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Presentamos nuestra traducción de una entrevista, publicada en la edición italiana de Zenit, al Cardenal Adrianus Johannes Simonis, arzobispo emérito de Utrecht, sobre la equivocada interpretación del Concilio Vaticano II en Holanda y sus nefastas consecuencias para el catolicismo de esa nación.
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Eminencia, ¿usted participó en el Concilio Vaticano II?
No, lamentablemente no. No he participado en el Concilio; sin embargo, en aquel período estaba presente en Roma, donde estudié dese 1959 a 1966.
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De todos modos, ¿nos puede decir cuáles han sido, en su opinión, las enseñanzas y argumentaciones mejores que han surgido de ese Concilio?
De este Concilio una nota importa es seguramente la adaptación a la mentalidad de este tiempo pero la más importante es la reflexión, que de él ha surgido, sobre el rol mismo de la Iglesia. La Lumen gentium, para mí, ha sido el documento más importante.
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La Iglesia holandesa no vivió serenamente el post-Concilio: hubo polémicas sobre el catecismo y otras controversias. A cincuenta años de ese evento, ¿cuál es la situación actual?
La situación de la Iglesia holandesa después del Concilio es muy difícil de describir. En aquella época hemos tenido una polarización en dos facciones. Vivíamos prácticamente con dos iglesias en una. Con una facción que era muy radical y quería cambiar todo, pero en la cual la fe estaba muy disminuida. Ahora esta polarización más o menos ha terminado pero, como consecuencia, muchísimos han perdido la fe y han dejado la Iglesia. En general se puede decir que en Holanda rige el “indiferentismo”. El Santo Padre, algunas semanas atrás, ha dicho algo muy cierto: cada hombre tiene un sentido religioso, una tendencia a buscar a Dios, lo trascendente; pero en mucha gente este sentido religioso se ha perdido, ha entrado en coma, y esto vale particularmente para nuestra nación.
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¿Qué ha sido lo equivocado en la interpretación del Concilio?
Sí, es cierto: ha habido una errónea interpretación del Concilio. No han leído los documentos sino que se han limitado a argumentar, basándose en el así llamado “espíritu del Concilio”, es decir: todo está permitido, todo puede cambiar.
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¿Tal vez también una equivocada interpretación del rol de los laicos en la Iglesia?
Sin duda, con el resultado de que los laicos en Holanda se han convertido más o menos en sacerdotes, y los sacerdotes se han secularizado.
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El Pontífice Benedicto XVI ha convocado el Año de la Fe y una movilización para la Nueva Evangelización. ¿Qué debería hacer la Iglesia en los Países Bajos?
Lo que siempre he dicho es: catequesis, catequesis, catequesis. Falta una catequesis bien fundada, pero ahora el problema es que los jóvenes se han alejando de tal modo de la fe y de la Iglesia que dicen que no tienen necesidad de ella, porque materialmente tienen todo. Espero, si bien es una idea un poco extraña, que esta crisis económica pueda llevarlos a reflexionar. En los Países Bajos ahora se reacciona sólo a nivel emotivo, ya no se piensa. En mi opinión, el Pontífice Benedicto XVI quiere hacernos reflexionar. Recientemente he leído un libro del Santo Padre sobre la verdad, la tolerancia y los problemas modernos ligados a la relación con las otras religiones: su invitación es a pensar y reflexionar, usar la razón, pero en Holanda se usa sólo la emoción. Esto es muy peligroso.
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Estamos en tiempo de Cuaresma. Desde Roma piden mucha atención a la confesión y a la práctica de la Eucaristía. ¿Cómo es la situación en los Países Bajos y en qué dirección se está yendo?
Ya desde hace cuarenta años la confesión está completamente perdida, ¿y sabe por qué? ¡Porque los holandeses no pecan! En el sentido de que ya no saben qué es el pecado. El concepto de pecado está ligado a la conciencia de Dios: si ya no se cree en un Dios personal, no se piensa más en el pecado. Nuestro país está lleno de personas que creen en una entidad abstracta, que existe algo, pero no un Dios personal: por esto piensan que no pecan.
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Por lo tanto, ¿la confesión se convierte en algo ya no más necesario?
La verdad es que en los Países Bajos tenemos necesidad de una conversión total.
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Una reflexión personal sobre su vida de sacerdote, arzobispo y cardenal. ¿Qué puede decir a las jóvenes generaciones y a los muchachos que están estudiando en los seminarios?
Les digo que aprendan a pensar, a reflexionar. Y luego rezar, rezar, rezar. La oración es importantísima, es y debe ser el fundamento de la vida humana, pero en Holanda no se reza porque no se cree en un Dios personal sino sólo en un ente vago.
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Con Wim Eijk, Holanda tiene un nuevo purpurado. ¿Cuál es su augurio para él en estos tiempos difíciles, no sólo de crisis económica?
Le he escrito inmediatamente cuando tuvo el nombramiento cardenalicio. Le he deseado poder conservar el espíritu de servicio. Ésta es la responsabilidad más grande de un cardenal: permanecer en espíritu de servicio a la Iglesia y al Señor. Esto por el honor de Dios, por la salvación de los hombres y a imitación del Corazón de Jesús: un corazón lleno de verdad, de amor y de misericordia.
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¿Ésta es también su experiencia personal como cardenal?
Sí, he tratado de vivir en este espíritu mi cardenalato por 27 años. Ahora soy un cardenal anciano, he cumplido 80 años y ya no puedo elegir Papa, ¡pero todavía puedo ser elegido! (estalla en risas). ¡Pero no os preocupéis, no sucederá!
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Fuente: Zenit (edición italiana)
Traducción: La Buhardilla de Jerónimo
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