jueves, 24 de febrero de 2011

Fuerte denuncia del Nuncio en Argentina: “El Papa es abandonado también por sacerdotes y obispos”

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Presentamos el texto de una homilía del Nuncio Apostólico en Argentina, Mons. Adriano Bernardini, publicada originalmente por la agencia AICA, y pronunciada con ocasión de la apertura de la asamblea de las Obras Misioneras Pontificias en la fiesta de la Cátedra de San Pedro. En la misma, el Arzobispo Bernardini se refirió a los ataques contra el Vicario de Cristo por su fidelidad a la Verdad y al abandono que sufre no sólo por parte de sus enemigos sino incluso de los ministros de la Iglesia.

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Es con verdadero placer que una vez más me encuentro en esta Sede de las Pontificias Obras Misioneras, para reunirme con todos ustedes tan empeñados en este apostolado. A todos auguro un nuevo año de trabajo en el espíritu de la Liturgia de hoy, festividad de la Cátedra de San Pedro, y sobre todo en el trozo del Evangelio que acabamos de leer.


“Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella” (Mt. 16,18)


Este texto de Mateo contiene dos elementos muy importantes:


-El primado de pedro y el de sus Sucesores en la Iglesia, que Cristo ha fundado, y por lo tanto del Santo Padre;


-La asistencia de Jesús a su Iglesia contra las fuerzas del mal.


Damos por descontado el primer punto, fundamental para la Iglesia, porque sin este primado de Pedro y la comunión con el mismo, no existe la Iglesia Católica. Permítanme, en cambio, algunas reflexiones sobre el segundo punto: las fuerzas del Mal, que Mateo llama “el poder de la Muerte”.


Asistimos hoy a un ensañamiento muy especial contra la Iglesia Católica en general y el Santo Padre en particular. ¿Por qué todo esto? ¿Cuál es el motivo principal? Lo podemos enunciar en pocas palabras: ¡Es la Verdad que nos da el Mensaje de Cristo!


Cuando esta Verdad no se opone a las fuerzas del mal todo va bien. En cambio, cuanto presenta la mínima oposición, surge una lucha que se hace calumnia, odio e incluso persecución contra la Iglesia y más específicamente contra la persona del Santo Padre.


Veamos algún punto de la historia, que es “la maestra de la verdad”.


Los años inmediatamente subsiguientes al Vaticano II transcurren en una euforia general para la Iglesia y en consecuencia para el Papa. Pero es suficiente la publicación de la Humanae Vitae, con la que el Santo Padre confirma la doctrina tradicional, en base a la cual el acto conyugal y el aspecto procreativo no pueden ser lícitamente separados, que estallan las críticas mas feroces contra Pablo VI, que hasta aquel momento había agradado al mundo. Sus simpatías por Jacque Maritain y por el humanismo integral habían abierto las esperanzas de los ambientes modernistas internos a la Iglesia y al progresismo político y mundano.


Lo mismo se repite más veces en el largo pontificado de Juan Pablo II. Cuando es elegido, las élites culturales occidentales están fascinadas por la lectura marxista de la realidad. Juan Pablo II no se adapta a este embarazoso conformismo cultural y traba con el comunismo un duelo muy duro, que lo lleva sin más a ser un blanco físico de un oscuro proyecto homicida.


Lo mismo le sucederá siempre a Juan Pablo II con respecto a la Bioética, sobre todo con la publicación de la Evangelium Vitae del 1995, un compendio sólido y sin detracciones sobre las principales cuestiones de la vida y de la muerte.


Y ahora, siempre por el amor a la “Verdad verdadera y Evangélica”, el blanco se ha vuelto sobre Benedicto XVI. Ya marcado con desprecio en los años precedentes como “guardián de la fe”, apenas elegido, acogido de inmediato por los comentaristas de todo el mundo con una mezcla de sentimientos, que iban de la rabia al miedo, al verdadero y propio temor.


Ahora, una cosa es cierta: El Papa Benedicto imprimió a su pontificado el sello de continuidad con la tradición milenaria de la Iglesia y sobre todo de purificación. Sí, porque a la inseguridad de la fe siempre le sigue la ofuscación de la moral.


En realidad, si queremos ser sinceros, debemos reconocer que año tras año ha aumentado, entre teólogos y religiosos, hermanas y obispos, el grupo de cuantos están convencidos que la pertenencia a la Iglesia no comporta el conocimiento y la adhesión a una doctrina objetiva.


Se ha afirmado un catolicismo “á la carte”, en el cual cada uno elige la porción que prefiere y rechaza el plato que considera indigesto. En la práctica un catolicismo dominado por la confusión de los roles, con sacerdotes que no se aplican con empeño a la celebración de la Misa y a las confesiones de los penitentes, prefiriendo hacer otra cosa. Y con laicos y mujeres que buscan sustraer un poco por vez, el lugar al sacerdote para ganarse un cuarto de hora de celebridad parroquial, leyendo la oración de los fieles o distribuyendo la comunión.


He aquí que el Papa Benedicto, precisamente por su fidelidad a la “Verdad” hace una cosa que escapó a la atención de muchos comentaristas: trae de nuevo, integralmente, el credo en la fórmula del concilio de Constantinopla, es decir en la versión normalmente contenida en la Misa. El mensaje es claro: recomenzamos de la doctrina, de los contenidos fundamentales de nuestra fe. “Sí, porque -escribe el teólogo y Pontífice Ratzinger- el primer anuncio misionero de la Iglesia hoy es puesto en peligro por teorías de tipo relativista, que entienden justificar el pluralismo religioso, no solo de facto, sino también de jure”.


La consecuencia de este relativismo, explica el futuro Benedicto XVI, es que se consideren superadas una serie de verdades, como por ejemplo: el carácter definitivo y completo de la revelación de Cristo; la naturaleza de la fe teologal cristiana con respecto a la creencia en las otras religiones; la unicidad y la universalidad salvífica en el misterio de Cristo; la mediación salvífica universal de la Iglesia; la subsistencia en la Iglesia Católica de la única Iglesia de Cristo.


He aquí, por lo tanto, la Verdad como causa principal de esta aversión y diría casi persecución al Santo Padre. Una aversión que tiene como consecuencia práctica su sentirse solo, un poco abandonado.


¿Abandonado de quién? ¡He aquí la gran contradicción! Abandonado por los opositores a la Verdad, pero sobre todo de ciertos sacerdotes y religiosos, no sólo Obispos, pero no de los fieles.


Así el clero está atravesando una cierta crisis, en el episcopado prevalece un bajo perfil, no obstante los fieles de Cristo están aún con todo su entusiasmo. Obstinadamente continúan rezando y van a Misa, a frecuentar los sacramentos y a rezar el rosario. Y sobre todo esperan en el Papa. Hay un sorprendente punto de solidez entre el Papa Benedicto y el Pueblo, entre el hombre vestido de blanco y las almas de millones de cristianos. Ellos entienden y aman al Papa. ¡Esto porque su fe es simple!. Por otra parte es la simplicidad la puerta de ingreso a la Verdad.


Durante esta Celebración Eucarística pidamos al buen Dios y a la Virgen poder formar parte, también nosotros de este tipo de cristianos.


Mons. Adriano Bernardini, Nuncio Apostólico


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Fuente: Agencia Informativa Católica Argentina

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martes, 22 de febrero de 2011

El Ordinariato anglicano de Estados Unidos se extiende a los anglo-luteranos

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El sitio web The Anglo-Catholic publica hoy un correo electrónico escrito por el reverendo Irl A. Gladfelter, metropolitano de la iglesia anglo-luterana católica, en el cual afirma la decisión de su comunidad – que cuenta con alrededor de 11000 miembros en el mundo – de formar parte del futuro Ordinariato norteamericano para los anglicanos que se unen a la Iglesia Católica según las provisiones de la Anglicanorum Coetibus.


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El 13 de mayo del 2009, la iglesia anglo-luterana católica (ALCC) envió una carta al Cardenal Walter Kasper, presidente del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos, declarando que la ALCC “desea deshacer los errores del padre Martín Lutero y regresar a la única, santa y verdadera Iglesia Católica establecida por nuestro Señor Jesucristo sobre el bienaventurado San Pedro”. Dicha carta fue redirigida a la Congregación para la Doctrina de la Fe, y la Congregación envió en junio del 2009 una respuesta a la ALCC en la que aseguraba que la petición de comunión plena estaba siendo seriamente estudiada.


No obstante esto, cuando el Santo Padre, el Papa Benedicto XVI, publicó gentilmente la constitución Anglicanorum Coetibus en noviembre del mismo año, la ALCC no respondió inmediatamente como hicieron otros. En lugar de esto, la ALCC – siendo de herencia luterana – alabó a Dios por la constitución apostólica y por el don ofrecido a nuestros hermanos y hermanas anglicanos, pero continuó aguardando con la esperanza de que nuetra petición también sería pronto concedida.


Sorpresivamente, en octubre del 2010, la ALCC recibió una carta del Arzobispo Luis Ladaria, secretario de la Congregación para la Doctrina de la Fe, informando a la ALCC que había sido designado para los Estados Unidos un delegado episcopal, el Cardenal Donald Wuerl, para asistir a dicha Congregación en la implementación de la Anglicanorum Coetibus (el Cardenal Wuerl era aún arzobispo por entonces). La carta agrega que “al tiempo que procedemos a la erección de los Ordinariatos, les invitamos a contactarse directamente con el Arzobispo Wuerl…”. La ALCC respondió humildemente con un sonoro “sí”, enviando una carta al Cardenal Wuerl en cumplimiento de lo propuesto en la correspondencia con la Congregación para la Doctrina de la Fe, pidiendo ser parte de esta maravillosa reunificación dentro del Cuerpo de Cristo.


