domingo, 27 de noviembre de 2011

El plan pontificio para la reforma de la Iglesia en Irlanda

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Ante la grave crisis de la Iglesia Católica en Irlanda, el Papa Benedicto XVI ya presentó su plan de reforma en su memorable Carta pastoral a los católicos de Irlanda, de marzo de 2010, en la que se refirió a la difícil situación actual y explicó los pasos para la urgente reforma interna que la Iglesia irlandesa necesita. Pero también se planea en el Vaticano, según informa Paolo Rodari en este artículo, una reforma en las estructuras, que llevará a la reducción del número de diócesis y a la aceptación de la renuncia de varios obispos.

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Twomey, ex-alumno de Benedicto XVI y docente en el seminario irlandés de Maynooth, propuso levantar de nuevo la imagen de la Iglesia devota de San Patricio, manchada por el problema de la pedofilia del clero, con una terapia de choque que preveía las dimisiones de todos los obispos nombrados antes del 2003 en cuanto culpables, en su opinión, de haber cubierto a los sacerdotes sin removerlos. Muchos lo tomaron por loco. Pero estaba el método. A partir de la fecha: el 2003, es decir, antes de que el entonces cardenal Ratzinger obtuviese de Juan Pablo II la concesión de algunas especiales facultades para ofrecer mayor flexibilidad en los procedimientos penales para los “graviora delicta”, entre las cuales el uso del proceso penal administrativo y el pedido de las dimisiones ex officio en los casos más graves.


“Es el único camino para garantizar la transparencia en el escándalo de la pedofilia”, explicó Twomey, ganándose diversas críticas provenientes más que nada de la misma jerarquía irlandesa, no ciertamente del pueblo. Y no ciertamente de Roma.


El silencio de la Santa Sede al respecto fue muy elocuente y hoy, a algunos meses de distancia, se comprende el motivo de ello. La “propuesta Twomey”, en efecto, ha sido puesta en práctica de hecho, con la decisión de dejar vacantes las sedes de las cuales, oficialmente por límite de edad o por problemas de salud, los obispos han renunciado. Hoy siete de las cerca de veinte diócesis de Irlanda (el último en dejar ha sido el obispo de Derry, Séamus Hegarty) están sin guía oficial, mientras que otras son gobernadas por administradores apostólicos, queridos por Roma para conducir las diócesis hacia la definitiva reestructuración que prevé también unificaciones entre diversas sedes.


Son dos los hombres clave sobre los cuales la Santa Sede apunta para reconstruir desde el principio el episcopado de Irlanda. El primero es monseñor Charles J. Brown (52 años), ayudante de estudio de la Congregación para la Doctrina de la Fe y secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional.


Según indiscreciones lanzadas también por el Irish Times (fuentes vaticanas han confirmado al Foglio la noticia) será llamado a Dublín como nuevo nuncio vaticano. El cargo está también vacante desde hace meses. El pasado verano, de hecho, después de que el primer ministro Enda Kenny, con informes del gobierno en la mano, acusó a los máximos vértices de la jerarquía católica de haber protegido a sacerdotes pedófilos en la diócesis de Cloyne, gobernada hasta el 2010 por el “secretario de tres Pontífices” John Magee, la Santa Sede llamó a Roma al nuncio, monseñor Giuseppe Leanza, para luego destinarlo a la República Checa.


La elección de Brown es significativa. Él, de hecho, aún no viniendo de la diplomacia de la Santa Sede, es persona conocida y estimada dentro de la Secretaría de Estado vaticana. Desde hace años trabaja en la Curia Romana, por diez años ha trabajado en estrecho contacto con Ratzinger en el ex-Santo Oficio. Además es de origen estadounidense y, por lo tanto, de lengua inglesa, sin ser un hombre del aparato irlandés. Ha estudiado Historia en la Universidad de Notre Dame. Se ha especializado luego en la Universidad de Oxford, Toronto y en el Pontificio Ateneo San Anselmo en Roma. Su nombramiento confirma la llegada de una nueva generación de estadounidenses a los puestos diplomáticos importantes. La cual tiene en el joven Peter Brian Wells, asesor para los Asuntos generales de la Secretaría de Estado, su exponente de peso.


Que Brown haya nacido en los Estados Unidos es una señal importante también por otro motivo. No se excluye que muchos de los nuevos obispos que Benedicto XVI nombrará en Irlanda vendrán precisamente de Estados Unidos. Esto tiene algo de sorprendente (es totalmente inusual que en Europa sean traídos al episcopado obispos de otros continentes) y permite entender cuán comprometida está la situación en el país.


