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José Luis Restan analiza algunos aspectos del próximo viaje apostólico del Papa Benedicto XVI.
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A menos de dos semanas del histórico viaje de Benedicto XVI a Tierra santa, es bueno observar los desafíos y las dificultades que plantea esta larga visita, profundamente querida por el Papa.
Desafíos y dificultades que el Patriarca latino de Jerusalén, Fouad Twal, explica en una entrevista publicada en el sitio de la Custodia de Tierra Santa.
Monseñor Twal es árabe y pertenece a una familia que es cristiana desde hace siglos. Si bien proviene del cuerpo diplomático, es conocido por la franqueza de sus declaraciones y por la profunda experiencia que ha acumulado con las vicisitudes de las pequeñas comunidades cristianas en territorios islámicos.
En su primera respuesta, el Patriarca no esconde la inquietud que ha surgido en los líderes cristianos de Tierra Santa al confirmarse la fecha de esta visita.
A diferencia de lo sucedido en el 2000 con la visita de Juan Pablo II, ahora no se nutren esperanzas sobre la inminencia de la paz (cosa que se reveló ilusoria poco después de aquella visita), también porque aún están abiertas las heridas de la reciente guerra en Gaza. Además, el ascenso de Netanyahu al gobierno de Israel parece cerrar el ciclo inaugurado por los acuerdos de Oslo. Ahora no hay un camino para la negociación y cada paso del Papa debe ser calibrado al milímetro por sus delicadas repercusiones políticas.
Pero hay otro aspecto que preocupa a los líderes cristianos. Los últimos meses han sido tormentosos en lo referente a las relaciones entre la Iglesia y el mundo judío. Cuestiones como la valorización del pontificado de Pío XII, las oraciones del Misal de Pablo VI o el reciente huracán provocado por las declaraciones negacionistas del obispo lefebvrista Williamson, han agitado el clima de las relaciones judeo-cristianas, que para Benedicto XVI son un capítulo fundamental de su pontificado.
El temor evidente es que la Santa Sede, movida por su mismo deseo de desarmar a los malintencionados, se deje atrapar en una telaraña y el viaje sea visto más allá de lo debido como orientado a los intereses de Israel.
Twal admite la existencia de esta dificultad si bien agrega que, una vez conocido el programa del viaje (los momentos dedicados a Jordania, a los territorios palestinos y a Israel), no se puede más que reconocer que este viaje será una bendición para todos. Es evidente que, en estas semanas, el Papa ha tomado nota de la inquietud de aquellos que son los principales destinatarios de su visita (los cristianos de Tierra Santa) y ha dialogado intensamente con los pastores de esas Iglesias.
Con la misma franqueza con que reconoce los temores, Twal se esfuerza a fondo por desmontarlos. El Papa ya había sido invitado y había mostrado desde el principio su deseo de visitar la tierra de Jesús. Esperar un momento mejor para programar la visita sería una solución falsa porque la región no tiene perspectivas claras de paz; esperar a que se resuelva la situación palestina, significaría postergar el viaje sine die.
Precisamente porque los tiempos son difíciles, concluye el Patriarca, “espero que el Santo Padre venga para ayudarnos a superar las dificultades, a mirar con mayor perspectiva; nos animará a permanecer fieles a nuestra misión, a nuestra fe y a nuestro sentido de pertenencia a esta tierra”. En efecto, poco tiempo atrás, el Custodio de Tierra Santa, padre Pizzaballa, explicaba que los cristianos de la región tienen necesidad del contacto con la presencia de la Iglesia universal para no quedar encerrados en el estrecho horizonte de los duros problemas cotidianos. El carisma del sucesor de Pedro, encarnado en la genialidad propia de Benedicto XVI, será sin duda una preciosa ayuda en esta dirección.
No es difícil comprender las inquietudes y las angustias de nuestros hermanos en aquella tierra, que se encuentran en un brete entre un ambiente islámico cada vez más radicalizado y sofocante y un Israel cerrado en sí mismo que no se libera de los viejos clichés sobre los cristianos. Sin embargo, es razonable conceder, como ha dicho el Patriarca Twal, amplio crédito a la sabiduría y a la libertad del Papa. Sin duda, Benedicto XVI quiere remarcar el vínculo indisoluble entre la fe cristiana y sus raíces judías, y sabrá hacerlo con palabras libres, llenas de amistad pero de ninguna manera políticamente correctas.
Como también ha reconocido Twal, “cuanto más amigables sean las relaciones de la Santa Sede con Israel, mejor podrá intervenir en favor de todos los habitantes de Tierra Santa: judíos, musulmanes y cristianos”.
Por otra parte, no faltará la cercanía del Papa a los sufrimientos de las poblaciones palestinas ni la defensa de sus justas aspiraciones, aspectos que han sido constantes en la acción internacional de la Santa Sede.
Pero sobre todo, en el corazón del Papa está vivo el sufrimiento y la debilidad de las comunidades cristianas, amenazadas por la sensación del aislamiento, de la posibilidad de la emigración masiva o de recluirse en los propios problemas cotidianos. Son la carne de una historia que nos vincula directamente a aquel Jesús de quien Benedicto XVI sabe explicar como ningún otro su divina-humanidad. Ellos tienen la gran misión de mostrar la novedad que introduce en la historia la misericordia y el perdón aprendidos de Jesús, muerto y resucitado. Una novedad que es semilla de paz y comprensión en una tierra atormentada por el rencor recíproco. En definitiva, no es extraño que este viaje cree preocupaciones entre los colaboradores del Papa, pero él no podía faltar a esta cita.
Demasiados hijos se unen en aquella bendita y martirizada región. Verlo allí y escucharlo explicar el Evangelio en la tierra sobre la que ha caminado el Señor, será un bien para toda la humanidad.
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Fuente: Papa Ratzinger Blog
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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