Es con gran gozo y profunda gratitud que la ALCC hace conocer su intención de ingresar en el Ordinariato norteamericano bajo las provisiones de la Anglicanorum Coetibus, y espera con ansias servir, junto con todos nuestros hermanos y hermanas en Cristo, para deshacer la Reforma y restaurar la unidad visible y corporativa de la Iglesia de Cristo, Una, Santa, Católica y Apostólica.


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Fuente: The Anglo-Catholic


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 21 de febrero de 2011

“La Iglesia no es gobernada por decisiones de mayorías sino por la fe”

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En la Fiesta de la Cátedra de San Pedro, presentamos un bellísimo texto del Cardenal Joseph Ratzinger en el cual, interpretando las esculturas del altar de la cátedra de la Basílica de San Pedro, el actual Papa meditaba sobre la Iglesia y el ministerio petrino.

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Quien después de haber recorrido toda la grandiosa nave central de la basílica de San Pedro llega finalmente al altar que cierra el ábside, podría esperarse una representación triunfal de San Pedro, sobre cuya tumba ha sido construida esta iglesia.


Y, en cambio, no hay nada de eso: la figura del Apóstol no aparece entre las obras esculturales de este altar. En su lugar nos encontramos frente a un trono vacío, que parece casi mantenerse suspendido pero que, en realidad, está sostenido por las cuatro figuras de los grandes Padres de la Iglesia de Occidente y de Oriente. La luz tenue, que llega sobre el trono, proviene de la ventana de arriba, que está rodeada por ángeles suspendidos en al aire que, a su vez, conducen el flujo de la luz hacia abajo.


¿Qué significado puede tener este conjunto de esculturas? ¿Qué nos dice? Me parece que contiene una profunda interpretación de la esencia de la Iglesia y, con ella, una interpretación del magisterio petrino.


Comencemos por la ventana, que con sus tenues colores recoge lo que está en el interior y lo abre hacia el exterior y hacia lo alto. Ella vincula a la Iglesia con la creación en su totalidad: mediante la representación de la paloma del Espíritu Santo interpreta a Dios como la verdadera fuente de toda luz. Pero nos dice también otra cosa: la Iglesia misma es, en su esencia, una ventana, el espacio en que el misterio trascendente de Dios viene al encuentro de nuestro mundo; ella representa el hacerse transparente del mundo al esplendor de su luz. La Iglesia no existe por sí misma, no es un fin sino un inicio que remite más allá de sí misma y por sobre nosotros. Ella corresponde a la propia esencia en la medida en que se vuelve transparente para el otro del que proviene y al que conduce. A través de la ventana de su fe, Dios entra en este mundo y despierta en nosotros el deseo de lo que es más grande.


La Iglesia es llegada y partida: de Dios hacia nosotros, de nosotros hacia Dios. Su tarea es abrir de par en par más allá de sí mismo un mundo que se cierra en sí mismo, donarle aquella luz sin la cual sería inhabitable.


Veamos ahora el nivel sucesivo de este altar: la cátedra vacía de bronce dorado, que contiene una sede de madera del siglo IX, por largo tiempo considerada la cátedra del apóstol Pedro y que, por tal razón, fue colocada en este lugar. Se aclara ya de este modo el significado de esta parte del altar.


La sede de san Pedro dice aquello que más de una imagen podría decir. Expresa la presencia permanente del Apóstol, que está presente, como magisterio docente, en sus sucesores.


La sede del Apóstol es un símbolo de soberanía, es el trono de la verdad, que en la hora de Cesarea se convierte en el mandato suyo y de sus sucesores. La sede magisterial renueva en nosotros la memoria de las palabras pronunciadas por el Señor en el cenáculo: “Yo he rogado por ti, para que tu fe no desfallezca. Y tú, una vez vuelto, confirma a tus hermanos” (Lc. 22, 32).


Pero la sede del Apóstol se vincula también a otro recuerdo: las palabras de Ignacio de Antioquia, que en su carta a los Romanos, escrita en torno al año 110, llamaba a la Iglesia de Roma “aquella que preside en la caridad”.


Para presidir en la fe es necesario presidir en el amor: las dos cosas, de hecho, son inseparables. Una fe sin amor no sería la fe de Jesucristo. Pero la imagen de San Ignacio era todavía más concreta: la palabra “caridad” en el lenguaje de la Iglesia de los orígenes indicaba también la Eucaristía. La Eucaristía nace, de hecho, del amor de Cristo, que ha dado su vida por nosotros.


En la Eucaristía, Él continúa comunicándose con nosotros, se pone a sí mismo en nuestras manos. Mediante la Eucaristía sigue cumpliendo su promesa de atraernos a todos hacia sí, en sus brazos abiertos sobre la cruz (cfr. Jn. 12, 32). En el abrazo de Cristo somos conducidos los unos hacia los otros. Somos acogidos en el único Cristo y, de este modo, ahora nos pertenecemos mutuamente: no puedo considerar ya como un extraño a aquel que, como yo, está en el único abrazo de Cristo.


Ahora bien, estos no son remotos pensamientos místicos. La Eucaristía es la forma fundamental de la Iglesia: ésta se realiza en la asamblea eucarística. Y ya que todas las asambleas en todos los lugares y en todos los tiempos pertenecen siempre y sólo al único Cristo, ellas, en su totalidad, forman una única Iglesia. Se puede decir que, de algún modo, ellas extienden sobre el mundo una red de fraternidad y que vinculan entre sí a los de cerca y a los de lejos, de modo que por medio de Cristo son todos cercanos. Sin embargo, en nuestro modo de pensar habitual, está a menudo la idea de que el amor y el orden están en contraposición: donde hay amor, no hay más necesidad de orden, porque ya todo está claro. Pero se trata de un error, tanto respecto al orden como respecto al amor. El justo orden humano es una cosa muy distinta de la jaula en la que se encierra a las bestias feroces para mantenerlas vigiladas. El orden auténtico es atención al otro y a sí mismo, tanto más objeto de amor cuanto más es comprendido en su verdadero significado.


Por eso, el orden pertenece a la Eucaristía y su orden es el núcleo auténtico del orden de la Iglesia. La sede vacía, que remite al primado en el amor, nos habla por lo tanto del acuerdo entre amor y orden. En su dimensión más profunda nos remite a Cristo, como a Aquel que de manera más propia y auténtica preside en el amor.


Nos remite al hecho de que la Iglesia tiene su centro en la Misa. Nos dice que la Iglesia puede permanecer como una sola cosa a partir de la comunión con el Cristo crucificado. No hay habilidad organizativa que puede garantizar su unidad. Ella puede ser y permanecer Iglesia universal sólo si su unidad es más que organización, si vive de Cristo. Sólo la fe eucarística, sólo el reunirse en torno al Señor presente, puede hacerla duradera. Y de aquí adquiere sentido su orden.


La Iglesia no es gobernada por decisiones tomadas por mayorías sino por la fe, que madura en el encuentro con Cristo en la celebración eucarística. El ministerio petrino es primado en el amor, es decir, preocupación porque la Iglesia reciba su dimensión de la Eucaristía. La Iglesia estará tanto más unida en cuanto más viva del criterio eucarístico y en la Eucaristía se mantenga fiel al criterio de la tradición de la fe.


Tanto más entonces de la unidad crecerá también el amor que se dirige al mundo: la Eucaristía se funda, de hecho, en el acto de amor de Jesucristo hasta la muerte. Por otra parte, es claro que esto significa también que no puede amar quien ve el dolor como algo que debe eliminarse o, en todo caso, dejarse para los otros. “Primado en el amor”: al comienzo hemos hablado del trono vacío pero es ya claro que el “trono” de la Eucaristía no es el trono del poder sino la dura e incómoda sede de quien es servidor.


Miremos ahora al tercer nivel de este altar: a los Padres, que sostienen el trono del servicio. Los dos maestros del Oriente, Juan Crisóstomo y Atanasio, junto con los latinos, Ambrosio y Agustín, encarnan la totalidad de la tradición y, por lo tanto, la plenitud de la fe de la única Iglesia.


Dos reflexiones son importantes aquí. El amor se apoya sobre la fe. Esto se desmorona donde el hombre está privado de orientaciones; se desmorona donde el hombre no es ya capaz de escuchar a Dios. Como el amor y con el amor, también el orden y el derecho se apoyan sobre la fe, también la autoridad de la Iglesia se apoya sobre la fe. La Iglesia no puede pensar por sí misma como quiere ordenarse; puede sólo intentar comprender cada vez mejor la voz interior de la fe y vivir según ella.


No tiene necesidad del principio de mayoría, que siempre tiene en sí mismo algo de rígido: en nombre de la paz, la parte que pierde debe plegarse a la decisión de la mayoría, aún cuando esta decisión es una tontería o incluso perjudicial. En los ordenamientos sociales las cosas tal vez no pueden ir de otra manera. Pero en la Iglesia el vínculo con la fe nos tutela a todos: cada uno está vinculado a ella y, precisamente por eso, el orden sacramental garantiza más libertad de aquella que podrían garantizar aquellos que quieren someter también a la Iglesia al principio de mayoría.


A esto se agrega la segunda reflexión. Los Padres de la Iglesia aparecen como los garantes de la fidelidad a la Sagrada Escritura. Las hipótesis de la exégesis humana vacilan. No pueden sostener el trono. La fuerza vital de la palabra de la Escritura es explicada y hecha propia en la fe que los Padres y los grandes concilios han extraído de ella. Quien a ello se atiene, ha descubierto aquello que da un fundamento estable en el cambiar de los tiempos.


Al final, sin embargo, más allá de las partes singulares, no podemos olvidarnos del conjunto. De hecho, los tres niveles del altar nos transportan en un movimiento que es al mismo tiempo de ascenso y de descenso. La fe lleva al amor. Precisamente por esto se ve si es realmente fe. Una fe sombría, refunfuñadora, egoísta, es una fe falsa. Quien descubre a Cristo, quien descubre la red universal del amor que Él ha sembrado en la Eucaristía, debe ser alegre y debe a su vez convertirse en una persona que sabe dar. La fe lleva al amor, y sólo mediante el amor alcanzamos la altura de la ventana, la mirada al Dios viviente, el contacto con la luz fluctuante del Espíritu Santo.