Dice George Weigel, el biógrafo de Juan Pablo II, que la idea de llamar obispos de los Estados Unidos no es tan descabellada: “Actualmente Irlanda es tierra de misión como en un tiempo lo fue Estados Unidos. En 1921 un irlandés, Michael Joseph Curley, se convirtió en Arzobispo de Baltimore (Maryland) en un momento en que los prejuicios entre irlandeses y anti-católicos eran muy vivos. Por este motivo hoy no sería tan extraño que un obispo nacido en Los Ángeles y luego formado en Denver, o bien nacido en Nueva Orleáns y con estudios teológicos en Washington, atravesara el océano Atlántico con destino a Dublín”.


Y también: “Irlanda tiene necesidad de una reevangelización y, por lo tanto, de obispos que tengan dentro de sí el fuego del Evangelio. Hombres que puedan dar una respuesta cristiana convincente en medio del cinismo y la amargura”.


Además de Brown hay otra personalidad a la cual la Santa Sede mira desde hace tiempo. Es el único obispo que no debería ser afectado por la reestructuración que sigue la propuesta de Twomey.


Se trata del arzobispo de Dublín Diarmuid Martin (que ha realizado un largo servicio en la Curia Romana desde 1986 hasta 2001 como subsecretario y luego secretario de Justicia y Paz), entre los primeros en hacer propia la línea de mayor rigor del Papa. Martin ha hecho mucho, en los pasados meses, para distanciarse de sus hermanos en el episcopado.


Ha llegado incluso a convertirse en el “héroe” del New York Times. Ha sido Maureen Dowd, el pasado junio, a hacer conocida una conversación entre ella y Martin en la cual la columnista del periódico de New York llega a decir que “Martin, desde siempre de parte de las víctimas, es un outsider” de una jerarquía donde resaltan en negativo los nombres del cardenal Bernard Law,


ex-arzobispo de Boston que luego del estallido en su diócesis del problema pedofilia se trasladó a Roma para convertirse en arcipreste de la basílica de Santa María la Mayor, y de Angelo Sodano, el ex-secretario de Estado vaticano que “defendió al conocido pedófilo y padre de varios hijos Marcial Maciel Degollado”, fundador de los Legionarios de Cristo.


La tarea de Brown y de Martin no es sencilla. Contra el Vaticano y la idea del ajuste de la jerarquía resiste todavía con tenacidad una parte consistente del episcopado. En particular cuatro arzobispos, guiados por el cardenal Sean Brady, se oponen firmemente a toda modificación de los límites diocesanos.


Recientemente la Santa Sede dispuso que un comité ad hoc (en el que trabajan también algunos de los visitadores apostólicos enviados a Irlanda por el Papa en el 2010) se reuniese con el objetivo declarado de elaborar un plan que debería eliminar las diócesis más pequeñas, fijando un límite mínimo de cien mil católicos por diócesis. Este plan podría tener repercusiones directas sobre las diócesis de Cashel y Emly, , Ardagh y Clonmacnoise, Clogher, Clonfert, Dromore, Elphin, Killala, Kilmore, Ossory e Raphoe.


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Fuente: Palazzo Apostolico


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 18 de noviembre de 2011

El Card. Ouellet explica su difícil misión: encontrar obispos dignos para la Iglesia

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Presentamos nuestra traducción de esta interesante entrevista que el periódico Avvenire ha realizado al Cardenal Marc Ouellet, Prefecto de la Congregación para los Obispos desde hace poco más de un año, en la cual el purpurado explica detalladamente la difícil misión que se le ha encomendado: ayudar al Santo Padre en el nombramiento de obispos en gran parte de la Iglesia Católica.

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El Cardenal Marc Ouellet ha pasado ya su primer año como prefecto de la Congregación para los Obispos. Una tarea de gran importancia y delicadeza que le ha confiado Benedicto XVI. Porque es él quien guía el dicasterio que colabora más de cerca con el Papa en la elección de la mayoría de los obispos de la Iglesia Católica, en la práctica casi todos los de Europa y América, así como los de Australia y Filipinas. El purpurado canadiense, teólogo refinado, alumno de Hans Urs Von Baltasar, políglota, con un pasado de actividad académica y pastoral en su patria, en Colombia y en Roma (donde ha tenido también una breve experiencia curial), ha aceptado hacer con Avvenire un primer balance, obviamente provisional, en este nuevo “oficio”.

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Eminencia, ¿cómo ha sido pasar de ser Arzobispo de Québec a este cargo?


La transición ha sido difícil, sobre todo en los primeros meses. Me faltaba el contacto humano y afectivo con la gente que es constitutivo de la misión de un obispo diocesano.

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Sin embargo, usted ya había estado en la Curia como secretario del Pontificio Consejo para la Unidad de los Cristianos…


Sí, pero cuando fui a Québec para mí se trataba de un traslado definitivo… Me sumergí en aquella realidad. No pensaba volver. El Santo Padre decidió llamarme aquí y he venido con alegría. Sin embargo, la transición ha sido subjetivamente difícil.

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¿Es tan difícil el “oficio” de prefecto de la Congregación para los Obispos?


