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Presentamos una entrevista que el vaticanista Paolo Rodari ha realizado al Arzobispo Luigi Negri sobre la renuncia del Santo Padre, la situación actual de la Iglesia y el futuro Papa. Ya unos días antes, y después de conocer la decisión de Benedicto XVI, el prelado había afirmado: “La Iglesia tiene ahora necesidad de un Papa que proceda, de modo riguroso y veloz, a una reforma intelectual y moral de la Iglesia misma, pero en primer lugar del episcopado y del clero”.
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Monseñor Luigi Negri, recientemente nombrado arzobispo de Ferrara-Comacchio, historiador de la Iglesia durante años en la Universidad Católica de Milán. Partimos de lo que tiene de positivo esta sorpresiva renuncia del Papa Benedicto XVI.
Mucho, sobre todo porque se trata de un acontecimiento.
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¿Qué tipo de acontecimiento?
Sustancialmente religioso. El Papa da el ejemplo a todos: con la renuncia dice que la Iglesia debe ser servida.
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¿Retirarse significa servir?
Ciertamente. Ha comprendido que las fuerzas físicas ya no lo sostienen y ha decidido dejar lugar a otro. Pero está también el signo de gran humildad y gran realismo, después de un pontificado marcado por la propuesta de una auténtica experiencia de fe centrada en la razón.
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¿Hay sólo dificultades físicas detrás de la renuncia?
Podemos decir que el contexto en el que ha madurado está evidentemente caracterizado por un alto nivel de problematicidad, en el cual se tiene la percepción de una soledad del Papa, unidad a una inadecuada colaboración. Por eso considero que se abre un problema no sólo para el sucesor sino para todos.
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¿Está diciendo que la Iglesia está dividida y que será difícil de aquí en adelante?
Estoy haciendo referencia a los conceptos muy serios que ha expresado el mismo Benedicto XVI tres días atrás en la basílica vaticana: basta de división, que se abra el tiempo de la unidad.
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¿A qué se refería el Papa?
Al clima en general. Es un momento de contraposiciones dramáticas a nivel también cultural y social. En la Iglesia se verifican cada vez que prevalecen, entre las diversas sensibilidades, prioridades políticas.
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¿Qué se necesita entonces?
Una sola cosa: conversión. La conversión de todos a la unidad que brota de la presencia de Cristo. Si todo parte de Cristo, nace la comunión en la que cada uno es portador de un don para el otro.
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¿Cómo llegar a esta unidad?
Debe haber una gran reforma sobre todo intelectual, antes que moral. Primero el reconocimiento de que la Iglesia es una y está unida porque reconoce a Cristo presente. A este reconocimiento seguirá luego una reforma moral, la cual, sin la unidad que acabo de mencionar, se convierte en moralismo.
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Difícil de entender…
No, muy fácil. La Iglesia, los obispos y el pueblo cristiano, todos juntos, deben volver a seguir lo mismo. Es decir, al magisterio del Papa y de la misma Iglesia. En este seguimiento unitario las diversas sensibilidades no pierden la propia identidad sino que sirven juntas a la misma causa.
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¿Por qué, hasta el día de hoy, están quienes no siguen el Magisterio?
Bueno, sí. Hay magisterios paralelos que han ido y van por caminos que llevan a la división. Por el contrario, se necesita la humildad de volver a seguir todos lo mismo. Sólo de aquí se puede llegar a aquella reforma moral que desea realmente también el Papa. Demasiadas veces en la Iglesia se oye incluso a sacerdotes que predican las propias ideas y no las verdades de la fe. En cambio, los sacerdotes deberían volver a estudiar el magisterio y la doctrina social de la Iglesia. En las universidades teológicas, en los seminarios, se necesitaría imponer el estudio del magisterio de modo que, quien es ordenado, sepa bien lo que, a su vez, deberá enseñar.
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¿Una tarea también para los laicos?
Ciertamente. Los sacerdotes deben enseñar a los laicos qué es correcto para la Iglesia y qué es equivocado, no infundir confusión. No por casualidad los valores no negociables han sido recordados varias veces por el Papa. Noto, por ejemplo, una gran pobreza de los temas no negociables en los programas políticos. Para mí es una falta grave. Culpa de los políticos, ciertamente, pero también la Iglesia debería hablar de esto con más fuerza y eficacia. No es un tema sobre el que se pueda negociar. Si la Iglesia dice en alta voz aquello que cree y que considera que es correcto para todo hombre, entonces también la clase política es ayudaba a reconocer. Si la Iglesia, en cambio, permanece tibia, es inevitable que lo sean también los políticos y sus programas de gobierno.
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¿Qué características debe tener, en su opinión, el sucesor de Joseph Ratzinger?
Debe ser un padre del pueblo, un pastor, capaz de vivir un servicio absoluto hacia todos, valorizando la comunión.
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Fuente: La Buhardilla de Jerónimo
Traducción: Il Giornale
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