De este modo, las dos direcciones se compenetran: de Dios viene la luz, se despiertan y descienden la fe y el amor, para luego acogernos en la escalera que por la fe lleva nuevamente al amor y a la luz del Eterno.


La dinámica interna en que el altar nos inserta deja entrever todavía un último elemento: la ventana del Espíritu Santo no está aislada en sí misma. Está rodeada por la rebosante plenitud de los ángeles, por un coro de alegría. El mensaje que esta imagen quiere comunicarnos es que Dios no está nunca solo. Esto estaría en contradicción con su esencia. El amor es participación, comunión, alegría. Esta percepción hace surgir también otra consideración: la luz se acompaña con la música. Parece realmente escuchar cantar a estos ángeles, dado que no logramos imaginar en silencio estas corrientes de alegría, y tampoco como palabras o como gritos, sino sólo como celebración de alabanza, en la cual armonía y multiplicidad se convierten en una única cosa. “Tú reinas entre las alabanzas de Israel”, se dice en el salmo (22, 4).


La celebración de alabanza es, por así decir, la nube de la alegría a través de la cual Dios llega y que lo acompaña en este mundo. Por eso, en la celebración eucarística la luz eterna entra en nuestro mundo y hace resonar el sonido de la alegría de Dios. En ella caminamos a tientas hacia el consolador esplendor de esta luz, emergiendo desde lo profundo de nuestras preguntas y de nuestra confusión y subiendo por la escalera que lleva de la fe al amor y abre así la mirada de la esperanza.


Joseph Ratzinger, “Imágenes de esperanza. Las fiestas cristianas en compañía del Papa”, San Paolo 1999.


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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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domingo, 20 de febrero de 2011

Libertad religiosa: la hermenéutica de Pablo VI

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Andrea Tornielli presenta hoy en su blog el texto de un apunte manuscrito del Papa Pablo VI sobre la libertad religiosa, escrito en los tiempos en que se discutía el decreto Dignitatis humanae durante el concilio Vaticano II. Presentamos nuestra traducción del artículo de Tornielli y del texto del Papa Montini.

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Una de las cuestiones “candentes” en los diálogos entre la Fraternidad San Pío X y la Santa Sede es, como se sabe, la interpretación del decreto conciliar Dignitatis humanae, dedicado a la libertad religiosa. El argumento es actual no sólo en el ámbito particular de aquellos diálogos: basta pensar en el debate historiográfico sobre el Concilio Vaticano II y las famosas dos hermenéuticas señaladas en diciembre de 2005 por Benedicto XVI, o en las discusiones suscitadas por el reciente libro del profesor De Mattei sobre el Concilio, o incluso en el llamamiento para invitar al Papa Ratzinger a reconsiderar su decisión de convocar a las religiones mundiales a Asís en el 25º aniversario del encuentro querido por su (casi beato) predecesor.


Resulta iluminador, al respecto, leer un apunte manuscrito de Pablo VI, fechado en 1965, es decir en plena discusión conciliar, y dedicado a la libertad religiosa. Como es conocido, aquella difícil declaración en su formulación definitiva definió el derecho a la libertad religiosa como un derecho a la inmunidad (la fórmula del “nemo cogatur nemo impediatur”, en materia religiosa nadie sea obligado y nadie sea impedido). Ahora, algunos sostienen que el resultado del documento conciliar fue el de poner las religiones al mismo nivel, de haber favorecido el indiferentismo, incluso el sincretismo. Los Pontífices, en cambio, han sostenido siempre que éstas eran sólo interpretaciones erradas de Dignitatis humanae. Ahora un Papa teólogo – al que ciertamente no se le puede reprochar poca claridad sobre el tema – ha decidido convocar una nueva reunión de Asís: puede ser útil releer el apunte de Pablo VI que está en las actas del Concilio. Lo propongo íntegramente.


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Annotationes Manu Scriptae


De libertate religiosa


6  de mayo de 1965


I – Libertad religiosa


1) Puede ser entendida como derecho natural (y, por lo tanto, digno de respeto por todos como derecho natural y por eso digno de respeto y de defensa también por la Iglesia, fundado en la dignidad y en la libertad de conciencia de la persona humana).


2) O bien como derecho positivo de facto, como en la práctica lo concibe y lo regula la sociedad actual. En una sociedad pluralista, como hoy es por todas partes, y según el principio cristiano que distingue dos autoridades: césar y Dios, no se reconoce a la autoridad civil el derecho de legislar en materia religiosa; resulta que toda religión de facto debe ser respetada y protegida por el Estado, en el ordenado ejercicio de su actividad, en el ámbito del orden público y en el respeto de las opiniones de los otros. Este estado de las cosas es sin duda aceptado hoy por la Iglesia, que lo define más bien “tolerancia” que derecho natural. Murray (Aggiorn. Soc. p.307-apr. 1965) dice superada la teoría de la tolerancia referida al Estado. ¿Pero referida a la Iglesia? El Estado no puede ser juez de la verdad religiosa, y por eso debe reconocer a los ciudadanos la “libertad” de pensar religiosamente como ellos creen. La Iglesia, en cambio, está segura de la propia verdad religiosa y por eso: a) no pudiendo imponerla obligando a otros a aceptarla, b) debe tolerar que otros sean libres frente a ella.


3) Puede ser entendida como inmunidad de coacciones externas; libertad de, nemo cogatur; y como capacidad (jurídica o de facto) de profesar una religión: libertad para; nemo impediatur, dentro de ciertos límites de orden público, de respeto a los demás, de pública moralidad, etc.


4) Puede referirse a la persona individualmente – y puede referirse a grupos, asociaciones, comunidades. Y puede referirse a la Iglesia respecto al Estado, cuando la Iglesia reivindica la propia libertad religiosa; y puede referirse al Estado que debe conceder y tutelar la libertad religiosa – tanto pluralista, es decir, en igual forma y medida para toda religión, como preferencial, para la religión propia del pueblo en su conjunto, de la nación (historia, conciencia popular, etc.).


II- Libertad religiosa


1) Puede estudiarse en las manifestaciones históricas, tanto del Antiguo testamento y los diversos pueblos, como en la vida y en los documentos de la Iglesia; y debe estudiarse en los pensamientos de Cristo, en el Evangelio y en el Testamento en general, tanto bajo el aspecto “nemo cogatur” (cfr. por ejemplo, la parábola del trigo y la cizaña, o bien Lc. 9, 55: nescitis cuius spiritus estis, o bien Jn. 18, 11: mitte gladium tuum in vaginam) como bajo el aspecto del nemo impediatur, referido a la libertad de predicar y testimoniar la verdad religiosa (cfr. los mártires).


2) Puede estudiarse todavía:


- como libertad del acto de fe, en la persona individual; aspecto fundamental que reconduce la consideración al derecho de la conciencia individual.

- como libertad de la autoridad de la Iglesia de ejercer su misión y de gobernarse según las propias leyes en su interior deontología.


3) No se debe confundir con la indiferencia, el agnosticismo, la indeterminación, etc., es decir, en una libertad negativa. Debe establecerse, en cambio, en:

- el deber de la búsqueda de la verdad;

- el deber de la fidelidad a la verdad;

- el deber de la enseñanza de la verdad;

- el deber de la profesión y de la defensa de la verdad religiosa, que es objetivamente una sola y que en su plenitud es la de la revelación cristiana, custodiada y enseñada por la Santa Iglesia católica.


Y en su aspecto práctico: ventajas y méritos.

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Fuente: Sacri Palazzi

Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 18 de febrero de 2011

Tornielli, sobre la Instrucción: “No es cierto que sea restrictiva”

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En un breve comentario en su blog Sacri Palazzi, el vaticanista Andrea Tornielli ha informado lo que él conoce respecto a la próxima instrucción sobre el Motu proprio Summorum Pontificum. Lo presentamos en lengua española.

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Esto es lo que sé:


No corresponde a la verdad que la instrucción sobre el Motu proprio sea restrictiva y sea una dilución de la voluntad papal expresada en el Motu proprio.


Es cierto que la instrucción no hace mención del rito ambrosiano: Ecclesia Dei tiene competencia sobre el rito romano. En lo que respecta al rito ambrosiano, la competencia no es de Ecclesia Dei sino de la Congregación para el Culto Divino, y por lo tanto se explicará que Summorum Pontificum  se aplica a todos los ritos de las órdenes religiosas que son variaciones del rito romano. En lo que respecta al rito ambrosiano, la competencia no es de Ecclesia Dei sino de la Congregación para el Culto Divino.


Por lo tanto, es cierto que en la instrucción no se cita el rito ambrosiano pero no es cierto que Summorum Pontificum no se aplique a los ritos de las órdenes religiosas (por ejemplo, el dominico), como se temía en las anticipaciones de algunos blogs.


El otro punto considerado “restrictivo” concierne a las ordenaciones sacerdotales. Summorum Pontificum, que cita todos los otros sacramentos, no cita en cambio la posibilidad de celebrar las ordenaciones sacerdotales en el rito antiguo. Desde su publicación hasta hoy ha ocurrido que en alguna diócesis ha habido ordenaciones sacerdotales según el rito antiguo: los obispos han pedido el permiso a Roma y en algún caso ha sido concedido.


Ahora la instrucción aclara este punto y explica en qué condiciones es posible celebrar en el rito antiguo las ordenaciones sacerdotales. No se puede hablar en realidad de intento restrictivo, en cuanto Summorum Pontificum no citaba de hecho este caso.


Lo que, según lo que sé, es equivocado en las anticipaciones, es el sentido general de la instrucción, presentada como una dilución que restringe las posibilidades para los fieles y relega el rito antiguo sólo al ámbito del mundo de los así llamados tradicionalistas, en lugar de presentarlo como una posibilidad para todos en el sentido querido por el Papa (es decir, que el antiguo ayude al nuevo y el nuevo ayude al antiguo).