No es poca cosa. Es necesario escuchar mucho. Es necesario conocer bien las muchas Iglesias locales en los diversos continentes. Es necesario estudiar muchos expedientes. Y, no habiendo tenido experiencias previas en el dicasterio, a veces podían surgir algunas inseguridades en la praxis a seguir en las diversas situaciones. Gracias a Dios he podido consultar y apoyarme en la experiencia de quienes trabajaban aquí desde hace tiempo. De todos modos, ahora me siento seguro en la comprensión de los mecanismos y, por lo tanto, en el gobierno de la Congregación.

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Imagino que los encuentros regulares con el Papa, por lo general todos los sábados, lo han ayudado…


Esta posibilidad de reunirme con él frecuentemente ha sido para mí lo más positivo, en el sentido de confirmarme, de acoger lo que le iba proponiendo, después de todos los mecanismos de consulta y la escucha de las opiniones de los diversos miembros de la Congregación durante las reuniones de los jueves. En pocas palabras, este primer año ha sido una escuela. Un poco dura y muy exigente.

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¿Es difícil encontrar un obispo para la Iglesia Católica?


La Iglesia tiene una praxis consolidada de consulta para los nombramientos de los obispos. Para tomar esta decisión se escuchan los pareceres de una lista de personas que pueden variar de situación a situación, pero que generalmente comprende una red bastante precisa de figuras para ser escuchadas, junto a otras. Esta investigación ofrece bastantes elementos para descartar a algunos candidatos y aceptar y proponer a otros. En algunos casos se necesita esperar y llevar a cabo investigaciones adicionales. En su conjunto se trata de un proceso serio, normalmente bien hecho. A veces, sin embargo, no todo llega a buen puerto.

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¿En qué sentido?


Puede ocurrir que el candidato seleccionado no acepte.

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¿Cuántas veces ha sucedido este año?


Ha ocurrido un poco más de lo que me podía imaginar.

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¿Por qué, en su opinión?


En estos últimos años el rol del obispo y de las autoridades en general, religiosas y políticas, no ha resultado sencillo. También en consecuencia de los escándalos, de las campañas periodísticas y de las denuncias concernientes a la cuestión de los abusos sexuales sobre menores perpetrados por sacerdotes y religiosos. Se comprende que no todos se sientan capaces de afrontar estas situaciones. De todos modos, si alguno tiene razones también personales para no aceptar, esta decisión es respetada.

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¿Le ha sucedido cruzarse con casos de carrerismo eclesiástico?


Sucede que se ven sacerdotes que esperan ser promovidos. Puede ocurrir también que hay movimientos y presiones para sugerir e insistir por esta promoción. Por eso es muy importante valorar no sólo la madurez humana y afectiva, sino también la madurez espiritual de los candidatos al episcopado. Un obispo, de hecho, debe saber para Quién trabaja, es decir, para el Señor y para la Iglesia. Y no para sí mismo. Cuando esto ocurre se percibe por el modo en que la personalidad se manifiesta. En aquel que busca hacer carrera es el propio interés lo que domina o tiende a dominar.

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Pero todos podemos sufrir la tentación de la ambición…


En efecto, agrada ser apreciados o promovidos. Y esto es legítimo. Pero ser obispo de una diócesis – sea pequeña, mediana o grande, esto no importa, en todos se sirve igualmente al Señor y a Su Iglesia – es otra cosa. Todas las mañanas, cada obispo debe recomenzar preguntándose a sí mismo: ¿para Quién trabajo? ¿A Quién he entregado mi vida? Y debe permanecer auto-crítico hacia sus motivaciones, deseos y ambiciones personales.

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En el procedimiento para la elección de los obispos, ¿hay algo por perfeccionar?


Actualmente, también en la estela del Vaticano II que ha desarrollado el sentido de la colegialidad episcopal, para la elección de nuevos sucesores de los apóstoles son consultados aquellos que ya son obispos y otros eclesiásticos y laicos de juicio seguro y de reconocido sensus Ecclesiae. El fin del mecanismo que lleva a la elección de un obispo es verificar la idoneidad de un eclesiástico para esta misión. Pero las reglas no son absolutas. Puede ocurrir que el Papa, conociendo muy bien una personalidad y una situación, pueda tener claro cómo se debe satisfacer la provisión de una diócesis. En este caso las consultas son menos necesarias. Pero fuera de este caso específico, se trata de respetar las reglas y los procedimientos vigentes que, de por sí, me parecen válidos.

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Algunos años atrás, un predecesor suyo, el difunto cardenal Bernandin Gantin, auspició, también como antídoto contra el carrerismo, el retorno a la vieja disciplina de la Iglesia que impedía el traslado desde una diócesis a otra. ¿Qué piensa al respecto?


