo que respecta a la Iglesia como comunión, donde todos los miembros según sus propias funciones, carismas y ministerios, participan e interactúan y edifican el Cuerpo vivificado por el Espíritu Santo.
La visita ad limina se presenta como expresión de la solicitud pastoral de cada uno y de todos los obispos unidos con el Papa, y es uno de los momentos privilegiados de comunión, como un intercambio de dones, un crecimiento y una consolidación de la colegialidad. No se trata, por lo tanto, de un simple acto jurídico-administrativo, protocolar, sino de un enriquecimiento y de una experiencia de comunión pastoral, de participación en las ansias y en las esperanzas que viven las Iglesias, una actitud de escucha recíproca con la guía del Espíritu para cumplir y llevar a cabo el mandato de evangelizar según las exigencias del momento histórico en que la Iglesia vive.
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En una entrevista concedida a una radio alemana en el 2009, Benedicto XVI dijo: “Yo hablo personalmente con cada obispo. En estos encuentros, en los que centro y periferia se encuentran en un intercambio franco, crece la correcta relación recíproca en una tensión equilibrada”. ¿Éste es el sentido de las visitas ad limina?
Usted ha recordado las palabras de Benedicto XVI que ilustran el significado y el contenido de las visitas ad limina. Se trata de valorizar este instrumento de comunión y de acción pastoral y apostólica en el mundo. Los obispos son profundamente tocados por la experiencia de las visitas a las tumbas de los apóstoles Pedro y Pablo y por el encuentro personal con el Papa. La visita se amplía a los diversos dicasterios romanos, con un calendario establecido, que permite un intercambio fructífero de informaciones, reflexiones sobre temas específicos de la pastoral y de la vida de la Iglesia en sus diversos aspectos, a fin de resolver eventuales problemas, solicitar intervenciones necesarias en los diversos campos, mejorar, a veces corregir, y avanzar en los proyectos comunes de evangelización en una sinfonía de notas y de sonidos armónicamente vinculados y fructuosos. Entre un encuentro y otro con los diversos dicasterios de la Curia Romana, los obispos se reúnen a rezar en cada una de las cuatro basílicas papales, concelebrando la Eucaristía o rezando una parte de la Liturgia de las Horas. Con este objetivo ha sido redactado un opúsculo sobre la liturgia en las visitas ad limina, con formularios para cada basílica.
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En realidad, de la visita permanece sobre todo la audiencia papal. Y, sin embargo, ésta se desarrolla de un modo mucho más complejo que el simple encuentro con el Pontífice. ¿Nos puede describir en síntesis cómo tiene lugar en su totalidad?
La visita es organizada por la Congregación para los Obispos en colaboración con la Prefectura de la Casa Pontificia en lo que concierne a las audiencias de los obispos con el Papa; con la Oficina para las Celebraciones Litúrgicas y las oficinas para las celebraciones en las basílicas de San Pedro y en las otras basílicas; así como con los dicasterios, que usualmente se encuentran con los obispos. Son divididos en regiones de la Conferencia Episcopal. En el encuentro colectivo, el Pontífice pronuncia un discurso, que concierne a ese determinado grupo de obispos o a toda la Conferencia episcopal, con una mirada dirigida a los países de los cuales provienen.
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La documentación – presumiblemente amplia – que los obispos llevan con ellos constituye indudablemente una mina de información sobre el estado no sólo de la Iglesia sino también de la sociedad civil local. ¿Cómo es utilizada?
Los obispos deben presentar al Papa una relación sobre el estado de su diócesis. Es redactada según un formulario elaborado por la Congregación para los Obispos. El último es de 1997 y comprende todos los ámbitos que conciernen a la vida de la diócesis y la misión del obispo: desde la descripción territorial de la diócesis a la organización de la Curia y de la misma diócesis, hasta la población, al estado de la vida cristiana de los fieles, hasta el número de los sacerdotes, a la vida del presbiterio, del seminario, de las parroquias y de las escuelas católicas. No falta la pastoral familiar, la sanitaria, la doctrina social de la Iglesia, la caridad y la relación del obispo con las autoridades civiles, el estado de las obras de arte y los medios de comunicación social. El conjunto se concluye con una mirada general sobre la diócesis, con una mirada al futuro de la Iglesia particular. Es el medio más seguro e inmediato para conocer la vida, el crecimiento y las potencialidades, como también las dificultades de una Iglesia particular. Y es la base para los coloquios de los obispos con el Papa y los dicasterios de la Curia Romana. La relación sobre el estado de la diócesis representa también una notable fuente para la historia. Son muchos los que sacan noticias de tales documentos para estudiar la vida de las Iglesias particulares en un determinado período histórico o para profundizar el episcopado de un obispo.