Mis fuentes me dicen que no es verdad. Y que, por el contrario, con la instrucción serán fijados los pestillos que permitirán mejor a los fieles obtener lo que el Papa ha establecido.


Debo desmentir también – por lo que he podido saber – la noticia de una intervención directa de Mons. Charles Scicluna sobre el texto para empeorarlo o diluirlo: Scicluna es promotor de justicia de la Congregación para la Doctrina de la Fe, participa por derecho en las consultas, y Ecclesia Dei está ahora insertada en el ex Santo Oficio. Por lo tanto, también él ha participado en la discusión, ha hecho propuestas, algunas han sido recibidas, otras no.


Esto es lo que he podido saber…


Andrea Tornielli


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Fuente: Sacri Palazzi


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 17 de febrero de 2011

Presidente de Una Voce, sobre el trabajo de Ecclesia Dei: “Los signos son alentadores”

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Presentamos nuestra traducción de una entrevista concedida por Leo Darroch, presidente de la Federación Internacional Una Voce.


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Usted es el presidente de la más antigua organización creada para apoyar la Misa tradicional en latín. ¿Podría darnos una breve introducción a lo que es Una Voce y a su trabajo?


Hacia el final del Concilio Vaticano II, se dio en el laicado una creciente preocupación por la continuidad de la herencia litúrgica de la Iglesia. Como resultado, a fines de 1964 y a principios de 1965, se formaron una cantidad de asociaciones nacionales. A principios de 1965 se reunieron en Roma los delegados de seis asociaciones europeas, y la Federación Internacional Una Voce fue formalmente erigida el 8 de enero de 1967, cuando los delegados de 20 asociaciones aprobaron los estatutos y eligieron el primer consejo.


La Federación es un movimiento de laicos, y sus metas principales consisten en asegurar que el Missale Romanum del Papa Juan XXIII (la edición de 1962) se mantenga en la Iglesia como una de las formas de la celebración litúrgica, y en salvaguardar y promover el uso del latín, del canto gregoriano y de la polifonía sacra. Representa a asociaciones de más de 30 países. Desde la promulgación del motu proprio Summorum Pontificum en julio del 2007 se han recibido, en mayor número, distintos pedidos de información y asistencia de lugares tan alejados como Panamá y Japón. Cada dos años se convoca en Roma una asamblea general, y se realizan las elecciones para el consejo y la presidencia. La Federación no es una organización dirigida por un comité central. Cada asociación nacional es un cuerpo autónomo al que se anima a hacer todo lo posible para alcanzar los objetivos de la Federación a nivel local. No obstante esto, los que lideran la Federación están mejor posicionados para representar las preocupaciones comunes de los católicos tradicionales del mundo entero, a un nivel más alto de gobierno de la Iglesia.


La Federación es reconocida por la Santa Sede, sus puntos de vista son recibidos con cortesía y respeto por las Congregaciones romanas correspondientes, y sus representantes son recibidos en ellas de la misma manera. Con los años, ha hecho exitosas intervenciones en Roma en numerosas ocasiones, para salvaguardar la Misa tradicional y la práctica litúrgica antigua.


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¿Cuál es su valoración acerca de la implementación del Motu proprio Summorum Pontificum desde el 2007? En los comentarios de apertura al tercer informe anual de la Federación, usted remarcó la clara oposición de una gran parte del episcopado en todo el mundo. ¿Podría agregar algo al respecto?

El Motu proprio fue recibido con gran gozo por los miembros de la Federación, y nuestro trabajo ha crecido notablemente desde entonces. Muchos obispos han respondido obedientemente al motu proprio, y esto ha resultado en grades beneficios para el clero y los laicos en sus diócesis, donde hay parroquias que se vieron rejuvenecidas, especialmente en los Estados Unidos. Sin embargo, es también verdad que un gran número de obispos no ha respondido al pedido del Papa Benedicto de “abrir generosamente los corazones y dar lugar a todo lo que la fe misma permite”. La tercera parte de nuestro informe provee detalles de asociaciones miembros en lugares donde los obispos han ignorado o han rechazado los pedidos legítimos, incluso cuando algunos sacerdotes habían dicho que les gustaría celebrar el usus antiquior con sus fieles.


Aunque el Santo Padre, el legislador supremo, ha dado permiso directamente a los sacerdotes, es un hecho que muchos obispos parecen incapaces de aceptar que Summorum Pontificum es una Carta Apostólica – un decreto papal – y no un indulto (como Ecclesia Dei adflicta, de 1988) según el cual se requiere su permiso; así están rehusando aceptar la voluntad expresa de la más alta autoridad.


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Algunas personas continúan pensando que la Misa tradicional en latín está reservada a un grupo de europeos anticuados y de clase alta. ¿Es ésa su experiencia? En el motu proprio, el Papa declara su esperanza de que la reintroducción del Misal del Beato Juan XXIII alcance no sólo a los “tradicionalistas” sino a todos los católicos. ¿Diría usted que esa meta se ha logrado?


Este argumento es propuesto o por aquellos que ignoran el trabajo de la Federación, o por aquellos que desean desacreditar nuestro movimiento. Aunque el movimiento se inició en la década del ’60 y principalmente fue motivado por un grupo de europeos cultos, esto se debió a que ellos estaban mejor posicionados, en ese momento, para lanzar tal movimiento. Desde entonces, la Federación se ha expandido a cada esquina del mundo, y la mayoría de los nuevos grupos se forma cubriendo todo el espectro social; entre sus líderes hay tanto hombres como mujeres.


La descripción “tradicionalista” se usa a menudo para indicar a alguien que ha experimentado la Forma antigua antes de que la nueva Misa fuera introducida en 1970, pero el Santo Padre está absolutamente en lo correcto al afirmar que los jóvenes han “encontrado el Misterio de la Santísima Eucaristía” y se han visto atraídos por él. Sin excepción, los nuevos grupos que se forman son organizados y dirigidos por jóvenes en sus veinte o treinta años. Por ejemplo, actualmente estoy trabajando con pedidos de Indonesia, Kenya, Panamá y Japón. Todos estos grupos son dirigidos por jóvenes de menos de 35 años. Es bastante claro que el Santo Padre, con su preocupación pastoral por toda la Iglesia, está más a tono con los deseos de los fieles y los sacerdotes que muchos obispos que parecen no tener conocimiento o interés más allá de las fronteras de su propia diócesis. A medida que más y más personas descubren el usus antiquior, hay más pedidos de consejo y guía por parte de laicos para formar grupos de Una Voce.


Pero no son sólo laicos los entusiasmados con el resurgimiento de la Liturgia tradicional; también hay clérigos y religiosos. El número de sociedades sacerdotales y órdenes religiosas (tanto masculinas como femeninas) que usan el Misal tradicional está creciendo año a año. Y son predominantemente jóvenes. En nuestro website damos una lista, quizá incompleta:  www.fiuv.org.


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Un año después de la reorganización de la Pontificia Comisión Ecclesia Dei (PCED), un movimiento largamente esperado por los fieles, ¿podemos decir que algo cambió en Roma? ¿Cree que es la institución apropiada para asegurar la aplicación justa y generosa del motu proprio?


No diría que la PCED fue reorganizada hace un año, sino que ha comenzado el proceso de su reorganización, lo que no es lo mismo. Aún se está desarrollando. Creo que para todos es claro que la PCED es ahora mucho más fuerte que lo que ha sido desde sus inicios, y esto es algo bueno. Recientemente aumentó mucho el área de su trabajo, por lo que probablemente haya un incremento apropiado en el número de los que allí trabajan, para tratar con la expansión de la tarea. Según mis observaciones, los signos son alentadores. Monseñor Pozzo es un excelente Secretario y administrador. Como nunca antes, todos los sacerdotes que han sido nombrados para trabajar en la Comisión celebran la Misa tradicional diariamente y tienen afinidad con los laicos que, como los miembros de la Federación Una Voce, desea dar culto al Dios Omnipotente según los libros que estaba en vigor en 1962.


No creo estar en el lugar de comentar acerca de si la PCED es o no la institución apropiada. Esta Comisión fue erigida por el Papa Juan Pablo II, y ahora ha sido ubicada en la Congregación para la Doctrina de la Fe por el Papa Benedicto XVI. El motu proprio no trata sólo sobre Liturgia, sino sobre los obispos, el clero, el laicado: ¿Qué Congregación o institución sería realmente apropiada?


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Usted estuvo en Roma a mediados de noviembre para presentar su informe a distintos prelados curiales. Sabemos que el reporte del 2009 fue muy apreciado por los documentos y fotografías que contenía acerca de las sesiones de práctica para los sacerdotes. ¿Podría decirnos cómo ha sido recibido este tercer informe?


Durante los seis días que estuve en Roma con Jason King, el vice-presidente, y con Rodolfo Vargas Rubio, el secretario, hemos tenido reuniones en las Congregaciones para el Culto Divino, para el Clero, para los Obispos, para la Educación Católica, en la Signatura Apostólica, en la Secretaría de Estado, y dos reuniones en la PCED. También tuvimos la fortuna de recibir invitaciones del Cardenal Burke a una recepción en el Colegio Norteamericano inmediatamente después del Consistorio del 20 de noviembre; y a la tarde siguiente nos reunimos con él en su oficina en el Palazzo della Cancelleria. Presentamos copias de nuestro informe en todos los dicasterios, y fueron bien recibidas. Aunque el informe está pensado en primer lugar para el Santo Padre y la PCED, también contiene información que es pertinente a todos los dicasterios. No es la práctica de la Federación el revelar las conversaciones privadas tenidas en Roma, pero la respuesta a nuestro informe fue de buena acogida.