Siento que no tengo todavía experiencia suficiente para responder ahora esta pregunta. Puedo agregar, sin embargo, que cuando un obispo es nombrado debería decir: “he aquí mi puesto, que recibo del Señor al servicio de Su Iglesia, que es Su Cuerpo y Su Esposa, y me entrego totalmente a esta Iglesia particular”. Un obispo no debería tener personalmente otras preocupaciones. Cuando es necesario proveer a alguna arquidiócesis importante y grande es razonable, sin embargo, que se busque entre los obispos que ya han dado una buena prueba de sí mismos y podrían ser llamados a una responsabilidad mayor. Ciertamente esta práctica, en sí razonable, puede generar en alguno la expectativa de alguna promoción. Pero en este caso el problema no es el traslado desde una sede a la otra sino la madurez espiritual del prelado, el cual, si cultiva este tipo de expectativas, está bien que permanezca donde está.

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El Catholic News Service ha hecho notar que las visitas ad limina ya no son más cada cinco años sino cada siete, y que los obispos que participan en ellas ya no son recibidos todos en forma individual. ¿Por qué?


Al final del pontificado de Juan Pablo II, por motivos obvios, ya no se podía respetar los tiempos de estas visitas. Por lo tanto se creó, de hecho, este cambio. Permanece, de todos modos, la norma según la cual las visitas se llevan a cabo cada cinco años. Y estamos tratando de recuperar los tiempos para restablecer esta frecuencia. Si bien es difícil porque los obispos son ya cinco mil, el doble de aquellos que participaron en el Concilio Vaticano II.

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¿Y las audiencias individuales?


Es una cuestión que no concierne a la Congregación sino directamente al Palacio Apostólico. Tampoco en este caso la regla ha cambiado, pero la praxis sí, por varias causas. De todos modos, no tengo ninguna razón para dudar que si un obispo pide justificadamente poder ser recibido individualmente en audiencia, se hará todo lo posible para cumplir este pedido.

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Hasta pocos años atrás, en los vértices de la Congregación había tres italianos, ahora no hay ni uno solo. ¿Es sólo coincidencia?


No creo que haya un diseño. Pero el nombramiento de los obispos es algo que concierne a todo el mundo. Y tal vez se ha tratado de restablecer un equilibrio. No era ideal que todos fuesen italianos. La internacionalización de la Curia Romana ha sido un progreso positivo en la Iglesia. Pero en la Congregación hay todavía muchos italianos y esto tiene sentido porque la Curia está en Roma y porque la mayoría de las comunicaciones con los nuncios es en italiano.

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Eminencia, ¿pero cómo debe ser un obispo católico?


Hoy, sobre todo en el contexto de nuestras sociedades secularizadas, tenemos necesidad de obispos que sean los primeros evangelizadores y no simples administradores de diócesis. Que sean capaces de proclamar el Evangelio. Que sean no sólo teológicamente fieles al Magisterio y al Papa sino que sean también capaces de exponer y, si es el caso, de defender la fe públicamente. Además de todas las virtudes que normalmente se piden a los obispos, esta capacidad es en la actualidad particularmente necesaria.

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Fuente: Avvenire


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 17 de noviembre de 2011

El Papa vuelve a África, a la nación que tiene como “padre” a un cardenal

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Mientras el mundo está ya en espera de los viajes a México y a Cuba que el Papa Benedicto XVI tiene todavía en preparación, Ratzinger parte por segunda vez con destino a África. Esta vez es Benín quien lo acoge. Juan Pablo II había estado en el país africano en 1993, mientras todavía estaba en marcha el paso a la democracia después del colonialismo y la fase marxista. Del 18 al 20 de noviembre el Papa Benedicto estará en una nación que puede ser considerada un modelo para todo el continente. Y esto también gracias a la Iglesia católica.


Una iglesia fresca de anuncio: el cristianismo llegó a Benín sólo 150 años atrás gracias a los misioneros. Es una iglesia extraordinariamente viva, que siempre ha sabido interpretar un rol de primer plano en los momentos más significativos de la historia del país. Cuando en el 2009 Benedicto XVI visitó Camerún y Angola, había entregado a los obispos del continente el Instrumentum laboris de la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos, celebrada en el Vaticano del 4 al 25 de octubre de 2009. Ahora vuelve para llevar el fruto del Sínodo, la Exhortación que es también el compromiso de África: “Africae munus”.


Las etapas son pocas pero significativas: el Papa parte el viernes 18 de noviembre y llega al Aeropuerto Internacional “Bernardin Gantin” de Cotonou en seis horas de vuelo. No es casualidad que el aeropuerto esté dedicado a este cardenal beninés, fallecido en el año 2008 después de muchos años de servicio a la Curia Romana. Para Benín es un verdadero héroe nacional. Fue él quien insistió desde Roma para que se le permitiera a su sucesor como obispo de Cotonou, Isidore de Souza, asumir el rol de guía para la conferencia de la reconciliación del país. El Papa rezará frente a las tumbas de ambos y también de todos los otros obispos que han hecho tanto por el país. Benedicto llevará, por lo tanto, un agradecimiento para la Iglesia de este Estado, que es un don para todo el continente, y firmará simbólicamente el documento del Sínodo en la Basílica histórica de la Región del África Occidental, la de la Inmaculada Concepción de María de Ouidah.