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En el período que transcurre entre una visita y la otra, ¿cuál es el camino que siguen los obispos para informar sobre problemas particulares o para pedir indicaciones pastorales sobre el modo de afrontar casos urgentes que se deban presentar?
Entre una visita ad limina y otra, no se interrumpe la relación entre los obispos y la Santa Sede. En primer lugar, tal relación tiene lugar localmente a través de las representaciones pontificias. Los nuncios apostólicos representan al Papa en una determinada nación y están presentes allí para ayudar y sostener a los obispos en su servicio pastoral y a los mismos fieles que se dirigen a ellos.
Debemos tener siempre presente que cada obispo puede dirigirse al Papa, cuando lo considere necesario, para exponer las propias necesidades, pedir ayuda o consejo sobre todo aquello que concierne a la vida pastoral y a su mismo ministerio episcopal. Los mismos viajes apostólicos, que son normalmente de carácter pastoral, se insertan en esta continua relación entre los obispos y el Papa: es la relación de comunión entre los miembros del mismo colegio episcopal, vinculados por el sagrado vínculo del sacramento y de la misma misión de edificar la Iglesia. Además, son continuas las relaciones con los diversos dicasterios de la Curia Romana. Desde la experiencia de esta Congregación para los Obispos se puede realmente atestiguar que las relaciones con los obispos del mundo son cotidianas y son muchos aquellos que vienen para tratar las cuestiones de sus diócesis, pidiendo consejo o afrontando problemas. Estos encuentros son una verdadera riqueza tanto para los obispos como para el dicasterio, que acoge siempre fraternalmente a cada obispo para sostenerlo y ayudarlo. Así, por otra parte, se enriquece por la experiencia y por la vida de las Iglesias particulares. Así se da, podemos decir, un recíproco intercambio de dones.
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En el Directorio de la Congregación para los Obispos, publicado en 1988, se afirma que estas visitas no son un “simple acto jurídico-administrativo consistente en la realización de una obligación ritual, protocolar y jurídica”. ¿De dónde nace, entonces, la exigencia de regularlas con normas en en el Código de Derecho Canónico?
Su regulación canónica no prejuzga la importancia comunional o la inmediatez de las relaciones de los obispos con el Sucesor de Pedro. El hecho de su reglamentación en el Código de Derecho Canónico es el signo de la importancia que la Iglesia atribuye a la relación entre el obispo de Roma y los otros obispos. Una relación que no puede ser sólo espontánea o esporádica, sino regular y ordenada, porque se trata, en último término, de la vida de la Iglesia en su dimensión universal y particular. El concilio Vaticano II nos ha recordado que las Iglesias particulares están formadas a imagen de la Iglesia universal, y en ellas y por ellas existe la Iglesia universal una y única. Esta relación fundamental es la fuente teológica de la reglamentación canónica.
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¿Cuándo y de qué modo se retomará el nuevo ciclo de las visitas ad limina apostolorum?
En este 2013 serán los obispos italianos quienes irán en peregrinación a las tumbas de los apóstoles y a encontrarse con el sucesor de Pedro. La de ellos es una visita muy significativa porque el Papa es el Obispo de Roma, por lo tanto, tiene un vínculo muy estrecho con los obispos de Italia: podríamos decir que el Papa es “obispo italiano”. El desarrollo del Año de la Fe no permitirá la visita de otras Conferencias episcopales, considerando también la amplitud de la Conferencia episcopal italiana.
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Fuente: L’Osservatore Romano
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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