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Fuente: Paix Liturgique


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 16 de febrero de 2011

El documento de aplicación del Motu Proprio existe y no es un paso atrás

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Ante los rumores difundidos en algunos medios que indican que el documento para la aplicación del Motu Proprio Summorum Pontificum implicará un paso atrás y diluirá lo expresado en el documento pontificio del año 2007, el vaticanista Paolo Rodari ha publicado esta breve información en su blog, que aquí ofrecemos en lengua española.

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Escriben aquí, aquí y aquí que en el Vaticano están tratando de diluir el decreto de aplicación del Motu proprio Summorum Pontificum.


En resumen, según los blogs arriba citados, el decreto, en lugar de dar un mayor impulso al Motu proprio explicando a los obispos cómo aplicarlo del mejor modo, diría que la liturgia antigua es una concesión hecha sólo a los “tradicionalistas”, en reconocimiento de una “sensibilidad” particular. Escriben también los blogs que los artífices de esta dilución serán monseñor Charles Scicluna, promotor de justicia maltés en la Congregación para la Doctrina de la Fe, y el cardenal Antonio Cañizares Llovera, prefecto de la Congregación para el Culto Divino.


Personalmente hice todas las debidas verificaciones y puedo decir que, según fuentes internas del Vaticano, las noticias dadas aquí arriba “son totalmente privadas de fundamento”. El decreto de aplicación no diluirá nada y ni Scicluna ni Cañizares están trabando en ese sentido.


La Pontificia Comisión Ecclesia Dei, que es actualmente presidida por el prefecto de la Doctrina de la Fe, el cardenal William Joseph Levada, tiene ya listo el texto del decreto, está esperando que el difícil trabajo de las traducciones termine, y espera publicar todo (siempre que las traducciones no sufran retrasos) antes de Pascua.

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Fuente: Palazzo Apostolico


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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lunes, 14 de febrero de 2011

Entrevista a Mons. Ratzinger: “Para mí estar en casa es estar con mi hermano”

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Ofrecemos nuestra traducción de una bella entrevista realizada a Mons. Georg Ratzinger, hermano mayor del Papa Benedicto XVI, por la vaticanista Angela Ambrogetti.

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La música sacra es también hoy una ocasión para acercarse al mundo de la música en absoluto. Palabra de monseñor Georg Ratzinger, hermano del Papa Benedicto XVI, por décadas director del coro de los Gorriones de la Catedral de Ratisbona. El pasado 25 de octubre fue condecorado con el Premio “Fundación pro música y arte sacra”, ligado al Festival internacional de Música y Arte sacra dedicado al Papa Benedicto en el quinto año de Pontificado. Georg Ratzinger viene con frecuencia a Roma. En los pasados días fue operado de las rodillas y ahora afronta con su habitual buen humor y disciplina la terapia de rehabilitación, preparándose para volver a Roma apenas pueda para ver nuevamente al hermano.

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¿Cuál es el primer recuerdo del hermano menor?


Es difícil responder y recordar. Del nacimiento recuerdo poco, éramos pequeños e incluso en el bautismo no estuve presente porque fue bautizado enseguida y nosotros, los hermanos más grandes, no fuimos porque hacía mucho frío. Luego, en la vida cotidiana llegó este niño tan pequeño y sinceramente no sabía mucho qué hacer con este niño tan pequeño.


Luego, cuando crecimos un poco, éramos los dos varones y jugamos mucho e hicimos juntos muchas cosas. Si bien al comienzo yo estaba más vinculado a mi hermana, porque éramos los dos hijos mayores, en casa, sin embargo, con los años se construyó un contacto más intenso con el hermano menor. Los dos preparábamos juntos el pesebre y luego entre los juegos más frecuentes había juegos espirituales, nosotros lo llamábamos el “juego del párroco” y lo hacíamos nosotros dos, nuestra hermana no participaba. Se celebra la misa y teníamos casullas hechas por la costurera de mamá precisamente para nosotros. Y por turno éramos el celebrante o el monaguillo.


Luego el seminario, y la pasión por la liturgia, la música, el estudio… Ha sido un desarrollo continuo. Desde pequeños vivimos con un amor por la liturgia y esto prosiguió poco a poco en el seminario, pero no se agregó la música fuera de la liturgia. Era todo una sola cosa.

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En aquellos años y siendo muchachos, ¿tenía preocupaciones, temores o esperanzas por el hermano menor que seguía su camino?


No había ningún motivo por el cual preocuparse. Siempre me interesé por lo que hacía, por sus proyectos, pero serenamente.

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¿Después de la primera Misa?


Por tres años estuvimos separados porque en 1947 Joseph fue a Múnich y en 1950 nos reencontramos en Freising. Después de la ordenación, desde noviembre de 1951 hasta octubre de 1952, estuvimos en parroquias vecinas y estaba en el medio sólo un parque en Múnich. Yo tenía la iglesia de san Luis y Joseph la de la Preciosísima Sangre.


Es verdad que sobre todo Joseph aceptó convertirse en profesor en Bonn también en vista de la utilidad de la familia. En 1955 nuestros padres se mudaron por él a Freising y en 1956 se sumó también nuestra hermana, y así cuando yo estaba libre, siempre iba con la familia en Freising. El hermano menor era la referencia para todos, no era un problema para nosotros.

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¿Y cuándo se convirtió en obispo y cardenal?


Primero estuvimos separados mientras Joseph estaba en Bonn, Münster y Tubinga. Luego nos reencontramos finamente en Ratisbona, donde yo dirigía los Domspatzen y mi hermano estaba en la universidad. Fue un período muy bello e intenso, los tres hermanos estábamos reunidos. Ciertamente con el nombramiento y el traslado a Múnich, aunque la distancia no era mucha, era más bien la falta de tiempo la que nos mantenía alejados porque Joseph estaba comprometido como obispo y cardenal.

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¿Y el traslado a Roma?


Ha sido, en efecto, un poco como una pérdida cuando se trasladaron a Roma, también porque sabía que para mi hermano era una gran responsabilidad y que tendríamos pocos contactos.


Tres veces al año yo iba a Roma, sobre todo en verano, y en Navidad mis hermanos venían conmigo, en su casa en Pentling y nos gustaba mucho, aquella era precisamente su casa. Pero sobre todo estaban las citas fijas para verse, como para la Ascensión, cuando mi hermano venía para el retiro espiritual y luego se quedaba algunos días en Pentling. En agosto íbamos de vacaciones juntos, a Bad Hofgastein, a Bressanone, a Linz.

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En el período en que estabais lejos, ¿hay un episodio particular que Joseph contaba?


Siempre el momento más bello era la llegada del cardenal que volvía a su tierra. Aterrizaba en Múnich, lo iba a buscar el señor Künel, y cuando yo era todavía director del Coro, venía para una cena solemne. Esto marcaba el comienzo de las vacaciones y era muy bello. Y luego, después de que me retiré, esta cena se realizaba en la Lutzgasse, donde todavía vivo. Era un verdadero rito de acogida si bien no había una exhibición del coro. Y siempre se hacía una cena de comidas elegidas que le gustaban particularmente.

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¿Y ahora cómo lo recibe el Papa en Roma? ¿Hay un rito?


Es siempre un momento muy festivo y solemne cuando se desciende del avión. En el aeropuerto me vienen a buscar con el automóvil, con los coches de la policía. Todos son muy gentiles, y yo puedo entrar en el auto y me traen enseguida aquí. Y entonces pienso en todos los que deben encontrar un medio público, y los problemas con las valijas; yo, en cambio, llego solemnemente…


Es siempre una bienvenida alegre por parte de las memores, los secretarios, sor Cristina, que hacen la acogida muy hermosa. Luego voy a visitar a mi hermano a su habitación. Ese es nuestro primer encuentro, y para mí es volver a casa, en esta situación familiar con las memores y así sucesivamente, y con el encuentro con él, cuando nos contamos las últimas novedades.


Para mí, estar en casa es el encuentro con mi hermano dondequiera que sea. Y siento que la familia del Papa se ha convertido también en mi familia.

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¿Algún recuerdo del pasado?


María completaba el trío. Desde que no está, ya no existe este trío. Naturalmente su presencia hacía presente también a nuestros padres. Aunque faltaban, ella fue la siempre la persona que nos hacía pensar en ellos.

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¿Y cuándo supo la noticia de que hermano se había convertido en Papa?


Durante el cónclave nunca pensé que mi hermano pudiese convertirse en Papa. Aunque otros me lo preguntaron, yo estaba siempre convencido de que no era posible porque era ya demasiado anciano. Me acordaba del Papa Juan XXIII, que era incluso un año más joven, y el colegio de los cardenales estaba reducido. El Papa Pío XII no había creado más cardenales y, por lo tanto, hubo una elección limitada. Pero en el 2005 no era así, por lo cual no se lo esperaba.


Luego, cuando llegó la noticia, la primerísima reacción fue de tristeza porque era consciente del hecho que, como Papa, habría sido llevado fuera de su vida privada y personal. Pero no sabía, en cambio, que se puede mantener una relación muy personal con el Papa y encontrarlo como hago ahora, con todos los privilegios que he recibido para ir y venir. Tengo todas las facilidades para, de todos modos, encontrar al Papa como hermano.

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¿Habláis de Baviera, hay nostalgia por la tierra de origen?


No hay una nostalgia propiamente dicha. Se crece y se madura. Naturalmente él se interesa por Ratisbona, por los vecinos, por las personas que conoce de antes, compañeros de estudio y así sucesivamente. Esto le interesa mucho.

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Hay una curiosidad que tenemos muchos, ¿el Papa tiene todavía gatos?


Sí, nos gustan mucho los gatos, cuando nos trasladamos a Hufschlag teníamos nuestros gatos y otros pasaban por el jardín. Nos gustan los gatos pero ahora están sólo los de Pentling.

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¿Cuál es su pensamiento frecuente para su hermano?


Mi pensamiento para él es que cada mañana pueda tener la salud y la fuerza que necesita para realizar su misión.

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Volvamos a hablar de música: ¿Tocáis juntos ahora?


No juntos porque ya no puedo leer más la música, sólo puedo tocar de memoria.