En 1993 Juan Pablo II se dirigió al país que desde hacía poco tiempo había emprendido una nueva fase política. Salía del marxismo para ir hacia el capitalismo. Respondiendo a un periodista en el avión que lo llevaba a Cotonou, en febrero de 1993, dijo: “Se debe abandonar el modo de pensar europeo, sobre todo porque Benín es un país africano. Pienso que el marxismo fue algo importado y superficial, que no afectó profundamente la estructura nacional, social y económica. Y luego, también el capitalismo. Ciertamente una diferencia debe haber, pero siempre con una referencia sustancial, no accidental, a África, a la mentalidad, a la tradición y a las realidades africanas. Vemos que todos estos proyectos, todos estos conceptos, que surgen de la tradición occidental, euro-americana, como también el marxismo, son aplicados, impuestos a la realidad africana. Es equivocado. Pienso que en África el marxismo ha sido sobre todo un método para llegar al poder y mantenerlo. Ha funcionado hasta un cierto momento pero ahora no funciona más. Por otra parte, tampoco se deben imponer demasiado pronto, demasiado rápidamente, brutalmente, los modelos occidentales, democráticos. Los pueblos africanos son democráticos, entre otras cosas, y esta democracia conserva en sí todavía muy fuerte la realidad tradicional: familia y tribu. Y éstas no son cosas retrógradas, tienen valor todavía hoy. Tal vez tienen aquellos valores que nosotros, occidentales, hemos perdido, y es una verdadera pérdida, no un progreso”.


Dieciocho años después Benedicto XVI lleva a África una nueva esperanza de paz. La segunda asamblea sinodal para el continente ha puesto de relieve las dificultades de la paz, pero también la gran riqueza espiritual que debe ser conservada y redescubierta por un Occidente cada vez más secularizado. África es “un pulmón espiritual para una humanidad en crisis de esperanza y de fe”, recordó el Papa. Dos serán los grandes discursos de Benedicto XVI. Uno a la comunidad civil y a las otras religiones en el Palacio presidencial el sábado por la mañana, y la homilía de la Misa para la entrega del documento sinodal. En el programa hay también muchos encuentros, con los niños, con los enfermos, con los religiosos en una región rica en vocaciones. Y a la llegada un gesto simbólico: el canto del Te Deum en la catedral Notre Dame de Miséricorde de Cotonou, primer momento mariano del viaje. El sábado 19 de noviembre de inicia con la visita al presidente de la República y a todas las autoridades del gobierno beninés. Se llevará a cabo en el palacio presidencial, en presencia también de los miembros del cuerpo diplomático y de los líderes de las religiones más importantes. Hay mucha expectativa por el discurso que Benedicto XVI pronunciará en esta circunstancia. La presencia de personalidades políticas de las naciones africanas y otras, de hecho, permitirá al Pontífice afrontar una serie de temáticas que, partiendo de África, concernirán a toda la comunidad internacional.


Luego la etapa en Ouidah, ciudad costera a 45 kilómetros de Cotonou, cuna de la evangelización no sólo de Benín sino también de gran parte de la región africana. Es la sede del seminario San Gall, el más importante de toda el área. Lleva el nombre del cantón suizo que financió su construcción. El seminario San Gall, fundado en 1914, es el más antiguo del África occidental y ha acogido estudiantes de Togo, Nigeria, Costa de Marfil, República Centroafricana, el Congo y Camerún. Desde entonces contribuye a la formación del clero para toda la región. Formas actualmente a 142 seminaristas. Aquí está sepultado el “padre de la nación” Bernardin Gantin, colaborador cercano de tres Papas (Pablo VI, Juan Pablo I y Juan Pablo II), en el mismo período que el entonces Cardenal Joseph Ratzinger, del cual fue gran amigo.


Estará luego la firma de la Exhortación Apostólica Post-sinodal Africae munus: en francés, inglés, portugués e italiano. La expectativa es grande. Entre los temas surgidos de la Asamblea está el compromiso político por el bien común, pero se trata de entender cuáles son los lugares y modos de la reconciliación en tierra africana y cuál es el rol apostólico de la Iglesia hoy. En la tarde del sábado 19 de noviembre el Papa visita una parroquia y un centro de asistencia a los niños enfermos. Un momento especialísimo dedicado a todos los niños de África. Es, en cierto sentido, una novedad en el curso del pontificado de Benedicto XVI. La atención del Papa a los niños toca uno de los puntos clave de la historia de las luchas emprendidas por los africanos por la independencia y el desarrollo de sus países. El deseo es que la visita pueda dar nuevamente sentido, vigor y medida al compromiso de hoy e invitar a los africanos a mirar al mañana con más conocimiento de causa, con más sentido de responsabilidad y con mayor esperanza.


