No es ningún secreto que Benedicto XVI siente gran estima por este gigante de la iglesia de Inglaterra.
Ante la inminencia de la reunión del Comité de Consultores Teológicos para la aprobación de un milagro atribuido al Venerable Siervo de Dios y, por lo tanto, la cercanía de su beatificación, transcribimos aquí el testimonio en el que el actual Papa relata cómo conoció la figura de Newman.
En 1990 el entonces cardenal Joseph Ratzinger pronunció un discurso en Roma con motivo del centenario de la muerte del cardenal John Henry Newman. En él decía:
"Cuando en enero de 1946 pude comenzar a estudiar teología en el seminario de la diócesis de Freising, que por fin había vuelto a abrir sus puertas después de los desastres de la guerra, se decidió que nuestro grupo tuviera como prefecto a un estudiante más veterano, que ya antes de empezar la guerra había comenzado a trabajar en una disertación sobre la teología de la conciencia de Newman. Durante los años de su ocupación en la guerra no había abandonado este tema, que ahora volvía a retomar con nuevo entusiasmo y nuevas energías. Desde el primer momento nos unió una amistad personal, que se concentraba completamente alrededor de los grandes problemas de la filosofía y la teología. Ni que decir tiene que Newman estaba siempre presente en este intercambio. Alfred Läpple, pues era él el prefecto antes mencionado, publicó luego en 1952 su disertación, con el título El individuo en la Iglesia. La doctrina de Newman sobre la conciencia se convirtió entonces para nosotros en el fundamento de aquel personalismo teológico, que nos atrajo a todos con su encanto. Nuestra imagen del hombre, así como nuestra concepción de la Iglesia, se vieron marcadas por este punto de partida..."
1 Comentarios:
Permita Dios la pronta beatificacion del eminentisimo Cardenal Newman. Que por su siempre propiosia intersecion a atraido a ciantos de protestantes a la comunion plena con la Santa Iglesia Catolica de los cuales soy uno. Le estare eternamente a acradecido a Dios y su eminencia por permitirme el don incalculable de la fe plena tal como la resguarda nuestra Santa Madre, la Iglesia
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