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¿Y a cuatro manos?


Lo hacíamos siendo jóvenes, pero no mucho.

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¿Y cómo es el Papa como pianista?


Sin duda tiene mucho talento que luego no ha desarrollado mucho porque ha dedicado más tiempo a los libros. Y cuando estaba yo, era yo quien tocaba, y él se sentía avergonzado y no tocaba.

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Finalmente, con monseñor Ratzinger se habla siempre de música, y también de educación a la música y de cómo la música sacra tiene todavía hoy un valor no sólo artístico sino también didáctico.


“Seguramente es todavía muy importante hablar de música sacra también hoy. Y además es una ocasión para aquellos que viven en los pequeños centros de tener el primer contacto con la música en absoluto. A menudo el primer conocimiento musical viene a través de la música sacra”. Nos explica también el hermano del Papa que “es importante para quien se ocupa de música sacra hacer descubrir el sentido mismo de la música. Y la música sacra hace a la liturgia más comunicativa, también más alegre y más bella, y por eso tiene un enorme valor”. Luego un ejemplo concreto: “Me acuerdo de un grandísimo bajo, Walter Berry, cuya voz maravillosa ha sido descubierta porque cantaba en el coro de su parroquia, y así comenzó su carrera”.


A pesar de sus 87 años y los ojos cansados, Georg Ratzinger conserva el fresco entusiasmo de un joven cuando se habla de música, y cuando le pregunto si el hermano hoy pontífice toca bien, responde: “¡Ciertamente tiene mucho talento!”. Y se lamenta de no poder ya tocar junto a él.


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Fuente: Il Portone di Bronzo


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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sábado, 12 de febrero de 2011

El Card. Kasper contra los críticos del celibato: “Hay una crisis de fe”

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La Iglesia hoy ya no es “poderosa e influyente como fue una vez”; al contrario, nosotros los católicos nos hemos vuelto pocos y “pronto, tal vez, no seremos ya tampoco mayoría”.


Por esto urge una “renovación de la fe” en Alemania – donde, en las grandes ciudades, “ya no somos más mayoría y no lo somos, de hecho, si contamos a aquellos que se declaran practicantes” – como en el resto de Europa. Es un lúcido análisis el ofrecido por el cardenal Walter Kasper durante la Misa de acción de gracias por la actividad desarrollada como presidente del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, celebrada el domingo pasado, 6 de febrero, en la iglesia romana de Santa Maria dell’Anima.


En la homilía, el purpurado – con el cual concelebraron su sucesor en el dicasterio ecuménico, el cardenal Kurt Koch, y el obispo austríaco de Graz-Seckau, Egon Kapellari – ha hablado también del celibato sacerdotal, aclarando la propia posición luego de una encendida polémica en los medios. “Leyendo los periódicos – comentó – se tiene la impresión de que la mayoría está en contra. Estoy contento de no pertenecer a esta mayoría”, agregó, subrayando que para él “el celibato es un testimonio de seguimiento radical de Cristo, como debería ser, en particular, para los sacerdotes. Es el signo de que se existe para Cristo y para el Reino de Dios. Es aquella pizca de sal, que no todos pueden ser, pero que hace bien a todos. Adaptarse – concluyó – no ayuda”.


El purpurado, de hecho, había centrado la reflexión en las dos afirmaciones del Evangelio proclamadas poco antes: “Sois la sal de la tierra”, “Sois la luz del mundo”. Tomadas del sermón de la montaña del evangelista Mateo, ellas explican qué significa ser discípulos de Jesús, y es significativo que sean pronunciadas inmediatamente después de las bienaventuranzas, las cuales muestran – hizo notar el cardenal – que los verdaderos bienaventurados no son “los hombres ricos y poderosos, políticamente influyentes, ni los grandes magnates, ni una élite de intelectuales que determinan la opinión pública y dictan abiertamente los parámetros”; por el contrario, los verdaderos bienaventurados son “los pobres, los afligidos, los no violentos, los que tienen hambre, los misericordiosos, los pacientes y los constructores de paz. Por lo tanto, personas sencillas, personas que viven al margen del gran mundo”. Y no es casual que del exiguo grupo de hombres y mujeres sencillas de entonces haya surgido la Iglesia, que “por más de dos mil años ha superado terribles persecuciones y ha sobrevivido a muchos regímenes e imperios poderosos. Por eso – explicó actualizando el discurso – hoy no debemos desalentarnos ni perder el ánimo. No debemos perturbarnos por el hecho de ser pocos o tal vez convertirnos en una minoría, si es es la voluntad de Dios”.


Según el historiador Arnold Toynbee, en las situaciones difíciles de la historia de la humanidad, como la actual, han sido siempre las minorías quienes han encontrado una salida. “Así fue al comienzo de la Iglesia – dijo el cardenal Kasper – y siempre en el curso de su historia. Lo determinante es la calidad, no la cantidad. Si somos una minoría calificada y creativa, que tiene una identidad y que sabe quién es y qué quiere, entonces no deberíamos preocuparnos”. Es cierto, “hoy para nosotros, en Europa, el fuego de Cristo parece apagarse. La verdadera crisis es una crisis de la fe en Dios y en Jesucristo”. Por eso “se necesita una renovación” gracias a cristianos que no caigan en la “tentación de no querer ser ya sal sino sólo minestra, de no quererse distinguir y de quererse disolver en la masa general, de esconderse, de no querer ya cambiar el mundo sino de querer solamente adaptarse”. Porque un cristianismo “diluido, cuya sal se ha vuelta insípida, no sirve a nadie y todos lo desprecian. Sólo un cristianismo radical, comprendido en el sentido correcto, puede ser convincente”.


Finalmente la referencia al motivo de fondo de la celebración. “En el mundo antiguo – recordó Kasper – la sal era también intercambiada al momento de sellar un pacto. Si en los últimos once años he contribuido un poco a que se dieran al menos algunos pequeños pasos adelante en la paz entre los cristianos divididos y a mostrar un rostro amable de la Iglesia católica, entonces – confió – me alegro”. Como se sabe, el teólogo alemán ha sido primero secretario (16 de marzo de 1999) y luego presidente (desde el 3 de marzo de 2001 al 1º de julio de 2010) del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos.


L’Osservatore Romano, 12 de febrero de 2011.


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Fuente: Il blog degli amici di Papa Ratzinger


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 11 de febrero de 2011

La Iglesia oriental más numerosa, a la espera de un nuevo pastor

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El Papa Benedicto XVI aceptó ayer la renuncia que el Cardenal Lubomyr Husar, Arzobispo mayor de los greco-católicos de Ucrania, le presentó por razones de salud (su oficio, según la tradición oriental, no tiene límite de edad). El Cardenal Husar guió la más numerosa de las iglesias orientales por casi diez años y bajo su gobierno pastoral la sede de la Iglesia volvió a Kiev, si bien finalmente no se realizó el deseo inicial de los greco-católicos y del mismo Papa Juan Pablo II de instituir el patriarcado. En este informe de Asianews, se presentan algunas de las declaraciones que el Cardenal Husar hizo públicas al anunciar la aceptación de su renuncia.

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En Rusia, la renuncia del cardenal Lubomyr Husar, de 77 años, al arzobispado de Kiev, no ha causado repercusiones. Pero en Ucrania sus palabras han resonado de modo claro y neto. Dejando por motivos de salud la guía de la arquidiócesis y de la Iglesia greco-católica ucraniana (uniatas), el purpurado lanzó un fuerte mensaje a la política que continúa ignorando las minorías religiosas y un llamamiento a los líderes espirituales para alcanzar la unidad entre los cristianos.


Los privilegios de “una Iglesia”


“Las autoridades no quieren hablar con nosotros – denunció ayer el cardenal durante la conferencia de prensa, en Kiev –, por un año entero no ha habido encuentros con el presidente u otros miembros del gobierno para discutir nuestra situación. Este es un problema que debe resolverse con mucha calma y sin instrumentalizaciones”. Desde hace un año está al frente de Ucrania Viktor Yanukovich, ortodoxo y políticamente cercano al Kremlin. El cardenal Husar no oculto que diversas confesiones religiosas en el ex-país soviético tienen problemas: “Muchos lamentan que una sola Iglesia (la ortodoxa rusa) goza de privilegios particulares, porque nuestro jefe de Estado es miembro de ella”. Aún juzgando positivo el hecho de tener un presidente creyente, Husar no dejó de subrayar las presiones sufridas por los greco-católicos, con las agencias de seguridad que tratan de convencer al clero a colaborar con ellos, y por la Iglesia ortodoxa ucraniana del Patriarcado de Kiev, cuyos sacerdotes son impulsados a pasar bajo la jurisdicción del Patriarcado de Moscú. “El hecho de que una Iglesia sea privilegiada respecto a las otras no es síntoma de amor por parte del Estado, sino un factor peligroso para la misma Iglesia, porque amenaza su credibilidad a los ojos de los fieles”, agregó.


Los motivos de la renuncia


Benedicto XVI aceptó ayer la “renuncia” de Husar. El cual explicó, también desdramatizando, que no cuenta con “suficiente salud para continuar siendo un guía”, pero tampoco está “todavía en la fosa”. Así aseguró que continuará participando plenamente en la vida de la Iglesia greco-católica de Ucrania. “Continuaré rezando por nuestra Iglesia… y quisiera encontrarme con los jóvenes y los trabajadores”. La administración de la iglesia arzobispal local para ahora a mons. Ihor Vozniak, arzobispo de Leopolis, a quien corresponde convocar el sínodo de obispos de los greco-católicos ucranianos para la elección de un nuevo arzobispo mayor. Husar lanzó un mensaje a su sucesor: “No sucumbir a las tentaciones laicistas y preservar la unidad y la santidad de la Iglesia extendida en el mundo”.