Está previsto también un encuentro con un grupo de leprosos, por la mañana, en la Capilla del Seminario. Según la Organización mundial de la Salud, Benín estaba en el elenco de los países en que la lepra era un problema muy serio. Hoy la lepra ha casi desaparecido de todo el territorio de Benín. Lo ha anunciado, el 4 de febrero de 2010, el representante de la Organización mundial de la Salud (OMS), Akpa Raphael Gbary, que ha explicado los buenos resultados de la lucha contra esta enfermedad infecciosa por la competencia con la cual se han movido los dirigentes de la política sanitaria de Benín.


El domingo, la gran celebración en el Stade de l’Amitié, en Cotonou, con la entrega oficial a los representantes de la Iglesia africana de la Exhortación Apostólica Post-Sinodal Africae munus al final de la Concelebración Eucarística. Para no olvidar el logo elegido para este viaje: el continente africano representado bajo forma de paloma, símbolo de la paz, que mira hacia oriente; sobre el fondo azul, color referido a María Santísima, resalta, en blanco, Benín; la cruz de color amarillo simboliza el color de la bandera pontificia; sobre los colores de la bandera beninesa dispuestos en arco están escritas en francés las tres palabras “Reconciliación, justicia y paz”, que se refieren a la primera parte del tema de la Segunda Asamblea Especial para África del Sínodo de los Obispos (4 al 25 de octubre de 2009): “La Iglesia en África al servicio de la reconciliación, de la justicia y de la paz”.


Acompañando al Papa estarán los cardenales africanos. Desde el nigeriano Francis Arinze, presidente emérito de la Congregación para el Culto Divino, al ghanés Peter Turkson, presidente del Pontificio Consejo Justicia y Paz, y Robert Sarah, presidente del Pontificio Consejo Cor Unum. Estará también Giuseppe Bertello, por años nuncio en Benín, y Barthélemy Adoukonou, secretario del Pontificio Consejo para la Cultura. El regreso a Roma está previsto para el domingo por la tarde, al final del vigésimo segundo viaje internacional de un pontificado que todavía no deja de sorprendernos.


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Fuente: Tempi.it (artículo de Angela Ambrogetti)


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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martes, 15 de noviembre de 2011

El 1º de enero se creará el segundo Ordinariato Personal para ex-anglicanos

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Será en los Estados Unidos y se convertirá en el segundo Ordinariato, luego del erigido en el territorio de Inglaterra y Gales en enero de este año. Así lo anunció esta tarde el Cardenal Wuerl, Arzobispo de Washington.

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El Cardenal Donald Wuerl, Arzobispo de Washington, anunció hoy que el nuevo Ordinariato para ex-anglicanos en los Estados Unidos, conforme a las disposiciones de la Constitución Apostólica Anglicanorum Coetibus de Benedicto XVI, se establecerá el 1º de enero de 2012, Solemnidad de Santa María Madre De Dios. Ese mismo día se nombrará su primer Ordinario.


Al mismo tiempo, confirmó que el obispo Kevin Vann de Fort Worth, Texas, sucederá al Arzobispo John Myers como Delegado Eclesiástico para la Provisión pastoral, a través de la cual sacerdotes casados anglicanos se convierten en sacerdotes diocesanos en la Iglesia Católica.


El Cardenal Wuerl, delegado de la Congregación para la Doctrina de la Fe para la implementación de la Anglicanorum Coetibus, hizo este anuncio durante la asamblea plenaria de la Conferencia Episcopal de los Estados Unidos (USCCB), celebrada esta semana en Baltimore.


Durante su discurso, informó que se prepararon y enviaron a la Congregación para la Doctrina de la Fe un total de 67 expedientes de clérigos anglicanos que quieren ser ordenados sacerdotes en la Iglesia Católica, de los cuales 35 han recibido ya el nihil obstat del dicasterio romano que les permite pasar a la segunda etapa, que incluye una verificación de antecedentes penales, una evaluación psicológica y la obtención de un votum del obispo católico donde el candidato reside y de su autoridad eclesiástica anglicana, si fuera posible.


El Cardenal Wuerl explicó también a los obispos que “si el ordinario del nuevo Ordinariato está casado, puede ser ordenado sacerdote, pero no obispo. Por lo tanto, la ordenación de sacerdotes del Ordinariato tendrá que ser realizada por uno de nosotros. Mi esperanza y mi recomendación es que dado que el ex-anglicano que ahora se convertirá en sacerdote católico vivirá y servirá en la diócesis de uno de nosotros, a pesar de que pertenezca al Ordinariato, cada uno de nosotros se ofrezca, respectivamente, para ordenar al nuevo sacerdote”.