Una guía histórica


Husar guiaba a los católicos ucranianas desde el 2001. En el 2005 presidió el traslado de la Iglesia desde Leopolis a Kiev. Un movimiento mirado con recelo por algunos ambientes ortodoxos. El Patriarcado de Moscú y de todas las Rusias nunca ocultó que la cuestión de los católicos ucranianos – que, por estar unidos a Roma, son llamados “uniatas” – es uno de los nudos a resolver antes del encuentro entre el Papa y el patriarca Kirill. Según algunas estimaciones, los católicos ucranianos son más de cinco millones. El arzobispo mayor es el jefe de una Iglesia de rito oriental pero unida a Roma y ejerce la misma jurisdicción del Patriarca de una Iglesia católica oriental.


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Fuente: Asianews


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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miércoles, 9 de febrero de 2011

Un Motu Proprio papal para la Liturgia y el nuevo movimiento litúrgico

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En esta importante noticia, publicada hoy en Il Giornale, el vaticanista Andrea Tornielli informa sobre un Motu Proprio pontificio, que sería publicado en las próximas semanas, por el cual será reestructurada la Congregación para el Culto Divino y en el cual se mencionará su función de promover el nuevo movimiento litúrgico tantas veces auspiciado por Joseph Ratzinger.

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En las próximas semanas será publicado un documento de Benedicto XVI que reorganiza las competencias de la Congregación para el Culto Divino, confiándole la tarea de promover una liturgia más fiel a las intenciones originarias del Concilio Vaticano II, con menos espacios para los cambios arbitrarios, y por la recuperación de una dimensión de mayor sacralidad.


El documento, que tendrá la forma de un Motu proprio, es fruto de una larga gestación – ha sido revisado por el Pontificio Consejo para la Interpretación de los Textos Legislativos y por las oficinas de la Secretaría de Estado – y está motivado principalmente por la transferencia de la competencia sobre las causas matrimoniales a la Rota Romana. Se trata de las causas llamadas del “rato no consumado”, es decir, concernientes al matrimonio contraído en la Iglesia pero no consumado por la falta de unión carnal de los dos esposos. Son cerca de quinientos casos al año y afectan sobre todo a algunos países asiáticos donde todavía existen los matrimonios arreglados con muchachas en edad muy joven pero también a países occidentales en aquellos casos de impotencia psicológica para realizar el acto conyugal.


Perdiendo esta sección, que pasará a la Rota, la Congregación para el Culto Divino, de hecho, no se ocupará más de los sacramentos y mantendrá sólo la competencia en materia litúrgica. Según algunas autorizadas indiscreciones, un pasaje del Motu proprio de Benedicto XVI podría citar explícitamente aquel “nuevo movimiento litúrgico”, del cual ha hablado en tiempos recientes el cardenal Antonio Cañizares Llovera, interviniendo durante el Consistorio del pasado noviembre.


En Il Giornale, en una entrevista publicada en vísperas de la última Navidad, Cañizares había dicho: “La reforma litúrgica ha sido realizada con mucha prisa. Había óptimas intenciones y el deseo de aplicar el Vaticano II. Pero ha habido precipitación... La renovación litúrgica fue vista como una investigación de laboratorio, fruto de la imaginación y de la creatividad, la palabra de mágica de entonces”. El cardenal, que no arriesgó al hablar de “reforma de la reforma”, había agregado: “Lo que veo absolutamente necesario y urgente, según lo que desea el Papa, es dar vida a un nuevo, claro y vigoroso movimiento litúrgico en toda la Iglesia”, para poner fin a “deformaciones arbitrarias” y al proceso de “secularización que por desgracia golpea también dentro de la Iglesia”.


Es conocido cómo Ratzinger quiso introducir en las liturgias papales gestos significativos y ejemplares: la cruz en el centro del altar, la Comunión de rodillas, el canto gregoriano, el espacio para el silencio. Se sabe cuánto le importa la belleza en el arte sagrado y cuán importante considera promover la adoración eucarística. La Congregación para el Culto Divino – que alguno quisiera también rebautizar de la Sagrada Liturgia o de la Divina Liturgia - se deberá ocupar, por lo tanto, de este nuevo movimiento litúrgico, también con la inauguración de una nueva sesión del dicasterio dedicada al arte y a la música sacra.


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Fuente: Il Giornale


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 8 de febrero de 2011

Card. Piacenza: El sacerdocio católico, entre la crisis de fe y los ataques del Maligno

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Presentamos nuestra traducción de la interesante entrevista que el Cardenal Mauro Piacenza, Prefecto de la Congregación para el Clero, ha concedido recientemente al sitio Kath.net, en la cual se refiere a temas de gran importancia como la renovación del sacerdocio, la recuperación de su auténtica dignidad, la colaboración entre los fieles laicos y el clero, la crisis de las vocaciones, la sagrada liturgia, y la esencia del arte sacro.

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Con su libro “El sello – Cristo, fuente de la identidad del sacerdote”, publicado en el 2010, usted ha recordado la identidad del sacerdocio, declarando que cualquier discurso sobre una “nueva evangelización”, objetivo principal de la Iglesia, es vano si no se basa en la renovación espiritual del sacerdote. Concretamente, ¿cómo podría configurarse la renovación del sacerdocio? ¿Qué significa que el sacerdote es “signo de contradicción” en la sociedad actual, como dijo usted una vez? ¿De dónde debe partir la Iglesia y, en particular, cómo deberían intervenir los responsables de los seminarios?


Quien renueva continuamente a la Iglesia y, en ella, al sacerdocio, ¡es el Espíritu Santo! Fuera de una visión claramente pneumática y, por eso, sobrenatural, es imposible incluso sólo pensar en una renovación. Considero que este es precisamente uno de los principales caminos por recorrer: el de la recuperación clara de la dimensión vertical, espiritual del ministerio. En las décadas pasadas, demasiados “reduccionismos”, animados por la así llamada teología de la desmitificación, han tenido como resultado el de transformar el sacerdocio simplemente en un “super-ministerio” de animación y coordinación eclesial. El sacerdote es también aquel que anima la vida pastoral de una comunidad pero ejerce tal ministerio en virtud de una vocación sobrenatural y de la configuración a Cristo, determinada por el sacramento del Orden. Antes de todo “servicio ministerial”, él representa a Jesús Buen Pastor en el corazón de la Iglesia y, concretamente, en la comunidad a la cual es enviado.


Consecuencia de esto es que la renovación deberá pasar necesariamente por el primado de la oración, de la relación íntima y prolongada con Cristo Resucitado, presente espiritualmente en las Sagradas Escrituras, realmente en la Eucaristía, y con el cual el sacerdote está perennemente en relación en el servicio concreto de cada gesto ministerial. Primado de la oración significa también primado de la fe: la fe pura y sincera de los santos, capaz de desestructurar, precisamente por su sencillez, todo cálculo humano o razonamiento. Un sacerdote así, en un contexto cultural fundado en el eficientismo y el activismo, se convierte necesariamente en signo de contradicción; como el Señor Jesús ha sido y es todavía hoy “signo de contradicción”, así, a Su imagen, todo sacerdote está llamado a serlo, precisamente en virtud de la pertenencia a Cristo y a la Iglesia, y de la “novedad perenne” que la apostolica vivendi forma es para el mundo.


En el actual contexto secularizado, son signo de contradicción los sacerdotes santos, fieles, dedicados al propio ministerio porque dedicados a Dios y capaces, por eso, de conducir a las almas a un encuentro auténtico con el Señor. Sólo quien es todo de Dios puede ser todo de la gente.


En todo esto deben esencialmente ser formadas las nuevas generaciones de sacerdotes, evitando cuidadosamente caer en la tentación de quien quisiera “normalizar” el sacerdocio, pensando, de tal modo, hacerlo más aceptable a los jóvenes y a los hombres de nuestro tiempo. Esto, por el contrario, llevaría a la “desertificación” de las vocaciones. El futuro del sacerdocio, que está garantizado a nivel sobrenatural por la fidelidad de Dios a Su Iglesia, está también, en lo que nos concierne, en la motivada preocupación de su naturaleza auténtica, que es – las Escrituras lo testimonian y la gran Tradición eclesial y magisterial lo confirma – de origen exquisitamente divino.


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El Santo Padre Benedicto XVI en su libro-entrevista con Peter Seewald, “Luz del mundo”, dice: “Es imaginable que el diablo no lograse soportar el año sacerdotal y entonces nos ha echado en cara la inmundicia. Quiso mostrar al mundo cuánta suciedad hay también precisamente entre los sacerdotes”. ¿Usted considera que es casualidad que, precisamente durante el año sacerdotal, en no pocos países del mundo haya estallado el escándalo de los abusos sexuales? ¿Y realmente ha perdido el diablo al final?


¡Usted sabe bien que la casualidad no existe! Existen, en cambio, las coincidencias y, más a menudo, las estrategias humanas, que se exponen a las instrumentalizaciones del maligno.


Hay que recordar, en primer lugar, que el demonio no venció durante el Año Sacerdotal cuando, como afirmó el Santo Padre, “nos echó en cara la inmundicia”, sino más bien cuando algunos ministros de Dios, llamados por vocación a anunciar el Evangelio y administrar los Sacramentos, abusando de la propia tarea, han herido de modo mortal jóvenes vidas inocentes. En esta perversión absoluta está la verdadera victoria del maligno, y el hecho de que tales terribles y atroces comportamientos hayan emergido durante el Año Sacerdotal no ha disminuido la verdad del sacerdocio sino que, permitiendo la necesaria penitencia y reparación por lo ocurrido, ha favorecido una conciencia más profunda de cómo el extraordinario Tesoro, donado por Cristo a Su Iglesia, es contenido en vasijas de barro.


Tal situación, que es dramáticamente inquietante, podría incluso volverse desesperante si no estuviésemos seguros de que el diablo, el cual vence por desgracia muchas batallas, ya ha perdido definitivamente su guerra ya que ha sido derrotado por la Muerte redentora de Nuestro Señor Jesucristo y por su gloriosa resurrección.