Respecto a las disposiciones litúrgicas de los ordinariatos personales, el Arzobispo de Washington informó que “la Congregación para la Doctrina de la Fe y la Congregación para el Culto Divino han establecido un órgano interdicasterial que se encargará de establecer disposiciones para las celebraciones litúrgicas de los ordinariatos personales. Sin embargo, desde su erección, un ordinariato tendrá la opción de usar el Misal Romano o el Libro de Culto Divino que ya es utilizado por la Provisión Pastoral o por las parroquias de Uso Anglicano”.


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La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 10 de noviembre de 2011

Mons. Müller: “Si se sigue en esta línea, sería la muerte del ecumenismo”

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El Obispo de Ratisbona, Mons. Gerhard Ludwig Müller, acusó a los representantes de la iglesia protestante alemana de “dividir” a la Iglesia Católica. En una entrevista a PNP, el Obispo responsable del movimiento ecuménico en la Conferencia Episcopal Alemana atacó las “declaraciones controvertidas” durante la visita del Papa a Alemania y cuestionó el ecumenismo católico-protestante.


Müller fue particularmente crítico con el obispo protestante de Berlín, Markus Dröge, quien escribió que Benedicto XVI “no tiene ni idea del ecumenismo”. Tales declaraciones sólo deben “ser descartadas como totalmente sin fundamento”, dijo el obispo de Ratisbona, afirmando: “Si se continúa en esta línea, sería la muerte del ecumenismo”.


También en el sínodo de la Iglesia protestante de Alemania, durante el fin de semana, hubo críticas a la visita del Papa. El Obispo de Ratisbona desestimó las observaciones de que Benedicto XVI hizo comentarios de aprecio sobre el reformador Martin Lutero privadamente en Erfurt pero no en su sermón. “Eso también habría sido totalmente anti-luterano”, dijo Müller. “En un sermón interpretando Juan 17, el contenido debe ser sobre Cristo y la unidad de sus discípulos, pero no una valoración histórico-teológica de Martin Lutero”. En la conversación precedente, sin embargo, “el Papa eligió un propósito que es también fructuoso ecuménicamente: la centralidad radical de Dios para Lutero”.


Müller explicó que antes de la visita del Papa se realizó “un juego traicionero con grandes expectativas”: “No sólo de que el Papa debiera dar un dramático paso ecuménico sino de que debiera diluir en agua la doctrina católica”. Después de la visita del Papa hubo ya intentos “dispersos” por parte protestante de insertar una “bacteria” (literalmente, un hongo que al fin quiebra el tronco de un árbol) en la Iglesia Católica “con la cual poner al Papa y los obispos contra la supuesta mayoría de la población católica”. Para Müller, “ellos quieren llevar a una parte de los fieles católicos para su lado o, alternativamente, protestantizar a la Iglesia Católica”.


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Fuente: Frates in unum


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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viernes, 4 de noviembre de 2011

El Papa busca un nuevo Prefecto para Doctrina de la Fe

 

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Presentamos la traducción de un artículo de Vatican Insider sobre la sucesión del Cardenal Levada en el cargo de Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe.

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El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, el cardenal estadounidense William Levada, habla abiertamente de dejar su puesto inmediatamente después de la conclusión de las fiestas navideñas, en enero de 2012 (como ha escrito Vatican Insider). Levada nació el 15 de junio de 1936; ha cumplido 75 años en junio de este año y, por lo tanto, se encamina al primer año de “prorogatio” en el rol que fue de Joseph Ratzinger hasta la elección de abril de 2005. Ciertamente podría permanecer pero parece que en el origen de su decisión hay problemas de salud física, vinculados tanto al estado de los pulmones como de la columna. No se sabe qué hará después de haber dejado: si permanecerá en Roma o si decidirá volver a los Estados Unidos.


Si la decisión de dejar se confirma, Benedicto XVI se encontrará frente a una opción no sencilla. La Congregación para la Doctrina de la Fe, “la Suprema”, como era llamada en un tiempo, es ciertamente el dicasterio de mayor relieve, prestigio e importancia en el panorama de la Curia Romana. Aún cuando el hecho de que el Pontífice sea un teólogo de profesión y la haya guiado por veinticinco años ciertamente reduce, en cierta medida, el rol y la figura del Prefecto. Pero de todos modos sigue siendo un cargo muy delicado; tanto más ahora que el escándalo de los abusos sexuales ha hecho que la Congregación deba ocuparse de él en primera persona de un modo mucho más profundo que en el pasado.


El nombre del candidato más probable (como fue anticipado por Vatican Insider) es el de Gerhard Ludwig Müller, de la diócesis de Ratisbona. Es bien conocido por el Pontífice y, de acuerdo a lo que se dice en el Vaticano, no sería contrario a soportar la carga de Prefecto de la Fe, y no pierde ocasión de manifestar su voluntariosa disponibilidad a Benedicto XVI. Que, como es conocido, por su carácter manso bien puede ser que no logre decir no. Parece que recientemente Müller ha tomado un breve período sabático para dedicarse al estudio de la lengua italiana, y no sólo, tal vez, por amor al idioma de Dante.


Un nombre que sería bien valorado es el del cardenal húngaro Peter Erdo. Y es un nombre que ya ha surgido, en el pasado reciente, cuando alguno lo propuso al Papa como candidato a puestos importantes en Roma. Parece que del Apartamento ha llegado una respuesta del género: “Es una buena sugerencia, pero si lo traemos a Roma, ¿quién queda en Europa del este?”. Lo que, si fuese cierto, daría una idea no consoladora del estado de liderazgo de la Iglesia al este de Viena.


Y finalmente está quien piensa en un obispo latinoamericano: Héctor Rubén Aguer, obispo de La Plata, en Argentina. Es obispo de La Plata desde el 2000, tiene 68 años – una edad que podría considerarse adecuada - y es un protagonista de la batalla “pro-life” en curso en el país. El problema de la edad es importante. Es cierto que algunos cardenales, como Carlo Caffarra o Rouco Varela, son muy estimados por Benedicto XVI; pero se acercan al surco de los 75 años. Y, por otro lado, un Pontífice de 84 años no puede nombrar Secretario de Estado o Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe a alguno demasiado joven, para no correr el riesgo de dejar en los brazos de un eventual sucesor (ad multos annos, naturalmente), el problema de dónde y cómo reubicar a alguien que está ya prácticamente en la cima de la jerarquía de la Iglesia y que, sin embargo, es demasiado joven para la jubilación.


Un problema análogo se presentará en breve para el Prefecto de la Casa Pontificia, el estadounidense James Michael Harvey, nacido en Milwaukee en 1949, y por lo tanto de 62 años. No parece que aprecie la posibilidad de volver a una diócesis americana, después de 23 años de leal servicio a la Casa Pontificia (Juan Pablo II lo nombró en 1998), y probablemente preferiría permanecer en Roma, con un cargo cardenalicio. Tal vez en Santa María la Mayor, como arcipreste, un puesto que otro americano, el cardenal Bernard Francis Law, arzobispo emérito de Boston, está por dejar. Pero para “la madre de todas las iglesias“ [sic] hay otros nombres que circulan; entre ellos, el del cardenal Giovanni Lajolo, que ha dejado recientemente al ex-nuncio en Italia, Giuseppe Bertello, el cargo de Presidente de la Pontificia Comisión para la Ciudad del Vaticano, el ente que guía y administra la pequeña ciudad-Estado, incluidos los museos vaticanos.


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Fuente: Vatican Insider


Traducción: La Buhardilla de Jerónimo

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jueves, 3 de noviembre de 2011

Un obispo católico para Ginebra

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El Papa ha nombrado hoy obispo de Lausana, Ginebra y Friburgo, en Suiza, al sacerdote dominico Charles Morerod, de 50 años de edad y originario de la misma sede diocesana. La realidad eclesial de Suiza no es nada alentadora, como pudo observarse con ocasión del especial encuentro del Papa Benedicto XVI con los obispos de esa nación, en noviembre de 2006, realizado para completar la visita ad limina, inconclusa por la muerte del Beato Juan Pablo II. El mismo Padre Morerod ha definido a la Iglesia de su país “un poco somnolienta y no particularmente vivaz”.


El obispo electo era, desde el año 2009, Rector Magnífico de la Pontificia Universidad Santo Tomás de Aquino y secretario de la Comisión Teológica Internacional. Además, ha sido uno de los tres teólogos que han representado a la Santa Sede en los diálogos doctrinales con la Fraternidad Sacerdotal San Pío X. “Su elección para ese delicado cargo – escribía Messainlatino – estaba determinada, junto a sus capacidades de teólogo, por su sensibilidad cercana al sector tradicionalista. En efecto, el P. Morerod es autor de una tesis de doctorado, presentada en la facultad de teología de la Universidad de Friburgo, sobre Cayetano, maestro general de los dominicos y comentador de Santo Tomás, en su polémica contra Lutero. Pero el P. Morerod se ha hecho conocer sobre todo por su obra “Tradition et unité des chrètiens. Le dogme comme condition de possibilité l’œcuménisme”, en la cual de modo radical enfrenta al ecumenismo más liberal, como el de los teólogos Fries, Rahner o Tillard, insistiendo en el carácter esencial de un verdadero pensamiento católico, indisolublemente teológico y filosófico”.


Morerod, consultor de la Congregación para la Doctrina de la Fe desde el año 2009, es también miembro de la Comisión para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa desde el 2005, y está trabajando, por lo tanto, en el estudio del rol del Obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio, como ponía de relieve el año pasado en una entrevista cuya traducción publicamos en esta Buhardilla.


En pocas palabras, como han escrito los amigos de Messainlatino, “¡un católico en la cátedra que fue de San Francisco de Sales!”.


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La Buhardilla de Jerónimo

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