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Con frecuencia, particularmente en países de lengua alemana, muchos sacerdotes son expuestos a presiones por parte de laicos y consejos pastorales. Casi se tiene la sensación de que ciertos laicos quieren hacerse lugar en el espacio del altar para asumir funciones ministeriales. En no pocas diócesis de lengua alemana, sacerdotes que quieren ser fieles a la Iglesia se encuentran con frecuencia solos. A veces ni siquiera los obispos diocesanos ofrecen a sus sacerdotes el apoyo necesario. ¿Cómo es visto este problema en Roma? ¿Cómo deberían y podrían ser defendidos los sacerdotes en tal situación


En primer lugar quiero afirmar con absoluta claridad y motivado convencimiento que la colaboración entre sacerdotes y laicos es tan necesaria cuanto sacramentalmente fundada. Es necesario vivirla dentro de algunos parámetros irrenunciables tanto desde el punto de vista teológico como bajo el perfil pastoral. Hay que recordar que al ministerio del testimonio están llamados todos los bautizados y no simplemente aquellos que han recibido algún ministerio eclesial. Los fieles laicos deben ser educados en este sentido permanente del apostolado, que debe vivirse sobre todo en el mundo, en sus concretas circunstancias existenciales, familiares, afectivas, laborales, profesionales, educativas y públicas. Los laicos realmente “comprometidos” son aquellos que se comprometen a dar testimonio de Cristo en el mundo, no aquellos que suplen la eventual carencia de clero, reivindicando porciones de visibilidad dentro de las comunidades.


Partiendo de esta claridad sobre la vocación universal de los bautizados, nada excluye que ellos puedan efectivamente colaborar en el ministerio de los sacerdotes, recordando siempre, sin embargo, que entre el sacerdocio bautismal y el ministerial existe, como enseña el Catecismo de la Iglesia Católica, retomando el Concilio Vaticano II, una diferencia esencial y no sólo de grado (cfr. CCC, n. 1547).


También en este caso se trata de redescubrir la fe en la Iglesia, que no es una organización humana, ni mucho menos puede ser gestionada con criterios “empresariales” que obedecen a leyes humanas, como la presunta o real competencia o eficiencia y el necesario reparto del poder, y que están lo más lejos posible del auténtico servicio eclesial.


Considero que precisamente esta “reducción empresarial” del modo de pensar la Iglesia es una de las causas tanto de la así llamada crisis del número de las respuestas a las vocaciones, como de las polémicas que, en sucesivas oleadas, a veces también orquestadas, se desencadenan contra el celibato sacerdotal. Todo forma parte de aquella miope “estrategia de normalización” que busca, en última instancia, expulsar a Dios del mundo borrando de él aquellos signos que, objetivamente, remiten a Él de modo más eficaz; en primer lugar la vida de aquellos que, en la fidelidad y la alegría, eligen vivir en la virginidad del corazón y en el celibato por el Reino de los Cielos, testimoniando de ese modo que Dios existe, está presente, y que por Él es posible vivir.


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¿Cómo se explica la “crisis de las vocaciones” en las actuales sociedades occidentales?


La así llamada crisis vocacional, de la cual, en realidad, se está saliendo lentamente, está vinculada, fundamentalmente, a la crisis de la de en Occidente. Donde existe se debe admitir que, en realidad, la crisis de vocaciones es crisis de fe. Dios continúa llamando pero para responder es necesario escuchar y para escuchar se necesita el clima adecuado y no el alboroto absoluto. En los mismos ambientes está en crisis la santificación de la fiesta, está en crisis la confesión, está en crisis el matrimonio, etc. La secularización y la consiguiente pérdida del sentido de lo sagrado, de la fe y de su práctica, han determinado y determinan una importante disminución del número de los candidatos al sacerdocio. A estas razones exquisitamente teológicas y eclesiales se le agregan algunas de carácter sociológico: en primer lugar, el decrecimiento, único en el mundo, de la natalidad, con la consiguiente disminución del número de los jóvenes y, por lo tanto, también de las jóvenes vocaciones.


En este panorama representan una loable excepción, cargada de entusiasmo y de esperanza, los movimientos y las nuevas comunidades, en las cuales la fe es vivida de manera genuina e inmediata, y traducida en vida concreta, y esto abre el corazón de los jóvenes a la posibilidad de entregarse por completo a Dios en el sacerdocio ministerial. Tal vitalidad, en la diferencia de expresión y de métodos, debe ser de toda la Iglesia, de cada parroquia y de cada diócesis, porque sólo una fe auténtica, significativa para la vida, es el ambiente en el cual pueden ser escuchadas las muchas llamadas que Dios dirige, también hoy, a los jóvenes. El primer e irrenunciable remedio a la disminución de las vocaciones lo ha sugerido el mismo Jesús: “Rueguen al dueño de los sembrados que envía trabajadores para la cosecha” (Mt. 9, 38). Éste es el realismo de la pastoral de las vocaciones. La oración por las vocaciones, una intensa, universal y extendida red de oración y de Adoración Eucarística que involucre a todo el mundo, es la única verdadera respuesta posible a la crisis de las respuestas a la vocación. ¡Pero se necesita fe! Donde esta actitud orante es vivida en forma estable se puede afirmar que una auténtica recuperación está teniendo lugar y que, en cierto modo, la noche ha pasado y ya amanece. Quisiera que cada diócesis tuviese un centro de adoración eucarística, posiblemente perpetua, precisamente por estas intenciones: santificación del clero y vocaciones. ¡Éste es el plan pastoral más eficaz y realista que pueda haber! De allí se irradiará también una admirable fuerza de caridad en todos los ámbitos. ¡Hay que probar para creer!


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Desde 2003 hasta su nombramiento como secretario de la Congregación para el Clero por parte del Papa Benedicto XVI en el 2007, usted ha sido presidente de la Pontificia Comisión para los Bienes Culturales de la Iglesia; desde el 2004 también Presidente de la Pontificia Comisión para la Arqueología Sacra. ¿Cómo juzga el estado actual del “ars sacra” que a menudo es confundido con el “ars religiosa”?


El argumento es muy amplio y merecería ser afrontado con la amplitud apropiada ya que toda realización artística habla de la idea de hombre y de Dios que tenemos, como también todo “edificio iglesia” que se construye habla tanto de la idea de Iglesia que tenemos como, sobre todo, de la experiencia de Iglesia que vivimos. La Iglesia no es una realidad sociológica humana, no es una reunión de personas que creen en lo mismo. Es el Cuerpo de Cristo, nuevo Pueblo sacerdotal, Presencia divina en el mundo.


Toda auténtica expresión de arte sagrado y toda nueva iglesia deberían ser ante todo reconocibles como tales. Todo hombre, todo transeúnte, del niño al anciano, del culto al analfabeto, del creyente al ateo, debería poder decir inmediatamente: “¡Esa una obra de arte! ¡Esa es una iglesia!”. Esta última, además, debe ser monumental, es decir, debe hablarnos de la grandeza de Dios y debe, por lo tanto, ser diferente, también por proporciones, de cualquier otro edificio. Una iglesia, y todo el arte sacro, para ser tal, no deben obedecer tanto a la originalidad subjetiva del arquitecto o artista singular como a la fe genuina y sincera del pueblo, que en ella y a través de ella rezará. No son “monumentos” a la genialidad del individuo sino lugares e instrumentos de culto, dedicados a Dios, en los cuales y a través de los cuales encontrar a Dios y reunirse como Su Pueblo.


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En su opinión, ¿qué tan importante es la celebración de la liturgia para la esencia de la vida de la comunidad y también para la misión de una nueva evangelización de los países de antigua cristianización?


Varias veces el Santo Padre ha recordado que, con la Liturgia, vive o muere la fe de la Iglesia. Ella es, al mismo tiempo, un espejo en el cual se refleja la fe, y un alimento que constantemente la nutre, la purifica y la sostiene. El antiguo adagio “lex orandi, lex credendi” obviamente mantiene todavía hoy toda la propia validez y eficacia.


En no pocos casos, el mencionado intento de desmitificación ha implicado también a la Liturgia produciendo, como único y devastador efecto, el de reducirla nuevamente y paradójicamente a “ritos pre-cristianos”, simbólicamente interpretables y expuestos, por tanto, a toda posible deriva subjetivista y relativista. La Liturgia no es principalmente un actuar humano, en el cual los individuos pueden expresar libremente la propia emocionalidad subjetiva, o en el que sería necesario hacer o decir algo para participar; ella es principalmente acción de Cristo, el cual, vivo y presente en Su Iglesia, rinde culto al Padre, atrayendo, en esta acción humano-divina, a nosotros los hombres.


Cristo Resucitado es el verdadero protagonista de la historia y de la Liturgia, y toda acción humana que quiera ser realmente litúrgica debe obedecer a este imprescindible criterio y debe buscar orientar el corazón de los fieles hacia el reconocimiento del primado absoluto de Dios.

Haber reducido o banalizado la Liturgia es una responsabilidad gravísima, no independiente de la pérdida del sentido de lo sagrado, de la que Occidente es víctima y que se deriva, una vez más, de la desmitificación radical promovida por cierta teología, creyendo ser “científica”.


La respuesta a todo esto puede encontrarse, sin embargo, en el corazón del hombre, el cual, a pesar de todo, está hecho por Dios y es constitutivamente religioso, por lo tanto abierto a lo trascendente y al sentido de lo sagrado. Una Liturgia cristocéntrica, correctamente celebrada, eclesialmente significativa y que sea la realización de “Él [Cristo] debe crecer y yo, en cambio, disminuir” (cfr. Jn. 3, 30), de joánea memoria, contribuye ciertamente a la nueva evangelización de Europa y a la recuperación del sentido de lo sagrado, sin el cual incluso el necesario diálogo con las otras culturas y tradiciones religiosas sería imposible.


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Le agradecemos a su Eminencia por la entrevista e invocamos sobre usted la bendición de Dios


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Fuente: Kath.net


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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